La creación del término “filosofía” se suele atribuir al pensador y matemático griego Pitágoras de Samos, aunque no se conserva ningún escrito suyo que lo confirme. Según la tradición, hacia el año 530 aC., el general León definió como sabio a Pitágoras, el cual respondió que no era sino un aspirante a serlo, porque amaba la sabiduría, era, pues, un φιλο-σοφóς [filo-sofós] –amante de la sabiduría.
Sorprendido León por la extraña y nueva palabra, le preguntó a Pitágoras quiénes eran los filósofos y qué diferencia había entre ellos y los demás. Pitágoras respondió que era algo semejante a los juegos que se celebraban en toda Grecia. Unos aspiraban con la destreza de sus cuerpos, a la gloria de una corona; otros acudían atraídos por el lucro y el deseo de comprar y vender, pero había un grupo más numeroso, de hombres libres, que no buscaba el aplauso ni el lucro, sino que acudían para ver y observaban atentos lo que se hacía y de qué modo se hacía, despreciando todo lo demás; considerando atentamente la naturaleza de las cosas; aquellos eran, precisamente, los que buscaban la sabiduría, es decir, los filósofos.
Cicerón, Cuestiones Tusculanas, Libro V, capítulos 7 a 11.
El texto más antiguo que se conserva con la palabra “filosofía” es un Tratado de medicina antigua, escrito hacia el año 440 aC. en el que se dice que la medicina moderna debe orientarse hacia la filosofía, porque solo esta puede responder a la pregunta “¿qué es el hombre?”.
Los Siete Sabios en las Crónicas de Núremberg. 1493
Hay diversas relaciones de los pensadores conocidos como, los siete sabios; en esta ocasión, seguimos la escrita por Diógenes Laercio, que en realidad, ofrece un exhaustivo listado de ochenta nombres correspondientes a ochenta supuestos sabios, entre los que destacan los siete primeros, conocidos como tales, pero excluye a Misón de Quene, (Μύσων ὁ Χηνεύς, en realidad, Misón el Jineo, aunque se transcribe de distintas formas) a quien sí menciona Platón, y, sin embargo, añade a Periandro; el último de los Siete, que se convirtió en un tirano homicida sin escrúpulos, y que con sus actitudes habituales, mostraba una ignorancia rotunda de todo lo que, en aquellos momentos, constituía la base y la razón de ser de la filosofía, como serían, la moderación, por ejemplo, o el celebérrimo concepto: “Nada en exceso”, y quizás fuera más defensor de conceptos tan opuestos a ellos, como:
οὔ με πείσεις, κἂν με πείσῃς (U me pisis, kan me písis).
"No me convences, aunque me convenzas."
O el más sonoro:
πύξ, λάξ, δάξ (Pix, lax, dax).
"puñetazos, patadas, mordiscos"; método empleado para expulsar a los intrusos de Eleusis.
Y esta apreciación es compartida por Pausanias: Uno de los relatos de los griegos dice que había siete sabios. Entre estos consideran al tirano de Lesbos y a Periandro ... Sin embargo, Pisístrato y su hijo Hipias fueron más humanos que Periandro y más sabios en el arte de gobernar y hacer la guerra.
Afortunadamente la mayor parte de los considerados sabios o amantes de la sabiduría, respondían intelectual y moralmente a los principios básicos de la misma, entre los cuales se encuentra, por supuesto, y, en primer lugar, el deseo de adquirirla desde el reconocimiento de la propia ignorancia; es decir, la celebérrima respuesta de Sócrates: ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα, (en ida oti uden ida), es decir, “Sé lo que no sé”, o, dicho de otro modo: sé todo lo que me falta por saber, puesto que cuando se van recorriendo caminos en el conocimiento, se abren paisajes inmensos, que dejan ver cuanto queda por saber. Y no se trata solo de saber, sino de comprender, es decir: cuanto más aprendo, más claramente veo lo que me queda por aprender para comprender.
DIÓGENES LAERCIO. VIDAS DE LOS FILÓSOFOS MÁS ILUSTRES.
Diógenes Laercio. Herder
Proemio y Libro primero –
TALES DE MILETO. (624-546 a. C.) Θαλής ο Μιλήσιος
BÍAS DE PRIENE. (VI a. C.). Βίας ο Πριηνεύς
PITACO DE MITILENE. (640-568 a. C.) Πιττακός ο Μυτιληναίος
SOLÓN DE ATENAS. (638- 558 a. C). Σόλων ο Αθηναίος
QUILON DE ESPARTA. (VI a.C.). Χίλων ο Λακεδαιμόνιος
CLEÓBULO DE LINDOS. (VI a. C.). Κλεόβουλος ο Ρόδιος
PERIANDRO DE CORINTO. (VII-VI a. C.). Περίανδρος ο Κορίνθιος.
Proemio –
Los egipcios dicen que Vulcano, hijo del Nilo, fue quien inició la Filosofía, y que sus profesores eran sacerdotes y profetas. Que desde Vulcano hasta Alejandro de Macedonia transcurrieron cuarenta y ocho mil ochocientos sesenta y tres años (48.863); en los cuales hubo trescientos setenta y tres (373) eclipses de sol y ochocientos treinta y dos (832) de luna. Desde los magos (el primero fue Zoroastro entre los persas) hasta la destrucción de Troya pasaron cinco mil (5.000) años, según Hermodoro Platónico en sus escritos de Matemáticas. Janto de Lidia calcula seiscientos (600) años desde Zoroastro hasta el pasaje de Jerjes, y dice que después de Zoroastro hubo muchos otros magos, como: Ostanas, Astrapsicos, Gobrias y Pazatas, hasta que Alejandro destruyó Persia.
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TALES DE MILETO. Θαλής ο Μιλήσιος
Tales de Mileto.- Núremberg
TALES. Hijo de Examio y Cleobulina, de la familia de los Telidas, fenicios muy nobles. Fue el primero que tuvo el nombre de sabio, cuando definieron así los siete. Además de los asuntos públicos se dedicó al estudio de la Naturaleza. Algunos dicen que no dejó nada escrito, pero, según otros, escribió dos obras: De la vuelta del sol de un trópico a otro, y Del equinoccio. Algunos suponen que fue el primero que se dedicó a la Astrología, y predijo los eclipses del sol y cambios del aire, entre ellos, Heráclito y Demócrito.
También opinan muchos que fue el primero en defender la inmortalidad del alma; entre estos, el poeta Querilo. En asuntos de gobierno sus consejos fueron muy útiles; pues cuando Creso envió embajadores a Mileto, solicitando su confederación en la guerra contra Ciro, Tales lo estorbó, lo cual, al resultar Ciro victorioso, fue la salvación de Mileto.
Algunos aseguran que estuvo casado y que tuvo un hijo llamado Cibiso; otros dicen que no, y que adoptó un hijo de su hermana y añaden que, cuando le preguntaron por qué no tenía hijos, respondió que por lo mucho que deseaba tenerlos.
Dijo que el agua es el primer principio de las cosas y que el mundo está animado y lleno de espíritus. Fue el creador del cálculo de las estaciones del año, al que asignó trescientos sesenta y cinco días. No tuvo ningún maestro, pero cuando viajó por Egipto se familiarizó con los sacerdotes de aquel país.
Jerónimo dice que midió las pirámides por medio de la sombra. Y Minies afirma que vivió en compañía de Trasíbulo, tirano de Mileto.
Unos pescadores encontraron un trípode en el mar, el pueblo de Mileto lo envió a los sabios, y se originó una controversia sobre ello, hasta que los milesios consultaron el Oráculo de Delfos, y obtuvieron esta respuesta: Entregadlo a quien fuere el primero de los sabios. Así que se lo llevaron a Tales; pero él se lo dio a otro sabio; y éste a otro, hasta que paró en Solón, el cual, diciendo que Dios era el primer sabio, envió el trípode a Delfos.
Otros dicen que, Periandro envió a Trasíbulo, tirano de Mileto, una nave cargada, y habiendo zozobrado en los mares de Cos, unos pescadores hallaron después el trípode. Pero Fanódico escribe que fue hallado en el mar de Atenas, enviado a la ciudad, y por decreto público entregado a Biante/Bias. El por qué se dirá cuando tratemos de este sabio. Otros dicen que lo fabricó Vulcano, y se lo regaló a Pélope el día de sus nupcias; y que después vino a quedar en poder de Menelao, y que se lo robó Alejandro con Helena. Finalmente, Lácenas lo tiró al mar de Cos, diciendo que sería motivo de discordias y que fue entonces cuando lo hallaron los pescadores.
Una versión más, relata que, viendo que morían muchos de ambas partes, el oráculo dijo que se diera el trípode al varón más sabio, y las partes convinieron en darlo a Tales. Éste, después que circuló por los demás y volvió a sus manos, se lo dedicó a Apolo Didimeo. A los de Cos el oráculo les dijo: No cesará la famosa contienda entre Cos y de Mileto, mientras ese trípode de oro (que Vulcano tiró al mar) no salga de vuestra patria y llegue a casa del varón que sepa lo pasado, lo presente y lo futuro.
Egeo, mítico rey de Atenas, consulta a la Pitia, sentada en un trípode, en Delfos. c. 440-430 a. C. Altes Museum, Berlín.
Apolo y el Trípode
Tales decía que por tres cosas daba gracias a la fortuna: la primera, por haber nacido hombre y no bestia; la segunda, por ser varón y no mujer; y la tercera, por ser griego y no bárbaro. Se cuenta que cuando una vieja lo sacó de casa para que observara las estrellas, se cayó en un hoyo, y como se quejó de la caída, la vieja le dijo: ¡Oh, Tales, tú presumes de ver lo que está en el cielo, y no ves lo que tienes a los pies!
Entre los versos adomenos – definidos por J. Ortiz y Sanz -autor de una traducción del presente texto, durante el reinado de Carlos III, como: versos muy largos, semejantes a la prosa, como muchos de Plauto, con los cuales escribían los antiguos filósofos, algunas sentencias útiles y deleitbles-, son de Tales los siguientes:
-Indicio y seña de ánimo prudente nos da quien habla poco. Alguna cosa sabia, alguna cosa ilustre elige siempre: quebrantarás así locuacidades.
Y estas sentencias se le atribuyen:
-De los seres, el más antiguo es Dios, por ser ingénito; el más hermoso es el mundo, por ser obra de Dios; el más grande es el espacio, porque lo encierra todo; el más veloz es el entendimiento, porque corre por todo; el más fuerte es la necesidad, porque todo lo vence; el más sabio es el tiempo, porque todo lo descubre.
También dijo que entre la muerte y la vida no hay diferencia alguna; y cuando alguien le preguntó: Pues ¿por qué no te mueres tú?, respondió: Porque no hay diferencia.
Cuando le preguntaron qué cosa es difícil, respondió: Conocerse a sí mismo.
Y al preguntarle qué cosa es fácil, dijo: Dar consejo a otros.
¿Qué cosa es Dios? Lo que no tiene principio ni fin.
¿Cómo viviremos mejor y más santamente? No haciendo lo que reprendemos en otros.
¿Quién es feliz? El sano de cuerpo, abundante en riquezas y dotado de entendimiento.
Decía que no es cosa loable hermosear el exterior, sino adornar el espíritu con las ciencias. También decía: No te enriquezcas con injusticias; ni publiques un secreto que te han confiado. Y: El bien que hicieras a tus padres, espéralo de tus hijos.
Tales, el sabio, murió estando en unos espectáculos gimnásticos, afligido del calor, sed y debilidad propia, por ser ya viejo. En su sepulcro se puso este epigrama: Túmulo esclarecido, aunque pequeño, es este; pues encierra la grandeza de los orbes celestes, que abreviados tuvo en su entendimiento el sabio Tales.
De Tales es aquella sentencia: Conócete a ti mismo, aunque Antístenes, en las Sucesiones, dice que es de Femonoe, y se la adjudicó Quilón.
Se atribuyen a Tales las epístolas siguientes:
TALES A FERECIDES He sabido que eres el primer jonio que vas a publicar en Grecia un escrito acerca de las cosas divinas. Tal vez será mejor consejo publicar estas cosas por escrito, que no fiarlas a algunos pocos que no hagan mucho caso del bien común. Quisiera, si te parece bien, que me comunicaras lo que escribes; e incluso si lo permites, pasaré a Sirón a verte, porque es verdad que no somos tan estólidos yo y Solón Ateniense, que, habiendo navegado a Creta a fin de hacer nuestras observaciones, y a Egipto para comunicarnos con los sacerdotes y astrónomos, lo dejemos de hacer ahora para ir a verte. Así que irá Solón conmigo, si gustas, ya que tú, enamorado de ese país, pocas veces pasas a Jonia, ni solicitas la comunicación con los forasteros; antes bien, según pienso, el escribir es tu única ocupación. Nosotros, que nada escribimos, viajamos por Grecia y Asia.
TALES A SOLÓN. Si te vas de Atenas, creo que puedes habitar con mucha comodidad en Mileto, porque es colonia vuestra, y en ella no sufrirás ninguna molestia. Si detestas a los tiranos de Mileto, como haces con todos los demás tiranos, podrás vivir alegre en compañía de nosotros tus amigos. Biante te envió a decir que pasaras a Priena; si determinas vivir en Priena, iremos también nosotros a vivir contigo.
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SOLÓN. Σόλων ο Αθηναίος – El Ateniense
Justus van Gent y Pedro Berruguete: Solón. Louvre.- Núremberg. Giusto di Gand y Pedro Berruguete, uomini illustri dallo studiolo di Federico da Montefeltro a Urbino, 1473-76 ca.- Núremberg
Solón, hijo de Execestides, nativo de Salamina, quitó a los atenienses el gravamen que llamaban Sisactia, que era una especie de redención de personas y bienes, pues se hacía comercio de personas, y muchos servían por pobreza. Debían siete talentos al patrimonio de Solón; pero él perdonó a los deudores, e instó a los demás con su ejemplo a hacer lo mismo. Después estableció otras leyes (cuya lista sería largo enumerar), y las publicó escritas en tablas de madera.
También fue célebre otro hecho suyo. Se disputaban con las armas los atenienses y megarenses la isla de Salamina, su patria; hasta que, habiéndose ya derramado mucha sangre, se declaró delito capital en Atenas proponer la toma de Salamina por las armas. Entonces Solón, fingiéndose loco de repente, salió coronado a la plaza, y, un pregonero, leyó a los atenienses ciertas elegías que había compuesto sobre Salamina. Los conmovió tanto que renovaron la guerra contra los megarenses y los vencieron. Los principales versos con que indujo a los atenienses son estos:
Antes que ateniense, quisiera ser isleño folegandrio, o sicinita.
Cambiaría la patria por las islas, para que no digan de mí:
Este es un ateniense de los muchos que han abandonado a Salamina:
Vamos a pelear por Salamina, isla rica y preciosa,
vindicando la mácula que nuestro honor padece.
También indujo a los atenienses a que tomaran el Quersoneso Táurico. Para que no pareciera que los atenienses habían tomado a Salamina sólo por las armas, y no por derecho, abrió diferentes sepulcros e hizo ver que los cadáveres estaban sepultados de cara al Oriente, lo cual era rito de los atenienses al enterrar sus muertos. Lo mismo demostró con los edificios sepulcrales, construidos de cara al Oriente y esculpidos con los nombres de las familias, lo cual era propio de los atenienses.
Se dice que al Catálogo de Homero -el número y descripción de las naves enviadas a Troya, según la Odisea-, después del verso que decía que Ayax traía doce naves de Salamina, añadió el siguiente: y las puso donde estaban las falanges de los atenienses. Con esas acciones tuvo en su favor al pueblo, que gustoso aceptaría que fuera su rey; pero él no sólo no se aprovechó, sino que aun, como dice Sosícrates, se opuso en forma rotunda a su pariente Pisístrato, cuando supo que intentaba tiranizar a la República. Cuando el pueblo estaba congregado, Solón salió armado con peto y escudo, y manifestó las intenciones de Pisístrato.
Además, también se mostró dispuesto a ayudar, diciendo: Oh, atenienses, yo soy entre vosotros más sabio que unos y más valeroso que otros; soy más sabio que los que no advierten lo que planea Pisístrato, y más valeroso que los que lo conocen y callan por miedo.
El Senado, que apoyaba a Pisístrato, decía que Solón estaba loco, pero él respondió: Dentro de un breve tiempo, oh atenienses, la verdad probará si estoy demente. Entre los élegos que pronunció sobre la dominación tiránica que premeditaba Pisístrato, dice: caerá el ciego pueblo en servidumbre.
Como no quiso someterse a Pisístrato, que finalmente tiranizó a la República, dejó las armas delante del Pretorio, diciendo: ¡Oh, patria!, te he ayudado con palabras y con obras.
Algunos dicen que habiéndose adornado Creso una vez con toda clase de ornatos, y sentado en su trono, le preguntó si alguna vez había visto un espectáculo más bello, a lo que él respondió: Lo había visto en los gallos, faisanes y pavos, pues éstos resplandecían con adornos naturales y de maravillosa hermosura.
Al enterarse que Pisístrato quería seguir reinando, escribió a los atenienses:
Si oprimidos os veis, echad la culpa
sobre vosotros mismos, no a los dioses.
Dando a algunos poder o riquezas,
compráis la servidumbre más odiosa.
Cuando Pisístrato tuvo conocimiento de la partida de Solón, le escribió esto: Ni yo soy el primer ateniense que se encumbró con el reino, ni me arrogo cosas que no me pertenezcan. En nada peco contra los dioses ni contra los hombres, pues gobierno según las leyes que tú mismo diste a los atenienses, observándose mejor así que por democracia. No permito que se perjudique a nadie; y aunque soy rey, no me diferencio de la plebe, excepto por la dignidad y el honor, contentándome con los mismos estipendios otorgados a los que reinaron antes. Cada ateniense separa el diezmo de sus bienes, no para mí, sino con el fin de que haya fondos para los gastos de los sacrificios públicos, utilidades comunes y guerras que puedan ofrecerse. No me quejo de ti porque anunciaste al pueblo mis planes, ya que los anunciaste más por el bien de la República que por el odio que me tengas, como también porque ignorabas la calidad de mi gobierno, pues de poder saberlo, quizá te hubieras adherido a mis acciones, y no te hubieras ido. Regresa, pues, a tu casa, y créeme, aun sin juramento, que en Pisístrato nada habrá ingrato para Solón. Sabes que ningún detrimento han padecido por mí ni siquiera mis enemigos. Si gustas ser uno de mis amigos, serás de los más íntimos, pues no veo en ti ninguna infidelidad ni dolo. Pero si no deseas vivir en Atenas, haz como quieras, con tal que no estés ausente de la patria por causa mía.
Solón decía que el término de la vida son setenta años. También parece que son suyas estas ilustres leyes: Quien no alimente a sus padres, será infame, y lo mismo quien consuma su patrimonio en glotonerías. El que viviera ocioso, pueda ser acusado por quien quiera hacerlo. Lisias dice, en la Oración que escribió contra Nicia, que Dracón fue quien dejó escrita dicha ley, y que Solón la promulgó.
Reformó los honores que se daban a los atletas, y estableció que a quien ganara en los juegos olímpicos se le dieran quinientas dracmas; al que ganara en los ístmicos, cien; y así en las demás competencias. Decía que ningún bien se seguía de engrandecer semejantes honores; antes bien, debían darse a los que hubieran muerto en la guerra, para criar e instruir a sus hijos a expensas de lo público, pues con este estímulo serían fuertes y valerosos en los combates; como lo hicieron los que pelearon en Maratón. Porque los atletas y gladiadores, aunque fueran de mucho gusto, aun cuando vencen son perniciosos, y antes son coronados contra la patria que contra sus contendientes. Y en la vejez son ropa vieja, a quien dejó la trama, como dice Eurípides. Por este motivo los premios fueron modificados por Solón.
Dijo que a quien sacara el ojo que le quedaba a un tuerto, se le sacaran los dos.
Y entre otras normas: No tomes lo que no pusiste; y quien haga lo contrario, será reo de muerte.
El príncipe que fuese hallado embriagado, será condenado a la pena de muerte.
Propuso que se coordinaran los poemas de Homero, para que sus versos y contexto tuvieran entre sí mayor correlación.
También Solón fue el primero que llamó viejo y nuevo al último día del mes, y el primero que estableció los nueve arcontes (magistrados) para sentenciar las causas.
Decía que las palabras son imagen de las obras.
Que la palabra debe sellarse con el silencio, y el silencio, con el tiempo.
Al preguntarle por qué no había hecho ley contra los parricidas, respondió: Porque espero que no los haya.
Y ¿de qué forma no harán los hombres injusticias? Aborreciéndolas los que no las padecen igualmente que los que las padecen.
También dijo que de las riquezas nace el fastidio, y del fastidio, la insolencia.
Dispuso que los atenienses contaran los días según el trayecto de la luna.
Prohibió a Tespis la representación y enseñanza de tragedias, por considerarla una inútil y falsa elocuencia.
Manda cuando hayas aprendido a obedecer.
Se dice que cuando Mímennos escribió: Ojalá que sin males ni dolencias, que lo consumen todo, circunscriban el curso de mi vida sesenta años, lo reprendió, diciendo: Si quisieras creerme, borra eso, Mimenno, y no te ofendas si te corrijo. Vuelve a escribirlo, y canta: Que mi vida se termine a los ochenta.
Tuvo su mayor auge cerca de la Olimpiada XLVI, en cuyo tercer año fue príncipe de los atenienses, como dice Sosícrates, y fue cuando instituyó las leyes.
Murió en Chipre el año ochenta de su edad. Dejó a los suyos orden de llevar sus huesos a Salamina, reducirlos a cenizas y esparcirlas por toda la ciudad. Por esta razón Cratino le hace hablar en su Quirón de este modo: Habitó, según dicen, esta isla, por todo el pueblo de Ayax esparcido.
En mi citado Panmetro, en que procuré componer epigramas en toda clase de versos y ritmos acerca de los varones célebres en doctrina, hay sobre Solón uno que dice lo siguiente: De Solón Salaminio al frío cuerpo, de Chipre el fuego convirtió en cenizas, que de su patria en los fecundos campos producirán ubérrimas espigas; pero el alma ya fue derechamente a la celeste patria conducida por los ligeros ejes, en que un tiempo sus soberanas leyes dejó escritas.
Dioscórides escribe en sus Comentarios que cuando Solón lloró por habérsele muerto un hijo -cuyo nombre no se sabe-, al decirle uno que de nada le aprovechaba el llanto, respondió: Por eso mismo lloro, porque de nada me aprovecha.
Sus epístolas son las siguientes:
SOLÓN A PERIANDRO. Me dices que muchos ponen asechanzas contra ti. Aunque quieras exterminarlos, no podrás ser bastante precavido; te las pondrá el que menos sospeches; uno, porque te tema; otro, conociéndote digno de muerte, por ver que no hay cosa que no temas. Aun hará obsequio al pueblo el menos sospechoso que te quite la vida. Para quitar la causa, lo mejor sería dejar el imperio; pero si quieres absolutamente perseverar en él, será preciso que tengas fuerzas mayores que las de la ciudad. De esta manera ni habrá quien te sea temible, ni te desharás de ninguno.
SOLÓN A EPIMENIDES. Ni mis leyes, en la realidad, habían de ser de gran emolumento para los atenienses, ni menos lo fuiste tú con irte de la ciudad; pues no sólo pueden auxiliar a las ciudades los dioses y los legisladores, sino también los que siempre forman la multitud, a cualquier parte que se inclinen. A estos les son provechosos los dioses, y las leyes, si proceden debida y rectamente; pero si administran mal, de nada les sirven. No cedieron ciertamente en mayor bien mil leyes y establecimientos; porque los que manejaban el común han perjudicado con no estorbar que Pisístrato se convirtiera en rey, ni dieron crédito a mis predicciones. Él, que halagaba a los atenienses, fue más creído que yo, que los desengañaba. Armado delante del Senado, dije que yo era más sabio que los que no advertían que Pisístrato quería tiranizarlos, y más valeroso que los que por miedo no le repelían. Pero ellos creyeron que yo estaba loco. Por último, di público testimonio en esta forma: ¡Oh patria! Solón está aquí dispuesto a darte socorro de palabra y de obra, aunque, por el contrario, creen estos que estoy loco. Así, único enemigo de Periandro, me ausento de ti. Esos otros sean, si gustan, sus alabarderos. Sabes, oh amigo, con cuánta sagacidad invadió el solio. Empezó adulando al pueblo; después, hiriéndose a sí mismo, salió ante el Senado, diciendo a gritos que lo habían herido sus contrarios, y suplicó que le concedieran cuatrocientos alabarderos de guardia. Y ellos, sin escuchar mis amonestaciones, se los otorgaron, armados con clavas; y en seguida subyugó a la República. Así que en vano me esforzaba en libertar a los pobres de la servidumbre, puesto que en el día todos son esclavos de Pisístrato.
SOLÓN A PISÍSTRATO. Creo que de ti no me vendrá ningún daño, puesto que antes de tu reinado era tu amigo, y hoy no te soy más enemigo que los demás atenienses que aborrecen el estado monárquico. Que piense cada cual si le parece mejor ser gobernado por uno o por muchos. Confieso que eres el más benigno de los tiranos; sin embargo, veo que no me conviene volver a Atenas, no sea que se queje alguno de que habiendo yo puesto el gobierno de ella en manos de todos igualmente, y abominando el monárquico, ahora con mi regreso parezca lisonjear tus acciones.
SOLÓN A CRESO. Me causa gran maravilla la amistad que me tienes; y te juro por Minerva que, de no haber ya resuelto habitar en un gobierno democrático, querría mejor vivir en tu reino que en Atenas, violentamente tiranizada por Pisístrato. Pero yo vivo más gustoso donde los derechos son iguales entre todos. Bajaré, no obstante, ahí, siquiera por ser tu huésped un breve tiempo.
Pisístrato/Πεισίστρατος, c. 607-527 a. C., de Ingres. “Cabeza y mano izquierda de Alcibíades”. Destacado tirano, que gobernó Atenas en tres períodos diferentes.
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QUILÓN. Χίλων ο Λακεδαιμόνιος – El Lacedemonio
El Filósofo Quilón, de Luca Giordano.- Núremberg
Quilón, lacedemonio, hijo de Damageto. Compuso algunas elegías hasta en doscientos versos. A su hermano, que se indignaba de que no le hacían éforo siéndolo él, respondió: Yo sé sufrir injurias, pero tú no. Fue hecho éforo hacia la Olimpiada LV, aunque Pánfilo dice que en la LVI; y que fue primer éforo siendo arconte Eutidemo, como dice Sosícrates. Que el primero estableció que los éforos estuviesen unidos al rey; aunque Sátiro dice que esto lo había establecido ya Licurgo.
Se dice que cuando le preguntó Esopo qué era lo que hacía Júpiter, respondió: Humilla a los excelsos, y eleva a los humildes.
Al preguntarle en qué se diferencia el sabio del ignorante, contestó: En las buenas esperanzas.
Y al cuestionarle qué cosa era difícil, respondió: Guardar el secreto, emplear bien el ocio y sufrir injurias.
Daba los preceptos siguientes: Detener la lengua, principalmente en convites; no hablar mal del prójimo, si no queremos oír de él cosa que nos pese; no amenazar a nadie, acudir primero a los infortunios que a las prosperidades de los amigos; casarse sin pompa; no hablar mal del muerto; honrar a los ancianos; cuidarse de sí mismo; escoger antes el daño que el lucro torpe, porque lo primero se siente sólo una vez, lo segundo para siempre; no burlarse del desgraciado; que el poderoso sea humano, para que los prójimos antes lo celebren que lo teman; aprender a mandar bien en su casa; que no corra más la lengua que el entendimiento; reprimir la ira; no perseguir con baldones la adivinación; no querer imposibles; no apresurarse en el camino; no agitar la mano cuando se habla, por ser cosa de necios; obedecer las leyes; amar la soledad.
Cuentan que, siendo ya viejo, decía que no se acordaba de haber obrado en su vida injustamente; sólo dudaba de una cosa, y era, que cuando una vez tenía que condenar en justicia a un amigo, y queriendo proceder según las leyes, le instó a que le recusase, y así cumplió con la ley y con el amigo.
Quilón era breve en el hablar.
En la Olimpiada LII ya estaba viejo; en ese tiempo florecía Esopo, el compositor de fábulas. Según dice Hermipo, Quilón murió en Pisa, dando la felicitación a su hijo, que había salido vencedor en los juegos olímpicos, en la lucha de puñetazos. Murió de tanto placer, y debilidad de la vejez. Todos los de la competencia lo honraron en la muerte.
Mi epigrama a Quilón es el siguiente:
A ti mil gracias, Pólux rutilante,
con cuyo auxilio de Quilón el hijo
consiguió el acebuche siempre verde,
en lucha de puñetazos. Si su padre,
al contemplar al hijo coronado,
murió de gozo, nadie le condene:
¡Dichoso yo, si tal mi muerte fuera!
A su imagen se puso esta inscripción:
La fuerte en lanza y valiente Esparta sembró a Quilón, primero de los siete.
Suya es esta breve carta:
QUILÓN A PERIANDRO. Me escribes sobre la expedición que quieres emprender contra los que están ausentes de ahí, en la cual irás tú mismo. Yo juzgo que un monarca tiene en peligro hasta las cosas de su casa, y tengo por feliz al tirano que muere en su cama sin violencia.
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PÍTACO. Πιττακός ο Μυτιληναίος – de Mitilene.
Pítaco. Copia de un original griego. Museo del Louvre. Núremberg
Hijo de Hirradio. Nació en Mitilene; pero su padre era de Tracia. En compañía de los hermanos de Alceo, destronó a Melancro, tirano de Lesbos. Disputándose con las armas los atenienses y mitilenos los campos aquilitides, y siendo Pitaco el conductor del ejército, salió a batalla singular con Frinón, capitán de los atenienses, que era pancraciasta y olímpico. Ocultó la red debajo del escudo, enredó de improviso a Frinón, y quitándole la vida, conservó a Mitilene el campo por el cual peleaban, aunque después se lo disputaron nuevamente ante Periandro, oidor de esta causa, quien lo adjudicó a los atenienses, según dice Apolodoro en las Crónicas. Desde entonces tuvieron los mitilineos a Pitaco en gran estima, y le dieron el mando, del cual hizo voluntaria renuncia después de haber gobernado y puesto en orden diez años la República. Sobrevivió a esto otros diez años. Un campo que los mitilineos le dieron, lo consagró, y aún hoy se llama Pitaqueo.
No aceptó una cantidad de dinero que Creso le daba, diciendo que tenía doblado de lo que quería, pues había heredado los bienes de su hermano muerto sin hijos. Pánfilo dice, en el libro II de sus Comentarios, que cuando estaba Tirreo, hijo de Pitaco, en la ciudad de Cumas, sentado en casa de un barbero, lo mató un broncista tirándole un hacha; y que cuando los cumanos enviaron al agresor a Pitaco, éste, después de conocer el caso, lo absolvió, diciendo que el perdón era mejor que el arrepentimiento. Pero Heráclito dice que habiendo ido preso a manos de Alceo, le dio la libertad, diciendo que era mejor el perdón que el castigo. Puso leyes contra la embriaguez, por las cuales caía en doble pena el que se embriagaba, a fin de que no lo hicieran, aunque había mucho vino en la isla.
Decía que era cosa difícil ser bueno, de lo cual hace también memoria Simónides, al decir: Que es cosa muy difícil ser el varón perfectamente bueno, de Pitaco es sentencia verdadera. Platón en su Protágoras nos recuerda aquellas sentencias de Pitaco: Ante la necesidad ni aun los dioses repugnan.
El mando manifiesta quién es el hombre.
Al preguntarle una vez qué es lo mejor, respondió: Ejecutar bien lo que se emprende.
Le preguntó Creso cuál era el imperio mayor, y respondió que el de maderas diferentes, significando con ello las leyes -talladas en madera-.
Decía también que las victorias habían de conseguirse sin sangre.
A Focaico, que decía que convenía buscar un hombre diligente, respondió: No lo hallarás, por más que lo busques.
A unos que preguntaban qué cosa sería muy grata, contestó: El tiempo.
¿Qué cosa incógnita? Lo venidero.
¿Qué cosa fiel? La tierra.
¿Qué cosa infiel? El mar.
También decía que es propio de los varones prudentes precaverse de las adversidades antes que vengan, y de los fuertes tolerarlas cuando han venido.
No publiques antes lo que piensas hacer, pues si se te frustra se reirán de ti.
A nadie objetes su infelicidad, no sea que te expongas a quejas bien fundadas.
Vuelve a su dueño lo que recibieres en depósito.
No hables mal del amigo, ni tampoco del enemigo.
Ejercita la piedad.
Ama la templanza.
Guarda verdad, fe, prudencia, destreza, amistad y diligencia.
Sus adomenos más famosos son: Contra el hombre malvado debe salir el bueno bien armado. Y: No habla verdad la lengua cuantas veces el corazón procede con dobleces.
Murió gobernando Aristomenes, el tercer año de la Olimpiada LII, cuando ya era viejo y mayor de setenta años. En el sepulcro le pusieron este epitafio: Aquí sepulta la sagrada Lesbos a Pitaco, su hijo, con el llanto más sincero y prolijo.
Es apotegma suyo: Tempus nosce. Conoce la ocasión o la oportunidad.
Alceo llama a Pitaco sarápoda, y sárapon, por tener los pies anchos y llevarlos arrastrando; quiropoden, porque tenía grietas en los pies a las cuales llaman quiradas; gáurica, porque se ensoberbecía sin motivo; fúscona, fuscón, y gastron, porque era tripudo; Zofodorpidan, porque cenaba tarde y sin luz; agasirto, finalmente, porque daba motivo para que hablaran de él, y porque era muy sucio.
Existe una breve epístola suya, que dice así:
PITACO A CRESO. Me exhortas a que vaya a Lidia y vea tus riquezas. Aunque no las he visto, me convenzo que el hijo de Aliato es el más opulento de los reyes. Yo no tendré más yendo a Sardes, puesto que no necesito oro, nos basta lo que poseo a mí y a mis familiares. Iré, sin embargo, sólo por familiarizarme con un varón de tanta hospitalidad.
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BÍAS. Βίας ο Πριηνεύς – El Prineo
Bías Prieno/Biante; ΒΙΑΣ ΠΡΗΝΕΥΣ. Copia romana hallada cerca de Tívoli. - Núremberg
BIANTE. Este filósofo, natural de Priena, hijo de Teutamo, fue preferido por Sátiro entre los siete sabios de Grecia. Dicen que fue rico. Duris afirma que fue advenedizo a Priena; y Fanódico, que habiendo rescatado ciertas doncellas misenias que se hallaban cautivas, las consideró como hijas, las dotó y las remitió a sus padres a Misena. Poco después, al encontrar en Atenas unos pescadores, como ya dijimos, el trípode de oro con la inscripción: Para el más sabio, dice Sátiro que las mismas doncellas salieron en público, contaron lo que Biante había hecho por ellas, y lo aclamaron sabio. Entonces le enviaron el trípode; pero cuando lo vio, dijo: Apolo es el sabio; y no lo admitió. Fanódico y otros dicen que no fueron las doncellas quienes aclamaron sabio a Biante, sino los padres de éstas. Otros dicen que consagró el trípode a Hércules en Tebas, por ser oriundo de ella, y Priena su colonia; lo que afirma también Fanódico.
Se dice que fue un vehementísimo orador de causas; y que siempre usó bien su elocuencia. A esto aludió Demódico. Lerio, cuando dijo que el orador de causas debía imitar al prienés. E Hiponacte solía decir en proverbio: Se ha portado mejor que Biante prienés.
De este modo murió: después de orar en defensa de un pleito de un amigo suyo (siendo ya anciano) y descansando un poco de esta fatiga, reclinó la cabeza en el seno de un nieto suyo, hijo de su hija. También había orado el contrario en la causa; y como los jueces sentenciaran en favor del cliente de Biante, ganado el pleito, fue hallado muerto en el seno mismo del nieto. Lo enterró magníficamente la ciudad, y escribió en su sepulcro este epitafio: Cubre esta hermosa piedra y pavimento al prienés Biante, honor de Jonia.
El mío dice así:
Aquí yace Biante, a quien Mercurio
llevó tranquilamente,
blanco nevado viejo, al sitio oscuro.
Oró y venció la causa de un amigo;
y en el pecho de un joven reclinado,
vino a extender su sueño largamente.
Escribió de la Jonia hasta dos mil versos, la manera en que principalmente podía ser feliz. De sus adomenos, los más celebrados, fueron los siguientes:
Si vives en ciudad, placer procura
a los conciudadanos;
pues esto gusta a todos.
Pero, por el contrario, la arrogancia
ha sido siempre a todos perniciosa.
Sus sentencias dicen: Ser fuerte en el cuerpo es obra de la Naturaleza; mas decir lo útil a la patria es cosa del ánimo y de la prudencia. Las riquezas vinieron a muchos aun casualmente. Llamaba infeliz a quien no podía sufrir la infelicidad, y enfermedad del ánimo apetecer imposibles y olvidarse del mal ajeno.
Navegando una vez con unos impíos, como la nave fuese presa de una tormenta y ellos invocaran a los dioses, les dijo: Callad, no sea que los dioses os vean.
Al preguntarle qué cosa es dulce a los hombres, respondió: La esperanza.
Decía que antes quería juzgar entre enemigos, que, entre amigos, porque uno de los amigos había de quedar enemigo del todo, pero de los enemigos debía uno hacérsele amigo.
Decía que conviene que midamos nuestra vida tanto como si hubiésemos de vivir mucho, como debiendo vivir poco.
Daba los consejos siguientes:
Emprende con lentitud lo que pienses ejecutar; pero una vez emprendido, sé constante en ello.
No hables atropelladamente, pues indica falta de juicio.
Ama la prudencia.
Habla de los dioses según son.
No alabes a causa de sus riquezas al hombre indigno.
Atribuye a los dioses lo bien que obrares.
Toma la sabiduría por compañera desde la juventud hasta la vejez, pues es la más estable de todas las posesiones.
También Hiponacte hace memoria de Biante, como ya dijimos. Y el desapacible Heráclito lo recomienda mucho, especialmente cuando dice: En Priena nació Biante, hijo de Teutamo, cuyo nombre es más respetable que el de los otros. Y los prieneses le dedicaron una capilla que llaman Teutamio.
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CLEÓBULO. Κλεόβουλος ο Ρόδιος – El Rodio
Estatua de Cleóbulo en Lindos, Rodas, Grecia.- Núremberg
Hijo de Evágoras, fue nativo de Lindo, o según Duris, de Caria. Algunos dicen que fue robusto y hermoso de cuerpo, y que estudió Filosofía en Egipto. Que tuvo una hija llamada Cleobulina, la cual compuso enigmas en versos hexámetros, y a la que menciona Cratino en su drama que lleva su nombre en plural -Cleobulinas-, y que renovó en Atenas el templo de Minerva, que había construido Danao.
Compuso cánticos y sentencias oscuras hasta en tres mil versos. Algunos dicen que fue suyo el epitafio puesto a Midas:
Una virgen de bronce soy
que yago recostada en el sepulcro de Midas.
Mientras fluyan las aguas,
y se eleven de la tierra los árboles frondosos;
mientras renazca el sol,
y resplandezca en las esferas la argentada luna;
mientras corran los ríos,
y los mares por las riberas extiendan sus olas,
aquí estaré,
vertiendo triste llanto sobre esta sepultura,
y advirtiendo
a todo pasajero y caminante
que aquí, sepultado yace Midas.
En prueba de lo cual trae un cántico de Simónides, que dice así:
¿Qué mente habrá que pueda
alabar dignamente
a Cleobulo, indígena de Lindo,
que a los ríos perennes, floridas primaveras,
a los rayos del sol, dorada luna,
y a las marinas olas permanentes
columnas antepone?
Inferior a los dioses es todo lo criado.
Hasta la dura piedra quebranta mortal mano;
pero es consejo de varón insano.
Esto hace constar que este epitafio no es de Homero, como dicen, ya que éste precedió a Midas muchos años. En los Comentarios de Pánfilo aparece este enigma suyo, que significa el año:
Tiene un padre doce hijos,
y cada uno de ellos hijas treinta,
todas bien diferentes en aspecto;
pues por un lado blancas como nieve,
oscuras por el otro se presentan.
También, siendo inmortales, mueren todas.
De sus adomenos son célebres los siguientes:
Reina en la mayor parte de los hombres con gran verbosidad mucha ignorancia.
Si tienes ocasión, procura hacer alguna cosa ilustre y admirable.
Nunca seas ingrato, nunca vano.
Cleóbulo ante la Acrópolis de Lindos.
Opinaba que es conveniente casar a las hijas jóvenes en edad, pero maduras en la prudencia; enseñando por ello que las jóvenes deben ser instruidas.
Que conviene favorecer al amigo para que lo sea más, y al enemigo para hacerlo amigo. Guardarse de la calumnia de los amigos y de las asechanzas de los enemigos.
También que cuando uno salga de casa, piense primero qué es lo que ha de hacer; y cuando vuelva, qué es lo que ha hecho.
Encargaba mucho el ejercicio corporal.
Que antes procuremos el escuchar que el ser escuchados.
Que amemos más el estudio que la ignorancia.
Que la lengua no sea maldiciente.
Que seamos familiares de la virtud, y extraños del vicio.
Huir de la injusticia, aconsejar a la patria lo mejor, refrenar los apetitos, no hacer cosa alguna por fuerza, instruir a los hijos, deshacer las enemistades. A la mujer ni halagarla ni reñirla delante de otros, porque lo primero, indica demencia; y lo segundo, furor. Que no se ha de reñir al doméstico cuando está embriagado.
Decía: Cásate con mujer igual, porque si la eliges más noble que tú, los suyos te mandarán. No te rías del que es perseguido con burlas y ofensas, porque se hará tu enemigo. En tus prosperidades no te ensoberbezcas, ni en las adversidades te abatas de ánimo. Aprende a sufrir con fortaleza los reveses de la fortuna.
Murió viejo, de setenta años; y en su sepulcro se le puso este epitafio:
A Cleobulo sabio muerto llora su patria Lindo, a quien el mar circuye.
Su apotegma es: La mesur es lo mejor de todas las cosas.
Escribió a Solón la carta siguiente:
CLEOBULO A SOLÓN: Son muchos los amigos que tienes, y todos con casa propia. Yo pienso que Lindo sería muy buena tierra para vivir Sólón, por ser ciudad libre. Es isla de mar; y si quieres habitar en ella, ningún daño te vendrá de Pisístrato, y concurrirán a verte amigos de todas partes.
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PERIANDRO. Περίανδρος ο Κορίνθιος – El Corintio
Busto en el Pío Clementino; Vaticano.- Núremberg
Periandro, hijo de Kipselo, nació en Corinto, de la familia de los heráclidas. Se casó con Lísida, a quien él llamaba Melisa, hija de Procleo, rey de Epidauro y de Eristenea, hija de Aristócrates y hermana de Aristodemo, los cuales dominaban toda la Arcadia, como dice Heráclides Póntico en el libro Del principado.
Tuvo dos hijos: Kipselo y Likofrón; el menor de los cuales fue advertido, y el mayor fue estólido. Pasado algún tiempo, atacado Periandro por la ira, le quitó la vida a su mujer, que entonces estaba encinta, dándole de patadas debajo de una escalera, incitado por las malas persuasiones de sus concubinas, a las cuales quemó después. Desterró a su hijo Licofrón a Corcira, porque se condolía de su madre –todo ello a pesar de su supuesta sabiduría-; pero después, viendo cerca la vejez, le pidió venir para darle el reino. Lo supieron antes los corcireses, y mataron a Licofrón; por lo cual, encendido en ira Periandro, envió a Aliate a los hijos de los corcireses para que los castrase; pero cuando la nave llegó a Samos, hicieron súplicas a la diosa luno, y los samios los libraron. Cuando Periandro lo supo le dio tanto pesar, que murió luego, a los ochenta años de edad. Sosícrates dice que murió cuarenta años antes que Creso, uno antes de la Olimpiada XLIX.
Dice Herodoto en el libro primero que Periandro fue huésped de Trasíbulo, tirano de Mileto. Arístipo escribe en el libro primero De las delicias antiguas que, enamorada de Periandro su madre Cratea, solían unirse lascivamente a escondidas, deleitándose con ella; pero habiéndose divulgado este hecho, fue tanto su disgusto, que se hizo insoportable a todos. Eforo dice que ofreció a Júpiter una estatua de oro si vencía con su cuadriga en los juegos olímpicos; que cuando resultó vencedor y careciendo del oro, como viera en cierta festividad a las mujeres adornadas, les quitó las joyas, y así cumplió su promesa.
Se cuenta que para ocultar su sepulcro, planeó lo siguiente: mandó a dos jóvenes, mostrándoles un camino, que vinieran de noche, le quitaran la vida y lo enterraran donde lo encontraran; detrás de éstos envió cuatro que matasen a los dos y los enterraran, y finalmente, contra éstos envió muchos. De este modo murió a manos de los primeros. Sin embargo, los corintios le pusieron el epitafio siguiente sobre un cenotafio: Conserva al rico y sabio, Periandro Corinto, patria suya, en este sitio y seno, al mar vecino.
Yo le hice otro, que dice: No debes condolerte si no logras aquello que deseas. Cada uno con lo que dan los dioses se contente; pues aquí yace el sabio Periandro, que no pudo lograr lo que quería.
Son sentencias suyas: Nada se ha de hacer por interés. Se han de lucrar las cosas lucrables.
Escribió documentos hasta en dos mil versos. Decía que los que quieran reinar seguros, se protejan con la benevolencia, no con las armas. Al preguntarle por qué reinaba él, contestó: Porque es igualmente peligroso ceder de grado, o ceder por fuerza. También decía: Es buena la quietud; peligrosa la precipitación, torpe la usura; es mejor el gobierno democrático que el tiránico; los gustos son perecederos, pero los honores son inmortales.
En las prosperidades sé moderado; en las adversidades, prudente. Serás siempre el mismo para tus amigos, sean dichosos o desdichados. Cumple lo que hayas prometido. No publiques las cosas secretas. Castiga no sólo a los que hayan delinquido, sino también a los que quieran delinquir.
Periandro fue el primero que se hizo acompañar de hombres armados, y redujo a tiránico el gobierno republicano. Y según Eforo y Aristóteles, prohibió a algunos que vivieran en la ciudad. Floreció por la Olimpiada XXXVIII, y reinó cuarenta años.
Soción, Heráclides y Pánfilo en el libro V de sus Comentarios, dicen que hubo dos Periandros, uno, el Tirano; otro, el Sabio, que fue nativo de Ambracia. Y Neantes Ciziceno agrega que fueron primos hermanos. Aristóteles dice que Periandro el Sabio fue corintio; Platón lo omite. Es suya la sentencia: Todo lo consigue el trabajo y quiso abrir o cortar el istmo.
Se conocen de él las epístolas siguientes:
PERIANDRO A LOS SABIOS
Doy muchas gracias a Apolo Pitio de que mis cartas os hayan hallado a todos juntos, y espero os traigan ellas a Corinto. Yo, por lo menos, os estoy esperando; veréis con cuánta civilidad os recibo. Entiendo que como el año pasado fuisteis a Sardes de Lidia, no dilataréis ahora en venir a mí, rey de Corinto, pues los corintios tendrán gusto de veros venir a casa de Periandro.
PERIANDRO A PROCLEO
El fracaso de mi mujer aconteció contra mi voluntad; pero tú serás injusto con exacerbar voluntariamente el ánimo de mi hijo contra mí. Así, o calmas la fiereza de mi hijo para conmigo, o me vengaré de ti; pues yo vengué la muerte de tu hija abrasando vivas a mis concubinas, y quemando junto al sepulcro de aquella los adornos de todas las matronas corintias.
Trasibulo escribió a Periandro lo siguiente:
TRASIBULO A PERIANDRO. Nada respondí a tu enviado, sino que llevándolo a un campo de mies, vio cómo cortaba yo las espigas más altas dándoles con una vara; si se lo preguntas, él te contará lo que oyó y vio. Obra tú así, ya que quieres retener el mando; deshazte de los ciudadanos poderosos, te parezcan enemigos o no, pues al tirano incluso los amigos le son sospechosos.
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Añadiremos, a modo de colofón, ahora que conocemos un poco al celebrado grupo de los Siete, -así reconocido, especialmente por Platón, Pausanias, Plutarco, o Diógenes Laercio, entre otros-, que no nos queda sino mantener ciertas dudas acerca de su composición.
Platón, el más encomiado, en el Diálogo titulado Protágoras, después de explicar qué cosa es la sabiduría, propone a: Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene, Bías de Priene, Solón de Atenas, Cleóbulo de Lindo, Chilón de Esparta y Misón de Chen. Estos se reunieron en Delfos e hicieron figurar en el templo de Apolo, máximas relativas al camino de la sabiduría, puesto que esta sería un recorrido y nunca una llegada; las famosas inscripciones: "Conócete a tí mismo" y "Nada en exceso".
Pausanias define aquellas máximas, como muy útiles para la conducta, añadiendo a continuación los nombres de los Siete que eran llamados sabios, de los cuales seis coinciden con los que propone Platón, pero sustituye a Misón por Periandro.
Plutarco reduce la selección: "Se dice que los sabios, que son llamados sofistas por algunos, eran en realidad cinco: Chilón, Tales, Solón, Bías y Pítaco. Pero Cleóbulo el tirano de Lindos y más tarde Periandro, tirano de Corinto, quienes no poseían arte ni parte en virtud o sabiduría, por la fuerza adquirieron su reputación gracias al poder, a los amigos y a favores, e invadieron este nombre de los hombres sabios enviando y circulando a través de toda Grecia, máximas similares a las de los sabios. A los sabios, naturalmente, esto no les agradó en absoluto, pero tampoco consideraron digno exponer la impostura de los tiranos, promover un odio abierto sobre una cuestión de reputación, u organizar una competencia contra hombres tan poderosos.
En consecuencia, decidieron reunirse en Delfos, y después de ponerse de acuerdo, dedicaron al templo la quinta letra del alfabeto, la que también representa el número cinco, la E, testificando así para sí mismos y delante del dios Apolo que ellos eran cinco, y rechazando el sexto y el séptimo, pues no tenían ninguna relación con ellos. Que esta historia no se aparta de la verdad, puede ser comprobado por cualquiera que haya escuchado a los servidores del templo, que llaman a la E dorada la E de Livia la esposa de Augusto, y la E broncínea, la E de los Atenienses, pero a la primera y más antigua de las tres, hecha de madera, la llaman hasta este día, la E de los Sabios." (Moralia).
Diógenes Laercio, la fuente que hemos seguido, dice, como hemos visto: "Sabios fueron juzgados: Tales, Solón, Periandro, Cleóbulo, Chilón, Bías y Pítaco. A estos se agregan Anacarsis el Escita, Misón de Chen, Ferécides de Sciro y Epiménides de Creta. Algunos agregan a Pisístrato el tirano."
Afortunadamente, Diógenes no creyó prudente consignar solo su opinión, y ofreció información tomada de fuentes anteriores a su tiempo, en lo referente a las divergencias de criterio sobre quién pertenecía a la honorable nómina y quién no.
Dice Diógenes:
-Leandrio incluye a Epiménides de Creta y a Leofante Gorsiada en vez de Misón y Cleóbulo.
-Eforo incluye a Anacarsis en vez de Misón.
-Dicearco, por consentimiento general, ofrece cuatro nombres de reconocido prestigio como sabios: Tales, Bías, Pítaco y Solón, pero reconoce que existen otros seis nombres dignos de mención: Aristodemo, Pánfilo, Chilón, Cleóbulo, Anacarsis y Periandro.
-Hermipo reconoce a diecisiete: Solón, Tales, Pítaco, Bías, Quilón, Misón, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Acusilao, Epiménides, Leofante, Ferécides, Aristodemo, Pitágoras, Lasos Carmántides, Anaxágoras.
-Hipérbolo reconoce a ocho: Tales, Solón, Bías, Pítaco, Cleóbulo, Misón, Periandro, Anacarsis.
Resulta, pues, de estos autores un consenso con respecto a Tales, Solón, Bías y Pítaco. El quinto lugar correspondería a Quilón, pero resultan ya notables dudas acerca de los que deberían ocupar los puestos sexto y séptimo, pues Cleóbulo, el más citado, es, sin embargo, rechazado por Plutarco, no ya como sexto, sino como parte del grupo. Y, en cuanto al séptimo, Periandro, no resulta digno sin duda -ni entonces, ni hoy-, un hombre que asesina movido por la maledicencia, y después, cuando comprende el mortal error, no es siquiera capaz de reconocerlo como suyo, sino que da también muerte a los maledicentes, creyéndose así libre de toda responsabilidad. No; sin duda, este tirano no merece el nombre de Sabio y, mucho menos, figurar en el “cuadro de honor”. Parece pues, que; su lugar estaría mejor ocupado por personajes como Anacarsis o Misón, como propone la autora de la que he tomado esta última idea -María Esther Conejo A., que publicó: “Los Siete Sabios de Grecia, Enfoque Crítico”, en Filología y Lingüística”, 1987-, basándose fundamentalmente, en el recuento y valoración de las citas conservadas.
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Lectura complementaria:
La Palara EI en el Pórtico del Templo de Apolo en Delfos. Plutarco
Ναός του Απόλλωνα στους Δελφούς - Templo de Apolo en Delfos.
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