El 11 de junio de 1911 en las páginas de La Ilustración Española y Americana se publicó el retrato de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui, al que hace alusión el propio escritor en el prólogo de sus Novelas Ejemplares.
...el cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáuregui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo...
En aquel artículo, Narciso Sentenach aportaba detalles de su descubrimiento: en la primavera de 1910 el artista valenciano y restaurador de cuadros, José Albiol, entonces profesor en Oviedo, le informó de la existencia de este retrato, que había comprado. Durante su restauración, aparecieron unas inscripciones que no dejaban lugar a dudas sobre la identidad del retratado: "Miguel de Cervantes", y de su autor: "Juan de Jáuregui pinxit anno 1600".
El cervantista Francisco Rodríguez Marín, director de la Biblioteca Nacional, se convirtió en el gran defensor de la autenticidad del mismo, como lo hicieron Alejandro Pidal, director de la RAE, y Mariano de Cavia, que le apoyaron frente a otras opiniones más críticas, como las de León Maínez, Foulché-Delbosc, J. Fitzmaurice-Kelly, J Puyol, etc. En cualquier caso, en enero de 1912, Alejandro Pidal convocó a la prensa para anunciar que aquel retrato de Cervantes pasaría a ocupar el lugar de mayor prestigio en el salón de actos de la Academia. (BNE).
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. Anónimo (atribuido a Juan de Jáuregui). Real Academia Española.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra atribuido a Francisco Pacheco. Eduardo Cano de la Peña. BNE. Grabado. 1872. La Ilustración de Madrid.
Después de 1864. Fotografía del dibujo realizado por Eduardo Cano que Pacheco copió en su obra "San Pedro Nolasco embarca para redimir cautivos". Asensio, en Nuevos documentos para ilustrar la vida de Miguel de Cervantes Saavedra, expone las hipótesis de su autenticidad como verdadero retrato del escritor.
En 1850, el cervantista José María Asensio encontró, en una relación manuscrita, en la que se relataba que, en Sevilla, entre 1590 y 1640, Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, había pintado a Cervantes en uno de los cuadros realizados para el convento sevillano de la Merced. En concreto, se trataba de la imagen del barquero del cuadro San Pedro Nolasco cuando se embarca para redimir cautivos. Se trataba del Cervantes que volvía de Argel, donde había vivido en cautividad, con poco más de treinta años.
El pintor Eduardo Cano de la Peña realizó un dibujo, que Asensio colocó al principio de su obra: Nuevos documentos para ilustrar la vida de Cervantes, en Sevilla, 1864. Laurent hizo una fotografía del dibujo, que sirvió de base para su difusión al inicio de numerosas ediciones del Quijote y de revistas y periódicos, a lo largo del siglo XIX. Se desconoce el paradero actual del dibujo original de Eduardo Cano de la Peña.
Portada de “El Ateneo”, 1875. Periódico de Literatura Española y Extranjera, Ciencias y Bellas Artes. Basado en Pacheco, 1888
San Pedro Nolasco Redimiendo Cautivos, de F. Pacheco. (Fragmentos). BBAA, Sevilla.
Pintura completa, fechada en 1600. Convento de la Merced, Sevilla. (CERES).
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. Anónimo. ca. 1800. Museo Casa de Cervantes. Valladolid.
Durante muchos años este cuadro ha sido atribuido al pintor y dibujante holandés Cornelis van Haarlem, que murió en 1638. Pero resultó un gran error, ya que se trataba de una copia anónima del retrato ideado por William Kent –creador del monumento de Shakespeare en Westminster-, en 1738, que se ha datado a principios del siglo XIX. Al fondo a la izquierda del espectador, se representa la penitencia de Sancho Panza narrada en el Capítulo 71 de la Segunda Parte del Quijote, siguiendo el dibujo de Vanderbank que aparece en la misma edición.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. Anónimo, atribuido a Alonso del Arco. RAE
Cuando la Real Academia Española inició en 1773 los trabajos para realizar una nueva edición del Quijote, se procedió a la búsqueda del "verdadero retrato de Cervantes" para poner al inicio de la biografía que estaba escribiendo Vicente de los Ríos. En aquellos momentos, llegó la noticia de que D. Miguel de Espinosa y Maldonado, Conde del Águila, tenía en su casa sevillana un retrato de Cervantes pintado por Alonso de Arco, pintor barroco español de la escuela madrileña. La alegría por el descubrimiento se transformó en decepción cuando, al llegar el cuadro a la RAE como regalo del conde, los académicos observaron que no era sino una copia del retrato de William Kent, grabado para la edición de 1738. Fue el primero de una larga serie de retratos apócrifos de Cervantes.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. Fernando Selma, a partir de dibujo de Gregorio Ferro. BNE.
Esta estampa forma parte de la serie de Retratos de los españoles ilustres con un epítome de sus vidas (lám.17), que se imprimió en 1791, y en su realización estuvieron presentes dos de los artistas más renombrados del momento: el pintor Gregorio Ferro y el grabador Fernando Selma. Su representación supuso el triunfo del Cervantes mito como escritor: "ingenio original, admirable en el habla castellana".
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. José del Castillo. RAE
A pesar de que se reconociera que el retrato de Alonso del Arco [del que este procede] era, en realidad una copia del realizado por William Kent, sería el modelo que utilizaría José del Castillo para llevar a cabo su estampa, de acuerdo con las indicaciones que siguen y que le hizo llegar la RAE:
Lamina 2ª. El retrato de Cervantes sacado del de Alonso del Arco. [Se pondrá] en la misma postura que está en el original y abajo se le pondrá a un lado una España y algunos trofeos de guerra y al otro lado una escribanía, un libro abierto y otros cerrados con sus rótulos que dirá Viage del Parnaso, Novelas, Persiles y Sigismunda, Comedias, Galatea.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. Anónimo, a partir de grabado de Folkema. Biblioteca particular de José Manuel Lucía Megias. (Sin mano izquierda). / Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra. Jacob Folkema, a partir de dibujo de William Kent. BNE. (Con mano izquierda).
Miguel de Cervantes, el "manco sano", como es sabido, nunca perdió la mano izquierda. Las heridas en la batalla de Lepanto le dejaron "estropeado" el brazo, pero un anónimo grabador, a partir de la estampa de Folkema, quiso dejar constancia gráfica de una manquedad que nunca existió.
En esta edición de 1739 de las Novelas Ejemplares se incluyó una versión del dibujo de William Kent, realizado por el grabador Jacob Folkema, en la que el fondo con los personajes, don Quijote y Sancho, se sustituyó por una biblioteca. Esta imagen es la que será copiada una y otra vez en múltiples ediciones, fijando un determinado imaginario cervantino a partir del siglo XVIII.
Retrato de Cervantes Saavedra por él mismo. George Vertue, a partir de dibujo de William Kent. BNE.
Ante la dificultad de encontrar un retrato verdadero de Cervantes -"por más solicitud que se haya puesto"-, como se dice en 1738, Lord Carteret, el impulsor de la `primera edición del Quijote, en Inglaterra, propuso al pintor inglés William Kent que compusiera sobre el lienzo, el retrato que describió Miguel de Cervantes en el Prólogo de las Novelas ejemplares (1613). De ahí que la expresión, "por él mismo" aparezca en el título. BNE
Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra.
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Otros retratos. Variaciones sobre un mismo tema...
Retrato de Cervantes pintado por Luis de Madrazo y grabado por P. Hortigosa. Edición del Quijote, Barcelona, Gorchs, 1859. (La Voz de Cádiz).
Aguafuerte, de Bartolomé Maura. 1879. Y C. A. Machado. 1900
¿Jáuregui?
Mariano de la Roca y Delgado: Miguel de Cervantes imaginando El Quijote, 1858. (Detalle del fondo aclarado).
Cervantes, en Veinte Retratos de Hombres Famosos. Grabado de J.W. Cook, 1825. Iconographic Collections.
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Se encarga -escribe el autor-, una biografía a Gregorio Mayans y Siscar, quien le supone natural de Madrid. Al tiempo se busca una imagen del escritor para ilustrar la obra y no encontrando ninguna “por más solicitud que se haya puesto”, tal y como se explica, se decide encargar un retrato al inglés William Kent, quien, basándose en la descripción literaria que el escritor hace en las “Novelas ejemplares”, decide titularlo “Retrato de Cervantes Saavedra por él mismo”, siendo George Vertue el encargado de grabarlo.
Algunas décadas después, en 1773, cuando la Academia Española decide acometer una nueva edición del Quijote, se encarga una biografía a Vicente de los Ríos, que ya le da como natural de Alcalá, tras haberse hallado la partida en 1753.
Se emprende, igualmente, la búsqueda del verdadero retrato de Cervantes y en esa se estaba cuando el conde del Águila, Miguel de Espinosa y Maldonado, proclama que en su casa de Sevilla tiene un retrato de Cervantes, obra de Alonso del Arco, un pintor de la escuela madrileña del barroco, y que lo cedía a la Academia.
La euforia por el descubrimiento se verá frustrada cuando el cuadro llega a Madrid y se descubre que es una copia del citado retrato de William Kent.
A lo largo del siglo XIX aparecieron otros dos supuestos retratos de Cervantes atribuidos nada menos que a Velázquez y a Francisco Pacheco, pero, pasados los primeros momentos, pronto quedaron en el olvido.
Hoy tenemos por “oficial” el retrato atribuido a Juan de Jáuregui. Según parece, en la primavera de 1910 el pintor y restaurador valenciano José Albiol adquirió un cuadro en el que, tras su “restauración”, aparecieron unas sorprendentes inscripciones: “D. Miguel de Ceruantes Saauedra” y “Iuan de Iaurigui. Pinxit, año 1600”.
Al año siguiente se dio a conocer en “La Ilustración Española y Americana”, erigiéndose el cervantista Francisco Rodríguez Marín, a la sazón director de la Biblioteca Nacional, en su más firme defensor. No faltaron quienes pusieron en duda su autenticidad, alegando todo tipo de manipulaciones, multiplicándose los artículos, conferencias y opúsculos en uno u otro sentido.
Lo cierto es que en 1912 se decidió que presidiera el salón de actos de la Academia Española y en el último siglo se ha convertido en el retrato oficial de Cervantes. Y así seguimos, cuando ya no hay nadie que defienda que efectivamente ese personaje sea el autor del Quijote.
Aún en 1943, cuando se aproximaba el IV Centenario del nacimiento de Cervantes en Alcalá, el marqués de Casas Torres dio a conocer en una publicación, la existencia de un nuevo retrato de Cervantes, que atribuyó igualmente a Jáuregui.
La vigencia de este nuevo retrato fue más bien breve, ya que muy pronto se hizo pública la existencia en el Instituto Valencia de Don Juan de un retrato de cuerpo entero del mismo personaje, identificado como Diego Mexía de Ovando, primer conde de Uceda.
En los últimos 75 años no ha vuelto a aparecer ningún nuevo retrato, excepto que, en mayo de 2016 fue subastado en la Sala Alcalá de Madrid, un interesante retrato de Cervantes, firmado por el pintor de cámara del rey, Pedro Rodríguez de Miranda, fechado en 1762.
Cervantes, de Pedro Rodríguez de Miranda. 1762
Muestra a Cervantes de medio cuerpo, siguiendo, sin duda, el modelo del mencionado William Kent. Por la fecha, es probable que se trate del primer retrato al óleo de Cervantes que sigue el citado modelo. Así mismo, todo apunta a que el erróneamente atribuido a Alonso del Arco, seguramente también sea de Rodríguez de Miranda.
Recientemente acaba de aparecer en el mercado otro supuesto retrato de Cervantes. Aunque carece de firma y fecha, por las imágenes parece que efectivamente se trata de un óleo sobre lienzo de la primera mitad del siglo XVII.
La atribución del anticuario se basa exclusivamente en la coincidencia de época y en la ya mencionada descripción que Cervantes hizo de sí mismo en el prólogo de las “Novelas Ejemplares”, impresas en 1613.
¿Podría tratarse de Cervantes? la respuesta es que sí. La frente es lisa y desembarazada; los ojos más parecen alegres que tristes; la nariz es ligeramente corva; las barbas son de plata y los bigotes grandes; la boca es más bien pequeña y los dientes, al no mostrarlos, no podemos determinar ni su tamaño ni las faltas. Sólo el color del cabello no parece coincidir, ya que apunta más a grisáceo que a castaño, si bien el retrato bien pudo realizarse un par de años después del citado prólogo, que escribió seguramente en junio de 1612, ya que la censura del libro está fechada el 2 de julio.
Pero todo queda aquí, ya que no hay ni un solo testimonio documental que pueda corroborar que se trata de Cervantes y no de cualquier otro sexagenario personaje de las primeras décadas del siglo XVII. Lo que sí que parece coincidir más con la época y con el carácter de nuestro escritor es la gola, más sencilla y menos pretenciosa que la del falso Jáuregui.
Uno de los aspectos más curiosos del retrato es el parecido del personaje con el que pintara en 1870 Eduardo Cano de la Peña y que hoy se expone en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. ¿Pudo haberse basado precisamente en este retrato?
En todo caso, no deja de ser un nuevo episodio en esta larga y controvertida historia de los retratos de Cervantes.
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Cueva de Cervantes en Argel. 1849. En esta fotografía de un autor sin identificar vemos a la entrada de la cueva dos placas conmemorativas y un busto de Cervantes que según Adriano Rotondo (Vicecónsul España en Burdeos, 1895) en La cueva de Cervantes en Argel se colocaron el 24 de junio de 1894 en un acto público. Procede de la Colección Sedó. BNE.
En 1894, la comunidad española de Argel levantó un busto de mármol en homenaje al escritor, que luego desapareció. En su pedestal se podía leer: “Es aquí, según se cree, que buscó asilo con trece compañeros Cervantes, queriendo sustraerse a la captividad de los piratas argelinos. –La colonia española y sus adoradores de Argel han levantado este modesto recuerdo en testimonio de admiración al talento del escritor insigne, siendo cónsul general de España D. Antonio Alcalá Galiano. 1894.”
Rehabilitada en 2006, en recuerdo de la estancia del cautivo Cervantes, en Argel, una placa conmemorativa en mármol, fue colocada en la entrada de esta famosa gruta, en 1887. Destruída, fue restaurada por la marina española. En 1894, la comunidad española que vivía en Argel, erigió un busto de mármol con su efigie, hoy desaparecida.
En 1926 se dispuso un cuadrado, que se adornó con una estela con las armas de España. El conjunto fue rehabilitado en 2006, por iniciativa de la Embajada de España, el Instituto Cervantes (Calle Réda-Houhou) y las autoridades locales. (Diario, Le Soir d’Algérie, 2008).
Por último: la muy probable coincidencia temporal y geográfica -al menos-, de Cervantes y el Greco, en Toledo, podría poner alas a nuestra fantasía.
¿Y si fuera Cervantes –como se ha aventurado-, el famoso Caballero de El Greco?
¿O este, del “Retrato de Caballero Anciano”, también de El Greco?
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El Conde de Lemos, mecenas de Cervantes, que le dedicó: Los trabajos de Persiles y Sigismunda, la Segunda Parte del Quijote, las Novelas ejemplares, y las Comedias y Entremeses.
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Continuará: DOS GRANDES DESCONOCIDOS ● SHAKESPEARE Y CERVANTES.
Y después: CATALINA SALAZAR Y ANNE HATAWAY, las esposas de los dos grandes escritores, teniendo en cuenta el nuevo trabajo del investigador Javier Escudero, quien asegura que, un vecino de Esquivias, la localidad de origen de Catalina Salazar, fue quien inspiró a Cervantes la figura de don Quijote, hablándole de un personaje real, allí avecindado.
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