miércoles, 6 de abril de 2022

Antonio da Correggio ● Biografía Artística

Posible Autorretrato de Correggio

Escribió Giorgio VASARI, que Antonio da Correggio se había visto reducido a la miseria y sólo soñaba con satisfacer las necesidades más básicas de su familia. Cuando en Parma le hicieron un pago de sesenta escudos, en monedas pequeñas, que debía transportar en una gran bolsa, quiso llevarlo de inmediato a su casa, en Correggio. Emprendiendo el camino a pie, tuvo que soportar un calor abrasador, que intentó suavizar bebiendo grandes cantidades de agua. Tras el penoso viaje, al llegar, cayó enfermo, con una gran fiebre y, ya no volvió a levantarse. Tenía alrededor de 40 años. 

El cuadro de Octave Tassaert, La Mort du Correggio / La Muerte de Correggio, que representa la terrible escena de sus últimos momentos, fue expuesto en 1834 en el Salón de París, donde lo adquirió el Duque de Orleans. Actualmente se expone en el Hermitage.

Octave Tassaert, París, 1800-1874. Muerte de Correggio. 1834. Hermitage, San Petersburgo.

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Vasari, Autorretrato [posible]. Uffizi, Florencia.

Antonio il Correggio, en "Las Vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", contadas por Giorgio Vasari, en la Edición Torrentina, de 1550

Se fuerza a menudo la benigna naturaleza en inspirar tanta gracia a nuestros artistas, y con tanta divinidad en manejar los colores, que si se acompaña de un estudio recto muy profundo en el dibujo, conseguirían asombrar el cielo, como llenar la tierra de maravillas. Pero siempre se ha podido ver en nuestros pintores, que aquéllos que dibujaron bien, tuvieron imperfecciones al colorear; y que muchos que hacen perfecto un algo en particular, dejan a continuación la mayoría las cosas más imperfectas que perfectas. Que para decir la verdad nace esto de la dificultad del arte, el cual tiene que imitar tantas cosas importantes, que un autor no puede el solo hacerlas muy perfectas. Donde bien se puede decir que es lo que se dice maravilla, o aún más un gran milagro que los espíritus listos hagan lo que hacen. Y los Toscanos por ventura en mayor número que otros. La proverbial madre del infinito universo parecía tener una deuda en este reparto, e hizo digna a Lombardía del hermoso talento de Antonio de Correggio pintor singularísimo. El cuál lo hizo a la manera moderna con gran perfección, que en pocos años dotado de la naturaleza y ejercicio del arte dio en un insigne y maravilloso artista. Tenía un espíritu tímido, y con incomodidad hacia sí mismo en constante trabajo y ejercicio en el arte, y que su familia no reconocía empeorándole, por su bondad natural, se afligía más de lo que debía, en llevar los pesos de estas pasiones, que a los hombres generalmente oprimen.

Era en el arte muy melancólico, atado al trabajo sabía resolver cualquier dificultad de las cosas, como da fe de ello la Cúpula de Parma en una gran multitud de figuras, trabajadas al fresco y bien terminadas, que están en la gran tribuna de la iglesia: en los cuáles escorza las vistas de abajo a arriba magníficamente, una maravilla (realizado entre 1526 y 1530, aunque no todas las figuras están documentadas como suyas). 

Y fue el primero que en Lombardía comenzó cosas a la manera moderna. Porque se juzga que, si el talento de Antonio hubiera salido de Lombardía y hubiera venido a Roma, habría hecho milagros, y hubiera creado muchos problemas, a quienes se tuvieron por grandes en su tiempo. Con eso viendo las cosas suyas, sin haber visto las cosas antiguas o las buenas modernas, necesariamente en seguida que las hubiera visto, habría mejorado infinitamente las obras suyas, y creciendo a mejor, habría venido al sumo grado.

Que se tenga también por determinado que ninguno trató mejor los colores, ni con tanta suavidad o con mas relieve, ningún autor pintó mejor que él, mucha era la "morbidezza" de las carnes que hacía, y la gracia con que terminaba sus trabajos.

Hizo aún en dicho lugar dos grandes cuadros trabajados al óleo, entre los cuales, se ve un 

Cristo muerto, que fue alabadísimo.


Y en San Juan en esta ciudad hizo un ábside al fresco, en el cual pintó la asunción de la virgen, entre multitud de ángeles y otros santos alrededor, que parece imposible que pudiera ser hecho con la mano, y menos ser imaginado, por la bella caída de tejidos y los aires que les da a estas figuras. 

En San Antonio de esta ciudad pintó una tabla, en la cual está la Virgen y Santa Catalina con San Jerónimo, coloreado de manera tan maravillosa y magnífica, que los pintores se quedan admirados de su color cuando lo miran, y que casi no se puede pintar mejor. 


Hizo del mismo modo cuadros y otras pinturas en Lombardía a mucho a señores; y entre otros, dos cuadros en Mantua al duque Federico II, para enviar al emperador, (serie los amores de Júpiter) realmente dignas de tal príncipe. Giulio Romano al ver las obras dijo que nunca había visto colorear a nadie así que se le pudiera comparar.

Uno era Leda desnuda, y otro de Venus, (¿?) coloreado con morbideza y trabajadas las sombras de la carne, que no parecían colores, sino carnes. En una tiene un paisaje admirable, que no ha nacido nunca lombardo que lo hiciera mejor que él; y en otra unos cabellos elegantes de color y terminados con pulcritud que mejor que estos no pueden verse. 

Están algunos amorcillos, que probaban las saetas sobre una piedra (se le adjudica la Danae de la Borghese, pero no encaja la descripción; quizás no las vio, sirviéndose solo de su descripción), las de oro y plomo, trabajados con mucho arte. Y lo que más gracia da Venus es un agua muy clara y limpia, que corre entre algunas piedras donde baña los pies ella, sin quedar estos escondidos. Se percibe esta candidez con esa delicadeza, que da a los ojos compasión verla. Porque ciertamente Antonio mereció cada grado y cada honor mientras vivó, y con voces y escritos toda gloria después de muerto.

Deseaba Antonio, por las necesidades de su familia, continuamente ahorrar, y se había vuelto muy pobre, que más no podía ser. Por lo que se dice que una vez en Parma al hacerle un pago de sesenta escudos de a cuatro, él queriéndolos llevar a Correggio, para socorrer a los suyos, cargado de aquéllos, se puso en camino a pie; y por el gran calor, estando entonces el sol abrasando, bebiendo agua para restaurarse, cayó en cama con gran fiebre, no volviéndose a levantar terminó su vida alrededor de los 40 años.

Dejó a su discípulo Francesco Mazzola parmesano, que lo imitó en gran parte. Hizo alrededor de 1512 las pinturas. Le dejó a la pintura su enorme don en los colores manejados por él como verdadero maestro, y fue causa de que Lombardía abriera los ojos, dando tantos talentos que se han vistos en la pintura, siguiéndolo haciendo obras dignas de memoria. Porque al mostrarnos sus cabellos hechos con tanta facilidad habiendo tanta dificultad en hacerlo, enseñó como se deben hacer. Por lo que le deben consideración eternamente todos los pintores. A instancia de los cuáles se le hizo este epigrama:

ANTONIO A COREGIO. HVIVS CVM REGERET MORTALES SPIRITVS ARTVS PICTORIS, CHARITES SVPPLICVERE IOVI: "NO ALIA PINGI DEXTRA, PADRENUESTRO ALME, ROGAMVS;" HVNC PRAETER, NVLLI PINGERE NUESTROS LICEAT "." ANNVIT HIS VOTIS SVMMI REGNATOR OLYMPI ET IVVENEM SVBITO SYDERA À HAUT TVLIT, VT POSSET MELIVS CHARITVM SIMVLACRA REFERRE PRAESENS ET NVDAS CERNERET INDIENNE DEAS.

Antonio da Correggio cuando el espíritu recorría sus mortales miembros, de este pintor, las gracias suplicáronle a Júpiter "te rogamos padre nuestro que ninguna mano nos pinte, excepto él". Concedió el soberano del gran Olimpo el ruego y se lo llevó siendo joven a las altas estrellas cerca las imágenes de las gracias para contemplarlas y dibujarlas desnudas.

Y este otro al lado:

DISTINCTOS HOMINI QVANTVM NATVRA CAPILLOS EFFICIT, ANTONI DEXTRA LEVIS DOCVIT. EFFIGIES ILLI VARIAS TERRAEQVE MARISQVE NOBLE À ORNANDAS INGENIVM FVERAT. COREGIVM PATRIA, ERIDANVS MIRANTVR Y ALPES, MOESTAQVE PICTORVM TVRBA DOLET TVMVLO.

Con distintos cabellos creó al hombre la naturaleza, separando los cabellos la destreza de Antonio supo reproducirlos. Las formas de la tierra y el mar adornó con notable talento. A Correggio lo admiran su patria el rio Eridano y los Alpes, y lo lloran pintores en su tumba.

Por estos tiempos estaba también Andrea del Gobbo (Andrea Solari) milanés, pintor de colorido muy hermoso, cuyas obras se extienden por muchas casas de Milán su patria; y en la Cartuja de Pavía una gran tabla con la Ascensión de la Virgen, pero inacabada por sobrevenirle la muerte; la cual tabla muestra cuan excelente y amante de los trabajos del arte era. 

Solari: Laudista y Hombre con clavel rosa (quizá un Senador veneciano).

Antonio Allegri fue conocido como Correggio, por haber nacido en esta localidad, en agosto de 1489 – la misma en que fallecería, el 5 de marzo de 1534.

Inspirándose en la cultura del siglo XV y en los grandes maestros de la época, como Leonardo, Rafael, Miguel Ángel y Mantegna, inauguró una nueva forma de concebir la pintura y elaboró un estilo artístico original, que lo sitúa entre los mejores artistas del siglo XVI.

Aportando la suavidad expresiva de sus personajes y el amplio uso de la perspectiva, tanto en la pintura sacra como en la profana, se consagró en el valle del Po como el más moderno y atrevido portador de los ideales del Renacimiento. En realidad, a la eclosión del color veneciano y del manierismo romano, opuso un estilo fluido, luminoso y de gran calidez emocional. En un esfuerzo por obtener la máxima expresión de ligereza y gracia, Correggio resultó también un precursor de la pintura ilusionista; Introdujo la luz y el color para contrarrestar las formas y, con ello, desarrolló nuevos efectos de claroscuro, creando la ilusión de plasticidad con resultados, a veces ásperos y superposiciones muy atrevidas.

La iluminación y la estructura compositiva diagonal también le permitieron obtener una importante profundidad espacial; otra característica propia de su estilo. Los esplendorosos retablos de los años veinte son de un diseño espectacular, con gestos entrelazados, expresiones sonrientes, personajes intrigantes y colores plenos de convicción.

Su expresión de la luz, con suaves y delicados claroscuros, constituyó un nuevo punto de partida para la pintura, que influyó en diversos movimientos artísticos como el barroco de Giovanni Lanfranco, Baciccio, y el neoclasicismo de Anton Raphael Mengs.

Lanfranco, Resurrección, 1622 / Baciccio: Autorretrato y Pietà. 

Mengs: Resurrección (fragmentos), Dresden. - Autorretrato. Hermitage

Correggio era hijo de Pellegrino Allegri y Bernardina Piazzoli degli Ormani. La familia del padre procedía de Florencia, donde su abuelo Domenico vivió, exiliado en 1433, debido a su oposición a Cósimo el Viejo, estableciéndose en Emilia. Correggio, por entonces, era uno de los pequeños feudos independientes que surgieron en Emilia, gobernados por los condes de Correggio, de antigua nobleza, por haber emparentado en varias ocasiones, con los Farnesio de la cercana Parma.

De los grandes creadores de su tiempo, Correggio es el menos documentado, y, además, surgieron numerosas leyendas en torno a su vida -y su muerte, quizás-, que se fueron afirmando con el paso del tiempo.

El testimonio de su primer biógrafo, Giorgio Vasari -arriba transcrito-, acerca de su muerte, que se habría producido tras un agotador viaje a pie desde Parma, bajo el peso de un enorme saco de pequeñas monedas de un quat, para un total de 60 escudos, no es, sino una leyenda que, al parecer, no resiste el análisis de hechos y fuentes, pero que refleja a la perfección las continuas incertidumbres y dificultades que resultan de la reconstrucción de su vida.

Tampoco hay mucha seguridad acerca de su formación. Parece que pudo haber sido inicialmente alumno de algunos pintores locales: su tío Lorenzo, su primo Quirino Allegri y el artista Antonio Bartolotti. Luego fue alumno de Francesco Bianchi Ferrari, en Módena; del escultor Antonio Begarelli y, hacia 1506 en Mantua, quizás conoció a Mantegna cuando ya era anciano. 

La primera mención de un alumno directo, es de 1559, y la transmite el viajero español Pablo de Céspedes, que visitó Parma, aunque no se sabe de dónde o de quién obtuvo su información. 

Mantegna y Céspedes

En cualquier caso, en Mantua Correggio pudo admirar las obras del anciano maestro, quedando fascinado sobre todo por sus efectos ilusionistas -si no fuera un término tan extemporáneo, podríamos llamarlos, cinematográficos-, de la célebre Camera degli Sposi.

Camera degli Sposi. Mantegna. Castillo de san Jorge, Mantua.

Para decorar la capilla funeraria de Mantegna, fallecido en 1506, en la basílica de Sant'Andrea, creó una falsa pérgola en la que ya se puede ver su interés por figurar la expansión del espacio, que desarrollaría en obras posteriores.

Correggio, Cappella Funeraria del Mantegna, Evangelista Giovanni

Correggio también aplicó las sugerencias del claroscuro de Leonardo y de Rafael; adquirió el gusto por las formas monumentales, que combinó con el sentido de la contemplación plácida de los pintores umbros y florentinos. También fue partícipe, en una gran apertura cultural, de la experiencia de los venecianos -Cima da Conegliano, Giorgione, Tiziano-, del ferrarés Costa, Dossi-, de Francesco Francia, de Melozzo da Forlì y su vistas "de abajo a arriba", y artistas nórdicos -Durero y Altdorfer-. También tuvo, a través de Miguel Ángel Anselmi, noticia de Beccafumi. Todos sus modelos le ayudaron a definir un rasgo propio, basado en la búsqueda de la fluidez narrativa, en la que el matiz de Leonardo se combinaba con un color rico y suavemente aplicado y un perfecto dominio del ilusionismo de la perspectiva, aprendido de Mantegna.

Se atribuye a este período una serie de "ejercicios de estilo" en pequeño formato, es decir, pequeños cuadros en los que practicaba temas y formas de otros maestros (especialmente Mantegna y Leonardo), experimentando sus propios avances en el arte, si bien, concediéndose un importante margen de libertad creativa. Estas obras, entre las que destacan Judit y su criada con la cabeza de Holofernes o la Virgen y el Niño entre dos ángeles músicos, nacieron como objetos privados, aunque luego fueron vendidos a un círculo de admiradores muy cercanos al pintor.

Virgen y el Niño entre dos ángeles músicos

Es un óleo sobre tabla de Correggio, ahora en los Uffizi en Florencia. Algunos lo fechan entre 1514 y 1515, pero más generalmente, entre 1515 y 1516.

En el reverso de la pintura hay un monograma del siglo XVI de la Galería Gran Ducal de Florencia, en el que aparece el número de identificación 2523, que no figura en ninguna de las listas de las posesiones de la galería en aquel momento. No se puede rastrear claramente en ningún inventario del siglo XVII, pero, probablemente fue una de las obras llevadas a Düsseldorf por Anna Maria Luisa de 'Medici en 1691, con motivo de su matrimonio con John William, elector palatino, tras cuya muerte, en 1717, fueron devueltos a Florencia. La primera mención oficial, sitúa la obra en el inventario de la Gallerie Florentine en 1798, en la Sala dei Maestri Italiani, donde permaneció hasta mediados del siglo XIX. Se encargaron muchas copias a partir del siglo XVIII, lo que demuestra su popularidad. Luego se atribuyó a Tiziano, pero Giovanni Morelli lo reatribuyó como obra temprana a Correggio, y se convirtió en la atribución más aceptada, y respaldada por "la ejecución técnica minuciosa y los colores claros y brillantes".

Las primeras obras de Correggio, entre 1510 y 1514, se caracterizan por una cierta dureza en las figuras, derivadas del ejemplo de Mantegna. Destacan los drapeados de pliegues, muchas veces rígidamente multiplicados, con predominio de colores marrones profundos, propios de la tradición lombarda, avivados por notas de realce y repique, con una notable sensibilidad atmosférica en los paisajes.

Testimonio de esta etapa juvenil son dos obras maestras: la Natividad de Brera y la Madonna di San Francesco, encargada a Correggio en 1514, anteriormente en la iglesia de San Francesco in Correggio, y hoy en Dresde. 

Natividad de Brera y Madonna di San Francesco. Correggio

Los investigadores coinciden en fechar un viaje a Roma a finales de la primera década del siglo XVI, que sería fundamental para aprender directamente de los modelos antiguos y observar las extraordinarias novedades de Rafael y Miguel Ángel. El fresco de la pared trasera del refectorio del monasterio de San Benedetto Polirone data de este período, aunque no todos los historiadores del arte están de acuerdo en la atribución.

El retablo, hoy perdido, de la Virgen de Albinea y el Descanso en Egipto con San Francisco cierra el primer período de su carrera.

Correggio: Descanso de la huida a Egipto con San Francisco. Uffizzi.

Por entonces el artista aún residía en su ciudad natal, centro de la vida cultural en la época; allí tenía su sede la corte de Verónica Gambara, amiga de grandes poetas como Aretino, Ariosto, Dolce, o Bembo. Siendo ella misma una notable poetisa, aseguró al pequeño condado un gran prestigio , mucho más allá de sus límites locales.

Verónica Gambara (1566-1630). [Supuesta]. Atribuido a Sante Peranda. Museo Cívico Il Correggio. Reggio Emilia

El segundo período de la vida de Correggio se concentró en Parma, donde residió y trabajó a partir de 1520, y donde creó la enigmática obra de gran refinamiento estilístico: Retrato de una dama, -identificado frecuentemente con Veronica Gambara, -aunque más probablemente, fuera Ginebra Rangoni, esposa de Aloisio Gonzaga, Marqués de Castel Goffredo-, firmado con la latinización culta de su nombre: Anton (ius) Laet (us).

Antonio Allegri da Correggio: Retrato de dama. Ermitage.

En Parma, pintó este Retrato de dama, que podría ser Verónica Gambara. Recientemente viuda entonces, de Gilberto da Correggio, sostiene una copa con el mítico “Nepente” homérico, detalle que muestra a Correggio como un conocedor de la Odisea de Homero, pues el Nepente; aquello que aleja el dolor, aparece en la Odisea, como la poción mágica que Polydamna le da a Elena para calmar todos sus males y olvidar el dolor. Pero, precisamente este detalle, representa un erudito acertijo en el que la pintura interactúa con la literatura clásica y, a su vez, con las ideas humanistas de la Italia de principios del siglo XVI.

ΝΗΠΕΝΘΕΣ Nepente

Los investigadores consideran que el cordón franciscano que aparece bajo el cuenco y la inscripción griega en el mismo, serían datos suficientes para su identificación.

La Cámara de la Abadesa

En Parma, en el mismo año, emprendió su primera gran empresa pictórica, consistente en la decoración de la "Cámara de la Abadesa" en el Monasterio de San Paolo, por encargo de la propia abadesa; Giovanna Piacenza. No se conservan documentos del encargo, pero las consideraciones estilísticas combinadas con la documentación relativa al cliente de la misma, llevan a pensar en una datación en torno a 1519. Por lo mismo, tampoco se sabe cómo entró en contacto Correggio con la abadesa, pero, dado que el monasterio de San Paolo era benedictino, es posible que influyeran las relaciones que el artista tenía con los benedictinos de San Benedetto Po, en Mantua, Lombardía. 

El conocimiento de Correggio de los más recientes hallazgos del Renacimiento romano no está respaldado por las fuentes, pero la pintura de la Cámara sugiere un conocimiento bastante desarrollado de Rafael y de obras como la Stanza della Segnatura y la Loggia di Psyche -esta última aún en plena realización-. En Roma, quizás el artista también vio la capilla perdida de Belvedere en Mantegna -perdida alrededor de 1480, pero descrita por Chattard en el siglo XVIII-, una posible fuente de inspiración adicional. También se sabe de una visita a Milán, que los investigadores han recordado a menudo para explicar las afinidades del joven Correggio con Leonardo, ya que, en definitiva, la capital lombarda no estaba tan lejos de Parma, e incluso un pintor de menor altura que Correggio, como Alessandro Araldi, había sido ya invitado por Cecilia Bergonzi, abadesa del monasterio, para ir a ver el "Cenáculo". Un recuerdo de esta obra fundamental parece estar escondido en algunos detalles, como las "tazas, tazones y otras vajillas" cuidadosamente descritas en los efectos que la luz crea sobre las superficies metálicas de una manera no muy diferente a la que había empleado Leonardo.

La decoración fue completada rápidamente y, ya en 1520, era considerada la primera obra maestra al fresco de Correggio, con la que marcaba el inicio de una década muy afortunada, en la que sus obras maestras se concentraron en Parma. La Cámara constituyó un hito en el ilusionismo pictórico y fue admirada y citada por los pintores, aunque fuera por poco tiempo. 

La sala está cubierta por una bóveda del gótico tardío, construida en 1514 por Edoari da Herba y representa una pérgola abierta al cielo, que transforma aquel interior, en un jardín imaginario. 

Los nervios de la bóveda dividen cada segmento en cuatro zonas. En el centro de la bóveda se encuentra el escudo de armas de la abadesa, en estuco dorado, en torno al cual la artista concibió un sistema de bandas rosas anudadas artísticamente, a las que se unen festones vegetales, uno por sector. El fondo es una pérgola falsa, que recuerda y desarrolla los temas de la Camera degli Sposi de Mantegna y Sala delle Asse de Leonardo. Cada festón termina en una abertura ovalada donde aparecen grupos de amorcillos sobre un cielo despejado. Abajo, a lo largo de las paredes, se encuentran unos lunetos que simulan nichos que contienen estatuas, creados por un extraordinario efecto trampantojo a partir del estudio de la iluminación real de la sala. Por último, la banda inferior simula ménsulas con carneros, de las que cuelgan lienzos tensados que sostienen diversos objetos (platos, jarrones, cántaros, peltre...); otra muestra de virtuosismo. 


Finalmente, en la repisa de la chimenea, Correggio pintó a la diosa Diana sobre un carro tirado por caballos.

San Juan

El éxito de la Cámara de la Abadesa atrajo nuevos encargos importantes a Correggio. En primer lugar, la decoración de la iglesia de San Giovanni Evangelista, en Parma, que acababa de reconstruirse en estilo renacentista.


Entre 1520 y 1524, Correggio decoró el ábside y la cúpula, de la cual se conserva la Visión de San Juan, el tambor, las pechinas y el friso, mientras que, de la Coronación de la Virgen, ya en el remate del ábside, sólo queda un fragmento en la Galería Nacional de Parma.


En la extraordinaria cúpula utilizó el sfondato, es decir, simular un cielo abierto con las figuras monumentales de los apóstoles en corona, siguiendo el perímetro de la cúpula, alrededor de Cristo suspendido en el aire. A diferencia de la tradición del siglo XV, la decoración aparece libre de soportes arquitectónicos y organizada para ser mirada desde dos puntos de vista distintos: el que tenían los monjes benedictinos, desde el coro -los únicos a los que se les permitía ver la figura de San Juan-, y la de los fieles en la nave. En esto, la obra se convirtió en uno de los experimentos ilusionistas más originales y celebrados de la pintura del siglo XVI.

Las figuras en escorzo, por entonces, una de las dificultades más audaces del arte, encuentra en la arquitectura de nubes de los frescos de San Giovanni, su primera expresión completa.


Muro Este

Muro Sur

La Capilla del Bono

Tras su éxito de San Giovanni, Correggio empezó a recibir encargos cada vez más prestigiosos. Entre ellos, en 1524, está la decoración parcial de la Capilla del Bono en la iglesia del mismo nombre; Plácido del Bono le encargó dos lienzos para las paredes laterales: la Lamentación sobre Cristo muerto [arriba], y el Martirio de los Cuatro Santos, ambos, hoy en la Galería Nacional de Parma.

Martirio de los Cuatro Santos

Se trata todavía de obras muy experimentales, con atisbos diagonales que se perfeccionan con una vista lateral de los lienzos. En ellos desarrolló, con mucha fuerza, la investigación dedicada a la representación de los “movimientos del alma”, es decir, de aquellas expresiones humanas que generan una emoción relacionada con los acontecimientos vividos por los personajes. 

Fueron Carracci y Reni, quienes con estas innovaciones sentaron las bases de la pintura barroca.

La cúpula de la catedral de Parma


En 1522, Correggio firmó el contrato para la decoración del coro y la cúpula de la Catedral de Parma, que empezó a pintar hacia 1524, después de la finalización de las obras en San Giovanni. En la cúpula aparece la Asunción de la Virgen, en la que una multitud de ángeles dispuestos en forma de vórtice ascendente la acompañan, sobre un cielo de nubes. Aquí las figuras pierden su individualidad, convirtiéndose en parte integral de una grandiosa escena coral, realzada por el uso de colores claros, ligeros y fluidos que crean una continuidad armónica hasta el punto central de la bóveda.

Correggio concibió su decoración apoyándose, como ya hizo en San Giovanni Evangelista, en un ilusionismo desprovisto de particiones geométricas, que va mucho más allá del posible ejemplo ofrecido por Mantegna o Melozzo da Forlì, quienes situaban a sus personajes dentro de un riguroso esquema geométrico. Correggio, en cambio, organizó el espacio pintado alrededor de un vórtice de cuerpos en vuelo, que crea una espiral como nunca antes se había visto, y que elimina la arquitectura, visualmente las esquinas, y haciendo desaparecer la materialidad física de la estructura de la pared: los personajes, de hecho, más que aparecer pintadas sobre yeso, por un excelente equilibrio parecen flotar en el aire.

El tambor está ocupado por un parapeto ilusorio, perforado por óculos reales, a lo largo del cual se equilibran una serie de ángeles y apóstoles. Desde el parapeto se retuerce una espiral de nubes en un crescendo de sentimientos y de luz, con el episodio de la nube sobre la que sube María, vestida de rojo y azul y empujada por ángeles, con alas o sin ellas, hacia su celestial glorificación. 

En el centro, un deslumbrante estallido de luz dorada perfecciona la prodigiosa aparición divina de Jesús que ha abierto los cielos al encuentro de su madre, tal como se veía en los frescos de la cúpula de San Juan Evangelista



La composición en espiral, perfeccionada por todos los dispositivos de perspectiva tanto de reducción de la escala de las figuras, como de desenfoque de la luz para los sujetos más lejanos, guía en profundidad la mirada del espectador y acentúa el movimiento ascendente de las figuras. En la parte inferior, en los penachos, están los cuatro protectores de Parma.

En general, Correggio evitó representar detalles iconográficos precisos, como los atributos individuales que habrían permitido identificar las figuras de cada apóstol o santo, o la tumba desde la cual la Virgen ascendió al cielo, creando una continuidad “palpable” entre el mundo terrenal, con el divino, creado por la ilusión pictórica.

Palas grandes

Además de su trabajo como pintor de frescos, en la década de 1620, Correggio se encargó de pintar una serie de importantes retablos, para Módena; Madonna di San Sebastiano y Madonna di San Giorgio; para Reggio Emilia, Madonna di San Girolamo, llamada el Día y Adoration de los pastores, llamada la Noche; para Parma, Madonna della Scodella, y para Correggio, el Tríptico de la Humanidad.

Madonna di San Sebastiano y Madonna di San Giorgio, de Módena

Madonna di San Girolamo, o el Día y Adoration de los pastores, o la Noche. Reggio Emilia.

San Jerónimo, detalles, con su inseparable león y su traducción manuscrita de la Biblia

Parma, Madonna della Scodella

Correggio, Tríptico de la Humanidad, en Correggio

Se trata de obras de gran elegancia, caracterizadas por una creciente suavidad del modelado, delicadeza cromática y efecto dinámico, obtenidos gracias a la concatenación de gestos y miradas. En estas conexiones, el pintor pudo captar el vínculo más auténtico entre las diversas figuras, llevando la lección de Leonardo da Vinci a su máxima realización. La investigación sobre la iluminación de los Carracci, partiría entonces de la riqueza de fuentes luminosas de la Noche o de la Oración en el jardín.


Oración en el Jardín

Junto a estas obras continúan los encargos privados de obras de pequeño formato -extraordinarias, por ejemplo. la Adoración del Niño de la Galería Uffizi de Florencia, o el Ecce Homo, de la National Gallery de Londres, así como la serie de obras mitológicas, que fueron tema recurrente en su última producción. 

Adoración del Niño de la Galería Uffizi de Florencia y Ecce Homo, de la National Gallery de Londres

Entre 1524 y 1527 pintó el lienzo con Venus y Cupido espiados por un sátiro, ahora conservado en el Louvre, que representa el Amor terrenal, y Educación de Cupido, en la National Gallery de Londres, que representa el Amor celestial. Quizás ambos lienzos fueron encargo del conde mantuano Nicola Maffei, en cuya casa se colocaron, en 1536. A partir de entonces, famoso y estimado por las cortes del Po, Correggio dedicó los últimos años de su vida a intentar cumplir con los numerosos encargos que le llegaban de muchos señores locales y en particular de los de Mantua. 

Venus y Cupido espiados por un sátiro, Louvre – La Educación de Cupido. NGA, Londres

El Studiolo de Isabel d’Este

Isabella d’Este. Tiziano. Kunsthistorisches, Viena y Francisco II Gonzaga. Fermo Ghisoni, 1550-1580. Uffizi, Florencia.

Isabella encargó su retrato a Tiziano, pidiéndole que reinventara una imagen suya de treinta años atrás. Al ver el resultado, escribió al pintor: «Dudamos haber sido, a la edad que sea, tan bella como en este retrato.» En el mismo, aparece vestida ricamente; y muestra, en efecto, un rostro bello que, al mismo tiempo, refleja un carácter obstinado.

Isabel de Este y Aragón (1474-1539), descendía de Alfonso V de Aragón, y al ser hija de Leonor de Aragón, era nieta de Fernando I de Nápoles. Fue definida por Niccolò Correggio, como “La primera Dama el Mundo”

Su padre, Ercole d’Este, consideraba que las mujeres debían tener los mismos conocimientos que los hombres, así que desde muy joven –y en gran medida debido a su elevado intelecto– fue instruida en Historia, Griego, Latín, Pintura, Música y Danza.

Comprometida desde los seis años, a los dieciséis la casaron con Francisco II Gonzaga, marqués de Mantua. Fue, como su hermana Beatriz, una destacada humanista y mecenas, creando a su alrededor la brillante corte, que se describe en El cortesano de Baltasar de Castiglione. Protegió entre otros a Rafael, Mantegna, y Giulio Romano, arquitecto de Mantua, así como a los músicos Bartolomeo Tromboncino y Marchetto Cara. Fue retratada por Leonardo y por Tiziano, en sendas pinturas que se conservan en el Louvre.

Isabella d’Este. Leonardo da Vinci. Louvre. (Algunos investigadores se preguntan si pudo ser modelo de “Gioconda”), y, la misma, de Tiziano, 1536. Palacio Pitti, Florencia.

Isabella d'Este, encargó a Correggio dos obras que completarían la decoración de su estudio en el Palacio Ducal de Mantua, sin duda el ambiente más querido e íntimo para ella. Así, hacia 1531, nacían, la Alegoría del Vicio y la Alegoría de la Virtud, dos lienzos que representan uno de los puntos más altos de su pintura y que en cierto sentido preludian las cuatro obras maestras con las que concluiría su actividad: Amores de Júpiter y Dánae, Leda y el cisne, Ganímedes y el águila, Júpiter e Io, encargado por el duque Federico II Gonzaga en los años treinta del siglo XVI; todos los cuales constituyen aportes fundamentales para el desarrollo de la pintura de tema mitológico y profano, gracias al nuevo y extraordinario equilibrio entre la interpretación naturalista y la figuración poética.

Alegorías, del Vicio y de la Virtud

Federico II Gonzaga. Tiziano. Museo del Prado.

Se dijo que Correggio exclamó: “Anch'io sono pittore!”-"¡Yo también, soy pintor!", cuando vio un cuadro de Rafael: o bien, Madonna Sixtina, o quizás, el Éxtasis de Santa Cecilia.

Madonna Sixtina, Gemäldegalerie, Dresde.- Éxtasis de Santa Cecilia, en Bolonia; ambos de Rafael Sanzio.

Pero, lo más probable es que la frase sea apócrifa, porque es difícil que Correggio conociera estos cuadros, pero la expresión quedó acuñada para expresar el entusiasmo con el que se puede compartir la profesión, los sentimientos o las ideas de una persona famosa. La cita aparece en “La Regenta” de Leopoldo Alas, “Clarín”, así como en la obra de Thomas Mann, La Montaña Mágica.

Correggio volvió a su tierra natal, y allí murió, repentinamente, el 5 de marzo de 1534. Al día siguiente fue enterrado en San Francesco in Correggio cerca de su obra maestra juvenil, ya citada, la Madonna di San Francesco, que hoy se expone en Dresde.

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