domingo, 22 de abril de 2012

KAVAFIS - Κωνσταντίνος Π. Καβάφης (1) Un poeta solitario.

Kavafis hacía imprimir sus poemas en hojas sueltas –a veces en pequeños cuadernillos– que regalaba a sus amigos, sólo cuando consideraba que Poema y Amigo eran suficientemente dignos el uno del otro.

Por este medio dio a conocer 153 poemas que constituyen el aparentemente exiguo legado de toda una existencia dedicada a la Musa en una larga e íntima relación, casi secreta.


Al parecer, en un principio, la selección se componía de 177 poemas, de los cuales, finalmente, Kavafis retiró 24; bien porque no le convencían del todo, o quizá porque no había terminado de pulirlos exhaustivamente, en un trabajo lento, preciso y enriquecedor,  como si en lugar de versos, se tratara de diamantes.


En 1935, cuando él ya no estaba para fiscalizar su obra,  se añadió un poema más a la primera edición, publicada bajo el título genérico de –ΠοιήματαPOEMAS;  son pues, 154 los que componen el conjunto que hoy se conoce como el Cánon –Αναγνωρισμένα–, o, “Reconocidos”, y es,  Εις τα περίχωρα της ΑντιοχείαςEn los alrededores de Antioquía–, de 1933, el poema añadido, al que podríamos calificar de póstumo en cuanto a su edición, y que tal vez fuera el último que Kavafis escribió.


Durante un tiempo se creyó que aquellos poemas Reconocidos contenían su obra completa, pero, poco a poco, fueron apareciendo otros muchos que Kavafis, cualquiera que fuera la razón, había guardado entre sus papeles y que nunca quiso dar a conocer, excepto, quizás a sus más íntimos amigos. De los primeros hallazgos resultó la pequeña colección  de 37 poemas titulada Αποκηρυγμένα;  “Rechazados”, o, tal vez, sólo separados y en espera de reconstrucción, que el poeta había creado entre los 19 y los 58 años; es decir, durante el largo período comprendido entre 1882 y 1923. Apareció finalmente  la colección Ανέκδοτα, compuesta por 75 poemas Inéditos.


Lógicamente, se advierte de forma clara la paulatina evolución existencial producida en el alma del poeta y, sobre todo, la quasi revolución operada en el lenguaje que empleó en su ejecución; un lenguaje absolutamente singular, casi exclusivo de Kavafis.


Su estilo juvenil, en lengua culta –καθαρεύουσα, kazareúsa– era “rebuscado y pomposo” (Blajos) y Kavafis lo empleó entre los 19 y los 27 años, pero en 1893, a los 28, su poema Las cuatro paredes de mi habitaciónΟι Τέσσαρες Τοίχοι της Κάμαράς μου– muestra que ya se ha producido un cambio radical; si bien el poeta no ha abandonado la lengua culta –nunca lo haría–, emplea ya la de uso común, la demótica – δημοτική –, con singular maestría, cuyo arte se basa quizá en el sabio empleo de los dos estilos, de acuerdo con el momento, el tono o la música que requiere cada verso.


A partir de entonces y de forma casi imperceptible, la lengua común va adquiriendo espacio en los escritos de Kavafis, progresivamente enriquecida con aportaciones de la kazareúsa en una mezcla perfectamente dosificada, como lo haría un mago en su laboratorio, lo que, seguramente constituye parte fundamental del legado del poeta a la posteridad, herencia inestimable en la que colaboran a partes iguales, el contenido y la forma, en la mayor parte de su obra.


En su piso de la calle Lepsíus, en Alejandría, se produjo, en soledad y silencio, la misma evolución lingüística que afectó a la Grecia continental, donde se llevó a cabo con mucho más ruido, en una especie de contienda verbal entre los partidarios de cada una de las fórmulas.


Es evidente que el empleo de uno u otro estilo, representaba asimismo diferentes modos de entender la vida, pero Kavafis se mantuvo al margen, creó su propio método y nunca participó en el enfrentamiento. Se diría que, en cierto modo, escribía para sí mismo como una necesidad vital e ineludible, y que dijera lo que dijera, incluso en la obra que relegó al silencio, buscaba, no sólo expresarse, sino hacerlo con la mayor perfección posible. Por ello, nos atreveríamos a deducir que si ocultó poemas, seguramente no lo hizo a causa de lo que decían, sino por cómo lo decían. Es esta una terrible exigencia  exclusiva de la gran poesía: ¿Cómo expresar mejor una idea en un verso: ¿sólo con las palabras perfectas?, ¿sólo con la armonía perfecta?, ¿sólo con el ritmo perfecto?, ¿sólo con la perfección misma? Sólo esto, no puede haber duda alguna, sólo esto buscaba Kavafis.


En la antigua poesía no se entendía la perfección sin una métrica formal, a la cual, Kavafis no quiso someterse, pero a la que tampoco renunció; de hecho, el ritmo clásico y el recuento de sílabas están dentro de sus versos, como si no pudiera evitarlos, pero en su caso se producen con una música nueva. Del mismo modo que nunca abandonó la kazareúsa, tampoco prescindió de la métrica; ambos elementos permanecen –si vale la comparación–, como si constituyeran el esqueleto de sus poemas, de tal modo que, cuando los miramos  –la poesía, indudablemente, también hay que mirarla–, podemos percibir todo esto, como si se produjera un encantamiento que sólo este arte posee.


El conjunto conocido de la poesía de Kavafis, podría agruparse hasta cierto punto, en base a la fecha de su creación:


–153 poemas reconocidos, escritos entre 1897 y 1932, mas el añadido, de 1933.
–24, de 1886 a 1898, además de los
–13 hallados entre 1948 y 1966, (que sumarían los  37 “Rechazados” por el poeta).
–62 “Inéditos” de 1882 a 1923. (Algunos autores no dan la misma cifra).
–30  aproximadamente, entre fragmentos, poemas escritos en ingles, etc.

Sin embargo, encajaría mejor y, así suele hacerse, una clasificación acorde con el contenido de los poemas, de la cual resultarían tres grandes apartados:

Líricos, o de carácter erótico: biográficos, imaginarios, o las dos cosas; sólo podría decírnoslo el poeta.

Históricos: con los que Kavafis vuelve su vista hacia la antigüedad, si bien, no a la época conocida como Clásica, sino al período Helenístico (324 aC–395 dC) cuyo influjo se extiende más allá de las fronteras de Grecia, tras la desaparición de Alejandro.


Filosóficos:  Quizá los más trascendentes y universales.


Finalmente, puesto que toda clasificación resulta siempre forzada, ocurre que hay poemas históricos que son muy líricos, como también los son algunos de los filosóficos, que, a su vez, en ocasiones, reflejan un momento histórico.

Veamos, pues, el poema Las Cuatro Paredes de mi cuarto, que constituyó un cierto punto de partida.

[Οι Τέσσαρες Τοίχοι της Κάμαράς μου] (Ανέκδοτα, 1893).

Το ξέρω πούναι όλα φτωχικά,
και που τους έπρεπαν στολίδια άλλα
τους φίλους μου, πλέον αρχοντικά
και περισσότερα, και πιο μεγάλα.

Αλλά αυτά τα λόγια τι θα 'πουν;
Έχουν οι τοίχοι μου πιο καλούς τρόπους·
και για τα δώρα μου δεν μ' αγαπούν.
Εκείνοι δεν ομοιάζουν τους ανθρώπους.

Έπειτα ξέρουν μόνο μια στιγμή
πως θα κρατήσουνε τα πράγματά μου
κ' εμένα. Η χαραίς μου κ' οι καϋμοί
και κάθε τι που έχω εδώ χάμου

γρήγορα θα περάσουν. Οι γεροί
τοίχοι για τέτοια δώρ' αδιαφορούνε.
Είναι μακρόβιοι κι απ' την μικρή
ζωή μου τίποτε δεν απαιτούνε.

      LAS CUATRO PAREDES DE MI CUARTO (Inéditos: marzo 1893)
     
      Sé que todo es muy pobre
      y que merecerían otra decoración
      mis amigos; más señorial
      y, mejor aún, más grande.

      Pero ¿qué quieren decir estas palabras?
      Tienen mis paredes los mejores modales;
      y no me quieren por los regalos.
      En eso no se parecen a las personas.

      Además, saben que sólo un momento
      envolverán a mis cosas
      y a mí. Mis alegrías, mis penas
      y todo cuanto tengo aquí en la tierra

      pasará pronto. Las viejas
      paredes no se interesan por tales dones.
      Son longevas y, de mi minúscula
      existencia, no pretenden nada.

El poema titulado Τείχη, Muros, o tal vez, Murallas, de la colección Αναγνωρισμένα -la aprobada por el poeta- y fechado en 1897, es el que se coloca habitualmente en primer lugar en buena parte de las ediciones:

Τείχη

Χωρίς περίσκεψιν, χωρίς λύπην, χωρίς αιδώ
μεγάλα κ' υψηλά τριγύρω μου έκτισαν τείχη.

Και κάθομαι και απελπίζομαι τώρα εδώ.
Άλλο δεν σκέπτομαι: τον νουν μου τρώγει αυτή η τύχη·

διότι πράγματα πολλά έξω να κάμω είχον.
Α όταν έκτιζαν τα τείχη πώς να μην προσέξω.

Αλλά δεν άκουσα ποτέ κρότον κτιστών ή ήχον.
Ανεπαισθήτως μ' έκλεισαν από τον κόσμον έξω.

      MUROS 1896
     
      Sin consideración, sin piedad, sin moderación
      grandes y altos muros levantaron a mi alrededor.

      Y me siento, ahora, desesperado.
      No pienso en nada más:  este destino devora mi mente;

      porque muchas cosas tenía que hacer fuera.
      ¡Ay! Cuándo construían los muros ¿cómo no me di cuenta?

      Pero jamás oí ningún ruido ni las voces de los constructores.
      Imperceptiblemente, me encerraron fuera del mundo.

Manuscrito de “MUROS”.

Soledad, aislamiento, impotencia y desesperación existencial, sin participación de la voluntad, no podían expresarse de forma más dramática que en este poema, del cual ha surgido el subtítulo de este primer artículo sobre un Kavafis, tan conocido a través de ÍTAKA o LA CIUDAD –grandes poemas, sin la menor sombra de duda–, pero tan desconocido, generalmente, por muchos más.
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Más sobre  Kavafis:

                                 LA CIUDAD                   EL SILENCIO



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