sábado, 7 de abril de 2012

RICARDO CORAZÓN DE LEÓN. PLANTAGENET III

RICHARD COEUR DE LION. PLANTAGENET III

Richard, el cuarto hijo de Henry II y Alienor de Aquitania. Nació el 8 de septiembre de 1157 en el palacio de Beaumont, en Oxford, del que hoy no quedan sino algunas reminiscencias simbólicas.


El Palacio de Beaumont ayer y hoy.

Cuando Alienor se separó de Enrique, llevó a Richard consigo a Poitiers, donde este se educó desde los diez años, entre trovadores, torneos y practicantes del amor cortés; un mundo muy diferente del paterno, del cual se fue distanciando gradualmente.

Así, cuando Ricardo recibió los títulos de Duque de Aquitania y Conde de Poitiers, ya había tomado partido por su madre, con cuyo apoyo y uniéndose con sus hermanos, Enrique el Joven y Godofredo así como con Philip Auguste, el hijo del rey de Francia –ex marido de su madre– además de la tercera esposa de este, Adèle de Champagne, se sublevó contra su padre, quien se impuso a los tres juntos y además encerró a su esposa por traición.

Tras este primer fracaso, Ricardo combatió sucesivamente en Aquitania y Angulema contra los señores feudales que le disputaban sus derechos. En el transcurso de aquellos enfrentamientos sembró el terror actuando con una crueldad considerada excesiva ya en su época. Fue acusado de crímenes y violaciones, a pesar de lo cual, o tal vez por eso, se sintió fuerte para volver y, con la ayuda de su padre, cosechó algunas victorias frente a los señores, lo que no le impidió, poco después, rebelarse de nuevo contra Enrique, cuando este le ordenó que rindiera homenaje a su hermano El Joven Rey.

En 1183, Enrique El Joven, su hermano Geoffrey y los vasallos de Ricardo, cuya derrota no les había hecho renunciar a sus reivindicaciones, intentaron invadir Aquitania, pero todos juntos hubieron de retroceder ante el huracán Richard, quien, acto seguido hizo ejecutar sin piedad a todos los prisioneros de la jornada.

En 1187 Richard, aliado de nuevo con Philip Auguste, fingió desear conversaciones de paz para aproximarse a su padre, pero aprovechando la tregua, se apropió de gran parte del tesoro real. En desquite, Enrique se propuso desposeerle de Aquitania y entregársela al hermano menor, Juan, lo que provocó una decisión definitiva en Richard: coronarse rey de Inglaterra, a cuyo efecto, y con la ayuda de su incidental aliado francés, derrotó, como sabemos, a Enrique II, quien murió en Chinón maldiciendo a la vida y a toda su descendencia.

Ricardo fue coronado en Westminster el tres de septiembre de 1189. Prohibió que asistieran a la ceremonia sus súbditos judíos y las mujeres, en este último caso, alegando que no era un hombre común, sino un Cruzado, condición que suponía un veto a la presencia femenina. La exclusión de los judíos fue interpretada como una invitación a actuar contra ellos, lo que, en el fervor de la Cruzada que ya se preparaba, desembocó en matanzas y saqueos que finalmente hubo de condenar el nuevo rey, castigando a los responsables. Cierto es también que Ricardo contaba con el hecho de que, precisamente aquellos súbditos judíos, a quienes estaba prohibido invertir en Inglaterra, se habían comprometido, sin embargo, a financiar en buena parte la Cruzada.

A Ricardo no le interesaba nada de Inglaterra; de hecho, sólo estuvo allí en dos ocasiones, ambas para ser coronado. Nunca hablaba en inglés, por lo que se supone que, en realidad, no sabía hacerlo y continuamente se quejaba de la lluvia y el frío de aquella tierra. Ello no obstante, la Isla era una buena fuente de recursos que él no dudaba en sacar del reino, bien para guerrear en sus dominios de Francia, bien para la Cruzada, pero lo más importante, el verdadero valor de aquel reino, era el hecho de que la posesión de su corona habilitaba a Ricardo para poder tratar a otros reyes en términos de igualdad.

Jerusalén, sitiada por Saladino el 20 de septiembre de 1187, cayó en sus manos el 2 de octubre del mismo año; la Tercera Cruzada se organizó para recuperarla. Ricardo y Felipe Augusto acordaron acudir juntos a la Ciudad Santa. Los cronistas hacen notar que no lo hicieron tanto como buenos amigos, sino como buenos enemigos, ya que el hecho de ausentarse simultáneamente, impediría que cualquiera de ellos aprovechara para intentar invadir los territorios del otro.

Ricardo nombró regentes a Hugh de Puiset, obispo de Durham, y canciller a Guillermo Longchamp. Su hermano Juan se opuso, como iba siendo su costumbre, y se dedicó a conjurar contra el Canciller durante la ausencia de Richard.


Por fin la expedición se ponía en marcha en el verano de 1190 cuando Jerusalén ya llevaba tres años en poder de Saladino. En septiembre Richard y Philip llegaban a Sicilia, cuyo rey, Guillermo II El Bueno había muerto recientemente. Hallaron que un primo del fallecido; Tancredo de Lecce, se había hecho coronar unos meses antes, privando de su herencia a la viuda de Guillermo, Juana de Inglaterra, –hermana menor de Richard–, a la que, además, arrojó a una mazmorra y, sobre todo, usurpó el derecho sucesorio de Constanza de Sicilia, tía del rey fallecido y, en la actualidad, casada con el Emperador Germánico Enrique VI.

Entre tanto, las ingentes tropas desembarcadas en Sicilia, provocaron una insurrección en Mesina que el propio Enrique se encargó de reprimir. Una vez ocupada, saqueada e incendiada la ciudad (04.09.1190) a principios de octubre, Ricardo se estableció allí mismo, y organizó una reunión con Felipe de Francia y el usurpador Tancredo de Lecce.

En cumplimiento de los acuerdos alcanzados, Juana Plantagenet recibiría su legado y sería liberada y entregada a su hermano; Richard y Philip reconocerían a Tancredo, (algo sorprendente, si no fuera, porque sabemos que este pagó mucho dinero por ello) y, por último, Ricardo designaría heredero a su sobrino Arturo, huérfano de Geoffrey –el hermano que había muerto en un torneo en París– y, más adelante, este Arturo debía casarse con una hija de Tancredo.

Una vez estampadas las firmas en aquel acuerdo que aseguraba la paz en Sicilia, pero que en realidad no hacía sino cambiar el emplazamiento de amistades y enemistades, Richard y Philip abandonaron Sicilia dejando atrás dos nuevos enemigos irreconciliables: Juan Sin Tierra –John Lackland– que con la designación de su sobrino Arturo veía esfumarse sus sueños de ser coronado algún día, y el Emperador Enrique VI, cuya esposa Constanza, quedaba despojada del reino de Sicilia, ahora ya no sólo por mano de Tancredo, sino también por la colaboración y las bendiciones de Richard y Philip.

Ni el asalto a Mesina, ni el acuerdo entre los tres firmantes del Tratado sobre el reino de Sicilia eran, evidentemente, el objetivo de la Cruzada, pero a estas alturas sabemos que nada de lo que hicieran los Plantagenet tenía que estar relacionado, ni con la lógica, ni con la ley, ni con la justicia divina, ni con cualquier otra cosa que no fuera la real voluntad de aquellos caballeros.

Al mismo tiempo que Ricardo parecía ponerse de acuerdo con Philip, entre él y su madre le preparaban una bonita sorpresa, que también afectaba a su padre el rey de Francia; la ruptura del compromiso matrimonial entre Ricardo y Alix o Aelis, otra hija de Luis VII de Francia y Constanza de Castilla, la hija e Alfonso VII.

Se dijo que, andando el tiempo, y como Alix se educaba en la corte de Enrique II, este la había convertido en su amante, con lo cual, además de ignorar todo principio que no se ajustara a su caprichosa voluntad, ofendería gravemente, a Richard, que era el prometido, y evidentemente, a Alienor, con quien todavía estaba casado. Lo cierto es que toda esta historia –cuya víctima es Alix, quien supuestamente engañaría a Ricardo con su suegro–, huele a manipulación de principio a fin, sobre todo, si se considera, por una parte, la especie de horror que Richard sentía hacia el matrimonio, quizás por un voto de castidad, quizás por misoginia y, por otra, el deseo de Enrique de concebir otro hijo para desheredar a los de Alienor.

En todo caso Alienor encontró una solución inmediatamente, a pesar de su edad –contaba entonces unos 68 años–, viajó a Navarra con objeto de pedir al rey Sancho VI la mano de su hija Berenguela para Richard. Con ello, no sólo casaría a su reacio vástago -algo que ella deseaba fervientemente-, sino que le proporcionaría un aliado inestimable más allá de la frontera sur de Aquitania.

Firmado el acuerdo, Leonor y Berenguela emprendieron viaje por tierra y por mar para encontrarse con Richard en Sicilia. Navegaron hasta Chipre, donde se celebró la boda, el 12 de Mayo de 1191, en Limassol, en la capilla de San Jorge. En el transcurso de aquellas fiestas, Richard se coronó rey de Sicilia.

El rechazo y abandono de su hermana Alix enfrió el proyecto de Philip de seguir compartiendo cruzada con Richard, de modo que empezó a pensar en abandonar, y volver a Francia cuanto antes, algo que no interesaba en absoluto a Richard, porque si el francés albergaba deseos de venganza, hallaría sus territorios desprotegidos.

Tras pasar el invierno en Sicilia, los dos monarcas zarparon hacia Tierra Santa; Philip el 30 de marzo y Richard, el 4 de Abril de 1191.

La flota francesa llegó a Tiro donde Philip fue recibido por su primo, Conrado de Montferrato, pero la de Ricardo se vio afectada por un terrible temporal que hizo naufragar algunas de sus naves y retroceder a otras; la que transportaba a Berenguela y Joana junto con el tesoro de Ricardo, fue a parar a manos del emperador de Chipre Isaac Ducas Comneno.

Ricardo volvió a Limassol (06.05.1191) y obligó a Isaac a entregar la nave, las señoras y el tesoro, así como un refuerzo extra de quinientos hombres para la Cruzada. Cuando Comneno volvió a Famagusta, creyéndose libre de la venganza, mandó decir a Richard que abandonara la isla y se olvidara de todos los acuerdos que había aceptado por la fuerza. No necesitó nada más el Corazón de León para apoderarse de la isla entera, en este caso, ayudado por su vasallo Guido de Lusignan, que era rey de Jerusalén.

Se cuenta que Ricardo había prometido a Isaac Comneno que nunca le pondría en hierros, como se decía en la época, así que, para no faltar a su palabra, le ató con una cadena de plata, mientras que una hija de Isaac fue enviada al hogar que ya compartían Berenguela y Juana.

El ataque a Chipre tampoco figuraba entre los objetivos de la Cruzada, ni la isla suponía una amenaza, pero una vez ocupada y puesta bajo el gobierno de Richard Camville, constituyó desde entonces una base de gran valor estratégico para la navegación.

Por cierto que, este Guido era viudo de Sibila de Jerusalén, hija de un hermano de Enrique II a quien Conrado de Monferrato, casado con una hermanastra de Sibila, Isabel de Jerusalén, le disputaba el derecho a la corona con el apoyo de Philip de Francia y Leopoldo V de Austria.

Guy de Lusignan propuso una alianza a Conrado de Montferrato que este rechazó, de modo que ambos se propusieron atacar Acre, pero cada uno por su cuenta. Lusignan contaba con la ayuda de Ricardo y Conrado con la de Philip. Leopoldo V el emperador se unió a ellos al mando de las tropas del fallecido Federico Barbarroja. El 8 de junio de 1191 llegó, efectivamente Ricardo. Acre cayó en sus manos el 12 de julio 1191.

Conrado de Montferrat pactó la rendición con Saladino e izó los pendones de los reyes en la ciudad, entre ellos, el de Leopoldo, entonces vasallo de Ricardo, quien consideró que aquel no tenía derecho a figurar en paridad con él y con Philip, así que ordenó a sus hombres que retiraran su pendón, que fue arrojado al foso. Ante la ofensa, Leopoldo abandonó la Cruzada. No tardaría mucho en seguirle Philip, alegando una enfermedad, pero en realidad, por haber sostenido una grave disputa con Richard acerca del reparto del botín.  Richard se quedó sólo.

Para entonces había hecho Ricardo cerca de tres mil prisioneros musulmanes por los cuales no pudo obtener rescate alguno, así que se convertían en una rémora a la que habría que mover y alimentar. Ricardo ordenó cortarles la cabeza a todos.

Camino de Jaffa, ya en septiembre atacó y tomó la ciudad de Arsuf derrotando a Saladino (07.09.1191).

Después reconoció a Conrado como rey de Jerusalén y compensó a Guido de Lusignan entregándole Chipre. Sorprendentemente, Conrado fue asesinado antes de su coronación (28.04.1192) y, acto seguido, Ricardo organizó la boda de la viuda, con su primo Enrique II de Champaña, actitud que levantó muchas sospechas sobre los métodos y la integridad del caballero Richard; dos meses después, Felipe y Leopoldo, hartos de la inseguridad que conllevaba su alianza, abandonaron la Cruzada definitivamente.

En consecuencia, Ricardo consideró que sus posibilidades reales de retener Jerusalén eran prácticamente nulas. Esto, unido a sus informaciones de que Felipe de Francia y Juan Sin Tierra preparaban algo contra sus territorios, le obligó a pensar en la retirada, a cuyo efecto llegó a un acuerdo con Saladino, (02.09.1192) por el que este último se comprometía a no molestar a los cristianos que acudieran a los Santos Lugares, y a guardar una tregua de tres años. En diciembre, Ricardo se embarcaba de vuelta a Inglaterra.

Un fuerte temporal obligó a su flota a buscar refugio en Corfú, isla del emperador bizantino Isaac II Ángelo, que mostró su absoluto desacuerdo por la caida de Chipre en manos de Ricardo, quien abandonó la isla casi inmediatamente, para volver a encallar, en esta ocasión en la costa de Aquilea –en las proximidades de Venecia, hoy entre Austria y Eslovenia–. A partir de entonces optó por seguir camino por tierra aunque tuviera que atravesar una parte de Europa sólo habitada por enemigos. El hecho de ir convenientemente disfrazado de peregrino pobre no le libró de ser reconocido, cayendo,  ya cerca de Viena, en manos, precisamente, del ofendido Leopoldo V de Austria, quien le acusó de haber ordenado la muerte de Conrado de Montferrat, le hizo prisionero y en calidad de tal se lo entregó al emperador Enrique VI de Alemania, que lo encerró en secreto en el castillo de Dürnstein.


Ruinas del Castillo en Dürnstein.

Durante su obligada inactividad, Ricardo tuvo tiempo para desarrollar su arte poética; de ello es muestra su poema Ja nus hons pris –que comentaremos más tarde–, en el cual reprocha a sus pretendidos amigos la falta de interés por reunir el dinero exigido por su rescate. Lo cierto es que para entonces tenía pocos amigos, aunque siempre pudo contar con la inestimable, incondicional y valiosísima ayuda de su madre; se dice que Alienor tuvo que superar la cifra que Juan Sin Tierra y Felipe de Francia ofrecieron a Leopoldo.

Existe una tradición que podríamos calificar de romántica, según la cual el trovador Blondel fue quien descubrió la prisión de Enrique, alertando a la reina y los regentes para que acudiesen en su auxilio; también hablaremos de esto. En todo caso, parece ser que, sin esperar a la percepción total del rescate, Leopoldo dejó libre a Ricardo el día 4 de febrero de 1194 y que, en cuanto recibió la noticia, Felipe de Francia envió un singular mensaje a Juan sin Tierra: Look to yourself, the devil is loosed. –Ten cuidado; el diablo está suelto–.

El diablo Coeur de Lion fue de nuevo coronado, esta vez junto a su esposa, en la catedral de Winchester.

Château-Gaillard.

Más adelante, perdonó a Juan; nombró heredero a Arturo y rechazó varios ataques de Philip –Frétéval y Gisors–, así como el que el francés llevó a cabo contra su fortaleza favorita, el Château-Gaillard –The Saucy Castle– en Normandía.


En marzo de 1199 y, en plena cuaresma –época durante la cual la iglesia aconsejaba evitar la guerra–, Ricardo acudió al Lemosín con objeto de aplastar la rebeldía de uno de sus vasallos. Al parecer, cuando inspeccionaba  el castillo de Chalus-Chabrol  se detuvo a observar a un muchacho que lanzaba dardos desde un torre y se defendía de ellos con una sartén. Al parecer, esto divirtió al rey, quien, sin escudo ni armadura, observaba entre risas al francotirador, cuando inesperadamente, una flecha fue a acertar en su hombro izquierdo, muy cerca del cuello. Sea como fuere, aunque se achaca a la falta de habilidad de su médico, la herida empeoró paulatinamente, hasta poner a Ricardo a las puertas de la muerte.

Una vez descubierto, el autor del disparo fue conducido a la tienda real, donde, al parecer, Ricardo mostró, por una vez, que conocía la virtud de la clemencia, concediendo al tirador, no sólo el perdón –sigue vivo y contempla la luz del día, parece ser que le dijo–, sino que también le dio algún dinero para que pudiera hacerlo. Richard pensaba entonces en salvar su alma. No así sus hombres, quienes apenas el rey cerró los ojos por última vez, procedieron a torturar al muchacho antes de ahorcarlo.

Richard Coeur de Lion murió el 6 de abril de 1199, se dice que en brazos de su madre, dejando ordenado que su corazón fuera enterrado en la catedral de Ruán y su cuerpo en la Abadía de Fontevraud.

RICARDO CORAZÓN DE LEÓN: En general se le consideró mal marido, mal hermano, mal hijo y mal rey, pero extraordinario soldado. Así es.


El túmulo de Richard ocupa el ángulo inferior derecho, a los pies del de su padre, en Fontevraud.     

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