LUIS II DE BAVIERA 1845–1886
Ludwig II von Bayern
Ludwig Otto Frederik Wilhelm
Ludwig II von Bayern
Ludwig Otto Frederik Wilhelm
Luis II era un Wittelsbach por línea paterna, por la cual era primo de Elisabeth, Sissi, de la que será amigo y confidente. Ambos mostraron siempre una especie de melancolía existencial que los hacía incapaces, no sólo de asumir, sino de soportar la rutina de las obligaciones inherentes a su nacimiento y posición social y política. Sissi recurrió a los viajes, Ludwig, a la música de Wagner, que llegó a constituir, al menos aparentemente, su única razón de vivir. Dos almas solitarias que nunca fueron comprendidas o, que tal vez, nunca comprendieron al mundo, si vale esta ambigua expresión.
A los nueve años Ludwig fue apartado de su gobernanta para pasar al cuidado del conde de La Rosée, quien debía adiestrarlo con vistas a sus futuras responsabilidades. Luis era un muchacho dócil y estudioso, aunque no parecía interesarse más que por la Historia y la Literatura. En cuando a su formación física, cumplía ampliamente los objetivos, destacando en los ejercicios de equitación y natación. No parece que se diera gran importancia al aspecto humano de su desarrollo; Luis se educó prácticamente sólo, pues no tuvo más compañeros o amigos que sus primos: Otto, tres años menor que él, y poco después, Charles, once años mayor, lo que para un adolescente equivale a una gran distancia. De hecho, ni siquiera tenía apenas trato con su padre, cuyas obligaciones le mantenían alejado casi permanentemente. Aunque no parece que se pensara en ello, la soledad pudo dejar huellas en el cumplidor discípulo de La Rosée.
A los dieciocho, ya mayor de edad, se le pone Casa, como se decía en la Corte de España, adjudicándole como residencia una zona del palacio de Munich con personal de servicio y una especie de corte propia. En adelante estará obligado a cumplir diversas obligaciones oficiales, sociales y políticas propias de su condición de heredero, le gustara o no. Es evidente que su vocación era otra, aunque no sabemos cual, puesto que en este aspecto, no se puede contar como el cumplimiento de un deber real, su entrega en cuerpo y alma a Wagner y a su obra.
Un joven Ayudante de Campo, el Príncipe Paul de Taxis, se convierte entonces en su nuevo único gran amigo y confidente, creándose entre ambos una relación casi amorosa que los historiadores no saben como calificar por falta de más evidencia que algunas frases sueltas contenidas en las pocas cartas que se han conservado de las muchas que parece que intercambiaron y que Paul firmaba como Friedrich.
Paul, es decir: Paul Maximilian Lamoral Fürst von Thurn und Taxis –la fotografía es del 24 de enero de 1864-, era hijo de Maximiliano Carlos, VI Príncipe de Thurn y Taxis y de su segunda esposa, la princesa Mathilde Sofía, apellidada, de Oettingen–Oettingen y Oettingen–Spielberg. Paul era guapo, elegante, bien educado, extraordinario compañero y leal amigo de aquel solitario Ludwig, permanentemente necesitado de compañía y afecto.
Querido y Bienamado Ludwig, termino mi diario recordando las maravillosas horas que pasamos juntos esa tarde, hace una semana, y que llenaron mi corazón de felicidad. Mi pensamiento sigue allí. Cómo latió mi corazón cuando, al pasar por la Residenz vi una luz en tu ventana. Munich, 15 de Mayo de 1866
Dotado de una espléndida voz, Paul solía cantar para Ludwig y, como ambos compartían la pasión por Wagner, llegó a representar a Lohengrin, con su cisne y su armadura plateada, en el castillo de Hohenschwangau.
Cuando Wagner tuvo que abandonar Munich, el 10 de diciembre de 1865, Paul se constituyó en intermediario entre el compositor y el rey. En mayo del año siguiente, Paul visitó de incógnito a Wagner y Cósima en su residencia de Tribschen.
Acabo de volver del íntimo círculo de los Queridos Amigos –Wagner y Cósima–, donde descansé en la encantadora habitación que compartimos cuando estuvimos allí; ¡maravilloso recuerdo! Los dos te envían sus mejores deseos. Quiera Dios protegerte y mantenerte en el trono, este es su deseo y el mío, porque sólo así podremos cumplir nuestro ideal. El resultado de mi misión, te lo transmitiré mejor de palabra y creo que lo aprobarás. Por ahora, buenas noches, te saludo en mis pensamientos mil veces. Tu sincero y leal Friedrich.
La relación entre Ludwig y Paul se interrumpió de forma abrupta y definitiva a causa, probablemente, de falsos e interesados rumores sobre frivolidad o indiscrección del Ayudante de Campo que, desconociendo los verdaderos motivos del distanciamiento, escribió varias cartas a su antiguo amigo –para entonces ya sólo su monarca–, que nunca quiso contestarlas.
Mi muy amado Ludwig, ¿qué es lo que te ha hecho, en nombre de todos los santos, tu Friedrich? ¿Qué, para que no lo favorezcas con una mano, un buenas noches, o un adiós? Lamento que mi mano vacilante no pueda expresar mi profunda inquietud. Perdóname, sé bueno de nuevo conmigo, me temo lo peor y no puedo soportarlo. Perdona a tu desgraciado Friedrich.
Diciembre 1866
Diciembre 1866
El 4 de mayo de 1864 puede ser considerada como una fecha crucial en la vida de Ludwig. Ese día recibió, como una iluminación, al idolatrado compositor, cuyo encuentro ya venía precedido de una profunda e incondicional admiración, tanto por la obra, como por el creador.
Richard WAGNER
Tal vez no sea del todo absurdo considerar que, sin Luis II, Wagner nunca hubiera alcanzado la gloria que alcanzó, del mismo modo que el monarca no habría sabido lo que era la felicidad, ese algo inalcanzable que continuamente parecía escapar de entre sus manos. Aún disponiendo de la posibilidad de dar cumplimiento al menor de sus deseos, es evidente que no fue feliz hasta que conoció el éxtasis que le proporcionaban las audiciones de su adorado compositor, sus monumentales epopeyas, sus notas, sus trombones, sus decorados, sus míticos personajes…
Apenas iniciaba su reinado y las cosas parecían funcionar correctamente al principio; el propio Bismark definió a Ludwig como inteligente y preocupado por el bienestar de su pueblo al que conquistó en sus primeras apariciones oficiales. Sin embargo, ya se ha dicho, la política, la gente, la misión de gobernar, no formaban parte de su vocación y sus intereses, que se decantaban claramente, por el arte y la naturaleza. La pequeña Baviera se vería engullida por las grandes potencias emergentes, en una espiral que Ludwig no deseaba, pero carecía de energías para evitarlo.
En un intento de cumplir con sus obligaciones dinásticas, en 1867 Luis se prometió con Sofía de Baviera, hermana de Elisabeth (Sissi).
Anuncio oficial de un compromiso que no se cumplió.
Luis se propuso cortejarla en toda regla; le ofrecía flores y paseos en barca, y ella le correspondía tocando el piano y cantando. Pero la relación no avanzaba, y no se hacían planes de boda, de modo que Elsa –como Ludwig la llamaba en su obsesión por mixtificar todo y a todos con la ópera wagneriana-, se cansó: -¡Es que no os dais cuenta de que no me ama? –preguntaba desesperada a sus familiares. Al fin,seguramente aburrida y harta de esperar, se fijó en un guapo fotógrafó, Edgar Hanfstaengl, al que empezó a ver en secreto.
Por esta causa o, más seguramente, agradeciendo su oportunidad -conocido de sobra su desinterés por el matrimonio y por Sofía misma-, Luis anuló el compromiso en octubre de 1867, cuando ya todo el mundo lo había olvidado. -¡Gracias a Dios este terrible evento no ha tenido lugar!- dicen que exclamó al verse libre.
La madre de Sofía le buscó un nuevo pretendiente y, la suerte recayó en Fernando Felipe María de Orleans, duque de Alençon. Ahora sí, se casaron en Possenhofen el 28 de septiembre de 1868 y se instalaron en los alrededores de Londres. Muy pronto Sofía cayó en un fuerte depresión, de la que no salió ni siquiera al nacer su primera hija. Su marido aceptó una inivitación para visitar Palermo, pero su presencia causó un profundo rechazo en el pueblo siciliano, hasta el punto de que, a pesar de la buena influencia de aquella tierra en la salud de Sofía, el matrimonio se vio obligado a abandonar la isla.
Tras el nacimiento de su segundo hijo, Sofía volvió a la depresión que cada vez se hacía más contumaz y profunda.
En 1887 inició otra relación con el doctor Glaser, que también estaba casado; cuando fueron descubiertos, decidieron huir a Italia, donde rápida y discretamente los encontraron. Sofía, que para entonces contaba cuarenta años, fue internada en una clínica psiquiátrica, que pudo abandonar diez años después, tras sufrir una transformación de carácter religioso en cuya consecuencia se hizo monja seglar dedicando su vida a las obras de caridad.
Preparaba una fiesta de beneficencia –el Bazar de la Caridad- en un local industrial de París en el que se ofrecería una proyección cinematográfica de los hermanos Lumière. Trágicamente el materal aportado por los cineastas se prendió fuego y las llamas se extendieron rápida y espantosamente por el viejo local. Al parecer, Sophie pudo salvar la vida de varios niños, pero no la suya. Sus cuerpo se consumió casi por completo y sus restos aparecieron mezclados con otros, llegando a ser identificada, según se dijo, por sus dientes. Tenía cincuenta años y su esposo le sobrevivió trece más.
Tras la ruptura de su compromiso (1867) Ludwig hizo un viaje a París invitado por Napoleón III, allí recibió una segunda iluminación, en este caso, constituida por la contemplación del Palacio de Versalles.
En adelante, sus propios palacios serían tanto o más grandiosos que aquel cuya grandeza inspiró sus sueños: haría realidad los decorados de las óperas de Wagner, tal como él los concebía. De hecho, se dice que los planos originarios no fueron realizados por arquitectos, sino por escenógrafos. Para empezar, en 1868 encontró la ubicación perfecta para construir su primera fantasía. Fue en Hohenschwangau, a diez mil metros de altitud, donde aún quedaban ruinas de un castillo medieval. Sobre aquellas rocas se erigiría el castillo de Neuschwanstein.
Neuschwanstein
En 1870 Ludwig se vio obligado a intervenir en la guerra contra Francia al lado de Prusia; su negativa probablemente habría supuesto la desaparición de Baviera como Reino. Al año siguiente ya tenía preparada otra idea arquitectónica cuya inspiración surgio de un nuevo viaje a París y de la visión iluminadora del Petit Trianon, en Versalles; la construcción del Linderhof se iniciará en 1875 y será el único palacio que Ludwig verá terminado.
Linderhof
Alrededor de 1871 y a pesar de que el país atravesaba momentos muy críticos, Ludwig se encerró más y más en sí mismo; mientras se sucedían los distintos gobiernos, él aparecía por Munich muy esporádicamente y, casi siempre, para asistir a la ópera –es decir, a las representaciones de las óperas de Wagner-. Entre tanto, vivía en la montaña, casi siempre de noche y casi siempre sólo, si exceptuamos algunos amigos que pasaron muy superficialmente por su vida, entre los cuales se conocen apenas algunos nombres, como Horning, de Varicourt –otro Ayudante de Campo- o el cantor Joseph Kainz.
En 1875 reanudó su amistad con Sissi, interrumpida por la anulación de su compromiso de matrimonio con la hermana de la Emperatriz; a pesar de aquel tropiezo, Ludwig siempre dijo que Elisabet era la única persona que le comprendía.
Por otra parte y, dentro de aquella especie de apatía casi permanente, parece que el joven y apuesto Ludwig había ido desapareciendo paulatinamente bajo copiosas comidas y no menos abundantes bebidas, a las que el melancólico monarca pareció entregarse sin orden y sin compañía.
En 1878 inauguró las obras de su Versalles, el Herremchiemsee, construido sobre una isla en el lago Chiemsee. La enormidad de los gastos empezó a desatar rumores sobre un monarca invisible y derrochador quien, por otra parte, parece que sólo estuvo en el palacio en una ocasión.
Herremchiemsee y su versallesca Galería de Espejos
Efectivamente, si el exterior de los palacios construidos por Ludwig, parecen más ensoñación que realidad, los interiores, en ocasiones, llegan a ser abrumadores.
Aunque le muerte de Wagner en 1883 le afectó profundamente, se ocupó de financiar unos funerales costosísimos, a los que, sin embargo, no asistió, porque ya muy raramente iba a Munich. La historia de Ludwig con Wagner así como la aparición de Cósima Liszt en la vida del compositor, merecen otro capítulo.
Dos años después, el rey prácticamente dejó de reunirse con sus ministros; se empezaban a criticar sus extravagancias, reales o imaginarias según los casos, pero el pueblo le quería y los montañeses podían charlar afablemente con él si se lo encontraban por los alrededores de su residencia.
Por una parte, Ludwig empezó a mostrar extrañas e inesperadas actitudes en sus relaciones oficiales, que a pesar de ser cada vez menos frecuentes, llegaron a dar la apariencia, según se dijo, de que se hallaba bajo la influencia de algún trastorno mental, a pesar de lo cual, sus análisis de la situación política y sus actitudes y conversaciones con la gente común, hacían pensar que no existía ningún problema en la cabeza del rey.
Por otra parte, la locura de su hermano Othon y los ya insostenibles gastos cargados al Tesoro para mantener sus construcciones, hicieron que el gobierno empezara a pensar en tomar alguna medida al respecto. ¿Cómo destronar a un monarca aunque esté llevando el reino a la bancarrota? No hay fórmulas establecidas; no se puede, sin una justificación legal muy grave, arrancar la Corona a un Rey. Quizás, las excentricidades de Ludwig y la reconocida enfermedad de Othon, facilitaran las cosas.
Se consultó a algunos psiquiatras que, dirigidos por el Dr. Gudden, redactaron un informe clínico plagado de presuntas señales de enajenación, en cuya consecuencia se declaró probada la locura. Armados con aquel dossier, una comisión de políticos, médicos y enfermeras se dirigieron a Hohenschwangau con el objetivo de deponer al rey en una especie de golpe de estado sin armas.
Luis no estaba, pero alguien le mandó aviso de lo que ocurría. La noticia recorrió la zona y, acto seguido, docenas de personas se presentaron ante el castillo para proteger a su rey.
Al día siguiente, los comisionados son detenidos por orden de Luis, que, casi inmediatamente se arrepiente y les devuelve la libertad, pero no hace nada más. Absolutamente nada, excepto rogar a los campesinos que habían acudido a protegerle, que volvieran a sus casas, para evitar cualquier posible incidente.
Todo es muy irregular a partir de aquel momento; no hay denuncias ni de una, ni de otra parte, no hay reunión del Parlamento ni del Gobierno y todo parece funcionar como una conspiración. La delegación, tras el primer fracaso, volvió sin hallar resistencia y, en esta ocasión el rey se dejó conducir al Castillo de Berg antes de que amaneciera.
El Schloss Berg. Pintura de Anton Zwengauer
El domingo, 13 de abril de 1886 Luis da un largo paseo por los alrededores del lago. Le acompaña el doctor Gudden, aquel que había transformado con su firma un puñado de presunciones en una serie de actos de locura indiscutible. Detrás, algunos guardias y cuidadores. Todo resulta muy agradable y tranquilo, tanto, que Luis comunica al médico que desearía volver por la tarde, Gudden acepta e informa al servicio y a los guardias que saldrán sólos y volverán en un par de horas.
Pero no volvieron.
Pero no volvieron.
El cuerpo de Luis se halló en el agua, no lejos de la orilla del lago Starnberg y el de su médico apareció después, un poco más lejos, tras una breve búsqueda a la luz de las linternas, el mismo día. En aquel momento, nadie sabía lo que había pasado realmente, pero se barajaban varias hipótesis: suicidio, doble crimen, accidente...
A la luz del día, se descubrieron señales de lucha sobre la hierba de la orilla y el doctor Gudden presentaba marcas en el cuello que hacían pensar en el estrangulamiento. Aparentemente, Ludwig intentó lanzarse al agua y el doctor habría tratado de impedírselo. ¿Intentaría escapar, quizás? Se dijo que cuando Sissi conoció la noticia de su confinameinto –que ella y muchas más personas interpretaron como un secuestro-, prometió que liberaría a Luis, pero había pasado muy poco tiempo, apenas horas, como para que la Emperatriz hubiera podido organizar algo en ese sentido. Al parecer, Ludwig no presentaba ninguna herida, ni señales de golpes, pero tampoco había muerto ahogado, porque no aparecía agua en sus pulmones.
Se pensó también en un asesinato organizado por su propio gobierno, o tal vez por otros, en un momento tan inestable en el que se estaban produciendo grandes cambios; el médico habría sido una víctima indeseada, aunque necesaria, como testigo de un crimen que debía permanecer en el más profundo secreto. Pero no existía la menor prueba para sostener ninguna hipótesis.
¿Quién más podía desear la muerte de Ludwig? Finalmente, la opción del suicidio, tampoco resultó del todo convincente porque Luis tenía fama de ser un buen nadador y, además, supondría el reconocimiento de que previamente habría asesinado al doctor Godden.
Ante circunstancias como la presente, una posibilidad de llegar a una conclusión medianamente lógica, consiste en hacerse la vieja pregunta latina: Quid Prodest ¿A quién beneficiaba la desaparición del Rey de Baviera? En este caso, la clásica cuestión tampoco es fácil de responder.
El pueblo desfiló multitudinariamente ante sus restos embalsamados que, posteriormente quedaron depositados en la cripta de San Miguel, en Munich.
Una cruz se alza en la zona en la que se halló el cuerpo de Ludwig II; el último rey independiente de Baviera. Es el recuerdo de una vida muy breve y de una tragedia personal que tal vez nunca será desvelada.
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Me encantó lo que escribiste.
ResponderEliminarMuchas gracias!
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