PROCESO A JUANA I DE CASTILLA
(Dramatización) Primera Parte.
ACTO PRIMERO
NARRADOR:
Los hechos, son los siguientes: Doña Juana de Trastámara, llamada "La Loca", Reina legítima de Castilla, fue separada del trono que por derecho le correspondía y recluida en el palacio fortaleza de la ciudad de Tordesillas durante 48 años.
Se dijo que tal medida se hizo necesaria porque la Reina estaba loca, lo cual hasta hoy, nunca se ha demostrado, ni por documentos, ni por testimonios fidedignos. Mediante dicho encierro, la Reina, no solo fue separada del trono, sino también de cinco de sus seis hijos, y de toda posibilidad de relación con otros seres humanos, que no fueran los encargados de su custodia.
Los hechos, son los siguientes: Doña Juana de Trastámara, llamada "La Loca", Reina legítima de Castilla, fue separada del trono que por derecho le correspondía y recluida en el palacio fortaleza de la ciudad de Tordesillas durante 48 años.
Se dijo que tal medida se hizo necesaria porque la Reina estaba loca, lo cual hasta hoy, nunca se ha demostrado, ni por documentos, ni por testimonios fidedignos. Mediante dicho encierro, la Reina, no solo fue separada del trono, sino también de cinco de sus seis hijos, y de toda posibilidad de relación con otros seres humanos, que no fueran los encargados de su custodia.
Lo que aquí vamos a tratar de dirimir, es lo siguiente:
Primero: A través de las declaraciones de testigos relacionados directamente con la prisionera, debemos concluir, si estaba o no estaba loca.
Segundo: En caso afirmativo, es decir, si se demostrara ahora que existió tal locura, ¿era esa razón suficiente para prolongar su encierro hasta la muerte?
Tercero: En caso negativo, es decir, si doña Juana no estaba loca, la pregunta anterior resulta doblemente grave: ¿Por qué fue encerrada y mantenida en tan horrible situación por su padre, su hijo, y su nieto?
Señoras y Señores del Jurado, y ya para terminar: he de pedirles que presten gran atención a los testimonios que aquí van a oír. Creemos firmemente que existe una gran oscuridad acerca de la causa o causas que realmente motivaron el encierro de por vida, de la reina doña Juana I de Castilla. Es necesario que olviden cuanto hayan oído acerca de este caso hasta el día de hoy, porque, Señoras y Señores, de lo que se trata en definitiva, no es sólo de la culpabilidad o inocencia de doña Juana, porque, como hemos dicho, si estaba loca, era inocente y si no lo estaba, fue una víctima. Se trata también de la responsabilidad que pudiera caber a las personas involucradas en su encierro, sin olvidar que entre ellas, hay tres reyes que, además, están relacionados familiarmente con ella.
Señoras y Señores: [Entran al ser nombrados, saludan y salen por el lado contrario].
Sus Altezas los Reyes Católicos, padres de doña Juana: doña Isabel de Castilla y don Fernando de Aragón. [saludan],
Su Majestad, don Carlos I de España, Emperador de Alemania, hijo de doña Juana.[saluda].
Su Majestad don Felipe II de España, nieto de doña Juana. [saluda].
El Almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez. [saluda]
Doña Beatriz de Bobadilla, Dama de Doña Juana. [saluda]
Doña Juana I de Castilla. [Saluda].
La Acusación y la Defensa, que interrogarán indistintamente a todos los testigos siempre que sea necesario para esclarecer los hechos, [saludan y se quedan] y,
El Juez, que ha de moderar las actuaciones y velar por el buen orden en la sala. [saluda].
JUEZ: Señoras, Señores, sabemos que la objetividad absoluta es casi imposible, pero todos tenemos la obligación moral de intentar aproximarnos a ella despojándonos de prejuicios, en este caso, históricos. En este sentido, no está de más recordar a los Señores del Jurado que deben situarse en la mentalidad de la época en la que transcurren los hechos. Si bien hay factores de carácter moral que no dependen de las épocas, porque fueron firmemente establecidos para nuestra civilización, desde hace dos mil años, así, la honra y el respeto que los hijos deben a los padres; y recíprocamente, los padres a los hijos o la que los esposos se deben entre sí, o la condena del asesinato, del secuestro, o del robo en grandes o pequeñas proporciones. Así, el hecho de que un hombre asesinara a su hermano para arrebatarle el trono, es un crimen, se mire como se mire, aunque con el tiempo, el asesino se convirtiera en un buen gobernante, como fue el caso de don Enrique de Trastámara y su hermano, don Pedro I, que los Señores del Jurado conocen perfectamente.
Ante ustedes, declararán personas que gobernaron con gran sabiduría, pero existen fundadas sospechas de falta de rectitud en alguna o algunas de sus acciones personales, que podrían ser constitutivas de delito, entonces y ahora. Así pues, deben examinar los hechos de acuerdo con la mentalidad de entonces y con la moralidad de siempre.
Estos presupuestos, han de ser tenidos en consideración a lo largo de la vista y yo mismo velaré porque así sea.
Puede empezar el interrogatorio de los testigos. [Toma asiento]
DEFENSA: [Se adelanta] Con la venia. Llamamos a declarar a la reina Isabel de Castilla.
Isabel I (Juan de Flandes)
JUEZ: Su Alteza doña Isabel de Castilla, le ruego que se acerque al estrado. [Isabel se acerca] ¿Juráis decir la verdad?
ISABEL: Lo juro.
JUEZ: Recuerde su Alteza, que este juramento será válido durante todo el juicio. Podéis tomar asiento si lo deseáis. Proceda la Defensa.
DEFENSA: Decid vuestro nombre completo, filiación y cargo.
ISABEL: Isabel de Trastámara. Hija de Juan II de Castilla y doña Isabel de Portugal. Fui Reina de Castilla.
DEFENSA: ¿Sois madre de doña Juana I?
ISABEL: Sí. La Reina doña Juana fue mi tercera hija.
DEFENSA: ¿Observasteis en su infancia algún rasgo que os hiciera pensar que era propensa a desórdenes mentales?
ISABEL: De joven tuve ese temor acerca de mi misma y con respecto a los hijos que pudiera tener, porque conocía los trastornos mentales de mi madre, pero luego lo olvidé. Nunca vi rasgos de locura en ninguno de mis hijos.
DEFENSA: ¿Casasteis a doña Juana con el Archiduque Felipe de Austria por razón de Estado?
ISABEL: Así es. Era nuestra obligación velar por los intereses del reino.
DEFENSA: ¿Es cierto que cuando la enviasteis a Flandes para casarse, pusisteis a su lado personas para que os informaran del modo en que se desarrollaba su vida matrimonial?
ISABEL: Era una práctica habitual. Esas personas, debían velar por sus intereses y los del reino. Flandes era una Corte desconocida para nosotros.
DEFENSA: Decid, Señora: ¿Qué os decían vuestros informantes?
ISABEL: Al principio, toda fue muy bien. Mi hija se enamoró de don Felipe, nada más verlo y, al parecer, el también se enamoró de ella.
DEFENSA: Habéis dicho "al parecer" ¿Por qué?
ISABEL: Porque desgraciadamente, las cosas cambiaron muy pronto. Don Felipe abandonaba frecuentemente a mi hija. A los pocos meses, ella estuvo segura de que cortejaba a otras mujeres.
DEFENSA: ¿Y qué actitud tomó entonces?
ISABEL: Estaba muy enamorada y los celos empezaron a atormentarla. Se obsesionó con los engaños de su marido. Lo vigilaba continuamente, hasta ponerlo en evidencia y no pensaba en otra cosa que no fuera él. Pronto dejó incluso de confesar y abandonó sus devociones.
DEFENSA: Además de eso, ¿os informaron de algún hecho por el que se pudiera pensar que se estaba volviendo loca?
ISABEL: No. Estaba muy celosa, pero no hacía nada que pudiera parecer locura. [Suspira con gesto apenado] No por aquel tiempo.
DEFENSA: ¿Queréis decir que más tarde sí hizo algunas locuras?
ISABEL: Quiero decir que más tarde sí hizo cosas que podían parecer locura, no que lo fueran.
DEFENSA: ¿Podéis darnos un ejemplo?
ISABEL: [Hace un gesto de fatiga] Perdonadme, son recuerdos muy dolorosos para mí.
JUEZ: Alteza: Tratamos de discernir una cuestión trascendental para la Historia. Comprendemos que se trata de una hija, pero vuestro testimonio es imprescindible en esta causa. Si deseáis descansar, suspenderemos la sesión...
ISABEL: No. No es necesario. Excusadme. Es mi deber y lo cumpliré.
JUEZ; Está bien. [Al Abogado] Puede continuar.
DEFENSA: Señora, ibais a darnos un ejemplo del comportamiento de doña Juana.
ISABEL: Sí. Fue un día muy frío de noviembre. Mis dos hijos mayores habían muerto y también mi queridísimo nieto, don Miguel. Doña Juana y don Felipe vinieron de Flandes para ser proclamados herederos. Al poco tiempo mi yerno empezó a aburrirse porque la vida aquí nada tenía que ver con las fiestas y cacerías a que él estaba habituado, así que decidió marcharse. Mi hija estaba embarazada y no debía exponerse a las dificultades del viaje por mar, así que le pedí que se quedara aquí hasta que el niño naciera. [Hace una pausa].
DEFENSA: ¿Cómo reaccionó ella?
ISABEL: Se puso furiosa, pero don Felipe estaba de acuerdo con nosotros y la convenció a duras penas para que se quedara. Creo que él tenía mucho interés en marcharse solo y volver a su vida de soltero. Mi hija lo vigilaba implacablemente.
DEFENSA: ¿Eso es todo? ¿Se puso furiosa, pero luego se le pasó?
ISABEL: No. Ella se había quedado en el castillo de la Mota y yo me fui a Segovia. El Alcaide del Castillo y el Obispo Fonseca, quedaban responsables de su cuidado. Una mañana llegó un correo del Obispo. Me escribía que acudiera inmediatamente al lado de mi hija por algo muy grave. Me dirigí allí en cuanto pude, a pesar de que mi salud ya no era muy buena.
DEFENSA: ¿Podéis explicar a este Jurado [Señala al público] lo que visteis exactamente al llegar al castillo?
ISABEL: El Obispo salió a mi encuentro. Habían levantado el puente y la reja estaba cerrada. Me dijo que se vio obligado a hacerlo porque mi hija había querido escaparse en medio de una noche helada; sóla, embarazada y sin apenas ropa de abrigo. Me dijo también que había pasado el resto de la noche junto a la reja, gritando y jurando que nadie la movería de allí y que se dejaría morir de hambre y de frío si no le permitían ir a encontrarse con su esposo. Ese día, al amanecer, habían logrado que se sentara junto al fuego.
DEFENSA: ¿Qué hicisteis entonces?
ISABEL: Pedí que me llevaran a su lado. Pensé que a esas horas, estaría muy cansada y que tal vez me escucharía. Pero no fue así. Cuando me acerqué, se puso de pie y empezó a gritar.
DEFENSA: ¿Gritaba dirigiéndose a vos?
ISABEL: Sí.
DEFENSA. Podéis recordar lo que dijo?
ISABEL: Desgraciadamente, sí. Utilizó palabras propias de la soldadesca.
DEFENSA: ¿Y vos lo consentisteis?
ISABEL: Considerando su estado... esperaba un hijo, echaba mucho de menos a don Felipe y había pasado varias noches en vela. Me dijo que yo tenía la culpa de todo, por separarla de su marido. Añadió que ella era celosa y estaba orgullosa de serlo. Yo le contesté que eso era normal, pero que no debía permitir que los celos le llevaran a actuar de manera tan desordenada y que pensara en su hijo.
DEFENSA: ¿Qué respondió doña Juana?
ISABEL: Dijo que ella nunca podría ser tan hipócrita como yo, que había estado siempre celosa de mi... de don Fernando y se lo había ocultado a todo el mundo, incluso a él. Pero que a ella no podía engañarla, porque recordaba muy bien, cuando él se iba y yo me encerraba en mis habitaciones a solas para gritar y llorar mi desesperación. Añadió que yo era injusta y falsa, porque me negué a que mi hijo Juan se separara de su esposa cuando lo aconsejaron los médicos y que tuve la culpa de que él muriera, porque decidí que no debía separarse lo que Dios había unido.
DEFENSA: ¿Es eso todo?
ISABEL: No. Añadió que qué poco me importaba entonces separarla a ella de su marido, cuando también a ellos los había unido Dios. Terminó diciendo que si yo misma en lugar de disimular tanto, hubiera vigilado a mi marido, como ella vigilaba al suyo...[otra pausa con gesto de fatiga y pena] no tendría que estar soportando a... sus bastardos.
DEFENSA: Decidme, Señora: ¿Era cierto todo eso?
ISABEL: Desgraciadamente sí.
DEFENSA: Luego los razonamientos de la Princesa eran correctos aunque los expresara a gritos. Después de aquella escena, ¿pensasteis que podía estar... loca?
ISABEL: No. Pensé que estaba furiosa e inquieta por los celos y que era lógico. Don Felipe la engañaba muchas veces, incluso en su propia casa.
DEFENSA: ¿Más adelante , tampoco lo pensasteis?
ISABEL: Algunas veces se me pasó por la cabeza, pero lo achaqué todo a la amargura de su matrimonio.
DEFENSA: Está bien, Alteza. No quisiera fatigaros más. Solo una última pregunta y os ruego que penséis bien lo que hayáis de responder y que recordéis que estáis bajo juramento ¿Si hubierais creído que doña Juana sufría algún trastorno mental, la hubierais nombrado heredera del trono, por encima incluso de vuestro esposo?
ISABEL: Sinceramente, no se lo que habría hecho. Pero nunca lo creí. Solo pensé que tal vez ella misma podría rechazarlo, porque no se interesaba por nada que no fuera don Felipe, pero por si eso ocurría, dejé dispuesta la regencia de su padre.
DEFENSA: Es todo por ahora. Señoría, no haré más preguntas.
JUEZ: La Acusación, puede proceder.
ACUSACIÓN: Alteza: ¿No es cierto, que desde vuestro matrimonio con don Fernando, lo dejasteis todo asentado para que la Corona de Castilla, nunca pasara a ser propiedad de Aragón?
ISABEL: Sí, es cierto. La Corona no debía pasar a Aragón, a pesar del amor que yo tenía a don Fernando.
ACUSACIÓN: Luego no podemos descartar una buena parte de interés político en la elección de doña Juana como heredera. Si por preservar la Corona arriesgasteis incluso vuestro matrimonio ¿qué os iba a impedir sacrificar también a vuestra hija?
DEFENSA: ¡Protesto, Señoría! El Abogado está pidiendo a la testigo que opine sobre sus propios actos. Ya ha declarado que creía doña Juana estaba capacitada. Además don Fernando debía respetar las leyes sobre la herencia que él mismo había aceptado desde el principio para Castilla.
JUEZ: Se acepta la protesta.
ACUSACIÓN: Hemos terminado por ahora, Señoría.
JUEZ: La testigo puede abandonar el estrado.
ISABEL: Isabel de Trastámara. Hija de Juan II de Castilla y doña Isabel de Portugal. Fui Reina de Castilla.
DEFENSA: ¿Sois madre de doña Juana I?
ISABEL: Sí. La Reina doña Juana fue mi tercera hija.
DEFENSA: ¿Observasteis en su infancia algún rasgo que os hiciera pensar que era propensa a desórdenes mentales?
ISABEL: De joven tuve ese temor acerca de mi misma y con respecto a los hijos que pudiera tener, porque conocía los trastornos mentales de mi madre, pero luego lo olvidé. Nunca vi rasgos de locura en ninguno de mis hijos.
DEFENSA: ¿Casasteis a doña Juana con el Archiduque Felipe de Austria por razón de Estado?
ISABEL: Así es. Era nuestra obligación velar por los intereses del reino.
DEFENSA: ¿Es cierto que cuando la enviasteis a Flandes para casarse, pusisteis a su lado personas para que os informaran del modo en que se desarrollaba su vida matrimonial?
ISABEL: Era una práctica habitual. Esas personas, debían velar por sus intereses y los del reino. Flandes era una Corte desconocida para nosotros.
DEFENSA: Decid, Señora: ¿Qué os decían vuestros informantes?
ISABEL: Al principio, toda fue muy bien. Mi hija se enamoró de don Felipe, nada más verlo y, al parecer, el también se enamoró de ella.
DEFENSA: Habéis dicho "al parecer" ¿Por qué?
ISABEL: Porque desgraciadamente, las cosas cambiaron muy pronto. Don Felipe abandonaba frecuentemente a mi hija. A los pocos meses, ella estuvo segura de que cortejaba a otras mujeres.
DEFENSA: ¿Y qué actitud tomó entonces?
ISABEL: Estaba muy enamorada y los celos empezaron a atormentarla. Se obsesionó con los engaños de su marido. Lo vigilaba continuamente, hasta ponerlo en evidencia y no pensaba en otra cosa que no fuera él. Pronto dejó incluso de confesar y abandonó sus devociones.
DEFENSA: Además de eso, ¿os informaron de algún hecho por el que se pudiera pensar que se estaba volviendo loca?
ISABEL: No. Estaba muy celosa, pero no hacía nada que pudiera parecer locura. [Suspira con gesto apenado] No por aquel tiempo.
DEFENSA: ¿Queréis decir que más tarde sí hizo algunas locuras?
ISABEL: Quiero decir que más tarde sí hizo cosas que podían parecer locura, no que lo fueran.
DEFENSA: ¿Podéis darnos un ejemplo?
ISABEL: [Hace un gesto de fatiga] Perdonadme, son recuerdos muy dolorosos para mí.
JUEZ: Alteza: Tratamos de discernir una cuestión trascendental para la Historia. Comprendemos que se trata de una hija, pero vuestro testimonio es imprescindible en esta causa. Si deseáis descansar, suspenderemos la sesión...
ISABEL: No. No es necesario. Excusadme. Es mi deber y lo cumpliré.
JUEZ; Está bien. [Al Abogado] Puede continuar.
DEFENSA: Señora, ibais a darnos un ejemplo del comportamiento de doña Juana.
ISABEL: Sí. Fue un día muy frío de noviembre. Mis dos hijos mayores habían muerto y también mi queridísimo nieto, don Miguel. Doña Juana y don Felipe vinieron de Flandes para ser proclamados herederos. Al poco tiempo mi yerno empezó a aburrirse porque la vida aquí nada tenía que ver con las fiestas y cacerías a que él estaba habituado, así que decidió marcharse. Mi hija estaba embarazada y no debía exponerse a las dificultades del viaje por mar, así que le pedí que se quedara aquí hasta que el niño naciera. [Hace una pausa].
DEFENSA: ¿Cómo reaccionó ella?
ISABEL: Se puso furiosa, pero don Felipe estaba de acuerdo con nosotros y la convenció a duras penas para que se quedara. Creo que él tenía mucho interés en marcharse solo y volver a su vida de soltero. Mi hija lo vigilaba implacablemente.
DEFENSA: ¿Eso es todo? ¿Se puso furiosa, pero luego se le pasó?
ISABEL: No. Ella se había quedado en el castillo de la Mota y yo me fui a Segovia. El Alcaide del Castillo y el Obispo Fonseca, quedaban responsables de su cuidado. Una mañana llegó un correo del Obispo. Me escribía que acudiera inmediatamente al lado de mi hija por algo muy grave. Me dirigí allí en cuanto pude, a pesar de que mi salud ya no era muy buena.
DEFENSA: ¿Podéis explicar a este Jurado [Señala al público] lo que visteis exactamente al llegar al castillo?
ISABEL: El Obispo salió a mi encuentro. Habían levantado el puente y la reja estaba cerrada. Me dijo que se vio obligado a hacerlo porque mi hija había querido escaparse en medio de una noche helada; sóla, embarazada y sin apenas ropa de abrigo. Me dijo también que había pasado el resto de la noche junto a la reja, gritando y jurando que nadie la movería de allí y que se dejaría morir de hambre y de frío si no le permitían ir a encontrarse con su esposo. Ese día, al amanecer, habían logrado que se sentara junto al fuego.
DEFENSA: ¿Qué hicisteis entonces?
ISABEL: Pedí que me llevaran a su lado. Pensé que a esas horas, estaría muy cansada y que tal vez me escucharía. Pero no fue así. Cuando me acerqué, se puso de pie y empezó a gritar.
DEFENSA: ¿Gritaba dirigiéndose a vos?
ISABEL: Sí.
DEFENSA. Podéis recordar lo que dijo?
ISABEL: Desgraciadamente, sí. Utilizó palabras propias de la soldadesca.
DEFENSA: ¿Y vos lo consentisteis?
ISABEL: Considerando su estado... esperaba un hijo, echaba mucho de menos a don Felipe y había pasado varias noches en vela. Me dijo que yo tenía la culpa de todo, por separarla de su marido. Añadió que ella era celosa y estaba orgullosa de serlo. Yo le contesté que eso era normal, pero que no debía permitir que los celos le llevaran a actuar de manera tan desordenada y que pensara en su hijo.
DEFENSA: ¿Qué respondió doña Juana?
ISABEL: Dijo que ella nunca podría ser tan hipócrita como yo, que había estado siempre celosa de mi... de don Fernando y se lo había ocultado a todo el mundo, incluso a él. Pero que a ella no podía engañarla, porque recordaba muy bien, cuando él se iba y yo me encerraba en mis habitaciones a solas para gritar y llorar mi desesperación. Añadió que yo era injusta y falsa, porque me negué a que mi hijo Juan se separara de su esposa cuando lo aconsejaron los médicos y que tuve la culpa de que él muriera, porque decidí que no debía separarse lo que Dios había unido.
DEFENSA: ¿Es eso todo?
ISABEL: No. Añadió que qué poco me importaba entonces separarla a ella de su marido, cuando también a ellos los había unido Dios. Terminó diciendo que si yo misma en lugar de disimular tanto, hubiera vigilado a mi marido, como ella vigilaba al suyo...[otra pausa con gesto de fatiga y pena] no tendría que estar soportando a... sus bastardos.
DEFENSA: Decidme, Señora: ¿Era cierto todo eso?
ISABEL: Desgraciadamente sí.
DEFENSA: Luego los razonamientos de la Princesa eran correctos aunque los expresara a gritos. Después de aquella escena, ¿pensasteis que podía estar... loca?
ISABEL: No. Pensé que estaba furiosa e inquieta por los celos y que era lógico. Don Felipe la engañaba muchas veces, incluso en su propia casa.
DEFENSA: ¿Más adelante , tampoco lo pensasteis?
ISABEL: Algunas veces se me pasó por la cabeza, pero lo achaqué todo a la amargura de su matrimonio.
DEFENSA: Está bien, Alteza. No quisiera fatigaros más. Solo una última pregunta y os ruego que penséis bien lo que hayáis de responder y que recordéis que estáis bajo juramento ¿Si hubierais creído que doña Juana sufría algún trastorno mental, la hubierais nombrado heredera del trono, por encima incluso de vuestro esposo?
ISABEL: Sinceramente, no se lo que habría hecho. Pero nunca lo creí. Solo pensé que tal vez ella misma podría rechazarlo, porque no se interesaba por nada que no fuera don Felipe, pero por si eso ocurría, dejé dispuesta la regencia de su padre.
DEFENSA: Es todo por ahora. Señoría, no haré más preguntas.
JUEZ: La Acusación, puede proceder.
ACUSACIÓN: Alteza: ¿No es cierto, que desde vuestro matrimonio con don Fernando, lo dejasteis todo asentado para que la Corona de Castilla, nunca pasara a ser propiedad de Aragón?
ISABEL: Sí, es cierto. La Corona no debía pasar a Aragón, a pesar del amor que yo tenía a don Fernando.
ACUSACIÓN: Luego no podemos descartar una buena parte de interés político en la elección de doña Juana como heredera. Si por preservar la Corona arriesgasteis incluso vuestro matrimonio ¿qué os iba a impedir sacrificar también a vuestra hija?
DEFENSA: ¡Protesto, Señoría! El Abogado está pidiendo a la testigo que opine sobre sus propios actos. Ya ha declarado que creía doña Juana estaba capacitada. Además don Fernando debía respetar las leyes sobre la herencia que él mismo había aceptado desde el principio para Castilla.
JUEZ: Se acepta la protesta.
ACUSACIÓN: Hemos terminado por ahora, Señoría.
JUEZ: La testigo puede abandonar el estrado.
ACUSACIÓN: [Se adelanta] Llamamos a declarar a don Fernando de Aragón. [Se levanta Fernando y va al estrado].
Fernado V de Aragón (Michel Sitow)
JUEZ: ¿Juráis decir la verdad?
FERNANDO: Lo juro.
JUEZ: Recuerde don Fernando, que este juramento será válido durante todo el juicio. Podéis sentaros. [A la Acusación] Proceda la Acusación.
ACUSACIÓN: Decid vuestro nombre completo, filiación y cargo.
FERNANDO: Fernando V de Aragón, hijo de don Juan II de Aragón y doña Juana Enríquez, su segunda esposa. Fui rey de Castilla hasta la muerte de mi esposa.
ACUSACIÓN: Nadie ignora en la sala que sois el esposo de doña Isabel y padre de doña Juana, sin embargo, lo repito porque ha de figurar en las actas. ¿estáis de acuerdo?
FERNANDO: Sí.
ACUSACIÓN: Amabais a vuestra hija doña Juana?
FERNANDO: [Inquieto] Naturalmente.
ACUSACIÓN: ¿Naturalmente, significa que la amabais, como se supone que todo padre ama a sus hijos?
FERNANDO: Así es.
ACUSACIÓN: Sin embargo, hay hechos que demuestran que los padres no siempre aman a sus hijos.
FERNANDO: [Más inquieto] No me interesa lo que para vos demuestran los hechos.
ACUSACIÓN: [Al Juez] Señoría. El testigo debería ser informado de que ha de contestar cuando se le pregunte, sin emitir frases despectivas sobre esta Corte.
JUEZ: Se advierte al testigo que ha de reducirse a responder las preguntas del abogado.
ACUSACIÓN: Don Fernando: ¿tuvisteis una infancia feliz?
FERNANDO: Muy feliz.
ACUSACIÓN: ¿Tuvisteis siempre una relación muy cordial con vuestro padre, mientras vivisteis junto a él?
FERNANDO: Siempre.
ACUSACIÓN: Incluso después de vuestro matrimonio, parece que mantuvisteis la cordialidad, el buen entendimiento y aún cierta camaradería con él.
FERNANDO: Así es, yo acompañé a mi padre en la guerra desde los trece años y compartí con él la vida en campaña, de lo cual me enorgullezco.
ACUSACIÓN: Decid, don Fernando. ¿Fueron igualmente felices vuestros hermanos, don Carlos de Viana y doña Blanca de Navarra? [Fernando se remueve, cada vez más inquieto]
DEFENSA: ¡Protesto! Señoría, no vemos qué relación puede haber entre los hermanastros de don Fernando y el hecho que nos ocupa.
ACUSACIÓN: Señoría, puesto que solemos actuar con nuestros hijos siguiendo el modelo de nuestros padres, es importante establecer como fue la vida familiar de don Fernando durante su infancia y juventud. Creemos que será muy esclarecedor sobre el comportamiento que él tuvo con sus hijas, especialmente con doña Juana.
JUEZ: Se deniega la protesta. [A la Acusación] Puede continuar.
ACUSACIÓN: [A Fernando] Os recuerdo, Señor, que estáis bajo juramento. ¿No es cierto que vuestro padre, persiguió, hizo la guerra y mantuvo prisionero a su hijo, el príncipe de Viana, prácticamente hasta la muerte de este?
FERNANDO: Mi padre tenía sus razones.
ACUSACIÓN: ¿Qué razones llevan a un padre a perseguir a su hijo hasta la muerte?
FERNANDO: Razones de Estado.
ACUSACIÓN: ¡Ah! Cierto: la Razón de Estado lo justifica todo! Decidme: ¿Cuando vuestro padre encerró en un castillo también a su hija doña Blanca, vuestra medio hermana, hasta que murió, también fue por razón de estado?
FERNANDO: Sin duda.
ACUSACIÓN: ¿Y no es cierto que la razón de estado de vuestro padre, consistía en arrebatarles el trono de Navarra, que ellos heredaron de su madre? ¿No es cierto también, que lo hacía, fundamentalmente para complacer a vuestra madre, su segunda esposa, y que arrancó esa herencia a don Carlos y doña Blanca para entregárosla a vos mismo?
FERNANDO [Muy nervioso, al Juez] Señoría, ¿estamos aquí para juzgar a mis padres?
JUEZ: Alteza: habéis reinado durante mucho tiempo y estáis acostumbrado a ser obedecido, pero no tenéis ningún poder en esta Corte. Dejad de hacer preguntas y responded al abogado.
ACUSACIÓN: Señoría. Señores del Jurado: Lo que tratamos de demostrar, es que don Fernando de Castilla se crió en un extraño ambiente familiar. Que su padre se dedicó a perseguir y a hacer la guerra a los hijos de su anterior matrimonio, para favorecerlo a él y que él aprendió de don Juan II de Navarra, que el fin justifica los medios, especialmente, si el fin es una corona. Tratamos de demostrar, finalmente, que entre la Corona de Castilla y don Fernando, tras la muerte de la reina doña Isabel, lo único que se interponía, era su hija doña Juana. Señoría; creemos que esto explicará los hechos que vamos a exponer a continuación.
JUEZ: Prosiga.
ACUSACIÓN: Don Fernando. ¿Es verdad que siempre habéis tenido fama de saber engañar con gran habilidad y de firmar Tratados que llevaban implícito su incumplimiento por vuestra parte?
DEFENSA: ¡Protesto! El Sr. Abogado está tachando a D. Fernando de tramposo y pretende que él mismo se inculpe.
JUEZ: Se acepta.
ACUSACIÓN: Está bien. Podríamos llamar a declarar aquí a S.M. el rey de Francia don Luis XII. ¿Creéis que es necesario, o responderéis vos mismo?
FERNANDO: Responderé, si puedo.
ACUSACIÓN: ¿No es cierto que Luis XII declaró públicamente que lo habías engañado dos veces?
FERNANDO: Es cierto, lo dijo públicamente.
ACUSACIÓN: ¿Y es verdad que vos montasteis en cólera al saberlo?
FERNANDO. [Sonriendo irónico] Es cierto.
ACUSACIÓN: ¿Por qué?
FERNANDO: [Sigue sonriendo]: Porque mentía.
ACUSACIÓN: Es decir, que vos jamás lo habíais engañado.
FERNANDO: [Con ironía]: No. No es eso.
ACUSACIÓN: Entonces, decid al Juez y al Jurado a qué se debió vuestro enfado.
FERNANDO: Ya os he dicho que mentía; dijo que le había engañado dos veces y eso era falso. La verdad es que le engañé por lo menos diez veces. [Murmullos].
JUEZ: ¡Silencio! [A la Acusación]: Puede continuar.
ACUSACIÓN: Mientras doña Juana vivió en vuestra casa ¿dio alguna vez motivos para creer que padecía alguna enfermedad mental?
FERNANDO: No.
ACUSACIÓN: Y ¿después de casada?
FERNANDO: Tenía reacciones muy fuertes a causa de su marido.
ACUSACIÓN: Consideráis, pues, que tenía motivos para estar furiosa contra él.
FERNANDO: Así es. Don Felipe la trataba sin respeto alguno y ella era demasiado exigente.
ACUSACIÓN: ¿Exigente, es lo mismo que loca?
FERNANDO: Claro que no. Pero doña Juana era muy celosa.
ACUSACIÓN: Luego vos nunca creísteis en su locura.
FERNANDO: No.
ACUSACIÓN: Entonces, tras la muerte de vuestra esposa, ¿Por qué promovisteis y firmasteis públicamente una declaración de incapacidad contra ella?
FERNANDO: Porque era la única forma de parar la ambición de su marido. Al mismo tiempo, firmé un documento secreto que lo explicaba así. El testamento de mi esposa, doña Isabel, especificaba, que si ella no quería o no podía gobernar, yo mismo debía hacerlo. Además, doña Juana, mi hija me lo pidió muchas veces.
ACUSACIÓN: Luego realmente, nunca creísteis que estaba incapacitada, o loca. Lo declarasteis así, por razón de estado.
FERNANDO: Así es.
ACUSACIÓN: [Con gesto grandilocuente y elevando cada vez más la voz] ¿Queréis explicar entonces a este Jurado por qué la encerrasteis de por vida y disteis órdenes tajantes de que no se le permitiera hablar con nadie? ¿Queréis explicar por qué razón condenasteis a vuestra propia hija a 48 años de prisión? ¿Queréis explicar por qué doña Juana no pudo volver a ver a sus hijos y por qué no salió del castillo de Tordesillas hasta su muerte?
FERNANDO: [Muy nervioso] Yo no fui responsable de todo eso.
ACUSACIÓN: Vuestras órdenes eran muy precisas. Mandasteis que fuera aislada de por vida y vuestros sucesores, no hicieron más que seguir instrucciones. Pero no habéis contestado a mi pregunta: ¿Por qué lo hicisteis? ¿Para gobernar vos mismo? Porque si así fuera, ella podía haber sido liberada después de vuestra muerte. Una vez más, Alteza: En nombre de Dios, ¿Por qué lo hicisteis?
FERNANDO: Lo hice por el bien del Reino.
ACUSACIÓN: ¿En qué podía beneficiar al reino el encierro de vuestra hija, si estaba sana y era capaz de reinar, como legítimamente le correspondía? A lo largo de toda vuestra vida habéis demostrado una clara inteligencia, que como tal ha sido reconocida históricamente; vos nunca haríais nada sin una buena razón. ¿Cuál es la razón oculta por la que encerrasteis a doña Juana?
FERNANDO: Ya lo he dicho; por razón de estado.
ACUSACIÓN: Espero que el Jurado tome buena nota de que os negáis a responder. Pero volvamos al principio de vuestra declaración: habéis dicho que amabais a vuestra hija ¿no es así?
FERNANDO: Así es.
ACUSACIÓN: Decid pues: ¿por qué en vuestro testamento, en el que tanto os preocupaba la suerte de vuestra segunda esposa, doña Germana de Foix, no recordasteis ni una sola vez a doña Juana, a quien dejabais prisionera junto con vuestra nieta, ambas en condiciones que conocíais muy bien y sin poder recurrir a la ayuda de nadie? ¿Eso es amar a una hija?
FERNANDO: El modo en que yo amara o no a mi hija, no es asunto de esta Corte.
ACUSACION: Pudiera ser; hay que atenerse a los hechos. Voy a interrogaros sobre otro hecho que sí es asunto de esta Corte. ¿Por qué, cuando supísteis que había llegado vuestra hora, disteis órdenes severísimas de que se ocultara vuestra muerte a doña Juana?
FERNANDO: Para no causarle más dolor.
ACUSACIÓN: ¿Qué dolor podría ser superior al de ser enterrada en vida? Puesto que os hallabais a punto de morir, y ya no podía interesaros el gobierno, podías haber ordenado su liberación. Muerto don Felipe, desaparecía la razón de estado. ¿No será más verdad, que vuestra hija os temía y quisisteis aseguraros de mantener ese temor después de muerto? ¿O es que temíais que hablara? Decid Alteza, ¿qué secreto tan grave había que ocultar, que ella debía pagarlo con su vida y acaso con la de su propia hija, vuestra nieta doña Catalina?
DEFENSA: ¡Protesto! Señoría, la acusación está presuponiendo motivaciones.
JUEZ. Se acepta.
ACUSACIÓN: No se trata de una opinión, Señoría. Sólo intento forzar al testigo para que nos ofrezca una razón convincente. Su silencio demuestra que debió haberla, que tenía que ser muy poderosa y que se nos ha ocultado. Don Fernando ha declarado que no la encerró porque estuviera loca, como se creyó entonces y como hemos creído hasta ahora.
JUEZ: La protesta no ha lugar. Pero recuerde, abogado, que debe atenerse a los hechos y dejar a un lado cualquier tipo de sugerencia que pueda inducir al jurado a considerar móviles que tal vez no concurrieron. Puede continuar.
ACUSACIÓN: Decid, don Fernando: ¿creéis haber sido un buen ejemplo para vuestros hijos?
FERNANDO: Creo haber sido un buen rey.
ACUSACIÓN: ¿Para ser un buen rey, hay que ser un mal padre?
DEFENSA: ¡Protesto, Señoría! La Defensa está prejuzgando al testigo.
JUEZ: [A la Acusación] Abogado, explique a dónde quiere llegar con esa pregunta.
ACUSACIÓN: Señoría. De todos son conocidas las aventuras de don Fernando y la historia registra los nombres de sus hijos, habidos con otras mujeres, antes y durante su matrimonio. No queremos obligar a doña Isabel a declarar en contra de su marido, pero sabemos que ella sufrió y mucho, a causa de sus repetidas aventuras amorosas, aunque su carácter le impidiera exteriorizarlo. Intentamos demostrar que la conducta de don Fernando, pudo ser causa, a la larga, de la celosa actitud de doña Juana. Ella vio en su familia un claro ejemplo de lo que puede ser un marido infiel, vio el sufrimiento y la humillación de su madre y no deseaba, bajo ningún concepto, que la historia se repitiera en su propio matrimonio. Esto atenuaría posibles reproches sobre la actitud de doña Juana.
JUEZ: No se admite la protesta. La Acusación puede continuar si lo desea.
ACUSACIÓN: Sí, Señoría: Creemos que el verdadero carácter de don Fernando y su comportamiento con sus hijas, se vería mejor si ellas mismas declarasen en esta sala. Sin embargo, antes hemos de abordar otro aspecto de su... personalidad, que creemos será esclarecedor. Decid, don Fernando: ¿Cómo llegasteis al trono de Castilla?
FERNANDO: Por mi matrimonio con la heredera doña Isabel. Todo el mundo lo sabe.
ACUSACIÓN: Todo el mundo sabe que os casasteis con la entonces princesa doña Isabel, pero sabemos también que ese matrimonio no llevaba implícito el trono. ¿podéis explicar por qué?
FERNANDO: Porque había otra aspirante, doña Juana, la Beltraneja.
ACUSACIÓN: Decid, don Fernando, ¿no es cierto que los aspirantes al trono erais más bien vos y doña Isabel, puesto que doña Juana a quien arbitrariamente apodáis "Beltraneja" era la legítima heredera, como hija del rey don Enrique IV de Castilla, con mejor derecho que doña Isabel, que no era sino medio hermana de don Enrique?
FERNANDO: Bueno, eso era muy discutible. El mismo rey desheredó a doña Juana y aceptó la acusación implícita de que era hija de don Beltrán de la Cueva.
ACUSACIÓN: Ya comprendo, Alteza: por eso don Beltrán, aquel osado hidalgo que se atrevió a mantener relaciones íntimas con la Reina, se convirtió en hombre de vuestra mejor confianza y combatió a vuestro lado contra su propia hija. Todos sabemos, Señor, que esa paternidad nunca fue probada, y que, fuera o no hija biológica de don Enrique, doña Juana era legítima de acuerdo con las leyes, por el solo hecho de haber nacido dentro de un matrimonio legítimo. Pero, seguro que vos, tan astuto siempre con los documentos que firmábais, recordáis que don Enrique, afirmó haber hecho aquella declaración para evitar la guerra y que luego se desdijo rotundamente.
FERNANDO: Lo recuerdo. Pero cuando se desdijo ya era tarde, las Cortes habían proclamado a doña Isabel.
DEFENSA: [Al Juez] Protesto, Señoría: No vemos la relación de esos hechos con los que tratamos de juzgar.
ACUSACIÓN: Señoría, tienen relación y mucha, con la personalidad del testigo. Creemos que a través de la relación de estos hechos, llegaremos a establecer que don Fernando dispone de lo que vulgarmente llamaríamos una "manga muy ancha" cuando se trata de justificar sus acciones y una extraordinaria capacidad para el engaño y la maniobra. Esta Acusación intenta al menos evitar que pueda confundir al Jurado.
JUEZ: La protesta no ha lugar, por el momento. Suponemos que la acusación dispone de pruebas de lo que acaba de decir.
ACUSACIÓN: Así es, Señoría, hay pruebas documentales, e incluso testimonios, si el de don Fernando no fuera suficiente.
JUEZ: Continúe.
ACUSACIÓN: Don Fernando: Todos sabemos que el verdadero medio por el que llegasteis al trono de Castilla, vos y doña Isabel, o mejor dicho, Doña Isabel y vos, fue la guerra. ¿No es así?
FERNANDO: Así es, efectivamente. Fue una guerra en defensa de nuestros derechos.
ACUSACIÓN: ¿No deberíais decir mejor vuestras pretensiones, como se ha aclarado hace unos momentos?
FERNANDO: Bueno. Justas pretensiones.
ACUSACIÓN: Pretensiones fundamentalmente basadas en la presunta ilegitimidad de doña Juana, en contra de los deseos del difunto rey, aclarémoslo. ¿Es cierto que una vez derrotados los partidarios de la heredera, la condenasteis no solo al destierro perpetuo en Portugal, sino que la obligasteis a recluirse en un convento por el resto de su vida?
FERNANDO: Así es.
ACUSACIÓN: ¿Y respaldados con la fuerza que entonces os dieron las armas la obligasteis a firmar documentos en los que renunciaba a sus derechos y juraba guardar silencio sobre ellos?
FERNANDO: Las guerra fue justa y contribuyó a confirmar la realidad: ella no tenía derecho al trono.
ACUSACIÓN: [Al Jurado] Tomen nota, Señores de lo que acaban de oír: doña Juana, hija del fallecido rey don Enrique IV no tenía derecho al trono, porque ese derecho correspondía a doña Isabel, medio hermana del mismo rey. ¿No es así, don Fernando?
FERNANDO: Sin duda.
ACUSACION: Entonces, Alteza, decid, recordando, por una parte, que estáis bajo juramento y por otra, que hay documentos relativos a lo que voy a preguntaros: ¿No es cierto que cuando murió vuestra esposa doña Isabel, pedisteis al rey de Portugal la mano de doña Juana, llamada la Beltraneja?
FERNANDO: [Confuso] Es cierto.
ACUSACIÓN: ¿Y no es igualmente cierto que lo hicisteis para recuperar el trono de Castilla, basado en los derechos de doña Juana, los cuales habías negado y combatido con las armas? ¿No es cierto que así os convenía cuando murió don Enrique y que en cambio, al morir doña Isabel, os pareció oportuno probar lo contrario, reconociendo la injusticia de aquella guerra y demostrando implícitamente que vuestro acceso al trono no fue más que una usurpación?
FERNANDO: [Muy nervioso] El hecho es que no me casé con ella.
ACUSACION: No os casasteis porque ella no quiso, aclarémoslo. Pero sin duda disponíais de documentos fehacientes que demostraban su legitimidad, de lo contrario, aquella petición de mano no tenía sentido.
DEFENSA: ¡Protesto! La acusación habla de documentos que nadie ha visto.
JUEZ: Si la acusación no puede demostrar la existencia de esos documentos, debe abstenerse de utilizarlos en contra del testigo.
ACUSACIÓN: Señoría: Ciertamente nadie ha visto esos documentos, sin embargo, se sabe que doña Isabel los reclamó en repetidas ocasiones e incluso sometió a tortura a varias personas para que declaran donde habían sido escondidos. También se sabe que don Fernando los recuperó tras la muerte de su esposa, y se desprende que disponía de ellos del hecho de que pidiera en matrimonio a doña Juana, puesto que sólo en ellos podía apoyarse para destronar a don Felipe, una vez declarada la incapacidad de su hija.
JUEZ: Don Fernando ¿disponíais de esos documentos?
FERNANDO: [Secamente] Sí.
JUEZ: La protesta no ha lugar. [A la Acusación] Prosiga.
ACUSACION: Señoría, Señores del Jurado: Creo que lo que acabamos de oír demuestra sobradamente la credibilidad de don Fernando. Todo cuanto se interpusiera entre él y el trono de Castilla, había que destruirlo sin contemplaciones. Un hombre que no dudó en hacer la guerra contra los derechos de doña Juana, sabiendo la injusticia que cometía, que la obligó a recluirse en un convento de por vida y que después solicitó casarse con ella, alegando los mismos derechos que había negado y combatido, es capaz de todo. El hecho de pedir la mano de doña Juana, para recuperar el trono, confirma que todo su reinado con doña Isabel, fue una usurpación, y el encierro de doña Juana una injusticia, pero le daba lo mismo, con tal de mantenerse en el trono. Nos preguntamos si podemos considerar fiable su testimonio en relación con el encierro posterior de su propia hija, que también entonces, no era sino un obstáculo para sus ambiciones.
JUEZ: Esta Corte y el Jurado aceptaron en su momento la capacidad del testigo. Es a la Acusación y a la Defensa a quienes corresponde demostrar al Jurado su credibilidad o no.
ACUSACION: Señores: Esta acusación desea dejar constancia de que no tratamos de enjuiciar la capacidad de don Fernando como estadista, que reconocemos, así como los buenos resultados de su reinado junto a doña Isabel. Se trata exclusivamente de demostrar que era también capaz, sobradamente, de recurrir a cualquier cosa para obtener sus fines, y que los medios a los que recurría en ciertas ocasiones, podían estar completamente exentos de moralidad. Este es el hecho que, en definitiva, deseamos resaltar en relación con su decisión sobre el encierro de la reina doña Juana, su hija. No preguntaremos más por ahora. [Se sienta el Acusación y se adelanta la Defensa]
JUEZ: El testigo puede retirarse. [Fernando abandona el estrado].
___________________________________________________
Continua:
http://atenas-diariodeabordo.blogspot.com.es/2012/10/proceso-juana-i-de-castilla-segunda.html
___________________________________________________________
___________________________________________________________
Yo rectificaría, fueron 46 años en Tordesillas hasta morir allí. Yo escribí de Tesis Doctoral a Doña Juana de Castilla, bueno pues un saludo afectuoso. Una cosa a revisar, en el castillo de la Mota fue la primera vez que la hija siendo adolescente propio de todo adolescente para lograr la INDIVIDUDACIÓN, solo ahí doña Juana puso por 1ª vez límites a su madre para que se la respetara como todo adolescete, Supongo que conocerás a Ernesto Caballero, pensamos hacer algo por Doña Juana porque nuestras tesis son semejantes, Juana Reina de Castilla La Maltratada. Soy Clínica pero gustosa de contacto con quien quisiera
ResponderEliminarsiJuana es una de los Personajes. Es curioso lo publicado es muy curioso, aunque no nos encontremos en clínica, obviamente. Si en algún momento queres contacto yo te mando mi telefono e intercambiamos, Mi itinerarario entre otros, cuando acabe esto seguir mi linea de intentar queiaar el apodo a la Reina Doña Juana De Castilla, Un saludo afectuoso y sincero, Maruxa Oñate Español Dra. en Psicologia Clinica Nº de colegiada M-1407 maruxita@telefonica.net
Perdona se me oolvidaba, mis abuelos Pedro Español eran de Ferrol y allí vivió mucho tiempo uno de sus hijos Nicolas Español Yglexias, tenia una farmacia, era farmaceutico, bueno pues origen similar, tuve la gran suerte de que mis abuelos vivieran en casa paterna y disfruté enormemente de ellos así, Un abrazo Maruxa
ResponderEliminar