1814. El Joven Schubert (17 años). Viena, 31.1.1797-19.11.1828.
Josef Abel. Kunsthistorisches Museum.
Una Biografía y una Sinfonía, de las que podríamos decir que se funden o incluso, que se confunden, por ser ambas, incompletas; truncadas, o tal vez no. ¿Cómo saberlo? Si no es posible tomar medidas a la genialidad o a la creación, quedaría mucho más lejos del alcance humano la posibilidad de deducir si Franz Schubert vivió lo suficiente, o lo que habría podido ofrecer a la posteridad, si hubiera vivido más tiempo. Ciento veinte obras inacabadas, harían pensar que tal vez el compositor no quiso adaptarse a los esquemas compositivos, porque, lo que no cabe pensar en modo alguno, es que no pudiera o no supiera hacerlo.
Schubert compuso en todos los géneros musicales, excepto el concierto y aunque en su obra se advierten ciertas influencias, su trabajo es, sin embargo, completamente distinto y nuevo.
El infortunio de Franz Schubert –si es que se puede emplear este término-, no consistió en la brevedad de su existencia, ni en el hecho de que parte tan numerosa de su obra quedara incompleta; sino en que fuera incomprendida. Siendo incondicional admirador de la poesía de Goethe y de la música de Beethoven, no consiguió el reconocimiento de ninguno de los dos, ni tampoco el de su obra en general, por parte del público, aun considerando que la mayor parte no había sido publicada cuando él murió.
Sin embargo, podría ser cierta la anécdota que Anton Schindler, biógrafo de Beethoven, consignó en un artículo publicado en 1831 en el Theaterzeitung. Escribió que en 1827 se había producido un encuentro entre Schubert y Beethoven, durante el cual, este último tuvo ocasión de examinar algunos lieder de su gran admirador. Schindler dice que Beethoven comentó: ¡Realmente hay en Schubert un destello divino!
Desconozco por qué razón existen dudas sobre la posibilidad de que este comentario se produjera, pero aquí cabría, en su justa medida, aplicar la vieja expresión italiana: Se non è vero è ben trovato.
El hecho es, que aunque murió a los 31 años, Franz Peter Schubert se convirtió en uno de los grandes compositores del siglo XIX y es maestro incuestionable y por excelencia, de esos poemas que él convirtió en partituras para una voz, que podía ser acompañada por piano solo, o bien por todo un conjunto instrumental; los lieder.
Duodécimo hijo de una familia de catorce, de los que cinco alcanzaron la madurez, su padre, Franz Theodor, párroco y maestro, le dio las primeras lecciones de violín y su hermano Ignaz le enseñó piano, mientras que el Kapellmeister de la iglesia de Lichtental, Michael Holzer, le inició en canto, bajo continuo y órgano. En el cuarteto de cuerda familiar en el que su padre tocaba el violoncello, y sus hermanos Ignaz y Ferdinand, el violín, él tocaba el alto, un instrumento muy parecido al violín, pero más grande y más grave.
Desde 1808 –a los once años-, Schubert fue primer soprano en la iglesia de Lichtental y ese mismo año fue admitido por concurso en el coro de la Capilla Imperial de Viena, lo que le permitió estudiar en el Stadtkonvikt o Akademisches Gymnasium, un internado vienés frecuentado por hijos de familias acomodadas, donde recibió una enseñanza de calidad, pero cuya severidad y disciplina, hicieron que el compositor se relacionara poco y sufriera una dolorosa nostalgia del hogar familiar.
El Stadtkonvikt de Viena
Schubert prestaba poca atención a todo lo que no fuera aprender música, materia en la que destacó muy pronto. Estudió Teoría y Bajo Continuo con Wenzel Ruzicka, organista de la Corte y, a partir de 1812, Composición y Contrapunto con Antonio Salieri, Director Musical en la Corte de Viena.
Después entró a formar parte de la Orquesta del Konvikt, como segundo violín, progresando sucesivamente hasta convertirse en Director. Allí conoció a algunos miembros de un grupo de jóvenes idealistas: Albert Stadler, Josef Kenner y, sobre todo, Joseph von Spaun, con los que llegó a tener una gran amistad; ellos lo introdujeron en el ambiente intelectual de la ciudad de Linz y se convirtieron en los fundadores de lo que sería el Círculo de los Schubertianos.
Durante este fase de formación empezó a componer, a pesar de las reticencias de su padre y, a partir de 1810 creó sus primeras composiciones: Fantasías, Danzas para piano y lieder, al mismo tiempo que escribía Cuartetos para Cuerda destinados al grupo familiar, además de oberturas y conjuntos vocales para la clase de Salieri. En 1813 compone la I Sinfonía en Re Mayor, D. 82 –con un espléndido adagio en su primer movimiento-, así como su primera ópera, Des Teufels Lustschloss, D. 84.
En 1813 le cambió la voz y sus resultados escolares, pasables al principio, se fueron degradando, por lo que abandonó el Konvikt para ingresar en la Escuela Normal de Sainte–Anne, donde se preparó como profesor hasta 1816, para poder ser ayudante de su padre.
En 1814 conoció, por intermedio del grupo de Linz, al poeta Johann Mayrhofer, que le inspiró numerosos lieder, y en 1815, a Franz von Schober, uno de los espíritus más brillantes de la época, quien tendrá un papel determinante en la vida social e intelectual del compositor.
Johann B. Mayrhofer. Schwind.
Dos óperas y 47 canciones de Schubert están basadas en poemas de Mayrhofer –algunas de ellas sobre temas mitológicos de la antigua Grecia, como Iphigenia; Orestes auf Tauris; Fragments aus dem Aischylos, etc.–. En sus últimos años se enamoró de una muchacha de 15 años; Maryhoffer, que era hipocondríaco, se suicidó precipitándose desde la ventana de su despacho en Viena.
Schober ante el Torup Castle, en Malmø, Suecia. L. Kupelwieser
En cuanto a Schober, había nacido en Suecia, pero sus padres eran austriacos. Estudiaba Filosofía en Viena cuando conoció a Schubert y a sus amigos, Mayrhofer, Joseph von Spaun y a los pintores Leopold Kupelwieser y Moritz von Schwind. Trabajó algún tiempo como actor en Breslau, bajo el pseudónimo de Torupson y, en la década de los 40 mantuvo estrecho contacto con Liszt. Casado en 1856 vivió en Budapest, Munich y Dresden. Escribía poemas líricos y, en 1821 redactó para Schubert el libreto de Alfonso und Estrella.
En 1815, cuando Schubert aún estudiaba con Salieri, conoció al músico Anselm Hüttenbrenner, quien le introdujo el ambiente musical de Graz y antes de cumplir los 18, compuso la Misa nº 1 en Fa Mayor, D. 105, para la celebración del centenario de la iglesia de Lichtental, donde se estrenó con gran éxito. En aquella oportunidad su padre le regaló un piano.
De 1814 son también, el Cuarteto de Cuerda nº 8 en Si bemol Major, D. 112; la Sinfonía nº 2 en Si bemol Mayor, D. 125, y su primera obra maestra en el campo del lied: Gretchen am Spinnrade -Margarita en la rueca.
El Cuarteto de Cuerda familiar se convirtió en un conjunto de cámara y después en orquesta, pasando por varios directores, entre ellos, Otto Hatwig, bajo cuya batuta actuó en el Gundelhof de Viena.
Los años 1815 y 16 fueron muy productivos; en febrero compuso la Sonata para Piano nº 1 en Mi Mayor, D. 157 y en marzo, la Misa nº 2 en Sol Mayor, D. 324. En febrero de 1816 compuso el Stabat Mater en Fa menor, D. 383, sobre un texto alemán de Klopstock; en abril, la Sinfonía nº 4 en do menor, Trágica, D. 417; en julio, Misa nº 4 en Do Mayor, D. 452 y, ya en el otoño, la Sinfonía nº 1 en Si bemol Mayor, D. 485.
Franz Schubert, 1827. Anton Depauly
Durante el mismo período creó más de 200 lieder; entre ellos Der Wanderer –El Viajero, D. 489. Entre tanto, continuaba el aprendizaje con Salieri, pero cada vez sentía más la enseñanza como un freno, motivo por el que solicitó un puesto de Director de Orquesta en la ciudad de Ljubljana, entonces llamada Laibach, al mismo tiempo que trató de interesar a Goethe en un proyecto de publicación de sus lieder, aunque no lo consiguió.
En 1816, Schubert abandonó la escuela de su padre y la enseñanza de Salieri, pasando a alojarse en la casa de su amigo Franz von Schober, a la que volvería en distintas ocasiones. Allí empezó seis sonatas para piano y muchos lieder, entre ellos, los celebérrimos Der Tod und das Mädchen –La Muerte y la Doncella, y Die Forelle, –La Trucha, op. 32, D. 550.
Schubert había pasado del entorno familiar a un grupo social mucho más amplio, a la vez que se rodeaba de jóvenes intelectuales. Sus amigos del Konvikt le presentaron a personas muy conocidas, como el barítono Johann Michael Vogl, solista de la Ópera, y le abrieron la puertas de los salones burgueses, como el de los Sonnleithner, o el de los Esterházy, que le ayudarían a darse a conocer ofreciendo sus obras en veladas musicales y contribuyendo a sus primeras publicaciones.
En 1818 fue contratado como maestro de música de los hijos de conde Esterházy, por lo que acompañó a la familia durante las vacaciones de verano en Zseliz, Hungría, hoy Zeliezovce, en Eslovaquia, donde compuso muchas obras para piano a cuatro manos; así, la Sonata nº 1 para Piano a Cuatro Manos en Si bemol, D. 617 y las Ocho Variaciones sobre un Canto Francés, D. 624, que constituyen su primera obra instrumental, publicada en 1822, como opus 10.
De vuelta en Viena se alojó en una casa que compartíó con el poeta Mayrhofer y en el verano de 1819 acompañaba a Johann Michael Vogl en un viaje por la Alta Austria; Linz y Steyr, donde se inspiró para componer el Quinteto para Piano y Cuerda, La Trucha. D. 667.
En los lieder de esta época, Schubert se centra en la poesía romántica con la musicalización de poemas de Novalis y de Friedrich Schlegel.
Si bien la primera obra publicada de Schubert fue el lied Erlafsee, D. 586, sobre un texto de Mayrhofer, que apareció como suplemento de una antología ilustrada de paisajes de Austria, la primera ejecución pública de uno de su lieder, Schäfers Klatgelied, –Canción el Pastor Klatge, D. 121, se produjo el 28 de febrero de 1819.
Desde entonces, hasta 1823, el estilo de Schubert evolucionó de forma visible, abandonando progresivamente los modelos heredados, a pesar de que escribió poco y, la mayor parte de las composiciones quedaron sin terminar. Así el Oratorio Lazarus D. 689; el Cuarteto para Cuerda nº 12 en do menor, D. 703, más conocido como Quartettsatz, o la Sinfonía nº 8 en si menor, Incompleta, D. 759.
Este período cuyos límites no están bien definidos, suele entenderse como un tiempo de crisis, en sentido, quizás, de cambio. Además de su intensa evolución estilísitica, que le llevó a renovar los géneros en los que ya había compuesto numerosas obras –cuarteto, sonata, sinfonía, misa-, es evidente que cambió de orientación, acorde con los poetas románticos, como Schlegel, Rückert o Platen; lo que cambió también su relación con el público y modificó notablemente su forma de componer.
En esta época, la notoriedad de Schubert superó el marco de los salones literarios y las orquestas amateurs, e intentó acercarse al gran público con obras dramáticas como el Singspiel Die Zwillingsbrüder –Los Hermanos Gemelos, D. 647, o el divertimento Die Zauberharfe –El Harpa Encantada, D. 644, que se representaron en el verano de 1820 en el Theater an der Wien. Aunque el éxito no fue muy sonado, su nombre empezó a ser conocido, hecho al que contribuyeron las ejecuciones de sus lieder por Johann Michael Vogl. Casi al mismo tiempo, en 1821 el editor Diabelli, publicaba su opus nº 1, Der Erlkönig –El Rey de los Ogros, D. 328, que había compuesto en 1815.
El círculo de los schubertianos también se amplió; además del pintor Leopold Kupelwieser, el tenor Ludwig Schnorr von Carolsfeld y, sobre todo, Moritz von Schwind, también pintor, Schubert frecuentó a Friedrich Schlegel, filólogo, crítico, poeta e hispanista, cuyas teorías sobre el arte, así como las de su hermano August Wilhelm, Schubert asumió y cuyos poemas puso en música desde 1816-; todos ellos tendrían una influencia determinante en su nueva estética.
Fue a partir de 1821, cuando las reuniones de amigos en torno a la música de Schubert empezaron a llamarse Schubertiades. Ese mismo año se convirtió en miembro de la influyente Société des amis de la Musique de Viena, después de haberlo intentado en vano, en 1818.
Schubertiade con Schubert al piano. Julius Schmid, 1897.
Wiener Männergesang-Verein
Se dice que en cada schubertiada, el compositor creaba un nuevo lied al azar de los instrumentos que se emplearan aquel día, así como algunas piezas para piano a cuatro manos, que en ocasiones –esto también se dice–: Clara Wieck interpretaba a dúo con Mendelssohn, lo que encendía angustiados celos en Schumann.
Las óperas que compuso en 1822-23, Alfonso und Estrella, sobre un libreto de Schobert, y Fierrabras, de Kupelweiser, son mucho más completas y mejores que las obras precedentes, pero, seguramente a causa de las intrigas propias del ambiente teatral, no fueron representadas, lo mismo que el singspiel Die Verschworenen –Los Conjurados, D. 787, con libreto de Ignaz Franz Castelli, que sin embargo, se estrenó con éxito en 1861, aunque posteriormente no ha vuelto a verse representado.
El 20 de diciembre de 1823 se estrenaba Rosamunde, una obra de Helmina von Chezy, periodista y poeta, para la cual Schubert compuso la música de escena. Aunque acogida favorablemente, fue, sin embargo, retirada después de la segunda representación.
A finales de 1822 o principios de 1823 Schubert contrajo una infección venérea cuyos indicios hicieron pensar en la sífilis y, aunque en 1823 pasó un tiempo en el Hospital General de Viena, su salud, aun con breves períodos de mejoría, no dejó de empeorar, quizás a causa, precisamente, del tratamiento habitual en la época, a base de mercurio.
A finales de 1822 compuso la Fantasía en Do Mayor, Wanderer, op. 15. D. 760 –del Viajero–, que se publicó el año siguiente. Sus acordes y melodías impresionaron profunda y favorablemente a Franz Liszt, que dijo haber estudiado la obra en profundidad, hasta el punto de que él mismo escribió una versión de la misma para piano y orquesta.
Schubert logró completar por entonces un gran conjunto de obras de estilo completamente personal; el ciclo de lieder Die Schöne Müllerin –La Bella Molinera. D. 795, que supuso una gran renovación en la historia del lied. En 1824, mostrando ya absoluto dominio de su personal estilo, compuso obras que sí terminó
Los lieder de entonces, se adaptan a un cambio de orientación literaria: los poetas románticos cedía poco a poco su espacio en el ánimo del compositor, a los poetas del pesimismo, como Wilhelm Müller, ya consagrado por entonces.
Wilhelm Müller, Poeta. Autor de La Bella Molinera y Winterreise, fallecido a los 32 años. Johann Heinrich Beck?
Otros poetas nobeles a cuya celebridad contribuyó la música de Franz Schubert, fueron, los austriacos Leitner y Seidl y los alemanes, Schulze, Rellstab y Heinrich Heine; el último romántico, gran admirador de Cervantes y autor de un famoso prólogo para el Quijote.
Heinrich Heine, 1831. Moritz Daniel Oppenheim
Kunsthallede Hambourg
Tras el fracaso de Rosamunde, Schubert abandona por un tiempo la composición de obras dramáticas y a partir de 1824 compone sobre todo, música de cámara: Variaciones para Flauta y Piano, D. 802; Octeto para Cuerda y Viento, D. 803; el Cuarteto para Cuerda nº 13 en La menor, Rosamunde, D. 804; el Cuarteto para Cuerda nº 14 en Re menor, La Muerte y la Doncella, D. 810 y la Sonate Arpeggiones, D. 821.
Durante el verano de aquel año –1824– vuelve con la familia Esterházy a Zseliz y compone una serie de obras para piano a cuatro manos entre las que está la Sonata nº 2 en do Mayor, o Grand Duo, D. 812 y las Variaciones en La bemol Mayor, D. 813. Los recuerdos de Hungría le inspiran el Divertissement à la Hongroise, D. 818.
Walter Scott. Henry Raebrunn. National Galleries of Scotland.
En 1825 Schubert descubre la poesía de Walter Scott, que le inspira diez composiciones, de las que siete proceden de Das Fräulein vom See -La Dama del Lago-, de 1810, obra en la que Scott abandonaba el tema tradicional del Rey Arturo y su espada Excálibur, para narrar la rivalidad entre Jacobo V de Escocia y el clan de los Douglas-. Las partituras de Schubert se publican en 1826 en edición bilingüe y, una de ellas, Ellens dritter Gesang –Tercer Canto de Ellen, D. 939, obtiene inmediatamente una enorme popularidad, bajo el título, Ave María; el personaje de Ellen canta a María pidiendo ayuda para su padre, exiliado al principio de la guerra contra el rey de Escocia.
Schubert escribió a su padre: Mis nuevas canciones de la Dama del Lago, de Scott, tuvieron mucho éxito. Se maravillaron enormemente ante la piedad que expresé en un himno a la Virgen que parece penetrar en las almas.
El verano de 1825, Schubert emprende, en compañía de Vogl, a un largo viaje por Linz, Steyr, Salzbourg, Gastein y Gmunden, ofreciendo una serie de conciertos, dedicados, entre otros, a los Cantos de Walter Scott y a la Sonata nº 16 en la m. D. 845. En Gastein, Schubert compone la Sonata nº 17 en Re M., D. 850, y empieza la Sinfonía n.º 9, en do mayor, D. 944, La Grande, que no terminó hasta el año siguiente. Rechazada en un principio, no apareció hasta 1838, cuando, ya fallecido el compositor, Schumann encontró el manuscrito en casa de Ferdinand Schubert, en Viena. Sólo entonces fue presentada públicamente en Leipzig, bajo la dirección de F. Mendelssohn.
Cuando Schumann descubrió la Grande, en 1839 se la propuso a Mendelssohn, entonces director de la Orquesta del Gewanhaus de Lipsia. El 21 de marzo se presentó la obra, limitada a sus dos primeros movimientos y Schumann escribió en su revista: En esta Sinfonía se esconde algo más que una simple melodía y sentimientos de alegría y de dolor, que la música ha expresado ya otras veces de cien maneras; esta te conduce a una región en la cual no podemos recordar que hayamos estado antes. Además de una magistral técnica musical de la composición, está la vida en toda su fiebre. Y la divina duración de esta sinfonía es como un ligero romance en cuatro volúmenes que no termina nunca, por la óptima razón de que permite al oyente crear su continuación.
Schumann se revelaba así como un gran crítico, ya que la Sinfonía de Schubert anticipó los temas que después emplearon Bruckner o Mahler.
De hecho, Mahler admiraba la obra de Schubert, especialmente, La Muerte y la Doncella, que en 1894 dirigió en la Ópera de Hamburgo, después de ampliar la orquestación de la partitura original, respetando profundamente el espíritu de la obra y la imagen de la proximidad de la muerte.
La fama de Schubert aumentó notablemente y sus obras fueron interpretadas por grandes instrumentistas como Ignaz Schuppanzigh o el pianista Carl María von Bocklet. Sus primeras Sonatas publicadas –D. 845 y D. 850-, le supusieron notables ingresos procedentes de los editores y fueron objeto de críticas muy favorables en los periódicos de Francfort y de Leipzig. En 1825 fue elegido miembro suplente en la dirección de la Societé des Amis de la Musique.
En 1826 compuso el Cuarteto para Cuerda nº 15 en sol M. D. 887 y la Sonata nº 18 en Sol M. D. 894, op. 78.
Pero hacia finales de 1826 parece que el gusto del público no había evolucionado al ritmo de sus creaciones: una ejecución proyectada de la Sinfonía en Do M., tuvo que ser abandonada y además se produjeron disparidades en el círculo de los Schubertianos. El compositor reordenó su obra; a las Sonatas siguieron dos series de Impromptus –D. 899 y D. 935-. En el terreno de la música de cámara, compuso dos grandes Tríos para Piano y Cuerda en Si bemol M. D. 898 y en Mi bemol M. D. 929.
Schubert. Melegh, 1827
En marzo de 1827 muere Ludwig van Beethoven. Schubert participa en sus funerales, llevando una antorcha. Sorprendentemente, o quizás, no tanto, la desaparición de aquel que era reconocido como el más grande músico de su tiempo, parece transformarse en un elemento liberador y, durante los veinte meses que le quedaban de vida, Schubert solo compuso obras maestras, como el ciclo de lieder Winterreise –Viaje de Invierno, D. 911.
Secretamente, en el fondo de mi corazón, todavía espero ser capaz de hacer algo por mí mismo, pero ¿quién puede hacer algo después de Beethoven? –habría dicho Franz Schubert, según Joseph von Spaun.
En junio de ese año se convierte en titular de la dirección de la Societé des Amis de la Musique y empieza la composición de la ópera Der Graf von Gleichen, D. 918 sobre un texto de Bauernfeld. En el verano viajó a Graz y, un año después de la muerte de Beethoven, se produjo el primer concierto totalmente basado en obras de Schubert-, lo que constituyó un enorme éxito, algo ensombrecido, quizás, a causa de la presencia en Viena de Niccolò Paganini.
Schubert. Wilhelm August Rieder, 1875, sobre una acuarela original de 1825.
En septiembre de 1828, Schubert sufri una recaída. Los médicos le aconsejan instalarse en un ambiente más salubre y donde pueda ser atendido. Se aloja entonces en casa de su hermano Ferdinand, que vive en un barrio de Viena más apropiado para las condiciones de salud del músico. Schubert empezó a sentirse mejor y compuso las últimas tres sonatas y el último Quartetto per archi D. 956.
Un mes después, a la vuelta de una visita a la tumba de Haydn, en Eisenstadt, su estado empeora y el 11 de noviembre, tras ocho días de agonía, Schubert fallece.
La última residencia de Schubert. Acuarela de F. Kopallick
En principio fue enterrado en el cementerio de Währing, no lejos de Beethoven, tal como él había deseado expresamente, pero más tarde fue transferido, en el curso de una gran ceremonia, al Patio de los Músicos del Cementerio central de Viena, donde hoy reposan sus restos, junto a los de Gluck, Beethoven, Brahms y Hugo Wolf.
A pesar de su corta existencia, dejaba un millar de obras de las que, más o menos, un centenar fueron publicadas durante su vida con número de opus, lo que resulta poco menos que una muestra, si lo comparamos con el gran número de obras que compuso; mucho más de lo que Schumann o Chopin habían hecho a su edad. La mayor parte son lieder, danzas, piezas para piano a cuatro manos, e incluso algunas grandes, como el Cuarteto para Cuerda nº 13 en la menor, Rosamunde, D. 804, Tres Sonatas para Piano -D.845, D.850 y D.894-, el Trio para Piano y Cuerda no 2 en mi bemol mayor, D. 929, la Fantaisie en do Mayor, Wanderer, op.15, D.760.
Sus últimos años fueron acompañadas por un creciente éxito, que aumentó la confianza del compositor en sí mismo. Saliendo apenas de la situación de artista incomprendido, su personalidad se hizo más independiente. Tras su desaparición, sus obras se convirtieron en un punto de partida para los compositores de la generación siguiente, como Liszt, Schumann, Brahms y Bruckner; incluso hay reminiscencias suyas en la obra de Mahler. Muchos avances compositivos del siglo XX, resultan impensables sin Schubert.
La publicación de su obra completa, se extendió a lo largo del siglo XIX y se consideró terminada cuando se publicó la Primera Edición Completa bajo la dirección de Johannes Brahms, con ocasión del Centenario de Schubert en 1897.
A pesar de las dificultades para numerar una obra en la que aparecen tantos fragmentos incompletos, se han clasificado, además de los citados lieder, 10 sinfonías, 21 Sonatas para Piano, otras Piezas para Piano, como la Fantasía Wanderer, op. 15, D. 760; 6 Momentos Musicales, D. 780; Marchas Militares para Piano a Cuatro Manos, como la D. 733 en Re M.; Valses, Divertimentos, Música de Cámara: Sonatas, Tríos, Cuartetos y Quintetos para Piano, Cuerda, o Piano y Cuerda. Música Coral; Música sacra: Misas; Óperas, etc.
El Catálogo completo de su obra quedó establecido en 1951 por el musicólogo austriaco Otto Erich Deutsch, y numerado con la abreviatura D; Deutsch Verzeichnis –Catálogo Deutsch.
La actual edición, Neue Schubert Ausgabe –Nueva Edición Schubert, iniciada en 1965, contiene ocho series en 83 volúmenes con partituras, trabajos críticos y otros complementarios.
I -Música de Iglesia (9 vol.)
II -Obras Escénicas (18 vol.)
III- Música Vocal (4 vol.)
IV -Lieder (14 vol.)
V -Trabajos para Orquesta (7 vol.)
VI -Música de Cámara (9 vol.)
VII -Música para Piano (12 vol.)
VIII -Suplementos (10 vol.)
La parte IV contiene más de 600 lieder compuestos sobre textos de los más grandes poetas alemanes; Klopstock, Goethe, Schiller, Rückert, Heine; de sus amigos, Johann Mayrhofer, Karl Theodor Körner, Joseph von Spaun, Franz von Schober, Johann Chrysostomus Senn, Matthäus Kasimir von Collin y de algunos poetas extranjeros como Walter Scott, William Shakespeare y Petrarca.
Buena parte de las obras de Schubert –los lieder, en particular el Winterreise; las últimas Sinfonías; algunos Impromptus, la última Sonata, nº 21 en Si bemol M. D. 960 y el Quinteto para dos violines, Alto y dos Violoncellos, D. 956–, parecen marcadas por un ansia infatigable de avanzar, caminar, quizás, por los pasos del Wanderer; el caminante-vagabundo en busca desesperada de algo inalcanzable.
Jenger, Hüttenbrenner y Schubert. Litografía de von Josef Teltscher, 1827
Anselm Hüttenbrenner –en el centro en la litografía-, también compositor, fue buen amigo, tanto de Beethoven -a quien acompañó en sus últimas horas-, como de Schubert. Dictó los recuerdos que conservaba de ambos genios, con la ayuda de Liszt, publicados en 1906. Fue él quien guardó el manuscrito de la Sinfonía Incompleta.
Schubert –decía-, no tenía nada de seductor ni de extraordinario; era pequeño y grueso y tenía la cara llena y redonda, pero la frente bellamente curvada. Como era miope, llevaba siempre sus lentes, incluso cuando dormía. Apenas se preocupaba de su arreglo personal, ni le gustaba ser mundano, porque ello le obligaría a vestirse elegantemente y, además detestaba los saludos y los halagos.
Tampoco prestaba atención a sus manuscritos. Cuando buenos amigos iban a visitarle, interpretaba para ellos sus nuevos lieder y ellos se llevaban los que más les gustaban, prometiendo devolverlos pronto; algo que hacían raramente. Lo más normal, era que Schubert olvidara quién los tenía.
De hecho, se dice que Schubert, escribía mentalmente y recordaba con exactitud cuánto componía, razón por la cual, le resultaba innecesario y aburrido escribir sus partituras.
Cuando vivía en casa de Mayrhofer, todos los días se ponía trabajar desde las diez de la mañana y componía hasta la una de la tarde. Después fumaba algunas pipas. Cuando yo llegaba por la tarde, interpretaba lo que acababa de componer y quería saber inmediatamente lo que me parecía y cuando uno de sus lieder me entusiasmaba, decía: -Es, sobre todo, porque tiene un buen texto-.
Schubert interpretado por Klimt
Schubert siempre dijo que, de hecho, estaba absolutamente enamorado de la música de Mozart: ¡Oh, Mozart! Inmortal Mozart –escribió-, qué innumerables impresiones de una vida más brillante y mejor, dejó marcadas en nuestras almas.
***
La soprano Therese Grob, fue el amor conocido de Schubert. Hüttenbrenner, recordaba, 36 años después de la muerte del compositor, una conversación en la que el compositor había dicho: Amé a alguien profundamente y ella también me amó. Durante tres años esperó que me casara con ella, pero no pude encontrar una posición con la que poder mantenernos a los dos. – Fue antes de que consiguiera su trabajo de profesor el Ljubljana-. En 1820 Teresa se casó con Johann Mergmann, fabricante de pan, y tuvieron cuatro hijos.
El gato negro, bosquejo de M. von Schwind sobre música de Franz Schubert.
Viena, Albertina, Colección de dibujos y estampas
Han pasado dos siglos, pero la música de Schubert mantiene viva la emoción hasta las lágrimas.
Serenata, de El Canto del Cisne, D. 957
El Canto del Cisne –Schwanengesang, D. 957, es una colección de lieder, compuesta por Schubert y publicada después de su muerte. Se basa en poemas de Rellstab y de Heine.
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