miércoles, 20 de marzo de 2019

EMILY DICKINSON ● DEVOLVÍ LA LLAMADA ● Tercera y última Parte



La habitación de Emily Dickinson, Amherst Museum, Massachusetts

En 1842, sola en su habitación de la academia, Emily escribía sus observaciones —como hará el resto de su vida, sin descanso—: Hoy es miércoles, y ha habido clase de oratoria. Un alumno leyó una composición cuyo tema era “Pensar dos veces antes de hablar”. Me pareció la criatura más insustancial que jamás haya existido, y le dije que debería haber pensado dos veces antes de escribir".

Desde que nació, el 10 de diciembre de 1830, su vida había estado sujeta a rígidas costumbres religiosas, y a arraigadas formalidades familiares, a causa, fundamentalmente, de la posición socialmente representativa de su abuelo y su padre. En el vivir cotidiano dentro del protestantismo más puritano, la única expresión artística aceptada, era la música del coro de la iglesia, y esto, teniendo en cuenta, que hasta 1864 no celebraban, ni la Pascua ni la Navidad. Aquella rigidez preestablecida, de la que, evidentemente, no cabía esperar un cambio, tuvo que influir en el hecho de que la mente inquieta y creadora de Emily Dickinson, buscara una vía de escape, y la halló –podemos pensarlo-, en la experimentación y descubrimiento del lenguaje poético, a través del cual quizás alcanzó a disfrutar de un cierto sentimiento de libertad.

Quizá por eso se interesó tanto en el estudio del griego y el latín, que le brindaron la posibilidad de leer, por ejemplo, La Eneida, y que Virgilio se convirtiera en su poeta preferido.

El Seminario para Señoritas de Mary Lyon en Mount Holyoke, se orientaba –como sabemos-, a la posibilidad de que las alumnas se hicieran cargo de misiones religiosas en el extranjero, algo que, indudablemente, no constituía la vocación de Emily, quien sin embargo, aprendió cuanto se le ofreció en el terreno intelectual, con un aprovechamiento que, según el crítico George Frisbee Wicher, y tal como demuestra la evidencia, la convirtió en la poetisa lírica más memorable de la historia de los Estados Unidos.



El último retrato de Emily Dickinson

Cuando tenía treinta años, en 1861, paseaba un día con su perro Carlo -por entonces ya permanecía mucho tiempo en casa, pero en ocasiones, salía a la iglesia o a hacer compras-. Aquel día caminó entre árboles hasta llegar a una exposición de arte. La conocida familia local, Holland, organizadora de la misma, la saludó al llegar; ella correspondió lacónica y, al poco tiempo, se fue discretamente. A partir de entonces, sus salidas se fueron distanciando y, como consta por las fechas conocidas de sus poemas, empezó a escribir sin apenas pausa, un verso tras otro, hasta completar, al menos, sus casi 1800 poemas.

Aun admitiendo la posibilidad de que se aislara para dedicarse en exclusiva a la creación poética, es difícil comprender la razón por la que ni siquiera se planteó ver a uno de sus poetas más admirados, Emerson, a pesar de que este visitó Amherst en cuatro ocasiones. 

De hecho, ninguna de las explicaciones que se han propuesto, aporta la posibilidad de deducir una explicación convincente. Parece, no obstante, como si hubiera un cierto empeño en buscar una explicación a su actitud, en una posible enfermedad, cuando quizás, pudo depender, en exclusiva, de una elección voluntaria, ante el panorama de una sociedad inmóvil y, también cerrada en sí misma. Tampoco conviene perder de vista una vocación literaria, como razón capaz de responder a una racional y exigente inquietud existencial, muy difícil de compartir.

683
El alma por sí misma
es un amigo imperativo-
o el espía más dañino
que un enemigo podría enviar.

Segura contra sí misma,
ninguna traición puede temer, 
Ella misma –soberana-, a sí misma
debe temerse.

Parece ser, pues, que la actitud de Emily, procede de una imperiosa tiranía de su propia alma, y no de cualquier motivo externo, pero es algo que sólo podemos intuir a través de la lectura de poemas como el que precede.
• • •


461
Una esposa - seré al romper el día– 
Amanecer - ¿Tienes una enseña para mí?
A medianoche, sólo soy una Doncella,
Qué poco tiempo para ser una prometida-
Después - medianoche, me alejé de tú
Hacia el Oriente y la victoria.

Medianoche - ¡Buenas noches! Los oigo llamar,
Los Ángeles bullen en la puerta –
Suavemente mi futuro sube la escalera,
Busco a ciegas la oración de mi infancia
Tan pronto dejar de ser un niño –
Eternidad, ya llego - Señor,
Salvador - ¡He visto esa cara - antes!
• • •

Ahora ya estamos en 1884 y Emily tiene 53 años. A veces su mente se evade y huye de la rutina. Aún escribirá algunas cartas y versos sueltos, siempre con sus inesperados guiones aquí y allá, como suspiros. Hasta el día el 15 de mayo de 1886.

Unos días después de su partida definitiva, su hermana Vinnie encontraba las cuarenta carpetas que contenían más de 800 poemas en hojas cosidas a mano; unos poemas que nunca nadie había visto.

288
¡Soy nadie! ¿Quién eres tú?
¿Eres nadie tú también?
Entonces somos dos - ¡no lo digas!
Nos desterrarían, ya sabes.

¡Qué triste ser alguien!
¡Qué público, como una rana! 
Decir tu nombre durante todo el día, 
¡Admirada en un pantano!

Su aislamiento había empezado, pues, en 1864, cuando tenía alrededor de 30 años y terminó –al mismo tiempo que su vida-, cuando ya había cumplido 55 y su soledad parecía haberse convertido en un poderoso y exigente impulso creador.

Podemos recordar con ella a Edgar Allan Poe y su poema Alone:

Desde la infancia no he sido
Como otros fueron - no veía.
Lo que otros vieron- no pude extraer
Mis pasiones de un manantial común.
No procede de la misma fuente
Mi dolor - no pude despertar
Mi corazón a la alegría en el mismo tono-
Y todo lo que amé – lo amé solo -
Luego - en mi infancia – en el amanecer
De una vida más tormentosa - se dibujó
Desde la profundidad de lo bueno y lo malo
El misterio que todavía me ata -
Desde el manantial, o la fuente -
Desde el acantilado rojo de la montaña -
Desde el sol que rodando me rodeaba 
En su otoñal tinte de oro-
Desde los rayos en el cielo
Como me pasaron volando -
Desde los truenos y la tormenta -
Y la nube que tomó la forma
(Cuando el resto de los Cielos era azul)
De un demonio ante mi vista-
● ● ●

Pero la soledad de Dickinson no era absoluta, como lo demuestran sus numerosas cartas y poemas.

128
Dame el ocaso en una taza,
cuenta los frascos de la mañana
y di cuánto hay de rocío,
dime lo lejos que surge el amanecer-
dime a qué hora duerme el tejedor
que hiló el espacio azul.

Escríbeme cuántas notas hay
en el nuevo éxtasis del tordo
entre asombradas ramas-
cuántos viajes hace la tortuga-
cuántas tazas comparte la abeja,
la libertina del rocío.

También, ¿quién puso los pilares del arco iris?,
También, ¿quién guía las dóciles esferas 
por juncos de azul flexible?
¿Qué dedos tañen las estalactitas?-
¿Quién cuenta las monedas de la noche
para saber que nadie está en deuda?

¿Quién edificó esta casita albana
y cerró tan herméticamente las ventanas,
que mi espíritu no ve nada?
¿Quién me dejará salir un día de gala
preparada para volar lejos,
fugaz magnificencia?
● ● ●

189
Nimiedad
Es cosa tan insignificante llorar-
Algo tan breve un suspiro...
Y aun así - por asuntos- como estos
Hombres y mujeres morimos.
● ● ●

405
Podría estar más sola 
sin mi soledad, 
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez otra paz,

podría interrumpir la oscuridad
y llenar la pequeña habitación,
demasiado exigua en su medida
para contener El Sacramento -de Él,

no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse 
en su dulce ostentación, violar el lugar
dispuesto para el sufrimiento-

Sería más fácil 
perder - con la tierra a la vista,
que ganar -mi azul Península-
Morir -del deleite-
● ● ●

156
Me quieres—lo sabes—
No temo equivocarme
No me despertaré engañada
Cualquier mañana encantada
y descubriré que el Sol se ha ido
¡Y que los Campos—están desolados
y que mi Amor—se fue!

No necesito empezar—lo sabes-
Nunca llegará esa noche
Cuando, asustada - corra a tu casa-
Y encuentre las ventanas oscuras.
Y no haya más—dime
¿Demasiado nadie?

Asegúrate de estar seguro—sabes-
Que lo llevaré mejor ahora
Si me lo dices justo ahora,
Que si –cuando un bálsamo haya curado
esta Herida mía-
¡Me hieras—una segunda vez!
● ● ●

335
Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es de otra forma,
Como detrás de una puerta.

En el sur, los pájaros
antes de las heladas,
prefieren una latitud mejor. 
Nosotros -somos pájaros- que se quedan

Los temerosos rondamos las puertas de las granjas 
Seguimos buscando la difícil migaja –
hasta que la nieve, compadecida.
lleva nuestras plumas al hogar.
● ● ●

449
Había muerto yo por la belleza, pero tenía,
Poco espacio en la tumba
Cuando otro que murió por la verdad
fue colocado muy cerca.

Me preguntó con dulzura, de que había muerto
Por la belleza, repliqué.
Y yo, por la verdad – somos como uno sólo
Estamos hermanados, me dijo.

Y así, como en una reunión familiar nocturna,
Hablamos de una a otra habitación
hasta que el musgo alcanzó nuestros labios
y cubrió nuestros nombres.
● ● ●

510
No era la Muerte, porque yo estaba de pie
Y los muertos están tumbados,
No era de noche, porque todas las campanas, 
tocaban a mediodía.

No había hielo, porque en mi piel
Sentí rozar sirocos,
Ni había fuego, porque mis pies de mármol
Podían helar una iglesia.

Y, sin embargo, me parecía 
Haber visto las mismas caras
Ordenadas para un entierro
Que me recordaba el mío.

Como si mi vida se hubiera recortado
Y encajado en un marco
Y no pudiera respirar sin una clave
Y era como si fuera medianoche.

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La temible helada, primer llanto del otoño,
En la castigada tierra.

Pero todo, como un caos, Interminable, tranquilo,
Sin esperanza, sin referencia
Ni una noticia de la tierra
Para explicarlo - desesperación.
● ● ●

520
Salí temprano –con mi perro-
a visitar el mar.
Las sirenas del fondo
salían a mirarme-

y, en la superficie, las fragatas
extendían manos de cáñamo, 
creyéndome un ratón
encallado en la arena.

Pero nada me movió hasta que la marea
Mojó mis ligeros zapatos
y pasó al delantal y al cinturón
y después, al corpiño,

como si quisiera devorarme
como si fuera rocío
en una flor de diente de león.
Entonces empecé a moverme -también,

Él me siguió. muy de cerca.
Sentía su tacón de plata
en mi tobillo y mis zapatos
desbordaron perlas.

Hasta que llegamos a tierra firme.
No parecía conocer a nadie.
Y haciendo una reverencia – 
me miró con gesto poderoso-, y el Mar se retiró.
● ● ●

549
Que yo siempre amé
tengo la prueba,
que hasta que amé
nunca viví -bastante-

Que amaré siempre
lo discuto
porque amor es vida
y vida, inmortalidad-

Si lo dudas- amor,
entonces yo no tengo
nada que mostrar
excepto el Calvario
● ● ●

613
Me encierran en la Prosa –
Como cuando de niña
me encerraban en el trastero –
Porque me querían "tranquila" –

¡Al menos! Si hubieran observado un poco-
Y visto mi Cerebro – dar vueltas-
Igual podrían haber encerrado a un Pájaro
por Traición - en una cárcel–

Pero le basta con desearlo
Y fácilmente, como una Estrella
Acabaría con su cautiverio –
Y reiría – es todo lo que yo misma tengo.-
• • •

Daniel Taggart Fiske, director de la escuela de Amshert, declaró más tarde que Dickinson era "muy inteligente" y "una excelente erudita, de conducta ejemplar, cumplidora en todos los deberes de la escuela". Aunque sólo asistió durante once semanas, disfrutó de su extenuante esfuerzo y escribió a una amiga que la Academia era "Una escuela muy buena".

Dickinson estuvo preocupada desde muy pronto por la "creciente amenaza" de la muerte, especialmente por la de aquellos que estaban cerca de ella. Cuando Sophia Holland, su prima y amiga, murió en abril de 1844, quedó muy traumatizada. Recordándola, dos años después, escribió: "me parecía que yo también debería morir si no se me permitía cuidarla o, al menos, mirar su cara". Como consecuencia, se volvió tan melancólica, que sus padres la enviaron con la familia de Boston para que se recuperara. Después volvió a la Academia Amherst y continuó sus estudios, y durante aquel período, conoció a personas que se convirtieron en amigas y corresponsales de por vida, como las ya recordadas Abiah Root, Abby Wood, Jane Humphrey y Susan Huntington Gilbert, su futura cuñada. 

En 1845, tuvo una especie de renacimiento religioso del que habló a sus compañeros. Escribió a un amigo el año siguiente: "Nunca disfruté de una paz y felicidad tan perfectas como el poco tiempo en que sentí que había encontrado a mi salvador". Añadió además: "mi mayor placer comulgar a solas con el gran Dios y sentir que él escucharía mis oraciones". Pero la experiencia no duró mucho, y de hecho, no llegó ni a hacer una declaración formal de fe, como era costumbre, y su asistencia a los servicios religiosos también duró poco tiempo. 

Hacia 1852, escribió un poema que empezaba diciendo:

"Algunos quieren que el sábado vaya a la Iglesia-
Yo lo guardo quedándome en casa".

En la primavera de 1848, su hermano Austin volvió a Amherst, y Emily se ocupó de las tareas domésticas, como hacer el pan, y de las sociales, como asistir a eventos y actividades locales.

Tenía dieciocho años, cuando su familia entabló amistad con el abogado Benjamin Franklin Newton. Su relación con Emily fue muy buena, convirtiéndose en uno de los posibles candidatos del título de “Master” de Emily. De hecho, significó para ella una relación liberadora, que definió como una primavera secreta. Newton también la tenía en alta estima; creía en ella y la reconocía como poeta. Se sabe que, en sus últimos días, le escribió, asegurando que le gustaría vivir hasta que Emily alcanzara la grandeza que él preveía, como ella misma le dijo a Higginson.

Algunos biógrafos creen que las palabras de Emily, escritas en 1862: -Cuando era una niña, tuve un amigo que me enseñó la inmortalidad, pero se aventuró demasiado cerca de ella él mismo y nunca volvió-, se refieren a Newton.

También le influyó mucho la lectura de Letters de Nueva York, de Lydia María Child; que también le regaló Newton; lloró al terminarlo, exclamando emocionada: ¡Esto es un libro! 

Lydia María Child en 1870 (1802-1880)

También es posible que, por entonces, su hermano le proporcionara un ejemplar de Kavanagh de Henry Wadsworth Longfellow –a espaldas de su padre, que, sin duda, lo desaprobaría-. Finalmente, consta que una amiga le prestó Jane Eyre, de Charlotte Brontë, a finales de 1849. No es posible dilucidar exactamente la influencia que la novela pudo ejercer sobre ella, pero, es curioso, que cuando Emily tuvo su primer y único perro, lo llamó "Carlo" como el perro del personaje John Rivers, de Jane Eyre.

Por último, aunque no en importancia, aparece William Shakespeare, cuya obra influyó tan poderosamente en su imaginación, que Emily escribió a un amigo: -¿Para qué se necesita otro libro?

A principios de 1850, Dickinson parecía feliz, pero Leonard Humphrey, murió repentinamente a los 25 años. Dos años después, Emily aun hablaba de la depresión que le provocó su pérdida:

Algunos de mis amigos se han ido, y otros ya duermen - duermen en el cementerio - la llegada de la noche es triste – vienen las lágrimas y caen sobre el libro, no puedo evitarlas; pero no lo haría, aunque pudiera, porque son el único tributo que puedo ofrecer al desaparecido Humphrey. 

Evergreens. Construido por el padre de Emily y hogar de Austin y Susan.

Durante la década de 1850, su mejor y más afectuosa relación, fue, sin duda, la de su cuñada, Susan Gilbert. Emily le envió unas trescientas cartas; más que a cualquier otro corresponsal, a lo largo de su relación. Susan la apoyó y se convirtió en "la amiga más querida, la mejor influencia, musa y asesora", cuyas sugerencias fueron casi siempre, importantes para Emily, y a la que escribió en 1882: "Exceptuando a Shakespeare, me has ayudado más que nadie, a adquirir nuevos conocimientos."

La excelente y fructífera amistad de Emily con Susan fue ignorada durante mucho tiempo, a causa de la influencia de Mabel Loomis Todd –que después sería su editora-, pero que se había convertido en la amante de Austin Dickinson, y lo fue durante trece años. Aunque ella también estaba casada, ninguno de los dos abandonó su matrimonio. 

Mabel Loomis Todd
Colección de imágenes de Todd-Bingham, Manuscritos y archivos, 
Universidad de Yale

Mabel Loomis obvió arbitrariamente la valiosa presencia de Susan en la vida de Emily, a causa de su mala relación con la que era la esposa de su amante, y a la que calificaba de cruel, algo que no sólo rechaza la crítica, sino también los hijos de Susan y Austin. Se habían casado en 1856, pero, por lo que se sabe, el matrimonio no fue feliz. 

El 16 de junio de 1874, estando en Boston, Edward Dickinson, el padre, sufrió un derrame cerebral y murió. Cuando se celebró un sencillo funeral en el vestíbulo de la granja, Emily permaneció en su habitación, con la puerta abierta.

Un año después, el 15 de junio de 1875, su madre sufrió el mismo accidente, que le produjo parálisis lateral parcial y deterioró su memoria. Emily escribió: "El hogar ya está muy lejos de ser un hogar".

Aunque las grandes Aguas duerman,
Que siguen siendo Profundas,
no podemos dudarlo…
Ningún Dios vacilante
encendió esta morada
para extinguirla.
(Poema 1599)

La enfermedad de la madre se prolongó hasta su fallecimiento en 1882. A medida que su salud empeoraba, las responsabilidades domésticas recaían en Emily, que permaneció junto a ella. Cuarenta años después, Lavinia dijo que una de las dos tenía que estar siempre a su lado y Emily asumió aquel deber; dejó de salir y descubrió que la vida solitaria, con sus libros y la naturaleza le resultaba agradable, de modo que, prácticamente abandonó el mundo exterior desde el verano de 1858, dedicándose plenamente al cuidado de su madre, lo que constituye otra de las razones lógicas por las que aislamiento, no encerraría misterio alguno.

Revisando sus poemas, empezó también por entonces, a hacer copias, encuadernando sus manuscritos cuidadosamente cosidos. Las cuarenta carpetas que reunió entre 1858 y 1865, contenían casi ochocientos poemas, los que su hermana descubrió después de su muerte.

Hacia 1860, los Dickinson se hicieron amigos de Samuel Bowles, el propietario y editor en jefe del Springfield Republican, y de su esposa, Mary, que los visitaron regularmente durante muchos años. Emily les envió más de treinta cartas y unos cincuenta poemas, de los que Bowles publicó algunos en su diario.

Probablemente fue por ese período, cuando Emily escribió las tres cartas al anónimo “Master”, cuya personalidad sigue siendo objeto de estudio y discusión.

La primera mitad de la década de 1860, ya inmersa en su retiro social, fue el período más productivo de Emily en cuanto a la creación poética; lo que supone un elemento más, frente a la posibilidad de ciertas elucubraciones sobre su salud mental, ya que sus poemas demuestran que se trató de un período muy creativo.

En abril de 1862, fue cuando se dirigió a Thomas Wentworth Higginson, en busca de un consejo literario, que nadie que ella conociera podía proporcionarle.

Si bien, por la razón que fuera, Higginson no publicó nada -por entonces-, de su joven corresponsal, el crítico literario Edmund Wilson, en un estudio sobre la literatura de la Guerra Civil, escribió que "si hubiera querido, [Emily] ciertamente habría publicado".

• • •

Dickinson escribió relativamente muchos menos poemas en 1866, posiblemente, porque no se lo permitía la falta de ayuda doméstica. Además, su perro, Carlo, murió por entonces, después de acompañarla durante dieciséis años. Emily nunca quiso tener otro.

Por otra parte, mantuvo muy buena relación con los niños; Mattie Dickinson, la segunda hija de Austin y Sue, declararía que "la tía Emily era, sobre todo, indulgente”, y MacGregor, o Mac Jenkins, hijo de unos amigos de la familia, escribió un breve artículo en 1891 titulado, "El recuerdo de un niño sobre Emily Dickinson", asegurando que la recordaba siempre ofreciendo apoyo a los niños del vecindario.

Cuando Higginson la invitó a ir a Boston en 1868, para reunirse formalmente por primera vez, ella se negó y le escribió: -"¿Podría usted venir a Amherst? Me alegraría, porque no voy a ningún sitio. 

Higginson fue a Amherst en 1870 y entonces se conocieron. Posteriormente, se refirió a ella en un retrato literario, definiéndola como “una mujer pequeña, con dos bandas lisas de pelo rojizo ... vestida de piqué blanco muy sencillo, exquisitamente limpio y un chal de punto azul." También añadió que nunca había estado "con nadie que haya agotado tanto mis nervios” y: “Me alegra no vivir cerca de ella".

• • •

Otis Phillips Lord, el antiguo juez de la Corte Suprema Judicial de Massachusetts, en Salem, conoció a Emily en 1872 o 1873. Emily encontró en él un alma gemela, especialmente por lo que se refiere a intereses literarios comunes. Las pocas notas que sobreviven de las que intercambiaron, contienen muchas citas de obras de Shakespeare.

En 1880 Dickinson le escribió: "Mientras otros van a la Iglesia, yo voy a la mía, ¿no eres tú mi Iglesia y no tenemos un Himno que nadie más que nosotros, conoce?" Y, además, se refería a él cariñosamente, cuando le escribía, sin falta, todos los domingos; día que Emily esperaba con impaciencia.

Tras una grave enfermedad que duró varios años, el juez Lord murió en marzo de 1884. Emily se refirió a él como "nuestra última pérdida". Dos años antes, en abril de 1882, el "Pastor de la niñez" de Dickinson, Charles Wadsworth, también había muerto tras una larga enfermedad.

Aunque continuó escribiendo en sus últimos años, Dickinson dejó de corregir y organizar sus poemas y exigió a su hermana Lavinia que quemara todos sus papeles. Lavinia, que tampoco se casó, permaneció en la granja hasta su propia muerte, en 1899.

Lavinia Dickinson, ca. 1896. Colecciones especiales de la biblioteca de Jones 
● ● ●

La década de 1880 fue muy difícil para los Dickinson que quedaban. Irreconciliablemente alejado de su esposa, Austin se enamoró en 1882 de Mabel Loomis Todd, profesora del Amherst College. Ella no conoció a Emily, pero estaba intrigada por ella, a quien se refería como "una dama a la que la gente define como un “Mito”. Austin se distanció casi por completo de su familia cuando su nueva relación se asentó, y Susan cayó enferma.

Emily Dickinson escribió: "Nunca fuimos íntimos ... pero aguantamos mientras vivió nuestra Madre, aunque el terreno ya estaba minado.–

En noviembre de 1882, murió también Gilbert, el tercer hijo de Austin y Sue, precisamente, el favorito de Emily. La muerte sucedía a la muerte, y el mundo de la escritora se derrumbaba. 

En 1885 Emily sufrió un desmayo mientras horneaba el pan. Estuvo inconsciente hasta muy avanzada la noche y después siguieron varias semanas, durante las cuales, su salud se mostró muy quebrantada. El 30 de noviembre, su debilidad y otros síntomas empezaron a ser tan preocupantes que Austin canceló un viaje a Boston. Emily permaneció en cama durante unos meses, aunque volvió a enviar numerosas cartas en la primavera. Se cree que la última se la envió a sus primas, Louise y Frances Norcross, y sencillamente decía: "Pequeñas primas, Called Back -Devolví la llamada.

Devolví la Llamada.

Perdida cuando ya estaba salvada
Sentí que el mundo me dejaba atrás
De golpe se me mostró el inicio de la eternidad
Recuperé el aliento
Y en el otro lado 
oí la marea que se retiraba decepcionada.

Después me sentí, como alguien que al volver
Tiene extraños secretos que contar
como un marinero, de costas extrañas;
Como pálido narrador de horribles puertos
Ante el sello.
La próxima vez quiero quedarme
La próxima vez, para ver las cosas
Que el oído no ha oído
Ni el ojo ha visto nunca.
La próxima vez, no me iré
Mientras el tiempo pasa sigiloso,
Lentos pasan los siglos
Y giran las esferas.

En el invierno de 1885, Emily Dickinson decidió rechazar nuevos exámenes médicos. Recostada sobre almohadas, débil y enferma, compuso su último poema: 

"So give me back death." "Devuélveme la muerte".

Así pues, devuélveme a la Muerte –
La Muerte que nunca temí
Excepto a la que me privó de ti –
Y ahora, privada de la Vida,
En mi propia Tumba Respiro
Y estimo su tamaño –
Su tamaño es todo lo que el Infierno deja adivinar –
Y todo el Cielo estaba ahí -

Durante las primeras semanas de mayo de 1886, Emily mostró sentir su muerte cercana. El 13 de mayo, entró en coma y así permaneció hasta su fallecimiento, la tarde del 16 de mayo Su funeral se celebró en su casa, y tal como ella deseaba, fue enterrada con un sencillo vestido de franela blanca. Sus hermanos colocaron el blanco ataúd en la biblioteca y, antes del servicio fúnebre, permitieron que un pequeño y selecto número de amigos la vieran. Entre aquellos pocos elegidos, estaba Thomas Wentworth Higginson.

Después de leer el capítulo 15 de la Carta a los Corintios, sobre la esperanza de la resurrección; un capítulo que a Emily le gustaba releer, Higginson leyó también el poema de Emily Brontë: 

"Últimas líneas" – “Last Lines."

Mi alma no es cobarde.
No tiembla en la tormentosa y turbulenta esfera del mundo:
Veo brillar glorias celestiales
Y resplandecer la fe que me arma contra el miedo.

¡Oh, Dios! dentro de mi pecho
todopoderosa, omnipresente deidad!
La vida, que en mi tiene descanso,
como yo, la vida eterna- tiene poder en ti!

Vanos son los mil credos
Que mueven el corazón humano, indiscutiblemente vano
Sin valor, como hierbas marchitas,
O como ocioso vacío en el mayor infinito.

Para despertar la duda en uno
Sostenido tan rápido por tu infinito;
Tan seguramente anclado 
en la firme roca de la inmortalidad.

Con gran amor universal
tu espíritu anima años eternos,
Penetra y eleva,
cambia, soporta, disuelve, crea y anima.

Aunque la tierra y el hombre se fueran,
y soles y universos dejaran de ser,
y te hubieras quedado solo,
Toda existencia existiría en Ti.

No hay lugar para la muerte,
ni átomo que sus fuerzas puedan vaciar:
Tú, Tú eres el Ser y el Aliento
Y lo que eres, nunca será destruido.
• • •

Después del entierro, Lavinia y Sue quemaron sus cartas, como Emily les había pedido, pero cuando Lavinia limpiaba la habitación vacía, encontró la caja cerrada, en la que aparecieron sus manuscritos y toda su poesía. Lavinia, asombrada, no pudo decidirse a quemar los poemas. 

A medida que pasaba el tiempo, descubrió más escondites secretos, con poemas y sobres llenos de trozos de papel, con versos escritos por las dos caras, cuya lectura le provocó una profunda e intensa necesidad de dar a conocer su contenido.

Llevó los poemas a Sue, la gran confidente de Emily ella también se sorprendió al ver aquella cantidad de poemas, aunque no mostró un deseo inmediato por verlos publicados. Al igual que Austin, le preocupaba que la falta de forma “académica” de los poemas fuera un obstáculo para su valoración.

Por una parte, Lavinia no comprendió la dilación de Susan y, por otra, la herencia literaria de Dickinson se convirtió también en el objeto de una polémica entre la propia Lavinia y Mabel Todd, que aprovechó el distanciamiento entre Lavinia y Susan, a causa de la lentitud con que esta última seleccionaba la poesía que debía ser publicada. 

Dado que Susan ya estaba enfadada con Lavinia por haber cedido a Austin y Mabel Todd un refugio en su propia casa, Lavinia decidió entonces entregar a Mabel cientos de poemas, aunque no todos, ya que ella misma se encargó de hacer publicar dos volúmenes, y, posteriormente, su sobrina, Martha Dickinson Bianchi, editó y publicó un tercero. Mabel Todd, decidió, años después, transcribir y publicar un volumen más.

Martha Dickinson Bianchi. Colección del museo de Emily Dickinson

Posteriormente, Mabel presentaría una demanda contra Lavinia y Susan, relativa a una disposición del testamento de Austin Dickinson –fallecido en agosto de 1895-, pero la perdió, y enfurecida por su fracaso, retuvo, durante treinta años, todos los poemas y cartas de Dickinson que aún tenía en su poder.

En 1945, se publicó Bolts of Melody, editado por Mabel Todd y su hija Millicent Todd Bingham. Cinco años después, la Universidad de Harvard compró todos los manuscritos todavía disponibles, adquiriendo, asimismo, los derechos de publicación. 

En 1960, Thomas H. Johnson publicó toda la obra poética de Emily en un volumen, sin editar; Poemas completos de Emily Dickinsonen 1960, que fue el que completó finalmente el canon de su obra, y cimentó su nombre en la historia de la Poesía.

Las innovaciones y audacias técnicas de Emily Dickinson, han tenido un impacto profundo, reconocible y reconocido en la poesía moderna.
• • •

"A salvo en sus cámaras de alabastro", titulada "The Sleeping" - El Durmiente, como apareció en The Republican, de Springfield, en 1862.

En la década de 1870, Higginson mostró los poemas de Dickinson a Helen Hunt Jackson, que había estado en la Academia con Dickinson casi en la infancia. Jackson convenció a Emily para que publicara su poema "El éxito parece más dulce", sin firma, en un volumen titulado A Masque of Poets – Una máscara de Poetas. El poema fue alterado para hacerlo coincidir con las normas del momento y fue el último publicado durante la vida de Dickinson, pero igual que los anteriores, traicionaba, no sólo su estilo, sino, sobre todo, sus sentimientos. No es sorprendente, pues, que Emily Dickinson decidiera que sus “papeles”, aquellos que contenían su pensamiento más íntimo y sincero, fueran destruidos.

• • •

Tras las fuertes discusiones respecto a los manuscritos conservados en una y otra casa –la de Lavinia y la de Austin-, el resultado, fue que la publicación completa de los escritos de Emily, se retrasó más de cincuenta años.

Portada de la primera edición de Poemas, publicada en 1890.

En 1892, un crítico escribió sobre Emily Dickinson: "El mundo no descansará satisfecho hasta que se haya publicado cada fragmento de sus escritos, cartas y literatura”.

Entre 1914 y 1945 se publicaron, pues, varias ediciones de su poesía. Estas ediciones, a menudo diferentes en orden y estructura, provocaron, no obstante, que la obra de Emily interesara mucho más al público. 

La primera edición de carácter académico no apareció hasta 1955, en tres volúmenes, y editado por Thomas H. Johnson, que posteriormente reunió por primera vez todos los poemas conocidos de Emily Dickinson. Johnson se propuso presentarlos “casi” como ella los había dejado en sus manuscritos; sin título, y numerados en una secuencia cronológica aproximada, con sus personales guiones y sus irregulares mayúsculas.

Tres años después, Johnson también preparó y publicó, con Theodora Ward, la colección completa de Cartas de Dickinson, también en tres volúmenes.

En 1981, Ralph W. Franklin publicó los Manuscritos de Emily Dickinson. Franklin examinó marcas, manchas, la forma de coser los papeles; los hilos, las agujas usadas, y otras pistas similares para intentar recuperar el orden deseado por la autora. 

El biógrafo Alfred Habegger, escribió, ya en 2001, que: "las consecuencias de la incapacidad para reunir su trabajo –de Dickinson-, de manera fiel y ordenada, siguen siendo muy importantes para nosotros".

Las arboledas de Amherst

Cumpliendo su deseo, Emily, fue llevada a través de sus queridos campos de flores y arboledas, hasta su lugar de descanso.
• • •

470
Estoy viva – creo –
Tengo en la mano ramas –
cubiertas de campanillas –
y en la punta de mis dedos –

el rojo – hormiguea cálido –
y si pongo un espejo
junto a mi boca – se empaña –
física – prueba de que respiro –

Estoy viva – porque
no estoy en mi dormitorio –
el salón – normalmente- es –
donde vienen las visitas –

y se acomodan – y miran de lado –
y añaden “hace más frío” –
y “¿estaba consciente – cuando di el paso
a la inmortalidad?”

Estoy viva, porque
No soy dueña de una casa
Llamada mía - exclusivamente –
Y no cabe nadie más ...

Porque puse mi nombre–
Para que las visitas pudieran saber
qué puerta era la mía – y no se equivocaran
e intentaran probar con otra llave –

¡Qué bueno es – estar viva!
qué infinito – estar
Viva – doblemente – por la vez que nací— 
Y además - por esta en -¡Ti!

Campanillas – Morning Glory

Imagen de la película “A quiet passion”, Dir. Terence Davies, 2016

From a Window in Amherst: Emily Dickinson. Elizabeth Pols
● ● ●

Agradecimiento:
AMHERST, MASSACHUSETTS
● ● ●

No hay comentarios:

Publicar un comentario