Mantengo mi promesa… Seguramente volveremos
I keep my pledge… Will surely come again.
I keep my pledge… Will surely come again.
Así pues, el último año de Dickinson en la Academia Amherst, no supuso el final de su formación. Como sabemos, la abandonó a los 15 años para acceder a un nivel académico superior, y así, en el otoño de 1847, entró al Seminario Femenino Mount Holyoke, dirigido por Mary Lyon, que era un centro conocido por su especial énfasis en el aspecto religioso, razón por la que se evaluaba semanalmente el estado de la fe de las estudiantes, que, en consecuencia, quedaban divididas en tres categorías como cristinas: "seguras"; "con esperanza" y "sin esperanza".
Emily Dickinson a los 16 años, en el seminario de Mount Holyoke, entre diciembre de 1846 y principios de 1847
Se ha hablado mucho de que Emily figuró en la última categoría, y de la historia, muy difundida, de que fue la única componente de aquel grupo. Años después, su compañera Clara Newman Turner recordaba el momento en que la directora "pidió a todas los que querían ser cristianas que se levantaran y Emily permaneció sentada”. Nadie más lo hizo. Turner añadía que Emily le dijo: "Pensé que una mentira sería peor". Tratándose de una declaración hecha en 1894, poco después de la edición de los dos primeros volúmenes de la poesía de Dickinson y de las primeras cartas, es decir, unos cincuenta años después de la época en que pudo ocurrir, es posible que los recuerdos de Turner fueran imprecisos, pues la rebelde solitaria, según los registros escolares, no es la única que aparece en la tercera categoría.
Mary Lyon
En todo caso, la breve estancia de la poeta en Mount Holyoke -un año-, ha dado lugar a muchas elucubraciones sobre la causa de su abandono. Se ignora quién tomó la decisión de que no volviera al año siguiente. Si bien, ella atribuyó la decisión a su padre, no declaró la causa. La explicación menos sensacionalista, la de su biógrafo Richard Sewall, entiende que su padre, al revisar el plan de estudios del centro, observó que la mayor parte del programa, Emily ya la había superado en Amherst. Es posible, que el hecho de que, cuando su hermana Vinnie tuvo edad para acceder a su vez, a la segunda parte de sus estudios, fuera matriculada en Ipswich, apoye esta última posibilidad.
La prematura salida de Emily de Mount Holyoke supuso, de todas formas, el final de su formación académica oficial. A principios del siglo XIX, se esperaba de las jóvenes que, tras los estudios, dejaran a un lado sus intereses intelectuales para satisfacer las necesidades de un hogar, pero, para Emily Dickinson aquel cambio no era el deseado. Sus cartas de principios de la década de 1850 muestran su desagrado por el trabajo doméstico y la frustración por las limitaciones que le impedían seguir aprendiendo. Para ella, la continua rutina social de hacer y recibir visitas, era casi un castigo, y la rehuyó; hacía el pan y cuidaba el jardín, pero no quiso dedicarse a limpiar ni a hacer visitas.
En las cartas a su hermano Austin, a partir de 1850, y durante los tres años que él pasó estudiando en Harvard, actuó con él como una como una crítica eficaz, invitándole a cuestionar el valor real de sus apreciaciones. Al terminar los estudios, Austin volvió a casa y trabajó con su padre, asumiendo gradualmente el papel del mismo, como ciudadano representativo, ejemplar y respetado.
El matrimonio de Austin con Susan Gilbert aportó una nueva "hermana" a la familia, con la que Emily sintió que tenía mucho en común. Con el tiempo, a medida que su relación con Austin se iba distanciando, el buen entendimiento con Susan, mejoraba. Lo cierto es que Susan influyó poderosamente en la vida de Emily, como una querida camarada, a la vez, crítica y, en cierto modo, alter ego.
Susan Gilbert. Harvard University, Houghton Library
Nacida nueve días después que Emily, Susan Gilbert creció en un mundo completamente diferente al que algún día compartiría con los Dickinson. Hija de un tabernero, procedía de un nivel socialmente inferior. Cuando falleció su madre, en 1837, el padre, que a su vez fallecería en 1841, llevó a las hijas a vivir con una tía, en Nueva York. La familia iba regularmente a Amherst para visitar a su hermana mayor Harriet Gilbert Cutler, ya casada, pero Susan volvió, además, para asistir a la Academia Amherst, en 1847, cuando Emily ya estaba en Mount Holyoke.
Después, desde 1851, se dedicó a la enseñanza en Baltimore, pero ya desde el año anterior, todos sus familiares y amigos, incluido Austin Dickinson, y ella misma, se unieron públicamente a la iglesia, en una especie de conversión múltiple; todos, excepto, Emily, que escribió a su amiga Jane Humphrey aquel año, "Estoy sola en mi rebeldía".
¿En qué consistía aquella conversión? Como lo demuestran las decisiones de Edward Dickinson y Susan Gilbert, tal decisión no estaba ligada sino a la idea de considerarse a sí mismos, como componentes de un grupo específico, al estilo del calvinismo, que divide el mundo entre regenerados, no regenerados, e intermedios, tal como se clasificaban en Mount Holyoke.
Dickinson escribió en un poema fechado en 1875, "Escapar es una Palabra tan agradable…". Y, de hecho, todas sus referencias a "escapar" surgen, principalmente en relación con el supuesto estado del alma y su manifestación, en un entorno social muy concreto y limitador, porque en el esquema de redención de Emily, la salvación dependía, precisamente, de la libertad.
Fue justo entonces, cuando en una carta a Humphrey, Elisabeth escribió: "Cristo está llamando a todos aquí. Todos mis compañeros han respondido, incluso mi querida Vinnie, y yo estoy sola en mi rebeldía. Abby, Mary y Jane, han estado buscando, y todas creen que han encontrado algo; no te puedo decir lo que es, pero parece que es algo precioso. Me pregunto si es cierto.” En cuanto a ella misma, escribía: "Me he atrevido a hacer cosas extrañas, cosas audaces", y añadía: "y no he pedido consejo a nadie".
Aunque se sabe poco del comienzo de su amistad, las cartas escritas a Susan Gilbert mientras esta enseñaba en Baltimore, ofrecen una cierta perspectiva de continuidad, quizás, basada en una vocación compartida.
Los críticos más actuales se plantean si Gilbert, como Dickinson, se consideraba poeta. Algunas de las cartas conservadas de Emily, desde 1861, respaldan esta posibilidad; ya que entre ellas podemos encontrar una discusión de carácter literario, e incluso, la evidencia de un rotundo desacuerdo respecto a la segunda estrofa del poema "Seguros en sus cámaras de alabastro" de Emily.
Al parecer, Susan, o Sue ya había visto otra versión de "Safe in their Alabaster Chambers" con una segunda estrofa diferente, y Emily lo sabía. Tal vez había visto la versión impresa en "The Sleeping", o quizás en uno de los manuscritos de Emily, o incluso otra copia enviada a ella, pero ahora perdida. En su nota, Sue se desenvuelve cómodamente desde los comentarios sobre los efectos emocionales e intelectuales del poema de Emily, hasta otros sobre las rutinas de la maternidad y el cuidado del hogar. Curiosamente, sólo cuando habla de su papel como madre, Sue se refiere a sí misma como "Susan".
Seguros en su Cámaras de Alabastro-
indiferentes al amanecer-e indiferentes a la tarde-
Duermen los mansos miembros de la Resurrección,
Vigas de Raso y techos de Piedra-
indiferentes al amanecer-e indiferentes a la tarde-
Duermen los mansos miembros de la Resurrección,
Vigas de Raso y techos de Piedra-
Segunda estrofa, 1
Desfilan los años, sobre el Creciente-
Los Mundos tienden sus Arcos-y los Firmamentos –reman-
Caen Diademas. Los Dogos [1] se rinden-
Sin ruido, como en un Disco de Nieve
Desfilan los años, sobre el Creciente-
Los Mundos tienden sus Arcos-y los Firmamentos –reman-
Caen Diademas. Los Dogos [1] se rinden-
Sin ruido, como en un Disco de Nieve
Segunda estrofa, 2
La luz se ríe de la brisa en su castillo,
Sobre ellos susurra la abeja a un oído imperturbable;
Trinan los dulces pájaros en cadencia ignorada,
-Ah, ¡cuánta sagacidad aquí perdida!
La luz se ríe de la brisa en su castillo,
Sobre ellos susurra la abeja a un oído imperturbable;
Trinan los dulces pájaros en cadencia ignorada,
-Ah, ¡cuánta sagacidad aquí perdida!
[1] Dogo, el Dux veneciano.
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Emily creía en la poesía como un proceso de creación de metáforas, de las cuales ha de emerger la significación deseada, y en este sentido, se dotó de una acertada preparación: -El invierno empezó para mí con el regalo de los poemas de Ralph Waldo Emerson para año nuevo -comentó entusiasmada-. Además, ella y Susan, serían "las únicas poetas mujeres".
Escribiendo a Susan en 1851, Emily aún imaginaba que, algún día, sus libros se mostrarían junto a los de otros poetas, y no mezclados con gramáticas y diccionarios -como aparecían los de Henry Wadsworth Longfellow, en la papelería local-.
Cualesquiera que fueran las aspiraciones poéticas de Susan Gilbert, Dickinson claramente la veía como uno de sus lectores más importantes, si no la más importante; le envió más de 270 poemas, y Gilbert pudo haber leído la mayoría de los que escribió Emily, puesto que, en muchos casos, habían sido creados para ella.
Las aportaciones de Susan, sin embargo, no satisfacían del todo, ni siempre, a Dickinson. En 1850-1851 tuvieron un desencuentro, probablemente, relacionado con la religión, y a mediados de la misma década, se produjo entre ellas una ruptura más grave, que, aunque después se solucionó, marcó un cambio en la naturaleza de su relación: En una carta fechada en 1854, Dickinson le dice sin rodeos: "Sue: puedes irte o qued arte; solo hay una alternativa: últimamente diferimos mucho, y esta debe ser la última vez". La causa que motivó esta reacción sigue siendo desconocida.
La predilección de Susan por la sencillez, se hizo evidente en el vestido que diseñó para Emily en su ceremonia fúnebre. Sobre el féretro blanco, puso orquídeas, violetas y heliotropos –símbolos de lealtad y devoción-, que tal vez expresaban "una vida compartida, en profunda y compleja intimidad". Tanto ella como Emily confiaban en la resurrección y en su amistad.
También escribió el obituario de Emily, trazando el cálido retrato de una mujer fuerte y brillante, amante de su familia y escritora de elevadas ambiciones. A pesar de encontrarse "cansada y triste" por la pérdida de su más querida amiga, el escrito de Susan fue tan acertado que el crítico y editor Higginson lo quiso emplear como introducción a la edición de los poemas de Emily de 1890, aunque, de hecho, al final, sirvió como base para la introducción de Todd al segundo volumen de poemas de 1891.
Susan terminaba declarando que la obra de Emily como escritora iba a pervivir.
En los documentos conservados por su hija Marta, hay cuatro estrofas que volvieron a utilizarse, tal vez, en el propio funeral de Susan:
En rocíos como estos partíamos;
En mediodías como estas, se elevó,
Revoloteando primero, más firme después,
Hacia su justo reposo.
En mediodías como estas, se elevó,
Revoloteando primero, más firme después,
Hacia su justo reposo.
Manuscrito del poema de Susan Dickinson:
"One asked, when was the grief? / Te preguntas, ¿cuándo fue el dolor?"
Es posible que lo escribiera tras la muerte de su hijo menor Thomas (Gib) Gilbert Dickinson. Writings by Susan Dickinson
Te preguntas, ¿cuándo fue el dolor?...
…El calendario del Dolor no tiene hora –
…El calendario del Dolor no tiene hora –
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Hacia 1859. Emily Dickinson, a la izquierda, con su amiga Kate Scott Turner. Conservación original.
Emily y Kate Scott Turner
En septiembre de 2012, los Archivos y Colecciones Especiales del Amherst College dieron a conocer este daguerrotipo, proponiéndolo como Dickinson y su amiga Kate Scott Turner, pero no ha sido autenticado.
Kate Scott Turner (1831-1917) era amiga de Emily Dickinson y también poeta. Era conocida igualmente como Kate Anthon. En 1848 conoció a Susan Gilbert, ya casada con Austin Dickinson y se familiarizó con Emily por medio de ella. Ambas fueron amigas hasta el fallecimiento de Susan, en 1913.
En 1855, Kate se casó con Campbell Ladd Turner, que falleció en 1857 y volvió a casarse, en 1866 con John Hone Anthon, que también murió, diez años después. Kate Scott murió en 1917, en Inglaterra, aunque había pasado la mayor parte de su vida en los Estados Unidos.
Conoció a Emily Dickinson in 1859, y desde entonces, hasta alrededor de 1862, Dickinson le envió cuatro poemas; uno de ellos, junto con un par de ligas, que había tejido para ella y sobre las cuales también elaboró un poemita:
Cuando Katie camina, este sencillo par va con ella,
Cuando Katie corre incansable, la siguen en el camino.
Cuando Katie se arrodilla, sus amorosas manos
siguen estrechando su piadosa rodilla.
Ah! Katie! ¡Sonríe a la fortuna, con estos dos
tan creados /hechos para ti!Cuando Katie corre incansable, la siguen en el camino.
Cuando Katie se arrodilla, sus amorosas manos
siguen estrechando su piadosa rodilla.
Ah! Katie! ¡Sonríe a la fortuna, con estos dos
— Emily Dickinson
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Nadie sabe en quién pensaba Emily cuando escribía los versos que siguen:
¡Noches salvajes! ¡Noches salvajes!
en las que estuve contigo,
Noches salvajes serían
¡Nuestro esplendor!
Inútiles los vientos
Para un corazón que está en puerto, -
Acostumbrado a la brújula,
Acostumbrado a los mapas.
Para un corazón que está en puerto, -
Acostumbrado a la brújula,
Acostumbrado a los mapas.
Remando en el Edén.
¡Ah! ¡el mar!
¡Si pudiera fondear
¡Sólo esta noche en ti!
¡Ah! ¡el mar!
¡Si pudiera fondear
¡Sólo esta noche en ti!
Estos versos, que pueden considerarse como una declaración o un deseo amoroso, no son exclusivos de las cartas a Susan Gilbert; porque también aparecen en la correspondencia con su amigo Humphrey.
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Considera Carroll Smith-Rosenberg que la ambigüedad hacia el matrimonio, tan común, por otra parte, en los diarios de mujeres jóvenes de la época, estaba claramente definida en la percepción de Emily, que sabía bien lo que el papel de "esposa" requería. Desde su propio trabajo doméstico como hija obediente, supo que su vocación de escritora se convertiría en algo muy secundario. En su observación de las mujeres casadas, incluida su madre, vio salud deficiente, insatisfacción, y la ausencia del yo que formaba parte de la relación entre marido y mujer.
Escribiendo a Gilbert cuando Austin Dickinson la cortejaba, cuatro años antes de su matrimonio, Dickinson pintó un cuadro inquietante. Comenzó con una discusión sobre la "unión", pero dio a entender que no se refería a su conexión convencional con el matrimonio: "Esas uniones, mi querida Susie, por las cuales dos vidas son una, esta dulce y extraña adopción que podemos ver, pero que aún no hemos experimentado, puede llenar el corazón y hacer que se convierta en un castigo que se adueñará de nosotras un día, pensando que si lo aceptamos, seremos felices ".
Dickinson continuó su reflexión, distinguiendo entre la felicidad imaginada de la “unión” y la vida de la mujer casada: “Qué aburridas deben parecer nuestras vidas a la novia, y a la doncella prometida, cuyos días todavía son dorados. Pero ves flores por la mañana, satisfechas con el rocío, y esas mismas dulces flores, al mediodía, con las cabezas inclinadas de angustia ante el poderoso sol. La novia para quien el oro aún no se ha desgastado, recoge perlas pero no puede comprender su precio; queda por descubrir la esposa, y siempre es demasiado tarde." Dickinson pregunta después a Gilbert si esa perspectiva no será también la suya y, ciertamente, como veremos, había una proyección de futuro en sus apreciaciones.
Dado que la "querida fantasía" de Dickinson era convertirse en poeta, y que la poesía iluminaría su vida, sabía que Susan no se uniría a ella en aquel "camino" y tal realidad se hizo cada vez más evidente, en especial, debido a la necesaria atención de Susan a los deberes sociales que correspondían a la esposa de un abogado en ascenso. Entre recibir a visitantes distinguidos, presidir cenas y ser madre de tres hijos, la "querida fantasía" de Susan Dickinson se alejó paulatinamente de la de Emily. Tal como la escritora había temido, sus caminos se separaron, pero las cartas y los poemas continuaron. Las cartas reflejan la distancia entre ellas, aunque Dickinson repartió su atención entre Susan y sus hijos y hasta la última década de su vida, aparentemente, Susan siguió siendo el eje de su esfera.
Al mismo tiempo que la relación con Susan Dickinson vacilaba, otros aspectos de la vida de Emily también cambiaron. La década de 1850 marcó, por ejemplo, un cambio en sus amistades. Cuando sus amigos de la escuela se casaron, buscó nuevos compañeros. Dedicó mucho tiempo a leer a los autores contemporáneos de ambos lados del Atlántico. Entre los británicos estaban los poetas románticos; las hermanas Brontë, Robert Browning, Elisabeth Barret Browning y George Eliot, el seudónimo de Mary Anne Evan.
Entre los americanos, estaban, Longfellow, Thoreau, Nathaniel Hawthorne y Emerson.
Emily sugirió, más que asegurarlo, que no había leído a Walt Whitman, pero sí a Thomas Carlyle, Charles Darwin y Matthew Arnold.
Pero sus principales fundamentos fueron siempre, la Biblia y Shakespeare.
Harvard University – Houghton Library /The Holy Bible.
Dickinson Family Library copy.
Obras Teatrales de W. Shakespeare. Portada de la edición First Folio, 1623
Sonetos de Shake-Speares “Nunca antes Impresos”. 1609
Entre sus corresponsales epistolares había, al menos, dos editores, y las generaciones posteriores se han preguntado si Dickinson veía a Samuel Bowles y Josiah Holland como personas que la ayudarían a publicar su poesía. Bowles era editor en jefe del Springfield Republican, y Holland trabajó con él desde 1850. Con ambos mantuvo Emily una animada correspondencia y les envió muchos poemas, siete de los cuales, siete aparecieron impresos:
-Sic transit gloria mundi – Así pasa la gloria del mundo (Antiguo aforismo).
-Nobody knows this little Rose —Nadie conoce esta pequeña rosa
-I taste a liquor never brewed —Probé un licor nunca elaborado
-Safe in their Alabaster Chambers - Seguro en sus cámaras de alabastro
-Flowers — Well — if anybody – Flores – Bien - Si nadie -
-Blazing in Gold and quenching in Purple - Flameando en oro y fundiendo en púrpura, y
-A narrow fellow in the Grass - Un delgado compañero entre la hierba.
Resulta interesante observar que el apasionado lenguaje en las cartas de Dickinson a Bowles es también similar al empleado en sus cartas a Susan Gilbert.
Tras la desaparición de su padre, Emily y su hermana Vinnie hicieron algunos viajes, dudando si permanecer en Springfield o irse a Washington. En 1855, después de uno de esos viajes, se detuvieron en Filadelfia camino de Amherst. Estaba con ellas su amiga Eliza Coleman, y probablemente asistieron a la iglesia con ella. Predicaba Charles Wadsworth, famoso por sus sermones.
Dickinson consideraba a Wadsworth como uno de sus "Maestros" y, aunque no se conservan, Mary Holland dice que se cruzaron muchas cartas entre ellos. Muchos han interpretado que tuvieron una "historia de amor", y en ciertos casos, se habla de algo más que palabras; sería un proceso llamativo e interesante, pero no hay evidencias que lo apoyen. Sólo existe una carta escrita por Wadsworth a Dickinson, en 1862: Estoy muy preocupado por su nota, que acabo de recibir. Sólo puedo imaginar su aflicción. Créame, sea lo que sea, tiene toda mi simpatía y mis constantes y fervientes oraciones.
De las tres cartas dirigidas al "Maestro" innominado, ninguna permite deducir si fueron enviadas o no, ni, en su caso, a quien lo serían. Es cierto, que la segunda, en particular, habla de "aflicción" a causa de un dolor claramente expresado, que pudo haber provocado la respuesta de Wadsworth, pero tampoco se puede demostrar de forma concluyente.
Para Dickinson, los años siguientes fueron difíciles. Sus cartas reflejan la fundamental importancia de la amistad en su vida. Como le comentó a Bowles en 1858, "Mis amigos son mi patrimonio… Perdóneme pues, la avaricia de atesorarlos”.
"My friends are my 'estate.' Forgive me then the avarice to hoard them!...
Emily Dickinson a Samuel Bowles, c. August, 1858,
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Pero justo por entonces, sufrió pérdidas muy significativas a causa de la muerte: Leonard Humphrey, en 1850 y Benjamin Newton, en 1853.
Al mismo tiempo, trató de consolar a Mary Bowles por la pérdida de un niño antes de nacer, o a sus primas Frances y Louise Norcross por la muerte de su madre.
Emily explica a sus corresponsales que sus mundos rotos no son un caos de fragmentos, porque tras ellos hay una posibilidad para recordar algo que antes se ha compartido, aunque no ofrece soluciones propiamente dichas -si las hubiera-, sino que, por medio de aforismos y complejas alusiones, obliga al lector a deducir la implicación de sus palabras.
Por otra parte, al mismo tiempo que celebraba la amistad en sus cartas, Emily iba limitando la cantidad de tiempo diario que pasaba con otras personas. En 1858, cuando pidió visitarla su prima Louise Norcross, le dijo: eres "una de las personas a las que no rehúyo".
De hecho, aquel rehuir las visitas se ha cargado de tintes confusos, o quizás, sensacionalistas, pero como es sabido, ella las consideraba, sencillamente, como un cumplimiento social, que le impedía centrarse en la poesía, ya que requerían demasiado tiempo.
En 1860 escribió más de 150 poemas, y también mantuvo una activa correspondencia con muchas personas; sin interrupciones. Sus corresponsales podían decir lo que pensaban, prescindiendo de las fórmulas de la conversación propias de una visita de carácter social.
El final de la década de 1850 marcó el inicio de su mejor momento poético. En 1865 escribió casi 1.100 poemas. Aunque contaba con la ayuda de Austin y Susan Dickinson, al final tuvo severas dificultades con la vista, a pesar de lo cual, aquella época supuso un brillante hito en su comunicación, tanto en poemas como en cartas.
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Emily Dickinson se exculpó por la aparición pública de su poema "A Narrow Fellow in the Grass" – Un fino compañero en la hierba-, afirmando que no había sido por su voluntad. Su carta de abril de 1862 al famoso crítico Thomas Wentworth Higginson, escrita como respuesta a la publicación de aquel, "Carta a una joven colaboradora" publicada en el Atlantic Monthly de abril, parece suficientemente esclarecedora.
Ella le había enviado cuatro poemas, uno de los cuales corrigió varias veces, lo que permitía pensar que la referencia de Higginson a una "joven colaboradora", se pudiera dirigir a ella, pues le había ofrecido, ciertamente, una muestra de su trabajo, que parecía esperar ser aceptada. Aunque su carta, en realidad, no hablaba de publicación, se ha dicho que parecía encerrar una intención que todavía requiere ser valorada.
Recordemos asimismo, que el crítico había escrito que la poesía tenía que ser verdad y estar viva.
Sr. Higginson, -escribió Susan-:
¿Estás demasiado ocupado para decir si mi verso está vivo?
La idea expresada está tan cercana a mí propia concepción, que no la puedo ver con claridad, y tampoco tengo nada concreto que preguntar. Si cree que respira, y tiene el gusto de decírmelo, provocaría mi segura gratitud.
Si fuera todo un error, y me lo dijera, sería para mí el honor más sincero...
Le adjunto mi nombre, y le pregunto -si puede decírmelo-, qué es verdad.
Le adjunto mi nombre, y le pregunto -si puede decírmelo-, qué es verdad.
La respuesta de Higginson no existe. Solo se puede deducir de las cartas siguientes de Dickinson, en las que queda claro que la respuesta del que un día se convertiría en su editor, estuvo lejos de suponer un respaldo entusiasta. Utilizando el término "cirugía" para referirse a las correcciones que había hecho, Emily le pregunta si los nuevos poemas, eran "más ordenados" que los primeros.
Lo cierto, es que Higginson estaba intrigado, pero no parece favorablemente impresionado. Sus primeros comentarios conocidos sobre la poesía de Emily son más bien desfavorables. En una carta dirigida al editor del Atlantic Monthly, James T. Fields, Higginson se quejaba de aquella respuesta a su artículo: Los versos de ayer y los del día anterior, no deben ser publicados –escribió-, y, de hecho, había recibido los poemas de Dickinson la víspera.
Aunque es evidente que las cartas de Dickinson despertaron su curiosidad, no imaginó que pudiera emerger de su obra una buena poeta, porque sus poemas le parecieron poco estructurados. Por la citada respuesta de Dickinson, sabemos que le aconsejó que trabajara más en su poesía antes de pensar en su publicación.
La respuesta siguiente de Emily, aunque no es así comprendida por toda la crítica, parece aclarar nuestra curiosidad. Escribió: "Sonrío cuando me sugiere que espere para publicar, lo que es totalmente ajeno a mi pensamiento."
¿Qué hay detrás de este comentario? ¿La verdad? ¿Ofrecer una imagen valerosa ante una profunda decepción? ¿La verdadera medida de su propia estimación?
El año siguiente, 1863, escribió un poema, que se cita mucho, y que contiene comentarios despectivos sobre el hecho de que la poesía se había reducido a un valor de mercado. El poema comienza, "Publicación - es la Subasta / de la Mente del Hombre" y finaliza: "No reduzcas el espíritu humano / A la vergüenza de un precio."
En la misma carta a Higginson en la que niega su interés por ser publicada, también afirma su auto identificación como poeta. "Mi tutor moribundo me dijo que le gustaría vivir hasta que yo fuera poeta". Con toda probabilidad, aquel tutor era Ben Newton, el abogado que le había regalado los Poemas de Emerson y que murió en 1853. Tales palabras sugieren que Dickinson empezó a considerarse a sí misma como poeta, muy pronto, aunque nunca habló acerca de la relación o la diferencia entre ser poeta y ser publicado.
Pero cuando estaba trabajando en su poema "Seguro en sus cámaras de alabastro", uno de los incluidos en la primera carta a Higginson, al corregir la segunda estrofa, una vez más, se sugiere que parece referirse a un futuro que no excluye la publicación. Escribió a Sue: "¿Podría hacer que tú y Austin os sintierais orgullosos en algún momento y de una gran manera? Me harías crecer. "
Escrita en 1851, esta carta es anterior a las de Higginson, pero tampoco ofrece un marco de referencia, por lo que, como casi siempre ocurre, sólo se puede conjeturar qué es lo que tenía que provocar el orgullo de Austin y Susan Dickinson, aunque resulta incuestionable que es algo relacionado con la poesía. Eso significaría que la publicación no era fundamental para ella, y dada su inclinación por los dobles significados, su expresión acerca de “crecer” podría indicar, sencillamente, una mejora en su expresión poética.
Sólo unos pocos poemas fueron publicados en las décadas de 1850 y 1860, y uno en la de 1870.
Todo lo dicho no significa necesariamente, que Emily no quisiera dar a conocer su poesía, porque sus poemas circularon ampliamente entre sus amigos. Envió poemas a casi todos sus corresponsales, y ellos, a su vez, pudieron leerlos a otros amigos. De hecho, su poesía, raramente se limitaba a ser leída por una sola persona. Entre tanto, siguió reuniendo y organizando sus poemas en distintas carpetas, y sus comentarios sobre sí misma como poeta, invariablemente implican haber tenido una audiencia relativamente numerosa.
Desde este sencillo estudio, nos inclinamos a pensar que Dickinson no tenía intención de ser publicada cuando envió sus poemas a Higginson. Ella conocía el criterio expresado por él, acerca de que la poesía tenía que ser vida y verdad, y lo compartía. En consecuencia, es posible que deseara la opinión de un crítico al que consideraba conocedor y sensible, exclusivamente acerca de si sus versos contenían aquellas cualidades.
Es sabido asimismo, que su amiga, Kate Scott Turner la animó repetidamente a publicar y ella siempre se negó a intentarlo. Otro asunto diferente es que Higginson considerara -entonces-, que su poesía tuviera o no calidad literaria; lo que choca con la forma de ser y de pensar de Emily, es la posibilidad de que intentara publicar de forma casi subrepticia, por medio de una excusa; intencionalidad que no encaja, ni con la firmeza de su carácter, ni con su desinteresada actitud acerca de la posible publicación e su obra.
Como le comentó a Higginson en 1862, "Mi ocupación es un círculo". A los Holland les escribió: “Mi ocupación es amar.... Mi ocupación es cantar.” Las imágenes evocan infinitud; el amor se idealiza como una condición sin fin. Incluso el "círculo", la imagen sobre la que Dickinson volvió tantas veces en su poesía, parece un límite, pero, bien al contrario, sugiere n girar continuo, sin principio ni fin evidentes.
Emily nunca dejó de escribir. Cuando murió en Amherst, en 1886, su familia encontró sus libros de poesía cosidos a mano; contenían casi 1.800 poemas, cuya existencia ignoraban.
Aunque Mabel Loomis Todd e Higginson publicaron la primera selección en 1890, el volumen completo no se publicó hasta 1955, editado por Thomas H. Johnson.
Cuando apareció la versión de RW Franklin, en 1998, el orden en que ella había cosido sus poemas, fue ignorado, del mismo modo que su exclusiva forma de puntuar, de exclamar, de resaltar palabras, sus originalidades ortográficas, y hasta la grafía de sus silencios, fueron retocados.
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