Carlos IV y María Luisa de Parma • Bodas Guerras y Tratados con Portugal ● Datos y Galería pictórica ● Primera Parte ● Carlota Joaquina hermana mayor de Fernando VII
La familia de Carlos IV (MNP), realizado en 1800 -15 años después del matrimonio de Carlota Joaquina, que aparece ladeada -cuarta a la derecha del espectador, casi oculta entre don Antonio, también hermano de Carlos IV y don Luis, Ppe. de Parma -casado con M.ª. Luisa Josefina, que aparece a su lado con un bebé en brazos-.
Reunió aquí Goya -discretamente autorretratado-, tres generaciones Borbón.
1ª Generación
Carlos IV, el rey; sus hermanos, Antonio Pascual y M.ª. Josefa Carmela, hijos de Carlos III.
A la derecha, la reina María Luisa, esposa de Carlos IV, hija de Felipe I de Parma, hermano de Carlos III, y de Luisa Isabel de Francia, hija de Luis XV.
2ª Generación
Carlos M.ª. Isidro- Fernando (VII)- Mª. Isabel- Francisco De Paula
Carlota Joaquina y M.ª. Luisa. A la derecha, su marido, Luigi I di Etruria y el hijo de ambos, Carlos II (ya, de la 3ª generación).
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LOS ABUELOS:
Padres y hermanos del rey Carlos IV de Borbón
Carlos III, el rey, y María Amalia de Sajonia, su esposa. De Giuseppe Bonito. MNP
Carlos se casó en 1737 con María Amalia de Sajonia (1724-1760), hija de Federico Augusto II. Tuvieron trece hijos, de los que sobrevivieron siete.
[1] María Isabel Antonia, Infanta de España (6 de septiembre de 1740-31 de octubre de 1742).
[2] María Josefa Antonia, Infanta de España (20 de enero de 1742-3 de abril de 1742).
[3] María Isabel Ana, Infanta de España (30 de abril de 1743-5 de marzo de 1749).
María Josefa Carmela, de A: R: Mengs y Goya
[4] María Josefa Carmela, infanta de España (6 de julio de 1744-8 de diciembre de 1801). Figura en el cuadro de Goya, La familia de Carlos IV -arriba, tercera a la izquierda-. Murió sin descendencia.
María Luisa, de A.R. Mengs y J. Grassi
[5] María Luisa, infanta de España (24 de noviembre de 1745-15 de mayo de 1792). Casada con Leopoldo II de Austria, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; con descendencia.
Carlos IV, de Mengs y J. Madrazo
[7] Carlos IV, rey de España (11 de noviembre de 1748-19 de enero de 1819). Casado con María Luisa de Borbón-Parma, princesa de Parma; con descendencia.
[8] María Teresa Antonia, infanta de España (2 de diciembre de 1749-2 de marzo de 1750).
Fernando I. Mengs
[9] Fernando I, Rey de las Dos Sicilias (12 de enero de 1751-4 de enero de 1825). Casado con María Carolina de Habsburgo, archiduquesa de Austria; con descendencia.
Infantes Fernando y Gabriel, de G. Bonito / Inf. Gabriel, de Mengs
[10] Gabriel, Infante de España (12 de mayo de 1752-23 de noviembre de 1788). Casado con Mariana Victoria de Braganza, infanta de Portugal; aunque murió joven (antes que su padre, lo que causó un profundo dolor a Carlos III que falleció poco después) de viruela, como su mujer. Le sobrevivió solo una hija.
[11] María Ana, infanta de España (3 de julio de 1754-11 de mayo de 1755).
Infantes Fco. y Antonio de G. Bonito/ Antonio Pascual de López Portaña
[12] Antonio Pascual, infante de España (31 de diciembre de 1755-20 de abril de 1817). Casado con María Amalia de Borbón, infanta de España; sin descendencia.
Francisco Javier, María Luisa y Carlos, de G. Bonito /Inf. Francisco Javier, de A.R. Mengs
[13] Francisco Javier, infante de España (15 de febrero de 1757-10 de abril de 1771). Sin descendencia.
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Padres y hermanos de la reina María Luisa de Parma -esposa de Carlos IV-.
Felipe de Parma y su esposa Louise EIisabeth de Francia, con sus hijos menores Ferdinand -después Fernando I de Parma-, y María Luisa -después, Reina de España-. Obra de Giuseppe Baldrighi, c. 1755, Parma, Galleria Nazionale.
El 25 de octubre de 1739, Felipe casó con Luisa Isabel de Francia, hija de Luis XV, en Alcalá de Henares; sus hijos fueron:
Isabel de Borbón-Parma, con su madre la duquesa Luisa Isabel de Francia, en 1750. / Isabel, de Jean-Marc Nattier
[1] Isabel (1741-1763), casada con José II de Austria
[2] Fernando (1751-1802), después duque de Parma
María Luisa de A.R. Mengs/ Goya
[3] María Luisa (1751-1819), reina de España, casada con Carlos IV.
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Carlos IV de España, en 1765 (c. 19 años) y María Luisa de Parma c. 1765-69, (c. 14-18 años). De A.R. Mengs. MNP y Palacio Real de Caserta
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Carlos IV, hijo y sucesor de Carlos III, casó con María Luisa de Borbón-Parma - su prima hermana, hija de Felipe, Duque de Parma-, en 1765. Tuvo catorce hijos de veinticuatro embarazos, siete de los cuales, llegaron a la edad adulta, y cuatro (en rojo en la relación que sigue) que intervinieron activamente en la Historia Moderna y Contemporánea de España.
1. Carlos Clemente Antonio (19.9.1771-7.3.1774.
2. Carlota Joaquina (25.4.1775-7.1.1830), casada con Juan VI de Portugal.
3. María Luisa Carlota (11.9.1777-2.7.1782).
4. María Amalia (9.1.1779-22.7.1798), casada con su tío Antonio Pascual de Borbón, Infante de España hijo de Carlos III y hermano menor de Carlos IV.
5. Carlos Domingo Eusebio (5.3.1780-11.6.1783)
6. María Luisa Josefina (6.7.1782-13.3.1824), casada con Luis de Borbón-Parma, duque de Parma y rey de Etruria.
7. Carlos Francisco de Paula (5.9.1783-11.11.1784).
8. Felipe Francisco de Paula (5.9.1783-18.10.1784).
9. Fernando (14.10.1784-29.9.1833), rey de España como Fernando VII.
10. Carlos María Isidro (29.3.1788-10.3.1855), conde de Molina, fundador del carlismo y pretendiente al trono de España.
11. María Isabel (6.7.1789-13.9.1848). Casada con su primo Francisco I de las Dos Sicilias y después con Francisco, conde del Balzo.
12. María Teresa (16.2.1791-2.11.1794). Muerta a causa de la viruela.
13. Felipe María Francisco (28.3.1792-1.3.1794).
14. Francisco de Paula Antonio, duque de Cádiz (10.3.1794-13.8.1865). Casado con su sobrina, Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, hija de su hermana María Isabel de Borbón y Francisco I de las Dos Sicilias. Su primogénito, Francisco de Asís de Borbón, se casaría con la reina Isabel II de España.
[2] Carlota Joaquina, [4] María Amalia, [6] María Luisa Josefina
[9] Fernando VII, [10] Carlos María Isidro, [11] María Isabel, y [14] Francisco de Paula Antonio.
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Biografías:
[2] Carlota Joaquina de Borbón • Hermana mayor del rey Fernando VII de Borbón
Infanta Carlota Joaquina, de Anton Raphael Mengs, ca. 1775-76. Palacio Real. Madrid
Carlota Joaquina de Borbón, la primera hija de Carlos IV de España y de María Luisa de Parma; segunda en orden familiar, nació en el Palacio de Aranjuez, de Madrid, el 25 de abril de 1775 y falleció en el Palacio de Queluz, en Lisboa, Portugal, el 7de enero de 1830 (54 años). Fue Infanta de España por nacimiento, y después Princesa del Brasil y Reina de Portugal.
Palacio Real de Aranjuez, Madrid
Palacio de Queluz, Lisboa
Carlota Joaquina, retratada por Maella. 1785 (10 años) Prado
Recién cumplidos los diez años, sus padres, los reyes, la casaron con el príncipe portugués Juan (1767–1826), -que reinaría como Juan VI-; segundo hijo de la reina María de Portugal y de su esposo –y tío-, el infante don Pedro, Rey consorte como Pedro III. La boda se celebró el 8 de mayo de 1785.
Equestrian portrait of Queen Carlota Joaquina by Domingos Sequeira. Petrópolis.
El matrimonio portugués de Carlota, antecedentes:
D. Maria I, Rainha de Portugal - Giuseppe Troni, atribuído. Palacio de Queluz. Pedro III, Rey Consorte de Portugal, cuando era Ppe. de Brasil.
El 6 de junio de 1760, se asentaba en Portugal la dinastía Braganza con el matrimonio de María -que fue la primera reina efectiva-, con su tío paterno, Pedro de Braganza, que se convertía así, en rey consorte. Fue conocida como María la Piadosa y accedió al trono en 1777, tras la muerte de su padre. Su reinado estuvo marcado por la figura del Marqués de Pombal, cuya política ilustrada introdujo cierta modernidad en el reino, pero tuvo enfrentamientos graves con la alta aristocracia y a causa de los intereses económicos creados por la influencia británica.
El Marqués de Pombal, de Van Loo y Vernet, 1766. Museo de Lisboa.
María terminaría desterrando a Pombal, al que no perdonó la destrucción de la familia Távora, con ocasión del terrible Processo dos Távoras.
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El sonado Proceso de los Távora se produjo a consecuencia del presunto intento de asesinato del rey José I de Portugal, “El Reformador”, en 1758, y terminó con la ejecución pública de casi toda la familia Távora y muchos de sus parientes, un año después. Algunos historiadores interpretan el asunto como un intento del primer ministro Sebastião de Melo, Marqués de Pombal, de limitar el ilimitado poder de las familias de la más alta nobleza, mediante una terrorífica matanza, y así lo hizo, sembrando el temor en el reino y entre el resto de la nobleza.
Tras el terremoto de Lisboa, producido el 1 de noviembre de 1755, quedó destruido el Palacio Real, por lo que, el entonces rey, José I, decidió alojarse en un gran campamento formado por tiendas y cabañas, en Ajuda, a la salida de la ciudad, un lugar que se convirtió en el centro de la vida política y social portuguesa, y que, a pesar su supuesta precariedad, se convirtió en el corazón de una corte tan elegantísima y rica como la de Versalles de Luis XV de Francia.
José I de Portugal. 1773. De Miguel António do Amaral. Hermitage, y su esposa, la reina Mariana Victoria de Borbón y Farnesio -Madrid, 31.3.1718 - Lisboa, 15.1.1781. Hija mayor de Felipe V de España, y de su segunda esposa Isabel de Farnesio. De Domenico María Sani; Palacio de Caserta.
Allí vivía el monarca, rodeado de un equipo administrativo organizado y dirigido por su primer ministro Sebastião José de Carvalho e Melo (después, Marqués de Pombal), y de la nobleza. El primer ministro era muy estricto. Procedía de una familia hidalga de provincias, y sentía gran desconfianza hacia la vieja nobleza que, a su vez, lo despreciaba por su origen. Los desacuerdos entre él y los nobles fueron frecuentes, pero tolerados por el rey, que confiaba ciegamente en Pombal, al que tenía gran consideración, por su excelente manejo de la situación portuguesa tras el terremoto y la subsiguiente crisis.
José I de Portugal, (1714-1777), y la infanta española Mariana Victoria de Borbón, tenían cuatro hijas con las que el monarca mantenía una cálida y excelente vida familiar, evidente en público y en privado, pero se rumoreaba que él tenía una amante, la cual sería, ni más, ni menos, que la bellísima Teresa Leonor Távora, que, además, estaba prometida con Luis Bernardo, sobrino del rey y heredero de la Casa de Távora.
La marquesa Leonor de Távora y su marido Francisco Assis, conde de Alvor, antiguo virrey de las Indias, eran la cabeza de aquella familia; una de las más rancias y poderosas del reino, y, quizás, por lo mismo, enemiga mortal de Sebastião de Melo, al que consideraban un advenedizo; de hecho, Leonor de Távora se declaraba públicamente molesta, por el hecho de que la política del país dependiera de un "plebeyo sin clase ni apellidos". Era también una católica muy devota, bajo la influencia de los jesuitas, uno de los cuales, llamado, Gabriel Malagrida, era su confesor.
El drama empezó la noche del 3 de septiembre de 1758, cuando José I viajaba de incógnito en carroza por una vía secundaria en las proximidades de Lisboa. Volvía a su campamento de Ajuda, tras un supuesto encuentro con su amante, cuando la carroza fue detenida y atacada por tres hombres a caballo, que dispararon a los ocupantes. José I resultó herido en un brazo y su conductor, recibió heridas más graves, aunque ambos sobrevivieron y consiguieron llegar a Ajuda.
Sebastião de Melo/Pombal, se hizo cargo inmediatamente de la investigación. Manteniendo en secreto el ataque y las heridas sufridas por el rey, emprendió una rápida acción, por la cual, a los pocos días, prendió y torturó a dos hombres, que, al parecer, confesaron ser los autores del atentado, y, además, declararon que habían sido contratados por la familia Távora, que conspiraba a favor del duque de Aveiro, José Mascarenhas, que podría alcanzar el trono, si ellos lograban acabar con la vida del rey. Los dos detenidos fueron ahorcados al día siguiente, antes, incluso, de que se hiciera público el fallido atentado.
En las semanas siguientes, la marquesa Leonor de Távora; su marido, el conde de Alvor y todos sus hijos, hijas y nietos fueron encarcelados sucesivamente por orden del rey. Los supuestos conspiradores, el duque de Aveiro y los yernos de los Távora, el marqués de Alorna y el conde de Atouguia también, fueron llevados a prisión, junto con sus respectivas familias, y Gabriel Malagrida, el jesuita italiano confesor de Leonor de Távora, también fue arrestado junto con otros sacerdotes de la Compañía. Todos ellos fueron acusados de alta traición y de regicidio frustrado. Las pruebas consideradas por el tribunal, fueron las siguientes:
-Las confesiones de los sicarios ya ejecutados.
-El arma usada para el crimen, que pertenecía al duque de Aveiro.
-El hecho de que sólo los Távora podían saber por dónde pasaría el rey aquella noche, puesto que volvía de visitar a Teresa de Távora, que, evidentemente, también fue encarcelada.
Los Távora lo negaron todo, pero fueron condenados a muerte y confiscación de bienes en favor de la Corona. Su nombre fue borrado de las relaciones de la nobleza y se prohibieron e hicieron desaparecer todos sus escudos e insignias familiares.
La condena a muerte incluía, en principio, a todos los miembros de la familia; mujeres, niños, y hasta a seis de los servidores más íntimos de los marqueses, si bien, la intervención de la Reina Mariana y de María Francisca, la heredera al trono, consiguió salvar la vida de la mayoría de los menores y de algunas de las mujeres. La marquesa no logró, sin embargo, el indulto; ella y otros acusados, también sentenciados a muerte, fueron torturados con inhumana crueldad y ejecutados públicamente, el 13 de enero de 1759, en un descampado de Lisboa.
Incluso para una época de mayor dureza, la ejecución fue especialmente violenta, pues a los sentenciados se les destrozaron los brazos y las piernas a mazazos antes de ser decapitados. Sus restos, finalmente, fueron quemados y las cenizas arrojadas al Tajo. El rey y una corte sobrecogida, asistieron a la ejecución, obedeciendo la decisión de Sebastião de Melo.
Cabe destacar, que los Távora eran prácticamente iguales, o, quizás superiores a la familia real, considerando su antiquísimo origen, lo que podía otorgarles cierta prepotencia, que, ni el monarca, ni, por supuesto, el propio Sebastião de Melo, estaban dispuestos a considerar.
La Compañía de Jesús fue declarada ilegal en 1759, y el jesuita Gabriel Malagrida, fue quemado vivo en 1761 en una plaza de Lisboa. Acto seguido, se confiscaron las propiedades de los Jesuitas y ellos fueron expulsados del territorio portugués.
La familia Alorna y las hijas del duque de Aveiro fueron condenadas a reclusión perpetua en distintos monasterios y conventos. Ana e Inés de Távora, y otras hijas y hermanas de los ejecutados, gracias a la ayuda de algunos nobles, consiguieron pasar a España con los componentes más pequeños de sus familias, pero apenas se supo más de ellas.
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Leonor de Almeida Portugal Lorena y Lancastre, IV Marquesa de Alorna, VII Condesa de Assumar y condesa von Oeynhausen-Gravenburg, nacida en Lisboa, el 31.X.1750 y fallecida en Benfica, el 11.X.1839, que formaba parte e la familia, se convirtió, con el tiempo, en una celebrada escritora de cartas prerrománticas, por las que fue comparada con Madame de Staël.
Dejó obra poética -Oferenda aos Mortos- y epistolar, considerable, que en gran parte aún es inédita, si bien ha sido publicada su correspondencia con la condesa de Vimioso, Teresa de Mello Breyner conocida como "Tirce", durante su reclusión en el convento de San Félix de Chelas, en Lisboa. Tenía 9 años en 1759, cuando se produjo el exterminio de su familia materna, los Távora, por orden del marqués de Pombal.
Enclaustrada durante dieciocho años, como su madre y su hermana María, futura Condesa de Ribeira Grande, empleó su tiempo en leer, escribir -Poesías de Chelas-, y mantener un salón de poesía, que organizó, una vez recobrada la libertad, en su residencia de Bemfica. Teniendo una cultura enciclopédica, se adhirió a las ideas ilustradas. Firmaba sus cartas con el seudónimo de "Alcipe", y adquirió renombre en el mundo de las Letras como Outeiros de Chelas.
Leonor de Almeida Portugal, Marquesa de Alorna, retratada por Pitschmann en 1780. Colección de los Marqueses de Fronteira, Portugal.
Se enamoró del conde Carlos Augusto de Oeynhausen, que había ido a Portugal junto con su primo por orden del marqués de Pombal. Este, renunció al protestantismo y se casó con ella el 15 de febrero de 1779, siendo padrinos de la boda, el rey Pedro III y la reina María I. Él fue hecho Caballero de la Orden de Cristo y, después, embajador plenipotenciario de la corte portuguesa en Viena, donde se ganó la estima de la Emperatriz María Teresa I y de su sucesor José II. El matrimonio, tras su embajada en Viena, volvió a Lisboa a finales de la década de 1780 a causa de problema de salud derivados del clima.
Leonor de Almeida. Autorretrato, hacia 1788
El 3 de marzo de 1793, Carlos Augusto, que había sido nombrado gobernador de los Algarves, falleció con solo 54 años y Leonor se retiró con sus hijos a sus propiedades de Almeirim y de Almada. Dedicada sobre todo a la educación de sus hijos, fue muy estimada por todos, por sus obras benéficas, entre las cuales financió una pequeña escuela para que niñas de familias humildes aprendieran a coser, leer, escribir y, fundamentalmente, tareas domésticas, adecuadas a su clase y sexo.
Muy considerada y respetada por la Familia Real, fue nombrada dama de honor de la Princesa de Beira y de Brasil, Carlota Joaquina de Borbón, esposa del heredero del trono, que le encargó elaborar los diseños para la decoración interior del Palacio de Ajuda, aunque no llegó a realizarlos.
Tras la muerte de su padre en 1802, viajó a Madrid, y después, a Londres, donde frecuentó los salones aristocráticos, así como la casa del embajador portugués Domingo de Sousa Couthino, conde de Funchal, pero se vio obligada a permanecer más tiempo del que había previsto, a causa de la invasión francesa y de la marcha al exilio brasileño de la Familia Real Portuguesa.
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El palacio del duque de Aveiro, en Belém, Lisboa, fue destruido y el solar, sembrado de sal -salgado-, para que nunca más creciera allí nada. En el lugar, hoy llamado Beco do Chão Salgado, por orden de José I, se erigió una columna, con una lápida y una inscripción muy significativa.
"AQUI FORAM ARRASADAS E SALGADAS AS CASAS DE JOSÉ MASCARENHAS, EXAUTORADO DAS HONRAS DE DUQUE DE AVEIRO E OUTRAS CONDEMNADO POR SENTENÇA PROFERIDA NA SUPREMA JUNCTA DE INCONFIDÊNCIA EM 12 DE JANEIRO DE 1759. JUSTIÇADO COMO UM DOS CHEFES DO BÁRBARO E EXECRANDO DESACATO QUE NA NOITE DE 3 DE SETEMBRO DE 1758 SE HAVIA COMETIDO CONTRA A REAL E SAGRADA PESSOA DE D. JOSÉ I. NESTE TERRENO INFÂME SE NÃO PODERÁ EDIFICAR EM TEMPO ALGUM".
Sebastião de Melo fue nombrado conde de Oeiras por su enérgica actuación, y posteriormente, ya en 1770, recibió el título de Marqués de Pombal, por el que sigue siendo conocido.
La culpabilidad de los Távora es cuestionada por algunos historiadores, si bien, por una parte, las malas relaciones entre la alta aristocracia y el rey José I, están bien documentadas y. además, la falta de un heredero masculino al trono, convertía al duque de Aveiro en blanco de los aristócratas descontentos, que veían la oportunidad de impedir el acceso al trono a las hijas de José I, cuando este falleciera.
Otros autores destacan el hecho de que, con la eliminación de los Távora y de los jesuitas, desaparecían los mayores enemigos de Sebastião de Melo, a la vez que se limitaba el inmenso poder de la vieja nobleza de espada y crucifijo. Por otra parte, los Távora alegaron que el intento de asesinato de José I, no habría sido sino un delito común y no un regicidio frustrado, puesto que el rey viajaba sin escolta ni señales distintivas, por una zona oscura cuando fue atacado.
Se suele destacar una importante circunstancia a favor de la inocencia de los condenados, y es el hecho de que ninguno de los Távora, intentó abandonar Portugal en los días posteriores al atentado, sabiendo que, aunque el suceso no se hizo público entonces, ya era conocido y se estaban tomando medidas drásticas contra los principales sospechosos.
Culpables o no, la ejecución de los Távora fue un acontecimiento que tuvo gran resonancia en toda Europa y generó un odio silencioso, pero evidente en las cortes reales y entre la alta nobleza, hacia el plebeyo y osado Marqués de Pombal.
La futura reina, María I de Portugal, profundamente afectada por aquellos sucesos, cuando llegó al trono, abolió la pena de muerte, excepto en caso de guerra, motivo por el que Portugal fue uno de los primeros países del mundo en dar este paso. Por otra parte, su animadversión hacia Pombal siempre fue evidente, y, cuando tuvo oportunidad, lo destituyó de todos sus cargos y lo desterró de Lisboa, dictando un decreto que le prohibía acercarse a menos de veinte millas de la capital -algo más de 32 Km.-.
Tras una nueva investigación, la memoria de la familia Távora fue rehabilitada por decreto real, aunque tal disposición nunca se hizo pública. Finalmente, Pombal también fue condenado, pero dada su avanzada edad quedó exento de castigos físicos.
Tras el destierro de Pombal, que, además, había puesto al servicio del Estado a la Inquisición a lo largo de 27 años, se inició un proceso de reacción conocido como "Viradeira", contra los componentes de su gobierno y colaboradores, que, al parecer, se caracterizó por su moderación, conservando incluso, algunos de ellos los importantes puestos que desempeñaban junto al marqués.
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La Viradeira se inició el 13 de marzo de 1777 con el nombramiento por parte de María I, de nuevos secretarios de Estado, tras la destitución del marqués de Pombal, cuyo gobierno constituiría el último capítulo del Antiguo Régimen en Portugal. Durante la Viradeira, se produjeron algaradas callejeras en Lisboa "contra el tirano” y fueron liberados más de ochocientos presos políticos.
Por otra parte, en la Universidad de Coimbra, "alma mater" del marqués de Pombal, inició una contrarreforma con limpieza de librepensadores, que José Hermano Saraiva -Leiria, 3.10.1919 - Setúbal, 20.7.2012-, historiador portugués; ministro de Educación Nacional entre 1968 y 1970, durante la dictadura de Oliveira Salazar, y embajador en Brasil entre 1972 y 1974-, consideraba frustrada, si bien otras fuentes proponen lo contrario, como escribió uno de los contemporáneos afectados, Francisco de Melo, en su tratado, O reino da estupidez.
En 1780 se creó en Lisboa la Casa Pia, una institución con fines, a la vez, policiales, culturales y de beneficencia, definida por Latino Coelho -Lisboa, 29.11.1825 — Sintra, 29.8.1891-, militar, escritor, periodista y político portugués-. como una universidad plebeya. Con todo, la relativa estabilidad política, una vez sosegada la situación, propició la creación de la Real Academia de Ciencias en 1779; el Aula Pública de Dibujo y Diseño, en Oporto, y el Aula Regia de Diseño, en Lisboa; la Biblioteca Pública de la Corte en 1796; y las Academias de Marina y de Fortificación, Artillería y Diseño.
En el aspecto político, la caída de Sebastião José de Carvalho e Melo/Pombal, fue atribuida a Tomás Xavier de Lima, vizconde de Vila Nova de Cerveira. Tras la sentencia de 23 de mayo de 1781, que rehabilitó la memoria de los Távora y sus familiares –recordemos que el caso se produjo en 1758-, un decreto de 16 de agosto de 1781, que contenía la sentencia de Pombal, fue modificada, después de que este solicitara el perdón real, pero, sobre todo, a causa de su avanzada edad, y, en consecuencia, se le perdonó la vida, aunque fue confinado en su Quinta de Pombal, donde falleció el 8 de mayo de 1782 a los 82 años.
La influencia de Melo/Pombal pervivió a través de Frei Inácio de S. Caetano, otro confesor de la reina, fiel al exministro, cuya gestión en la corte asumieron, el Marqués de Angeja y el citado Vizconde de Vila Nova, apenas comparsas de la administración del Estado, si bien, intentaron el equilibrio manteniendo a dos ministros del período Pombal.
Para algunos historiadores la “Viradeira antipombalina” derivó en una progresiva pérdida del control estatal sobre muchas de las áreas económicas, con la extinción de algunos de los monopolios que había establecido Pombal. También permitió que la Iglesia recuperara su influencia, y la alta nobleza, su poder sobre el Estado, tras la liberación de sus presos políticos y mediante la rehabilitación de muchos nobles, aunque algunos, lo fueron a título póstumo.
Por su parte, el citado Hermano Saraiva enumera como cambios notables de la Viradeira: la abolición del monopolio en el comercio de Brasil con la declaración de la libertad de comercio en 1780, aunque se mantuvo una de sus compañías peor afamadas, la Compañía de las Viñas del Alto Duero.
En el plano internacional, Portugal se vio favorecido por el inicio del independentismo americano, entre 1776-1783, que agudizó «la rivalidad marítima anglo-francesa» en el Atlántico. Además, una vez creadas las coaliciones europeas contra la Revolución Francesa, se convirtió en la principal proveedora de los británicos, consiguiendo, por primera vez en la historia de las relaciones comerciales entre ambos reinos, que los resultados económicos favorecieran a Portugal.
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El reinado de María I estuvo marcado por la alternancia de las facciones moderada y conservadora, que intentaban imponerse a la reina, a través de sus confesores. Se asegura, por otra parte, que María era una mujer melancólica y temerosa, víctima de un excesivo temor religioso, que le valió el sobrenombre de María La Piadosa.
Mejoró las relaciones con España, por los Tratados de San Ildefonso (1777) y de El Pardo (1778). Fue amante de la paz; promovió obras sociales y concedió asilo a un número indeterminado de aristócratas franceses que huían de la Revolución de 1789.
El 1 de febrero de 1792, cuando salía del teatro de Salvaterra, María sufrió un repentino ataque de locura, que, al parecer, se consideró incurable. Fue declarada demente e incapacitada para el gobierno, nueve días después, por lo que su hijo y heredero, Juan, tomó las riendas del gobierno y empezó a firmar decretos en nombre de su madre, hasta que, en 1799 se convirtió en rey efectivo.
El médico inglés Francis Willis, famoso por haber tratado la locura de Jorge III de Inglaterra, fue llamado para tratar el caso de la reina, pero sus métodos provocaron el rechazo de la corte portuguesa, ya que incluían tratamientos que implicaban lo que, en aquel momento, se consideró como una falta de respeto hacia la intangibilidad de una persona real. Willis fue despedido a los pocos meses de llegar a Lisboa. De hecho, el tratamiento que había aplicado a Jorge III incluía muchos de los terribles métodos de la época, como la coerción y el empleo de una especie de camisa de fuerza, además de la ingestión de fuertes mezclas medicinales. Sin embargo, también contemplaba más amabilidad y consideración con el paciente, y, de hecho, la recuperación del rey inglés, en 1789 dio gran reputación a Willis, que abrió un segundo establecimiento para dar cabida a la cantidad de pacientes que solicitaron su tratamiento, tras el éxito obtenido con Jorge III.
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En el año 1801, el ministro y favorito de la Corte española, Manuel Godoy, con el respaldo de Napoleón Bonaparte, invadió Portugal durante un breve período de tiempo. Por el posterior Tratado de Badajoz, la región de Olivenza / Olivença, pasó a pertenecer a España, mientras que las Misiones Orientales españolas quedaban en manos portuguesas.
Años después, al negarse a cumplir las órdenes de Napoleón con respecto a la interrupción del comercio con Gran Bretaña, Portugal fue invadido de nuevo, por un ejército franco-español mandado por el Mariscal Junot. La familia real huyó a Brasil, entonces colonia portuguesa, el 29 de noviembre de 1807, y al día siguiente las tropas franco-españolas entraron en Lisboa.
Cuando Napoleón fue derrotado en 1815, María y la familia real, permanecieron en Brasil, donde la reina murió el 20 de marzo de 1816, en Río de Janeiro. Sus restos fueron llevados a Lisboa y sepultados en la Basílica da Estrela, que ella misma fundó.
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En 1788 había muerto también el primer heredero de la Corona portuguesa, José, Príncipe de Beira - Lisboa, 21.8.1761 — 11.9.1788, hijo primogénito de primogénito María I y de Pedro III. La sucesión recayó en la persona de Juan; cuyo poder se había ido asentando desde que la reina María perdió la razón.
Con don Juan en la línea de sucesión, volvemos a este lado de la frontera y al momento en que lo abandonamos.
D. José, Príncipe da Beira e do Brasil. Último retrato, de autor desconocido. Museo Histórico Nacional de Brasil
Juan pasó, pues, a ser el primero en la línea de sucesión y ejerció la regencia a partir de 1792, en vida de su madre, siendo nombrado príncipe regente en 1799. Con ello, nuestra protagonista, Carlota Joaquina se convertía en princesa consorte-regente de Portugal. Este ascenso casaba muy bien con su carácter ambicioso y, según se dice, en ocasiones, furibundo. Carlota intervenía, con y sin disimulo, en los asuntos de estado, tratando siempre de alterar las decisiones de su marido, actitud inmediatamente advertida por la nobleza portuguesa, cuyas críticas pronto se extendieron entre el pueblo. Al mismo tiempo, se supo de sus desavenencias conyugales, que, a partir de entonces, también se convirtieron en un asunto político.
Juan VI descubrió en 1806, que Carlota Joaquina urdía una revuelta palaciega para tomar el poder, por lo que la expulsó del Palacio Real de Mafra, y la confinó en el de Queluz, en las afueras de Lisboa, en una especie de libertad vigilada, pero no mucho tiempo, ya que, tratando de escapar de la invasión napoleónica, en 1808 Juan VI dispuso la huida de la familia real, incluida la reina, a Brasil, instalando la corte, en Río de Janeiro, donde, al parecer, resurgió enérgicamente la actividad de Carlota Joaquina.
Entre 1808 y 1812, Carlota Joaquina pretendió también reemplazar a su hermano Fernando VII como regente de España, mientras este permanecía en Francia, sometido a Napoleón y José Bonaparte ocupaba el trono de España. Alegaba que era la única integrante de la familia de Carlos IV que no era prisionera, ni estaba sometida a Francia.
Su simpatía hacia el Virreinato del Río de la Plata provocó la creación de un partido carlotista en Buenos Aires, cuyo objetivo era alcanzar la independencia de aquel territorio -posteriormente, Argentina-, que, naturalmente, contó con el apoyo de Carlota Joaquina. En efecto, ella aspiraba también a aprovechar el terremoto provocado por la invasión napoleónica de España para asegurarse un trono en América, pero no contó con las limitaciones que le imponía el hecho de tener un marido portugués.
Para la realización de aquellos planes contaba con el apoyo del almirante Sidney Smith, comandante de la base naval británica en el Atlántico Sur, pero, finalmente la interferencia de la diplomacia británica, encabezada por Lord Strangford y la política expansionista de su esposo hicieron fracasar el proyecto.
El Almirante Sidney Smith y el VI Viscount Strangford
Juan VI declaró que, si su esposa era proclamada regente de España, él también tendría derechos sobre el Virreinato del Río de la Plata, como consorte, pero solamente aquella insinuación, hizo que el plan perdiera todo apoyo en Buenos Aires, donde nadie deseaba someterse al dominio portugués. Por otra parte, la ocupación francesa en España, hizo que Gran Bretaña rechazara, a su vez, la existencia de una regente española en Buenos Aires, que pudiera servir de apoyo al restaurado Fernando VII.
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En 1820, un movimiento surgido en Oporto, exigió el retorno de la familia real portuguesa a la metrópoli. Juan VI y Carlota Joaquina volvieron, así, a Portugal, el año siguiente, pero su hijo y heredero Pedro de Braganza no sólo decidió quedarse en Brasil, sino que en 1822 proclamó la independencia de aquel país, asumiendo el trono como emperador Pedro I de Brasil.
Su biografía, que presenta un carácter casi novelesco, resulta muy interesante y pronto lo recordaremos, en su orden familiar, como cuarto hijo de Juan VI y Carlota Joaquina.
Pedro I de Brasil
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