martes, 19 de octubre de 2021

Cervantes frente a Avellaneda; el hombre que nunca existió


Firmado por un tal “Alonso Fernández de Avellaneda” -nombre, al parecer,  inexistente-, se publicó en 1614 el Segundo Tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, con evidente intención de suplantar a Cervantes, que había publicado su Primera Parte, en 1605 y que, inmediatamente se vio urgido a terminar y hacer publicar la Segunda, en la que ataca duramente al dicho “Avellaneda”, bajo el nombre de “Ginés de Pasamonte”.

Esto es lo que se ha dicho -o escrito-, al respecto.

Se cree que el Ginés de Cervantes, era Jerónimo de Pasamonte, autor de una Vida y Trabajos, que circuló manuscrita a principios de 1605, en la que hablaba, entre otras cosas, de su participación en la Batalla de Lepanto, y que, por el motivo que fuere, despertó la cólera del “Manco”, que lo trató sin piedad, dando a entender, que el mismo, era el “Avellaneda” autor de aquel Segundo Tomo.

Así pues, se ha dado por supuesto -aunque todavía no podemos asegurar nada-, que esta historia debió empezar cuando Jerónimo de Pasamonte escribió su Vida y Trabajos, una especie de historial, casi al modo de una hoja de servicios, que, a pesar de que no se publicó, hizo un notable recorrido de mano en mano. En ella habla de su infancia y de su vida como soldado, en la que, igual que Cervantes, combatió en Lepanto -a pesar de que él hubiera preferido la carrera religiosa-. También ofrece multitud de extrañas situaciones, de acuerdo con las cuales, al autor sufre visiones demoníacas desde muy pequeño, que le atacan porque es un buen cristiano, del mismo modo que se siente objeto de conjuros, maldiciones e intentos de envenenamiento, por parte de enemigos y allegados, de los que no es capaz de liberarse.

Primera y segunda dedicatoria de la Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte, que incluye su firma autógrafa. Biblioteca Nazionale Vittorio Emanuele III de Nápoles

Primera página, tras las dedicatorias, del manuscrito de la Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte. 1614

Puesto que Cervantes parece referirse a él, aunque con un seudónimo, se deduce que había leído la Vida y que la utilizó de modo burlesco en el capítulo XXII de la Primera Parte de su Quijote, es decir, ya en 1605, exactamente, el mismo año que, en enero, Pasamonte terminaba las “Dedicatorias” de su “Vida” empezada en 1593.


Cervantes 1605

Se supone que Pasamonte, leyó, a su vez, aquella primera parte del Quijote, y que se sintió insultado, por lo que él mismo, o, lo que sería más creíble, con ayuda de otros, escribió, supuestamente, una segunda parte de la obra de Cervantes, que esta sí, fue publicada, conocida y, en ocasiones, confundido su autor con el verdadero creador del personaje, es decir, Cervantes. Esto ocurría, en 1614.

Avellaneda 1614

Parece, entonces, y, por último, que esta edición “aceleró” el remate y la publicación de la verdadera II Parte de Don Quijote de Cervantes. 


1615. Finalmente, después de la aparición de sus Novelas Ejemplares -a las que se refiere Avellaneda, como “ingeniosas”-, Cervantes publica la Segunda -verdadera- parte del Quijote, en la que contesta al supuesto Avellaneda, aunque siempre refiriéndose a él, sin nombrarlo, sino empleando -dice la crítica- el nombre de su personaje sosias; “Ginés de Pasamonte”.

Como casi es comedia toda la historia de don Quijote de la Mancha, -escribe Avellaneda-, no puede ni debe ir sin prólogo; y así, sale al principio desta segunda parte de sus hazañas éste, menos cacareado y agresor de sus letores que el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, y más humilde que el que segundó en sus Novelas, más satíricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas. No le parecerán a él lo son las razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que él la comenzó y con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos, hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos. Pero quéjese de mi trabajo por la ganancia que le quito de su segunda parte, pues no podrá, por lo menos, dejar de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa lición de los vanos libros de caballerías, tan ordinaria en gente rústica y ociosa; si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar.

    Avellaneda

Lope de Vega: Escritor de Comedias y Ministro del Santo Oficio. Retrato por Juan van der Hamen y León

Detalles

Lope -Lupus- de Vega, de Luis Tristán de Escamilla, 1614. Hermitage

Cervantes: Quijote II, Prólogo al lector. 1615

¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote, digo, de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! Pues en verdad que no te he de dar este contento, que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido, pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya. Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas a lo menos en la estimación de los que saben dónde se cobraron: que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga, y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza; y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.

He sentido también que me llame invidioso y que como a ignorante me describa qué cosa sea la invidia; que, en realidad de verdad, de dos que hay, yo no conozco sino a la santa, a la noble y bienintencionada. Y siendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañóse de todo en todo, que del tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa. Pero en efecto le agradezco a este señor autor el decir que mis novelas son más satíricas que ejemplares, pero que son buenas; y no lo pudieran ser si no tuvieran de todo.

Edición y Notas de Francisco Rico. BVMC

Queda así la cuestión (por el momento):

1- Cervantes ¿leyó la Vida de Pasamonte?

2- Suponiendo que el Pasamonte, autor de la Vida, fuera el mismo que Ginesillo de Pasamonte, -alias de Avellaneda-, ¿qué ocurrió para que, a pesar del buen carácter de Cervantes, le atacara por medio de la recreación burlesca de su personaje, cuando el primero no lo había mencionado en ningún momento?

3- Pasamonte y el inexistente Avellaneda, autor del Quijote II ¿son, verdaderamente, la misma persona?

4- ¿Por qué Avellaneda dice que Cervantes le ha ofendido a él y a Lope de Vega?

5 ¿Estaba Lope detrás de la publicación del Quijote de Avellaneda?

Veamos lo que dicen los investigadores.

“Hacia 1611, Avellaneda hizo circular el manuscrito apócrifo. Cervantes lo leyó y reconoció fácilmente a su verdadero autor. Y en algunas de sus Novelas ejemplares, publicadas en 1613, hizo claras alusiones conjuntas a los manuscritos de la Vida de Pasamonte y del Quijote de Avellaneda. Cervantes se burló alternativamente de los episodios y las expresiones de ambos manuscritos, para dar a entender que pertenecían al mismo autor.

Esas alusiones demostrarían dos cosas:

-En primer lugar, que Cervantes conoció el manuscrito del Quijote apócrifo antes de escribir la segunda parte de su Quijote (y seguramente eso le incitó a componerla).

-En segundo lugar, que Cervantes creía que Avellaneda era Pasamonte, pero aun en el caso de que estuviera equivocado, su convencimiento seguiría siendo esencial para entender la segunda parte de su Quijote, empezando por el Prólogo.

Al componer esta obra, Cervantes tuvo delante el manuscrito apócrifo. No quiso mencionar el manuscrito de Avellaneda para no darle publicidad, pero trató de superar sus episodios, se burló de los mismos y corrigió las características que Avellaneda había otorgado a don Quijote y Sancho. Por ello, toda la segunda parte del Quijote de Cervantes constituye una imitación satírica o correctiva del Quijote de Avellaneda.

Sería cuando Cervantes estaba escribiendo el capítulo 58 de la segunda parte de su Quijote, cuando supo que el Quijote apócrifo se había publicado, lo que le hizo preocuparse. Por eso, se decidió a mencionarlo por primera vez en el capítulo 59, criticándolo después con dureza:

“Pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco” (cap. 62).

“Tan malo, que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no acertara” (cap. 70).

Además, Cervantes afirmó cuatro veces que Avellaneda era aragonés, y sugirió el nombre de pila de su autor.

En el mismo capítulo 59, don Quijote se encuentra con un personaje que tiene en sus manos el libro apócrifo recién publicado. Este personaje, al ver al don Quijote cervantino, lo reconoce como el auténtico:

“sin duda vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas”.

Y ese personaje se llama, precisamente, Jerónimo, como Jerónimo de Pasamonte. Cervantes creó así una escena magistral, haciendo que la representación literaria de Avellaneda, encarnada en ese personaje llamado Jerónimo, reconociera a su don Quijote como el verdadero.

En suma, Cervantes se valió del Quijote apócrifo para componer la segunda parte de su Quijote, y mostró su convencimiento de que Avellaneda era el aragonés Jerónimo de Pasamonte.

"Como explico en la breve novela divulgativa, Hacen falta cuatro siglos para entender a Cervantes, hemos tardado mucho tiempo en descubrirlo. Esperemos que no pase mucho más hasta que se reconozca y se transmita a la sociedad lo que realmente ocurrió.”

(Alfonso Martín Jiménez, Cat. De Lit. Comp. UVA)

“El Quijote de Avellaneda, un gran trabajo sucio”

"La Biblioteca Clásica de la RAE, dirigida por Francisco Rico, presenta el texto crítico canónico del Quijote de Avellaneda, una obra que obligó a Cervantes a reelaborar la segunda parte de su novela y adoptar tramas y técnicas narrativas que serían determinantes para la literatura posterior. Rico y Luis Gómez Canseco, responsable de la edición crítica, debaten para “LEER” las diversas tesis en torno al Quijote apócrifo.

La licencia es de septiembre de 1614, y aunque los libros autorizados a imprimirse en la Corona de Aragón no podían venderse en Castilla, lo cierto es que la segunda parte apócrifa del que se conocería como Quijote de Avellaneda comenzó a circular muy pronto por Madrid. Por eso es verosímil lo que dice Luis Astrana Marín en su monumental biografía de Cervantes: “Cuando iba por el capítulo LIX [de la segunda parte del Quijote], se estaría ya en el mes de octubre de 1614. Alrededor de esa fecha difundíase por Madrid un libro en octavo, cuya portada decía: Segundo tomo del Ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus aventuras. Compuesto por el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas (…) Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe Roberto, año 1614”.

El “Quijote de Avellaneda” tenía la intención de molestar a Cervantes, bien por envidia, choque de vanidades o aprovechamiento económico

Sea como fuere, lo cierto es que será a partir de ese capítulo de la segunda parte del Quijote (no del “falso”, sino del “verdadero, el legal y el fiel”, como repetiría Cervantes) cuando obsesivamente el inmortal autor se dedique a vapulear a Avellaneda. Y no es para menos, porque como coinciden la mayoría de los expertos el libro, fuese quien fuese su autor, tenía una clara intención de molestar y atacar a Cervantes, bien por envidias personales, choque de vanidades o sencillamente para aprovecharse económicamente de unos personajes que tenían ya un éxito consolidado entre los lectores. Cosa que, al parecer, no era infrecuente en aquellos años. 

Habla Francisco Rico (FR): “Se dice que está escrito por un partidario de Lope de Vega que se siente disgustado por las segundas intenciones que, en el caso de las menciones a Lope, se pueden descubrir en Cervantes, pero todos los libros de gran éxito tienen segundas partes apócrifas o auténticas, quiero decir, de La Celestina hubo docenas de imitaciones, más que continuaciones; del Lazarillo tenemos varias continuaciones y el Guzmán de Alfarache también las tuvo”.

La mano de Lope

“Quién sea el autor es importante”, matiza Luis Gómez Canseco, responsable de la edición crítica, “pero en realidad sólo se dan palos de ciego. Lo que podemos ver es el perfil del personaje, porque eso sí lo tenemos en el libro. A mi juicio lo que queda claro es que Lope de Vega no fue ajeno al asunto. Teniendo en cuenta cómo trabajaba Lope en su entorno y la gente que tenía alrededor para hacerle trabajos sucios… Éste, desde luego, fue un trabajo sucio tan bien hecho que siglos después todavía no sabemos quién lo hizo. A mí me parece verosímil que Cervantes supiera la identidad del autor, porque parece un libro pensado en esos ambientes del mundo madrileño de las letras donde él se movía, y tuvo, si no que saber, sí sospechar de cerca quién pudo ser”.

(Habla Francisco Rico)

FR: Pero eso no quiere decir que lo supiera antes de acabar la segunda parte del Quijote. Pudo saberlo después. Y, sí, es probable que lo supiera, pero si lo hubiera sabido antes hubiera echado algún anzuelo para que picara.

(Habla Luis Gómez Canseco)

LGC: Todo el mundo ha jugado con la curiosidad y lo divertido de buscar quién es olvidándose del propio texto y de la historia que lo rodea, incluso materialmente. En esta edición hemos acotado bastante el proceso que siguió el libro, que es importante para saber el impacto real que tuvo, el número de ejemplares que se pudieron imprimir y, consecuentemente, a cuánta gente pudo llegar. Esta nueva edición está completamente rehecha tanto en lo textual como en los contenidos y es mucho más completa que la que el propio Gómez Canseco hizo para Biblioteca Nueva en el año 2000. “Es la única edición seria que se ha hecho sobre el Avellaneda”, apunta Rico. Entre otras cosas, aporta materiales novedosos sobre el proceso de impresión: “Si no hay dos impresiones, no digo dos ediciones, una parte del libro se compuso tipográficamente dos veces, y hay que distinguir los ejemplares de la primera y de la segunda composición tipográfica, porque ofrecen diferencias. Por primera vez eso se ha tomado en cuenta”.

En aquella edición, Gómez Canseco afirmaba que “los estudios más recientes del Quijote de 1615 [el de Cervantes] se inclinan por la idea de que Cervantes afrontó una revisión de su segunda parte inmediatamente después de la lectura de Avellaneda” y que “por más que cueste admitirlo, Cervantes leyó y utilizó en beneficio propio textos, personajes, estructuras narrativas y temas del Quijote apócrifo”.

Cervantes utiliza el material del enemigo para construir una novela que cambia la historia de la literatura (Luis Gómez Canseco)

FR: No lo creo. Cervantes reaccionaba inmediatamente a un estímulo y jamás volvía atrás para revisar lo escrito, ni para corregir los errores más groseros. Él tiene una frase que le gusta mucho que es “Olvidávaseme de decir”, y cuando la usa es porque se le ha olvidado de verdad. No vuelve atrás para corregir. No es Cervantes de introducir un matiz sutil en una frase volviendo para atrás, no me lo creo.

LGC: Yo creo que sí y se puede comprobar en el texto. La inteligencia literaria de Cervantes consiste en coger el material del enemigo y rehacerlo. Y no sólo para desmontar lo que dice Avellaneda, sino para construir su novela de una manera tan extraordinaria que cambia la historia de la literatura. La historia de don Álvaro de Tarfe que pasa de la novela de Avellaneda a la novela de Cervantes para desmentir al libro de donde viene es un momento esencial para la literatura moderna. Son juegos de absoluta modernidad, que Cervantes utiliza con la excusa de Avellaneda para reconstruir por completo la concepción de la narrativa de la época. Lo que convierte a Cervantes en ese escritor de potencia enorme y de influencia decisiva para toda la literatura posterior es la segunda parte del Quijote. Y Avellaneda puso su granito de arena para que fuera así.

FR: Lo que ocurre en la segunda parte del Quijote es que Cervantes era muy vanidoso, con razón, y está orgullosísimo del éxito que ha tenido su novela. Cada vez que aparece alguien que reconoce a don Quijote, es alguien que está cantando la gloria de Cervantes. Y en el caso de Avellaneda, eso se extrema. Cervantes muestra con su infinito derroche de gracia y capacidad narrativa que el otro Quijote está lleno de defectos. Estoy convencido de que es una cuestión de vanidad, más que esa idea del personaje en busca de autor, que sí, está, pero un poco por casualidad, secundariamente.

LGC: Claro, lo de la casualidad es importante. No es que Cervantes estuviera pensando yo soy Pirandello y voy a hacer aquí una cosa tremenda. Hay mucho de invención casual, pero de ahí el genio de Cervantes. Por otra parte, el Avellaneda no sólo es una obra determinante para la segunda parte del Quijote, sino que, aunque es un libro menor, es divertido y tiene todavía toques de humor grueso que provocan la risa. Además, es la suma de una ideología conservadora y muy afín al poder, junto a la sal gruesa en lo sexual y lo escatológico. Algo aparentemente contradictorio, pero que le da sentido y singularidad al libro. Avellaneda no es un tonto y sabe que el Quijote es un libro excepcional y aunque en varios momentos deja entrever un odio profundo a Cervantes, hay también una verdadera admiración literaria por su novela.

FR: El Quijote de Avellaneda está hecho con la mentalidad literaria de la época, porque Cervantes es un revolucionario y en cierto modo es un hereje. Y por eso en el siglo XVIII, en la tradición neoclásica, hubo en Francia y en España quienes afirmaron, no sé si se lo creían de verdad o no, que es superior al de Cervantes. Pero eso fue una etapa muy transitoria, porque el Quijote de Avellaneda se soporta y tiene, como dice Luis Gómez Canseco, algunas cosas divertidas, pero en general es muy tosco y sobre todo no tiene la gracia infinita que tiene el original.”

FERNANDO PALMERO (“Leer”, 2015)

Sin embargo, no parece encajar, en absoluto, el lenguaje y estilo de la “Vida” de Pasamonte, con los empleados en el Quijote II, de Avellaneda; ni por eso, ni por la mentalidad que se refleja en la Vida. Cervantes, siendo el mejor, no tuvo suerte en la vida, pero era un hombre de buen carácter y seguro de sí mismo, mientras que el Pasamonte de la “Vida”, resulta, un ser lleno de temores; trasgos, brujas o maldiciones, aunque tenga, a veces, buenos detalles cómicos, que jamás alcanzan la exquisita ironía que tan fácilmente surge de las líneas y las expresiones de Cervantes, que aparece como un hombre de mala suerte y buen carácter, mientras que Pasamonte, tendría la misma mala surte, pero la afrontaría con mal carácter, casi con tristeza,  y con muy oscuros temores.

En todo caso, quedan cuestiones por resolver, que, hasta la fecha nadie ha aclarado, y la primera, sería dilucidar el motivo por el que Cervantes se sintió ofendido por la “Vida” de Pasamonte, -si es que su lectura fue el origen del personaje Ginés de Pasamonte-, pues de esta no se desprenden ofensas hacía él. Habría que pensar que pasó algo más de lo que podemos leer en los respectivos trabajos.

Y, además:

A) ¿Quién costeó la edición de Avellaneda? 

B) ¿El editor no conocía a Cervantes, y decidió hacerse cargo del Avellaneda, sin pensarlo dos veces? De ser así, ¿se proponía superarlo, puesto que se habla de quitarle la “ganancia”?

Bien, antes de seguir adelante, veamos las diversas identidades que se han dado al misterioso  Alonso Fernández de Avellaneda, además de Pasamonte:

1. Pedro Liñán de Riaza, que moriría sin terminar la obra, de la que se ocuparon, 

Baltasar Eliseo de Medinilla y Lope de Vega.

2. Fray Luis de Aliaga (El confesor real).

3. Quevedo

4. Los Argensola; Ruperto y Leonardo

5. Cristóbal Suárez de Figueroa

6. El propio Cervantes

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1. Pedro Liñán de Riaza, que moriría sin terminar la obra, de la que se ocuparon, Baltasar Eliseo de Medinilla y Lope de Vega.

Página de “La Dorotea” de Lope de Vega

Pedro Liñán de Riaza.  No está claro su lugar de nacimiento, que debió de producirse entre 1555 y 1557, ni su lugar de origen, pues no se ha encontrado su partida de bautismo; el investigador José Luis Pérez López estima que nació en Toledo, aunque según Antonio Sánchez Portero existen numerosos testimonios de que era bilbilitano (Calatayud). Falleció en Madrid, el 25 de julio de 1607. Fue un personaje notable y excelente poeta. Desempeñó el ejercicio de las Armas como capitán de las Guardias Españolas y puede considerársele hombre de gobierno y de mundo.

Nacido en el seno de una noble familia, afincada en Calatayud desde que Alfonso «El batallador» reconquistó esta ciudad. Al no ser Pedro el primogénito y no contentarse como segundón, sin privilegios ni fortuna, se marchó del hogar. Se licenció en Cánones por Salamanca, desempeñó el cargo de Gobernador del Condado de Gálvez (Toledo). Encontró un mecenas en don Francisco de los Cobos y Luna, segundo Marqués de Camarasa y conde de Ricla, quien al ser designado capitán de la Guardia Amarilla de El Escorial del Rey Felipe III (llegó a ser su predilecto) lo nombró como secretario suyo y de las Guardias, cargo que desempeñó durante poco más de cuatro años. Recorrió la mayoría de las ciudades de España hasta que se afincó en la Corte. 

En 1601 se ordenó como clérigo presbítero en Toledo y es posible que recibiese el hábito tan deseado de manos del Primado de las Españas, don Bernardo de Sandoval y Rojas. En 1603 es cesado del cargo de secretario de las Guardias Españolas del Rey e inicia un largo pleito contra su Señor, don Francisco. En septiembre de 1604 entró al servicio del joven don Jorge de Cárdenas Martínez de Lara, cuarto duque de Maqueda. Y al año siguiente, el duque, como patrono de la iglesia del Santísimo Sacramento, -que había fundado su tatarabuela doña Teresa Enríquez, la famosa «Loca del Sacramento», en 1518-, de su villa de Torrijos, le nombró secretario y capellán mayor. Ambos cargos serán desempeñados con gran eficacia y brillantez hasta su muerte acaecida el día 25 de julio de 1607, festividad del apóstol Santiago, en la ciudad de Madrid (Longobardo: Torrijos..., pp. 74-76).

Fue amigo de Lope de Vega, y con él, uno de los principales creadores del «Romancero nuevo» y un destacado autor de comedias. La fama y autoridad que en su tiempo obtuvo como poeta lírico y dramático, lo rodeó de un gran número de adeptos e imitadores, designados con el nombre de “aliñados”, cuya significación en nuestra historia literaria no podemos precisar de manera exacta; pero que, al menos, nos da pruebas del prestigio de que gozaba, considerándosele modelo y fundador de escuela. (SÁNCHEZ PORTERO: El autor del..., pág.2).

Dominaba el latín y al igual que Cervantes y Lope, cultivó la mayoría de los géneros literarios -poesía, teatro, novela-. La capacidad y calidad literaria de Liñán es reconocida y alabada por sus coetáneos más ilustres, como puede comprobarse en el panegírico que le dirige Cervantes (con quien después se enemistaría) en su obra el Canto de Calíope, aparecido en el libro VI de su novela pastoril «La Galatea»:

...de Peña de Liñán la sotil pluma,

Otros testimonios de la valía de Liñán los tenemos en los fervientes elogios que le dedicaron los escritores más conspicuos de nuestro Siglo de Oro como, Francisco de Quevedo en su novela picaresca Historia del Buscón, Pedro de Espinosa en Flores de poetas ilustres de España (edic. de Valladolid, 1605), Vicente Espinel, en el canto 7 de su poema Casa de la Memoria («¡Oh, tú, Liñán, que desde el monte miras/ los que en la falda por subir se quedan!»). Su amigo Lope de Vega, en varias de su obras, también hace apología sobre Liñán. Asimismo, Baltasar Gracián, incluye un precioso soneto de este en su obra Agudeza y Arte de ingenio:

Si el que es mas desdichado alcanza muerte,

ninguno es con extremo desdichado,

que el tiempo libre le pondrá en estado,

que no espere ni tema injusta suerte.

Todos viven penando si se advierte:

este por no perder lo que ha ganado,

aquel porque jamás se vio premiado,

condición de la vida injusta y fuerte.

Tal suerte aumenta el bien, y tal lo ataja;

a tal despojan porque tal posea,

sucede a gran pesar grande alegría:

mas ¡ay! que al fin les viene en la mortaja

al que era triste, lo que mas desea,

al que es alegre, lo que mas temía.

Desempeñó el ejercicio de las Armas como capitán de las Guardias Españolas y puede considerársele hombre de gobierno y de mundo. Recorrió la mayoría de las ciudades de España. Estudió en Salamanca. Vivió en Valladolid. Estuvo especialmente relacionado con Zaragoza.

Su obra dramática ha desaparecido en gran parte, aunque Lope de Vega, en carta dirigida al Duque de Sessa, dice que vio representar seis comedias, entre ellas, dos del Cid; y Cayetano A. de la Barrera piensa que pueden ser de Liñán dos de las comedias atribuidas a Lope de Vega en el «Raro libro»: Comedia de la libertad de Castilla y Las hazañas del Cid y su muerte en la tomada de Valencia; además se habla de otras en colaboración con su amigo Lope como La Cruz de Oviedo, La Escolástica, El conde de Castilla, y el Bravonel; todas ellas conocidas merced a las cartas que Liñán dirige a su amigo y que se encontraban en la biblioteca propiedad de don Agustín Durán.

Sin embargo, la memoria de Liñán se fue olvidando con rapidez, porque se dejaron perder sus obras y faltó alguien que las publicara oportunamente, y ha llegado a estar en el más completo olvido, hasta que se ocuparon de él Bartolomé José Gallardo y Cayetano Alberto de la Barrera y, posteriormente, el recopilador de los poemas que publicó la Diputación de Zaragoza, a quien solamente conocemos por las iniciales T. X. E. que figuran al final de una «Adición», que parece que corresponden a Tomás Ximénez Embún y que fueron publicados en 1876 (siguiendo a Sánchez: Lemir 11, 2007). Posteriormente, en 1982, también el tratadista Julián F. Randolph, en su libro «Pedro Liñán de Riaza, poesías», recopiló la obra poética de este autor.

Esta pequeña parte de su obra, que ha llegado hasta nosotros, casi en su totalidad, incluida en Rimas de Pedro Liñán de Riaza, (T. X. E.) nos permite vislumbrar su gran calidad literaria, equiparable a la de sus inmortales contemporáneos que han tenido mejor fortuna y figuran como príncipes de la lengua castellana. “Sus composiciones tienen siempre toda la verdad, toda la lozanía y gala riquísima de la naturaleza; sus romances se confunden con los de Góngora (hasta el punto de que algunos en los que aparece “Riselo”, que se creían del poeta cordobés, se ha comprobado que son de Liñán); sus décimas, quintillas y redondillas se pueden comparar con las de Lope; y sus composiciones germanescas con las de Quevedo” (siguiendo a Sánchez: Lemir 11, 2007).

Sonetos religiosos, Filosóficos y Satírico Burlescos, Glosas y Romances.

En opinión de Antonio Sánchez Portero y José Luis Pérez López, bajo la identidad de «Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda» autor de Don Quijote (versión apócrifa) se encuentra Pedro Liñán de Riaza, como reflejan los datos obtenidos en sus respectivas investigaciones.

-PÉREZ LÓPEZ, José Luis (2012): «El romance morisco» Ensíllenme el potro rucio atribuido a Liñán, y su parodia. Revista de Filología Española, [S.l.], v. 92, n.º 1, pp. 101-116, ISSN 1988-8538.

-SÁNCHEZ PORTERO, Antonio (2013): Lope de Vega, Liñán de Riaza y El Quijote de Avellaneda en «Etiopicas: revista de letras renacentistas» nº. 13, 2013, pp. 1-54. 

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2. Aliaga

Luis de Aliaga Martínez / Fray Luis de Aliaga / Padre Aliaga, nació en Mosqueruela, en 1560 y murió en Zaragoza, en 1626). Religioso dominico; confesor real e Inquisidor general (1619-1621).

Hijo de un hidalgo que, a pesar de su condición, tenía un comercio de paños, al quedar huérfano, entró en el convento de Santo Domingo de Zaragoza, protegido por el prior Jerónimo Xavierre (1582). Enseñó Teología en la Universidad de Zaragoza, pero renunció al puesto para ocupar el cargo de prior del nuevo convento dominico de San Ildefonso que se estableció en la ciudad en 1605.

En 1606 se trasladó a Madrid como asistente de Xavierre, y fue nombrado confesor del Duque de Lerma, el famoso Valido de Felipe III (6 de diciembre de 1608). Al poco tiempo, Lerma, en un movimiento para aumentar su propio control sobre la figura del rey, consiguió que fuera nombrado también confesor real -de forma sorprendente, dado que Aliaga no era ni un teólogo reputado ni un miembro prominente del clero, y, además, el importante cargo, hasta entonces había sido provisto por franciscanos, el último de los cuales, Diego Mardones, fue nombrado obispo de Córdoba y alejado de la Corte-.

Desde su puesto de confesor, los consejos de Aliaga contribuyeron en gran medida a la decisión de expulsar a los moriscos (1609). El rey le ofreció el arzobispado de Toledo, pero prefirió ser nombrado archimandrita de Sicilia y consejero de Estado.

A pesar de su inicial cercanía a Lerma, figuró entre los responsables de su caída (1618), tras la que el nuevo valido, el duque de Uceda, consiguió que le nombraran, en 1619, Inquisidor General.

Al subir al trono Felipe IV (1621) se vio forzado a abandonar la Corte y su cargo de Inquisidor, siendo desterrado al monasterio de Santo Domingo de Huete y posteriormente a Aragón, donde murió, en 1626.

Sus enemigos políticos le describían como avaro, glotón, lujurioso, grosero con los poderosos y despiadado con los pobres, aficionado a las corridas de toros (**) y a la astrología, y políticamente partidario del particularismo aragonés (Memorial que contra Fray Luis de Aliaga y sus mañas se dio a Felipe III).

Entre sus obras se encuentran Varios Opúsculos sobre asuntos graves de la Monarquía española y de su General Inquisición, Pareceres sobre la causa que se hizo al P. Mariana y Representación sobre los excesos de Felipe III. 

Lope de Vega y Fray Luis de Aliaga: Personajes clave en la publicación del Quijote de Avellaneda y en la elección del seudónimo que encubre a Pedro Liñán de Riaza. BVMC.

Firma de Aliaga

(**) En 1567, Pío V publicó la Bula “De Saluti Gregis” en la que calificaba los espectáculos taurinos, como obra “no de hombres, sino del demonio”; prohibía participar en ellos y negaba sepultura eclesiástica a cuantos pudieran morir en el coso. En España no se publicó ante la negativa rotunda de Felipe II, a pesar de que el mismo pontífice amenazaba con “maldición eterna”, para no enfrentarse a la nobleza, para la cual, las dehesas, eran una saneada fuente de ingresos. Añadía Pío V en el mismo texto, que su vigencia también sería eterna, prohibiendo su abolición. En cuanto Pío V murió, Felipe II logró que Gregorio XIII (25.8.1575) levantara a los laicos la prohibición de la asistencia a las corridas “siempre que se hubiesen tomado las correspondientes medias a fin de evitar en lo posible, cualquier muerte”, pero seguía prohibiendo a los clérigos la asistencia “bajo pena de excomunión apostólica trina Canónica”. Todavía, bajo el reinado de Carlos II, el nuncio Mellini, estima que “lo mejor sería hacerlas desaparecer completamente, ya que forman parte de los espectáculos sangrientos del paganismo”. Temiendo asimismo la enemistad de la nobleza, Carlos II, también hizo caso omiso. El asunto no se ha resuelto, incluso a pesar de la opinión de Juan Pablo II -hoy canonizado-.

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3. Quevedo

El "Buscón" de Quevedo, la "Vida" de Pasamonte y el "Quijote" de Avellaneda”, de Alfonso Martín Jiménez

Francisco de Quevedo se burló del manuscrito de la "Vida y trabajos" de Jerónimo de Pasamonte al componer un pasaje de "El Buscón", y Avellaneda, al escribir el "Quijote" apócrifo, dio respuesta a la burla que Quevedo había hecho de Pasamonte, lo que ratifica que Avellaneda y Pasamonte eran la misma persona. Las conclusiones obtenidas permiten además precisar la fecha de composición de "El Buscón", que hubo de ser compuesto antes de que el manuscrito del "Quijote" apócrifo se pusiera en circulación, lo que probablemente ocurrió antes del 6 de mayo de 1611 (fecha interna que aparece en el entremés cervantino de "La guarda cuidadosa", en el que se hacen claras referencias al manuscrito de Avellaneda) y, con toda seguridad, antes del 2 de julio de 1612 (fecha de la solicitud de aprobación de las "Novelas ejemplares" cervantinas, en algunas de las cuales también hay claras alusiones al manuscrito del "Quijote" apócrifo).

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4. Los Argensola; Ruperto y Leonardo

Bartolomé Juan Leonardo de Argensola

Barbastro, Huesca, 26 de agosto de 1562-Zaragoza, 4 de febrero de 1631. Poeta e historiador, encuadrado en el Siglo de Oro.

Cervantes y Argensola

Es ya del dominio público la reciente e interesante comunicación del erudito académico Sr. D. Theophilo Braga (*), relativa al nombre de verdadero autor del “Segundo tomo del Ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida, y es la quinta parte de sus aventuras, composto por el Ldo. Alonso Fernández de Avellaneda natural de villa de Tordesillas —En Tarragona, en casa de Felipe Roberto, 1614. (Avellaneda es apellido de algunos ascendientes de Cervantes. Dª. Juana Avellaneda era bisabuela paterna de este).

Además de curioso es también ingenioso, el descubrimiento hecho por el eminente profesor, y, en realidad, de la más emocionante oportunidad; que en el “Licenciado” y “fingido escritor de Tordesillas, ve, no un seudónimo de Fray Luis de Aliaga, del doctor Blanco de Paz, de Andrés Pérez (a los que se refirió Ticknor en 1849), de Fr. Alonso Fernández (dominico, de Toledo), de Alarcón, de Tirso de Molina, de Fr. Lope Félix de Vega Carpio (preferido por los Srs. D. Ramón León Máinez e D. Manuel de la Revilla), o de Alonso Lamberto (a favor del cual opina el sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo) y de algunos mas — sino el anagrama de otro contemporáneo de Cervantes, es decir, el Licenciado Bartholomeo Leonardo de Argensola, ya señalado por A. Germond de Lavigne y también citado por el autor de la "Historia da Literatura Española... traducción de don Pascual de Gayangos y Enrique de Vedia, 1851-1857.

Es este un asunto cuya resolución no cabe en mis menguadísimos recursos, ni en el modesto y limitado ámbito de mi propósito al escribir estas líneas. Este resumen intenta solamente dejar aquí reproducidas -a falta de mejor y más merecida contribución para el tricentenario del verdadero "Don Quixote, — algunas notas biográficas y bibliográficas relativas a Bartolomé Leonardo de Argensola, a quien, en virtud del descubrimiento del señor Dr. Theophilo Braga, tendrán que aplicarse estas palabras de Cervantes, insertas en el Prólogo de la 2ª parte de su "D. Quixote,, (Madrid, 1615): "no osa parecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad....».

Joao de Freitas, Estudio de Theófilo Braga.

(*) Joaquim Teófilo Fernandes Braga (Ponta Delgada, 24 de febrero de 1843-Lisboa, 28 de enero de 1924).  Político, escritor y ensayista. Fue el primer presidente provisional de la República Portuguesa y ejerció por breve tiempo el cargo de presidente de la República, en sustitución de Manuel de Arriaga, entre el 29 de mayo y el 4 de agosto de 1915. Su vasta obra de polígrafo cubre vastas áreas, de la poesía y la ficción a la filosofía, la historia de la cultura y la historiografía crítico-literaria, ​ y supera los 360 títulos sin contar los artículos dispersos por la prensa de la época. 

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5. Cristóbal Suárez de Figueroa

Cristóbal Suárez de Figueroa: Valladolid, 1571 — Italia, hacia 1644. Escritor y enciclopedista del Siglo de Oro.

Suárez de Figueroa y el Quijote de Avellaneda

¿Cómo compones? 

Leyendo, 

y lo que leo imitando, 

y lo que imito escribiendo. 

(Lope, Dorotea) 

Miles de páginas se han escrito sobre este asunto sin lograr convencer al conjunto de la Crítica. Sucede que muchos de los trabajos presentados arrancan de una simple conjetura (Avellaneda debió ser…) defendida con acopio de indicios (fuentes literarias, presuntas alusiones, críticas más o menos veladas, frases sospechosamente similares, supuestos anagramas, etc.) que parecen corroborarla. No más conjeturas; ya hay sobradas, y ninguna verdadera. (Astrana).

Suarez de Figueroa y el Quijote de Avellaneda, de Suarez de Figaredo.

Primera edición de “El Pasajero”, de Suárez de Figueroa. Madrid, 1617

Cristóbal Suárez de Figueroa nació en Valladolid en 1571, hijo de Juan Alonso Suárez, abogado, por lo que la segunda parte de su apellido es un añadido, probablemente para hacerse pasar por familiar del duque de Feria en su primera estancia italiana. Debió estudiar en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal, y en 1588 partió a Italia en busca de mejor fortuna. Estudió Derecho en Bolonia, doctorándose en Pavía en 1594. En 1600 ejercía su profesión en Nápoles y en 1604 regresó a España por cuestiones familiares. La vida se le complicó cuando apuñaló a un caballero, por lo que se vio obligado a vivir de manera clandestina por el sur de España. 

En 1606 va a Madrid donde comienza una abundante producción literaria. En 1623 regresa a Italia acompañando al duque de Alba, pero tuvo problemas con la Inquisición. Falleció allí en fecha no determinada. Se le ha querido identificar, como a tantos otros, con Alonso Fernández de Avellaneda, pseudónimo del autor de la continuación del Quijote (1614). Es autor de la Plaza universal, traducción de La piazza universale di tutte le professioni del mondo, de Tommaso Garzoni (1549-1589), obra con numerosas citas de autores clásicos antiguos y modernos. Ni el original italiano, ni la traducción española son un repertorio lexicográfico, por más que en su interior pueda hallarse una gran riqueza léxica. Es simplemente un tratado en el que se habla de las ciencias y las artes y de cómo se deben ejercer, que vio la luz en varias ocasiones, una de ellas ya avanzado el s. XVIII. Fue una de las fuentes manejadas en el Diccionario de Autoridades, el primero de la Real Academia Española.

(Biblioteca Virtual de Filología Española)

El Perro era un poeta muy envidioso: fisgaba siempre de los escritos ajenos, y, como si fueran huesos, los roía y despedazaba. Esta mala condición le granjeó muchos enemigos, que le llamaban por mal nombre el poeta Fisgarroa, compuesto de sus dos depravadas costumbres: fisgar y roer.

 (Alonso de Salas Barbadillo: La peregrinación sabia).

En 1611 fracasó en su intento de sumarse a la corte literaria de Pedro Fernández de Castro, VII Conde de Lemos, nombrado Virrey de Nápoles (Figueroa supo que Cervantes fue la mano negra que se interpuso en sus pretensiones). Una década después consiguió volver a Nápoles siendo Virrey Antonio Álvarez de Toledo, V Duque de Alba.

De El pasajero, y de su autor, dijo Marcelino Menéndez Pelayo: Quien busque noticias de apacible curiosidad, sátiras tan crueles como ingeniosas, gran repertorio de frases venenosas y felices, rasgos incomparables de costumbres, lea El pasajero, en el cual, sin embargo, lo más interesante de estudiar que yo encuentro es el carácter mismo del autor, público maldiciente, envidioso universal de los aplausos ajenos, tipo de misántropo y excéntrico que se destaca vigorosamente del cuadro de la literatura del siglo XVII, tan alegre, tan confiada y tan simpática. Tal hombre era una monstruosidad moral, de aquellas que ni el ingenio redime. Le tuvo, y grande, juntamente con una ciencia profunda de nuestra lengua, pero lo odioso de su condición y el mismo deseo de mostrarse solapado y agudo, con mengua de la claridad y del deleite, condenaron sus escritos al olvido, perdiendo él en honra propia lo que a tantos buenos había quitado.

Y Francisco Rodríguez Marín: Nuestro Doctor, a vueltas de sus graves defectos, tenía, entre otras buenas cualidades, la de no ser hipócrita; al contrario, reconocía paladinamente su vena de satírico y murmurador […]; y tan sin amigos le tuvo esta deplorable inclinación, que cuando […] solicitó de las Cortes algún auxilio pecuniario para publicar su Plaza universal de todas ciencias y artes, que había dedicado al Reino, casi por unanimidad fue denegada su petición […] Vino un día, por los años de 1621, en que, dolido de verse solo, de todos abandonado, de muchos aborrecido, falto de recursos para vivir sin abrumadora escasez y casi enteramente perdida la esperanza de zafarse de su negro infortunio, de que él era, al par, causa y víctima, dejó escapar estas palabras, al fol. 213r de su libro intitulado Varias noticias importantes a la humana comunicación: «Jamás experimenté propicio el favor humano, fuese o por mi rígida condición o por mi escasa fortuna; y aunque por este camino me hallé libre de reconocer particulares obligaciones, no puedo negar renunciaría de buena gana potencias y sentidos en quien por algún modo fuese mi bienhechor». Fuelo […] Bernardino Díaz, secretario del Duque de Alba, y nombrado este prócer Virrey de Nápoles en 1622, por febrero de 1623 obtuvo […] la credencial de Auditor de la ciudad de Lecce, para seguir […] con sus malas andanzas, de que sólo se redimió […] en la sepultura. Mueve a lástima este hombre. Por sujetos tales se dijo el refrán: «Ni el envidioso medró, ni quien con él se juntó».

Más recientemente, la sensibilidad de Mª. Isabel López Bascuñana recogió todo eso en el primer párrafo de la introducción a su edición del Pasajero: Si ha habido un escritor poco afortunado en la Edad de Oro, éste ha sido sin duda Cristóbal Suárez de Figueroa. Escasamente integrado en el ámbito familiar, con grandes problemas en el desempeño de sus cargos jurídicos en Italia, malquisto por los grandes literatos de su tiempo, carece de verdaderos amigos y apasionados amores. Y, sin embargo, pocos escritores han sido tan citados en cualquier buena edición de textos áureos, […] porque una simbiosis de escritor, moralista e historiador es el resultado de la extraordinaria personalidad de Figueroa. De acusado carácter, dotado de una inteligencia poco común, manejaba la lengua con un profundo conocimiento de ella, pero al servicio crítico de la realidad social de su tiempo […] Quisiera romper una lanza en su favor.

Yo mismo he añadido leña al fuego presentándole como el verdadero autor del más sonado crimen de nuestra literatura.; pero —como todo el que se ha acercado a su personalidad— simpatizo con él. ¿Por qué matar al pregonero? ¿Fue el único lobo entre tantos inocentes corderillos? Su manifiesta antipatía hacia Cervantes no era gratuita: venía de tiempo atrás, aun antes de la batallita entre literatos por acompañar a Nápoles al Conde de Lemos. ¿Qué necesidad tenía Cervantes de alabar su traducción del Pastor fido en aquel capítulo de dQ2 donde le satirizaba? ¡Ah! De las inquebrantables amistades y mortales enemistades entre nuestros clásicos castellanos creemos saberlo todo por una frase elogiosa en cierta aprobación en los preliminares de un libro, por una línea en una carta, por tal versillo en un Laurel de Apolo o en un Viaje del Parnaso, pero bien podríamos habernos dejado la cola por desollar.

(E. Suárez Figaredo. Prólogo a “El Pasajero” de Suárez de Figueroa).

Curiosidad: Los Capítulos de “El Pasajero” se denominan, “Alivios”.

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6. ¡El propio Cervantes!

A Avellaneda se le llama cobarde, bellaco imitador, ávido de dinero. Se lanzan como candidatos: los Argensola, Lope de Vega, Tirso de Molina, Liñán de Riaza; sin desechar al propio Miguel de Cervantes. El académico Martín de Riquer señaló a Jerónimo de Passamonte, soldado en Lepanto y autor de una autobiografía de un joven que cae cautivo en galeras. Se dio por aludido cuando en la primera parte del Quijote se le tilda de “famoso embustero y ladrón”. Su manera de vengarse, según Riquer, fue escribir el Avellaneda. Otra “conspiración” hace de Cervantes, y sus agentes literarios, unos adelantados del marketing editorial. Artífices de un fake para calentar la salida del verdadero segundo Quijote. Es lo que mantiene el libro que escribe Alfonso Dávila.

¿Fue Cervantes capaz de ingeniar tal operación? ¿O simplemente dijo sí a las artes del hábil librero Blas de Robles? Se retrata a Miguel como un joven tartamudo, aficionado a las letras y algo más que amigo de Pedro Laynez (*), joven poeta del séquito de pajes del Príncipe Carlos, y de Mateo Alemán, futuro autor del Guzmán de Alfarache.

Alcanzamos la penúltima historia conspirativa. ¿Es Avellaneda el mismo Cervantes? ¿Lo hizo solo? No. Sostiene Dávila que fue en compañía de su amigo Mateo Alemán, y para tapar deudas y burlar pagos unen páginas escritas entre bromas y veras que entregan al librero Robles, quien maniobra para publicar el famoso apócrifo. ¿Unos genios del fake? Gracias por la trampa. Es un libro que hay que leer ahora. O, mejor, según consejo del profesor Rico, esperar a la salida de la edición de Luis Gómez Canseco. Vale.

(PAÍS Semanal, 2014)

(*) Pedro Laínez, o Pedro Laýnez, fue un poeta del Siglo de Oro español. Se desconoce cuándo nació, pero falleció en Madrid en 1584. Figura en la antología de poesías Parnaso Español de Juan José López de Sedano. También tiene una presencia fundamental en La Galatea de Miguel de Cervantes; por un lado, el pastor Damón de La Galatea es su trasunto pastoril y, por otro es el ingenio número 99 en el Canto de Calíope, dentro del Libro VI de La Galatea. Asimismo, figura en un número importante de los libros y manuscritos escritos por otros ingenios alabados en el mismo Canto de Calíope.

Mencionado por Lope de Vega, en su “Respuesta á un papel... razón de la nueva poesía”: “Concurrieron en aquel tiempo en aquel género de letras algunos insignes hombres que quien tuviese noticia de sus escritos, sabrá que merecieron este nombre: Pedro Lainez, el excelentísimo marqués de Tarifa, Hernando de Herrera, Gálvez, Montalvo…”, según Joaquín de Entrambasaguas, Laínez era íntimo amigo de Miguel de Cervantes: “La amistad íntima que hubo entre Laynez y Cervantes”. También era amigo de Vicente Espinel. 

Su viuda, Juana Gaitán de Esquivias, más tarde viviría en la misma casa que tenía Cervantes en Valladolid. Cervantes, después del cautiverio en Argél y llegar a Madrid, preguntaría por su amigo y profesor, Don Pedro Laínez, enterándose de su muerte. Su esposa, Doña Juana Gaitán, al enviudar, se marchó a Esquivias (Toledo) con sus tíos Isabel de Sosa y Pedro de Villafuerte, donde en breves fechas se desposó con el joven Diego de Hondaro, según consta en acta, en los archivos de la parroquia de este pueblo. La casa del tío de Doña Juana es hoy la de Alfonso Sánchez. A los tres meses de quedar viuda se casó con un mozo burgalés Diego de Hondaro.

Juana Gaitán, ya viuda de Pedro Laínez, le mandó una carta a Cervantes invitándole a venir a Esquivias, para que se encargara de publicar Cancionero que su marido dejó inédito, y con su muerte no lo pudo imprimir. En casa de Juana conoció Miguel de Cervantes a Doña Catalina de Salazar (vestía de luto por la reciente muerte de su padre Hernando Salazar) y le preguntó a Juana Gaitán “¿Quién es esa moza?”. De ahí parte su interés por conocerla. Doña Juana la llamó, pues era muy amiga suya, se la presentó y charlaron. Se enamoraron, Catalina tenía 18 años y Cervantes 37. Se casaron contra la voluntad de la madre de ella. Quién sí estaba de acuerdo era el tío de Catalina el presbítero Juan Palacios. Contrajeron matrimonio el 12 de diciembre de 1584. Seguramente Cervantes no le dijo a Catalina que ya era padre de una niña con los amores adúlteros con Ana Villafranca, mujer casada con un tratante astur Alonso Rodríguez. Otros autores dicen que tenía una taberna en Madrid. (Cuyo marido estaba de guardia la noche en que escapó Antonio Pérez, vestido con las ropas de su mujer.)

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