En 1560 Giorgio Vasari inició la construcción del Palacio de los Uffizi por encargo de Cosme I de Médici. La idea era alojar allí las oficinas de las magistraturas florentinas, puesto que el Palazzo Vecchio ya no disponía de espacio ni capacidad para albergarlas. Este destino fue, pues, el que dio nombre al edificio, como Galleria degli Uffizi, es decir, Galería de las Oficinas, si bien, una vez terminada la construcción, en 1581, ya se decidió trasladar allí, numerosas obras de arte, procedentes de la inmensa colección de la familia Médici.
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La visita a esta Galería empieza ya con la observación del hermoso edificio desde el exterior, incluyendo el Corridor Vasariano, en espera de la belleza que ofrece su interior, aún sin contar -todavía-, con sus numerosas y bellísimas obras de arte.
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Cuando la saga de los Médici se extinguió, en el siglo XVIII, su colección de arte estuvo a punto de ser enviada a Viena, pues el ducado de Florencia quedaba bajo dominio austríaco, pero la última duquesa, Ana María Luisa, ordenó que la colección permaneciera en Italia, a cuyo efecto la donó en su testamento al pueblo de Florencia. Fue el nacimiento de uno de los primeros museos modernos del mundo, pues la galería se abrió a los visitantes, ya en el siglo XVI, y pasó a ser pública, oficial y definitivamente, Museo, en 1765.
Ana María Luisa de Médici, Florencia, 11.8.1667-18.2.1743, fue la última representante de la familia de los Médici. Hija del gran duque de Toscana, Cosme III de Médici, y de la princesa Margarita Luisa de Orleans.
En 1691, Ana María Luisa se casó con Juan Guillermo del Palatinado, príncipe elector del Palatinado; [1] no tuvieron hijos, y al morir su marido en 1716, ella volvió a Florencia, poco antes de la extinción de la familia Médici, pues habían sido también estériles los matrimonios de sus hermanos, Fernando y Juan Gastón, a pesar de haberse urdido, sin resultados positivos en este sentido, la -calificada de tragicómica- tentativa de Cosme III de hacer abandonar el capelo cardenalicio a su hermano menor, Francisco María, para que se casase con la princesa Eleonora Gonzaga con la esperanza de conseguir un heredero.
Cosme III, ya resignado a la extinción de su casa, intentó prolongar el gobierno disponiendo que a su muerte el trono pasase a Ana María Luisa, pero la propuesta fue rechazada por las potencias europeas que consideraban el Gran Ducado de Toscana como una preciosa pieza en el juego de mercado de tronos. Después de varias guerras y tratados, se decidió que el trono toscano pasase a Francisco Esteban de Lorena.
[1] El Condado Palatino del Rin o Palatinado, Pfalz, es la denominación histórica del territorio del Conde Palatino, Pfalzgraf, un título que pertenecía a un príncipe secular del Sacro Imperio Romano Germánico -Reichfürst-, desde el siglo XIII vinculado a la Casa de Wittelsbach, y al que se confirió la condición de príncipe elector o Kurfürst.
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A la muerte de su hermano Juan Gastón en 1737, el representante lorenés, el Príncipe de Craon, Marco di Beauvau, como plenipotenciario del Duque de Lorena, ofreció a Ana María Luisa la regencia del Gran Ducado en nombre de Francisco Esteban, nuevo soberano, pero la princesa rechazó la oferta, aunque siguió viviendo en el Palacio Pitti dedicada a su pasión por el arte y las antigüedades.
Fue esta pasión la que la llevó a tomar la decisión por la cual es recordada, y que supuso la fortuna de Florencia: en 1737, Ana María Luisa estipuló con la nueva dinastía reinante el llamado "Patto di Famiglia", que estipulaba que los Lorena no podían enajenar o
"levare fuori della Capitale e dello Stato del GranDucato ... Gallerie, Quadri, Statue, Biblioteche, Gioje ed altre cose preziose... della successione del Serenissimo GranDuca, affinché esse rimanessero per ornamento dello Stato, per utilità del Pubblico e per attirare la curiosità dei Forestieri".
Con este pacto Ana María Luisa impidió que Florencia perdiese ninguna obra de arte y que no sufriese la suerte de Urbino, que a la extinción de la Casa de los Della Rovere fue literalmente vaciada de sus tesoros artísticos.
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A causa de la magnitud de la colección, algunas obras fueron trasladadas a otros museos florentinos; así, las esculturas, pasaron a formar parte del Museo Bargello.
La colección de arte de los Uffizi es inmensa, y, además, conserva numerosas obras no expuestas por falta de espacio. La exposición que conocemos se distribuye en dos plantas, con la obra ordenada cronológicamente, cuya visita empieza en la segunda.
Este espacio, compuesto por tres vestíbulos, fue realizado a finales del Settecento, cuando, por voluntad del Gran Duque Pietro Leopoldo, fue completada la escalera monumental que permitió un nuevo acceso a la Galería.
Leopoldo de Habsburgo-Lorena, nacido Peter Leopold Josef Anton Joachim Pius Gotthard von Habsburg-Lothringen; nació y murió en Viena, 5.5.1747 – 1.3.1792. Era hijo de los emperadores Francisco I de Lorena María Teresa de Habsburgo y además, Gran Duque de Toscana (1765-1790), Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y rey de Hungría y de Bohemia (1790-1792) al fallecer su hermano José II.
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En el primer vestíbulo están los bustos de mármol y pórfido de los Medici, desde Francisco I a Gian Gastone. Es rectangular, decorado en la bóveda de Giovanni da San Giovanni con capricci mitológicos y bustos. En el vestíbulo elíptico hay estatuas romanas, sarcófagos y relieves antiguos. La puerta que conduce a la galería, está coronada por el busto de Leopold.
Los tres corredores que se corresponden con los tres cuerpos del palacio corren a lo largo de todo el interior y en ellos se abren las diversas habitaciones, decoradas con frescos en el techo y las grandes ventanas que le dan ese aspecto de antigua logia.
Contiene estatuas, sarcófagos y relieves antiguos, entre los cuales, destacan dos Pilares con atuendos, tal vez de un edificio sagrado romano del siglo I, que representan armas y piezas de armaduras.
En la puerta que conduce a la Galería está colocado el busto de Pietro Leopoldo y la placa que recuerda la renovación por él promovida del museo mediceo. En los laterales hay dos perros mastines, copias romanas del siglo I de un original griego del siglo III a.C., que algunos expertos creen parte de un complejo escultórico que ilustra la caza de jabalí, mientras que otros lo consideran un elemento de carácter funerario.
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En el primer vestíbulo, después de los bustos de mármol y pórfido de los Médici, aparece otro vestíbulo rectangular, decorado después, por Giovanni da San Giovanni con Caprichos Mitológicos y bustos antiguos y modernos.
En el vestíbulo elíptico, hay estatuas romanas, sarcófagos y relieves antiguos.
Corredor del Este
Es la parte más antigua de la galería, estaba destinada a ser, sobre todo, galería de estatuas. Fue iniciado por Lorenzo el Magnífico y su colección, ampliada por Cosme I después de su primer viaje a Roma en 1560, cuando también decidió encargar estatuas para el Palacio Pitti, y retratos y bustos para el Palacio Vecchio. Por último, la colección se incrementó en la época de Pedro Leopoldo de Lorena, que llevó a Florencia las obras de Villa Medici, reunidas por el futuro Gran Duque Fernando I de Médici, que por entonces aun era cardenal.
El techo de la galería fue decorado con antiguos grutescos en 1581, obra de Antonio Tempesta bajo la dirección de Alessandro Allori.
En el corredor también hay retratos de Hombres Ilustres, de la Colección Gioviana, y de los Médici, de la Colección Aulica.
Al fondo del pasillo a la derecha de la entrada, se encuentra el retrato del fundador y conocido financiero, Giovanni di Bicci, y a la izquierda, la rama principal de sus descendientes: Cosme el Viejo, Piero el Gotoso, Lorenzo el Magnífico, y los papas León X y Clemente VII. A la derecha los descendientes de la rama secundaria: Giovanni dalle Bande Nere y su hijo Cosme I, iniciador de la dinastía que pervivió hasta 1737.
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Las esculturas antiguas dispuestas a lo largo del corredor reproducen la decoración típica del Setecientos: hileras de retratos de medio cuerpo, y estatuas de cuerpo entero.
Entre los retratos, formados en gran parte con viejas cabezas montadas en bustos modernos, destaca el del emperador Adriano, original y de precisa elaboración, expresiva e intensa, y el del emperador Vespasiano, del que sólo la cabeza es original. Mención especial requiere el busto de Antínoo, uno de los mejores ejemplos de los tantos retratos antiguos que representan al joven preferido por el emperador Adriano.
Las estatuas griegas y romanas fueron restauradas, y a veces, reconstruidas, al estilo impuesto entre el Cinquecento y el Seicento. Entre las mejor conservadas se cuentan: la Estatua icónica de la Emperatriz Elena, sentada, de acuerdo con el modelo clásico griego. El Doríforo; copia romana del siglo I, del original griego de Policleto. Baco y Sátiro, arte helenístico del siglo II, restaurado en el siglo XVI.
En la última parte del corredor se encuentra el pequeño sarcófago Tiaso Marino; dos Venus, de la original del siglo IV a.C. y un Apolo helenístico, que estaba en la entrada de Villa Medici e invitaba, con el brazo derecho restaurado, el acceso a la casa, como si fuera el reino de los mismísimos dioses.
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Salas 1 a 14
Sala 1 Arqueología
Creada ya en 1921, alberga obras elaboradas en su mayoría en Roma, entre las que hay tres estatuas romanas copias del Doríforo de Policleto, obra griega del siglo I a.C.: una en bronce, otra en mármol, y la que se considera copia más fiel, el Torso de Doríforo tallado en basalto verde, que nunca se terminó, a causa de la dureza de este material. Un Busto de Cicerón, en ónice, de mediados del siglo I y el Torso Gaddi, que es quizás, un original griego del siglo I a.C.
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Sala 2: Duecento y Giotto
En esta sala se exponen pinturas de las iglesias de la Toscana, que datan de la primera mitad del siglo XII, hasta principios del XIV. La técnica usada es témpera sobre madera, con fondo dorado, anterior a la expansión de la pintura al óleo en el siglo XV.
En este sentido destacan las tres tablas capitales de Duccio di Boninsegna: Madonna Rucellai; Cimabue: Maestà di Santa Trinitá, y Giotto: Maestà di Ognissanti.
Duccio conjuga la tendencia más clásica de la tradición oriental y el arte gótico. La tabla de Cimabue ofrece muchas características formales de la pintura bizantina, renovada por la fuerza plástica. Giotto con su representación del espacio y la luz, supone uno de los puntos de partida más significativos en el desarrollo del arte italiano.
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Sala 3: Trecento Sienés
Dos extraordinarias pinturas que proceden de la catedral de Siena; La Anunciación, de Simone Martini y Lippo Memmi y La Presentación en el Templo, de Ambrogio Lorenzetti, son tal vez los primeros ejemplos de retablo que relatan episodios evangélicos.
Las dos obras testimonian diversas tendencias del arte sienés: Simone Martini, que desarrolla todo el refinamiento lineal y los colores del gótico, y los hermanos Pietro y Ambrogio Lorenzetti, atentos a las innovaciones de Giotto.
De Pietro Lorenzetti, la sala ofrece otra obra de gran interés: el Políptico de la Beata Humildad, que, en sus paneles dedicados a la Beata, ilustra numerosos aspectos de la vida diaria en la Edad Media.
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Sala 4: Trecento florentino
Fundamentalmente, ofrece cuadros de pequeño formato, creados para la devoción doméstica.
Del Maestro della Santa Cecilia, colaborador de Giotto en una fase juvenil de su actividad, podemos admirar la tabla con la historia de Santa Cecilia, de la que el artista desconocido tomó su nombre. La herencia de Giotto está representado por Taddeo Gaddi, un maestro activo durante mucho tiempo en su taller, y varias décadas más tarde, por Andrea Orcagna, autor del Tríptico de San Mateo e historia de su vida.
Es totalmente distinto, Giottino, un artista al que se califica de “raro” y que con su Piedad, introduce caracteres más modernos, sensible a la expresión de los sentimientos, y utilizando ya un color variado en sutiles innovaciones cromáticas.
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Salas 5-6 Gótico Internacional
Obras de artistas procedentes de diferentes regiones de Italia contribuyen a ilustrar la cultura figurativa de las primeras décadas del Quattrocento, son las que hacen referencia al llamado Gótico Internacional.
Además de los florentinos se muestran obras del sienés Giovanni di Paolo, el veneciano Jacopo Bellini y de Gentile da Fabriano.
Destaca entre los florentinos. Lorenzo Monaco con la magnífica Coronación de la Virgen, pintada en 1414 para la Iglesia del Convento de Santa María de los Ángeles de la Orden de los Camaldulenses, a la que el pintor pertenecía.
Las formas alargadas de las figuras y la evolución de los pliegues, junto con los colores fríos, brillantes bajo la luz, muestran claramente la tendencia a principios del siglo XV el arte florentino.
A Gentile da Fabriano, situado entre la tercera y cuarta década del Quattrocento, uno de los grandes pintores italianos, le pertenecen dos de las más famosas obras de la sala: Cuatro santos del Políptico Quaratesi y la Adoración de los Reyes Magos, ambos realizados durante una estancia del pintor florentino.
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Sala 7 Primer Renacimiento
Se reúnen aquí algunas de las obras emblemáticas del Renacimiento italiano, universalmente conocidas, que expresan el redescubrimiento de lo antiguo, y la búsqueda de un espacio concreto y definido.
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Sala 8. De los Lippi.
La sala contiene muchos cuadros de Filippo Lippi, realizados en las décadas centrales del Quattrocento, y de su hijo, Filippino, activo en las dos últimas décadas del siglo.
Filippo Lippi, fraile carmelita, se formó, humanamente y como artista, en el convento florentino del Carmine, en contacto directo con los frescos de Masaccio y Masolino.
La influencia de este último fue muy importante para el artista en su juventud. Filippo mostró una gran atención a la evolución de la escultura florentina contemporánea, en particular la producción de Donatello y de Luca della Robbia.
La pintura flamenca empleó materiales preciosos con extraordinaria eficiencia, como podemos constatar en la Coronación de la Virgen o en la Virgen con el Niño y dos ángeles, uno de los cuadros más famosos de la galería.
En la sala hay varias obras maestras de Filippino, como el gran retablo con la Adoración de los Magos, y de Alesso Baldovinetti.
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Sala 9 De los Pollaiolo
La sala contiene la mayoría de las pinturas de los hermanos Antonio y Piero Pollaiolo, intérpretes en la segunda mitad del Quattrocento, de una pintura de fuerte énfasis lineal, pero también muy atenta a las sugerencias de la pintura flamenca, como lo atestiguan dos de sus obras maestras, el Retrato femenino, de Antonio, y el Retablo de San Jaime, San Vicente y San Eustaquio -Retablo del cardenal de Portugal-, trabajo de colaboración entre los dos.
Se encuentran también las siete tablas con Virtudes, seis de los cuales fueron ejecutados por Piero Pollaiolo y el séptimo, que representa la Fortaleza, es obra de un Sandro Botticelli, todavía muy joven.
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Salas 10-14, Botticelli
La gran sala, derivada del precedente del antiguo teatro de los Medici, mantiene la cubierta original. Es una de las más famosas de la galería, ya que alberga algunas de las obras maestras del Renacimiento, de las últimas décadas del Quattrocento.
Entre las quince obras de Sandro Botticelli las más conocidas son La Primavera y El Nacimiento de Venus; las primeras pinturas de tema profano de grandes dimensiones del Renacimiento italiano, que dan testimonio del clima cultural de Florencia en la época de Lorenzo el Magnífico.
De extraordinaria intensidad son también sus pinturas de temas sagrados como el Retablo de San Bernabé, o la maravillosa Virgen del Magnificat.
Una de las obras maestras de la pintura flamenca, es el Tríptico Portinari de Hugo van der Goes, una obra que llegó a Florencia en 1483, y ejerció una gran influencia en los artistas florentinos, incluso, en Botticelli.
La influencia de las culturas nórdicas también se aprecia en Domenico Ghirlandaio, representado por tres pinturas en esta sala.
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Magnífica, detallada y descriptiva relación de la extraordinaria y abrumadora acumulación de las obras que guardan los Uffizi. Al igual que en la realidad, la lectura del artículo produce síndrome virtual sthendaliano. Magnífico blog que acabo de descubrir. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchas gracias, Diego Mallén... es como un regalo el hecho de poder compartir la admiración por toda esta grandeza artística. El síndrome se agudizará al afrontar las Salas 15 a 45 con los inmensos: Leonardo, Rafael, Miguel Ángel, etc. y ¿cómo no? en las Salas Azules; 46-55, ante Velázquez, El Greco, Goya y Ribera. Tengo que ir despacio. Gracias, de nuevo, sé bienvenido. Clara.
EliminarMuchas gracias Clara por tus aladas palabras y por la magna tarea desinteresada que realizas. A la espera de la recreación de las salas pendientes. Llegué a tu blog, estos días de descanso, por las entradas de la Illiada y Ulisea que son tan didácticas e instructivas como amenas.
ResponderEliminarUna reflexión, sensación, personal: Junto a Kavafis y Elitis imagino a Ungaretti.
¡Blog tocado por nubes de aticismo!
Un saludo muy cordial
Luis (Diego)