domingo, 28 de agosto de 2022

Mazeppa ● Su sorprendente historia, contada por escritores, músicos y pintores románticos.



Iván Stepanóvich Mazeppa, sufrió una cruel condena, de la que, contra toda previsión, saldría con vida, por lo que se transformó en una figura legendaria, que pasó a ocupar un importante espacio en los terrenos, literario, musical y pictórico, por obra de algunos de los principales creadores de la historia en estos terrenos, como Wilde, Liszt o Delacroix, aunque, non solum...

Mazeppa había “seducido” a la esposa de su jefe y protector, y este ordenó un castigo que, más bien, parecería una venganza, del que, contra toda expectativa, el castigado salió con vida. A partir de entonces, Mazeppa fue glorificado como un héroe. Quizás fuera la causa, la desproporción de la pena, pues, de no ser así, sorprendería que, además de los ya citados, el autor de “Los Miserables”; Víctor Hugo o Tchaikowsy, también contribuyeran a exaltar su figura. ¿Llegaremos a saber lo que pasó en realidad?

A pesar de la nebulosa que rodea a esta figura, elevada a los altares del arte -no sabemos, si como guerrero, como galán, o como víctima u objeto de venganza, MCNBiografias.com, es, quizás, quien ofrece su biografía más completa -si no tenemos que decir, la más probable-.

Iván Stepànovic Mazeppa, 1644-1709.

Nació en Matzepintzi, una aldea cercana a Kiev, hacia el año 1644, en una familia de la aristocracia cosaca y se formó en el colegio jesuita de Lodz, en Polonia. 

Su reconocida capacidad intelectual, sus maneras corteses y su valía militar le llevaron a servir en la Corte del rey polaco Juan Casimiro, en la que entró como paje de cámara. Pero no pasó mucho tiempo sin que se produjeran desavenencias entre él y la corte polaca, que le llevaron, en 1663, a aceptar el ofrecimiento de Piotr Doroshenko, noble polaco de origen ucraniano, atamán -dirigente cosaco- de Ucrania occidental.

Perfecta y brillantemente entregado a sus nuevas tareas militares al servicio de Doroshenko, su vida hubiera transcurrido entre victorias y admiración general, si no fuera porque, dio en enamorarse y enamorar a la esposa de Doroshenko, que, al parecer, los sorprendió en flagrante adulterio, motivo por el cual, Mazeppa fue atado, desnudo, a lomos de un caballo salvaje, y este, lanzado a ciegas, hacia ninguna parte; algo muy parecido a una condena a muerte, pero con tortura previa.

Sorprendentemente, el cosaco sobrevivió y se repuso de sus heridas en Kiev. 

Hacia 1670 otro atamán ucraniano, Yván Samoilovic, le confió el mando de sus tropas, al frente de las cuales Mazeppa combatió contra rusos, otomanos y polacos, con el objetivo de preservar la identidad territorial de Ucrania, un verdadero islote, pretendido por sus enemigos vecinos.

En 1675, Samoilovic, fue destituido por una presunta negligencia cometida en el transcurso de una incursión tártara, en el territorio de su mandato y fue entonces cuando, por aclamación popular, Mazeppa heredó el cargo, que ejerció a lo largo de unos años, en cuyo transcurso frenó a los tártaros, y transformó a Ucrania en una potencia militar.

Sus servicios fueron premiados, en 1687, con el nombramiento de atamán de Ucrania oriental, cargó que estrenó participando, junto a las tropas rusas, en la guerra contra los turcos, a pesar de lo cual, en San Petersburgo no terminaban de fiarse del cosaco ucraniano, considerando que, en cualquier momento, se enfrentaría a Rusia por conseguir la independencia de su país, a pesar de lo cual, Pedro el Grande siempre valoró su colaboración, pues se mostró invencible al frente de sus famosos diablos con coleta, como eran conocidos los cosacos en la Rusia zarista.

Así las cosas, en 1688 -aunque ya había llevado a cabo varias intentonas secesionistas en Ucrania, Mazeppa ayudó al zar en la Gran Guerra del Norte, entablada entre las dos potencias más poderosas de la zona, Rusia y Suecia; Pedro I, versus Carlos XII

El conflicto era claramente favorable a Rusia, sobre todo después de que las tropas de Mazeppa derrotaron a los suecos en Baturin, pero durante una de las treguas del conflicto, propiciada por la paz de Altranstädt, en 1706, entre rusos y suecos, Mazeppa recibió una delegación enviada por el rey Carlos XII, quien le ofreció pasarse al poder sueco, a cambio de la independencia de Ucrania.

Mazeppa no lo dudó ni un instante, abandonó al zar Pedro, quien lloró al ser informado de la traición, que, además, acarreó la deserción un tercio del ejército ruso.

El comandante en jefe de las tropas zaristas, Dimitri Menschicov, libre de penas y admiraciones reales, en octubre de 1708, organizó un ejército que se dirigía a Baturin, residencia palaciega de Mazeppa donde se estaba reuniendo el grueso de las tropas cosacas; unos 7.000 jinetes. 

El choque, con el que el ruso pretendía desmontar la quinta columna de Mazeppa, no se produjo de inmediato, porque Mazeppa fue alertado por sus espías, y consiguió retirarse a un territorio seguro con todos sus hombres. 

A pesar de todo, los contingentes, ruso y nórdico-cosaco, se enfrentaron muy pronto, el 28 de junio de 1709, en la famosa batalla de Poltava un choque en el que los rusos aplastaron al enemigo totalmente, viéndose obligados, Mazeppa y el propio rey Carlos XII, a emprender la huida hacia Bender, gobernada entonces por el imperio otomano, donde se les ofreció un salvoconducto a cambio de una futura alianza triple para combatir el poderío zarista. 

Mazeppa nunca salió de Bender, una ciudad, hoy moldava, pues se cree que las heridas recibidas durante el enfrentamiento, le causaron la muerte, sin llegar a ver su sueño de independencia ucraniana hecho realidad.

Falleció el 22 de septiembre de 1709 en Bender, Moldavia y fue entonces cuando empezó a formarse su leyenda heroica, cuya sorprendente carrera, se convertiría en tema de inspiración para los autores románticos.

Más allá de la idealizada historia de su supervivencia, al conseguir que el caballo le llevara a su tierra, lo cierto es que Mazeppa (¿1639/44?-1709) sirvió al zar ruso hasta que cambió de bando y se alió con su enemigo, el rey de Suecia.

Cierto que perseguía la independencia de Ucrania, pero fracasó en el intento. y también se cree que, al ser hecho prisionero, acabó suicidándose en una prisión turca. Un final inesperado que, sin embargo, no eclipsó la hazaña de superar el legendario castigo, convirtiendo su historia en uno de los grandes motivos románticos de las Bellas Artes.

Aparte de la lógica y congruente veneración de su figura por parte del pueblo ucraniano -aunque no siempre fue así-, Mazeppa, cuya moral no se detenía en barreras de ninguna clase, cuando se trataba de la independencia de Ucrania, se convirtió en un celebrado modelo artístico durante los siglos XVIII y XIX.

Víctor Hugo y Lord Byron, compusieron emocionados versos en su honor; los pintores Chaesérian y Horace Vernet plasmaron en sus lienzos la efigie del luchador por la libertad; y su paisano Bulgarin compuso una serie novelada basada en su vida, relato que, alejándose del furor heroico del romanticismo y engarzando la leyenda con tiempos más actuales, serviría posteriormente de base para el guion cinematográfico del conocido film norteamericano Taras Bulba, que, en 1962, sirvió, aunque sin referencias explícitas, para exaltar la figura de Mazeppa, ya en el siglo XX. 

Quizá sea el compositor ruso Tchaikovski quien más exaltó la leyenda del cosaco, al dedicarle una de sus óperas más famosas, Mazeppa, compuesta entre 1881 y 1883.

Mazeppa falleció, pues, el 22 de septiembre de 1709 en Bender, Moldavia.

Théodore Géricault (1791–1824), Mazeppa (c 1820). Col. Privada. 

“Entre los primeros artistas que pintaron a Mazeppa, aparece Théodore Géricault, aquí, en su primer estudio de alrededor de 1820. El caballo salvaje acaba de cruzar a nado un río por la noche y ahora intenta trepar por la orilla. Es casi seguro que el espectador hará una mueca de simpatía por el frío y el dolor del cosaco.”

El castigo que sufrió Iván Stepanóvich Mazeppa, atamán -en el Imperio ruso, el título oficial de los comandantes supremos de los ejércitos cosacos-, por seducir a una dama de la aristocracia polaca, acabó convirtiéndose en una idealizada fuente de inspiración para notables escritores, músicos y pintores románticos.

Voltaire afirma en su Historia de Carlos XII de Suecia: aquel hidalgo había sido paje de Juan Casimiro y había adquirido alguna erudición durante su permanencia en la Corte. Una intriga que tuvo en su juventud con la mujer de un caballero de aquel país -Polonia-, fue descubierta y el marido le hizo atar desnudo sobre un caballo indómito y le dejó partir en esta disposición.

Deducimos que el origen de su terrible castigo, no fue su lucha por la independencia de Ucrania.

Lord Byron también se refirió a este pasaje en su novela Mazeppa, donde leemos: “el insensato [el marido ultrajado] que quiso hacer más terrible mi suplicio para saciarse mejor en su venganza, me envió al desierto maniatado, desnudo y ensangrentado, no pudiendo imaginarse que me preparaba allí un trono… ¿Cuál es el mortal que puede adivinar sus destinos futuros?”

Víctor Hugo le dedicó el Capítulo XXXIV de su obra Les Orientales y Alexandr Pushkin, el poema titulado Poltava –la batalla que enfrentó al zar Pedro el Grande con el monarca sueco– que también sirvió de fuente al libreto de Viktor Burenin, que fue el que eligió Piotr I. Tchaikovsky para componer su Ópera, Mazeppa.

También expresó su admiración por esta leyenda romántica, Franz Liszt que le dedicó uno de sus bellísimos Poemas Sinfónicos, en 1851.

Voltaire - Byron - Hugo – Pushkin

Géricault – Boulanger - Tchaikowsky - Liszt

Louis Boulanger expresó la fuerza plástica de este relato en una escena febril en la que el conde Palatino, le castiga brutalmente atándolo desnudo a un caballo salvaje que le arrastraría en un galope de pesadilla, con lobos, cuervos y otros terrores del bosque (Rosenblum, R. y Janson, R. W. El arte del siglo XIX. Madrid: Akal, 1992, p. 155). El enorme lienzo, de 5 x 4 metros se mostró al público en la exposición del Salón de 1827.

Boulanger: Suplicio de Mazeppa, 1827.

Y así sucesivamente, la mortal tragedia que nunca ocurrió, fue igualmente inmortalizada por otros grandes maestros franceses – además de Théodore Géricault, Eugène Delacroix– y otros artistas menos conocidos como Théodore Chassériau, Nathaniel Currier, John Herring y Horace Vernet.

Delacroix

Chasseriau – Currier – Herring – Vernet

En cierto sentido, resulta más interesante recordar a las grandes figuras que se ocuparon del héroe, que, de él mismo, pues su imagen está envuelta en una nebulosa, de la cual, él no emerge con claridad, lo que no impidió, sin embargo, que fuera idealizado por los románticos. Aun así, veamos lo que se sabe de Mazeppa, cuyo principal mérito -involuntario, por otra parte-, consistiría, precisamente, en haber pasado a convertirse en un icono de la literatura, la música y la pintura.

Louis Boulanger (1806-1867), Muerte del caballo de Mazeppa, Litografía de Lemercier, Benard et Cie, 1839. Maison de Victor Hugo, Paris.


Louis Boulanger fue pintor, litógrafo e ilustrador del romanticismo.

Ingresó en la Academia de Bellas Artes de París en 1821, y en el taller de Guillaume Guillon Lethière, recibió una sólida formación clásica. Tras presentarse, sin éxito, al Premio de Roma en 1824, se hizo amigo de Eugène Devéria e íntimo de Víctor Hugo, en cuya compañía, frecuentó los círculos románticos parisinos y, sólo tres años después, obtuvo un éxito considerable en el Salón de 1827, obteniendo una medalla, precisamente, por el Suplicio de Mazeppa, en el Museo de Bellas Artes de Rouen. El Salón resultó de excepcional importancia para la nueva escuela, pues a él concurrieron también, Eugène Devéria con El nacimiento de Enrique IV, y Delacroix, con La muerte de Sardanápalo. 

Pero este éxito no se repitió en vida del joven pintor. Retrató a numerosas personalidades de la época, siendo la más célebre de sus obras en este sentido, el retrato de Balzac en hábito de monje, en el Museo de Bellas Artes de Tours.

También se conservan obras suyas en la casa de Víctor Hugo en la plaza de los Vosgos de París; para cuyas obras, así como para las de Alejandro Dumas, creó numerosas ilustraciones, así como una serie de extrañas litografías sobre temas fantásticos, acorde con la tendencia frenética de ciertos artistas de la época: entre ellas, la titulada La Ronda del Sabbat de Louis Boulanger, puede servir de ejemplo privilegiado.

Théodore Chassériau (1819–1856). Una joven cosaca encuentra a Mazeppa inconsciente sobre un caballo salvaje (1851). Musées de la Ville de Strasbourg.

Después de poco más de treinta años de fama en la pintura, la leyenda de Mazeppa se desvaneció, aunque se mantuvo viva en la música, aunque se transfirió de manera más significativa a actos ecuestres en vivo, en burlesque, haciendo que la leyenda perdiera su sentido.

Courier

Emile Horace Vernet (1789-1863) Siglo XIX Aviñón, Museo Calvet.

Théodore Géricault (1791–1824), Mazeppa (1823). Col. Privada.

Probablemente, entre sus últimas pinturas, Géricault revisó a Mazeppa en 1823, el año anterior a su muerte, debida, en parte, a los efectos acumulativos de las heridas que él mismo padeció como consecuencia de su afición por montar a caballo.

Entre 1821 y 1824, realizó una serie de pinturas en las que tuvo como modelos a locos o maníacos, pintando del natural a personas que eran tratadas en el asilo del psiquiatra Jean-Étienne Esquirol. A través de este trabajo, pretendía crear un repertorio de expresiones de la locura. 

En varias ocasiones, Géricault se cayó del caballo, y en una de las caídas, en 1823, se rompió la espalda, quedando postrado. Se le diagnosticó tuberculosis osteoarticular y pasó sus últimos años en el lecho sin poder acometer pinturas de gran formato, aunque produjo diversas litografías, con ayuda del artesano Eugène Lami. 

Murió el 26 de enero de 1824, tras una larga agonía, oficialmente debida a aquella caída del caballo, aunque también, y con muchas probabilidades, se habló de una enfermedad venérea, que hizo decir al filósofo y crítico de arte Élie Faure: "Géricault murió por haber hecho demasiado el amor".

La muerte de Géricault, por Ary Scheffer. 1824. Junto a la cama sus amigos, el coronel Bro de Cómeres y el pintor Pierre-Joseph Dedreux-Dorcy. Sus bocetos cubren las paredes de la habitación. Louvre. 

Eugène Delacroix (1798–1863), Mazeppa sobre el caballo moribundo. 1824. Ansallisgalleria, Ateneum, Helsinki, Finlandia.

Horace Vernet (1789–1863), Mazeppa; studio, 1826. Kunsthalle Bremen, Alemania.

John Frederick Herring (1795–1865), Mazeppa Rodeado de Lobos, según modelo de Horace Vernet. (1833). The Tate Gallery.

John Frederick Herring (1795–1865), Mazeppa rodeado de caballos, según modelo de Horace Vernet. (c 1833). The Tate Gallery.

Nathaniel Currier (1813–1888), Mazeppa Rodeado de Caballos Salvajes. (1846). The Tate Gallery, London.

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POLTAVA

Revisemos ahora, lo que pasó en Poltava; el epílogo de la leyenda de Mazeppa.

Gustaf Cedeström: Carlos XII e Iván Mazeppa tras la batalla de Poltava, en 1709. (1880)

Batalla de Poltava: Pierre-Denis Martin (1663–1742). Palacio de Catalina en San Petersburgo.

La batalla de Poltava, entre el ejército del zar Pedro I de Rusia y el del rey Carlos XII de Suecia, el 8 de julio de 1709, es una de las más famosas de la Gran Guerra del Norte, que terminó con la victoria rusa, y marcó el final del Reino de Suecia, como potencia europea.

Después de las victorias en 1700, Rusia y Dinamarca cayeron como potencias militares. A Carlos XII de Suecia le fue imposible finalizar la guerra ocho años antes de que pudiera llegar a acordar la paz con Sajonia y Polonia. Durante este tiempo, Pedro I reorganizó y armó un grande y moderno ejército, basándose en una infantería entrenada al modo occidental en el uso de armas, con el que alcanzó una resonante victoria en Livonia. Fundó además la ciudad de San Petersburgo. Como represalia, Carlos XII ordenó un golpe fatal al corazón de Rusia, con un ataque directo a Moscú.

En 1708, Carlos XII penetró en Rusia a la cabeza de un gran ejército. Las tropas del zar se negaron a entablar un combate directo, por lo que recurrió a la táctica de tierra quemada. 

El avance de Carlos XII dependía de una columna de abastecimiento y apoyo, al mando del general Adam Ludwig Lewenhaupt, pues el verano fue frío y húmedo, creando grandes dificultades para el abastecimiento. La columna se componía de 11.000 hombres de refuerzo; 16 cañones de artillería; numerosas cabezas de ganado para alimentación de la tropa y miles de carros, que integraban el tren de bagajes. Pero las pésimas condiciones de la primavera y el principio del verano en la llanura rusa, estación en la que se produce el deshielo combinado con las lluvias; raspútitsa, hicieron intransitables los caminos y ralentizaron enormemente la marcha de la columna.

Sin comunicación directa entre las dos fuerzas, el rey Carlos XII aguardó la llegada de Lewenhaupt a unos 130 kilómetros, pero, desconociendo la distancia que los separaba, la paciencia del soberano sueco se agotó y decidió dirigirse hacia el sur, hacia Ucrania, en busca de abastecimientos y mejor clima. Ucrania, que se hallaba bajo el mando de Iván Mazeppa, había mantenido conversaciones con Carlos XII y, se convirtió en un fiel aliado del mismo, esperando su apoyo para independizarse de Rusia.

El general Lewenhaupt, una vez fallido el punto de reunión inicial, en las proximidades de Moscú, se dirigió también hacia Ucrania en busca del rey sueco. En el vado del río Sozh, cerca de la pequeña aldea, que daría nombre a esta batalla, fue atacado por un destacamento ruso; batalla de Lesnaya. Sus fuerzas resistieron el hostigamiento, pero sus oficiales y soldados quedaron sorprendidos por el hecho de que el reformado ejército ruso les mostrara su nueva capacidad para afrontar una lucha con posibilidades de victoria. Lewenhaupt decidió reunirse a toda prisa con las tropas de Carlos XII, abandonando los cañones, el ganado y el resto de las provisiones, lo que ocasionó un motín entre sus tropas y la deserción, o desaparición, de 4000 hombres. Además, apoderándose del alcohol abandonado, los soldados se emborracharon y Lewenhaupt se vio forzado a abandonar a cerca de 1000 de ellos, bebidos, en los bosques. Para el 19 de octubre, momento en que, finalmente, alcanzaron a Carlos XII y la fuerza principal sueca, no solo habían perdido los abastecimientos, sino que apenas quedaban 6.000 hombres del contingente de 11.000.

Batalla de Poltava: fragmento del gran mosaico de Mijaíl Lomonósov.

Mientras tanto, Carlos XII había reanudado su avance, pero su ejército también se hallaba reducido casi a la mitad, a causa de hambre, congelaciones, enfermedades y otros contratiempos climatológicos, pues la humedad afectó seriamente a las reservas de pólvora y la artillería estaba prácticamente fuera de combate, debido a la falta de munición. No obstante, con sus menguadas fuerzas, la siguiente acción de Carlos XII fue poner sitio a la fortaleza de Poltava, en el río Vorskla, en Ucrania. Pedro I, con el fin de contrarrestarlo, organizó una gran fuerza para protegerla, organizando rápidamente, una doble línea defensiva, pero, finalmente, las fuerzas suecas quedaron encerradas entre los muros de la fortaleza y las líneas rusas.

Cuando empezó la batalla, Carlos XII tenía cerca de 20.000 hombres, en tanto que Pedro I disponía de 45.000. El 17 de junio, durante el sitio a la fortaleza y mientras inspeccionaba los puestos de avanzada suecos. en Vorskla Carlos XII fue herido en un pie por un francotirador ruso. Esta circunstancia le obligó a transferir el mando al mariscal de campo Carl Gustav Rehnskiöld. Planeó entonces romper las líneas rusas y escapar en dirección norte.

La batalla empezó a las 3:45 de la madrugada del 28 de junio, poco antes de amanecer, con el avance de las tropas suecas contra las líneas fortificadas rusas. Los suecos parecían poseer la ventaja al principio, pero ésta fue anulada rápidamente.

Para el amanecer, el día era ya muy cálido y húmedo, con el sol oscurecido por el humo de los cañones y el fuego de los mosquetes. Pedro I tenía un número considerablemente superior de soldados de infantería, -que alcanzaban los 25.000 hombres- que se desplegaron aproximadamente a las 9:00 de la mañana, con el apoyo de 73 cañones pesados.

Tras algunos enfrentamientos, viendo segura la derrota, Carlos XII ordenó la retirada a las 11:00 de la mañana. Al mediodía, la batalla había terminado.

Pasadas unas horas, Carlos XII reunió el resto de sus tropas y el tren del bagaje, y se retiró al sur, abandonando el sitio de Poltava, pero los rusos persiguieron a los suecos que se dirigían al río Dniéper, logrando su rendición explícita, tres días después, en Perevolochna, el 1 de julio.

Carlos XII logró atravesar el río Prut en su retirada, junto con su guardia personal y algunos altos oficiales, dirigiéndose luego a la ciudad de Bender en el Imperio otomano, donde encontró refugio.

El día de la batalla de Poltava, en el Zarato ruso, era el 28 de junio de 1709, debido a que allí regía aún el calendario juliano, pero en los países que ya habían adoptado el gregoriano, era el 8 de julio de 1709.

Casi todos los supervivientes del ejército sueco, capitularon en Perevolchna el 11 de julio de 1709 y, ya como prisioneros, fueron enviados a trabajar en la construcción de la nueva ciudad de San Petersburgo.

A Carlos y a Mazeppa se les permitió escapar con aproximadamente 1.500 hombres, a Bendery, en Moldavia, entonces controlada por el Imperio otomano. Fue en el transcurso de esta retirada, cuando Mazeppa le contó su historia al monarca sueco. Carlos pasó allí cinco años, hasta de que pudiera volver a Suecia.

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En conclusión: Se admirará a Mazeppa, porque es un guerrero, casi siempre triunfador; lo que haría olvidar su traición “enamorando” a la esposa de su protector, o su facilidad para cambiar de bando, cuando otro, hasta entonces enemigo, le ofrece algo mejor. Ello sería debido al hecho de que una mirada sobre la Historia es suficiente para comprender que, la guerra es su componente básico. Acaso no quedaría sino la vieja deducción: “Homo lupus homini”, de Plauto en su “Asinaria”, pues su continua lucha está en la base de algunos de los principales asuntos literarios, como la “Ilíada” -por citar un ejemplo clásico-. Posteriormente, el vencedor escribe la crónica correspondiente, culpando a quien mejor convenga a su gloria; ¿fue Helena la causante de la guerra de Troya?; ¿Roldán luchó contra “sarracenos”, o contra vascones? ¿Los árabes entraron en la península a solicitud de los hijos de Witiza, para derrotar a don Rodrigo? O ¿fue este último quien la provocó, a causa de sus relaciones con la “Cava”, la hija del conde don Julián? 

Finalmente, del relato histórico, se nutrieron en gran parte las artes.

¿Qué fue, exactamente, lo que fascinó de Mazeppa, a músicos, pintores y escritores?

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Mazeppa, el Poema Sinfónico compuesto por Franz Liszt en 1851, es el número seis, de su ciclo de trece Poemas Sinfónicos, escritos durante su estancia en Weimar. Narra la historia de Iván Mazeppa, con la noble dama polaca, y su castigo a lomos del caballo que lo llevaría a Ucrania. 

Se estrenó en el Teatro de la corte, en Weimar el 16 de abril de 1854.

En el primer movimiento. el compositor sigue a Víctor Hugo para describir el viaje del héroe a través de las vastas estepas. 

Seis golpes de los timbales, evocan la caída del jinete. 

Después de un silencio, las cuerdas, el fagot y la trompa solista, expresan el asombro del guerrero caído, que resucita mediante las trompetas en Allegro marziale. 

Los cosacos ponen a Mazeppa al frente de su ejército: -marcha-, y el tema pone al héroe en la gloria.


Mazeppa: Tchaikowsky. Ópera en tres actos y seis escenas, basado en el poema histórico de Aleksandr Pushkin. Compuesta entre Junio 1881 - April 1883, con algunas revisions posteriores.

Víctor Hugo. De León Bonnat. 1879. Palacio de Versalles.

Orientales. Mazeppa

¡Cuánto han disfrutado de su inútil rabia

Sus orgullosos verdugos...


Cada paso que da parece cavar su tumba

Pero llega al final... corrió, voló, cayó,

¡Y se levanta rey!

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Una vieja traducción del Poema de Lord Byron; fragmentos más expresivos.





Imágenes extraídas del ejemplar publicado por Biblioteca Virtual de Andalucía: Mazeppa: poema / por Lord Byron, traducido al castellano por A.R. Sevilla, 1851.

El protagonista relata su historia de amor al rey Carlos de Suecia, en un intento de desvanecer su amargura tras ser derrotado.

Llama la atención el repetido empleo de términos y expresiones coloquiales; -perdió la chaveta-, que, en absoluto se corresponden con el lenguaje empleado por Byron.

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