Descartes. Franz Hals. Louvre
En el libro
titulado: Cartas Escogidas de Cristina,
Reina de Suecia, publicado por M.L.*** en Villefranche, Chez Hardi
Filocrate, Imprimeur, en el año 1759, bajo el epígrafe,
(La verdad no ofende al
Sabio).
se lee
textualmente:
A los seis años, Cristina fue
proclamada Reina de Suecia. Cuando el Mariscal de la Dieta la propuso a los
Estados, un miembro del orden del Campesinado le interrumpió de repente,
preguntándole quién era aquella hija de Gustavo. –No la conocemos; nunca la
hemos visto; que se nos muestre. Cristina apareció. El Campesino, tras haberla
considerado atentamente, gritó: ¡Ella es! Es la nariz, los ojos y la frente de
Gustavo Adolfo. Que sea nuestra Reina. Aun cuando sólo tuviera las orejas de
aquel gran hombre, sería suficiente para gobernar un Imperio. Los Estados la
instalaron inmediatamente en el trono.
El texto y la
historia no dejan dudas acerca del amor y la devoción que el pueblo sueco
profesó a su rey Gustavo Adolfo. Pero el mismo autor añade a
continuación:
Esta heredera de Gustavo, que
después sorprendió a su siglo por la elevación de su alma, habría sido una Heroína completa, si no hubiera tenido la orgullosa debilidad
de abandonar la corona para correr tras las deslumbrantes quimeras de la
Filosofía.
La amable acogida que Cristina hizo
a los Sabios que estaban en su Corte, fue el manantial funesto de todas sus
desgracias. Pasó la mitad de su vida
atormentándose y lamentándolo.
Su reinado no produjo ningún
acontecimiento saludable para la posteridad. El nombre de esta princesa habría
quedado envuelto en el sudario de una muerte eterna, como el de tantos soberanos
de los que nadie se acuerda, si no fuera porque se encuentran por azar al lado
de nombres ilustres que han honrado a la humanidad y si el halago de las gentes
de Letras no elevara indiferentemente altares al vicio y a la
virtud.
Cristina, al abdicar la Corona de
Suecia, creyó fijar para siempre las miradas de Europa sobre su persona. Se
admiró algún tiempo su desinterés y generosidad; y se lamenta todavía hoy su
extraña conducta.
***
Seguramente, el hecho de cargar a la Filosofía con la
responsabilidad de las decisiones de Cristina de Suecia –erróneas o acertadas-,
no es más que un prejuicio de la época, pero podríamos aplicar el mismo
presupuesto, sin cambiar una sola palabra, a su maestro, René Descartes, a quien
el Amor a la Sabiduría, literalmente,
le costó la vida.
***
Cuando
René Descartes tenía sólo un año murió su madre, dejándole una herencia que se
hizo efectiva cuando cumplió los 26 y que le permitió vivir holgadamente,
dedicándose en exclusiva a sus estudios. Entre tanto, asistió al colegio de los
Jesuitas La Flèche, en un edificio
patrimonial del monarca Enrique IV de Borbón, quien había llamado a la Compañía
de Jesús a establecerse en Francia desde 1603. Allí aprendió Descartes
Humanidades Clásicas durante ocho años, adentrándose durante la última etapa
escolar en la Escolástica, es decir, la Filosofía aristotélica aplicada a la
doctrina católica por santo Tomás de Aquino.
Su
espíritu crítico le llevó a interesarse sobre todo por las Matemáticas, a causa de la exactitud y la evidencia de
sus razones, aún a pesar de que, por entonces, tal estudio se reducía a sus
aplicaciones prácticas; una tendencia que no satisfacía el espíritu especulativo
de Descartes, quien, una vez alcanzada la edad de abandonar el colegio, se
dispuso a viajar proponiéndose alcanzar un conocimiento más completo y general a
través del gran libro del
mundo.
Tras
asistir asimismo a la Universidad de Poitiers, decidió, en 1618, instalarse en Breda, donde se unió al ejército del
príncipe de Nassau, no en condición de soldado, sino de observador, por lo que
no percibió sueldo alguno. Del mismo modo, y con la misma intención, sin duda,
se unió a las tropas católicas de Maximiliano de Baviera un año después. Estaba
en su apogeo la llamada Guerra de los
Treinta Años, en cuyo trascurso, a pesar de su presencia alternativa en
ambos bandos, Descartes no participó en ninguna acción
militar.
Tal
como explica él mismo, el día 10 de noviembre de 1619 tuvo unos complejos sueños
que, al parecer, le indicaron el camino a seguir, ya no en su vida, sino en sus
investigaciones. Finalmente abandonó el ejército y volvió a Francia para
establecerse, en 1622, en casa de su padre, en Rennes, donde se dedicó
fundamentalmente a estudiar Astronomía, Óptica y Matemáticas hasta 1628, cuando
decidió trasladarse a París.
Allí
trabó amistad con el Mínimo Mersenne (1588–1648), también antiguo
estudiante de La Flèche, aunque algo mayor que Descartes. Su celda en el
convento de la Place Royale fue un centro de conocimiento e investigación para
los estudiosos europeos de la época. Teólogo, Filósofo, Matemático, Astrónomo y
Músico, escribió la Armonía
Universal, teoría de la música, en la que, entre otras muchas cosas, expresa
el semitono mediante una ecuación, dado que, de acuerdo con el Teorema I: La Música es una parte de las Matemáticas y
por tanto, una ciencia que muestra las causas, los efectos y las propiedades de
los sonidos, cantos, conciertos y de todo lo que les
pertenece.
M. Mersenne. University of York. Dept.
of Mathematics.
El
retrato de la derecha es un fragmento del óleo de Dumesnil –más abajo- que
representa una sesión de trabajo de Descartes con la reina Cristina.
Allí
conoció Descartes al cardenal Pierre de Berulle (1575–1629), fundador del Oratorio sobre el modelo italiano de S.
Felipe Neri, y consejero de Marie de
Médicis; un admirador de su sistema de pensamiento que se propuso dar a conocer
su obra, no basada en planteamientos de carácter religioso, sino en los métodos
del conocimiento aplicables a la ciencia en general –Descartes ya había
abandonado la vía escolástica–.
Algo
más tarde, en octubre de 1634 y, a pesar de la idea que podríamos hacernos de su
personalidad y modo de vida, casi conventual, cuando residía en Holanda, tuvo
una hija a la que llamó Francine, y que sólo vivió seis años. Contaba Descartes
39 a la fecha de su nacimiento.
Cuando
preparaba la edición de su libro, Le
Monde, Marsenne le informó de que Galileo, al que Descartes, como seguidor
del Heliocentrismo, consideraba un maestro, había sido condenado por la
Inquisición. Prudentemente, detuvo la edición de su libro, del que, no
obstante, cuatro años después –1637–, publicó los capítulos dedicados a
Dióptrica, Meteoros y Geometría, acompañados de un Prólogo que ha pasado a la
posteridad, convirtiéndose, sin lugar a dudas, en el más popular y accesible de
sus trabajos; el Discours de la Méthode
que contiene una especie de autobiografía intelectual, en la que explica su
recorrido hasta la Metafísica.
En
1644 se encontraba de viaje en París, cuando conoció a Pierre Chanut, embajador francés en Suecia y
uno de los negociadores de la Paz de Westfalia, quien le habló largamente de la
reina Cristina de Suecia y de su interés por la ciencia y la Filosofía. Andando
el tiempo, la propia Cristina, ya reina desde hacía cinco años, solicitó los
servicios del filósofo como maestro personal.
Después
de mucho pensarlo, Descartes se embarcaba en Ámsterdam, llegando a Estocolmo en
octubre de 1649.
La
experiencia fue decepcionante en varios aspectos. Para empezar, pasó un mes de
inactividad hasta que la reina le hizo llamar. Después, Cristina, le encargó
escribir una especie de libreto teatral destinado a celebrar su
23 cumpleaños y el fin de la Guerra de Treinta Años, que, en efecto,
fue representado como ballet en el palacio real de
Estocolmo.
Finalmente,
decidió la reina tomar una clase diaria de Filosofía, a las cinco de la mañana,
pero Descartes, que, a causa de su salud había sido eximido de cumplir el
horario matutino, incluso cuando estudiaba en La Flèche, se vio de pronto abocado a
cumplirlo ahora, dedicando a su alumna, prácticamente la totalidad de lo que
para él y para cualquiera que no fuera sueco, era plena noche, ya que antes de
presentarse en palacio debía cumplir sus propias exigencias personales, incluida
la de asistir a Misa.
Descartes en la Corte
de la Reina Cristina
Pierre Louis
Dumesnil. Museo nacional de
Versailles.
Cuatro
meses después, el 11 de febrero de 1650, moría Descartes, según se dijo, de
neumonía, en la residencia del embajador francés, Chanut, en Mälaren, donde se alojaba, muy cerca del castillo Tre Kronor. El suceso
causó gran sorpresa y provocó ciertas habladurías que Cristina acalló
prohibiendo cualquier clase de comentarios sobre el mismo, a pesar de lo cual,
el embajador francés, ordenó grabar una extraña inscripción en la lápida del
filósofo:
Expió
los ataques de sus rivales con la inocencia de su vida.
Más
tarde se conoció la existencia de una carta enviada por el médico personal de la
reina Cristina al médico holandés Johan Van Wullen,
en la que describía unos síntomas de la mortal enfermedad de Descartes, que, en
su opinión, nada tenían que ver con una neumonía, sino que respondían, más bien,
a las características de un envenenamiento. La teoría fue corroborada por el
médico alemán Eike Pies en 1980, aportando nuevos datos a la investigación que
no se dio por terminada hasta el año 2010.
Los
restos de Descartes tardaron dieciséis años en volver a Francia, causando una
dramática sorpresa cuando se comprobó que, inexplicablemente, faltaba la cabeza,
que tras muchos avatares, fue devuelta en el siglo XIX, momento en que, de
la misma forma inexplicable, no fue integrada al conjunto de los restos,
depositados, después de pasar por distintos lugares, en el cementerio de
Saint–Germain–des–Prés, sino que pasó a ser propiedad del Museo del
Hombre.
***
Tras
la Guerra de los Treinta Años, el Emperador Leopoldo ajustó la paz con Francia
en Münster dejándonos fuera y con todos los enemigos a
cuestas, como escribió Felipe IV. Entre esos enemigos estaba Francia,
con la que no se llegó a firmar el Tratado de los Pirineos, hasta mediados
de 1659, siendo el artífice de sus preliminares, Antonio Pimentel de Prado, que había sido
nombrado Embajador en la Corte de Cristina de Suecia, cuando esta se proponía
cambiar de religión. Un año antes fue también Pimentel quien escoltó al cardenal
Mazarino hasta la frontera alemana, cuando fue expulsado de Francia por el
Parlamento de la Fronda. Es importante recordar esto, para mejor comprender la
actitud de ambos con respecto al rey de España en un futuro
próximo.
Los
planes de Cristina consistían en convertirse, abdicar y fijar su residencia en
Roma bajo protección pontificia. Naturalmente, necesitaba la aprobación del Papa
y, sin duda, no pudo pensar en un intermediario mejor para llegar a él, que
Felipe IV, para quien la conversión de Cristina se convirtió en un asunto de la
mayor transcendencia, a pesar de los numerosos asuntos de la mayor
transcendencia que le ocupaban en aquel momento. Dado su catolicismo sin
fisuras, asumió la conversión de la reina de Suecia como un hecho casi
milagroso, del que sería, en parte, artífice. Envió entonces a Pimentel a
entrevistarse con la reina y, parece ser que ambos llegaron a ser grandes
amigos. Los aspectos teológicos de la conversión, es decir, la catequesis, quedó
a cargo de los Jesuitas.
Cristina,
pues, abdicaría el día 6 de junio de 1654, pasando a residir en Bruselas por
invitación de Felipe IV. Allí, ante el Emperador Leopoldo y el propio Pimentel
como testigo, procedió a abjurar del luteranismo la víspera de Navidad, en una
ceremonia casi secreta que Felipe IV se encargó de comunicar a Alejandro VII.
Acto
seguido, Cristina se puso en camino a su nueva residencia en Roma, pero, he aquí
que el Papa exigió que antes se hiciera pública su conversión. Cristina no tenía
otra opción que aceptar, de modo que se dirigió a Innsbruck donde repitió la
ceremonia ante el Legado Pontificio, el 3 de noviembre de 1655, después de la
cual reanudó su viaje acompañada de una corte de más de doscientas personas a su
servicio, nombradas y pagadas por el rey de España.
Ya
antes, Felipe IV le había regalado a Cristina treinta caballos, atención a la
que ella correspondió enviándose un retrato suyo montada a caballo, realizado
por Sebastien Bourdon, en 1563, que hoy se encuentra en el Museo del
Prado.
Madrid,
Septiembre 9 de 1654. Aviso de Barrionuevo
Llegada
á Amberes de la Reina de Suecia en traje de hombre.—D. Antonio Pimentel la lleva
los regalos del Rey.—
Llegó
la Reina de Suecia á Amberes, vestida de hombre, á caballo, con gran séquito de
los suyos. Fuese á posar en casa de García de Illan, portugués riquísimo, que
años há se huyó de Madrid con toda su hacienda por temor de la Inquisición.
Fuese allí por ser su factor en aquellos Estados, donde ha sido servida y
festejada de todo el país con grande estimación.
S.
M. le envía ahora 30 caballos hermosísimos y ricamente aderezados, muchas cosas
ricas de la India, y la Reina muchas cosas de olor. Va con este presente D.
Antonio Pimentel, hermano del Conde de Benavente. Dícese hace mal á un caballo, como si fuera
hombre, y que por esto le envía el Rey estos caballos, y aun se dice que es más
que mujer, no porque sea hermafrodita, sino porque no es para poder ser
casada.
Mantúvose la amistad
con nuevos regalos, –escribió el
Marqués de Villa Urrutia-. El Duque de
Terranova tuvo orden de presentarle en Roma cuatro tiros de a seis caballos
napolitanos, y además un grandísimo número de libros jocosos y de buen gusto,
así en prosa como en verso, que hay en España, encuadernados y dorados lisa y
curiosamente, que apreciaría más que si fueran joyas de diamantes, según lo estudiosa y leída que era,
hablando once lenguas como la propia.
Tan
pagado estaba el Rey de Cristina
–escribió a su vez Barrionuevo-, que sólo faltaba que a ésta se le antojara que
le hiciese algún hijo el Rey, que en esto de bastardos tenía muy buena
mano.
Pero todo en el mundo
tiene su tiempo y así, en 1656 llegó a su fin el romance entre Cristina de
Suecia -para entonces ya sólo Cristina Vasa-, con el rey de España, cuya
ingenuidad, al parecer, era indestructible. Para empezar, Cristina encontró un
gran apoyo en el Cardenal Azzolino
quien, con su denominado Escuadrón
Volante, muy al estilo de la Corte de Francia, rodeó a la antigua reina de toda
clase de atenciones que ella aceptaba y devolvía con placer evidente.
Al
parecer, don Antonio de la Cueva, Mayordomo Mayor de su Casa, como hemos dicho,
por cuenta de Felipe IV, advirtió a Cristina de que los cardenales que componían
el célebre escuadrón de Azzolino, no eran afectos a la Corona de España, por lo
que su amistad con ellos no era apropiada. Más tarde, aún sostenida por la Corona de
España y sabiendo que esta había roto relaciones con Portugal, recibió en su
casa al embajador de aquel reino. Por último, como afrenta definitiva hacia su
protector, colocó en su sala de audiencias el retrato del rey de Francia; sin
duda, el peor enemigo de Felipe IV en aquel momento.
Semejante actitud
decidió al devoto Pimentel a romper su amistad y dejar de visitar a Cristina, no
sin antes despedirse de ella oficial y ceremoniosamente, ocasión que la soberbia
Cristina aprovechó para gritarle abruptamente y sin permitir la menor réplica:
Sois un pícaro gallina, ladrón, infame y
mal caballero, y a no ser vasallo del Rey de España, a quien yo estimo tanto,
hiciera con vos la demostración que merecíades. No parezcáis más delante de mí,
ni ocasionéis se irrite más contra vos mi enojo.
En otoño de 1658
Pimentel sería enviado a Francia con el fin de acordar una tregua y tratar con el
cardenal Mazarino las condiciones de la boda de la Infanta María Teresa con Luis
XIV, que debía convertir la tregua en paz definitiva.
Sea como fuere, la
relación entre Cristina y su corte de españoles se fue agriando paulatinamente,
hasta que por fin, Felipe IV, que tardó mucho tiempo en comprender que la ex
reina ya no necesitaba su apoyo, dio la orden de que todos los súbditos
españoles abandonaran su servicio.
Una ofendida Cristina se quejó al Papa del
mal servicio de aquellos, a la vez que mandaba comunicar al rey de España, que
si no fuera por su respeto, habría arrojado a alguno por la ventana. Acto
seguido se fue a visitar al rey de Francia que la recibió con todos los honores,
como lo eran en aquel reino todos los que dieran la espalda al rey de España.
Afirma también el
Marqués de Villa-Urrutia que para entonces había compuesto Calderón de la Barca
un auto sacramental en honor de la conversión de Cristina, cuya representación
prohibió el rey, porque no estaban en el
estado que tuvieron al principio las cosas de esta señora, cuya casa y servicio
de criados se componía ahora sólo de franceses.
Felipe IV no
tardaría en volver a tener noticias de los manejos de Cristina Vasa en contra de
sus intereses. En cuanto a Luis XIV tampoco tuvo que esperar mucho para lamentar
su ostentosa hospitalidad con aquella antigua reina que, verdaderamente, nunca
se había propuesto dejar de serlo.
______________________________________________
Continuación:
http://atenas-diariodeabordo.blogspot.com.es/2013/01/el-ballet-de-la-reina-cristina-de-suecia.html
______________________________________________
Continuación:
http://atenas-diariodeabordo.blogspot.com.es/2013/01/el-ballet-de-la-reina-cristina-de-suecia.html
Yo creo que Cristina de Suecia fue responsable de la muerte de Descartes y así lo parece confirmar la institución de los Premios Nobel como solución de la Monarquía sueca a su mala conciencia.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu mensaje, Xisco y, completamente de acuerdo contigo en cuanto a la responsabilidad de Cristina que, en todo caso, prohibió que se investigara la muerte de Descartes por si el asunto interfería en sus planes. En cambio, no creo que Suecia tuviera que responder de los errores de esta señora, que abandonó el reino muy pronto y traicionó los principios que representaba. En cuanto a la Fundación Nobel, consta que surgió de la decisión del propio Alfred Nobel, asustado ante la mortandad producida por el empleo de la pólvora, según la fórmula que él mismo había patentado. Hizo una fortuna y decidió emplearla en la investigación y en la paz.
EliminarUn cordial saludo. Clara.
Puestos en plan petulante, no fue pólvora sino dinamita
ResponderEliminarCierto. Así es. Gracias, Antonio Torrejón.(Y no me parece petulancia).
EliminarYo creo que Cristina Siempre fue criada como un niño porque ella misma lo sentia. Y dudo muchisimo que haya estado con el rey de españa. Su gran amor fue la condesa, su dama de compañia. Pero como era Reina no se veria bien ser lesbiana ademas porque tenia que dejar un heredero. Fue por uno de esos motivos que hace llamar a Descartes, por los sentimientos que estaba sintiendo por su condesa. Ella rechazaba a todos los hombres.
ResponderEliminarHola, anónimo: Yo no creo en absoluto que Cristina “estuviera” con el rey de España; eso fue un chiste de la “prensa” de la época. En cuanto a sus preferencias sexuales, pienso que son fáciles de deducir, pero, hasta la fecha, imposibles de constatar documentalmente. Creo, también que rechazaba a todo el mundo porque era muy despótica y consideraba a todos inferiores. Lo que desconozco es que llamara a Descartes por esa razón; es más, me pregunto si lo hizo ya con el objetivo de acabar con su vida. De otro modo, no se comprende la protección incondicional que le brindó el Papa frente a los monarcas más poderosos del momento. Un saludo y gracias.
EliminarNo creo que fuera la Reina Cristina autora del envenenamiento ,supuesto cianuro, de Descartes,se dice que fue un complot y Cristina en todo caso lo cubrió y en ese caso sí es responsable de tan aberrante hecho. Descartes tenía enemigos en el imperio sueco como en Roma también. Cristina lo idolatraba y desde niña lo admiraba.
ResponderEliminarEs posible que tengas razón. Aun así, si "lo idolatraba" ¿por qué se negó a investigar la muerte? Como dices, en todo caso, se hizo responsable de encubrimiento.
EliminarVã suposições... Cristina e Descartes são espíritos amigos, hoje trabalhando no bem.
ResponderEliminarNo creo que Cristina haya tenido que ver con la muerte de Descartes. Ella lo admiraba mucho y era su guia en el conocimiento. Más bien pienso que el pobre René Descartes fue objeto de un complot para debilitar a la Reina. Pues ella tenía un pensamiento crítico y no se dejaba convencer fácilmente y toda su corte lo que quería era que ella se casará y tuviera descendencia. Pero no lo lograron. Según lo que veo de la historia de Cristina es que fue una mujer atipica y muy valiente para esa época machista.
ResponderEliminarMe ha parecido interesantísima tu entrada! He aprendido mucho
ResponderEliminarTe dejo mi blog por si te interesa:
Filosofiaentaza.wordpress.com
Saludos!! 😃
Gracias. Tomo nota. Saludos.
Eliminar