miércoles, 2 de enero de 2013

EL MONTE OLIMPO Όλυμπος (2) Poseidón y Deméter/Ποσειδῶν και Δημήτηρ

Walter Crane, 1845–1915. Neptune's horses. 1892. Neue Pinakothek in Munich, Bavaria. Germany.


Igual que los caballos en la llanura
al restallar el látigo elevan las patas al unísono
y dejan atrás el camino velozmente,
así la nave elevó su proa sobre el agua y
un gran oleaje púrpura rodó tras ella sobre el estrepitoso mar.

Odisea Canto XIII, 81–85

POSEIDÓN Ποσειδώνας

Es el tercer hijo de los Titanes Cronos y Rea, hermano, por tanto, de Zeus, Hera, Deméter, Hades y Vesta, aunque es llamativamente parecido a Zeus en aspecto y en carácter. Siempre se presenta cabalgando sobre las olas, o sobre un carro de ruedas de oro, que es, en realidad, un caracol gigante tirado por caballos de mar  –Poseidón siempre dijo que él había creado el caballo–. Muchas veces le acompaña un fiel Delfín y le sigue un cortejo de peces, anfibios, nereidas y otros espíritus de las profundidades marinas. Nunca abandona su tridente, que funciona como varita mágica; si está enfadado y toca con él las aguas del mar, todas las naves se van a pique. No dejó de molestar a Ulises cuando volvía a Ítaca, a donde pudo llegar, no obstante, gracias a la ayuda de Atenea.
Cuando la Prudencia le advirtió que su proyecto de boda con la Nereida Tetis Θέτις, la de los pies plateados, no era aconsejable, dejó de cortejarla y puso sus ojos en otra, la Nereida Anfítrite, Αμφιτρίτη, la que fluye en torno, pero sólo obtuvo su rechazo, y que esta huyera de su persecución para ocultarse en el Monte Atlas. Al final la encontró con ayuda de Delfina, a la que, como premio, transformó en la constelación Delfín, que ya Ptolomeo incluyó  en su lista de 48 constelaciones y cuya existencia se confirma en la actual relación de 88.
(Astroyciencia.com)

Disputó a la sabia Atenea el dominio de la ciudad de Atenas, y fue derrotado en buena lid por la Diosa; su enfrentamiento compone la decoración del frontón occidental del Partenón.
Se convirtió en  dios del mar, cuando entre él, Zeus y Hades se repartieron el mundo; domina, pues, las tempestades y la navegación, aunque  también tiene poder sobre el agua dulce y puede originar terremotos si le apetece; de hecho, cuando su enfado se convierte en furia, hace temblar la tierra de tal manera, que en el Hades temen que el techo se derrumbe sobre sus cabezas.
Su tridente tiene prácticamente los mismos usos que el rayo de Zeus, del que constituye apenas una variante adaptada al mar.

El imponente Poseidón de Artemísion –bronce de 2,9 m., en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas–.

(Existen dudas sobre si el modelo se preparaba para lanzar un tridente, o si sería un rayo, en cuyo caso, estaríamos observando a Zeus).

Posiblemente se libró de la voracidad de su padre, Cronos, porque la madre lo ocultó entre un rebaño de corderos, mientras entregaba a su marido una liebre disfrazada de bebé. Más adelante, cuando Zeus combatió a los Titanes, Poseidón se puso de su parte y mató al Gigante Polybotis tirándole un trozo de la Isla de Cos, que, tras golpear a la víctima, se convirtió en otra Isla llamada Nísyros. Fue tras esta victoria cuando los tres hermanos se repartieron la herencia de Cronos, de la que Zeus recibió el ancho Cielo, Hades las espesas Tinieblas y Poseidón el inmenso Mar.

A pesar de la fraternidad, Poseidón estaba sometido a Zeus y le debía obediencia, algo que le resultaba difícil de aceptar y que le llevó incluso a conspirar contra él conjurándose con Hera y Atenea, pero fue derrotado y condenado a trabajar durante un año para Laomedonte de Troya, para el cual construyó las murallas de la ciudad con ayuda de Apolo. Al parecer, el troyano le prometió una recompensa que después se negó a entregar; Apolo entonces, le mandó una epidemia y Poseidón un monstruo marino que, juntos, devastaron la ciudad, después de lo cual, los dos divinos se  pusieron de parte de los griegos.

Su imperio, como decíamos, era amplio, porque además de señorear el mar, abarcaba lagos y ríos e incluso la tierra dependía de él en cierto sentido, pues  la mantenía sobre las aguas y podía sacudirla a su voluntad. De hecho durante la guerra con los Titanes, más de una vez arrancó una montaña con el tridente y la hizo rodar hasta el mar. El relato de sus hazañas le gustaba mucho a don Quijote de la Mancha.

Se rumoreó que aquello que tanto repetía de haber creado el caballo, no era más que un producto de su gran vanidad, pues se sabía que siendo él muy pequeño, Rea, su madre, en una ocasión, le puso de comida un caballo a Cronos. Después dijo que también había inventado las bridas, cuando todo el mundo sabía que aquella brillante creación era de su hermana Atenea. Sí se le reconoce, no obstante, la idea de instituir las carreras de caballos, de los que tenía docenas en sus cuadras, todos ellos con crines de oro y herraduras de acero. Tenía asimismo un carro de oro que calmaba las tempestades cuando empezaba a rodar.

De carácter solitario y peleón, prefirió construir su palacio en el fondo del mar, en Eubea y, siguiendo la tradición familiar tuvo muchos amores, sobre todo, con Ninfas de los manantiales y las fuentes.

Tras conseguir el amor de Anfítrite gracias a la ayuda de Delphinos, tuvo con ella un hijo; Tritón –medio hombre y medio pez- y dos hijas, Roda, -Ροδη que dio nombre a las Isla de Rodas y tuvo siete hijos de su matrimonio con Helios-, y Benzesikymi, que se fue a vivir a Etiopía.
A Medusa, la tomó por la fuerza en el mismísimo templo de Atenea, que en castigo por semejante profanación, transformó en serpientes los cabellos de la muchacha convirtiéndola en una horrorosa Gorgona que dejaba de piedra –literalmente– a todo el que mirara sus ojos; alguien tenía que pagar el desacato y no iba a ser el divino. Cuando Perseo cortó la cabeza a la desgraciada Medusa, salieron por su cuello Jrysaor y Pegaso; después le regaló la cabeza a Atenea para que la usara como escudo.

Medusa, de Caravaggio. Uffizi, Florencia

Con Gea tuvo al gigante Anteo –dice Dante que él es quien guarda el Noveno Círculo del Infierno-, y con la Pléyade Alcyone, una hija, Etusa -que fue amante de Apolo-, más dos hijos, uno de los cuales, Hyrieo, fue rey de Beocia y padre a su vez, del Gigante Orión. Gea, por cierto, también fue madre del gigante Briareo –cien brazos y cincuenta cabezas-, otro de los personajes favoritos de don Quijote.

Cuando un día Deméter, cansada y abatida de tanto buscar , sin éxito, a su hija Perséfone, se convirtió en yegua y se echó a dormir junto a un rebaño, pero no disimuló tan bien que Poseidón no la descubriera desde lejos. Rápidamente él infatigable amante se transformó en semental y se unió a ella. De aquel divino impulso, nacieron, la Ninfa Despini  y el parlante e inmortal caballo Aerion.

Aethra, hija del rey de Trezene, recibió en sueños una orden de Atenea; debía ir a la isla Spheria y ofrecer un sacrificio sobre la tumba de Spheros. Allí fue sorprendida por el Señor del Mar, que la tomó contra su voluntad. Aethra se casó después con Egeo y fue madre Teseo.

Teófana, hija de Bisaltes era muy bella y tenía numerosos pretendientes; para que no la molestaran, Poseidón la llevó a la Isla de Crinissa, pero hasta allí llegaron los adoradores, lo que hizo que el dios la transformara en oveja y a los habitantes de la isla, en corderos, tomando él mismo la forma de un carnero, bajo cuya apariencia, logró ser aceptado. Así nacería el famoso carnero del Toisón.

Otra de las conquistas de Poseidón dio lugar a la fuente de Pirene, cercana a Corinto. Se enamoró el dios de la Ninfa Pirene con la que tuvo dos hijos; la penosa muerte de uno de ellos provocó tal llanto en la madre, que originó el manantial.

Tuvo un enfrentamiento con Helios, el dios del Sol, por la posesión de Corinto. Briareo, en su papel de árbitro, entregó a Helios Acrocorinto y dejó el resto del istmo a Poseidón.


Disputó asimismo a Hera la Argólida y se negó a comparecer ante los dioses para resolverlo, porque decía que todos estaban contra él. Sin embargo formaron estos un tribunal presidido por los dioses–río, Inajos, Cefisos y Astérion, quienes sentenciaron a favor de Hera. Provocó entonces Neptuno una sequía que sólo se interrumpía por diluvios que causaban inundaciones catastróficas. Para solucionar el problema de la sed de su pueblo, el rey Dánao mandó a sus hijas que buscaran una fuente. Al ser atacadas por un Sátiro en el camino, una de ellas imploró la ayuda de Poseidón, que acudió de inmediato y espantó al atacante lanzándole su tridente que, finalmente, fue a clavarse en una roca, de la que surgió agua fresca y limpia. Amimoné rogó a su benefactor que la dejara correr. Fue llamada la fuente de Lerna. Poseidón también se enamoró de ella, pero en este caso puso la condición de que la muchacha se entregara voluntariamente, como lo hizo, sobre todo para evitar otra venganza fatal para su pueblo. De este amor nació Navplios, fundador de la ciudad de Navplia.


Otros de sus descendientes fue el Cíclope Polifemo, a quien, como sabemos, Ulises dejó ciego de su único ojo, lo que encendió la cólera de Poseidón, que luchó contra el héroe homérico durante toda la guerra de Troya.

Insaciable en su avidez, Poseidón disputó las islas de Egina a Zeus y Naxos a Dionysos, en ambos casos, sin éxito y, además, tuvo que ceder Delfos a Apolo.

Parece que tenía el poder de enturbiar la mente, por lo que Hipócrates, cuando escribió sobre las llamadas enfermedades sagradas, le responsabilizó de ciertos desórdenes mentales, no hallándose hasta la fecha una explicación mejor.
El Templo de Poseidón en el Promontorio de Sunión.
Ο ναός του Ποσειδώνα στο Σούνιο

Benignos o malévolos, los Olímpicos siempre reciben el culto de los mortales, ya sea por agradecimiento o por temor. El dios del Mar conserva una muestra del que se le rindió en el bellísimo paraje del Cabo Sunión, cuya grandeza es verdaderamente indiscutible, de lejos y de cerca.


Himno Homérico XXII, A POSEIDÓN
Los Dioses han compartido honores contigo, que haces temblar la tierra. Te han hecho domador de caballos y salvador de naves. Salve, Poseidón que abrazas la tierra,  Dios de cabellos azules y corazón benévolo, que socorres a los navegantes.


DEMÉTER, Δημήτηρ o Δημητρα

Copia romana en mármol de un original griego del siglo IV aC. Museo Nacional de Roma. Palazzo Altemps

Representa a la Tierra fecunda y facilita la germinación y crecimiento de las plantas. Aunque, como hija de Cronos y Rea era Olímpica, ella prefería vivir en Eleusis, más en contacto con la tierra que con las nubes. Dado que los cereales constituían la base de la economía griega, Deméter era especialmente venerada por ser ella quien proporcionaba la base del sustento a las ciudades. Siempre fue muy cercana a los humanos que, en agradecimiento construyeron numerosos templos en su honor. Es una de las alternativas a los Doce Olímpicos, y tiene un cometido bien diferente al de Ares, por ejemplo, o al de Dionisos, dedicados respectivamente a la guerra y a la uva fermentada.

Al ser una diosa más bien terrestre, tenía un componente tectónico o telúrico que heredaría su hija Perséfone. Poseía asimismo una belleza severa que le atrajo a algunos pretendientes que ella trató de resistir. Recordemos cómo se transformó en yegua para eludir los avances de Poseidón y de lo poco que le sirvió cuando él, a su vez, se hizo pasar por un semental, que la hizo madre de Arión. Parece que tuvieron otra hija a la que solo conocemos como Despina; Señora, pero cuyo verdadero nombre sólo sabían los iniciados.

Con Zeus tampoco le sirvió de mucho el rechazo cuando aquel se transformó en toro; aunque en este caso conocemos el nombre de la hija de ambos; Perséfone, y su historia. Deméter se convertiría en la cuarta esposa de Zeus.
Deméter quiso mucho a Macris, una ninfa de Kérkyra y por amor a ella, enseñó a los Titanes el arte de la siembra y la siega. Fue también madre de Plutos -representa la riqueza y lleva consigo el cuerno de la abundancia- y de Filomelos, con Iasíon, otro hijo de Zeus y de la Pléyade Electra, a quien conoció en la boda de Cadmo y Harmonía. Después de beber suficiente néctar, los dos enamorados salieron de la casa a hurtadillas y se unieron en un campo labrado. Cuando volvieron, Zeus se percató de que algo había pasado y, lleno de celos, lanzó un rayo mortal a Iasíon, aunque hay versiones que aseguran que aquel sobrevivió e introdujo el culto de Deméter en Sicilia.

Deméter era particularmente venerada por las mujeres en sus templos, denominados Mégara, generalmente situados en bosques densos, donde le ofrecían culto las sacerdotisas llamadas Canéforas. Sus atributos son, entre otros, la espiga y la amapola.


Con todo, el hecho que marca y define verdaderamente la historia de Deméter, es la desaparición de su hija Perséfone y la desesperada lucha de la diosa por encontrarla. Ya conocemos la terrible historia del rapto de Perséfone –la Proserpina romana-, por parte de Hades. Deméter abandonó el Olimpo por esta causa, dispuesta a no volver sin haber recuperado a su hija.




Deméter llorando a Perséfone (Evelyn de Morgan, 1906)



El Himno Homérico a Démeter, compuesto por 495 hexámetros dactílicos -uno de los más largos del conjunto de estos Himnos atribuidos a Homero-, relata su historia. Cuando Helios le dice a Démeter que el propio Zeus ha entregado a su hija como esposa a Hades, Demeter se niega a aceptarlo y continúa su errante búsqueda. Cuando llega a Eleúsis, cerca de Atenas, se hace pasar por una anciana y las hijas del rey la acogen bondadosamente. Pasado algún tiempo, Démeter, agradecida, se da a conocer, pide a los habitantes de Eleusis que organicen el culto de los Misterios y les enseña a producir cereales.


Entre tanto, los dioses en el Olimpo empezaban a preocuparse, porque a causa del dolor de la diosa, la tierra dejó de dar frutos. Trataron pues, de convencerla para que volviera, pero ella se negó a hacerlo mientras no encontrara a su hija.

Finalmente, Hermes es enviado a buscar a Perséfone a los infiernos y madre e hija recobran la alegría. Una alegría que, en principio no iba a ser duradera, ya que Perséfone había comido una granada que le obligaría a volver al Hades, donde obligatoriamente debían permanecer aquellos que probaban la comida de los muertos. Los dioses se reunieron entonces y llegaron a un acuerdo intermedio; Perséfone pasará la tercera parte del año en el Hades con su esposo y el resto del tiempo permanecerá junto a su madre. Deméter acepta esta condición y, finalmente, vuelve al Olimpo. La Tierra florece.

La Vuelta de Perséfone, Frederic Leighton, 1st Barón Leighton (1830–1896).

El drama de Deméter y Perséfone está en la base de los Misterios Eleusinos, durante los cuales, los mortales hacían acopio de esperanza para esta vida y para la otra. No se descarta la posibilidad de que la amapola, como sabemos, uno de los símbolos de Deméter, tuviera algo que ver en aquellas ceremonias, de las cuales nadie podía hablar sino a riesgo de la vida.

Los rituales eran celebrados por sacerdotes, de los cuales conocemos a Celeos y a su hijo Triptolemo, a quien Deméter había confiado sus conocimientos sobre el trigo. Los iniciados creían firmemente en la posibilidad de una vida después de la muerte tras su participación en los misterios, aunque desconocemos de qué modo adquirían tal seguridad, debido al obligado secreto que hasta hoy nadie ha divulgado.


Los Misterios Mayores duraban nueve días. Antes de la llegada del otoño se preparaban las ceremonias preliminares, que no eran secretas y por tanto, son mejor conocidas. Entonces se llevaban en procesión las reliquias sagradas a Atenas para depositarlas en el Elevsínion, al pie de la Acrópolis. Los candidatos se purificaban en el mar antes de iniciar un período de ayuno. Después, la procesión volvía al camino sagrado de Eleusis, donde se rompía el ayuno comiendo kykéôn, un alimento a base de trigo. Finalmente, tenía lugar el rito durante el cual los iniciados recibían las revelaciones por las que alcanzaban la salud y la seguridad de la vida futura.

Todo aquel que hablara en griego y que no fuera homicida podía solicitar su admisión en los rituales, que estaban abiertos a hombres y mujeres, ricos y pobres, libres y esclavos. Posteriormente, la mayoría de los emperadores romanos también se iniciarían en estos Misterios.

Esquilo, Αισχύλος -525-456 aC- de quien ya hemos hablado en relación con la tragedia de Prometeo, era, precisamente de Eleusis y es muy probable que también se iniciara en los Misterios, tal como lo afirma Aristófanes en su comedia Las Ranas. Parece que fue procesado por impiedad, al saberse que había revelado los secretos prohibidos, delito que le ocasionaría un segundo exilio en Sicilia.
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