Hermes atándose una sandalia. Mármol de principios del Imperio Romano, probable copia de un bronce de Lisipo. Louvre
'Eρμης fue hijo de Zeus y de Maia, la menor de las siete Pléyades, hijas de Atlas y Pléione y tenía numerosas oficios.
Crióforos, dios de los ganados, un título ancestral, precedente del Buen Pastor en la iconografía cristiana.
1 Moskóforo de la Acrópolis, 570 aC. Μοσχοφόρος της Ακροπόλεως
2 Hermes Krióforos, 1ª mitad del siglo V aC. Ερμής Κριοφόρος
3 El Buen Pastor, Καλού Ποιμένος
Enodios, dios de los caminos y los cruces, que él mismo había despejado y señalizado alineando las piedras en los arcenes. Agoreos y Kerdoos, divinidad de los mercados y de la riqueza. Logios, de la Elocuencia. Llamado Argifontes, por haber matado a Argos y Enagonios, por la creación de ciertos concursos. Como Psycopompos ψυχοπομπóς es el que acompaña las almas hasta la laguna Estigia en su último viaje y, sobre todo, es el Mensajero de los dioses, αγγελιαφόρος των θεών.
Sus símbolos o señas de identidad inconfundibles son, el casco con alas, que no siempre lleva puesto, o lo sustituye por el sombrero de los comerciantes y viajeros; el caduceo o Κηρύκειο, la vara con las serpientes enroscadas y, las sandalias, también con alas, llamadas talaria.
Nació en Arcadia Αρκαδία, (Peloponeso Πελοπόννησος) en una gruta del monte Cylene Κυλλήνη, donde Zeus solía acudir, a escondidas de su esposa, para verse con Maia. Desde el primer momento de su vida Hermes ya sabía hablar y andar y, con estas aptitudes, su primer deseo fue hacerse una lira, a cuyo efecto, cazó inmediatamente una tortuga, cuyo caparazón serviría a la perfección como soporte. Para fabricarse las cuerdas tampoco tuvo dudas; sabía que en Tesalia, Apolo cuidaba los rebaños de Admeto, así que, aprovechando un descuido del pastor, le robó un gran número de reses, a las que ató ramas en las colas para que fueran borrando sus propias huellas.
Cruzó Grecia con su rebaño hasta que en Pilos Πύλος encontró una cueva donde ocultarlo. En el camino, se cruzó con un anciano llamado Batos, que sospechó de la procedencia de los animales, pero el inteligente bebé se aseguró su silencio sobornándole con un buey.
Hermes, sobornando a Batos. Sir-Edward-John-Poynter (1860).
Finalmente, sacrificó dos bueyes a los Olímpicos, es decir, en parte, a sí mismo, y volvió a la gruta de Cylene, donde había nacido, llevando consigo las tripas de los animales sacrificados, que tensó sobre el caparazón de tortuga, con lo que terminó de construir la cítara. Hecho esto, volvió junto a su madre, que aún descansaba del parto y se echó a dormir en una cuna. Prácticamente había recorrido Grecia de Norte a Sur.
Cuando Apolo echó en falta a sus reses, se lanzó a buscarlas por los caminos, hasta encontrar a Batos, que le contó todo lo que sabía, aun a pesar de su promesa de silencio, pero en este caso, lo hizo a cambio de dos bueyes. En un futuro próximo, Hermes, recordando que Bato le había prometido que mantendría su silencio como una piedra, le hizo una visita haciéndose pasar por un desconocido y lo convirtió en piedra. Entre tanto Apolo dio con el ladrón, aunque no con las reses. Preguntó al niño, pero este le aseguró que no sabía ni lo que era una vaca. La madre, por su parte, juró que el niño no se había movido de la cuna, así que Apolo, impotente, lo llevó a casa de su padre, es decir, ante Zeus, el padre de ambos; Hermes se hizo el loco, pero durante la conversación, Zeus observó cómo su pequeñín le quitaba el arco y las flechas al mismísimo Apolo sin que este se diera cuenta; entonces lo comprendió todo.
A Zeus le agradó la habilidad de su niño cuatrero, aunque, por cuestión de principios, le mandó devolver cuanto había robado. Apolo, por su parte, se maravilló al oir el bellísimo sonido de la lira de Hermes, lo que sugirió al astuto bebé una gran idea; le propuso cambiársela por las reses desaparecidas. Apolo aceptó encantado y muy pronto aprendió a tocarla como divina maestría.
Apolo con la lira de Hermes.
Una vez cerrados sus negocios, Hermes, un poquito cansado, corrió a acurrucarse en brazos de Hera, quien lo acogió amorosamente sin saber que se trataba del hijo de su esposo y, enternecida, decidió encargarse de su crianza.
Para mejor pasar el tiempo y, a falta de su lira, al pequeño caco se le ocurrió fabricarse una flauta, que también gustó mucho a Apolo, quien en esta ocasión le ofreció por ella un bastón de oro; el famoso caduceo. Como propina, Hermes exigió que el dios le enseñara a predecir el futuro por medio de piedras.
Zeus estaba entusiasmado con las agudezas de aquel hijo que había heredado su gran talento, así que decidió convertirlo en mensajero de la tribu divina y le encargó también acompañar a los difuntos en su viaje al Hades. Con su gran bagaje de sabiduría Hermes protagonizó algunas aventuras muy conocidas; entre ellas destacaremos las más gloriosas.
Fue idea suya el funesto concurso de belleza entre Hera, Atenea y Afrodita haciendo que el troyano Paris eligiera a la más hermosa de las tres. Las diosas se presentaron ante el héroe un día que estaba cuidando sus rebaños en el Monte Ida -o Psilorítis Ψηλωρείτης; sin árboles, en Creta-. Hera y Afrodita iban desnudas –no así Atenea, siempre pudorosa–, y procedieron a hacer sus ofertas: Hera le prometió que le haría rey de Europa y Asia; Atenea le otorgaría la gloria reservada a los grandes guerreros y Afrodita, el matrimonio con la mujer más hermosa. París entregó a Afrodita la manzana de oro como símbolo de su elección y, a partir de ese momento, Atenea y Hera concibieron hacia él un odio tan furibundo que influiría en los resultados de la Guerra de Troya Τρωικός πόλεμος; no hay que decir que ambas se alinearon con los griegos frente a Paris.
Elección de Paris y la Manzana de la Discordia.
F. X. Fabre. 1808. Virginia Museum of Art.
Hermes intervino a su vez en los avatares de aquella guerra. Acompañó a Príamo, padre de Héctor, a la tienda de Aquiles, donde aquel pidió entre lágrimas que se le devolviera el cuerpo de su hijo, al que Aquiles había matado y con cuyos restos se proponía ensañarse. También fue él quien, por decisión de Zeus, ordenó a Calipso que dejara libre a Ulises, a quien retenía desde hacía siete largos años.
Cuando Deméter se consumía de dolor por la desaparición de su hija Perséfone, Hermes fue personalmente a buscarla al Hades para devolvérsela. También ayudó a Dionisos, otro de los hijos extramatrimoniales de Zeus, entregándolo a Atamas y a Ino, a quienes pidió que lo criaran como a un hijo, evitando que cayera en manos de la celosa Hera.
Hermes parecía mejor persona –o divinidad– cuando cumplía ciertos encargos de Zeus, aunque no todos eran de la misma naturaleza. Así, le ayudó –siempre a espaldas de Hera–, cuando, transformado en toro visitaba a Ío convertida en vaca, para ello mató a Argos, el fiel perro de cien ojos a quien la diosa encargó la misión de impedir que alguien se acercara a la vaquita Ío, especialmente, su marido.
Hermes y Argos. Velázquez, c. 1659. Museo del Prado.
Escribió Ovidio en Las Metamorfosis, que lo primero que hizo Zeus para visitar a Ío sin ser visto, fue extender una densa cortina de niebla que su esposa no tardó en disipar y que fue entonces cuando el amante convirtió a su amada en vaca para que pasara desapercibida, pero Hera también lo supo y mandó al fiel Argos que la vigilara con sus cien ojos, que nunca se dormían todos a la vez.
Aquí entró Hermes en acción: se puso a tocar la flauta con tal dulzura que el pobre Argos se durmió completamente. –Es este el momento que refleja Velázquez, representando a Argos en forma humana–. Una vez dormido el guardián, Hermes le dio muerte y se llevó a la vaquita que aparece a su espalda en el lienzo. Más tarde, Hera –según parece, muy apenada–, recogió los cien ojos de Argos y los colocó, uno por uno, sobre las plumas de un pavo real.
Hermes tuvo también sus amores, más o menos al estilo olímpico practicado por Zeus, aunque nunca se casó. Así, se enamoró de Afrodita, que lo rechazó tajantemente, pero con la ayuda de Zeus, el enamorado logró anular su resistencia apareciendo de improviso cuando ella se estaba dando un baño. Tuvieron un hijo al que llamaron Hermafrodito, al parecer, el muchacho más guapo del mundo.
Un día en que Hermafrodito se estaba bañando en el río Aqueloo, la Ninfa Salmacis se volvió loca por él y, acercándose por su espalda sin ser oída, se abrazó fuertemente al muchacho y pidio a los dioses que sus dos cuerpos se unieran en uno solo para siempre. Su deseo fue escuchado y Hermafrodito se convirtió en una mezcla de hombre y mujer. En adelante, todo el que se bañaba en aquel lugar sufría la misma transformación, quisiera, o no.
Hermaphrodite Borghese. Musée du Louvre
En otra ocasión se enamoró de Perséfone, quien, como sabemos, sería entregada a Hades. Siguiendo el ejemplo de Ares, Hefesto y Apolo que ya lo habían intentado, Hermes la cortejó cuanto pudo, pero Deméter, atenta al cuidado de su hija, logró que el divino abandonara sus intenciones.
Mármol. Arqueológico de Olimpia.
Cuidó de Dionisos, aunque no era hijo suyo, cuando Semele, su madre, murió del susto que le provocó una terrible exhibición de los rayos de Zeus; el padre de los dioses se injertó al niño en una pierna para que completara su gestación. Cuando nació, el padre de ambos encargó a Hermes su custodia.
Tuvo otro hijo con la ninfa Dríope, al que conocemos como Pan, que nació con cuernos y pezuñas de carnero. Asustado por los gritos de su madre cuando le vió, escapó al monte, donde Hermes lo encontró y lo devolvió al Olimpo.
A su hijo Abdero, por último, se lo comieron las yeguas antropófagas que Herakles había robado a Diomedes. Herakles que tenía gran amor al hijo de Hermes, lloro su funesta muerte, y, para honrar su recuerdo, fundó la ciudad de Abdera en Macedonia.
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Del nombre de este olímpico y de la evolución, anterior y posterior de los conceptos que representa, procede la Hermenéutica, ἑρμηνευτικὴ τέχνη, el arte de explicar, traducir o interpretar textos, tanto teológicos como filológicos, así como el Hermetismo ερμητισμός, una ciencia filosófico-religiosa que se basa en los escritos de Hermes Trismegisto.
Ερμής Τρισμέγιστος -ο τριπλός μάγος, Tres Veces Mágico-, es una mezcla del Hermes griego y el Dyehuty egipcio. Se le atribuyen estudios de alquimia como la Tabla de esmeralda—que fue traducida del latín al inglés por Isaac Newton— y de filosofía, como el Corpus hermeticum.
Edición latina de la Tabla Esmeralda, de traductor desonocido. De Alchimia, Chrysogonus Polydorus, Nuremberg 1541.
Edición holandesa del Corpus Hermeticum de 1643.
VII. La ignorancia de dios es el mayor mal entre los hombres.
VIII. Ningún ser perece, sino que equívocamente se denomina destrucción y muerte a lo que no es sino cambio.
IX. Sólo en dios y en ningún otro existe lo Bello y lo Bueno.
Hermes Trismegisto con la Esfera Armilar. D. Stolcius von Stolcenbeerg mostrando dos principios complementarios y eternos: Sol y Luna. Viridarium Chymicum, 1624
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Hola...
ResponderEliminar¡Qué excelente información...!
No siempre se encuentran informes tan bien logrados.Por lo que en verdad me alegro de haberme topado con tu blog.
¡Mil gracias...!
Hola, Iclea: la Mitología es una fuente inagotable de satisfacciones que se multiplican al ser compartidas. Gracias a ti. Clara.
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