viernes, 30 de mayo de 2014

Piotr Ilich Tchaikovsky–Пётр Ильич Чайковский. 1840–1893


Tchaikovsky. Fragmento del retrato realizado por Nikolái Kuznetsov en 1893.

Tchaikovsky, deriva del ucraniano Tchaika, Чайка; Gaviota –el apellido de su abuelo–. Su madre, Aleksandra Andréyevna, de origen francés, d'Assier, fue la segunda de las tres esposas de su padre, Ilia Petrovich, de cuyo nombre procede el apellido de los hijos e hijas; Ilich/ Ilynicha.

Su familia hablaba ocasionalmente de cierta ascendencia noble, algo que al compositor le interesaba poco o nada y sobre lo que solía ironizar. No así sobre la autenticidad de su origen ruso, que defendía ante cualquiera que la pusiera en duda, especialmente, si alguien mencionaba ascendientes polacos.

Su padre, –Gerente de Minas-, fue un optimista indestructible, incapaz de quejarse de la vida o de culpar a alguien por sus fracasos, penas y otros sinsabores de la vida, que hasta su ancianidad fue considerado siempre un honorable y excelente buen hombre. En 1827, se casó con Maria Carlovna Keiser, con quien tuvo una hija y, tras enviudar, en 1833, volvió a casarse con Alexandra Andreievna Assier, la madre del compositor. Alexandra hablaba francés y alemán, sabía tocar el piano y cantaba muy bien. –Ya no existen,  ni volverán a exitir, manos como las de mi madre.


Ilya petrovich y Alexandra Andreievna

Empezó a recibir clases de piano a los cinco años, en las que resultó ser muy precoz; en tres años leía partituras con toda exactitud, aunque para los padres, que entendían que aquel aprendizaje sólo constituía un complemento de su formación; apenas tenía diez años cuando lo enviaron a la Escuela Imperial de Jurisprudencia de San Petersburgo, donde debería prepararse para ser funcionario junto con otros muchachos de la pequeña nobleza. 

Los Ilich
P. Ilich Tchaikovski; Alexandra Andreievna –la madre-; Zinaida Ilynicha (hermana de padre); Nicolás Ilich; Hipólito Ilich; Ilia Petrovich –padre- y Alexandra Ilynicha en el centro.

Pensando en una institutriz para sus hijos, Alexandra eligió a Fanny Durbach, una maestra protestante con gran experiencia, que también hablaba francés y alemán, y que a pesar de vivir muy pobremente, se negó a recibir una asignación regular, asegurando que era feliz con lo poco que tenía. Pasados los años, Piotr volvió a verla: la expresión de su rostro, increíblemente joven para una mujer de setenta y dos años y la luz de sus grandes ojos negros, anunciaban tan verdadera paz en la mente y tal pureza de corazón, que comprendí que nada podría extinguir la luz de sus días en declive.

La casa familiar de Votinsk

Por su parte, los recuerdos de Fanny Durbach, ofrecen una imagen similar de su estancia en Votinsk, que ella definió como la época más feliz de mi vida. El cabeza de familia me besó sin ceremonia, como si hubiera sido su hija; pareció más una vuelta a casa que una primera llegada. A la mañana siguiente, empecé mi trabajo, sin ningún tipo de dudas sobre el futuro. 

Tenía entonces el compositor poco más de cuatro años, prácticamente la misma edad que su prima Lidia, que vivía con la familia y que también iba a ser educada por la señora Durbach.

El más desastrado de los niños y, quizás el más desordenado, era sin duda Tchaikovsky, quien, de acuerdo con Fanny, era al que más le costaba estudiar, pero también el más rápido para comprender y no solía divertirse con los juegos. Cuando leíamos juntos, ninguno escuchaba con tanta atención como él. Cuando estábamos de vacaciones, se sentaban a mi alrededor al caer la tarde e improvisaban cuentos, algo que nadie hacía tan bien como Piotr Ilich. Todos le queríamos, porque sentíamos que él nos quería mucho a cambio. Era extremadamente sensible y había que ser cuidadoso al tratarlo, porque con poca cosa se sentía profundamente herido. La menor crítica o reproche, que nada hubieran supuesto para otros niños, a él le afectaban de forma alarmante; era frágil como una porcelana.

Tras dos breves y dificultosas estancias en Moscú y san Petersburgo, el padre se trasladó a la pequeña ciudad de Alapaiev, enviando a Piotr a un internado en el que nunca se sintió bien, ni tampoco hizo demasiados progresos.

El 1º de mayo de 1850 la familia crecía con la llegada de dos gemelos, Anatol y Modest.

Anatol y Modest a los cinco años, con su padre.

El interés por la música, tan evidente en Tchaikovsky, no parecía impresionar a la familia por el momento. A principios de agosto de 1850, Piotr fue a Petersburgo con su madre, su hermana y su medio hermana. Habían pensado que estudiara en la Escuela de Ingenieros de Minas, pero se ignora por qué causa, fue matriculado en la de Jurisprudencia, aunque siendo Tchaikovsky aún muy pequeño se vería obligado a pasar en la ciudad dos años mientras recibía clases preparatorias. 

Cuando, llegada la hora, la madre y las hermanas se prepararon para el viaje de vuelta dejando allí al niño, este se sintió incapaz de soportarlo; se aferró fuertemente a la madre, cuyas palabras y gestos de consuelo no parecían servir de nada. Aun reteniéndolo, logró soltarse y, entre gritos y llantos desesperados, corrió tras el coche y se aferró a una rueda, a riesgo de sufrir un severo accidente. Hasta el final de su vida, Tchaikovsky nunca pudo recordar aquel sentimiento de abandono, sin sentir un escalofrío de horror.

Apenas instalado en el colegio de San Petersburgo, se produjo una epidemia de escarlatina. Unos familiares, los Vakars, acogieron a Piotr en su casa, donde terminó por recuperarse, pero había contagiado la enfermedad a la hija de la familia, que falleció. Tchaikovsky siempre se sintió culpable por ello, a pesar de que jamás recibió el menor reproche por parte de los familiares que le habían acogido. Piotr vivió en su casa, junto con otro de sus hermanos, hasta que sus padres volvieron a San Petersburgo en mayo de 1852.

En julio del mismo año, la muerte de la madre marcó a toda la familia durante mucho tiempo. Dos años después, Piotr se refería a ella en una carta a Fanny: -Cuatro meses después del matrimonio de mi hermana Zinaida, mi madre contrajo el cólera. Ni siquiera tuvo tiempo de despedirse. Más tarde, compondría un vals en su memoria.

Parece que durante el funeral por la madre, Ilia, el padre, supo que también se había contagiado, y aunque él sobrevivió, a partir de entonces, se vio imposibilitado para continuar en su trabajo, y por tanto, para mantener a la familia. Los hijos menores tuvieron que ingresar en diferentes instituciones, mientras que el padre se alojó en casa de un hermano.

Paulatinmente, Piotr se fue aficionando a las obras de Rossini, Bellini, Verdi y Mozart y, probablemente debido a su evidente interés, su padre lo puso en contacto con el famoso profesor de piano Rudolph Kündinger, quien, no mucho después, aseguró que Piotr no tenía dotes de compositor, ni tampoco de intérprete. Siguió pues adelante con sus estudios, hasta terminarlos en 1859 y empezó a trabajar en el Ministerio de Justicia, donde permaneció durante tres años, alternando el trabajo con los estudios en la Sociedad Musical Rusa –armonía, contrapunto y fuga–. Pasó de allí al Conservatorio, donde Antón Rubinstein le enseñó instrumentación y composición, y valoró muy positivamente la capacidad musical de Piotr; aunque posteriormente pondría en duda la calidad de su Primera Sinfonía, a pesar de haber sido muy bien recibida en Moscú en 1868.

En 1863 decidió abandonar su trabajo en la administración y centrarse exclusivamente en la música, orientándose hacia las formas occidentales, al contrario que la mayoría de sus jóvenes colegas, conocidos como el Grupo de los Cinco, más inclinados hacia las formas nacionales rusas y, entre los cuales, César Cui, fue uno de sus peores críticos, mientras que, en 1869 Balakiriev, el más representativo del grupo, reconoció públicamente la calidad de su fantasía-obertura, Romeo y Julieta, que finalmente fue aceptada por los Cinco, de los cuales terminó siendo amigo, aunque sin crear lazos de intimidad.

No mucho después fue nombrado profesor del Conservatorio de Moscú a propuesta de Nikolai Rubinstein -Николая Рубинштейна.

Nicolai y Antón Rubinstein

Ya antes de abandonar la administración, Tchaikovsky había dedicado muchas horas al estudio de los compositores clásicos, al menos, mientras esperaba obtener una plaza importante, que nunca alcanzó –en su opinión, injustamente-; una contrariedad que le decidió a dedicarse por completo a la música.

Hermann Laroche, fue un conocido escritor y crítico musical. Nacido en San Petersburgo, en 1845, su padre, de Hannover, se había establecido allí como profesor de francés. Formado como lingüista, desde la infancia destacó por sus dotes musicales; a los diez años compuso una marcha y una obertura. Empezó a estudiar música a fondo en 1860, en Moscú, bajo la dirección de Dubuque. Al principio quería ser pianista, pero el profesor le convenció de que sus manos no eran las adecuadas y entonces se centró en la composición. Cuando entró en el Conservatorio en el otoño de 1862, Laroche superó a todos sus compañeros en conocimiento musical, además de destacar por la extraordinaria corrección de su trato y por ser un incansable lector.

Tchaikovsky y Laroche se conocieron en octubre de 1862, en la clase de piano. Laroche tenía entonces diecisiete años. Los beneficios de su amistad serían muy importantes para Piotr a lo largo de su vida, pero además Tchaikovsky encontró en él un compañero de estudios mucho mejor preparado que él mismo, en los aspectos musicales, y que le serviría de guía.

Laroche fue también el primer crítico de sus composiciones y también el más influyente, ya que, desde el principio, Tchaikovsky tuvo gran confianza en su juicio. Además, Laroche se convirtió en el mejor amigo del compositor, quien, a su vez, le introdujo en la vida social que aquel desconocía prácticamente.

Las perspectivas de Tchaikovsky, ya sin ingresos fijos, no eran muy prometedoras; aunque su padre podía ofrecerle alojamiento y manutención, tampoco percibía ingresos suficientes, no obstante, su reciente decisión de dedicarse por entero a la música, le dio una confianza en sí mismo de la que hasta entonces había carecido.
    
15/27 de Abril de 1863. Carta a su hermana.

Querida Sasha. Por tu carta, me parece que te tomas un gran interés por mi situación y también cierta desconfianza por el paso que me he decidido a dar. No puedo negar que lo único que tengo es  mi talento musical, pero por eso mismo, no debo dejar este don de Dios sin cultivar y desarrollar. Esta es la razón por la que me decidí a estudiar música en serio. Ahora esos estudios requieren más tiempo, así que me he visto obligado a dejar el trabajo después de considerarlo mucho. Pero debes saber que no tengo la intención de endeudarme, o pedir dinero a nuestro padre, cuyas circunstancias, como sabes,  no son muy favorables en este momento. 

En 1865 su padre se casó por tercera vez, en esta ocasión, con la viuda, Elizabeth Alexandrov. A partir de entonces, la casa de su hermana se convirtió en el refugio del compositor. 

Tchaikovsky ofreció a Nicolai Rubinstein su Primer Concierto para Piano, pero sólo obtuvo un descorazonador rechazo, que le animó a presentar la obra a Hans von Bülow, cuya forma de interpretar le impresionaba muy favorablemente; von Bülow la estrenó en Boston, en 1875 y Rubinstein, finalmente, reconoció su calidad.

Hans von Bülow, principal defensor de la música de Tchaikovsky.

Sobre su supuesta disposición homosexual, hay críticos que se la adjudican sin dar más espacio al asunto; otros creen que Tchaikovsky la asumió como algo innato y acaso inevitable en su personalidad, y que no le produjo ningún problema psicológico notable. Su hermano Modest, por otra parte, que al parecer compartía aquella condición, hablaba de ello abiertamente en cartas que después fueron retiradas de la circulación. Por último, el biógrafo A. Holding, escribió que tal tendencia fue severamente inhibida por el compositor, y, de acuerdo con algún otro crítico, lo ocultaría radicalmente frente a la familia. Cierto es que tuvo amigos homosexuales durante mucho tiempo y que con ellos creó vínculos profesionales –si bien esto, tampoco aclararía mucho-.

Se ha dicho que el último movimiento de la VI Sinfonía, la Patética; no respondería sino a la desesperación del compositor, ante sus dificultades frente al entorno social en el que se desenvolvía; los tiempos: finale: adagio lamentoso – andante, responderían, pues, a una especie de Réquiem por sí mismo, con el que Tchaikovsky anunciaría su propia desaparición, acaecida ocho días después, mediante suicidio o por cólera, como se dijo durante mucho tiempo, aunque todo lo dicho y escrito, a pesar de las múltiples explicaciones que parece sugerir la actitud del artista, no pasa de ser un conjunto de deducciones, que podrían, o no, responder a su realidad vital, y aun en caso de ser ciertas, aportarían sólo un matiz dolorosamente trágico y, en cierto modo, absurdo, sobre la vida y la muerte de tan extraordinario creador.

Tchaikovsky en su adolescencia.

En 1868 Tchaikovsky conoció a la soprano belga Desirée Artôt con quien se comprometió y a quien dedicó el Romance en fa menor para piano, Op. 5, pero al llegar el otoño, Désirée se casó inesperadamente con el barítono español, Mariano Padilla y Ramos. No parece que, en principio, aquello afectara mucho al compositor; ambos volvieron e verse en distintas ocasiones, en una de las cuales ella le pidió una canción y él le dedicó Seis Canciones Francesas, Op. 65. También se dice que Tchaikovsky codificó su nombre en el Concierto para piano nº 1 en si bemol menor y en el Poema Sinfónico Fatum, y que incluso dejó ver que ella era la única mujer a la que había amado en toda su vida.

En 1877 su alumno favorito, Vladimir Shilovski se casó con una aristócrata, algo que tal vez le hizo pensar en la posibilidad de casarse él mismo, eligiendo a una de sus antiguas alumnas Antonina Miliukova. El matrimonio fue breve y desastroso y además provocó a Tchaikovsky una crisis emocional de la que tuvo que reponerse en un sanatorio suizo. A pesar de todo, nunca se separaron legalmente, pero ella tuvo tres hijos con otro hombre.

Tchaikovsky y Miliukova recién casados.

Carta de Piotr a su hermano Anatoli desde Florencia, 19 de febrero de 1878:

Gracias a la rutina de mi vida ahora, a la algunas veces tediosa pero siempre inviolable tranquilidad, y por encima de todo, al tiempo que cura todas las heridas, me he recuperado totalmente de mi locura. No hay ninguna duda de que durante algunos meses he estado un poco loco, y sólo ahora, al estar completamente recuperado, he aprendido a relacionar objetivamente todo lo que hice durante mi breve periodo de locura. El hombre al que en mayo se le ocurrió casarse con Antonina Ivánovna, el que durante junio escribió una ópera entera como si nada hubiera pasado, que en septiembre huyó de su mujer, y que en noviembre se embarcó destino a Roma y otras cosas por el estilo; ese hombre no era yo, sino otro Piotr Ilich. 

Poco después le dijo al mismo hermano: nada más absurdo que intentar ser alguien distinto al que soy por naturaleza. 

Como contrapartida, se dice que el estado emocional provocado por aquella situación, influyó positivamente en su creatividad. Había empezado la Cuarta Sinfonía unos meses antes de la boda y, desde su compromiso hasta su cura de reposo, terminó la ópera Eugenio Onieguin; asimismo, durante su estancia en el sanatorio suizo compuso el Concierto para Violín, con ayuda de su antiguo alumno, el violinista Iósif Kotek, quien también le presentó a Nadiezda von Meck –de la que hablaremos en breve-, una viuda que,  desde entonces, no solo fue mecenas, sino también la gran confidente del compositor.

Dedicó el Primer Concierto para Piano a Leopold Auer, que en principio lo rechazó; fue estrenado por Adolph Brosky en Viena, pero el públicó lo rechazó y fue severamente tratado, con brutales comparaciones por el crítico E. Hanslick, reacciones que en absoluto condicionaron su éxito futuro hasta la fecha.

El compositor ruso Tchaikovsky seguramente posea un talento no ordinario, pero más bien, uno exagerado, obsesionado con actuar como un hombre de letras, pero careciendo de criterio y gusto... lo mismo puede decirse de su nuevo, largo y ambicioso Concierto para violín. Durante un rato avanza discretamente, con sobriedad, con musicalidad y sin ser irreflexivo, pero pronto la vulgaridad toma la mano superior y sigue así hasta el final del primer movimiento. El violín a partir de entonces no se toca: es zarandeado, rasgado, maltrecho... El Adagio intentaba en un principio reconciliarnos y convencernos cuando, demasiado pronto, se interrumpe para dirigirse a un final que nos transporta a la brutal y espantosa jovialidad de una celebración de iglesia rusa. Vemos una gran cantidad de caras burdas y soeces, escuchamos insultos groseros y olemos el aliento a alcohol. Durante una discusión sobre ilustraciones obscenas, Friedrich Vischer una vez sostuvo que había pinturas cuyo hedor uno podía incluso ver. El Concierto para violín de Chaikovski nos enfrenta por primera vez con la espantosa idea de que puede haber composiciones musicales cuyo tufo hediondo uno puede escuchar. (E. Hanslick).

Más tarde, Auer aceptó este concierto y lo interpretó en varias ocasiones, siempre con gran éxito; finalmente, lo empleó también para enseñar a sus alumnos y repudió parcialmente la crítica de Hanslick: El hecho –escribio– de que dijera que el último movimiento tuviera un ligero aroma a vodka [...] no iba acorde con su buen juicio ni con su reputación como crítico. 

Cuando empezó a ser reconocida la profunda intensidad emocional de su música, Tchaikovsky fue comparado con Dostoyevsky, en el sentido de que ambos buscaban con su obra el significado de la vida, atrapados en un fatal triángulo de amor, muerte y destino. 

Con una pasión oculta ambos se detienen ante los momentos de horror, ante el sentimiento total de derrumbe y encuentran una aguda dulzura en la fría trepidación del corazón ante el abismo, ambos obligan al lector a experimentar también estos sentimientos. (A. V. Ossovski).

Tchaikovski en 1874. 

Cuando la fama de Tchaikovsky empezó a traspasar fronteras, en 1874, el nunca bastante admirado Hans von Bülow asistió en 1874 a un concierto en Moscú cuyo programa estaba eclusivamente compuesto por obras suyas; acto seguido, publicó en un periódico alemán una excelente crítica del Primer Cuarteto para Cuerda y de Romeo y Julieta, además de interpretar al piano o dirigir personalmente, algunas de sus obras.

En Francia, se introdujo la obra de Tchaikovski a través de la Revue et Gazzette Musicale de Paris. Fue asimismo muy bien recibida durante la Exposición Internacional de 1878 en París, pero el verdadero reconocimiento se produjo cuando él mismo empezó a dirigir su obra, a partir de la década de 1880, a pesar de que todo lo que había compuesto hasta entonces, ya había sido previamente estrenado o puesto en escena, y había recibido buena acogida.

Nadieshda von Meck

Nadieshda von Meck, viuda y poseedora de una enorme fortuna, asistió a un concierto de Tchaikovsky, tras lo cual, aconsejada por el violinista Kotek, decidió brindar su protección a algunas de las obras de cámara del compositor, algo que constituyó un hito en la vida artística de este, puesto que, a partir de entonces, le asignó un subsidio anual de 6000 rublos, que permitieron al compositor a dedicarse exclusivamente a la creación a partir de 1878. La señora von Meck, exigió desde el principio, que nunca deberían conocerse personalmente, lo que no impidió que ambos intercambiaran una copiosa correspondencia, de la que se conservan alrededor de 1000 cartas escritas entre 1877 y 1890, a través de las cuales, Nadieshda se convirtió, tal vez, en la única verdadera confidente que Tchaikovsky tuvo en toda su vida:

Hay algo tan especial sobre nuestra relación que a veces me asombra. –Le escribió Tchaikovsky en carta del 21 de enero de 1878–. Te lo he contado más de una vez; creo que tú eres para mí la misma mano del Destino, vigilándome y protegiéndome. El mismo hecho de que no te conozca personalmente, junto con la realidad de sentirme tan cerca de ti, hace que te imagine como una presencia oculta pero benevolente, como la Providencia divina.

La relación parecía asentarse, cuando en 1884, una sobrina del compositor se casó con un hijo de Nadieshda, pero inesperadamente, en 1890, Tchaikovsky recibió una carta a través de la cual, Nadieshda daba por terminada la relación entre ambos, rogándole a la vez, que nunca la olvidara. Se sabe que la benefactora tenía problemas de salud y que recibía presiones familiares acerca de aquella pensión que, por otra parte, ya no era tan necesaria al compositor, que, aún así, aceptó un año más por adelantado. Durante aquellos años, la pensión de von Meck, le había permitido viajar por Europa y conocer la Rusia rural, casi siempre viajando solo.

Parece ser que uno de los hijos de von Meck había llevado a su madre a la bancarrota; pero Tchaikovski no lo supo hasta un año después, si bien no le sirvió para borrar el tremendo impacto sufrido por la pérdida de aquella gran amistad, que lo desmoralizó durante el resto de su vida, sin tempo ya para poder salir del asombro y la perpelejidad que lo envolvieron.

El zar Alejandro III de Rusia. 
Fotog. Library of Congress Prints and Photographs Division.

Alejandro III, ferviente admirador de la música de Tchaikovsky, le concedió diversos honores y una pensión vitalicia.

Durante mucho tiempo y, más especialmente, cuando su fama empezó a aumentar en el extranjero, los aficionados rusos consideraron al compositor como una especie de renegado. En 1880, con ocasión de la inauguración del monumento a Pushkin en Moscú, Dostoyevsky leyó un mensaje según el cual, una corazonada o profecía le aseguraba que Rusia terminaría unida a Occidente. La idea encontró un amplísimo eco y la desconfianza hacia el estilo occidental de Tchaikovsky desapareció casi de inmediato. Poco después, cuando el Zar Alejandro, pensó en celebrar la derrota de Napoleón en 1812, Tchaikovsky escribió en seis semanas la celebérrima Obertura 1812, en la que él mismo no creía demasiado, pero que alcanzó un éxito que perdura.

Con el violocellista Brandukov

Tchaikovsky admiraba y valoraba la maestría del violoncellista Anatoli Brandukov - Анатолий Андреевич Брандуков-, a quien en 1890 propuso como profesor de cello para el conservatorio de Moscú, puesto que no le fue concedido, por considerar al virtuoso demasiado joven. Tras aquel rechazo se fue a vivir un tiempo a Suiza y apoyó la carrera de un jovencísimo Sergey Rachmaninoff, que gracias a su ayuda, pudo ofrecer su primer concierto público en 1892. Más tarde fue nombrado, no sólo profesor, sino director de la Filarmónica de Moscú, siendo asimismo profesor del Conservatorio de la misma ciudad, ya en 1921.
Rachmaninoff dedicó a Brandukov su Sonata para Cello, Op. 19

En 1891 murió Nikolai Rubinstein, y Tchaikowsky, que no pudo llegar a tiempo para su funeral en París, compuso el Trío para Piano en la menor, que fue estrenado en el Conservatorio que Rubinstein había dirigido, en su primer aniversario, y alcanzó gran popularidad. La misma pieza fue elegida para ser interpretada en los conciertos en memoria del propio Tchaikovsky en San Petersburgo, en noviembre de 1893.

En marzo de 1884, Alejandro III otorgó al compositor la prestigiosa Orden de San Vladimiro, con lo que hizo público su apoyo y contribuyó a que Tchaikovsky aumentara la confianza en sí mismo, circunstancia a la que también colaboró enormemente el éxito del estreno de su Tercera Suite Orquestal, estrenada por Von Bülow en San Petersburgo el año siguiente. Tchaikovski escribió a Nadezhda: No había visto nunca tal triunfo. Toda la audiencia se conmovió y me daba las gracias. Estos momentos suponen el mejor reconocimiento de toda la vida de un artista. Hacen que todo el trabajo valga la pena.

En 1885, y a petición del Zar, volvió a presentar la ópera Eugenio Onieguin en San Petersburgo; las representaciones llenaron el teatro una noche tras otras, hasta el punto de que Modest, el hermano menor de Piotr, declaró que fue a partir de aquel reestreno, cuando la fama del compositor alcanzó el cénit de la popularidad, desplazando incluso a la ópera italiana, que, hasta entonces era la única que se aceptaba en Rusia. Finalmente, el Zar le concedió una pensión de 3000 rublos que vinieron a cubrir por completo sus necesidades.

Más o menos a partir de entonces, Tchaikovsky, empezó a perder el terror a la dirección que tanto le había atormentado hasta entonces, al extremo de que, durante mucho tiempo, dirigía sólo con la mano derecha, porque con la izquierda sostenía su barbilla, ante la terrible sensación de que se le iba a caer la cabeza.

En 1888 dirigió su Quinta Sinfonía en San Petersburgo, de la que César Cui, uno de Los Cinco, dijo que era rutinaria y rimbombante. Asumido su papel de director con la seguridad de que tanto había carecido, en 1891 dirigió la Sinfónica de Nueva York y el concierto inaugural del Carnegie Hall en la misma ciudad.

El 31 de octubre de 1893, Tchaikovsky, en perfecto estado de salud, acudió, en San Petersburgo, a un restaurante de élite en la esquina de la Nievsky Prospect, donde permaneció cerca de dos horas. Durante la cena pidió agua fría y, a pesar de la epidemia de cólera, se le sirvió agua sin hervir. Al día sihuiente se encontraba mal y llamó a un médico, que diagnosticó cólera. 

Tchaikovsky murió el día 6 de noviembre, en la casa de su hermano Modest, en la calle Malaya Morskaya. El funeral y el entierro, en los Teatros Imperiales -algo absolutamente excepcional- se llevaron a cabo el día 9; Alejandro III se hizo cargo de los gastos.

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Se llama a San Petersburgo la Venecia del Norte por el laberinto de sus 75 canales, 42 islas y 140 puentes; por sus palacios, más italianos que los modelos originales, su atmósfera, propia para generar poemas tan bellos y desesperados como los de Lermontov, muerto a los 26 años, o aquel que Essenin escribió con su sangre, antes de darse muerte a los 30. San Petersburgo es una ciudad de excesos, de poesía y de lirismo. Una ciudad musical también. Porque no cabe duda; si el mayor poeta ruso, tan identificado con San Petersburgo, es Pushkin, el compositor esencial de esta ciudad –una especie de doble musical de Pushkin-, es Tchaikovski. 

Fue el agua del Neva la que Tchaikovski bebió durante el enigmático “suicidio”, nunca explicado, en el número 13 de la calle Malaia Morskaia.

¿Qué pasó exactamente aquel 6 de noviembre de 1893? ¿Por qué la historia de la muerte de Tchaikovsky parece una novela policíaca, un “asunto tenebroso” en el corazón de la historia de la música rusa?

Dos opiniones se enfrentan hoy: la que defiende la versión oficial de una contaminación accidental del cólera: Tchaikovski habría bebido inadvertidamente un vaso de agua sin hervir cuando la epidemía se abatía sobre San Petersburgo. En este caso habría muerto como su madre, golpeada por el destino; el fatum que irriga y obsesiona toda su obra y, singularmente, su última Sinfonía –Patética-.

Por otra parte, está la que se basa en documentos sacados a la luz a finales de los setenta –del siglo XX- que considera el “suicidio” ligado a un escándalo sexual, según el cual, Tchaikovsky habría seducido a un miembro cercano a la familia imperial, por lo que un jurado de honor le condenaría a simular una muerte accidental; en cuyo caso, el conmovedor último movimiento de su VI Sinfonía, la Patética, sería explícitamente un adios a la vida; un réquiem por sí mismo.

El problema es que ningún elemento material convincente viene a documentar una u otra tesis. Numerosas cuestiones se plantean: ¿por qué, por ejemplo, tal como lo cuenta Rimski-Korsakov, el cuerpo estuvo expuesto a todo el mundo, cuando el cólera exigía una cuarentena estricta para evitar el contagio? Y ¿Por qué, por otra parte, se temió que estallara el escándalo, cuando muchos conocían, y parece que también el mismo Zar, la sexualidad de Tchaikovsky? Por lo demás, ¿qué importa, de hecho, este último secreto? La muerte de Tchaikovsky, más allá de la anécdota, reside, magnificada, en el fascinante final de su última sinfonía; ese inmenso y escalofriante Adagio lamentoso, como un sudario que el compositor extiende lentamente sobre sí mismo, como una declamación casi murmurada, inexorable…

Alain Duault: San Petersburgo: la ciudad cuyo héroe es Tchaikovsky. 
Le Figaro, 03.08.2012


Alexandr Nievsky Lavra. San Petersburgo



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