lunes, 4 de agosto de 2014

Catedral de Chartres • El Laberinto


Catedral de la Asunción de Nuestra Señora. Chartres


La finalidad de los laberintos en las catedrales podría ser, representar de forma sugestiva un camino de peregrinación a Jerusalén, accesible para aquellos que no tuvieran la posibilidad de viajar realmente a Tierra Santa. En ocasiones –ya fuera por penitencia o promesa-, el fiel podía acometer este viaje de rodillas, empleando alrededor de una hora y media en llevarlo a cabo, sin dejar de orar en ningún momento hasta alcanzar el centro, es decir, hasta llegar a Jerusalén; de hecho, algunos de los laberintos de las catedrales de la época, fueron conocidos, desde finales del siglo XVIII o principios del XIX, como Chemins de Jhérusalem.

Sin embargo, otros datos demuestran que no todos los laberintos conocidos cumplían ese supuesto objetivo penitencial, ya que, dadas las reducidas dimensiones de algunos de ellos, ni aún recorriéndolos de rodillas supondrían una verdadero esfuerzo, o penitencia, mientras que, por otra parte, también aparecen laberintos en iglesias anteriores a la tradición de los viajes a Tierra Santa.

Se ha dicho asimismo, que la imagen del recorrido, con sus vueltas y revueltas, constituiría una metáfora de las debilidades humanas que es preciso superar para llegar al centro o eje, es decir, a la presencia divina, pero también se ha interpretado su diseño como un mensaje secreto de los constructores; como un símbolo alquímico o, incluso, como una especie de camino iniciático hacia la verdadera iluminación.

El laberinto de la Catedral de Chartres mide 12,89 m. de diámetro –es el más grande de las catedrales góticas-, y presenta un recorrido de 260 m. desde su comienzo hasta la rosa central, donde antaño aparecía una pesada placa metálica que mostraba a Teseo, quien mató al Minotauro, tras recorrer el laberinto de Creta y encontrar su salida. 

Se cree que la placa fue retirada en 1792 y fundida para fabricar cañones. La referencia al mito de Knossos implica destrucción y muerte, elementos que, en este caso, se transformarían en conceptos de renacimiento o resurrección. Sobre la losa donde se hallaba la placa, hoy sólo quedan unos remaches muy gastados. 


Lo cierto es que sólo por similitud, este elemento es llamado laberinto, puesto que su recorrido no presenta la menor dificultad; ni salidas falsas, ni caídas en pozos, ni caminos cortados, ni detenciones inesperadas, etc., porque su objetivo no era hacer que nadie se perdiera, sino sencillamente, que alcanzara su objetivo, realizando, sobre un espacio dado, el recorrido lo más largo posible.

Las excavaciones arqueológicas muestran que bajo la Catedral de Chartres existen cimientos de un edificio romano, pero en cuanto a la fecha de construcción, sólo se ofrecen hipótesis que, generalmente se sitúan entre los años 1200 y 1235 ó 40. En todo caso, los laberintos, que aparecieron en Italia durante el siglo XII, se cree que se extendieron por el norte de Francia en la última década de ese siglo; aunque tampoco el dato es del todo seguro, sí se sabe que el de Chartres fue uno de los primeros que se construyeron.


El contorno de este laberinto queda enmarcado dentro de un circulo formado por piedras negras de las Ardenas, que con sus 113 dientes, rodea entre 268 y 274 piedras claras que constituyen un camino perfecto y preciso, que discurre a lo largo de 261,5 metros hasta su centro, es decir, hasta el círculo en el que se hallaban Teseo y el Minotauro, al que rodean seis losas en forma de pétalo, también de piedra oscura.

Todavía falta, pues, deducir si la finalidad penitencial fue el objetivo del laberinto desde el principio, o la idea, dada la época de la construcción de la catedral, procedía de alguna tradición anterior cuyo propósito desconocemos. 

Google Earth

Por otra parte, el Templo ofrece una singularidad y es el hecho de que está orientado al Norte, siendo así que la mayor parte de las iglesias se orientaban al Este, es decir, hacia Palestina, la cuna del cristianismo. Esta característica podría explicarse por la necesidad de los constructores de adaptarse a los cimientos del templo romano sobre el que fue construido, pero, se considera asimismo, que esta orientación –al eje del solsticio de verano–, es la de la mayor parte de las iglesias en las cuales se halla una Virgen Negra



Pero además, existen aquí otras particularidades que resultan bien extrañas en el entorno del cristianismo. Es el caso del gran número de símbolos, como peces y rostros extraños que aparecen tallados en las piedras, o incluso los signos del Zodíaco –también en vidrio–, mientras que otros elementos específicos en el culto cristiano, no aparecen.


   Reloj astronómico/astrológico, con los signos del Zodíaco

Detalle

El propio laberinto, sin ir más lejos, no deja de ser un extraño elemento para figurar en el piso de la nave central de un templo cristiano y, mucho más lo es el hecho de que aparecieran Teseo y el Minotauro en su centro.

Veamos una serie de medidas relativas al laberinto, muy interesantes para proporcionar una idea de su aspecto real.

Su tamaño se ha calculado durante años entre 12,2 y 13 metros, pero, en realidad no es del todo un círculo preciso, sino una elipse que mediría 12,887 x 12,993, si bien, la pequeña diferencia parece que más que a los constructores, se debería a ligeros desplazamientos producidos por el peso de los pilares de la nave, a lo largo de ocho siglos.

Con respecto a la longitud del recorrido, también se han barajado cifras que van desde 137 a 294 metros, ofreciéndose también la medida de 203 metros, todas ellas, basadas en cálculos estimados. Parece, sin embargo, que la medida más precisa es la que se ha establecido entre 261,5 y 262,4 m.

En cuanto al ancho del pasillo a recorrer, se ofrece como definitiva la cifra de 34 cm. Se extiende a lo largo de 32 tramos, con sucesivos giros por los que se pasa de uno a otro, cambiando de orientación y de distancia continuamente, con respecto al centro. Las bandas están apenas separadas entre sí por 7,5 cm. de ancho.

De nuevo varían las apreciaciones cuando nos referimos al número de piedras que forman el camino a recorrer, en este caso, entre 270-72 y 268-64. La diferencia podría deberse al hecho de que algunas losas estén partidas o hayan sido sustituidas.


Las citadas lunaciones que circundan el laberinto forman 112 cúspides, que serían 114 si dos de ellas no hubieran sido omitidas para ceder su espacio a la entrada del recorrido. Para explicar esta cifra se propone su división entre cuatro, lo que daría sendos bloques de 28 semicírculos cada uno, es decir, los días correspondientes al mes lunar, lo que hace pensar que posiblemente se emplearon como un calendario que permitiría fijar la fecha de la Pascua.


El cálculo, aunque aproximativo, tampoco resulta del todo preciso, dada la pequeña, pero notable diferencia con el promedio lunar, de 29,5306 días.


Otra de las creencias legendarias que durante mucho tiempo se han tenido como ciertas, es la de que el rosetón occidental es una especie de réplica del laberinto y que encaja exactamente con su diámetro, pero, aunque aparentemente podría dar esa sensación, y ello constituiría un verdadero encanto para la fantasía, siempre unida a la historia de los múltiples significados simbólicos ligados a la construcción de las catedrales, en realidad, el rosetón mide 11,9 m. de diámetro y 13,6 si se mide su marco; entre ambas medidas, pues, se encontraría la del laberinto; 12,9 m. Dado que la diferencia no es perceptible a simple vista, resulta lógica la asimilación entre ambos elementos.

Lo cierto, en definitiva, es que no existe documentación que explique el origen y el destino de este laberinto, ni tampoco –en caso de que estuviera pensado para un fin concreto-, si este fue de carácter religioso o festivo, lo cual nos crea una mayor perplejidad, ya que es difícil pensar que se trate de un simple elemento decorativo. El canónigo Souchet, fallecido en 1654, se sorprendía de que se conservara un laberinto en el que sólo veía una tonta diversión en la cual, aquellos que no tienen nada que hacer, pierden el tiempo en recorrerlo, yendo y viniendo

Tampoco se conoce la fecha de su construcción. Algunos autores proponen entre 1200 y 1240, aunque estudios más recientes hablan sólo de los primeros años de la primera década del siglo XIII. Su trazado encaja perfectamente en el diseño general del templo y su colocación debió realizarse como la última parte de las obras, puesto que sus piedras no pudieron ordenarse antes de retirar los imprescindibles andamios, ni antes de afirmar las bases de las columnas de su entorno.

Esquema del laberinto. 
Parece que es imposible crear un recorrido más largo sobre este espacio.

Desde hace algún tiempo se retiran las sillas que habitualmente ocupan la nave central, para permitir que los fieles recorran, o al menos contemplen, el laberinto, en especial, durante el día de San Juan, es decir, el 21 de junio, cuando, curiosamente, se puede observar el llamado Trou de Saint–Jean


En el borde de la vidriera de S. Apollinaire –número 39, próxima al rosetón Norte en el esquema que sigue-, fueron remplazadas algunas piezas por una placa metálica en cuyo centro hay un agujero cerrado con un vidrio transparente, por el cual –de acuerdo con un experimento llevado a cabo a principios del siglo XVIII-, entra un preciso rayo de luz que ilumina un clavo colocado en una losa del piso, el día 24 de junio, a la hora en que el sol alcanza su zénit. En la actualidad, las condiciones horarias y climáticas han cambiado y se habla, más bien, del agujero de San Juan, el 21 de junio.

Menos dudas existen sobre un elemento que fue muy sugestivo para los fieles, ya desde finales el siglo IX. Nos referimos a la llamada Sancta Camisia; prenda considerada como el manto o parte del manto de la Virgen María, traída de Palestina por Charles Le Chauve –Carlos El Calvo- en 876, quien la donó a la catedral, contribuyendo así al auge de las cuatro fiestas principales dedicadas a María: Anunciación, Natividad, Purificación y Asunción.

Con todo, no es, ni mucho menos, el menor de los atractivos de la Catedral de Chartres, su ornamentación, y más especialmente, sus luminosas vidrieras –de las que hay 176, ocupando 2.600 metros cuadrados de superficie– que, desde el interior, ofrecen una belleza artística acorde con su aspecto exterior, delicado y poderoso a la vez, con sus nueve portadas magníficamente labradas, por las que efectuaremos un brevísimo recorrido, antes de disponernos a admirar dos de los rosetones, que a su vez, representan sólo una muestra del interior de la catedral, en lo relativo a las vidrieras. La observación detallada del conjunto de la catedral de Chartres, tanto por fuera como por dentro, excede radicalmente las posibilidades de este pequeño trabajo. 
Todo se andará…

Distribución del templo

Los contrafuertes de las catedrales provocan una sensación de ligereza muy contraria a su cometido.

Pórtico Norte

Pórtico Norte. Pilar de la derecha.

Pórtico del transepto. Sur

Puerta Occidental - Pórtico Real

Puerta Occidental - Pórtico Real


Cierre del Coro. 200 figuras.

Distribución de los vitrales

Veremos ahora, algunos detalles de los rosetones Norte y Sur; números 38 y 12 en el esquema y que se encuentran frente a frente, en los extremos del eje horizontal del plano –transepto-.

Rosetón Norte

Dedicado a la Virgen, a la que rodean los reyes de Judá. Apenas aparece la piedra; incluso las enjutas están ocupadas por vidrieras en las que se alternan las flores de lis francesas, con los castillos de Castilla, en recuerdo del mecenazgo de Blanca de Castilla –hija de Alfonso VIII y Leonor Plantagenêt- y esposa de Louis VIII de Francia.


Centro del rosetón: María, tiene un cetro con la flor de Lis y el Niño Jesús, sostiene el globo terráqueo en una mano, mientras bendice con la otra.

Primer círculo:
Arriba: palomas.

Ángeles arrodillados, con incensarios.

Ángeles arrodillados, con candeleros.

Cuatro querubines simbolizan los cuatro vientos; tienen tres pares de alas y aparecen sobre una rueda.

Segundo círculo:
Doce reyes de Judá que miran al centro del rosetón; sus nombres están inscritos en las bandas tras las figuras.

Tercer círculo:
En los doce semicírculos periféricos, los doce Profetas Menores

Bajo las flores de lis y los castillos, Santa Ana con la Virgen Niña –con un libro en las manos–, y Reyes de Judá: Melquisedec, David y Salomón

Rosetón Sur




Cristo, aclamado por los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, se sitúa sobre las altas ventanas en las que los Evangelistas, curiosamente, aparecen encaramados en los hombros de los Profetas, porque como enanos sobre los hombros de gigantes, ven más lejos que los que los llevan y sin los cuales, no verían nada.




Los símbolos de los Cuatro Evangelistas


Ángeles con incensarios se intercalan entre los evangelistas.

Segundo Círculo

24 Ancianos con instrumentos musicales.

Contorno


Base de la vidriera

Flanqueando a la Virgen con el Niño…

Los Profetas, Jeremías, Isaías, Ezequiel y Daniel…

llevan a hombros a Lucas, Mateo, Juan y Marcos, los cuatro Evangelistas.

Aunque quedan muchos elementos artísticos, en vidrio o piedra; constructivos, históricos y otras muchas curiosidades que destacar en este gran templo, parece interesante recordar, por el momento, que –de acuerdo con la teoría de Louis Charpentier, en Les mystères de la cathédrale de Chartres-, en el norte de Francia hay un grupo de catedrales de los siglos XII y XIII, como la de Chartres, todas ellas dedicadas a Nuestra Señora, cuya disposición concuerda con la de las estrellas de la Constelación Virgo, tal como debía aparecer en la época del nacimiento de Jesús.


El Caballero –San Teodoro– y el Monje –San Esteban–, 
personifican los dos principios de la sociedad feudal, el honor y la fe. (Lanson & Tuffrau: Hist. Lit. Française).

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Buena parte de lo que se sabe de la Catedral de Chartres, especialmente, en sus orígenes, aparece mezclado con la leyenda. Si bien, la primera catedral se data a finales del siglo IV, la leyenda atribuye ya construcciones a siglos anteriores. Se decía en el siglo X, que S. Saviniano y S. Potenciano evangelizaron la zona de Chartres durante el siglo II y que el magistrado romano Quirino fue quien ordenó las primeras ejecuciones de cristianos, entre ellos, la de su propia hija, Modeste, cuyos cuerpos serían depositados en el pozo de la cripta, llamada de los Saints-Forts.

En la Antigua Crónica, de 1389 dice: Se afirma que dicha Iglesia se fundó antes del nacimiento de Cristo, en honor de la Virgen, que debía ser su madre –Virgini Pariturae–, aunque estaba administrada por sacerdotes idólatras. Cuando San Altin y San Edoaldo, fueron enviados desde Sens por San Saviniano y San Potenciano, hacia el año 67, a evangelizar Chartres, reconocieron que la mujer así honrada, era María, y levantaron en el mismo lugar una iglesia cristiana en su honor. Hasta el siglo XVI no se empezó a hablar de una gruta druídica.

Varias iglesias se sucedieron en el curso de los períodos más turbulentos, así, tras un ataque vikingo en 858, el Obispo Gislebert hizo reconstruir su iglesia, de la que subsiste la cripta Saint Lubin, bajo el altar mayor, en el nivel explorado más profundo.

La catedral custodiaba un velo atribuido a la Virgen María, conocido como la Sainte–Chemise, que ella llevaría durante el nacimiento de Cristo. La leyenda también dice que el Obispo Gentelme hizo frente a los ejércitos de Rollon, en 911, con la reliquia extendida y que, a su vista, las fuerzas normandas huyeron abandonando el asedio.

Tras un incendio accidental en 1020, la construcción del siglo IX fue inmediatamente reconstruida por el Obispo Fulbert, sobre un plano que envolvía el edificio anterior. Su cripta, la más grande de Francia, estaba casi terminada en 1024 y Fulbert murió en 1028, por lo que la dedicación del templo fue celebrada por su sucesor, Thierry, el 17 de octubre de 1037.

En 1134, un incendio en la ciudad, permitió reanudar, sobre el espacio que quedó libre ante la catedral romana, la construcción de dos torres y del Portal real. La Torre Sur sería cubierta con una flecha en 1180, pero otro incendio, producido el 10 de junio de 1194, sólo dejó en pie la fachada, las torres y la cripta, a partir de las cuales, se puede datar la construcción de la actual catedral gótica.

Desde el momento en que se declaró el incendio, los clérigos se refugiaron bajo el coro, en la cripta de Saint–Lubin, llevando consigo la Sainte–Chemise. Tras dos o tres días de desescombro, se hallaron todos indemnes, junto con la reliquia. El Obispo y los canónigos cedieron parte de sus bienes a favor de los obreros que tan bien conocían su trabajo y la reconstrucción fue emprendida con gran entusiasmo, quedando la obra prácticamente terminada a finales de 1220.

Una vez colocadas las vidrieras, sólo faltaba tallar las últimas esculturas de los porches; se celebró la dedicación en octubre de 1260, y empezó a pasar el tiempo en espera de levantar las nueve torres proyectadas.

La catedral mide 130,20 metros de largo construido y sus bóvedas descienden hasta 37 metros por debajo del suelo. El ancho de la nave principal es de 16,40 metros en su eje; pero alcanza 32,80 con la obra exterior, que a ambos lados del coro alcanza los 46. Contando con los porches, el transepto mide 76,80 m. Finalmente, los campanarios; nuevo y viejo, miden respectivamente 103 y 112 metros.

A partir del siglo XIV y, hasta hoy, se han introducido diversas novedades; ese mismo siglo, se levantó la capilla de Saint–Piat y, en el XV, la denominada Vendôme, pero fue durante el siglo XVI cuando se introdujeron las más llamativas aportaciones, como, por ejemplo, la flecha de la torre norte, en gótico flamígero, que cambió la silueta general del templo, así como el pabellón del reloj y el cierre del coro.

En el XVIII, en el lugar que ocupaba el coro alto, se levantó el altar mayor; la Asunción de Bridan –1773–, seguido de los bajorrelieves del coro entre los años 1788–89.

Un nuevo incendio en 1836 destruyó la techumbre, denominada el bosque, que fue sustituida por carpintería metálica recubierta de cobre.

La Catedral de Chartres salió prácticamente indemne de las Guerras de Religión y del período revolucionario. En 1918 los vitrales fueron desmontados y depositados en lugar seguro, al igual que en 1939, por lo que no sufrieron daños en ninguna de las dos grandes guerras.

Hoy, a pesar de los permanentes cuidados de restauración, se puede admirar en su práctica integridad, esta construcción que, por sí misma constituye una enciclopedia casi exhaustiva del arte cristiano y su evolución. En 1979 fue inscrita por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad.

Amanece…

cae la tarde…

y nos vamos alejando, con cierta nostalgia, de Chartres y de su fascinante Catedral.





2 comentarios:

  1. Excelente artículo, a ver si puedo ir a este lugar de vacaciones porque sería ideal poder hacer un viaje en verano, que morriñaa!!

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  2. No te lo pierdas. A mi también me provoca morriña, pero también me aporta el maravilloso recuerdo de mi primer viaje por Francia. ¡Gracias!

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