Plymouth, R. U., 6.6.1868 - Barrera de Ross, Antártida, hacia el 29.3.1912
Robert Falcon Scott fue el tercero de los seis hijos del matrimonio formado por John Edward Scott y Hannah Cumming, casados en Devonport hacia 1865.
John Scott era fabricante de cerveza en Plymouth, negocio que permitió vivir con cierta holgura a la familia, dentro de la cual, de acuerdo con su propia tradición, tanto John como su hermano Archibald, fueron destinados a la carrera naval militar.
Tras realizar los estudios elementales en la escuela local, Robert ingresó en la Stubbington House School, de Hampshire, donde se preparaba a los alumnos para su ingreso en el buque escuela HMS (Her Majesty Ship – Nave de Su Majestad) Britannia, en Dartmouth, y en la que Robert superó las pruebas de aspirante a los 13 años, en 1881, comenzando así una rápida y brillante carrera naval.
Scott a los 13 años
En julio de 1883, ya como guardiamarina; viajó a Sudáfrica para embarcar en el HMS Boadicea, buque insignia del Escuadrón de El Cabo.
En 1887, el Secretario de la Royal Geographical Society, Clements Markham, asistió a una carrera marítima que Scott ganó, mostrando su excelente formación y capacidad. Markham, buscaba marinos jóvenes bien preparados con vistas a una futura expedición polar y tomó nota de las posibilidades del joven Scott, entonces con apenas 18 años. Muy pronto ascendió a Alférez y a Teniente de Navío y realizó con éxito un entrenamiento de torpedero, de dos años, en el HMS Vernon.
Scott hacia 1900.
En 1894, cuando ya era oficial torpedero en el buque HMS Vulcan, su padre se arruinó, no encontrando otra salida que trasladarse con la familia a Somerset, donde empezó de nuevo, trabajando como gerente de una cervecería, a pesar de su edad, relativamente avanzada para la época y, sobre todo, de su estado de salud, que lo llevó a la muerte apenas tres años después, por lo que su madre y sus hermanas pasaron a depender de los ingresos de Robert y de su hermano Archibald, entonces en el servicio colonial, pero que falleció inesperadamente, en el otoño de 1898.
A mediados del año siguiente, volvió a encontrarse con Clements Markham, entonces ya Presidente de la Royal Geographical Society, que definitivamente estaba preparando una expedición a la Antártida, cuya dirección solicitó y obtuvo Scott.
La Expedición Discovery, patrocinada conjuntamente por la Royal Geographical Society y la Royal Society, que tuvieron ciertas dificultades a la hora de ponerse de acuerdo sobre la posibilidad de poner a su cargo a un científico o a un militar; finalmente, fue Scott quien asumió el mando, ya como Capitán de Fragata. La nave Discovery zarpó el 31 de julio de 1901. Tardaría dos años en volver a puerto.
La campana del barco RRS (Royal Research Ship - Nave Real de Investigación) Discovery
El Discovery
La Discovery fue una de las últimas embarcaciones de tres palos construida y botada en Inglaterra, completando el ciclo de la llamada época heroica antártica, representada en este caso, por Ernest Shackleton, Edward Adrian Wilson, Frank Wild, Tom Crean y William Lashly, además del propio Scott.
Ernest Shackleton, Scott y Edward Wilson en la Antártida en noviembre de 1902
La expedición no llegó al Polo Sur –parece ser que no constituía su objetivo-, pero tocó el punto más meridional alcanzado hasta entonces y obtuvo notables avances en distintos terrenos científicos: Geología: descubrimiento de los valles secos de McMurdo; Zoología: se observó una colonia de pingüinos emperador en el cabo Crozier; Geografía: descubrimiento de la península de Eduardo VII, de la meseta Antártica y las montañas Transantárticas, además de aportar numerosas observaciones biológicas, meteorológicas y magnéticas.
A la vuelta, la expedición se vio obligada a pedir el envío de suministros y a emplear explosivos para romper el hielo que bloqueaba la nave. Shackleton tuvo que abandonarla, embarcando en una de las naves de suministro, lo que llevó al segundo comandante, Albert Armitage, un marino mercante, a considerar que Scott se había propuesto deshacerse de un rival, basándose en el supuesto mal estado de salud del mismo.
Ciertamente Shackleton y Scott tuvieron diferencias de criterio y además se disputaban la consecución de un difícil objetivo, pero, al parecer, ni uno ni otro, sobrepasaron nunca las barreras de la bonhomía.
El Discovery volvió, finalmente, en septiembre de 1904 y Scott se convirtió en un héroe nacional, dedicando el tiempo, hasta diciembre de 1905 a escribir un libro sobre la expedición: The Voyage of the Discovery, tras lo cual, se reincorporó a la vida militar, aunque lo hizo ya formando parte de la Inteligencia Naval. Para entonces, su vida social había experimentado un notable ascenso, tratando frecuentemente con la familia real británica y con otros representantes de las monarquías europeas.
Robert y Kathleen Scott. Nueva Zelanda, 1910.
A principios de 1904 Scott conoció a Kathleen Bruce, una mujer de mundo y gran viajera, relacionada con célebres personajes de la época, como Isadora Duncan o Pablo Picasso y que había aprendido escultura con Auguste Rodin. No iniciaron una relación inmediatamente, porque Kathleen mantenía otra en aquellos momentos y porque Scott pasaba mucho tiempo embarcado, pero finalmente, se casaron el 2 de septiembre de 1908, en la capilla de Hampton Court.
Entre tanto, desde 1906 Scott pensaba en una nueva expedición polar y había sabido que Shackleton se proponía asimismo, alcanzar el Polo Sur, desde la base Discovery. Scott reclamó públicamente, que la vía del estrecho de McMurdo no podía ser empleada por Shackleton, porque él tenía derechos de precedencia, y consideraba que su oponente, debía buscar otras posibilidades, si deseaba realizar el viaje. Lógicamente, Shackleton se negó a aceptar aquella especie de derecho de propiedad en el camino a la Antártida, pero se vio obligado a ceder, renunciando a seguir las coordenadas reservadas a Scott, si bien, finalmente, tuvo que contradecirse, al comprobar que no encontraba una vía alternativa. Algunos observadores históricos piensan que Scott, moralmente no tenía derecho a mantener semejante exigencia.
Su único hijo, Peter Markham, nació en septiembre de 1909, cuando Scott ya había anunciado su segunda expedición Antártica y Shackleton había vuelto de su propio viaje, sin alcanzar el Polo Sur. La nueva expedición pasaría a la historia con el nombre de Terra Nova, que era el de la nave en la que viajaría.
El Terra Nova en la Antártida en diciembre de 1910.
La Royal Geographical Society anunció que la expedición se haría con fines científicos y que la exploración de la zona y la aproximación o llegada al Polo, sólo serían objetivos secundarios, mientras que Scott anunció públicamente, que su prioridad era alcanzar el Polo Sur, y así asegurar para el Imperio Británico la gloria de conseguirlo.
En octubre de 1910 supo que, si bien ya nada tenía que temer de Shackleton, se vería obligado a medir sus fuerzas con otro explorador consumado; el noruego Roald Amundsen.
Amundsen, 1910
En su viaje de ida, el Terra Nova quedó bloqueado por el hielo durante veinte días, lo que restó mucho tiempo a la organización de los preparativos del invierno polar. Scott supo que la expedición Amundsen se hallaba en una posición más ventajosa que la suya.
Cuaderno de notas de Scott
Lo adecuado –escribió Scott al conocer la situación de Amundsen-, así como el camino más sabio para nosotros, es proceder exactamente como si nada hubiera ocurrido. Aun sabiendo que su rival estaba más cerca que él del Polo Sur, pensó que él mismo podría servirse de la ventaja de seguir el camino seguido por Shackleton, lo que le hizo confiar excesivamente en sus propias posibilidades. -Estoy seguro –escribió-, de que estamos lo más cerca que es posible de la perfección.
Las rutas seguidas, por Scott, línea verde, y por Amundsen, línea roja.
El 1 de noviembre comenzó la marcha hacia el Polo Sur. Todo estaba dispuesto para que un grupo de cinco hombres encabezados por Scott, intentara alcanzarlo, aunque nadie sabía quiénes serían los otro cuatro componentes.
El 4 de enero de 1912 Scott anunció que Edward Wilson, Henry Bowers, Lawrence Oates y Edgar Evans, seguirían adelante con él, mientras que Teddy Evans, William Lashly y Tom Crean debían emprender la vuelta.
De pie: Oates, Scott y Wilson. Sentados: Bowers y Evans
El reducido grupo alcanzó el Polo Sur el 17 de enero de 1912, pero a partir de entonces, se multiplicaron las dificultades. En primer lugar, Amundsen se les había adelantado; Bowers vio inmediatamente la bandera dejada allí por el noruego y Scott reflejó el fatídico desencanto en su diario: Ha sucedido lo peor. Todos los sueños hasta la fecha se han evaporado. Dios mío, este lugar es horrible.
The Daily Mirror, el 8 de Marzo de 1912, adelantaba: ¿Quién ha ganado la carrera al Polo Norte? Scott y Amundsen informan que ambos lo han logrado.
El día 19 iniciaron el camino de vuelta. -Me temo que el viaje de regreso va a ser terriblemente agotador y monótono-, escribió Scott.
Scott el 13 de abril de 1911.
A pesar de las terribles condiciones atmosféricas, el grupo avanzó con buen ritmo y para el día 7 de febrero habían recorrido 500 kilómetros en terreno llano, pero el tramo siguiente presentaba un acusado descenso, durante el cual, Edgar Evans, cuya salud preocupaba a Scott desde el principio, sufrió una caída, que prácticamente acabó con su resistencia. El día 17 de febrero volvió a caerse, muriendo finalmente.
Evans
Los cuatro exploradores aún tenían ante sí 670 kilómetros que recorrer, incluyendo la famosa Barrera de Ross.
Borde de la Barrera de Ross
Día a día empeoraban las condiciones climáticas. El hambre hizo su aparición y con ella el descenso de energías, la amenaza de congelación y el agotamiento.
Un mes después, el 16 de marzo, Oates, que sufría las secuelas de una herida de guerra, se dio cuenta de que le resultaría imposible seguir adelante.
Oates
-Voy a salir fuera y puede que tarde algún tiempo-. Dijo a su compañeros. Y se alejó hasta extinguirse en algún lugar sobre el hielo.
Los tres supervivientes, apenas avanzaron 30 kilómetros más. El día 19 de marzo, montaron el último campamento, ignorando que se encontraban muy cerca del siguiente depósito de suministros. El día 20 se produjo una terrible ventisca que les impidió intentar el menor avance.
It seems a pity but I do not think I can write more. R. Scott.
Last Entry
For God's sake look
after our people.
Casi a oscuras, soportando interminables tormentas y con gran dificultad, debido a la congelación de los dedos, a pesar de que ya había dado por terminado su diario –no creo que pueda escribir más-, volvió a escribir el día 23: Última entrada. Por Dios, cuidad de los nuestros.
Escribió asimismo sendas cartas para las madres de sus compañeros Bowers y Wilson, así como para la suya y para su esposa, y una más, que debía ser dada a conocer públicamente.
Asumimos riesgos y lo sabíamos. Las circunstancias se nos han puesto en contra y no tenemos motivos para quejarnos, sino sólo para someternos a la voluntad de la Providencia, todavía decididos a hacer lo mejor hasta el final. Si hubiéramos vivido, habría contado historias sobre la audacia, resistencia y ánimo de mis compañeros, que llenarían el corazón de todos los ingleses. Estas desapacibles notas y nuestros cadáveres las contarán. Sin duda un gran país como el nuestro se encargará de que todos los que dependen de nosotros, sean auxiliados adecuadamente.
Tras observar los cuerpos conservados en la tienda –aparecieron el día 12 de noviembre de 1912-, se cree que Scott debió morir el último, probablemente, el día 29 de marzo del mismo año, tras escribir la nota anterior, que fue recuperada junto con el diario y las cartas, en condiciones perfectamente legibles.
Las tumbas de Scott, Wilson y Bowers (1912).
En enero del año siguiente, antes de embarcarse de vuelta, los marineros del Terra Nova, levantaron un montículo de piedras sobre el lugar que había ocupado la tienda, sobre el cual colocaron una cruz, en la que tallaron el último verso del poema Ulises, de Alfred Tennyson:
To strive, to seek, to find, and not to yield.
Esforzarse, buscar, hallar y no ceder.
La tragedia recorrió el mundo cuando el Terra Nova llegó a Nueva Zelanda, el 10 de febrero de 1913.
Scott en la cabaña del cabo Evans. Invierno de 1911.
Fotografía de Herbert Ponting.
Kathleen Scott volvió a casarse en 1922, pero sostuvo la defensa de la reputación de Scott –que sufrió críticas muy variables-, hasta su propio fallecimiento, en 1947.
El periódico The Times, publicó que Amundsen y Shackleton se habían llenado de asombro al saber que una expedición como la de Scott había sufrido semejante desastre, asegurando que Amundsen había declarado: Renunciaría a cualquier honor y dinero si así pudiera salvar a Scott de tan terrible muerte.
A pesar de que Amundsen sí había alcanzado el Polo Sur poco antes de que llegara Scott, su gesta pasó sin embargo a un segundo plano, siendo incluso en ocasiones tildado de haber hecho juego sucio en su competición. El Presidente de la Royal Geographical Society, en un acto de homenaje a su hazaña, dijo en el momento de levantar su copa en un brindis: ¡Tres hurras por los perros!, aludiendo al hecho de que Scott había empleado poneys, bastante inapropiados, al parecer, para arrastrar cargas en aquellas latitudes extremas.
El mundo entero se emocionó al conocer la suerte de aquellos cinco héroes y el fracaso y la tragedia de Scott, que, como hemos dicho, minimizaron rotundamente la victoria de Amundsen.
Pero en la segunda mitad del siglo XX, la lectura del diario de Scott, reveló ciertos fallos de organización achacables a su autor, aunque no se dudaba de su heroicidad. En los años 70 un biógrafo escribió que el explorador no era tan grande e inefable como se había creído hasta entonces; se decía que había afrontado ciertos obstáculos de forma azarosa y con falta de previsión: se ha revelado la compleja personalidad de Scott y sus métodos han sido cuestionados.
En 1979 se publicaba la doble biografía de Amundsen y Scott escrita por Roland Huntford, quien describía al explorador como un heroico chapucero. La opinión de Huntford tuvo mucho eco y fue generalmente compartida. El mismo autor consideraba que el Mensaje al público de Scott era un engaño y la autojustificación de un hombre que había llevado a sus compañeros a la muerte.
Ya en 1996 Francis Spufford, aunque no se posicionaba totalmente en contra del marino, hablaba de devastadoras evidencias de torpeza, añadiendo que Scott condenó a sus compañeros y luego cubrió sus huellas con retórica. Paul Theroux escribió que Scott acabó siendo un hombre confuso y desmoralizado… y un enigma para sus hombres, sin preparación y chapucero.
En la actualidad se ha vuelto a revisar el concepto sobre el gran explorador, cargando las tintas sobre las terribles condiciones meteorológicas producidas ante la terrible barrera de Ross entre febrero y marzo de 1912.
En 2004 el también explorador polar Sir Ranulph Fiennes publicó una biografía dedicada A las familias de los muertos difamados en la que, evidentemente defendía la figura de Scott y, el año siguiente, el historiador David Crane publicó otra, en la que trataba de hallar el equilibrio y acaso el porqué de la enorme diferencia de apreciación del explorador entre principios del siglo XX y principios del XXI, afirmando que son los puntos de vista los que han cambiado: No es que lo veamos de forma distinta a como lo vieron sus contemporáneos, sino que lo vemos igual e instintivamente no nos gusta. El New York Times Book Review publicó al respecto: Entre todos los atractivos de su libro, Crane no ofrece respuestas convincentes que exoneren a Scott de una significativa culpa en su propia muerte.
***
Última carta de Scott, Para mi viuda. Imagen: Cambridge University
Para: Mi viuda
Queridísima y amada - estamos en un rincón muy apretado y dudo que podamos salir adelante. - En nuestras breves horas de almuerzo, aprovecho un poco de calor para escribir cartas en previsión de un posible final - la primera es, naturalmente, para ti, en quien se centran mis pensamientos, despierto o dormido. - Si algo me pasa, me gustaría que supieras cuánto has significado para mí y que los recuerdos agradables estarán conmigo cuando me vaya -Me gustaría que recibieras todo el consuelo posible del hecho de que no he sufrido ningún dolor, pero dejo el mundo ligero de equipaje y lleno de salud y fuerza – pero la suerte está echada y cuando las provisiones se acaben, aunque estamos a poca distancia de otra depósito. De todos modos no debes imaginar una gran tragedia - estamos muy angustiados, por supuesto, durante semanas, pero con una espléndida condición. El frío nos muerde y, a veces, nos enfada, pero de nuevo la comida caliente nos impulsa adelante.
Hemos decaído desde que escribí lo anterior. El pobre Titus Oates se ha ido – no se encontraba muy bien – los demás seguimos adelante e imaginamos que tendremos una oportunidad de conseguir nuestro objetivo, pero el frío no nos deja hacer nada - ahora estamos a sólo 20 millas de un depósito, pero tenemos muy poca comida y menos combustible.
Muy querido corazón, quiero que tomes todo esto de forma tan sensata como estoy seguro que lo harás - el chico estará bien contigo. Yo hubiera querido ayudar a criarlo, pero es una satisfacción saber que estará a salvo contigo. Creo que tanto él como tú debéis ser especialmente atendidos por el país por el que hemos dado nuestras vidas, con un espíritu que hace, por ejemplo - que esté escribiendo cartas ¿las enviarás a sus diversos destinos? tengo que escribir una pequeña carta para el niño para que la lea cuando crezca. No quiero que tengas problemas acerca de un nuevo matrimonio y para que seas feliz de nuevo - espero que seré un buen recuerdo, y me gusta pensar que el niño podrá enorgullecerse de mí.
Querida, no me resulta fácil escribir a causa del frío - 70 grados bajo cero y sin nada más que el refugio de nuestra tienda - tú sabes que os he amado, y sabes que mis pensamientos han vivido constantemente en ti y ¡Dios mío, debes saber que lo peor de esta situación es el pensamiento de que no te veré de nuevo – pero lo inevitable debe ser afrontado- me animaste a dirigir esta expedición aunque sabías que era peligrosa. Dios te bendiga mi querida Trataré de escribir más tarde-.
Desde que escribí lo anterior hemos recorrido 11 millas con una comida caliente y dos días de comida fría, deberíamos haberlo conseguido, pero durante cuatro días ha habido una tormenta espantosa - Creo que las oportunidades se han agotado, pero hemos decidido no matarnos, sino luchar hasta la última posibilidad de llegar a ese depósito, aunque en este combate habrá un final sin dolor, así que no debes preocuparte. He escrito cartas en las páginas impares de este libro - ¿te las arreglarás para conseguir que sean enviadas? Estoy preocupado por ti y por el futuro del chico –intenta que se interese por la historia natural, si puedes. – Sé que hará vida al aire libre y que creerá en un Dios; es reconfortante. Oh mi querida, mi querida, cuánto he soñado con su futuro y contigo. Sé que afrontarás esto estoicamente - tu retrato y el del niño se encontrarán en mi pecho, el tuyo en el pequeño estuche rojo de Marruecos que nos regaló la señora Baxter - Hay un trozo de la bandera que puse en el Polo Sur en mi equipaje personal y otras cosillas; - dale ese fragmento al rey, otro más pequeño para la reina y guarda el resto como un pobre trofeo. ¡Cuánto mejor habría sido descansar cómodamente en casa – mucho tendría que contarle al niño, pero es el precio que hay que pagar – renunciar a ver tu rostro querido – Querida, serás buena con mi anciana madre, le he escrito unas pocas líneas en este libro. - Sólo te ruego que no seas demasiado orgullosa para aceptar una ayuda por el bien del chico - No tengo tiempo para escribir a Sir Clements - dile que pensé mucho en él y que nunca lamente haberme puesto al mando del Discovery.
Tu retrato y el del chico se encontrarán en mi pecho, el tuyo, en el pequeño estuche rojo de Marruecos que nos regaló Lady Baxter.
***
No es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo.
Zarpemos, y sentados en perfecto orden heriremos
los resonantes surcos, pues me propongo
navegar más allá de Poniente, al lugar donde se bañan
todos los astros de Occidente, hasta que muera.
Es posible que las corrientes nos hagan naufragar;
es posible que hallemos las Islas Venturosas,
y veamos al gran Aquiles, al que conocimos.
A pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho; y, a pesar
de que no tenemos ya la energía que antes
movía la tierra y los cielos, lo que somos, somos:
un temperamento ecuánime en corazones heroicos,
debilitados por el tiempo y el destino, pero firmes en el deseo
de esforzarse, buscar, hallar y no ceder.
Ulises. Alfred Lord Tennyson
Magnífico artículo. De todo lo que he leído sobre la conquista del Polo, ha sido el más completo y ecuánime. Muchas gracias
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Pedro Rojano. Tu comentario es muy valioso para mí. Las exploraciones polares me interesaron desde la infancia y, en realidad, creo que sabemos poco sobre el asunto, así que sigo buscando información...
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