lunes, 16 de abril de 2018

Ana Bolena • El trono y el patíbulo


Retrato póstumo de la reina Ana Bolena (Supuesto) NPG. Londres

El 18 de mayo de 1536, Anne Boleyn esperaba impaciente en la Torre de Londres, que su condena a muerte se resolviera en un indulto. Pero conocía muy bien a su exmarido, que ya antes la había repudiado y después presentó contra ella veintidós cargos de adulterio, con varios hombres, y lo que era peor, con su propio hermano. Cuando Enrique VIII tomaba una decisión, jamás volvía sobre sus pasos, como lo había demostrado cuando expulsó de la corte a Catalina de Aragón, su primera esposa, contra la cual no tomó medidas más drásticas, por temor, primero a la reacción de la corte española y después, la de su sobrino, Don Carlos, que imperaba en Europa bajo la potencia de su corona romano germánica.

No hacía tanto tiempo, que un enamoradísimo Enrique había afrontado toda clase de riesgos y hasta la ruptura con la iglesia de Roma, sólo para casarse con ella; incluso había anulado aquel primer matrimonio, resultando de ello la ilegitimidad declarada de su hija, la que después reinaría como María Tudor; la hija de Catalina de Aragón.

María Tudor. Antonio Moro. MNP. Madrid

Al principio, el pueblo, considerando la injusticia llevada a cabo contra Catalina, desaprobó la llegada de Ana, pero después cambiaron las cosas, para finalmente, sentirse confundido ante la humilde aceptación de su terrible destino. Tímidamente empezaron a pensar que, si nada había detenido a Enrique ante su decisión de deshacerse de Catalina, inventando toda clase de argucias para lograrlo, nada le impedía ahora recurrir a engaños semejantes en el caso de Ana. 

Por razones que no conocemos, Ana pasó del estado de histeria cuando entró en prisión, a una actitud sumisa y resignada cuando fue informada de su condena a muerte por decapitación, momento en el que, además, redactó un comunicado en el que ensalzaba la figura del rey, que no era sino una bendición para su pueblo.

Cuando Ana Bolena salió de la Torre por última vez, el día 19 de mayo, cuantos la vieron, quedaron impresionados por su serenidad y aplomo.

La gente esperaba inquieta el inusitado espectáculo.

Antes de la ejecución mostró tal valentía y habló tan convincentemente, ya en el patíbulo, que la multitud empezó a murmurar que era inocente.

El rey había ordenado que, en lugar del hacha del verdugo, Ana fuera ejecutada con una espada, a cuyo efecto se contrató a un francés, que tenía que cortarle el cuello de un solo golpe, sin ayuda del habitual tronco, es decir, que Ana esperaría arrodillada, y con la cabeza erguida.

Ana Bolena parecía distraída o aturdida; pero una vez empezó a subir las escaleras, asistida por Sir William Kingston, algunos dicen que estaba casi alegre, sonriendo y que, al dirigirse al patíbulo, volvía la cabeza una y otra vez hacía atrás, con inquietud. Quizás esperaba una piadosa conmutación de la pena o el indulto.

Sus damas recogieron el cuerpo y lo llevaron a la capilla, donde fue sepultada tres horas después de la ejecución, en una tumba sin nombre, junto a su hermano, que había sufrido la misma suerte que ella, dos días antes.

¿Había producido el terrible evento alguna emoción en su ejecutor titular? No, sin duda. Porque para entonces ya tenía la mente ocupada en el cortejo de la que sería su siguiente esposa, Jane Seymour. La trágica y desmedida condena sufrida por Ana, no parece que dejara ninguna huella en el recuerdo de su antaño enamorado esposo. De hecho, el embajador imperial, declaró que nunca había visto a un rey inglés tan feliz como Enrique, cuando Ana Bolena fue arrestada. Además, ella no iba a ser la última que corriera semejante suerte. 

Va a cenar continuamente con otras señoras -añadía-, y, a veces, vuelve a medianoche paseando por la orilla del río acompañado del sonido de los instrumentos y voces de sus cantantes de cámara, que hacen todo lo que pueden para acompañar su contento por haberse quitado de encima a esa flaca y vieja mujer. Ana podría tener alrededor de 30 años.

La historiadora Alison Weir, añade que, cuando tras la ejecución de Ana, se efectuó un disparo con el cañón del ayuntamiento, para informar de que todo había terminado en la Torre, el rey lo oyó, en Greenwich, e inmediatamente navegó hasta Chelsea, para encontrarse con Jane Seymour, y se quedó el resto del día con ella.

Al día siguiente, anunció oficialmente su compromiso con ella. Desgraciadamente, el matrimonio sólo duraría una año y medio, ya que Ana moriría a causa del alumbramiento de su hijo, Eduardo; el varón tan ansiado por el rey, cuyo deseo, teóricamente, había motivado todos sus matrimonios.

Pero Eduardo murió pronto, y azares del destino, propiciaron que Isabel, la hija de Ana Bolena, llegara a ocupar el trono, convirtiéndose en una de las reinas más célebres de la historia de Inglaterra, como Isabel I.

Isabel I. Darnley Portrait. NPG Londres

La carencia de datos que hay sobre Ana Bolena; las dudas sobre su fecha de nacimiento y el conocimiento de otras actividades que pudo llevar a cabo, se debe a la orden dada por Enrique VIII después de su muerte, de que fueran destruidos todos sus retratos y cualquier documento relacionado con ella.

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Ana Bolena había entrado en la corte inglesa en 1522, precisamente, como dama de la reina Catalina de Aragón. En 1525, Enrique se fijó en ella, y aunque estaba acostumbrado a cumplir sus deseos de forma inmediata, en este caso, tardó algún tiempo en ser aceptado por ella tras escribirle unas cuantas cartas.

Hace un año que fui herido por el dardo de vuestro cariño y sin la menor seguridad de si hallaré o no, un lugar en vuestro corazón y afecto. Esta incertidumbre me ha privado últimamente del placer de llamaros dueña mía, ya que no me profesáis más que un cariño común y corriente; pero si estáis dispuesta a cumplir los deberes de una amante fiel, entregándoos en cuerpo y alma a este leal servidor vuestro, si vuestro rigor no me lo prohíbe, yo os prometo que recibiréis no sólo el nombre de dueña mía, sino que apartaré de mi lado a cuantas hasta ahora han compartido con vos mis pensamientos y mi afecto y me dedicaré a serviros a vos sola.

Una de las cartas que Enrique VIII mandó a Ana Bolena. British Library

Se conservan diecisiete cartas que Enrique hizo llegar a Ana, y parece que fue una, fechada en 1527, la que provocó una respuesta positiva. En ella, Enrique VIII se comprometía definitivamente con Ana. Las pruebas de vuestro afecto son tales... que me obligan para siempre a honraros, amaros y serviros.

Poco después, Enrique solicitaba a Roma la anulación de su matrimonio con Catalina, argumentando que una norma bíblica prohibía el matrimonio con la viuda de un hermano, y Catalina lo era de Arturo.

La reclamación, aparte de los intereses políticos, resultaba absurda, tras haber obtenido antaño la necesaria dispensa por todos los medios a su alcance, fueran aquellos legales, o no.

La petición resultó en una crisis que acarreó la ruptura de Inglaterra con la iglesia de Roma, tanto en el aspecto religioso, como en el político. El proceso subsiguiente, desembocó en la llamada Reforma anglicana

El 25 de enero de 1533, Enrique se casó en secreto con Ana en la capilla privada que el rey tenía en el Palacio de Whitehall, en Londres, y Ana sería coronada el día de Pentecostés del mismo año. En el mes de abril, Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, declaró la nulidad de pleno derecho del matrimonio con Catalina de Aragón

Y en septiembre la reina dio a luz a su hija Isabel, la futura Isabel I de Inglaterra. Pero ello no causó ningún regocijo a Enrique VIII, que una vez más, veía frustrados sus deseos de tener un hijo varón. Después, tras la sucesión de embarazos o alumbramientos fallidos, se fue alejando de su antaño imprescindible esposa, de la que después se dijo que empezó por entonces a tener aventuras con ciertos miembros de la corte. Ambas circunstancias, al parecer, desembocaron en la tragedia que dio comienzo, para Ana, el día dos de mayo de 1536. 

Aquel día, la reina fue arrestada y conducida a la Torre de Londres, donde pasaría 17 eternos días con sus largas noches, sin ser informada de nada de lo que se tramaba contra ella. El día 19, como sabemos, varios soldados la condujeron al patíbulo, donde ella aseguró que el rey, para mí fue siempre bueno, y un señor gentil y soberano. 

En realidad, Ana sería la víctima de una especie de conspiración fabricada por su propio marido, que le procuró un proceso más que dudoso, y probablemente sostenido por enemigos personales de la reina, que ni siquiera tuvo el beneficio de un funeral, antes de ser depositados sus restos en la capilla de San Pedro Ad Víncula, precisamente la misma a la que irían a parar también los de otra de sus sucesoras, Catalina Howard.

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Retrato de Anne Boleyn pintado algunos años después de su muerte. Sus biógrafos piensan que es probablemente el más verídico -a pesar de toda clase de dudas-. Hever Castle, Kent. ca. 1534
ANNA.BOLINA ANG.REGINA

Anne Boleyn nació hacia el 1500 y murió en el cadalso, el 19 de mayo de 1536. Fue la segunda esposa de Enrique VIII de Inglaterra y reina consorte desde 1533 hasta su fallecimiento.

Su matrimonio con Enrique VIII está en el origen del complejo cambio político y religioso, y a menudo trágico, que fue la reforma anglicana. Acusada de adulterio, incesto y alta traición, fue ejecutada por decapitación. Hoy es generalmente admitido que era inocente de aquellas acusaciones y ha sido celebrada como mártir en la cultura protestante, específicamente, en la obra de John Foxe, quien escribió el famoso Libro de los mártires, un relato sobre los mártires cristianos a lo largo de la historia, con énfasis en el sufrido por los protestantes ingleses, desde el siglo XIV hasta el reinado de María I de Inglaterra, Tudor.

La falta de registros sobre Ana Bolena, causada por la orden de Enrique VIII, de destruir todo documento o imagen relacionada con ella, no permite establecer su fecha de nacimiento con exactitud y hace que casi todo lo que se ha dicho sobre ella, apenas tenga más base que la conjetura; algo que conviene tener siempre en cuenta acerca de casi todo lo que se refiere a ella.

A principios del siglo XVII, un historiador italiano sugirió que podría haber nacido en 1499, mientras que el hijo de Thomas More, William Roper, propuso la fecha muy posterior de 1512. En la actualidad, los círculos académicos, tienden a coincidir en un margen viable, entre 1501 y 1507.

Uno de las principales evidencias sobre este dato, es una carta que Anne habría enviado a su padre hacia 1514; escrita en francés, su segunda lengua, puesto que completó su formación en los Países Bajos, junto a Margarita de Austria. Parece que el estilo de la carta y la madurez de lo escrito, prueban que Anne debía tener alrededor de trece años cuando la escribió, ya que es, además, la edad mínima requerida para ser dama de compañía. La tesis es corroborada por un cronista de finales del siglo XVI, que escribió que Anne tenía veinte años cuando volvió de Francia.

Sin embargo, Jane Dormer (1538-1612), duquesa de Feria, que, a su vez, fue dama de honor de la reina María I, afirma en sus Memorias, que Anne aún no tenía 29 años cuando murió, y William Camdem (1551-1625), biógrafo de la reina Isabel I, propone 1507 como su año de nacimiento.

Anne era hija de Sir Thomas Boleyn y de su esposa Elisabeth Howard. La tradición apunta que su lugar de nacimiento fue el Castillo de Hever, en Kent, pero Eric Ives, apoyándose en testimonios próximos, afirma que Anne nació probablemente en la casa familiar de Blicking Hall, 25 km. al norte de Norwich, en Norfolk.

Un rumor muy posterior dice que sufría polidactilia –seis dedos en la mano izquierda- y que, además, tenía una mancha de nacimiento en el cuello, que siempre ocultaba con una joya, pero lo cierto es que todo esto suena a invento, ya que ningún testigo ocular menciona la menor deformidad y en absoluto habla de un sexto dedo en la misma mano. En todo caso, dado que las malformaciones físicas solían ser asociadas con el diablo, bien pudieron ser inventadas para ensombrecer la figura de la reina. En todo caso, es difícil imaginar que Anne Boleyn se hubiera atraído el amor de aquel rey -que anteponía sus deseos amorosos, incluso a la sensatez política-, si hubiera padecido alguna malformación.

Se cree que su hermana Mary, era la mayor, y, de hecho, la hija de Anne, la reina Isabel I, estaba convencida de ello. Su hermano, George Boleyn, debió nacer hacia 1504.

Cuando Anne nació, la familia Boleyn era considerada como una de las más respetables de la aristocracia inglesa, a pesar de que sólo detentaban un título de nobleza desde hacía cuatro generaciones. Más tarde, sus miembros fueron tachados de arrivismo y oportunismo, pero, evidentemente, se trataba de un ataque político. Entre los bisabuelos de Anne, había un lord alcalde de Londres; un duque, un conde, dos damas aristócratas y un caballero.

En definitiva, Anne, fue, sin duda, de más noble cuna que Catherine Howard, Jeanne Seymour y Catherine Parr, las otras tres esposas inglesas de su marido. En todo caso, Margarita de Austria, la hija de Maximiliano I, regente de los Países Bajos, valoraba a Thomas Boleyn muy positivamente, cuando aceptó a su hija como dama. Recordemos que la etiqueta borgoñona era más que estricta. Margarita solía llamarla la Petite Boleyn; no se sabe si se refería a la edad, o a la estatura. Ana vivió en los Países Bajos desde la primavera de 1513, hasta que su padre la envió a París, para proseguir sus estudios, en el invierno de 1514.

Una vez en Francia, también fue dama de compañía de la reina Claude de France, a la que servía, además, como intérprete, siempre que un visitante inglés se presentaba ante la corte francesa. Asumió con naturalidad la cultura y la etiqueta de aquel reino, mostró gran interés por la moda y prestó gran atención a la filosofía de la religión, que proponía una reforma en la iglesia. Su educación terminó en el invierno de 1521, cuando volvió a Inglaterra con su padre. Anne salió de un Calais, todavía en posesión de Inglaterra, en enero de 1522.

Un historiador que reunió toda la información disponible, dedujo:

Nunca fue descrita como de una gran belleza, pero incluso los que no la admiraban, admitían que tenía una notable apariencia. Su piel oscura y su pelo negro le daban un aura exótica en un contexto cultural en el que se apreciaba el tono claro. Sus ojos eran particularmente notables; negros y magníficos -según escribió un contemporáneo-, mientras que otro los describía como siempre atrayentes- añadiendo que sabía servirse de ellos con eficacia.

William Forest, autor de un poema contemporáneo dedicado a Catalina de Aragón, escribió:

El encanto de Anne no residía tanto en su apariencia física como en su viva personalidad, su gracia, su verbo y otras cualidades. Era de pequeña estatura y su fragilidad era atractiva… brillaba al cantar, tocando un instrumento, bailando, y en el arte de la conversación… No era sorprendente ver a los jóvenes cortesanos apresurarse a su alrededor.

Era -conviene resaltarlo-, una católica devota, pero dentro de la nueva tradición renacentista, por lo que, se dice, calificarla de protestante sería exagerado. Se mostraba inconstante; piadosa pero agresiva, calculadora, pero emotiva, con ciertos rasgos, más de cortesana que de política… Son los términos que empleó Thomas Cromwell para describirla.

Enrique VIII y Catalina de Aragón, su primera esposa

Cuando Ana Bolena llegó a la corte, Catalina de Aragón era muy popular, aunque hacía mucho tiempo que no participaba en actividades públicas. Sus posibles hijos habían muerto y Enrique VIII deseaba un varón que asegurara la continuidad de la monarquía, y sobre todo, para preservar al reino de una guerra civil a causa de la sucesión.

Ana se presentó en un baile de máscaras en la corte, en 1522. Por entonces fue cortejada por Henry Percy, hijo del conde de Northumberland, aunque no se sabe hasta qué punto llegaron tales cortejos, si bien es cierto que, incluso sus enemigos declararon que nunca fueron amantes. De cualquier modo, si acaso hubo un idilio, habría terminado ante la negativa rotunda del padre de Percy a aceptarlo, aunque también se dice que el cardenal Wolsey acabó con la relación, o con el simple rumor de que la hubiera, cuando supo que el rey Enrique se había enamorado de Ana, algo que otros niegan, considerando que, para entonces, Enrique mantendría una relación conocida con Mary Boleyn, la hermana de Ana.

Mary Boleyn. Retrato de autor desconocido

El poeta Sir Thomas Wyatt escribió que Ana era invulnerable y fuerte, además de sabía y silenciosa.

Thomas Wyatt. De Hans Holbein el Joven.

Aunque Wyatt era muy querido por Enrique VIII, cayó en desgracia cuando Ana Bolena fue acusada de adulterio, y Wyatt de ser uno de sus supuestos amantes, por lo que también fue encerrado en la Torre de Londres, si bien, fue el único que se libró de ser ejecutado, porque las pruebas al respecto no eran bastante convincentes, a pesar de, por las fechas, parece que él se habría enamorado de Ana antes que Enrique VIII la eligiera. Finalmente, Wyatt se casaría con Elizabet Brooke, en 1520 y recuperó el favor del rey, quien, tras reconocer su inocencia, le nombró embajador en España. Wyatt murió cuando iba a embarcarse para tomar posesión de su nuevo destino.

Mary, la hermana de Ana, habría sido durante un tiempo amante del rey, estando ya casada con Sir William Carey, del Consejo Privado del monarca.

Se dice que al principio Ana se negó a convertirse en amante real y rechazó los primeros intentos de Enrique: Imploro sinceramente a vuestra majestad que se detenga, y esta es mi respuesta, de buena fe: Preferiría perder la vida antes que mi honestidad. Pero parece ser que su rechazo no hizo sino acrecentar el deseo del rey que la persiguió sin cuartel, incluso cuando ella abandonó la corte para dirigirse a Kent. 

Hay historiadores que consideran que el rechazo de Ana fue sincero, pero otros creen que se trataba de una inteligente medida de seducción, originada en la ambición. El hecho es, que finalmente, Enrique le pidió matrimonio y que ella aceptó, aunque, en principio evitó las relaciones íntimas, sabiendo que si tenía un hijo antes de casarse, sería ilegítimo, lo que hace pensar que ello fue causa del empeño reforzado de Enrique, para divorciarse de Catalina de Aragón, aunque hay pruebas de que ya había planeado la anulación mucho tiempo antes. Lo cierto es, que fue en 1527 cuando la solicitó a Roma.

Al principio, Ana se mantuvo en un plano discreto, pero en 1528 se supo públicamente que Enrique quería casarse con ella y, en este sentido, Ana tuvo el apoyo de la familia y de la corte. En todo caso, ya desde el principio, Enrique VIII le procuró un altísimo tren vida, a base de vestidos, pieles, joyas, servidores, damas de honor y suntuosos alojamientos.

El Pontífice Clemente VII

En 1529, se tuvo la seguridad de que Clemente VII no tenía la menor intención de conceder a Enrique la anulación de su primer matrimonio. Una parte del problema era que Carlos V, sobrino de Catalina, tenía al papa prisionero. Cuando Enrique lo supo, comprendió que era poco probable que en aquellas circunstancias, lograra llevar a cabo su nuevo proyecto de matrimonio. Además, la iglesia estaba afrontando la reforma protestante y no podía permitirse la contradicción de anular un matrimonio para el cual se había concedido una licencia especial, sin dar a sus detractores razones evidentes para rechazar su autoridad. 

Entre tanto se iniciaron tratos secretos entre la reina Catalina y el papa Clemente VII, con el objetivo de enviar a Ana al exilio, pero cuando fueron descubiertos, Enrique VIII ordenó el arresto del cardenal Wolsey, que murió durante su traslado a la Torre, donde iba a ser ejecutado por traición, en 1530. Un año después, Catalina fue desterrada de la corte y sus residencias, entregadas a Ana.

Con la desaparición de Wolsey, Ana Bolena se convirtió en la persona más poderosa de la corte. su exasperación ante la negativa del Vaticano a reconocerla como reina, la incitó a proponer otra política a Enrique. Le sugirió que siguiera los consejos de los radicales religiosos, tales como William Tyndale, que negaba la autoridad del papa y creía que el monarca debía dirigir la iglesia. Y cuando murió William Warham, arzobispo de Cantorbery, Ana Bolena hizo nombrar limosnero a Thomas Cranmer, como nuevo consejero favorito del rey.

Durante aquel período, ella tuvo un gran papel en la posición internacional de Inglaterra, consolidando los acuerdos con Francia, a cuyo efecto, estableció excelentes relaciones con el embajador Gilles de Pommeraie, con cuya ayuda, organizó una conferencia internacional en Calais, en el invierno de 1532, conferencia en la que el rey esperaba obtener la colaboración de Francisco I en favor de su matrimonio.

Antes de marchar a Calais, el rey concedió a Ana el título del marquesado de Pembroke, y Ana fue la primera mujer inglesa que lo recibió; de hecho, el título era el de “marqués”. su padre, fue hecho conde de Wiltshire y de Ormonde, mientras que su hermana recibió una pensión de 100 libras, además de la oportunidad de enviar a su hijo para ser educado en un monasterio cisterciense de gran reputación.

La conferencia de Calais fue un brillante triunfo político, pues el rey de Francia –Francisco I-, aprobó la nueva boda de Enrique. Inmediatamente después de su vuelta de Douvres, Enrique y Ana se casaron en secreto. Poco después, cuando Ana descubrió que estaba embarazada, tal como preveía la costumbre inglesa, se celebró una segunda ceremonia en Londres, el 25 de enero de 1533.

Los acontecimientos se precipitaron. Ya el 23 de mayo de 1533, Thomas Cranmer, el arzobispo de Canterbury, a raíz de una audiencia particular del tribunal especial en la iglesia del priorato de Dunstable, declaró que el matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, era nulo y sin validez.

El día 28, Cranmer declaró que la boda de Enrique y Ana era válida. Tras siete años de relación, Ana se convertía en esposa legítima y reina de Inglaterra. Catalina fue despojada de su título, justo a tiempo para la coronación de Ana, el 1º de junio de 1533.

Como muestra de desafío al papa, Cranmer declaró que la Iglesia de Inglaterra quedaba bajo la autoridad de su soberano y no de la de Roma. Tal acontecimiento fue más tarde conocido como el Acta de Supremacía y marcó el fin de Inglaterra como país católico romano. Muy pocos en la época, pudieron alcanzar el profundo significado de este hecho, pero muchos menos estaban dispuestos a defender la autoridad el papa.

La reina Ana estaba encantada con la marcha de los acontecimientos, aunque no lo demostrara públicamente. Ella desaprobaba abiertamente el rechazo de la liturgia católica –el rey no le dejó elección-, aunque creía que Roma corrompía el cristianismo, pero el reflejo de su antiguo catolicismo seguía siendo evidente, por ejemplo, en su demostrada devoción a la Virgen María durante su coronación.

Una breve aventura del rey con una dama de la corte, provocó la primera disputa seria entre ellos. Ana tuvo una niña, el 7 de septiembre de 1533, en el palacio de Greenwich, a la que bautizó como Elisabeth, en honor de la madre de Enrique, Elisabeth de York. 

A pesar de su decepción, el rey le ofreció un magnífico bautizo e inmediatamente, le otorgó el señorío de Hatfield House, con su propio servicio. Allí, el aire del campo podía ayudar a un mejor desarrollo de la niña a la que Ana visitaba con mucha frecuencia. 

Había 250 personas a su servicio, desde clérigos, hasta mozos de cuadra, además de unas sesenta damas de honor, para servirla y acompañarla; varios sacerdotes como confesores y consejeros, entre ellos, el moderado Mathew Parker, que se convertiría en uno de los futuros soportes de la nueva iglesia anglicana bajo el reinado de Elisabeth I.

Ana salvó la vida de Nicolás Bourbon, condenado a muerte en un proceso de la Inquisición francesa, y este, agradecido, la denominó Reina amada por Dios. Asumió una posición favorable a una reforma religiosa, apoyando la traducción de la Biblia al inglés, pero no rechazó la doctrina católica de la transubstanciación. Además, sabiendo que su marido se oponía a la mayor parte de las reformas doctrinales propuestas por los luteranos, debía mostrarse prudente para conducir a Inglaterra hacia lo que comúnmente fue llamado el nuevo aprendizaje. Por otra parte, era generosa con los más necesitados, y a menudo proveía fondos para obras educativas.

Un grupo de jóvenes siguió frecuentando los apartamentos de la reina, donde seducían a las damas de compañía, y con su permiso, bailaban con ella misma, que nunca sobrepasaba los límites, ni permitía que nadie lo hiciera. Lo cierto es que aquella práctica no era una novedad, ya que un grupo de jóvenes similar había acompañado a Catalina de Aragón, en la década de 1510. Sin embargo, se utilizaría de manera nefasta contra ella, más tarde.

La vida conyugal de Ana se había vuelto tormentosa y el matrimonio real tuvo períodos de afecto y de calma, pero las repetidas infidelidades de Enrique ofendían a Ana, que reaccionaba llorando o con crisis de cólera ante cada nueva amante. Por su parte, a Enrique le irritaban las opiniones de Ana sobre política y religión. 

Su segundo embarazo terminó en un aborto involuntario en el verano de 1534 y el rey terminó por creer, o simuló creer, que su falta de aptitud para darle un heredero varón, era una auténtica traición.

El embajador de Francia notó la tensión existente entre los esposos en un banquete en 1535, y cuando se entrevistó con Ana en una velada posterior; ella le confesó que se sentía muy sola y era expiada por personas de la corte. Tal presión hizo estallar su cólera que se extendió a su tío, del que sospechaba que le era desleal. 

Por entonces, su hermana se casó con un plebeyo, y Ana la hizo desterrar de la corte sin contemplaciones. Después se volvió atrás en cierto modo y envió un magnífico jarro de oro y plata a los recién casados, pero no los invitó a volver a la corte.

Por otra parte, Ana se sentía afectada por el tiránico gobierno de su esposo, del que ella misma se hizo sospechosa, cuando supuestamente, convenció a Enrique para que firmara la sentencia de muerte de su antiguo consejero Sir Thomas Moro, cuando este se negó a romper su juramento de lealtad hacia el papa Pablo III. No hay pruebas y además parece poco lógico, porque él había reconocido a Ana como reina en el lugar de Catalina, y ella no tenía razones para desear su muerte.

Dadas las circunstancias de su matrimonio y el deseo casi desesperado de Enrique de tener un hijo, la sucesión de embarazos frustrados de Ana suscitó el mayor interés en la corte. Algunos estiman que pudo tener tres, todos terminados en aborto, de tan poco tiempo, que el sexo de los fetos sigue siendo desconocido.
Thomas Cromwell, en principio, amigo de Ana, participó después en el complot que causó su muerte

En enero de 1536, murió Catalina de Aragón. Al conocer la noticia, Ana y Enrique se pusieron ropa de color amarillo claro. Algunos historiadores opinan que tal elección fue una demostración pública de alegría, pero otros hacen notar que el amarillo era el color nacional del duelo en aquella época y que constituía una señal de respeto hacia el difunto. Es, además, muy dudoso que el matrimonio real decidiera celebrar públicamente la muerte de Catalina, pues Enrique la consideraba, a pesar de todo, como una noble princesa, viuda, además, de su hermano Arturo.

A raíz del embalsamamiento de Catalina, se observó que tenía el corazón ennegrecido, y aparecieron rumores de que había sido envenenada y Enrique y Ana eran los principales sospechosos. Por otra parte, tras el fallecimiento de Catalina, Ana trató, sin éxito, de acercarse a su hija, María.

El día de los funerales de Catalina, el 29 de enero de 1536, Ana abortó un niño. Para algunos observadores, esta dolorosa pérdida marcó el principio del fin de la pareja real. Lo que siguió, fue el período más controvertido y lleno de falsedades e inventos, de la historia de Inglaterra, en el que se mezclan, la tragedia personal, con la alta política de los Tudor. 

Por entonces, a George Boleyn, el hermano de Ana, se le denegó el título de Caballero de la Jarretera, que fue, sin embargo, otorgado a Edward Seymour, casualmente, hermano de Jeanne Seymour, la que se convertiría en tercera esposa de Enrique VIII. 

Mientras Ana aún se reponía de aborto, Enrique declaró que su matrimonio estaba maldito por Dios y Ana expresó en varias ocasiones, el sentimiento de que pronto sería repudiada.

Tras la muerte de Catalina de Aragón, la situación de Ana se volvió más precaria; durante su ascenso al poder y su breve reinado, se había hecho muchos enemigos en la corte y entre el pueblo inglés, que, en buena parte, seguía fiel a Catalina, a la que consideraba una víctima, no viendo en Ana más que una intrigante y una usurpadora.

Thomas Cromwell, ministro y consejero muy próximo al rey, empezó a buscar un medio para desembarazarse de Ana, parece que, en parte, por iniciativa propia, en parte esperando agradar al rey. Apenas tuvo dificultad para encontrar personas dispuestas a testificar en contra de ella y sus supuestos cómplices; así, su músico, Mark Smeaton, los cortesanos Sir Henry Norris, Sir Francis Weston y William Brereton; su propio hermano, George Boleyn y lord Rochford, fueron acusados de haber sido sus amantes y detenidos. Smeaton confesó bajo tortura, pero los demás negaron firmemente las acusaciones.

El 2 de mayo de 1536, Ana era detenida al medio día y llevada a la Torre de Londres, acusada de adulterio, incesto y alta traición. Enloquecida en un principio, pidió detalles sobre las acusaciones. Los cuatro hombres fueron juzgados en Westminster, el 12 de mayo de 1536 y declarados culpables, condenados a muerte. El hermano de Ana también fue condenado a la misma pena, tres días después.

Ana fue también juzgada en la Torre, el 15 de mayo. Durante el proceso, negó con vehemencia todas las acusaciones y se defendió con elocuencia, pero en vano. También fue declarada culpable y condenada a muerte, que podía ser por decapitación o en la hoguera, a elección del rey, que, a modo de clemencia, optó por la decapitación e hizo buscar un experto en el manejo de la espada, que vino expresamente de Calais, pues la espada se consideraba más noble y más eficaz que el hacha que generalmente se usaba en las ejecuciones en Inglaterra.

Los supuestos amantes de la reina fueron ejecutados el día 17 y el mismo día, el arzobispo Thomas Cranmer declaró la ilegitimidad del matrimonio de Ana con el rey, y por tanto, la de su hija Elisabeth.

Todos ellos podían haber sido culpables, o no; nadie puede asegurarlo, pero lo que resulta fuera de toda duda, es que el proceso fue completamente amañado para condenar a la reina a cualquier precio. 

Si hubiera estado penado el hecho de saber hablar francés en Inglaterra, tal vez Ana habría sido condenada por ello, pero había recursos más escandalosos y eficaces, aunque muchos se preguntaron cómo podía habérselas arreglado para cometer tantos adulterios, frente a un marido vigilante, acostumbrado a hacer ley de su voluntad, aunque fuera de la forma más arbitraria y escandalosa.

Ana fue ejecutada el viernes 19 de mayo de 1536. Todo el proceso, desde su encierro en la Torre, apenas había durado 17 días. El gobernador de la Torre describió así la escena de la ejecución:

Aquella mañana me mandó llamar, porque quería que la acompañara en la comunión, para que la gente comprendiera su inocencia, y me dijo:

-Mr. Kingston, he oído que no moriré antes del mediodía. Estoy decepcionada, porque pensaba estar muerta a esa hora, y haber olvidado ya mi sufrimiento.

Yo le dije que no sufriría, y me contesto:

-He oído que el verdugo es muy hábil y yo tengo el cuello pequeño-; rodeó su cuello con las manos y empezó a reír. 

He visto a muchas mujeres que iban a ser ejecutadas, y estaban terriblemente apenadas, pero a mí me parece que esta mujer estaba feliz a la espera de la muerte. Su limosnero se quedó a su lado hasta después de medianoche.

Finalmente fue llevada al cadalso –en la Tower Green-, dentro de la fortificación de la Torre de Londres. Ana llevaba una pequeña capa roja forrada de piel, sobre un vestido de seda gris. Llevaba los cabellos recogidos y su tocado francés habitual. Hizo una breve declaración.

Buen pueblo cristiano, he venido aquí para morir, porque según la ley y por la ley debo morir, así que no hablaré contra esto. Si he sido traída hasta aquí ha sido por la voluntad de Dios, pero no por haber acusado a nadie, ni por hablar de aquello de lo que he sido acusada y condenada a muerte, pero ruego a Dios que salve al rey y le conceda un largo reinado, pues nunca ha habido príncipe más dulce y clemente, y, para mí, ha sido siempre un buen y dulce soberano. Y si alguien se interesa por mi causa, le ruego que juzgue mejor. Con esto me despido del mundo y de todos vosotros y os pido, desde el fondo del corazón, que roguéis por mí.

Según la costumbre, perdonó al verdugo cuando este se lo pidió y solicitó a los asistentes que rezaran por el rey que es tan bueno. Y se arrodilló. 

No había tronco para apoyar la cabeza. Sus damas de honor le quitaron el tocado y le vendaron los ojos. Sus plegarias finales consistieron en repetir: A Jesucristo encomiendo mi alma; Jesús, recibe mi alma.

La ejecución fue breve; un solo golpe de espada. Según una leyenda, el verdugo dijo: ¿Dónde está mi espada? y la decapitó al instante.

A la otra orilla del Támesis, el teólogo reformador Alexander de Hales, acompañado por el arzobispo Thomas Cranmer paseaban por los jardines de Lambeth. Cuando oyeron los cañones que anunciaban el fin de la ejecución, el arzobispo levantó los ojos al cielo y declaró: Era una reina inglesa en la tierra y ahora es una reina del paraíso. Después se sentó en un banco y lloró.
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El gobernador tampoco había previsto un ataúd para Ana y su cuerpo y la cabeza fueron colocados en un baúl de flechas y enterrados sin ceremonia en la capilla de St. Peter ad Vincula, en el recinto de la Torre

Capilla de San Pedro ad Vincula, vista desde la plaza de ejecuciones situada en el prado de la Torre; Tower Green

Sus restos fueron identificados durante la restauración de la capilla, en el reinado de Victoria y hoy están identificados con una placa de mármol en el suelo.

El embajador del Imperio, Chapuys, uno de los principales actores de su caída, escribió después al rey a modo de condolencia: Más de un hombre bueno y grande, incluso entre los emperadores y los reyes, ha sufrido a causa de la astucia de malas mujeres. Y a fin de demostrar que no lamentaba lo ocurrido, el rey le dijo que Ana había tenido al menos, cien amantes. 

Más tarde, Chapuys escribió al emperador Carlos V: Jamás veréis a un príncipe, ni a cualquier otro hombre, hacer más ostentación de sus cuernos y llevarlos con tanta serenidad.

Los historiadores siguen debatiendo para hallar la verdadera razón de la caída de Ana Bolena y se han formulado algunas teorías al respecto. 

La más tradicional, sostiene que fue víctima de la crueldad de su marido, y que el hecho de que fuera incapaz de darle un heredero varón, ya indicaba que Enrique no ahorraría los medios para desembarazarse de ella.

El historiador del siglo XX, Geoffrey Elton, sostenía que Ana y cinco hombres fueron muertos legalmente sólo porque el rey deseaba volver a casarse, y que Enrique VIII tenía tal falta de escrúpulos, que prefería parecer un marido engañado, o la víctima de un embrujo, con tal de lograr sus fines.

La teoría más extendida sostiene que Ana fue destronada por un complot orquestado por sus enemigos. Una alianza con España se hacía entonces deseable por ciertas razones y Ana era tan mal vista por la familia real española, que su presencia se hizo molesta. Thomas Cromwell, antaño su amigo, decidió que debía desaparecer y estaba dispuesto a sacrificar cinco hombres inocentes para lograr sus fines.

Otro historiador británico, George W. Bernard, es el único que sostiene la tesis de la traición y el adulterio, En 1991 escribió: La posición más segura para un historiador moderno, es afirmar que Ana cometió adulterio verdaderamente, con Norris, y brevemente, con Smeaton y que había suficientes pruebas de hecho, para dudar de la negativa de los demás.

Anna Bolena, descendía, por su madre, de Thomas de Brotherton, conde de Norfolk, hijo de Eduardo I de Inglaterra y de Margarita de Francia, nieta de San Luis, siendo, por lo tanto, Capeto y, además, prima lejana del propio Enrique VIII.


Anne thye quene; The Queen




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