domingo, 30 de septiembre de 2018

La Ulixea *ODISEA* de Homero traducida (por primera vez) de griego en lengua castellana por el secretario Gonzalo Pérez



Anverso de medalla conmemorativa con el busto de Gonzalo Pérez.
Museo Arqueológico Nacional. (MAN) Madrid


Gonzalo Pérez fue un notable humanista, autor de la primera traducción de La Odisea de Homero al castellano y propietario de una de las mejores bibliotecas de su tiempo.

Es, en cierto modo, inconcebible, el escaso eco que ha tenido y tiene su extraordinaria labor de traducción, algo que, tal vez sólo se explicaría por el exceso de ruido levantado posteriormente en torno a su hijo, el celebérrimo Antonio Pérez, cuando se enfrentó a Felipe II.

Hay, sin embargo, mucho que decir, o recordar, en torno a ambas figuras, ya que, a pesar de que están muy documentadas, sigue habiendo muchas e importantes dudas, como es la posibilidad de que los personajes a los que nos referimos no fueran padre e hijo, por ejemplo, aunque como tales pasaron a la historia, o también, si Antonio Pérez fue, o no, responsable de cuanto se le acusó. Todo se verá.

Empezaremos, pues, por el padre, Gonzalo; casi desconocido, o desconocido para muchos, a pesar de lucir, brillantemente, el honor y el mérito de haber sido el primer traductor de La Ulixea al castellano; conviene recalcarlo, puesto que sí había traducciones latinas, pero no en lenguas vernáculas, motivo por el que muy pocos tenían formación suficiente para leerlas, y, por lo tanto, no conocieron La Odisea hasta que se publicó la traducción de Gonzalo Pérez.

Con todo, antes de entrar en el tema de la traducción de La Odisea, parece lo más indicado, ofrecer algunos datos sobre su autor, quien, como se verá, atravesó de forma importante, aunque más bien silenciosa, los reinados de Carlos I y Felipe II, siendo, en la práctica administrativa, la mano derecha de ambos.

Parece, pues, recomendable ofrecer algunos apuntes biográficos sobre este autor, y para ello, nos serviremos, en primer lugar, de un resumen extraído de la Breve Noticia de Gonzalo Pérez, publicada en el tomo XIII de la gran Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (CODOIN).

CODOIN XIII


Para dar una breve noticia de Gonzalo Pérez, me he valido casi por entero de los papeles inéditos que se han servido franquearme el señor D. Eugenio Llaguno y Amírola, dignísimo sucesor de Gonzalo Pérez en el mismo empleo de secretario de estado, y el señor D. Juan Antonio Pellicer y Saforcada.

El padre de Gonzalo fue secretario de la Inquisición de Logroño, y estando en Segovia se casó con una señora de la familia de los Hierros, una de las más antiguas y principales de aquella ciudad, de lo que, además de asegurarlo los historiadores, tenemos en las Relaciones de Antonio Pérez una prueba legal e incontrastable. Sin embargo, no se sabe exactamente, ni la fecha ni el lugar de su nacimiento.

Esta es que habiendo sido Bartolomé por dicho casamiento suspendido del oficio de secretario hasta que se hiciese información del linaje de su muger, según era costumbre en aquel empleo por muy conocida que fuese una persona; hecha la información le fué restituido el oficio, dando á entender con esto que ni por parte de los padres, ni de los abuelos, ni aun de mas lejos, se habia hallado en ella mancha ni impedimento alguno.

Gonzalo fue enviado a Lisboa, á negocio de mucha importancia, como fue el casamiento del príncipe de España D. Felipe hijo de Carlos V, que después se efectuó en el año 1544 en Salamanca con la infanta Doña María.


María Manuela de Portugal (1527-1545), primera esposa de Felipe II, hija del rey Juan III de Portugal y de la reina Catalina de Austria -hija póstuma, esta última, de Felipe El Hermoso y la reina Juana-. MNP

De lo único que no hay duda, es de que era aragonés, sin cuya circunstancia su hijo Antonio no hubiera después causado las grandes revueltas que se saben en aquel reino, fundadas todas en ser de linaje aragonés y de padre reconocido como tal.

Tampoco se sabe mucho sobre sus estudios, excepto que fue colegial del ilustre y antiguo colegio de Oviedo en Salamanca, donde aprendió las lenguas latina y griega, de lo que dejó una prueba convincente en varios libros, que se conservaban en la biblioteca de dicho colegio, acotados a la margen de su misma mano con anotaciones escritas en caracteres griegos.

Nunca se casó, aunque no dejó de pagar tributo á la fragilidad de la naturaleza humana, y á la libertad de costumbres de aquellos tiempos y asegura el cronista L. Leonardo de Argensola en un manuscrito de la Biblioteca Real, teniendo, de su relación con una mujer de Castilla, al famoso Antonio Pérez, tan conocido por su valimiento, como por sus desgracias, á quien pudiera muy bien aplicarse lo que los antiguos dijeron de Mario que había sido la pelota de la fortuna. 

Algunos le hacen sobrino de Gonzalo y no hijo, inducidos en este error por algunas cartas del mismo Gonzalo donde le da aquel título, seguramente por disimular su juvenil flaqueza; pero es indudable que fue hijo suyo; el mismo Antonio Pérez repetidas veces le llama y reconoce por padre, tanto en sus cartas como en su Memorial y en sus Relaciones.

En el año 1538 ya era capellán del Emperador Carlos V, y arcediano de Villena. Consta que Carlos V le tuvo en gran aprecio, y lo demuestra el hecho de nombrarse Secretario de Estado, poniendo en sus manos negocios de la mayor importancia. 

Don Carlos también lo hizo Secretario íntimo y Consejero a su hijo Felipe II, siendo, como escribiría Antonio Pérez, el primer secretario que tuvo Felipe II, y tan el primero que á este Rey enseñó á formar el rasgo de su propio nombre, es decir, la firma, tan conocida después por toda Europa. 

Además, acompañó a Felipe II en casi todos sus viajes: a Lisboa, como hemos dicho, el año de 1544 con ocasión de su casamiento con la infanta de Portugal; en 1547, o a las cortes que, por ausencia del Emperador, celebró Felipe II en Monzón.

Sería precisamente aquel año, 1547, el 25 de noviembre, cuando Felipe II le concedió licencia para que imprimiese los trece primeros libros de la Ulisea de Homero, traducidos por él en castellano, aunque no vieron la luz pública hasta 1550. El privilegio correspondiente, dice así:

"El Príncipe—Por cuanto vos Gonzalo Pérez arcediano de Sepúlveda, secretario del Emperador y Rey mi señor, me habéis hecho relación que vos habéis traducido de griego en nuestra lengua castellana los libros que Homero escribió, intitulados la Ulixea, y los queríades imprimir, suplicándonos que habiendo respeto á lo que en ello habéis trabajado, fuésemos servido de daros licencia y mandásemos que vos ó quien vuestro poder hubiere, y no otra persona alguna, los pudiésedes imprimir, é impresos vender en los nuestros reinos de la corona de Castilla ó como la nuestra merced fuese; y Nos acatando lo susodicho, tenérnoslo por bien etc.—Fecha en Monzón de Aragón á 25 dias del mes de noviembre de mil y quinientos y cuarenta y siete años.—Yo el Príncipe—Por mandado de su Alteza—Juan Vázquez."

Después de las cortes de Monzón pasó D. Felipe á Flandes, y después a la dieta de Augusta –Augsburgo-. 

De allí volvió don Felipe a España en 1551, donde permaneció hasta 1554, año en que viajó a Inglaterra para casarse con la Reina Doña María hija de Enrique VIII y de Catalina de Aragón -hija, como sabemos, esta última, de los reyes Isabel y Fernando-; siempre en compañía de Gonzalo Pérez.


María Tudor, de Anthonis Mor. Museo Nal. del Prado (MNP)


No obstante haber sido el depositario de los consejos secretos de Carlos V con Felipe II, los cuales guardaba por escrito, supo conservar intacta la gracia de ambos soberanos, sin dar el menor motivo de queja ni al uno ni al otro: ejemplo raro en las cortes, y mucho mas en la de Felipe II, príncipe, como todo el mundo sabe, de los mas sospechosos y desconfiados que cuenta la historia. 

Cuando el Emperador renunció pública y ceremoniosamente, a todos sus reinos en favor de Felipe, su hijo, intervino también Gonzalo Pérez a este grande y memorable acto, reservando para Gonzalo la dirección de la abadía de San Isidoro en la ciudad de León, en 1556.

En 1559 volvió Gonzalo a España en compañía de Felipe II, donde -según lo asegura el señor Pellicer en su citado artículo inédito-, perseveró hasta su muerte, siendo el primero y el único Secretario de Estado, aunque Antonio dirá más tarde que sólo fue Secretario, precisamente, hasta 1559. Hasta la fecha, no hay forma de conciliar ambos datos, si no es por deducciones, entre las cuales, estaría la posibilidad de que compartiera el cargo, precisamente, con su hijo Antonio, bien porque el Rey Felipe enamorado de la viveza de ingenio que mostraba el mancebo, y movido de los informes que de su excelente educación le habia dado el príncipe Rui Gómez de Silva, mandó á su padre que le trajese á la corte y le emplease en el Real servicio. De hecho, al fallecer Gonzalo, Antonio le sucedió inmediatamente en el cargo de secretario de los negocios de Italia.

Sea como fuere, lo cierto es que cuando empezaron las revueltas de Flandes, donde tras la venida de Felipe II á España, había quedado como gobernadora su hermana Doña Margarita de Austria, y por primer ministro el cardenal Granvela, de la correspondencia entre el Rey y la Gobernadora; se encargó enteramente Gonzalo Pérez.

No parece, sin embargo, que el agradecimiento de su señor, correspondiese á tan señalados servicios, pues a pesar de tantos años de trabajo, Gonzalo no obtuvo otro premio que el de una pieza eclesiástica en Vallecas en 1559.

Sin embargo el Rey Felipe juzgó tan bien pagado el mérito de su secretario, que habiendo solicitado la Gobernadora de Flándes y el cardenal Granvela en Roma, que se le promoviese al capelo, escribió Felipe II al Papa de su propio puño que no lo hiciese, bien porque no queria perder un ministro tan hábil, bien porque mas amante de sí mismo que del ministro, queria asegurar con la pobreza el servicio de este, ó lo que sería mas conforme á su modo de pensar, porque no miraba con buenos ojos que uno de sus criados fuese deudor á otros personajes del adelantamiento de su fortuna.

Resentido Gonzalo de este proceder, escribió a sus dos valedores varias cartas sobre el asunto, las cuales hacen ver que el aire de la corle no había entorpecido en su corazón aquel espíritu de generosa libertad que caracteriza los verdaderos y honrados ministros.


Antoine de Perrenot, Cardenal Granvela. De Anthonis Mor

“Doy á V. S. Rev.ma -decía en carta al cardenal de Granvela- las gracias por la merced que le debo por escribir de su propia mano en el negocio de Roma, en que menos me parece que se trata de mi bien particular, que del general del estado. El Rey se ha quedado con la carta de V. S. Rev.ma y con la de Madama; pero mientras este Papa viva, no tomará resolución. Por lo que mira á mí, esperaré, y veré si el Rey me provee alguna abadía, ó me da alguna pensión de sustancia; y si no hiciese ni lo uno ni lo otro, tomaré mi determinación porque estoy cansado de servir sin favor, sin honor y sin provecho, especialmente en este tiempo en que todo amenaza ruina. Si el Rey no quiere que me retire porque me tiene por necesario, yo me emplearé todo en su servicio; pero á lo menos ya que no quiere hacerme bien, no impida que otros premien los servicios que hago á su Majestad, como lo ha ejecutado escribiendo al Papa en punto del capelo. 

Ahora estoy resuelto á dejarlo todo. No niego que pasará muy bien sin mí; pero tendré el consuelo de haberme desengañado; y después de haber perdido tantos años, pasaré con sosiego el resto de mi vida, cosa inestimable y sin comparación de mas aprecio que cualquiera otra fortuna."

Y habiéndole respondido el cardenal que tuviese paciencia y diese tiempo al tiempo, Gonzalo Pérez le replicó del tenor siguiente: 

"No ignoro que con el tiempo se viene á conseguir lo que se desea; pero también se necesita hallarse el hombre en estado de esperar con paciencia.

Ya no pienso en capelo; y por otra parte las cosas de la iglesia van de modo que es mucho mejor no tener parte en ellas y estar lejos. Por lo cual ruego á V. S. Rev.ma, no escriba mas sobre este particular, y que desista ya de este negocio. Dios no quiere que se logre, ni yo tengo las prendas necesarias para esta dignidad, en cuyo conocimiento está sin duda el Rey que me conoce mejor que nadie. Su Majestad imagine que me será muy honroso el morir mero secretario; pero prometo á V. S. Rev.ma que no moriré en este cargo."

Todavía es mas desahogada y libre la carta que ahora sigue, escrita sobre el mismo asunto á la Gobernadora de Flandes Doña Margarita de Austria.


Margarita de Austria, en hábito de viuda. Bernaerd van Orley. 
Reales Museos de BBAA de Bélgica


"Dias pasados –dice-, escribí á V. A. dándole las mas rendidas gracias por la bondad con que se dignó escribir de su propia mano al Rey, persuadiendo á S. M. que me hiciese alguna otra merced supuesto que no es servido de que yo pretenda el capelo; y ahora vuelvo á agradecer á V. A. este favor que yo reputo por tan singular y grande, que no pienso hallar nunca camino como agradecerlo debidamente.

Pero al mismo tiempo ha hecho V. A. dos servicios al Rey: el uno proporcionando á S. M. el medio de aquietar su conciencia, pues hace treinta y siete años que sirvo tanto al Rey como al Emperador, su padre, de gloriosa memoria, y no les he debido á sus Majestades otra gracia que la de cerca de dos mil ducados de renta, y aun esta proviene de beneficios eclesiásticos, bien que haigan colmado de mercedes á otros muchos que han venido á su servicio mucho después que yo, y que no han manifestado en él ni mas suficiencia ni habilidad, ni mas fidelidad, celo y aplicación. 

El otro servicio que V. A. ha hecho á S. M. trayéndole á la memoria el pensamiento de favorecerme, es que si así no lo ejecuta, me veré precisado á renunciar mi empleo indefectiblemente, pues tengo ya tomada mi resolución: resolución que V. A. me ha apoyado, y á la que me ha determinado. No falla quien ha persuadido al Rey, ó S. M. se lo persuade á sí mismo, que mientras yo no salga de pobre, me veré obligado á servirle por pura necesidad; pero vive S. M. equivocado, y antes sucederá acaso todo lo contrario. El Rey no perderá mucho en ello, pues los servicios que yo le hago son de poco momento; sin embargo pasarán muchos años antes que vuelva á adquirir otro criado de tanta fidelidad y experiencia.

Veo no obstante que yo serviré, y aun moriré sirviendo mientras no llegue á desengañarme plenamente. Persuádase V. A. que esto no puede durar mucho tiempo. Asi que ruego á V. A. tanto por hacerme merced según sus inclinaciones naturalmente benéficas, como por hacer á su grande hermano un servicio, á la verdad no pequeño, no deje V. A. de llevar adelante lo comenzado, pues no me hallo ya en estado de esperar mas, ni de ver que no obstante las muchas ocasiones que se ofrecen cada dia, yo me quede siempre atrás.

Dígnese V. A. de perdonarme la confianza que me tomo de hablar á V. A. en mis intereses: esta será la última vez que importune á V. A. Y pues el Rey no permite que los extraños me favorezcan, ni S. M. lo hace por sí, ni aun se digna de emplearme en mí lo que franquea al primero que llega; yo sabré pasarme sin ello. Yo procuraré vivir con tranquilidad, y gracias á Dios me siento con bastante fortaleza de alma para pisar el favor y los empleos, bien que sé servir cuando se me trate como merece un buen criado.

Por último no puedo disimular á V. A. que el Rey tiene pocos ministros que le sirvan con el amor que yo, ó por mejor decir son tan pocos que se pueden contar con los dedos. Digo esto á V. A. porque la considero obligada no solamente á mirar por las provincias que gobierna, sino también por todo lo que concierne á su dignísimo hermano, de cuya vida y prosperidad depende la dicha de V. A. y la de sus hijos.
Soy etc."

Pero no parece que las amenazas de dejar la corte, y el servicio del Rey tuviesen efecto, y se puede creer que el deseo de renunciar su empleo no era sincero, porque cuando el duque de Alba sucedió á Margarita en el gobierno de Flándes, propuso á Gerónimo Sayas, oficial de la secretaría de estado, para el cargo de Gonzalo Pérez, lo que sabido por este, frustró con destreza los proyectos del duque, y aun lo comunicó con su amigo el cardenal Granvela, como consta por la siguiente carta:

"El duque de Alba ha querido jugarme una pieza; pero entienda que yo tengo los huesos muy duros, y él los dientes muy tiernos para quebrantármelos. Téngole prevenido un sobrino, que sabrá vengarme de todos los lazos que me arman: criéle con sumo cuidado, y le voy instruyendo poco á poco en el manejo de los negocios: es mozo de grande ingenio, y espero que saldrá excelente en este arte."

Este sobrino era su hijo Antonio Pérez, á quien Gonzalo llamaba así por los motivos ya apuntados. En las cartas precedentes hemos seguido literalmente la traducción que de ellas hace el señor Pellicer en su citado artículo. Dice este erudito haberlas sacado de la versión francesa del Padre D. Próspero Levesque, monje benedictino, en sus memorias del cardenal Granvela, quien halló dichos documentos en la colección de cartas y papeles de estado que la corte de España y sus ministros escribieron al cardenal, y este á ellos.

Conviene recordar esta no velada amenaza, que tal vez contribuya al entendimiento del drama mortal sucedido después entre Antonio Pérez y Felipe II; aunque aquí se refiera al duque de Alba, Gonzalo escribe específicamente, que su sobrino sabrá vengarle y, que, para ello, le va instruyendo poco a poco.

Volviendo a la biografía de Gonzalo Pérez, tampoco se sabe exactamente la fecha de su muerte; pero se colige que debió de ser á fines del año 1565, ó antes de octubre de 1566, porque á 19 de noviembre del 65 leyó en Toledo en presencia de S. M., de la Real familia, de los príncipes de Bohemia, y de muchos personajes de la corle, la donación que hizo Felipe II á aquella primada iglesia y su cabildo del cuerpo de San Eugenio; pero á principios de octubre de 1566 ya estaba Antonio Pérez en el empleo de su padre, asistiendo á la junta que aquel mes celebró Felipe II para las cosas de Flandes. 

Cabrera ofrece sobre este punto algunas particularidades curiosas que aquí se omiten, porque pertenecen mas á la vida de Antonio Pérez que alas de su padre Gonzalo.

Fué Gonzalo Pérez tenido en mucha consideración por los sujetos mas distinguidos en literatura, así españoles como extranjeros.

Antonio Pérez habla de la copiosa y selecta librería, que su padre se había ido formando durante su vida. 

"La librería de Gonzalo Pérez mi señor y padre, era célebre y rara de libros antiquísimos, latinos y griegos. Singular librería, porque una parte de ella fue la del duque de Calabria que murió en Valencia, que la dejó en su testamento á mi padre… Otra parte era de libros de mano, griegos, muy antiguos, que mi padre fue recogiendo en su vida y en el curso de su fortuna, de abadías de Sicilia, y de otras partes de Grecia. Tal era la librería, que el Rey D. Felipe II, me la pidió, muerto mi padre, para San Lorenzo el Real donde agora está. Tan rara que quiso primero el Rey hacerla apreciar para ver lo que recibía. Dio el cuidado desto al secretario D. Antonio Gracian, y al maestro León de Salamanca, aquel gran varón teólogo y griego… Entre aquellos libros habia y hay las obras de San Juan Crisóstomo, de mano antiquísima. En ellas están todas las impresas, y otras que no lo están hastagora, ni se conoscen."

Decía así el maestro León que era muy mi amigo –continúa Antonio Pérez-: Señor Antonio, poned vos de vuestra parte este libro; yo de la mia mi persona y trabajo: yo me iré á París y imprimiré todas estas obras, y os aseguro que nos valdrá el negocio mas de cincuenta mil escudos; y sea la ganancia á medias demás de la mayor que es el servicio de Dios, su gloría y la de sus santos, y el beneficio común.

Algunas de las obras citadas no se hallan hoy día en el Escorial, ni tampoco un excelente Plinio escrito en vitela, del que hace mención Ambrosio de Morales, y que se contaba entonces entre los libros raros de Gonzalo Pérez. Se atribuye la falta á alguno de los varios incendios que ha padecido la Real biblioteca del Escorial.

Pero el monumento más clásico que existe de su ingenio consiste en la versión de la Odisea de Homero. Salió la primera vez á la luz pública con este título: De la Ulixea de Homero trece libros traducidos del griego en romance castellano por Gonzalo Pérez. En Salamanca en casa de Andrea de Portonariis año de 1550. En octavo grande. 

Parece que Pablo Manucio tuvo pensamientos de reimprimirle en Venecia, según lo expresa el mismo en una carta latina escrita á Marco Antonio Natta; pero no consta que lo haya efectuado. 

Lo ejecutó después Alfonso de Ulloa, publicando de nuevo en aquella ciudad la versión castellana de los mismos trece libros en 1553, dedicándola á su mismo autor Gonzalo Pérez.

Algunos años después concluyó el traductor los once libros que le quedaban, enmendó y corrigió en varios lugares los antecedentes, y dedicando también toda la obra á Felipe II, ya Rey, la publicó entera con el siguiente título: La Ulixea de Homero traducida de griego en lengua castellana por el secretario Gonzalo Pérez. Impresa en la insigne ciudad de Anviers en casa de Juan Steelsio 1556: cuya edición se repitió de nuevo en Venecia en 1562 por Francisco Rampazeto, y finalmente en Madrid en la imprenta de Francisco Xavier García, año 1767, en dos tomos en 8º.



Repitióse esta edición dentro del mismo año en Anvers en casa de Juan Steelsio.
* * *


Finalizaremos estas noticias con una pequeña pieza castellana que se han podido sacar de los autores contemporáneos. Se trata de un soneto que Gonzalo escribió hizo á la muerte de Doña Marina de Aragón, hija de los duques de Villahermosa y condes de Ribagorza, dama de la Emperatriz Doña Isabel, muy celebrada en palacio por su singular hermosura, pero que murió en la flor de su edad sin permiso de casarse con quien deseaba. 

Se imprimió en León de Francia año de 1549 y su título es el siguiente: Soneto á forma de emblema del muy magnífico y muy R. señor G. Pérez á la muerte de Doña Marina de Aragón.

¿Quién yace aquí? Yo soy Doña Marina.
¿Qué sangre? De Aragón, que no debiera.
¿Porqué? Porque quizá mejor me fuera,
Y no acabara en suerte tan malina.

¿Qué fué tu vida acá? Con la divina
Emperatriz viví, que su dama era.
¿Fuiste casada? No: bien lo quisiera.
¿Pues quién te lo estorbó? tú lo adivina.


¿Viviste descansada? Ni aun un hora.
¿Fuiste hermosa? No sé: el mundo lo diga.
¿En qué edad acabaste? Mal lograda.


¿De qué mal? De dolor. ¿Fuiste señora?
Ni a-un de mi libertad; y ansí en fatiga
Llegué á la triste y última jornada.
• • •


La primera traducción de la Odisea fue hecha al alemán, en prosa, y realizada por Simón Schaidenreisser, y publicada en 1537. Es la única que precedió. en una lengua vernácula, a la de Gonzalo Pérez.

La Ilíada, en verso, también en alemán, es de Johann Spreng, en 1610.

La primera Ilíada en francés, en prosa, es de Jehan Samxon, de 1530 y la Odisea, también en prosa, de Salomón Certon, en 1604.

En inglés, hay una versión parcial de la Ilíada realizada por Arthur Hall (Ilíada I-X), de 1581; y otra, ya completa, de George Chapman, que es de 1611. El mismo, tradujo también parte de la Odisea en 1614-15, las dos en verso.

En Italia, la Ilíada completa, es obra de Giambattista Tebaldi, en 1620, y la Odisea completa, de Ludovico Dolce, del año 1573, ambas, en “ottava rima”.

España: después de la traducción completa de la Odisea, de Gonzalo Pérez, de 1566, Ignacio García Malo tradujo la Ilíada, también completa, en 1788.

La de G. Pérez es, por tanto, la primera en castellano y la segunda en una lengua vernácula, publicada en Europa.

Recordemos igualmente, que se le adelantó una “Ilíada en romance”, producida dentro del círculo del Marqués de Santillana; una traducción en prosa de los libros, I a IV y X, pero hecha a partir de la versión latina de Pier Candido Decembrio, a la que se adjuntó una traducción de la Ilíada, Canto IX, vv. 222-605, de las “Orationes Homeri” de Leonardo Bruni.

Una Ilíada, también anterior, de Juan de Mena fue muy apreciada, pero también procede de una versión latina.

La Ulyxea de Gonzalo Pérez, por lo demás, fue dada a conocer en dos partes; la primera, conteniendo los Cantos I-XIII, y publicada en Salamanca en 1550, por Portonaris. Salió el mismo año de las prensas de Jan Steels en Amberes, siendo reeditada tres años después en Venecia.

La traducción completa, como hemos visto, se publicó en Amberes, en 1556 y en Venecia, en 1562, ya revista por el autor, y definitiva. No se volvería a imprimir hasta 1767.


• • •

Gonzalo Pérez, dedicó su obra a su entonces joven “alumno”, Felipe II, porque en opinión del autor, necesitaba conocer algunos casos concretos del comportamiento humano… y la Odisea puede servirle muy bien para este efecto.

De esta manera, podrá ver en su lengua lo que tantos Emperadores, Príncipes y varones señalados leyeron en griego.

Después de dos mil y ochocientos años que se escribió, se puede traducir en nuestra lengua y propiamente, verse ha que no es por falta della no tener nosotros tan buenos, o mejores libros que las otras naciones, sino por nuestra flojedad, y por tener poco cuidado del bien público, y ser más inclinados a la guerra que a los estudios.

Con excelente criterio, Gonzalo Pérez optó por traducir en endecasílabos libres, con lo que liberó su traducción de las forzadas rimas que se vieron después en otras traducciones, manteniendo así más libertad para emplear el bello y claro castellano que dominaba con tanta habilidad, trasladando fielmente el sentido de las expresiones homéricas, aunque en algunas ocasiones se viera obligado a simplificar y en otras, a ampliar algunas expresiones del original, pero siempre manteniendo la máxima literalidad posible, sin forzar, ni disfrazar el propio idioma. 

Podemos hallar en su texto numerosos ejemplos en este sentido, pues hay notables estudios, que, al mismo tiempo, ofrecen gran seguridad respecto al hecho de que, prácticamente, Gonzalo Pérez no se basó, como era común en la época, en ninguna de las traducciones latinas precedentes, que, al parecer, en general, pecaban más bien de una muy forzada literalidad.

Todo lo dicho –y esta es una apreciación personal, aunque la considero fundada-, nos lleva a una interesante conclusión, como lo es el hecho de que la traducción de la Odisea de Gonzalo Pérez, confirma al ministro de los dos primeros monarcas de la Casa de Austria, como un verdadero poeta, hasta el punto de que algunos investigadores, consideran probada su evidente influencia en generaciones posteriores de poetas, entre los cuales se cita, por ejemplo, al gran Góngora.

• • •

Una parte de la investigación posterior, siguiendo a Menéndez Pelayo, asegura que no nació Gonzalo Pérez en la villa de Monreal de Ariza, sino en la ciudad de Segovia y que era, o tenía, más de cortesano que de clérigo, ya que ingresó muy pronto en el despacho del Comendador Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, y añaden que la madre de su hijo Antonio, fue María de Tovar, una mujer casada, motivo principal de su gran discreción al respecto. 


Aseguran, igualmente, que su inquina hacia el duque de Alba fue provocada por este último, que intentaba a toda costa alejarlo del rey, después de 41 años de servicio. Al final, le sucedería el también famoso secretario Eraso.



Añaden, además, que mantuvo estrecha relación con los más célebres humanistas de su generación, como lo fue, sin duda, Juan Ginés de Sepúlveda, y que su biblioteca fue realmente importante, ya que en ella reunió ediciones de la del Duque de Calabria, así como numerosos manuscritos griegos y latinos que había traído de abadías de Sicilia, y del Monte Athos. Esta biblioteca, pasó finalmente, a formar parte de la de El Escorial, como sabemos y como lo afirmó Antonio Pérez en su día.


Esta versión de Homero fué la primera que en lenguas vulgares se dió a la estampa (según mis noticias): honra no pequeña para nuestra patria. Está hecha directamente del griego, como puede cualquiera fácilmente comprobarlo y como reconocieron los doctos helenistas Páez de Castro y D. Juan de Iriarte, no de la interpretación latina de Henrico Stéphano, como otros aseveran, por más que parezca indudable que el traductor la tuvo muy presente y aun la siguió de cerca en los pasajes difíciles, escribe Menéndez Pelayo, según cuya opinión, Gonzalo Pérez no sobresale tanto en la traducción de las arengas como en las descripciones, aunque conserva siempre su sencillez encantadora.


En el siglo pasado –XVIII; el autor escribe en 1876- fue muy leída y estimada esta Ulyxea. Y añade que, el notable estético jesuita Arteaga escribió unas noticias biográficas del traductor y juicio de su trabajo, publicados en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, que es la que da comienzo al presente artículo.


Gonzalo Pérez murió en 1566.

● ● ●

Precede a la Ulyxea de Gonzalo Pérez una dedicatoria al príncipe Don Felipe, que en las ediciones completas así comienza: «Habiendo acabado de traducir de Griego en lengua castellana, en algunos ratos perdidos que he hurtado a las ocupaciones en que V. M. por su gran bondad me ha puesto, los once libros que me faltaban de la Ulyxea de Homero, &.» Como curiosidad, resalta que, son de notar en esta dedicatoria muchas reminiscencias de la que a Alfonso V de Aragón hizo de las Éthicas de Aristóteles, a su sobrino el Príncipe de Viana.




La dedicatoria al rey don Felipe, está plagada de halagos, ya que Pérez asegura a su Señor, que posee todas las virtudes humanas posibles, de acuerdo con las propuestas por Homero en sus héroes.




...ha nacido. De que lo primero sea así, sus obras, y la comprobación de tantos Reyes, y Príncipes, y tantos y tan graves autores, de tal testimonio, que sería o muy de gran malicia no confesarlo, o de muy gruesa ignorancia negarlo: y que lo segundo sea verdad, muéstranlo las obras de V.M. pues han sido tales antes que comenzase a reinar, que se tenía ya experiencia de lo que había de ser después, cuando reinase: y entre otras muchas se ha visto bien, en lo que V.M. ha hecho en el Reino de Inglaterra, que habiendo sido en los tiempos pasados tan amigo de religión, y estando de pocos años acá, por culpa de los que lo habían gobernado a su apetito, apartado de la obediencia de la Iglesia, y distraido de otros diversos errores, V.M. en tres meses después que llegó a él, lo redujo al antiguo y verdadero camino, sin derramar sangre, ni hacer fuerza, o violencia, a ninguno; obra que la tenía Dios guardada para guiarla por mano de V.M. y de una tan santa Reina, que le dio para ello por compañera, y que en los tiempos pasados ha sido pocas veces oida, y en los nuevos mucho menos usada. 

De las otras virtudes Reales que en V.M. resplandecen, puedo bien decir, que fue el pintor Homero: porque así como él trato de la veneración y culto de sus Dioses y de su religión y sacrificios, así no se ha visto Príncipe más amigo de veneración y culto del verdadero Dios, que V.M., ni más cuidadoso de la observancia y cumplimiento de nuestra católica y verdadera religión. En lo que toca a la justicia de que este autor hace tanto caudal, y la pone por tan principal virtud en los Reyes, harto ciego sería el que no conociese cuán cumplidamente V.M. la posee; pues con ella desde niño, estando el Emperador su padre ausente, gobernó en tanta justicia e igualdad los reinos de España.

Cuanto a otra virtud, que Homero alaba mucho en Nestor, y en otros Príncipes, que es el decir y tratar verdad, de los cuales dice que no mentirán, porque son muy discretos: bien sé que ha habido pocos en el mundo, ni los habrá, que igualen a V.M.  en ella, porque no sólo V.M. se precia de decirla y tratarla con todos, más aún, no puede sufrir a los que no la tratan, ni consiente que a sus oidos llegue cosa contraria de ella, ahora sea en perjuicio de tercero, o se diga por vía de lisonja que es la manera de mentir más sabrosa y disimulada, y que en las orejas de los Príncipes solía hallar muy grato acogimiento. 

En la fortaleza también ha dado V.M. muestras de su valor en muchas cosas, y señaladamente en una que yo me hallé presente, que fue (dejando su poderosísima armada, y toda la gente de guerra, y corte, que en ella traía) saltar en tierra con sólos doce o trece Españoles y Flamencos, en un Reino extraño, y que aún estaba fresca la sangre de las revoluciones que en él había habido, y pospuesto todo temor, ponerse en poder de tantos y tan valerosos ánimos, y tan mal informados de la bondad y ser de V.M. que cierto fue acto muy digno de notar, y con que V.M. los venció y obligó para siempre: aunque lo mismo se ha visto en otros actos generosos de V.M. que sería largo de contar.

En la benignidad y clemencia, que tanto ensalza Homero y con muy gran razón (pues ninguna virtud hay que más haga a los Reyes semejantes a Dios) no ha habido Príncipe que a V.M. se iguale: y esto conócenlo bien los que lo han probado, que son ya tantos, que quedan atrás en esta parte Julio César, que en los Gentiles, y el Rey Don Alfonso de Aragón, que entre los predecesores de V.M. fueron tanto de esta virtud alabados. Pues en la liberalidad la ha usado V.M. tan principalmente y con tanto juicio, y en tantas maneras, con todos los que han querido gozar de ella, y aún con aquellos que no la esperaban, que se puede decir, que de tan gran hábito la tiene V.M. ya convertida en naturaleza: y es manifiesta prueba de esto, ver que ninguno hasta hoy ha llegado a ver la cara de V.M. o a pedirle alguna merced, que se partiese descontento.

En lo que toca a la prudencia y buen gobierno de los súbditos, también ha dado V.M. tales muestras que más se puede decir padre de sus vasallos, que Señor; más pastor cuidadoso, que Rey, pues no tiene V.M. el mando, para seguir su voluntad, sino en lo que la ley y razón permite, ni usa de la hacienda y rentas que le dan, para sus deleites, sino para emplearla en beneficio y aprovechamiento de sus súbditos.

Pues si venimos a hablar en la afabilidad con que V.M. trata y sufrimientos y paciencia con que oye a sus súbditos y se compadece de sus miserias y calamidades en que por culpa de los tiempos y guerras algunos han caído, sería menester alargarme más de lo que en carta se sufre.

Todavía diré que esta virtud en los Reyes fue tenida en tanto, que un autor Griego muy grave escribe, declarando la fábula del Rey Midas, que por eso le pintaron con orejas tan largas, porque oyó con muy grande paciencia y de buena gana a sus súbditos, y que por esta causa todo cuanto tocaba, se le convertía en oro, porque con esto ganaba en tanta manera la voluntad de sus vasallos, que liberalmente le daban cuanto tenían y le aumentaban, sin ser forzados, sus rentas y hacienda.

De la sabiduría de que Dios a V.M. ha dotado, tambien hay tantos testigos, que no hay para qué tartar de ella, pues los vasallos y servidores de V.M. la tienen tan conocida y probada, y los enemigos la sentirán, dando Dios a V.M. vida, y ha dado harto evidente muestra de ella el haber V.M. estado en Inglaterra (donde según los autores, no veían de buena gana extranjeros) con su corte, en que había tan gran multitud de Españoles y de otros sus vasallos de tan diversas naciones, condiciones y lenguas, que alguna vez estando en su real palacio, nos hallamos hombres de dieciocho lenguajes diferentes, a los cuales V.M. rigió, gobernó y templó, de manera que nunca entre ellos nació ni hubo diferencia ni cuestión, antes, todos vivieron más pacíficos, quietos y sosegados, que si fueran de una misma lengua y nación, cosa harto nueva y que se debe atribuir al gran saber y prudentísimo gobierno de V.M. aunque no es bien defraudar en esto de la gloria que se debe a las dos naciones, Española e Inglesa, pues los unos con tanta paciencia reprimieron y encubrieron su generosa valentía, y los otros, con tanto cuidado templaron su valerosa ferocidad.

Así que, pues en V.M. se juntan todas las heroicas virtudes que Homero en un buen Príncipe pinta, no me moví ligeramente en ofrecer a V.M. tal autor en nuestra lengua, aunque quisiera yo mucho que no hubiera perdido tanto de su merecimiento en haber pasado por mis manos, que cierto ha sido mucho, según lo que él vale en la suya propia, pero consuélame en parte que el autor me debe una cosa, y esta es, haberle sido fiel intérprete en la sentencia, que no me ha costado pequeño trabajo, y los que supieren Griego lo conocerán, y los que no lo supieren, me deberán a lo menos, que leerán en esta lengua el mejor Poeta de los Griegos, y V.M. y todos los que lo leyeren, verán que es tal como digo, si no se para en la corteza y se lee con espíritu y no con sólo el movimiento de la lengua, porque es así cierto que hay en él cosas tan profundas y secretos tan encubiertos, que hombres muy sabios, después de haberlo leído muchas veces, no habían caído en ellos, y aunque pudiera excusar el dar a V.M. este aviso, pues por su grande y divino juicio, alcanza de la manera que se ha de leer un tan excelente autor, todavía servirá para que los que no tuvieren tan extremado entendimiento, le vayan leyendo con más cuidado que se leen los libros de patrañas e invenciones de burlas, de que no se saca fruto, ni para el vivir humano, ni para las buenas costumbres, ni para otra cosa, que sea digna de ánimos generosos.

Mucho más pudiera decir de lo que toca a este autor, y de las razones que debe ser leído y estimado, pero sería querer alumbrar al sol con un hacha muy pequeña, y por esto lo quiero dejar al juicio de los que lo leyeren, y al favor de V.M. que aunque no tuviese Homero tanta luz, como de suyo tiene, V.M. con el preciarse de tener las virtudes que él alaba y engrandece, bastaría a dársela y a que tuviese mayor resplandor y fama, en los tiempos venideros, que ha tenido en los siglos pasados.

Finalmente, para facilitar el trabajo el lector, ofrece Gonzalo Pérez un brevísimo resumen del argumento del libro primero de la epopeya homérica.



Οδύσσεια


Ἄνδρα μοι ἔννεπε, Μοῦσα, πολύτροπον, ὃς μάλα πολλὰ
πλάγχθη, ἐπεὶ Τροίης ἱερὸν πτολίεθρον ἔπερσε…·




    
W W W

No hay comentarios:

Publicar un comentario