El Delfín es, por antonomasia, el sucesor de la Corona de Francia. El Tesoro llamado del Delfín, se encuentra hoy en España, donde se impuso la dinastía Borbón francesa, tras la Guerra de Sucesión, disputada en suelo hispano y otros lugares, entre franceses y austríacos, cuando Carlos II murió sin herederos. Finalmente se saldó con la victoria de Felipe V de Borbón, sobre el otro pretendiente, el Archiduque Carlos de Austria, ambos alegando estrechos lazos familiares de carácter matrimonial o político.
Felipe V recibió el Tesoro del Delfín, su padre, y lo trajo a su palacio de Madrid, una vez asentado en el trono.
La dinastía Borbón de Francia había sido inaugurada por Enrique IV de Navarra, mientras que la de Austria, se instauró en España, como consecuencia de la boda de Juana I de Castilla, con Felipe I El Hermoso de Austria.
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Entradas anteriores sobre el mismo tema:
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7.- La Corte de Felipe IV y el nacimiento de Carlos II
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Matrimonios y descendencia real de Felipe IV de Austria
Felipe IV en 1623. Velázquez. Prado (18 años)
Volviendo a la Corte de Madrid, veremos que, de su matrimonio con Isabel de Borbón, hija de Enrique IV, acordado en un primer encuentro de la Isla de los Faisanes, en el río Bidasoa, Felipe IV tuvo diez hijos, de los que sobrevivieron a la infancia, dos: Baltasar Carlos, que murió poco antes de cumplir 17 años, y María Teresa de Austria, que, por el mismo acuerdo, se casaría con Luis XIV.
Henri IV y la familia real: su esposa, Marie de Médicis y cuatro de sus hijos: El que sería Louis XIII, Élisabeth –de rojo-, y Christine (a la derecha) y arriba, Monsieur d’Orléans. Isabel era la mayor, y sería casada con Felipe IV; en la imagen, todavía no habían nacido Gastón y Henriette.
Hijos de Felipe IV e Isabel de Borbón
El príncipe Baltasar Carlos, de Juan Bautista Martínez del Mazo, 1645. (16 años).
María Teresa de Austria. M. del Mazo. MET, NY
Casado de nuevo, con Mariana de Austria, Felipe IV tuvo otros cinco hijos, de los que sobrevivieron tres: Margarita Teresa, que se casaría con Leopoldo I de Austria, Felipe Próspero, que vivió cuatro años, y, finalmente, otro varón, que sería rey, como Carlos II, a la muerte de su padre.
Inf. Margarita. Del segundo matrimonio de Felipe IV. Fund. Yannick y Ben Jakober, Mallorca
Felipe Próspero 1657-1661. Del segundo matrimonio de Felipe IV. Mtnez. del Mazo
Carlos II, niño. Del segundo matrimonio de Felipe IV. David Teniers III (¿?)
Pero Carlos II murió sin hijos, a pesar de dos matrimonios, porque, -se dijo- había sido “hechizado” siendo un bebé; un absurdo intento para justificar lo que no era sino reiterada consanguinidad, y del que procede su absurdo sobrenombre.
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Felipe IV en 1644 (30 años). Velázquez. The Frik Collection. NY
Si Luis XIV (1638-1715) era el rey Sol,–Felipe Domingo Víctor de la Cruz- Felipe IV (1605-1665) fue el rey Planeta.
Sucedió a su padre, Felipe III, el 31 de marzo de 1621 y, a su vez, legó el trono a Carlos II, su único heredero varón, el 17 de septiembre de 1665, siendo este, sin descendientes, el último monarca de la Casa de Austria en España.
Durante los primeros años de su reinado, Felipe IV vivió un aumento del poder de los Habsburgo en Europa, pero hubo de enfrentarse a numerosas guerras, que provocaron un considerable agotamiento de la Corona. Poco dado a emplearse en las tareas de gobierno, Felipe IV fue, sin embargo, un notable mecenas y coleccionista de arte.
Tercer hijo, aunque primer varón, de Felipe III y su esposa, Margarita de Austria, fue apadrinado por el todopoderoso Valido, favorito de su padre, el duque de Lerma.
Se cuenta que, en cierta ocasión, un soldado intentó hablar con el rey, quien le dijo que dirigiera su petición al duque de Lerma. El soldado respondió que, si existiera alguna posibilidad de hablar con el Valido, nunca se habría dirigido al monarca.
Felipe III, de Pantoja de la Cruz. 1601. Kunsthistorisches.
Margarita de Austria-Estiria (1584-1611). Bartolomé González y Serrano, 1609, Prado
Margarita murió en 1611 y Felipe III, en 1621. Los cortesanos se peleaban por obtener el favor de Felipe IV, especialmente, el duque de Lerma, con su yerno, el conde de Lemos, y su primo, Fernando de Borja, de la Cámara del Príncipe. Lerma tenía en contra a sus hijos, el duque de Uceda y el conde de Saldaña, quienes contaban con el apoyo del conde-duque de Olivares, también de la Cámara.
Lerma y Olivares, los dos grandes y sucesivos Validos
Lerma caería en 1618, dejando vía libre al ascenso de su hijo y rival, el duque de Uceda.
Felipe III falleció el 31 de marzo de 1621, a causa, al parecer, de fiebres contraídas durante un viaje a Portugal, en 1619, donde viajó para ser reconocido heredero de aquella Corona.
Desde la hora de su fallecimiento, Olivares se impuso, creando una facción, con el apoyo de su tío, Baltasar de Zúñiga, ministro de Felipe IV. El 10 de abril de 1621, el nuevo rey pronunció las palabras mágicas:
-Conde de Olivares, cubríos-. No cabía más alta distinción.
Y Olivares, quedó hecho Grande de España, para convertirse en Valido a la muerte del citado Baltasar de Zúñiga, el año siguiente. Ejercería un poder prácticamente omnímodo hasta 1643.
Pero el nuevo Valido se propuso reformar la vida pública, la economía, las finanzas y el ejército, además de intentar unificar las medidas fiscales y la aplicación del derecho en todos los territorios de la Corona, proyectos frustrados, que, además, iban a ser su perdición.
Para acabar con la corrupción, ordenó la prisión de los duques de Uceda y Osuna; confiscó los bienes del de Lerma y promovió el proceso de Rodrigo Calderón, que fue ejecutado.
Rodrigo Calderón. Carlos Luis de Ribera y Fieve. Prado
Rodrigo Calderón de Aranda. Nacido en Amberes, 1576 y ejecutado en Madrid, 21 de octubre de 1621, es todo un modelo de los eventos y personalidades que se sucedían en la Corte de Madrid, en tanto que Luis XIV tramaba su dominio pacífico, aunque al final sólo se dirimió mediante la guerra.
Felipe III, le dio los títulos de I conde de la Oliva de Plasencia, en 1612 y I marqués de Siete Iglesias en 1614. Se convirtió en el Valido del Valido duque de Lerma. Fue también comendador de Ocaña de la Orden de Santiago; Capitán de la guardia alemana de Felipe III; Alguacil mayor de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid; Regidor perpetuo y Correo mayor de la ciudad de Valladolid; Secretario de Cámara de Felipe III, y embajador en Flandes, suficientes cargos para hacerse una fortuna incalculable y envidiada, si bien, en ello no le cupo la menor responsabilidad al rey, puesto que no había cometido más delito que abandonar todas sus responsabilidades en manos ajenas a las que jamás pedía cuentas, ya que si Calderón cayó –como antes había caído Lerma, y después llegaría el turno a Olivares, ni siquiera fue por exigencia del monarca, sino por envidias y ambiciones tan desmesuradas como la suya. De hecho, es casi ridículo, si no fuera tan penoso, que Calderón, después de apoderarse de todos los ingresos de la Corona y del reino que pasaban por sus manos, cayera por una patética acusación de brujería.
El hecho es que, siendo un personaje activo, ambicioso y, carente de escrúpulos, se convirtió en el hombre de confianza del plenipotenciario duque de Lerma. Pero su habitual insolencia, le atrajo el odio impotente de los enemigos del duque, su protector.
Fueron, Juan de Santa María, fraile franciscano, y Mariana de San José, priora de La Encarnación, quienes, a espaldas del Valido, convencieron a la reina Margarita, que consiguió que Calderón fuera apartado de su cargo de secretario en 1612, pero conservó el favor del duque de Lerma, ya que era para él la herramienta indispensable que siempre había hecho su trabajo, hasta tal punto, que, en general, se creía que Lerma nunca tomaba decisiones.
Cuando la reina Margarita murió durante un parto en octubre de 1611, Calderón fue acusado de haber utilizado brujería contra ella. No obstante, en 1612 fue enviado con una misión a Flandes, y a la vuelta, en 1614, se vio convertido en marqués de las Siete Iglesias.
Cuando el duque de Lerma fue acusado, ni más, ni menos, que, por su hijo, el duque de Uceda, con la ayuda del confesor del rey, el dominico Aliaga, Calderón se convirtió en el chivo expiatorio de todas las arbitrariedades y exacciones de Lerma ante el pueblo, que, a pesar de su natural falta de participación, fue debidamente aleccionado al respecto.
Calderón fue arrestado la noche del 20 de febrero de 1619 en su palacio de Valladolid y después conducido a Madrid, donde, sometido a tormento, confesó un asesinato, pero rechazó firmemente el resto de los cargos, incluido, naturalmente, el de brujería, todo lo cual, no le sirvió de nada, porque, sin necesidad de torturas ni confesiones, su suerte estaba echada.
Fue ejecutado en la plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621, al principio del reinado de Felipe IV.
Calderón fue un hábil y entendido coleccionista de arte. Durante su estancia en Flandes, adquirió una importante colección de pinturas; Rubens, Jan Brueghel de Velours, Otto van Veen o Pieter van Avont, muchas de los cuales se encuentran hoy en el Museo del Prado.
Su actitud fue asombrosamente ejemplar ante la caída en desgracia y, especialmente, en el patíbulo, cuando fue decapitado. Tres grandes poetas del siglo de Oro le dedicaron sendos epitafios.
QUEVEDO: En la muerte de don Rodrigo Calderón
Tu vida fue invidiada de los ruines,
tu muerte de los buenos fue invidiada;
dejaste la desdicha acreditada,
y empezaste tu dicha de tus fines.
Del metal ronco fabricó clarines
fama, entre los pregones disfrazada,
y vida eterna, y muerte desdichada
en un vilo tuvieron los confines.
Nunca vio tu persona tan gallarda
con tu guarda la plaza, como el día
que por tu muerte su alabanza aguarda.
Mejor guarda escogió tu valentía,
pues que hizo tu ángel con su guarda
en la gloria lugar a tu agonía.
GÓNGORA: En la muerte de don Rodrigo Calderón
Sella el tronco sangriento, no lo oprime,
de aquel dichosamente desdichado,
que de las inconstancias de su hado
esta pizarra apenas le redime;
Piedad común, en vez de la sublime
urna que el escarmiento le ha negado,
padrón le erige en bronce imaginado,
que en vano el tiempo las memorias lime.
Risueño con él, tanto como falso,
el tiempo, cuatro lustros en la risa,
el cuchillo quizá envainaba agudo.
Del sitial después al cadahalso
precipitado, ¡oh cuánto nos avisa!,
¡oh cuánta trompa es su ejemplo mudo!
El conde de VILLAMEDIANA: Al mismo Rodrigo Calderón
Aquí de un hombre el poder,
yace mejorado en suerte;
perdió el ser y fue su muerte
tal que cobró mayor ser.
Caminante, ¿dónde vas?
No estén de tu nombre ajenos:
si fue más para ser menos,
fue menos para ser más.
Hoy de fortuna el desdén
dio aquí una muerte inmortal
a quien el bien hizo mal
y a quien el mal hizo bien.
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Por un Real Decreto, se ordenó a todos aquellos que ocupaban cargos públicos que hicieron un inventario de sus bienes. Tan inalcanzable cometido, fue confiado a la Junta de Reformación, cuyas funciones se extendieron, poco a poco, al conjunto de la población, junto con otros proyectos igualmente complejos, como el de abolir la prostitución. Finalmente, para favorecer el crecimiento demográfico, Olivares prohibió la emigración, favoreciendo, al contrario, la inmigración de familias numerosas. También se ocupó de la educación, e hizo construir, en Madrid, en 1629, el primer Colegio Real, así como otras instituciones por todo el reino, la mayor parte de ellas, dirigidas por jesuitas, que es como se ha llamado siempre en España a los miembros de la Compañía de Jesús, o Societas Ieusus, cuyas siglas S.I./S.J., siguen siempre a sus nombres.
En los aspectos financiero y económico, Olivares tuvo que enfrentarse a una grave crisis, así como a un fuerte aumento del gasto. Recurrió a la creación de nuevos impuestos, si bien tratando de repartir la carga de forma equitativa. Pero todas estas novedades fueron muy criticadas y combatidas, a veces, por las armas. La nobleza rechazó radicalmente el proyecto de impuestos sobre la renta y la tasa sobre los objetos y bienes de lujo.
Para mejorar el comercio y poder aportar fondos a la Corona, también intentó crear una banca nacional, constituyendo su capital por una contribución excepcional sobre los patrimonios superiores a los 2000 ducados. La nobleza también se opuso y el proyecto fracasó.
Olivares recurrió entonces, a vender más cargos públicos; a manipular la moneda en curso; a pedir préstamos a los banqueros judíos portugueses; a exigir nuevas contribuciones de las Cortes, e incluso a suspender pagos.
En el plano personal, sus contemporáneos consideraron que no padecía la misma ilimitada avaricia por la que se significó el Duque de Lerma, aunque se preguntaban de dónde procedían algunos de sus bienes más notorios.
La crisis de 1640
Castilla, que era la única que, en realidad, contribuía a los ya insoportables gastos de la monarquía, empezó a mostrar señales de agitación hacia finales de la década de 1630 y fue entonces cuando Olivares decidió obligar a contribuir a los demás reinos. Finalmente, en el dominio militar, trató de imponer la colaboración entre los reinos de la península, mediante el proyecto llamado Unión de armas, en 1625, por el cual, cada territorio debía participar, de acuerdo con el número de sus habitantes, en el mantenimiento de un ejército común. Nadie aceptó.
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El conflicto empezó en 1628, cuando Cataluña rechazó colaborar en la Unión de Armas. La guerra contra Francia recrudeció las tensiones entre la Generalitat de Cataluña y el gobierno central: las tropas españolas e italianas que combatían a los franceses en el Roussillon, causaron desórdenes y destrucciones importantes.
El 7 de junio de 1640, día del Corpus Christi, entraron en Barcelona entre 400 y 500 trabajadores agrícolas, llamados segadors, que provocaron disturbios. Las tensiones entre la monarquía española y la Generalitat se intensificaron hasta la ruptura, en el mes de septiembre, cuando la Generalitat proclamó la República catalana, y después, en enero de 1641, nombró a Louis XIII de Francia, conde de Barcelona y soberano de Cataluña. El 26 de enero, en la batalla de Montjuic, un ejército franco-catalán defendió Barcelona con éxito contra las tropas de Felipe IV, mandadas por el marqués de los Vélez, pero fueron derrotadas y expulsadas de Cataluña durante diez años. La derrota provocó la destitución de los Vélez, que había sido nombrado Virrey por Olivares, el año anterior.
En Aragón, frente al argumento de los impuestos, la nobleza local reaccionó proclamando un nuevo rey en le persona del duque de Híjar. Pero las tropas españolas ahogaron la revuelta y el duque de Híjar fue confinado en sus tierras sin poder salir de ellas, ni aun para participar en las Cortes de Aragón.
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En Portugal, la nobleza también se unió frente a los proyectos de Olivares, viendo amenazada la separación política y administrativa del Estado portugués, garantizadas desde 1580; la autonomía financiera de sus territorios y, en fin, las colonias de Asia y América, atacadas por las Provincias Unidas desde que reanudaron la guerra.
En diciembre de 1640, una conspiración nobiliaria proclamó al duque de Braganza rey de Portugal, como Juan IV, aceptada por él en 1º de diciembre. Era el comienzo de una guerra de 28 años de duración, que se llamó de Aclamación, de Restauración, o de Independencia. Tras obtener el apoyo de Inglaterra y de Francia y concluyó la paz con las Provincias Unidas, rechazando a las tropas españolas.
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Finalmente, Andalucía también promovió revueltas independentistas. En 1641, el marqués de Ayamonte y el duque de Medina Sidonia, organizaron una conspiración, apoyándose en el descontento general de la nobleza y de la población. Su proyecto era crear un nuevo Estado, dirigido por el duque, pero aquella revuelta, aunque sostenida por Portugal, fue rápidamente aplastada.
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Felipe IV, a su vuelta del frente de Cataluña, donde había sido derrotado frente a Lérida en 1642, ordenó, el 23 de enero de 1643, ya en Madrid, el destierro de Olivares.
El rey dio la orden bajo la influencia de otros nobles que acusaron al Valido de cobrar los cargos y prebendas que otorgaba, con favores de mujeres, pero el asunto era mucho más complejo y largo de contar.
Olivares se retiró, en principio, a su señorío de Loeches, cerca de Madrid, pero sus enemigos siguieron formulando acusaciones contra él, hasta que consiguieron que el rey lo desterrara a la ciudad de Toro, en 1643, donde murió tras ser procesado por la Inquisición en 1644. (Asunto que también requerirá una explicación más completa).
La consecuencia, en aquel momento, fue que Felipe IV decidió tomar personalmente las riendas del gobierno, y así lo intentó, no sin notables ayudas e influencias.
Los proyectos de unión fueron prácticamente abandonados; España siguió siendo un conjunto de reinos diferentes, porque, además, la autonomía de cada territorio quedó reafirmada y reforzada, mediante la vuelta a las costumbres y leyes de cada territorio: era el neoforalismo.
Felipe IV (52 años). Velázquez, 1657. Nat. Gallery. Londres
Felipe IV no pudo, o no supo -tal vez nunca lo quiso en realidad-, gobernar personalmente, así que pronto aceptó la colaboración de un nuevo Valido, en este caso, el sobrino de Olivares, Luis de Haro -al que ya conocemos por su presencia en el encuentro de la Isla de los Faisanes-, aunque tuvo una influencia más limitada que aquel y una presencia, menos notoria. El rey también solicitaba y seguía habitualmente, los consejos de la monja Sor María de Ágreda, con la que sostuvo una larga correspondencia.
Luis de Haro. Anónimo, en Uffizi y María Jesús de Ágreda (O.I.C.) –María Coronel y Arana-.
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El 19 mayo de 1643 tuvo lugar la batalla de Rocroi, que supuso el fin de la supremacía de los Tercios en los campos de batalla europeos.
Louis, Grand Condé, de Justus van Egmont. Museo Condé
Francisco de Melo, Conde de Assumar sobre una escena de la batalla de Honnecourt. Grabado del siglo XVII
Luis II de Borbón-Condé, entonces Duque de Enghien y después, príncipe de Condé, con 21 años de edad, se enfrentó al ejército español mandado por el portugués Francisco de Melo, con 46, Capitán General de los Tercios de Flandes. El enfrentamiento, empezó antes de amanecer, y duró cerca de seis horas, saldándose con una victoria francesa.
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Durante el segundo semestre del año 1643, Felipe IV, se propuso recuperar Cataluña. El año siguiente reconquistó Monzón y Lérida, donde, no obstante, juró mantener los Fueros. En 1648, el Tratado de Westfalia cerró varios frentes, pero Francia continuó en solitario la guerra contra España.
Juan José de Austria. Anónimo. Museo del Prado
Hijo de Felipe IV y de la actriz María Inés Calderón La Calderona, registrado en 1629, como Hijo de la Tierra, fue reconocido por su padre en 1642.
Conociendo el creciente descontento de la población catalana contra la Corona de Francia, Felipe IV decidió atacar en 1651 enviando un ejército dirigido por Juan José de Austria, que debía proceder al asedio de Barcelona.
El ejército francés se rindió en 1652 ante el propio rey, pero mantuvo el Rosellón. Felipe IV fue reconocido como soberano y Juan José de Austria, como Virrey; pero aun así, de nuevo juró las leyes catalanas. Después volvió su atención hacia Portugal.
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Juan IV de Portugal, Duque de Braganza. (1604-1656).
Rubens. Castillo Real de Varsovia
Conocido como El Músico, era descendiente de Fernando II de Aragón y poseedor de una de las más completas bibliotecas del mundo. Parte de la investigación le considera autor del Canto Navideño titulado Adeste Fideles.
Los portugueses, estaban muy unidos en torno a Juan IV, e hicieron un enorme esfuerzo para aportar los impuestos, que poco antes habían negado a Olivares, logrando con ello, crear en poco tiempo, un poderoso dispositivo militar, con fortalezas, armas y milicias regulares de fidalgos, preparados para resistir una invasión.
A partir de 1644, por medio de incursiones rápidas, tomaron Montijo y Valencia de Alcántara. Felipe IV inició un contraataque, pero las tropas españolas, perdieron sucesivamente, Elvas (1659), Castel Rodrigo (1664) y Montes Claros (1665).
Portugal recuperó la independencia.
También se produjeron diversos levantamientos, en Nápoles, Sicilia y Andalucía, pero fueron completamente reducidos por tropas locales.
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Felipe IV es, por otra parte, considerado entre los grandes mecenas y coleccionistas de su tiempo. Ya desde su juventud se mostró muy sensible a las artes y su protección.
En 1623 contrató a Velázquez, cuyo trabajo sostuvo a lo largo de toda su carrera, concediéndole la nobleza al final de su vida, a pesar de la insalvable dificultad que suponía el hecho de que el gran pintor procediera de cristianos nuevos. Con el acuerdo del pontífice, Felipe IV se opuso a todos y a todo y, finalmente, consiguió que Velázquez recibiera la Orden de Santiago.
También protegió a Rubens, Nicolás Poussin, Claude Gellée y Massimo Stanzzione.
Como coleccionista, fue quizás, el más importante de su época, adquiriendo numerosas obras de grandes artistas, de los que reunió más de 800 pinturas, que hoy componen buena parte de los tesoros del Museo del Prado; así, Rafael, Mantegna, Durero, Tiziano, Tintoretto, Poussin, etc.
En el terreno literario protegió a Lope de Vega y a Calderón de la Barca.
También inició la construcción del Buen Retiro; una idea de Olivares. Se trataba entonces de una zona de recreo estrictamente privada y así se mantuvo hasta que Carlos III decidió hacerlo de disfrute público, ya en 1767.
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Sin embargo, Felipe IV no tuvo la misma fortuna en los relativo a la política exterior, que, bien al contrario; fue un verdadero caos.
La Tregua de Doce años (en el devenir de la guerra de Ochenta Años), terminaba en 1621, y las hostilidades entre España y las Provincias Unidas se reanudaron.
Durante la Tregua, se sucedieron conversaciones de carácter diplomático, en busca de la deseada paz, pero las diferencias persistieron. La Corona emprendió una última campaña contra las Provincias del Norte; empezando por bloquear el acceso de los holandeses a los puertos de Europa controlados por ella. En cuanto a las operaciones militares propiamente dichas, se produjo, por parte de España, el asalto a la fortaleza de Bergen-op-Zoom, que fracasó, en 1622. Sin embargo, el Stathouder Mauricio de Nassau, murió durante el asedio de Breda, dirigido por Ambrosio Espínola, entre 1624 y 25; que obtuvo su rendición; un momento popularizado e inmortalizado por Velázquez, en el que -podemos añadir-, parece que se incluyó él mismo.
La Rendición de Breda. Velázquez, 1635. Prado
Pero Breda fue la última victoria que precedió a una racha de infortunios para la Corona de España. Frédéric-Henri, medio hermano del stathouder Mauricio de Nassau, tomó la estratégica fortaleza de Bois-le-Duc, en 1629, y poco después. en 1632, se perdían las de Venlo, Roermond y Maastrich.
Por otra parte, el Cardenal Infante don Fernando, hermano de Felipe III, que había sido vencedor en Nördlingen y contra los protestantes del Imperio, así como contra Suecia, fue encargado de acudir en defensa de los Países Bajos en 1635, con la esperanza de terminar la guerra, pero todos sus proyectos se frustraron, cuando ese mismo año, Francia entró en la guerra.
El 10 de octubre de 1637 la ciudad de Breda, que había estado sometida al control de la Corona de España durante los últimos doce años, fue recuperada por el príncipe de Orange, Federico Enrique de Nassau, tras un asedio de diez meses. El Cardenal-Infante don Fernando, no pudo socorrer la ciudad porque los sitiadores recibían ayuda francesa por el sur.
Posteriormente, Fernando de Austria fue derrotado por Francia en Chapelles, Landrey y Damvilliers, tampoco pudo tomar Maubeuge, pero sí Amberes, Chastillon y Geldern, aunque finalmente, perdió Arras en 1640.
Al parecer, el Archiduque tenía mala prensa en la Corte española, donde se decía -sin que de ello haya pruebas-, que aspiraba a gobernar los Países Bajos Españoles con ayuda de Francia, y que pretendía casarse con la hija del Duque de Orleans.
Fernando de Austria enfermó y murió en Bruselas el 9 de noviembre de 1641, y para seguir con el carácter legendario de todas las acciones del Archiduque, se habló de un posible envenenamiento. De hecho, su supuesto intento de sucesión en los Países Bajos, provocó la ruptura con el Imperio, ya que Fernando III deseaba aquel gobierno para su hermano el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, mientras que en Madrid se pensaba en Juan José de Austria. La cuestión es que, fuera o no cierta la disputa, parece que el hijo legitimado de Felipe IV se vio obligado a mantener una tensa espera, mientras se perdían posiciones en los Países Bajos, que seguían siendo gobernados de forma interina, por Francisco de Melo, Marqués de Terceira.
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Hijo de Felipe III y Margarita de Austria, ante la necesidad de apartar al duque de Lerma, el Papa lo nombró Cardenal y Arzobispo de Toledo a los diez años.
El Cardenal Archiduque dejó una hija llamada Ana de la Croix, nacida en Bruselas, en 1641, y que ya en España, entró en un convento en Madrid, donde falleció en 1715.
En principio, fue Richelieu, el ideólogo de Luis XIII, quien reanudó la política antiespañola por parte de la Corona de Francia. ¿Por qué un rey católico contra otro, cuando en Europa se extendía la Reforma? Porque frente a cualquier otro principio, la Corona de España era la dueña de un inmenso imperio Colonial; un pozo sin fondo de riquezas cuyo acceso estaba vetado al resto del mundo contemporáneo.
Richelieu armó y pagó, en primer lugar, a los súbditos protestantes del Imperio Habsburgo. En aquella ocasión, el Cardenal Infante don Fernando -tan raramente mencionado y al que también conocemos gracias a sus retratos-, llegó a apostar su ejército en las proximidades de París, si bien tuvo que abandonar por falta de manenimientos.
1. Como Cardenal, de Caspar de Crayer. Prado
2.Como Infante cazador, de Velázquez. Prado
3.Con armadura, de Jan van den Hoecke (h.1635), Museo de Historia del Arte de Viena.
Después de derrotar al ejército sueco en Ratisbona en julio de 1634, el rey Fernando de Hungría se unió a su primo el Cardenal-Infante Fernando de Austria. Las fuerzas suecas del duque Bernardo de Sajonia-Weimar y Gustaf Horn intentaron desesperadamente impedir su acercamiento, sin lograrlo.
El Cardenal-Infante cruzó el Danubio en agosto de 1634 y, en septiembre, ambos ejércitos, acamparon al sur de Nördlingen en Suabia. En aquel momento Nördlingen estaba protegida por una pequeña guarnición sueca y las fuerzas de Bernardo de Sajonia-Weimar y Gustaf Horn se dirigieron allí.
Estos hechos condujeron a la decisiva Batalla de Nördlingen. El Rey de Hungría y el Cardenal-Infante se prepararon para la batalla, a pesar de diversos consejos en contra. El duque Bernardo y Horn también hicieron preparativos pero en aquel momento, además de mantener discrepancias personales, subestimaron la superioridad numérica de sus enemigos. Los informes cifraron las fuerzas de su infantería en 7.000 hombres frente a los 16.000 que componían la infantería sueca. En el transcurso de la batalla, los dos primos de la Casa de Austria consiguieron una victoria militar excepcional. Gustaf Horn fue hecho prisionero, y el ejército sueco destruido.
El cardenal-infante Fernando de Austria, en la batalla de Nördlingen, por Rubens (Museo del Prado).
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Dejando a un lado los numerosos combates producidos en torno al Imperio Colonial Español, que parecía la meta final de media Europa, en enero de 1648, el conflicto entre España y las Provincias Unidas llegaba a su fin con la firma del Tratado de Münster; uno de los acuerdos contenidos en la Paz de Westfalia, que acabaría con la contemporánea Guerra de Treinta Años. Las Provincias Unidas fueron reconocidas como Estado independiente.
En cuanto a Inglaterra, cuando Carlos I ascendió al trono, reanudó las hostilidades contra España, pero su flota fracasó ante Cádiz en 1625, al no poder tomar la ciudad, y además, sus pérdidas supusieron un respiro para la fatigada España. El Parlamento inglés, había aconsejado atacar la flota de Indias, esperando, no ya una victoria, sino, sobre todo, la posibilidad de obtener un fabuloso botín.
Las tensiones se agravaron con Cromwell, que sí triunfó en Cádiz, en Santa Cruz de Tenerife y en Jamaica –derrota que España no reconoció hasta 1670-. Inglaterra también colaboró con Francia en la terrible batalla de Las Dunas de 1658, que constituyó una gran victoria para el reino vecino.
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El 17 de septiembre de 1665 fallecía Felipe IV, tras una dolorosa enfermedad, siendo enterrado en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
El viajero y escritor francés, Antoine de Brunel, describía así su personalidad y actitud:
Sus acciones y ocupaciones son siempre las mismas... así, las semanas, los meses y los días y todas las horas del día, no aportaban ningún cambio en su régimen de vida, ni le proporcionaban nada nuevo... Actúa con tal gravedad, que se mueve y se comporta como si fuera una estatua animada.
Posiblemente, el rey fuera así en la Corte, sin embargo, había tres cosas en las que era muy dinámico y de cuya práctica nunca se cansaba: la caza, los espectáculos taurinos y las mujeres. Lector y traductor de Francesco Guicciardini, había visto caer sobre su cabeza una Corona excesivamente pesada, en uno de los período históricos más dificultosos para la misma.
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Galería Familiar
Intercambio de dos princesas de Francia y de España en el Bidasoa, -Primer encuentro-, el 9 de noviembre de 1615. Pintura de Pierre Paul Rubens, que formó parte del Ciclo de María de Médicis. 1622-25, Louvre.
(A destacar la halagadora imaginación que Rubens puso en juego para idealizar las figuras de los padres de Ana de Austria e Isabel de Borbón: Felipe III y Luis XIII).
Felipe III en 1617, de Pedro Antonio Vidal. Prado
Margarita de Austria, de van der Hammen. Itto. Valencia don Juan
Felipe III y Margarita de Austria-Estiria tuvieron ocho hijos:
1. Ana María Mauricia (1601-1666). Casada con Luis XIII de Francia
2. María + (1603).
3. Felipe IV (1605-1665), heredero.
4. María Ana de Austria (1606-1646), casada con el emperador Fernando III.
5. Carlos (1607-1632).
6. Fernando, el Cardenal-Infante (1609-1641).
7. Margarita Francisca (1610-1617).
8. Alfonso (1611-1612).
Fernando, de Bartolomé González. Bellas Artes, Budapest
Fernando, Alfonso y Margarita, los tres pequeños. Bartolomé González y Serrano. Kunsthistorisches
Fernando de Austria, de González y Serrano
Fernando de Austria. Van Dyck (Taller). 1650
Gaspar de Crayer - Equestrian painting of Infant-Cardinal Don Fernando of Austria.
Museo de Santa Cruz, Toledo
Felipe IV y su hermano el Cardenal Infante Fernando. Gerard Seghers, de una obra de P.P. Rubens. Rubenshuis, Amberes
Isabel de Borbón hacia 1625. Hija de Henri IV y de Marie de Médicis y primera esposa de Felipe IV. (1602-1644) Velázquez
Mariana de Austria. Segunda mujer de Felipe IV, y madre de Carlos II. Velázquez.
Margarita Teresa (Hermana de Carlos II y esposa de Leopoldo I). 1659. Velázquez, Kunsthistorisches. (8 años)
Margarita Teresa. Autor desconocido. 1662-64 Kunsthistorisches. (11 años)
Margarita Teresa, de luto por la muerte de su padre, Felipe IV. Primera esposa de Leopoldo I, Emperador del SIRG. Martínez del Mazo, 1666. Prado (15 años).
Carlos II (5 años). Carreño de Miranda, c. 1666. Fine Arts, San Francisco.
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