domingo, 20 de junio de 2021

EL MISTERIO DE LOS PRÍNCIPES DE LA TORRE DE LONDRES


John Everett Millais: Eduardo V (derecha) y su hermano Ricardo, los Príncipes de la Torre. Royal Holloway Collection.

Los dos personajes que la Historia conoce como Príncipes de la Torre, son, el niño-rey de Inglaterra Eduardo V, de doce años y su hermano Ricardo de Shrewsbury, duque de York, de nueve. Eran hijos del rey Eduardo IV y de Isabel Woodville, y herederos sucesivos del trono de Inglaterra.

Tras la muerte de su padre, el 9 de abril de 1483, en espera de la ceremonia de la coronación del mayor, como Eduardo V, ambos fueron conducidos a La Torre -entonces residencia real-, por orden de su tío paterno Richard, duque de Gloucester, nombrado Lord Protector por su hermano, el rey difunto. 

Nunca más fueron vistos.

El Protector, era coronado como Ricardo III, sobre el trono que iba a ocupar Eduardo V, el día 6 de julio de 1483.

Los padres

 

Edward IV de York (1442-1483) e Isabel de Woodville (1437-1492)

Eduardo IV. Nacido en Ruan, Normandía, el 28 de abril de 1442, falleció en Westminster, Londres, el 9 de abril de 1483. Fue rey de Inglaterra desde el 4 de marzo de 1461, hasta su muerte, con una breve interrupción, siendo el primer rey de Inglaterra de la Casa de York. 

La primera parte de su reinado fue un período de terrible violencia, a causa de la Guerra de las Dos Rosas -Lancaster Vs. York-. Eduardo frenó el intento de acceso al trono por parte de los Lancaster, durante la batalla de Tewkesbury en 1471, y después, reinó en paz hasta su muerte súbita e inesperada, pero, al parecer, producida por causas naturales. En todo caso, fue el rey más importante de la familia de York, durante la guerra de las Dos Rosas.

Eduardo se había casado el 1 de mayo de 1464, con Isabel Woodville, hija de Lord Ricardo Wydeville y de Jacqueta de Luxemburgo, duquesa viuda de Bedford. La boda se celebró en Grafton Regis, propiedad de la familia Woodville, el 1 de mayo de 1464, pero no se hizo pública. Nacieron de este matrimonio diez hijos, de los que siete sobrevivieron a su padre; entre ellos, se encuentran los Niños de La Torre.

Muy pronto, las distinciones otorgadas a los allegados de la nueva reina provocaron el resentimiento entre otros miembros de la corte. 

Las hermanas de York: Isabel, Cecilia, Ana, Catalina y María.

Eduardo enfermó en la Semana Santa de 1483, pero tuvo tiempo para añadir algunos codicilos a su testamento, de los cuales el más importante fue nombrar a su hermano Ricardo Lord Protector para después de su muerte, que se produjo, el 9 de abril de 1483. 

Le tenía que suceder su hijo, Eduardo V de Inglaterra, que entonces tenía doce años.

Paul Delaroche: Eduardo V y su hermano Ricardo de Shrewsbury, duque de York, Los hijos de Eduardo. Louvre.

Se dijo:

Que el nuevo rey fue llevado, con su hermano, a la Torre de Londres, con la excusa de que allí debía esperar su coronación, al tiempo que Isabel, su madre, se acogía a sagrado en la abadía de Westminster con su hijo menor y sus hijas. 

El 25 de junio de 1483 -mientras los niños seguían, o bien, en la Torre, o bien, ya desaparecidos-, el matrimonio de Isabel y el difunto monarca –sus padres-, fue declarado nulo por el Parlamento, mediante el acta "Titulus Regius". La anulación se hizo bajo el argumento de que, previamente, Eduardo IV se había comprometido en matrimonio con Lady Leonor Talbot y de que existía un contrato nupcial firmado, válido ante la ley, que impedía al monarca contraer otro matrimonio, pues se convertiría en bígamo. Esta información se dio a conocer cuando un sacerdote, posiblemente, Robert Stillington, obispo de Bath y de Wells, atestiguó que él mismo había celebrado la primera ceremonia.

Como consecuencia, todos los hijos que Eduardo IV tuvo con Isabel, incluyendo al joven rey Eduardo V, fueron declarados ilegítimos, lo que hacía recaer la Corona en la cabeza de Ricardo III, el Protector, hermano del difunto monarca. 

La suerte corrida a partir de entonces por los "Príncipes de la Torre" es desconocida. Su madre fue despojada del título de reina madre, pasando a ser, sencillamente, Lady Isabel Grey y, temiendo por su seguridad, cuando toda la corte parecía haberse declarado enemiga de su familia, los Woodville, pidió refugio en un centro religioso. Pero cuando el duque de Buckingham, antiguo aliado de Ricardo III, le dijo que los niños habían sido asesinados, ambos se aliaron con la casa de Lancaster y apoyaron la causa de Enrique Tudor, el nuevo pretendiente a la corona. 

Pero Ricardo III solo sobrevivió dos años a su coronación, y, una vez que Enrique Tudor accedió al trono, como Enrique VII, en 1485, el matrimonio de Isabel Woodville y el fallecido Eduardo IV fue declarado legítimo, así como todos los hijos que aún vivían, rehabilitando a la madre como reina-viuda, Isabel, que murió el 8 de junio de 1492, a los 55 años, en la abadía de Bermondsey en Londres y fue sepultada el día 12 de ese mes en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, al lado de su marido Eduardo IV.

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¿Qué pasó?

Ricardo III ha pasado a la historia como un hombre horrendo, física y moralmente, bajo la imagen diseñada por William Shakespeare, cuya primera edición de la tragedia que le dedicó, en la llamada Edición “Quarto”, de 1597, llevaba un título, claramente indicativo de su posición respecto al personaje: 

“La Tragedia del Rey Ricardo III, conteniendo sus traicioneras conspiraciones contra su hermano Clarence: el lamentable asesinato de sus inocentes sobrinos; su usurpación tiránica, con todo el curso de su detestada vida y muy merecida muerte”.

El título de la edición de la misma obra, 32 años después, era mucho más comedido y, sobre todo, libre de juicios previos.

Facsímil de la primera página de Ricardo III de la edición “First Folio”, publicado en 1623, titulada: “La Tragedia de Ricardo III, con el desembarco del Conde de Richmond y la Batalla de Bosworth Field”.

En cierto modo, podríamos intuir las razones de este cambio, pero, en efecto, solamente “intuir”, como ocurre con Shakespeare en tantas ocasiones, si bien, y, en todo caso, intentaremos desvelar sus causas, y sus vinculaciones históricas, si así lo permiten las investigaciones llevadas a cabo; algo que, para decirlo con franqueza, todavía parece tarea imposible, ya no sólo con respecto al “Bardo”, sino a todo el contexto histórico del final de le “Guerra de las Dos Rosas”; estrictamente, una guerra dinástica, como tantas otras.

Todo lo expuesto, evidencia ya el motivo por el que los Niños de la Torre, se convirtieron, involuntariamente, en una de las principales causas del conflicto, en la etapa final de las Guerras de las Dos Rosas, ya que habrían sido educados por sus parientes maternos, la familia Woodville, quienes fueron tachados de ambiciosos y advenedizos por los miembros de la Casa de York. 

A todo esto, en realidad, nadie sabía lo que había sucedido realmente, desde que aquellos fueron conducidos a la Torre, puesto que –así se ha dicho-, incluso a su madre, se le prohibió visitarlos.

Sin embargo, ante tan atronador silencio, el pueblo empezó a sospechar que los príncipes habían sido, en realidad, asesinados, por el ya rey, Ricardo III, especificándose, incluso, que habían muerto asfixiados por orden suya.

L'Assassinat des enfants d'Edouard. De Theodor Hildebrandt. MBA, Lyon

A partir de entonces surgieron numerosas leyendas relacionadas con el posible destino de los "Príncipes de la Torre". 

Algunos historiadores suponen que Ricardo III no habría ordenado sus muertes, y que, en realidad, los niños fueron ocultados el resto de sus vidas; mientras que otros, no tienen dudas de que fueron víctimas de su tío. Esta última hipótesis pareció reforzarse siglos después.

En 1674, cuando en el curso de unos trabajos de remodelación de la Torre de Londres, apareció una caja con el cuerpo de dos niños. A pesar de que se dudaba de que aquellos restos correspondieran a Edward y Richard, Carlos II -de Inglaterra y Escocia, 1525-1649-, ordenó que recibieran sepultura, como si lo fueran, en la Abadía de Westminster, conservados en una urna.

En 1933, de un estudio de aquellos restos, no se obtuvieron resultados coherentes, por lo que la incógnita sobre los niños encerrados, sigue sin ser resuelta.

El relato que pasó a la historia, es como sigue.

-El nueve de abril de 1483 moría inesperadamente Eduardo IV, a causa de una enfermedad. En aquel momento, su hijo, el ya rey Eduardo V se encontraba en Ludlow. 

Ricardo, duque de Gloucester-el que sería Ricardo III-, hermano del fallecido, se encontraba en Middleham Yorkshire, cuando recibió la noticia el quince de abril, y se apresuró a acudir a York Minster, para declarar su lealtad al nuevo soberano.

 

Ricardo III, c. 1520. Society of Antiquaries, London

Poco antes de su fallecimiento -como sabemos-, Eduardo IV había nombrado a Ricardo “Lord Protector”. 

Los representantes de Eduardo V y Ricardo acordaron reunirse el 29 de abril en Stratford. Sorprendentemente -para la mirada actual-. El día siguiente, 30 de abril, Ricardo ordenaba el arresto del séquito de Eduardo, incluyendo a su tío materno, Anthony Woodville, y a su medio hermano, Sir Richard Grey, que fueron conducidos a Pontefract Castle en Yorkshire y, decapitados, allí mismo, el 25 de junio. Desconocemos la causa de estas decisiones.

Poco después, el rey niño Eduardo V fue entregado junto con su hermano menor y hermanas, a su tío Ricardo, quien prometió a la madre, Elizabeth Woodville, que se ocuparía de su protección. 

Cuando Eduardo V y Ricardo llegaron a Londres, se preparaba la ceremonia de la coronación de Eduardo, cuya fecha se pospuso, del 4, al 25 de junio.

El 19 de mayo de 1483 Eduardo era conducido a la Torre de Londres, lugar tradicional de residencia de los futuros monarcas antes de su coronación.

El 16 de junio Ricardo, Duque de York, hermano menor de Eduardo, también era llevado a la Torre. La fecha de la coronación de Eduardo, quedaba pospuesta indefinidamente. 

Finalmente, el domingo 22 de junio, mediante un discurso en St. Paul’s Cross, Ricardo era declarado heredero legítimo de la casa de York, y el día 25 siguiente, un grupo de la corte reclamó su coronación.

La causa de aquel sorprendente cambio, se estableció sobre el hecho -ya citado-, de que los dos príncipes-niños habían sido declarados bastardos e ilegítimos por el Parlamento -declaración que sería confirmada en 1484 mediante el acta Titulus Regius, emitida por el Parlamento-, que declaraba que el matrimonio de Eduardo IV y Elizabeth Woodville no era legítimo, puesto que, para entonces, Eduardo ya estaba comprometido con Lady Eleanor Butler. 

El duque de Gloucester fue coronado como Ricardo III rey de Inglaterra el 3 de julio.

Dominic Mancini, un fraile italiano que visitó Inglaterra alrededor de 1480 y que, específicamente, visitó Londres en la primavera de 1483, escribió que, después de que Ricardo III accediera al trono, Eduardo y su hermano pequeño fueron llevados a las cámaras interiores de la torre y que cada vez eran vistos con menos frecuencia, hasta que desaparecieron totalmente. Existen, asimismo, informes sobre los dos príncipes jugando cerca de la torre, poco tiempo después de que el hermano menor, Ricardo, acompañara a su hermano en su estancia en la torre, pero no hay informes de que fueran vistos después del verano de 1483, incluso, en julio de ese año, parece que se intentó un rescate, que fracasó. 

El destino de los príncipes es, pues, un misterio que perdura hasta nuestros días. Muchos historiadores creen que fueron asesinados, e incluso, algunos sugieren que el crimen se cometió, justamente, a finales del verano de 1483. 

Cuatro cuerpos sin identificar, que fueron encontrados en la torre, podrían estar relacionados con tan misteriosos sucesos Una vez depositados en la Abadía de Westminster por orden de Carlos II, los restos fueron sometidos a diferentes análisis, sin que resultaran datos suficientes para aclarar el enigma que tratamos.

Numerosas fuentes sugieren que existieron diferentes rumores posteriores a la desaparición de los príncipes. Dominic Mancini y The Croyland Chronicle, mencionan algunos que corrieron a finales de 1483, pero en ningún momento señalan responsables, aunque en la época ya se hablaba de Ricardo III como responsable del suceso. 

Otras fuentes que hablan del caso, como el citado The Croyland Chronicle y The Commine, escritas tres y diecisiete años después de lo sucedido, no son consideradas suficientemente verídicas, habida cuenta de que sus autores estaban evidentemente inducidos por John Morton, arzobispo de Canterbury, con órdenes de incriminar a Ricardo III.

Sí se han ocupado del triste asunto, la pintura y la literatura. 

Las "Chronicles of London", escritas por Robert Fabyan, resumen alrededor de treinta años de historia tras la desaparición y muerte de los príncipes, y en ellas se inculpa a Ricardo III. 

En "The history of Richard the III" publicada en 1513 por Tomás Moro, partidario de los Tudor y canciller durante el reinado de Enrique VIII, identifica a James Tyrrell como el asesino, que actuó bajo las órdenes de Ricardo. Como es sabido, Tyrrell fue un fiel servidor de Ricardo, que, de acuerdo con el libro de Moro, confesó su culpabilidad en la muerte de los príncipes antes de ser ejecutado por traición en 1502. Escribió también Moro, que los príncipes fueron asfixiados hasta la muerte en su propio lecho por dos ayudantes de Tyrrell y después, enterrados en una de las escaleras interiores de la torre. 

Tomás Moro también incriminaba directamente a Miles Forrest, un ayudante de Tyrrell como el auténtico asesino. Sin embargo, se ha pensado que tal acusación, podría estar viciada, al menos en parte, puesto que existían notorias diferencia entre Moro y Forrest. De hecho -y esto es bien sabido-, en 1534, Moro perdió el favor de Enrique VIII, al negarse a aceptar que el rey fuese la máxima autoridad de la iglesia anglicana, motivo por el que sería decapitado al año siguiente. Pues bien, tras la muerte de Moro, en 1540, el señorío de la Abadía de Peterborough, pasó a manos, precisamente, de Miles Forrest.

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Los hijos de Eduardo IV de Inglaterra, por Pedro Américo. Campina Grande, Paraíba, Brazil

En 1674, en una nueva remodelación de la Torre de Londres, unos trabajadores desenterraron una caja de madera que contenía dos esqueletos humanos, que, por su tamaño, parecían de niños. Aparecieron a unos 3 metros de profundidad, en la escalera principal de la capilla de la Torre. La razón por la que los cuerpos fueron atribuidos a los dos príncipes, fue, sencillamente, que el lugar en el que se encontraron, coincidía con la ubicación dada por Thomas More, si bien, la información se contradecía a sí misma, puesto que Moro también había dicho que los restos fueron cambiados de sitio.

Un informe anónimo indicaba que entre aquellos restos había fragmentos de telas ricas y terciopelo, lo cual podría indicar que pertenecían a aristócratas. Cuatro años después de su descubrimiento, los huesos fueron colocados en una urna y, por decisión de Carlos II –rey entre 1660 y 1685-, llevados a la abadía de Westminster, donde un monumento diseñado por Christopher Wren, muestra el lugar en el que, teóricamente, descansan los restos de Eduardo y Ricardo.

Nuevamente examinados, ya en 1933, por diversos especialistas -aunque faltaban muchos, y otros estaban muy destrozados-, se dedujo que pertenecían a dos niños de la misma época de los príncipes. Pero este dictamen fue muy discutido; fundamentalmente, porque, previamente se partía de la premia de que que se trataba de los príncipes. Lo cierto es que, desde entonces no se ha realizado ningún estudio científico más, si bien, no hace mucho tiempo, se solicitó la realización de un análisis de ADN, pero la página gubernamental que pedía esta prueba, desapareció antes de obtener su objetivo, sin aportar ninguna explicación.

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Resumiendo: 

La teoría más extendida, es la que sostiene que los príncipes fueron asesinados por orden de Ricardo, que usurpó el trono de su sobrino Eduardo V. Aunque al ser declarados ilegítimos sus sobrinos, su acceso al trono quedaba asegurado, la permanencia en el mismo, peligraba mientras existieran los príncipes, quienes podrían ser convertidos en bandera de futuras reivindicaciones.

Los rumores sobre la muerte de los príncipes empezaron a circular ya desde el mismo año del fallecimiento de su padre, en 1483, y el hecho de que Ricardo, jamás diera la menor prueba de que siguieran con vida, parecía dar peso las sospechas sobre su persona. 

Muchos años después, ya hacia 1577, se afirma que Ricardo buscando atraerse la simpatía del pueblo inglés, negó oficialmente haber ordenado o participado, ni en la desaparición, ni en la muerte de los niños, pero, aun así, jamás, ni ante las crecientes dudas, casi convertidas en verdades irrefutables, se le pasó por la cabeza ordenar una investigación sobre el asunto, lo cual tampoco parece avalar su inocencia. De acuerdo con la vieja sentencia: “Qui prodest?”, como se preguntaría Séneca. ¿A quién beneficiaba la muerte de Eduardo? Aparentemente, a Ricardo III.

Con el tiempo, fueron surgiendo nombres de posibles sospechosos.

James Tyrrell partidario de la Casa de York. Fue arrestado por Enrique VII en 1502 por apoyar a otros miembros de la Casa de York que pretendían acceder el trono. Tomás Moro afirmó que, poco antes de su ejecución, Tyrrell había confesado, bajo tortura, haber asesinado a los príncipes por orden de Ricardo III. La crítica duda de esta acusación de Moro, por ser este, cuando la hizo, parte interesada y por carecer de la menor prueba de su aserto.

Henry Stafford, Segundo duque de Buckingham.

Henry Stafford, Segundo duque de Buckingham y mano derecha de Ricardo III. Se dijo que él sabía de la muerte de los niños, ya desde noviembre de 1483. Dado que, tenía motivaciones personales, como descendiente de Eduardo III, a través de Juan de Gante, y de Thomas de Woodstock, pudo albergaba esperanzas de acceder él mismo, al trono o, pudo actuar a favor de un tercero.

Margaret Beaufort

Margaret Beaufort madre de Enrique VII. NPG

Casada cuatro veces: Suffolk, Tudor, Stafford y Stanley; fue la madre de Enrique VII y, por tanto, abuela de Enrique VIII. Ha sido citada por algunos historiadores como posiblemente comprometida en la desaparición de los príncipes, ya que su conocido interés por convertir a su hijo en rey, podría ser un motivo de peso. 

Margarita ofrece una trayectoria en la que se advierten sucesivos cambios de bando, acorde con las circunstancias. A pesar de ser partidaria de la casa Lancaster, Margaret se había unido a la corte del rey Eduardo IV de York, siendo elegida por la reina Elizabeth de Woodville, para que cuidara de su hija Bridget en 1480. Sin embargo, tras la muerte de Eduardo y del ascenso al torno de Ricardo, Margaret se convirtió en dama de compañía de la esposa de este último, Anna Neville y todavía, además de todo lo anterior, Margaret Beaufort se convirtió en aliada de Elizabeth, que accedió a los esponsales de su hijo, Henry Tudor con Elizabeth de York, la hija mayor Eduardo IV. Al extenderse los rumores sobre la muerte de los príncipes, ella dedujo que, sólo si su hijo lograba derrotar a Ricardo en batalla, tendría el camino libre hacia el trono.

Enrique VII

En su deseo de alcanzar el trono, ejecutó a algunos de sus contrincantes. Entre ellos se encontraba John de Gloucester, hijo ilegítimo de Ricardo III. Enrique se encontraba fuera del país en el momento de la desaparición de los príncipes. El año anterior, antes de convertirse en rey, Enrique, se casó con Elizabeth de York, para reforzar su derecho al trono; ignorando la ilegitimidad de su esposa. Algunos historiadores creen que, también Enrique, pudo asesinar a los príncipes alrededor de julio de 1486.

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Como telón de fondo, en todo caso, se desarrollaba la conocida “Guerra de las dos Rosas” emblemáticas de las Casas de Lancaster y de York.

Ricardo III. NPG, Londres

La restauración en el trono, en 1471 de Eduardo IV -el padre de los Niños de la Torre-, fue considerada por algunos historiadores como el final de la Guerra de las Dos Rosas. Pero Eduardo, murió repentinamente en 1483, suceso que marcó el inicio de un nuevo ciclo de desórdenes dinásticos. 

Bajo el reinado de Eduardo, las facciones se habían dividido entre los parientes de la reina, la familia Woodville, y los que consideraban a esta familia como unos advenedizos, hambrientos de poder. El heredero al trono, Eduardo V, tenía entonces sólo doce años, y había sido criado y educado bajo el cuidado de Anthony Woodville. Esto era algo insoportable para el partido anti-Woodville, que forzó la designación de Ricardo, duque de Gloucester y hermano de Eduardo IV, como Lord Protector, convirtiéndose de facto, en el líder de su facción.

Con la ayuda de William Hastings y Henry Stafford, Gloucester capturó al joven rey de manos de los Woodville en Stony Stratford en Buckinghamshire y lo encerró en la Torre de Londres, bajo su cuidado, donde, poco después, se le reunió su hermano Ricardo, duque de York, de sólo nueve años. 

Entonces, un clérigo alega que el matrimonio de Isabel Woodville y Eduardo había sido ilegal, ilegitimando a los dos niños de paso. El Parlamento accedió a emitir el Titulus Regius, por el que Gloucester se convertía en el rey Ricardo III de Inglaterra. Los dos niños encarcelados, pronto conocidos como los Príncipes de la Torre, desaparecen, posiblemente asesinados, aunque todavía se discute por mano u orden de quién, puesto que nunca hubo ningún juicio ni investigación legal acerca de la desaparición y muerte de los dos muchachos.

Dado que Ricardo III era el mejor general del bando de York, muchos lo aceptaron ante la perspectiva de tener que manejar a dos niños por intermedio de un Consejo de Regencia. 

Los Lancaster por su lado, concentraron sus expectativas en Enrique Tudor, cuyo padre, Edmundo Tudor, conde de Richmond, era hermano ilegítimo de Enrique VI. Sin embargo, la pretensión de Enrique al trono era por medio de su madre, Margarita Beaufort, una descendiente de Eduardo III por vía de Juan de Gante.

En la batalla de Bosworth, el 22 de agosto de 1485, las fuerzas de Enrique Tudor derrotaron a los ejércitos de Ricardo III, que murió durante la batalla, convirtiéndose así el vencedor, en el rey Enrique VII de Inglaterra, que reforzó su posición casándose con una hija de Eduardo IV, Isabel de York, que ostentaba el mejor derecho al trono de la Casa de York. Así reunió en su persona a las dos casas reales que con tanta violencia habían combatido por el poder. 


Enrique VII fusionó la rosa roja de Lancaster con la rosa blanca de York, creando un nuevo emblema mixto, la Rosa Tudor, y, para confirmar su permanencia, ordenó matar a cualquier potencial pretendiente o que se proclamara como tal, política que continuaría su hijo, Enrique VIII.

Muchos historiadores consideran el acceso al trono de Enrique VII como el efectivo punto final del conflicto de “Las Dos Rosas”. Otros argumentan que la guerra como tal terminó poco después, con la batalla de Storke el 16 de junio de 1487, cuando -fuera de toda lógica- apareció la figura del último pretendiente masculino de la casa de York, Eduardo, conde de Warwick, hijo de Jorge, duque de Clarence, hermano de Eduardo IV. Sin embargo, aquel joven, resultó ser un impostor, llamado Lamberto Simmel, pero fue perdonado ya que se consideró que no había sido más que un instrumento de los adultos, y salvó la vida, pasando a servir en las cocinas reales.

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Muchos años después, William Shakespeare le dedicó una de sus obras más conocidas, en la que ofrecía la evidencia de que Ricardo III había asesinado a sus sobrinos; si bien, tal supuesto no era original, sino que se basaba en la Historia del rey Ricardo III, de Tomás Moro, que presentaba diversos testimonios muy detallados en los que se explicaba, de manera coherente y muy plausible, cómo James Tyrell, un miembro muy cercano al rey, habría matado a los niños en su nombre.

Richard The III: Now is the winter of our discontent

Made glorious summer by this son of York;


-Ahora la primavera de nuestro descontento, 

da paso a un glorioso verano para este hijo de York.


Primer verso de la tragedia “Henry III” de W. Shakespeare.

La obra empieza con Ricardo, alabando a su hermano, el rey Eduardo IV, hijo mayor de Ricardo de York. El monólogo revela la envidia y la ambición de Ricardo, ya que Eduardo gobierna el país con prudencia y sabiduría. Ricardo es un feo jorobado, que se describe como «deformado, mutilado».

Ricardo conspira para que su hermano Jorge de Clarence, que le precede como heredero al trono, sea recluido en la Torre de Londres como sospechoso de asesinato. Seguidamente, para cumplir sus ambiciones, pretende los favores de Lady Ana, la viuda de Eduardo de Lancaster, tras haber asesinado a su marido y a su padre, pero, a pesar de todo, Ana se compromete a casarse con Ricardo, que, en colaboración con su amigo Henry Stafford, segundo duque de Buckingham, conspira para acceder a la sucesión al trono, presentándose ante los señores como un hombre piadoso, modesto y sin ninguna pretensión de grandeza. Así, es elegido sucesor del rey Eduardo IV —en cuya muerte, irónicamente, Ricardo no aparece, en absoluto, involucrado.

Ricardo se garantiza de manera activa la posesión de la corona. Asesina a cualquiera que se interponga en su camino, incluido el joven príncipe, Lord Hastings, su antiguo aliado Buckingham, e incluso su esposa. Estos crímenes hacen que Ricardo pierda todos los apoyos y se enfrente con el conde de Richmond, futuro Enrique VII de Inglaterra, en la batalla de Bosworth Field, en cuyo transcurso, los fantasmas de aquellos a los que había matado, le gritan: «¡Desespera y muere!».

A pesar de la lucha que inicialmente parece favorable a Ricardo, pronto se encuentra solo en medio del campo de batalla, y grita desesperado:

A Horse, a Horse, my Kingdome for a Horse

¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!

Finalmente, después de un combate cuerpo a cuerpo, Richmond, lo atraviesa mortalmente con su espada.

La primera representación de la que se tiene constancia se produjo el 17 de noviembre de 1633, con la asistencia de Carlos I y Enriqueta María.

¿Escribió Shakespeare desde una perspectiva histórica ecuánime y libre de prejuicios o intereses de partido?

Más datos... y contradicciones

El escrito de Moro, dice que Tyrell acusó a dos personas del asesinato de los Niños: a su cuidador de caballos, John Dighton, y a un guardia de la Torre, Miles Forest. Sin embargo, cuando Moro empezó a escribir su libro, todos los protagonistas habían fallecido: Ricardo III, Tyrell, Dighton y Forest. ¿Cómo, entonces, pudo contar una historia verídica y real si todos los protagonistas habían muerto mucho antes de iniciar la escritura? El relato era muy creíble, pero podía deberse a leyendas de la época o a la inventiva del propio autor.

Ahora, el historiador Tim Thornton cree haber hallado el hilo oculto que podría haber sido la fuente de la que bebió el autor, pudiendo contar exactamente lo que pasó y dando a conocer una historia real, que confirmaría que Ricardo III fue quien mató a sus sobrinos. Forest tuvo dos hijos, Edward y Miles, quienes estaban vivos en el momento de la escritura. Y, por si fuera poco, ambos pertenecían a la más alta nobleza, aun siendo hijos de un guardia; algo muy poco probable,

Thornton está convencido de que uno de esos hijos —o, incluso, los dos— contaron a Moro la verdadera historia de los dos niños desaparecidos en la Torre de Londres, y señalaron directamente a Ricardo III como autor intelectual de los asesinatos que le permitieron ser rey de Inglaterra. Declaraba aspectos que nadie sabía hasta la fecha, pues, no en vano, su padre habría sido uno de los brazos ejecutores de los menores.

"Esta evidencia abre la posibilidad de que Edward y Miles fueran el canal de información sobre los asesinatos. Lejos de ser pura propaganda, el relato de Moro, por lo tanto, potencialmente se basó en un acceso muy inmediato a los miembros de la familia de uno de los presuntos asesinos", explica Thornton. Un misterio que podría tener solución, por fin, seis siglos después y que confirmaría la tiranía de Ricardo III. 

¿Quedaría aclarada la cuestión sobre las causas del encierro y probable asesinato de los Niños de la Torre, y su atribución directa a Ricardo III, por parte de Shakespeare, basándose en el informe elaborado al respecto por Sir Thomas More, y generalmente admitida sin discusión? Evidentemente, no.

Aplicando de nuevo la vieja cuestión, “Qui prodest”, observaríamos ahora, que, el favorecido por la muerte de los Niños, no fue Ricardo III, sino la casa de Tudor, si bien, esto también habría que probarlo, y, pruebas... no hay; sólo deducciones, más o menos sostenidas por la ecuanimidad y la lógica.

Una posterior investigación documental, A Life of Richard III (1906), realizada por Clemens R. Markham (1830-1916) -explorador, botánico, escritor, geógrafo y presidente de la Real Sociedad Geográfica-, llevada a cabo, cuando menos, alejado de los intereses de partido, y con la ecuanimidad propiciada por la distancia de los siglos, lleva al autor a preguntarse y a preguntar a la Historia, si no ha sido víctima fácil de una cadena de prejuicios -no lo olvidemos-, creada fundamentalmente, por un autor teatral que, como tal, merece sobradamente todos los respetos, pero que, como historiador, en cambio, dejaría mucho que desear. 

El autor plantea numerosas dudas, basadas, fundamentalmente, en la incoherencia de la mayor parte de las propuestas presentadas hasta entonces como históricas, y admitidas como verdades irrefutables.

C. R. Markham, 1904-5

Los extractos que siguen, voluntariamente fragmentarios, son traducción literal del trabajo publicado por C. R. Markham, al que no hemos querido dar, en ningún caso, ninguna interpretación diversa de la que él ofreció, en sus propios términos.

Hay períodos de la historia que exigen la mayor precaución al aceptar declaraciones presentadas por una facción dominante. Muy pronto en mi vida llegué a la conclusión de que el período que presenció el cambio de dinastías de Plantagenet a Tudor fue uno de estos. La caricatura del último Rey Plantagenet era demasiado grotesca, y demasiado grotescamente opuesta a su carácter derivado de los registros oficiales.

Mis propias conclusiones son que Ricardo III. debe ser absuelto por todos los cargos de los que ha sido acusado. Le da a uno la sensación de que ha sido tratado injustamente." Sería un placer pensar que el último Plantagenet no era un sinvergüenza cruel. La lealtad de Richard y su administración capaz en el norte parecen incompatibles con tal ferocidad.

Por su voluntad el rey Eduardo IV. dejó el cuidado de la persona de su hijo y el gobierno del reino durante la minoría a su hermano Richard, sin ningún colega. Era amado por la gente del norte, y era merecidamente popular en toda la tierra.

Se dirigió a York al enterarse de la muerte de su hermano y asistió a las solemnes obsequies. Luego hizo que su sobrino fuera proclamado, e inició el viaje a Londres, con 600 caballeros, todos de profundo luto. Llegó para asumir las responsabilidades que le impuso su hermano.

Muy diferente fue la conducta de los Woodville. [La familia de la viuda de Eduardo IV]. Formaron una conspiración para dejar de lado los deseos del difunto Rey, excluir al duque de Gloucester [Ricardo III] y conservar por la fuerza la autoridad que hasta entonces habían ejercido a través de la influencia de la Reina.

El 5 de junio, el Protector había dado órdenes detalladas para la coronación de su sobrino el día 22, e incluso había hecho que se emitieran cartas de citación para la asistencia de cuarenta nobles que iban a recibir el título de Caballero del Baño en la ocasión.

Pero fue entonces cuando se produjo un cambio [inesperado]. El Dr. Robert Stillington, Obispo de Bath y Wells, aparentemente el 8 de junio, reveló al Consejo el hecho, oculto durante mucho tiempo, de que Eduardo IV. Se había comprometido con lady Eleanor Butler, viuda de un hijo de Lord Butler de Sudeley, e hija del primer conde de Shrewsbury, antes de celebrar, por una ceremonia secreta, el matrimonio con lady Grey [Nombre del anterior marido de la reina viuda].

Las pruebas del contrato anterior de Eduardo IV. con Lady Eleanor Butler fueron presentadas ante la asamblea por el obispo Stillington y sus testigos, y fue decidido por los tres Estados del Reino que el hijo ilegítimo [de Eduardo] no podía acceder al trono. El duque de Gloucester [Henri III, como hermano del monarca fallecido] era, por lo tanto, el heredero legal: y se resolvió que debía ser llamado a aceptar el alto cargo de King. Se preparó la declaración “Titulus Regius”, por la que se establecía que Ricardo, duque de Gloucester, era el único heredero verdadero y legítimo al trono.

El 26 de junio, los Lores Espirituales y Temporales y los Comunes se dirigieron al Castillo de Baynard con el Titulus Regius, para presentar su resolución y solicitar a Richard que asumiera la corona. Él consintió. Entonces tenía treinta años y ocho meses. 

Ricardo III, entonces, organizó su Consejo, y se rodeó de asesores capaces y rectos. Sólo había dos falsos amigos entre ellos: los traidores Buckingham y Stanley.

La intención del Rey era criar a sus sobrinos y proveerlos de acuerdo con su rango y la cercana relación con su persona. "Prometió que así los proveería, y así mantenerlos con un patrimonio honorable, y que todo el reino podría contentarse". 

La acusación de que nunca abandonaron la Torre deriva de las insinuaciones de enemigos sin escrúpulos. Es mucho más probable que residieran en la casa real, y fueran compañeros del otro sobrino del Rey, el conde de Warwick, al menos, hasta que se hizo necesario ponerlos a salvo en la invasión del reino por Henry Tudor. En el reglamento de la Casa del rey Ricardo, fechado el 23 de julio de 1484, se lee que "los niños deben estar juntos en el desayuno." ¿Quiénes serían estos niños, sino los sobrinos del Rey? 

La coronación del rey Ricardo III. y la reina Ana tuvo lugar el domingo 6 de julio de 1483. Nunca se recibió una adhesión con tal consentimiento unánime por parte de todo el pueblo.

Ricardo III. era un soberano muy popular, y por una buena razón. El obispo Langton, que lo acompañó en este proceso, escribió: "Tiene la aceptación de las gentes, mejor que ningún otro Príncipe. Pobre que han sufrido mucho tiempo, han sido aliviado y ayudados por él y sus órdenes encaminadas a su progreso. En verdad nunca me gustaron las condiciones de ningún Príncipe tanto como las suyas. Dios nos lo ha enviado para ganancia de todos.”

El 8 de septiembre, Ricardo y la reina Ana [Neville] salieron en solemne procesión con las coronas en la cabeza, con motivo de la creación de su hijo Eduardo como Príncipe de Gales. El joven príncipe, su primo el conde de Warwick, y Galfridus [o Godfred] de Sasiola, el embajador español, fueron nombrados caballeros. La comitiva real salió de York el día 20, y procedió por Gainsborough hacia Lincoln, a donde llegaron el 12 de octubre.

Pero estaba Buckingham, cuya ambición de era apoderarse de la corona. De acuerdo con el “Titulus Regius, sólo dos personas se interponían en su camino. Estos eran, el propio rey Ricardo III. y su delicado hijo pequeño.

Buckingham fue hecho prisionero. Solicitó una entrevista con su soberano herido, con la intención de asesinarlo. Afortunadamente la solicitud fue rechazada. Había sido capturado con las manos en la masa, y el tribunal del alguacil earl lo condenó a muerte. Fue decapitado en Salisbury el 2 de noviembre. Richard trató a la viuda del duque, que era un Woodville, con su generosidad habitual; concediéndole una pensión del señorío de Tunbridge.

Lord Campbell dijo: "No tenemos ninguna dificultad en declarar al parlamento de Ricardo, como la asamblea nacional más meritoria para proteger la libertad del sujeto, y poner fin a los abusos en la administración de justicia que se habían asentado en Inglaterra desde el reinado de Enrique III".

El Rey tomó medidas para inducir a la Reina Viuda a salir del santuario con sus hijas. Prometió que, si eran guiadas y gobernadas por él, los trataría amable y honorablemente como sus parientes; las casaría con caballeros de noble cuna y les daría asignaciones adecuadas. Isabel estuvo de acuerdo con estos términos, que fueron observados fielmente; y el Rey también se comprometió a conceder una pensión de 700 marcos al año para su propio mantenimiento. Ella no sólo salió del santuario con sus hijas, sino que mostró tanta confianza en la buena fe de Richard que ordenó a su hijo, el marqués de Dorset, que volviera a Inglaterra y se sometiera al Rey.

En marzo de 1484, el Rey y la Reina abandonaron Londres, y se encaminaron hacia el norte por Cambridge, llegando a Nottingham el 20 de abril. Aquí recibieron información de inteligencia de la muerte del joven Príncipe de Gales, que tuvo lugar en Middleham el día 9 del mismo mes. Los infelices padres quedaron inmersos en el dolor más violento. "en un estado casi bordeando la locura debido a su dolor inesperado." El niño fue enterrado en una capilla construida por el propio Richard, en el lado norte de la iglesia sheriff Hutton. El Rey puso 'el sol en esplendor', el símbolo favorito de su hermano Eduardo, en una de las ventanas.

La batalla de Bosworth y la muerte de Richard III

Aunque Enrique era miembro de la Casa de Lancaster, Enrique se casó el 18 de enero de 1486, en la catedral de Westminster, con Isabel de York, hija del rey Eduardo IV, [y como es sabido, hermana mayor de los príncipes de la Torre], tal como la madre de Enrique, Margarita Beaufort, y la madre de Isabel, Isabel Woodville, habían acordado años antes. Este matrimonio supuso la unión de las casas de Lancaster y de York, hablándose a partir de entonces de la dinastía Tudor, por Owen Tudor, el abuelo paterno de Enrique.

En 1485, tras recibir apoyo financiero, y habiéndose asegurado un cierto apoyo galés, Enrique empezó una rebelión al desembarcar en Gales; Ricardo III salió al encuentro de Enrique pero, debido a la traición de ciertos nobles, su ejército fue incapaz de ganar la batalla de Bosworth, en la que el propio Ricardo luchó con valentía y murió (22 de agosto de 1485).

"Los insultos proferidos por el vencedor al cadáver de un soldado muerto en batalla evidencian un gran grado de mezquindad o cobardía por parte del primero". En todos los aspectos Richard estaba mejor preparado para reinar sobre Inglaterra en la etapa de cambios que ya era evidente, que los dos tiranos que le sucedieron. 

Henry Tudor [asumió la corona, como Enrique VII].

La batalla de Bosworth fue una calamidad de la que Inglaterra tardó en recuperarse.

Podría haber sucedido una era del Renacimiento inglés bajo Richard. En realidad, se produjo una era de destrucción vandálica bajo los Tudor. El padre era un miserable extranjero, el hijo un tirano rapaz y sin remordimientos, ambos déspotas por naturaleza, y enemigos de libertad constitucional. 

Ricardo III. fue el único de nuestros reyes que Tuvo un matrimonio por amor. Su prima Anne, la compañera de juegos de su infancia, fue su primer amor. Unidos antes de los veinte años, pasaron diez años de feliz vida matrimonial juntos en Middleham.

La dinastía de los Plantagenet había reinado sobre Inglaterra durante más de tres siglos, cuando el último rey de esa raza real cayó en la batalla de Bosworth.

Los enemigos de Richard hallaron plena credibilidad. Fue acusado de la comisión de una serie de crímenes atroces, su nombre ha sido execrado por la posteridad, y los historiadores han luchado entre sí por cubrir de oprobio su memoria. Enrique VII. tenía el poder y la voluntad de silenciar todos los comentarios, y evitar que cualquier defensa [de Richard] fuera publicada. Toda evidencia a favor de Richard fue destruida.

La historia así presentada fue dramatizada por Shakespeare, y se volvió tan familiar para la posteridad que incluso los escritores de nuestro tiempo abordan el tema con prejuicios inconscientes que no pueden resistir [a la verdad]. Si castiga la traición es “un jorobado venenoso”. Si una rebelión es derribada durante su reinado, es un tirano inhumano. Su habilidad es astucia, su justicia es crueldad, su valentía es furia, su generosidad es arte, su devoción es hipocresía.

MORO

Con diferencia, la más importante de las autoridades originales, y en la que se ha basado toda la historia posterior, es el arzobispo Morton. Su narrativa está contenida en la “Historia de Ricardo III”, erróneamente atribuida a Sir Thomas More, que estaba en la casa de Morton cuando era un niño. Esta obra apareció por primera vez en Hardyng's Chronicle, impresa por Grafton, en 1543. Fue copiado en la Crónica de Hall, y copiado por Holinshed. Catorce años después de su publicación, Rastell sacó a la luz otra versión, algo diferente en 1557. Rastell estaba relacionado con Sir Thomas More, y alegó que su versión procedía de un manuscrito de More de alrededor de 1513. Una versión latina, escrita mucho antes de su publicación, había sido impresa en Lovaina, en 1566. El título dado por el editor es engañoso. No es una "Historia de Ricardo III", sino una narración muy detallada de los acontecimientos desde la muerte de su hermano [Edward] hasta su propio ascenso, que abarca un período de menos de tres meses.

La historia del asesinato de los jóvenes príncipes, al final del libro no pudo haber sido escrita por Morton, ya que alude a acontecimientos ocurridos después del 12 de octubre de 1500, la fecha de la muerte de ese prelado. El esquema de la historia del asesinato fue sin duda inspirado, como Lord Bacon sospechaba, por Enrique VII Tudor.

Rastell dedujo que la versión en inglés de esta “Historia de Ricardo III”, había sido compuesta por Sir Thomas More porque se encontró una copia en su letra entre sus papeles. La publicación anterior de Grafton demuestra que había otras copias en el extranjero, que difieren ligeramente entre sí, y no hay razón para aceptar que la versión manuscrita de More fuera la original; lo más probable es que se tratara de una copia inacabada

Sin embargo, la respuesta a cualquier objeción a las declaraciones contenidas en ella ha sido hasta ahora que fue escrita por el bueno y virtuoso Sir Thomas More, y que, por lo tanto, debe ser cierta. Pero las pruebas internas hacen que sea seguro que More no lo escribió. El autor habla de la muerte de Eduardo IV. como testigo ocular, pero Moro tenía entonces sólo cinco años de edad, pues nació en febrero de 1478. Esto parece concluyente. Sir Thomas More hizo una copia incompleta alrededor de 1513, cuando tenía ya unos treinta y cinco años. Se desconoce el compilador real del libro, tal como lo conocemos. Pero la información y la inspiración de toda la obra, con la excepción de la historia del asesinato de los jóvenes príncipes al final, es sin duda del arzobispo Morton. 

Enrique VII. empezó a vilipendiar a su predecesor muy pronto en su reinado. La caricatura era demasiado burda y demasiado tosca para su aceptación general. En cuanto falleció el último de los Tudor, Sir George Buck, escribió una defensa de Ricardo III y fue seguido por Carte en su Historia de Inglaterra. Horace Walpole adoptó puntos de vista más firmes sobre el tema en sus “Dudas históricas” (1768); de Bayley en su “Historia y antigüedades de la Torre de Londres”; Laing en su continuación de “Henry's History of England”; Courtenay en sus “Comentarios sobre Shakespeare”; Miss Halsted en su “Life of Richard III”, y por Legge en su “Rey impopular”.

Aunque estos autores no siempre son sostenibles, muestran que ha habido, desde el momento en que se permitió la discusión por primera vez, un sentimiento de repulsión entre los investigadores bien informados contra la aceptación de estas acusaciones sin un escrutinio minucioso. La conducta de Richard fue directa y leal. Después de asistir a solemnes obsequies de su hermano en York Minster, llamó a la nobleza de Yorkshire a jurar lealtad a su joven sobrino. Cuando llegó a Londres, ordenó que se hicieran los preparativos para la coronación de su sobrino, y envió citaciones -como se ha dicho- a cuarenta esquires para recibir el título de Caballeros del Baño en la ocasión.

En cuanto al llamado "Titulus Regius", [que declaraba ilegítimo el matrimonio de Eduardo], cuando Enrique [VII] subió al trono, ordenó que se derogara esta ley. Hizo que se destruyera y amenazó a cualquiera que guardara una copia con multa y encarcelamiento, pero.., por un mero accidente, el borrador original del mismo, no fue destruido y apareció mucho después entre los registros de la Torre.

“Es un hecho -escribió Sir Harris Nicolas-, que merece atención únicamente porque ofrece un ejemplo notable de la manera en que la ignorancia y el prejuicio a veces hacen que lo que se llama historia sea más despreciable que un romance”. Lo mismo puede decirse de la mayoría de las historias Tudor sobre Ricardo III.

Debemos abordar ahora la cuestión relativa al destino de los dos jóvenes hijos de Eduardo IV, sin tener constantemente ante nuestras mentes la grotesca caricatura retratada por los escritores Tudor. 

Hay que tener en cuenta que el Parlamento fue unánime al reconocer el título de Ricardo III y que el nuevo Rey no tenía ni sombra de sospecha de que se preparase oposición alguna y tampoco tenía ningún motivo para el crimen.

Como es sabido, los dos hijos pequeños de Eduardo IV, fueron a residir en las moradas reales de la Torre en junio de 1483. La declaración de Enrique VII, es que allí fueron asesinados en agosto siguiente. Pero hay dos pruebas; una de ellas positiva, de que estuvieron vivos durante el reinado de Ricardo III. En las órdenes para la casa del rey Ricardo fechadas después de la muerte de su propio hijo, se menciona a los niños de alto rango que debían ser servidos antes que todos los demás lores. Los únicos niños que podían ocupar tal posición eran los hijos de Eduardo IV.

El 9 de marzo de 1485, con el siguiente efecto, se ordena a Henry Davy “que entregue a John Goddestande, lacayo del Lord Bastard, dos dobletes de seda, uno chaqueta de seda, una bata de tela, dos camisas y dos bonetes.” Estas dos pruebas están de acuerdo con la declaración de Morton de que el rey Ricardo había declarado su intención de mantener a sus sobrinos en una situación honorable.

Por otra parte –se plantea-, si creemos los rumores, Richard debe ser culpable, porque si hubiera sido inocente, habría tomado medidas para refutar tales rumores, y no lo hizo, o más bien, tales medidas no fueron registradas por sus enemigos.

El rumor de que los jóvenes príncipes habían sido ejecutados no apareció en Inglaterra durante la vida de Ricardo. Pero tan pronto como Morton fue a Francia, apareció allí. En el otoño de 1483 Morton abandonó Inglaterra. En enero de 1484, el Canciller de Francia alegó como un hecho el asesinato de los príncipes en un discurso ante los Estados Generales en Tours. “Observad, os lo ruego, los acontecimientos que, tras la muerte del rey Eduardo, han sucedido en aquel país. Ved a sus hijos… masacrados impunemente, y la corona , traspasada al asesino…”

Lo cierto es que nunca se supo qué fue de los dos niños, ni se pretendió saberlo hasta después de la supuesta confesión de Tyrrel en 1502.

Si no surgió ninguna duda antes de la muerte del rey Ricardo. Muchas personas deben haber sabido que sus sobrinos estaban vivos y eran bien tratados.

Pero Enrique Tudor se propone casarse con Isabel, la sobrina del ya difunto Richard (hermana mayor de los niños), y entonces, toda evidencia de ilegitimidad debía destruirse. Enrique hizo que se borrara la Ley del Parlamento, que legalizaba el derecho del rey Ricardo, que ordenó que se retirara el texto original y se quemara, ordenando a toda persona que poseyera una copia de la misma, que la entregara, bajo pena de multa y encarcelamiento.

Enrique se casó con Isabel el 18 de enero de 1486, casi cinco meses después de su coronación. Entonces cambió la suerte y se convirtió en una cuestión de vida o muerte para Enrique VII. que los hermanos de su esposa dejaran de existir [puesto que al ser legitimados de nuevo, tenían derecho a reclamar la Corona]. 

Enrique tuvo puesto que, el descaro de fechar el comienzo de su reinado el día anterior a la batalla de Bosworth. A finales del año siguiente, y no antes, su esposa, Isabel, fue finalmente coronada el 25 de noviembre de 1487. Enrique VII legitimó a su esposa porque de no hacerlo, el heredero legal, entonces, era Warwick

Muerte del Conde de Warwick

El joven Edward Earl de Warwick fue otro obstáculo en el camino de Enrique VII. Si su esposa hubiera sido verdaderamente legítima, Henry no habría temido ningún peligro por parte del conde de Warwick; aquel joven príncipe habría estado muy lejos de la sucesión, pero si no era legítima, la existencia de Warwick, hacía necesario otro crimen.

Por ejemplo: Fernando de España [sic] se negó a permitir un matrimonio entre su hija [Catalina] y el hijo de Enrique, Arturo, hasta que el legítimo heredero de la corona de Inglaterra [Warwick] fuera apartado.

Cuando Ricardo III murió, Edward Earl de Warwick se convirtió de jure en Rey de Inglaterra, no solo como el heredero reconocido del Rey muerto, sino también como el más cercano en sucesión, y como el último Plantagenet varón. Su existencia era, en ese momento, un grave peligro para el usurpador. Si la declaración de ilegitimidad de los hijos de Eduardo IV, era falsa, el conde de Warwick dejaba de ser peligroso, y no tenía objeto condenarlo a prisión perpetua. Fue un acto inútil e injusto y cruel. Pero si Henry sabía que, a pesar de sus intentos de destruir toda evidencia de ilegitimidad, el hecho incómodo permanecía, se explicaría su injusticia y crueldad.

El embajador español informó del cambio que se había producido en la apariencia de Henry desde el asesinato del joven Warwick. Don Pedro de Ayala declaró que el Rey había llegado a parecer muchos años mayor en un solo mes.

Por otra parte, Henry se retrata en el duro trato que dio a Catalina de Aragón [la hija menor de Isabel y Fernando]; su monstruosa propuesta de casarse con ella cuando su esposa muriera; sus sucias indagaciones respecto a la joven reina de Nápoles [la hermana menor de Fernando], y en su repugnante oferta por la mano de Juana (la loca) sic.

“Fernando de España” e Isabel de Castilla

Juana de Castilla

Cuando Enrique VII supo que Juana de Castilla había quedado viuda, se propuso casarse con ella. La conoció en 1506, cuando la flota que la llevaba, con su esposo, Felipe el Hermoso, tuvo que amarrar en la costa inglesa a causa de una tempestad. Al parecer, ya entonces, el atractivo de la, todavía archiduquesa de Austria, había llamado la atención del, comparativamente, viejo rey. Los ya conocidos celos de la princesa castellana, le hicieron ver en ella a una joven ardientemente enamorada. A todo esto, se añadía una importante cualidad; su capacidad para procrear y Enrique ya había perdido a su hijo Arturo, el que fuera esposo de Catalina de Aragón.

Enrique VII, tenía cincuenta años, y, a pesar de hallarse muy envejecido tras la muerte de Elizabeth de York, en 1503, no había dejado de plantearse la idea de casarse de nuevo, de modo que, al morir su hijo Arturo, paneó su boda con la viuda, su nuera, Catalina de Aragón, que como sabemos, terminaría casando con Enrique VIII.

Finalmente, en lo que respecta a sus intereses en los reinos de España, también pretendió a Juana de Nápoles, la hermana de Fernando de Aragón, viuda de Ferrante I de Nápoles. 

Juan II de Aragón, el padre de Fernando [el Católico], se había casado en primeras nupcias con Blanca de Navarra, con la que tuvo un hijo y dos hijas, cuya desgraciada suerte es bien conocida. Al morir doña Blanca, el monarca se casó con Juana Enríquez, que sería madre de Fernando y de la citada Juana de Nápoles.

Enrique VII

Era, con todo, la reina Juana, la preferida de Enrique, pero, como es sabido, esta no quiso saber del mundo, nada que la alejara del recuerdo de su difunto esposo. Enrique decidió entonces usar la baza de su hermana Catalina, viuda de Arturo, alejada de la corte y que, quizás en la boda de su hermana con su suegro, viera el remedio de su abandono, por lo que pidió la mediación de su padre, Fernando de Aragón.

Catalina de Aragón

Vi lo que el rey de Inglaterra vos fabló -escribió Fernando a su hija, el 15 de marzo de 1507- sobre lo de su casamiento con la reina de Castilla, mi fija, vuestra hermana, y plúgome sobre todo lo que sobre ello de su parte me escrebistes… respondedle a ello de mi parte que yo no sé aún si la dicha de la Reina, mi fija, está en voluntad de casarse, y que si ella se ha de casar, que yo folgaré más que se case con dicho Rey, mi hermano...

Casi con toda seguridad, nos atreveríamos a deducir que doña Juana, a pesar del gran respeto y cariño que siempre mostró a su padre, jamás accedió a semejante propuesta.

En cuanto a Catalina, no es preciso recordar su segundo matrimonio con Enrique VIII y su consiguiente separación, que propició la creación de la iglesia de Inglaterra. Su hija María alcanzaría el trono inglés, y moriría sin descendencia, tras un frustrante matrimonio con Felipe II.

Finalmente, Enrique VII murió el 21 de abril de 1509, cuando Juana de Castilla ya había comenzado su interminable encierro en Tordesillas.

En cuanto a la suerte corrida por los Príncipes de la Torre, y la culpabilidad o inocencia de Ricardo III, aunque se nos ha mostrado un punto de vista diferente del trazado por Shakespeare –acorde con sus propias tendencias políticas-, queda todavía sin resolver propiamente. Quizás algún día aparezca un documento…

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