miércoles, 9 de noviembre de 2022

LE ROMAN DE LA ROSE ● Guillaume de LORRIS y Jean de MEUNG, frente a Christine de PIZAN


Le Roman de la Rose es un poema que narra un sueño alegórico; escrito en casi 22.000 versos, en dos partes; la primera, entre 1225 y 1240, es de Guillaume de Lorris, con 4.058 versos octosílabos, quedó inacabada a causa de la prematura muerte del autor, y ya entre 1275 y 1280, Jean de Meung, continuó y terminó la obra, añadiendo 17.722 versos. 

Cuando Christine de Pizan habló de “las infames alegorías” del género femenino expuestas por de Meung y Lorris, fue atacada por la mayoría de los intelectuales de su entorno, que pidieron que sus opiniones fuesen retiradas, alegando que suponían “un insulto a la mayor obra literaria de los tiempos contemporáneos”.

Lorris, Meung y Pizan

Todo el mundo conoce, al menos por el título, el Roman de la Rose, que ha sido popular a través de tantos siglos ya pasados. Pero, excepto algunos raros eruditos, hoy nadie lo lee, pues sabemos, por experiencia, que hace falta una buena dosis de ánimo para emprender la lectura de tan voluminosa obra, cuyo conjunto ya no tiene para nosotros los atractivos que tenía para sus contemporáneos. Además, incluso para aquellos cuyo antiguo lenguaje les resulta familiar, su lectura no es menos penosa, y, hasta cierto punto, aburrida. Del mismo modo, podemos afirmar que entre aquellos que se dignan a poner sus ojos en esta obra, muy pocos tienen la constancia necesaria para estudiarla.

Pierre Marteau

En la primera parte, el amante, Guillaume, entra en el maravilloso jardín de Placer, de la mano de Dama Ociosa. Allí participa en la danza del tiempo, un baile guiado por Alegría y animado por Amor, Riqueza, Generosidad y otros personajes alegóricos. Visita el jardín y se enamora de la Rosa, herido por las flechas de Amor. A lo largo del poema Guillaume va aprendiendo las reglas del amor cortés: educación, discreción, cortesía, paciencia, devoción y generosidad y, además, para alcanzar la Rosa, recibe la ayuda de Esperanza, Pensamiento Agradable, Dulzura en la Mirada y Verbo Suave. El hijo de CortesíaAmable Acogida, lo lleva al bosque, pero allí se ve rechazado por Peligro y, aunque Razón intenta desanimar a Guillaume, éste insiste, aplaca a Peligro y consigue incluso besar a la Rosa. La escena es vista por Malaboca, que pide auxilio a los enemigos del caballero: Peligro, Vergüenza y Miedo, que cierran el bosque y encarcelan a Amable Acogida en una torre. Guillaume se hunde en el Dolor.

Esta primera parte tiene evidentes influencias de Ovidio, empezando por el hecho de que adopta la forma narrativa del Arte de amar, inspirado por la doctrina del amor cortés. Utiliza un recurso habitual tanto en la literatura antigua como en la medieval: el Sueño, que describe otro mundo, en este caso alegórico, y que personifica ideas abstractas y cualidades morales.

En la segunda parte, Razón habla a Guillaume sobre la Fortuna y las Pasiones. Al no estar demasiado convencido, visita a su Amigo, que le aconseja seguir normas contrarias al amor cortés, y filosofa acerca del origen de las sociedades. Amor arenga a todos sus seguidores antes de intentar asaltar la torre en la que Amable Acogida está preso. Los asaltantes acceden a la plaza, pero los enemigos se defienden con energía. Sin embargo, en su retirada, Naturaleza se opone a la fuerza destructora de Muerte. Habla con Genio, y lo envía para que se una a las tropas de Amor, que, apoyadas por Venus. Peligro, Vergüenza y Miedo huyen. Amable Acogida permite al amante tomar la Rosa y es entonces cuando el poeta despierta.

Esta segunda parte presenta una discusión más filosófica del amor, así como algunas digresiones sobre temas variados, llegando, en ocasiones, a ridiculizar ideas y sentimientos expresados por Guillaume de Lorris, en la primera. Fue esta parte la que provocó la polémica relacionada con la visión que Jean de Meung, proponía, de la mujer, iniciada por la contestación de Christine de Pizan, y que desembocó en una de las primeras querellas que conocemos, en defensa de la mujer.

Además de contemplar el Amor, la obra trata de animales domésticos -de los que el ser humano no se podría servir como lo hace si tuvieran entendimiento-, y de la inteligencia de la naturaleza que, al ver que resulta insuficiente el instinto de procreación de los humanos, añade al acto amoroso un pequeño suplemento de placer para motivarlo.

Le Roman de la Rose obtuvo un resonante éxito en toda el área cultural de Occidente; de hecho, se conservan unos cien ejemplares del texto en Francia y alrededor de 300 manuscritos en todo el mundo. Se han definido claramente, unas 302 escenas repartidas entre las distintas copias de los diferentes manuscritos. 

Como sabemos, la imprenta de Johannes Gutenberg, con caracteres móviles, no apareció hasta 1450, mientras que le Roman es de 1275 a 80, es decir, que todos los ejemplares encontrados de esta obra, son pergaminos largamente elaborados y escritos a mano, lo que supone una amplia inversión de tiempo y dinero.

Portada de la edición original de Le Roman de la Rose. 1275

Geoffrey Chaucer tradujo al inglés algunos fragmentos, con el título de The Romaunt of Rose; el trabajo del famoso creador de los Cuentos de Canterbury y primer literato enterrado en el “Rincón de los Poetas”, en Westminster, tuvo a su vez, una importante repercusión en la literatura inglesa.

Retrato de Chaucer en un manuscrito de Thomas Hoccleve y una página de su traducción. De una copia de 1440.

La historia de Chaucer también empieza con un sueño alegórico, en el que el narrador recibe consejos del dios del amor para ganar el favor de su dama, simbolizado por una Rosa, que él es incapaz de alcanzar.

Sigue una sátira sobre las costumbres de la época, relativas al cortejo, al orden y la hipocresía religiosa. Cuando el narrador consigue besar a la Rosa, Celos construye una fortaleza en torno a ella, para que el narrador no pueda alcanzarla.

En la a tercera parte, el dios del amor planea atacar la fortaleza de los celos con sus barones y se extiende a lo largo de unas 5.000 líneas manuscritas. Por último, aparece un tratado en forma de confesión, hecha por Fals-Semblant, o falsa apariencia; los hombres son falsos entre sí, especialmente el clero con sus feligreses. Fals-Semblant se dirige a la fortaleza de Celos disfrazado de peregrino; y habla con Wikked-Tunge o lengua malvada, que defiende una de las puertas, y lo convence para que se arrepienta de sus pecados. Para terminar, Falsa Apariencia absuelve a Mala Lengua.

También en Holanda apareció una versión realizada por Hein van Aken.

Hein van Aken soñando con una rosa y página del ejemplar conservado en la Biblioteca Universitaria de Gante.

Hein van Aken, o Hendrik van Akenovan Haken, era párroco en Korbeek-Lo, entre Lovaina y Bruselas, ciudad en la que nació, en el transcurso del siglo XIII. Su traducción, que se titula Het Bouc van der Rosen, y es conocida como Die Rose, también fue muy celebrada, y se conservan numerosos manuscritos y extractos de la misma, por ejemplo, en la Biblioteca de la Universidad de Gante. 

En Francia el éxito de Le Roman fue enorme, y también fue en Francia, donde los conceptos amorosos de Meung provocaron el citado debate literario, es decir, la Querelle du Roman de la Rose, la “querella” planteada por la poetisa Christine de Pizan; que, a su vez, inspiró buena parte de los Dits, de Guillaume de Machaut, clérigo, poeta y compositor. 

Machaut a la derecha, miniatura francesa del s. XIV. Escena alegórica en la que la Naturaleza ofrece a Machaut tres de sus hijos: el Sentido, la Retórica y la Música.

Posteriormente, casi en el siglo XVI, la obra fue prosificada por Jean Molinet.

Jean Molinet presenta su libro a Felipe de Cléveris.

Jean Molinet. Desvres, región de Boulonnais, 1435 - Valenciennes, 1507. Cronista, músico, poeta y Maestro de Artes en París. Después de casarse se instaló en Valenciennes, pero más tarde, en busca de un mecenas, en 1463, se trasladó a la corte de Carlos el Temerario de Borgoña, donde pasó a ser secretario de Georges Chastellain, al que reemplazó en 1475 como historiógrafo. Fue también bibliotecario de Margarita de Austria. Sus crónicas, aunque se consideran inferiores a las de Chastellain, reflejan bien la vida cotidiana en el norte de la Francia de finales del Siglo XV.

En Poesía, fue cabeza de la escuela poética burgundia conocida como de los "Grandes Retóricos", caracterizada por el uso excesivo de juegos de palabras.

Al fallecer su esposa, se ordenó sacerdote y, posteriormente, fue canónigo de Nôtre-Dame de la Salle. Escribió "El testamento de la guerra" -poema en el que se aprecia claramente la influencia de François Villon en su Ballade des Dames du temps jadis / Balada de las damas de antaño-. “Mais ou sont les neiges d’antan?“ / ¿Dónde están las nieves de antaño?

Por último, se observan también notables paralelismos entre la Rose y el Arbre de filosofia d'amor de Ramon Llull, aunque en este caso, más que de influencia directa, parece más acertado hablar de similitudes originadas en la misma tradición cultural.

 

Llul – Lulio, de Ricard Ackermann.- Manuscrito de 1321

Firma y rúbrica de R. Llul.

Llul escribió en total 243 libros, que incluyen materias tan diversas como Filosofía: Ars magna. Ciencia: Arbre de sciència, Tractat d'astronomia, Educación: Blanquerna, que incluye el Llibre de Amic e Amat. Mística, Llibre de contemplació; Gramática mallorquina: Retòrica nova. Caballería: Libro del Orden de Caballería. Novelas, Llibre de meravelles, que incluye el Llibre de les bèsties, y muchos otros temas y recursos, como el proverbio, en el Llibre dels mil proverbis, o el silogismo, en Llibre de la disputa de Pere i de Ramon, el Fantàstic. La ciutat del món, etc. que el mismo autor traducía al árabe y al latín. 

Llul fue también un gran viajero, y es probable que muriera en el transcurso de uno de sus desplazamientos, desde París a Túnez, pasando por Italia.

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LA CIUDAD DE LAS DAMAS frente a LE ROMAN DE LA ROSE

Firma de Christine de Pizan al pie de una carta dirigida a Isabel de Baviera. BNF, Gallica

Miniatura de una edición francesa en pergamino de La ciudad de las damas. Su iluminador es conocido, precisamente, como, el Maestro de La Ciudad de las Damas. BNF. Las Mujeres se organizan y levantan las murallas.

Christine acusa a los autores de la Rose, de difamar a las mujeres, echándoles la culpa de todo, mostrándolas perversas y viciosas. Con ello provocó el primer debate epistolar conocido, del mundo literario francés, que le valió el ataque frontal de la mayoría de los intelectuales de la época, quienes, sin duda, presas del tópico, subestimaron la cualificación y la energía de Christine, quien respondió, publicando toda la correspondencia intercambiada con sus autores, que, además presentó a la reina Isabel.

En La Ciudad de las DamasRazón anima a cuestionar lo establecido, y a tener un pensamiento propio, sin tópicos. Una vez mostrado y discutido su razonamiento, Christine decide abandonar la “Querella”, y declara: “No me callo por la duda de ser despreciada a causa de mis opiniones, ni tampoco para evitar el ser tachada de falta de ingenio o de carecer de un buen estilo. Me callaré porque me complace ejercitarme en otra materia.” 

En Le Roman de la Rose, Razón, aliada con Peligro, condena a Guillaume a vivir sin la rosa: “Yo, que te aconsejo para tu bien.”, y le aconseja no buscar querella, algo que él acepta voluntario y se justifica: “Razón tenía derecho a reprobarme cuando me empeñé en amar.” 

Christine de Pizan, considera que, se impone ‘buscar querella’ si se tiene razón, mientras que de Meung, asegura que “la lengua debe ser refrenada”. 

Otra figura importante, tanto en le Roman de la Rose como en La Ciudad de las Damas, es Fortuna. Dice de Meung: “Habéis de saber que vuestro orgullo no vale una higa y que la Fortuna se ríe de vos.”, considerando que define una verdad indiscutible y que sigue así la actitud de Sócrates que "no se mostraba feliz en la prosperidad ni triste en la adversidad", algo que resulta, evidentemente pesimista e incompatible con la necesidad de actuar, característica de la obra de Christine de Pizan, enemiga jurada de la pasividad, que no duda en comparar la actitud de Sócrates, con la de su esposa, Jantipa, que aparece en La Ciudad de las Damas, cogiendo enérgicamente la copa de Sócrates, segundos antes de que este empiece a beber la mortal cicuta, resultando así, que Jantipa, lejos de ser la mujer pasiva que llora ante la adversidad y que el filósofo pide que la alejen de su presencia, pasa a ser una mujer portadora de valores como la fidelidad, el amor, la justicia, y otras “grandes cualidades de sabiduría y bondad". Jantipa, al igual que Christine, decidirá no rendirse ante Fortuna, impidiendo que Sócrates beba la cicuta.

Como la historia de Pizan muestra, fue en el siglo XIV cuando, por primera vez, una mujer pudo ganarse la vida escribiendo, pues ella aparece como la primera escritora profesional de la historia, gracias a su tenacidad y fuerza de voluntad, características con las que pasó a la historia como defensora de la igualdad de derechos.

Para su fortuna, contó con dos defensores incondicionales; en primer lugar, su padre, Tomasso da Pizano, médico y astrólogo italiano que había llegado a la corte de Carlos V de Francia -con su mujer y su hija de cuatro años-, como asesor del monarca. Tomasso intuyó claramente la inteligencia de la niña, y su reconocimiento supuso un conflicto con su esposa, que deseaba para Christine un futuro como dama de la corte, fundamentalmente, bien casada y con muchos hijos. Tomasso insistió en las evidentes posibilidades de su hija, y consiguió que la madre aceptara, aunque sin convicción, que su hija recibiera formación intelectual.

En segundo lugar, Cuando Christine cumplió quince años, fue casada con Etienne de Castel, notario y secretario del rey, que pensaba como Tomasso y animó a Christine a vivir rodeada de libros y eruditos, escribiendo e investigando, sin descanso, y a su entera satisfacción.

Christine y Etienne. British Library

Etienne y Christine tuvieron tres hijos, cuya atención ella compatibilizó perfectamente con sus estudios y sus escritos, logrando una vida feliz y serena que, desgraciadamente se truncó muy pronto, a causa de la prematura desaparición del marido y de su padre, quedando ella, a los veinticinco años, a cargo de su madre y sus dos hijos, sin una fuente de ingresos. En su horizonte, dos alternativas: casarse de nuevo, o enclaustrarse; opciones que no encajaban en absoluto con su personalidad.

Christine enseñando a su hijo, Jean Castel

“SEULETTE SUY ET SEULETTE VEUX ESTR“. 

Sola estoy y sola quiero estar. “Baladas”, de Pizan, tras el fallecimiento de su marido.

Evidentemente, Christine no estaba hecha para ninguna de estas dos alternativas, a pesar de que no renegaba de ninguna de ellas, pero sí del matrimonio por interés y sin amor, y de la clausura como remedio, de modo que optó por una tercera, por muchas dificultades que tuviera que arrostrar: seguiría escribiendo y, como tenía algo que ofrecer, tuvo la fortuna de que su trabajo alcanzara el éxito. 

Cuando algunos miembros de la corte le pidieron que compusiera una elegía para Carlos V de Francia, (1338-1380), apodado El Sabio, Cristina escribió Le livre des faits et bons moeurs du sage roi Charles V/Libro de los Hechos y las Buenas Costumbres del Sabio Rey Carlos V, que le reportó una importante y, necesaria- recompensa económica.

Carlos V de Francia y su esposa, Juana de Borbón.

Convertida así en una escritora celebrada y reconocida, Christine de Pizan pudo mantener a su familia, y seguir comunicando un pensamiento de altura intelectual, entre filosofía, política, historia, moral, y la debatida cuestión de los derechos de la mujer en aquella sociedad, en la que los deberes, estaban claros.

"Dando vueltas atentamente a estas cosas en mi espíritu, empecé a reflexionar sobre mi conducta; yo que he nacido mujer, pensaba también en otras numerosas mujeres que he podido tratar, tanto princesas y grandes damas como mujeres de mediana y baja condición [...]. Por más que pensaba y daba vueltas a estas cosas [...], no podía ni comprender ni admitir la fundamentación de su juicio [de Lorris y Meung] sobre la naturaleza y la conducta de las mujeres."

Christine afirmaba que la posibilidad de estudiar, era su tesoro más preciado, el que había sabido encontrar, entre la posición de su padre, que potenció su inclinación hacia el mundo del conocimiento, y la de su madre, que, de acuerdo con el pensamiento reinante, consideraba que el futuro de su hija, como de toda mujer, se hallaba en las “artes de la aguja”. 

Su Ciudad de las Damas, de 1405, se basa también en un recurso onírico que plantea la construcción de una ciudad, en este caso, simbólica, construida por y para las mujeres del pasado, del presente y del futuro. Esta ciudad las protege y se alza con argumentos que les permiten combatir la misoginia dominante, con la razón y la palabra, pues esta misoginia, no se fundamenta en la realidad, en la que las mujeres, si no son frenadas desde la cuna, pueden mostrar muchas y valiosas virtudes, que la sociedad necesita.

Con La Ciudad de las Damas, Christine inauguró la querelle des femmes/ querella de las mujeres; la controversia sobre la condición femenina que se mantuvo hasta el siglo XVIII y en cuyo transcurso se alzaron poderosas voces de escritoras que combatieron oleadas de misoginia de muy diversos matices y procedencias.


Estaba convencida de que, si se educara a las mujeres de la misma manera que a los hombres, ellas podrían tener las mismas facultades que ellos, incluso en el terreno científico y jurídico, aunque ella reconocía que unas serían más inteligentes que otras, pero, a fin de cuentas, lo mismo pasa con el sexo masculino.

Filósofos, poetas y moralistas parecían hablar al unísono para concluir que la mujer es intrínsecamente mala; Christine se rebelaba y le preguntaba a Dios, que, en tal caso, por qué no la había hecho nacer varón a fin de nunca pudiera equivocarse.

En 1415, el ejército francés perdió 7000 combatientes en la trágica batalla de Azincourt contra los ingleses, y que resultó victoriosa para Enrique V de Inglaterra, en cuyo ejército, apenas se produjeron 400 ó 500 bajas, quedando Francia sumida en un profundo abatimiento, con todas las consecuencias de la gran derrota.

Cristina de Pizán, refugiada en la paz del convento de Poissy, donde había profesado su hija, única superviviente de la familia para entonces, aseguraba que la vida le pesaba demasiado y que ya no encontraba consuelo en la escritura.

Pero, he aquí que, inesperadamente, la Historia dio un vuelco que le hizo recuperar el ánimo y la moral perdida y la animó a retomar la pluma, tras once años de silencio. Jeanne, una muchacha de dieciséis años, había logrado liberar Orleans en ocho días, tras un asedio de siete meses.

Christine, recuperada la fe y las energías, escribió apasionadamente sobre la virtud y la capacidad de Juana de Arco; no podía desear mejor justificación que el magnífico ejemplo de inesperada “doncella”.

Le ditié de Jehanne d’Arc fue su última obra; la “Doncella de Orleans” reunía y superaba cuanto Christine hubiera podido imaginar. 

Juana de arco en una miniatura de siglo XV. Museo de Rouen.

Transcurría la última fase de la Guerra de los Cien Años. Cuando Juana de Arco afirmó que había “visto” al Arcángel Miguel, a Santa Margarita, y a Catalina de Alejandría, los cuales le dijeron que ayudara a Carlos VII, para liberar a Francia de la dominación inglesa; 

Pues ha de ser un rey de Francia

Carlos, hijo del llamado Carlos...

Que de todos los reyes será gran maestre...

Y además ha de ser emperador.

1429. Jeanne d'Arc, chronique rimée par Christine de Pisan.

No consta la fecha de la muerte de Christine de Pizan. En 1940 se imprimieron algunos fragmentos de su obra, y su figura volvió a la actualidad, después de haber permanecido en el silencio durante más de cinco siglos.


Biblioteca Nacional. París

“(…) queremos arrancarte de esa ignorancia que te ciega hasta tal punto que rechazas lo que sabes con toda certeza, para adoptar una opinión en la que no crees, (…) porque solo está fundada sobre los prejuicios de los demás”. 

La ciudad de las damas, Christine de Pizán.

Pizan presenta decenas de mujeres ilustres, “alojadas” en la Ciudad de las Damas. A medida que construye su ciudad, las cita para contradecir los argumentos misóginos, vertidos por sabios autores, pues cada una de ellas, constituye un ejemplo que demuestra su argumento y, al efecto, emplea la fórmula del alegato jurídico, que conocía bien, quizás a través de su esposo, que, como es sabido, fue secretario del rey. 

La obra está dividida en tres partes o libros. Cada una de ellas, subdividida en capítulos; 48, 69 y 19, respectivamente. En cada una, aparece como interlocutora una de aquellas damas, que han colaborado en la construcción de la ciudad que ha de convertirse en alegato, refugio y defensa.

En la primera parte, Razón/Raison, ayudará a desechar juicios negativos tópicos sobre las mujeres, con el fin de que los cimientos -las Virtudes- sean fuertes y duraderos. Derechura/Droiture-, construirá los muros y los bellos edificios, y con la colaboración de Justicia, la Ciudad se poblará con mujeres ilustres de toda época y condición, cuya única condición, consistirá en “no ser frívolas ni casquivanas”.

Parte I

Christine lee el Libro de Las lamentaciones de Mateolo, una obra del siglo XIII sobre el matrimonio, según el cual, las mujeres hacen miserables las vidas de los hombres. Al leer estas palabras, Christine escribe: “...consternada e invadida por un sentimiento de repulsión, llegué al desprecio de mí misma y al de todo el sexo femenino, como si Naturaleza hubiera engendrado monstruos”. ...”pensaba que sería muy improbable que tantos hombres preclaros [...] hubieran podido discurrir de modo tan tajante y en tantas obras que me era casi imposible encontrar un texto moralizante... sin toparme antes de llegar al final con algún párrafo o capítulo que acusara o despreciara a la mujeres".

Pero, aparecen, Razón, Derechura y Justicia, y le dicen que están allí por mandato divino; le aconsejan que "dé la vuelta" a lo escrito contra las mujeres y escriba a favor de ellas: cada una de las damas le dice cuál será su función al ayudarle a construir la ciudad.

Razón ayuda a Christine a construir los muros exteriores: “coge la azada de tu inteligencia y cava hondo. Por donde veas el trazado de mi regla, cava un foso profundo. Yo te ayudaré cargando la tierra en cestas que llevaré sobre los hombros”. Construirá la ciudad con "altas y fuertes murallas con anchas y hermosas torres" que nadie podrá derribar, cuyos materiales serán las mujeres del pasado, como Semíramis, viuda heroica, Fredegunda, reina de Francia; Blanca de Castilla, la madre de San Luis, o Juana de Borbón, la viuda del rey Carlos V

Parte II

El trabajo continúa bajo la dirección de Derechura, que ya se ocupa de calles y edificios. 

“Adelante: mezcla con tinta este mortero y usa sin reparos esta argamasa, porque yo te proveeré con gran cantidad de ella”. Destacan entonces, las virtudes femeninas que rigen la ciudad: amor filial, constancia, castidad, fidelidad y amor conyugal. Si durante siglos, se ha negado que las mujeres tuvieran estas virtudes, Derechura pondrá más de setenta y dos ejemplos que anularán semejante objeción.

Christine y Derechura hablan sobre la institución del matrimonio, planteando las afirmaciones de los hombres sobre las malas cualidades que aportan las mujeres a la unión conyugal. Derechura corrige el concepto con ejemplos de mujeres que amaron a sus maridos y actuaron virtuosamente, y señala que no se ocupará de las mujeres malas “porque no representan la naturaleza femenina, sino a su perversión.”  Esta firme defensa del matrimonio responde a la postura humanista y laica que defendía el matrimonio frente al celibato; en este sentido, defender el matrimonio era algo también asociado a la defensa de las mujeres. 

Otro de los temas fundamentales de esta parte es la educación de las mujeres. Christine misma se pone como ejemplo y argumento. 

Finalmente, Christine pide a las mujeres que oren por ella mientras sigue trabajando con Justicia para completar la Ciudad. Entre las mujeres citadas, aparecen: Agripina la Mayor; Jantipa, la esposa de Sócrates; Dido; Helena de Troya; Blanca de Castilla o Isabel de Valois.

Parte III

Justicia colabora con Christine de Pizan, para llevar a cabo “los últimos retoques” a la ciudad. Se impone en primer lugar, nombrar una reina para gobernarla, y esta será, la Reina del Cielo; la Virgen María, a la que acompañarán veinticinco santas, casi todas, mártires, que serán modelos de la “fuerza y constancia para padecer horrendos sufrimientos en defensa y gloria de su fe”.

Concluye la obra con un nuevo discurso, dirigido a todas las mujeres, en el que, tras anunciar la finalización de las obras, suplica a todas que defiendan y protejan la ciudad y que sigan a su reina, y sabrán defenderse de cualquier ataque.

Las mujeres nombradas en la Parte III, proceden fundamentalmente, de la Biblia y el Evangelio.

Contrariamente a lo que creyó, calificando la obra de acumulatio, al modo de Bocaccio, se trata de una compilatio, en la que sea crea un texto nuevo, partiendo de otros datos y escritos anteriores, cuyo origen es muy complejo, si bien se advierte claramente la huella de Platón, Aristóteles, Cicerón, Virgilio, Ovidio, Suetonio y Plinio el Viejo. Y cuyo título, además, recuerda De civitate Dei, de San Agustín. Christine citará finalmente, el tercer verso del Salmo 87 “gloriosa dicta sunt de te civitas Dei”.

Hay que contar, además con una fuente que ocuparía un importante lugar en la creación de Pizan; De mulieribus claris / De las mujeres ilustres, de Giovanni Boccaccio, del cual, parece que siguió la versión francesa, titulada, Des claires et nobles femmes, que también era un tratado biográfico sobre antiguas mujeres célebres. Sus cuentos, Gismunda e Isabetta, parecen ser claros precedentes, salvando la diferencia, de que Boccaccio defiende el orden natural, mientras que Pizan, se centra en el orden social.

San Agustín, de Botticelli, c. 1480 - Boccaccio

En la historia de Rea Silvia, Boccaccio defiende el derecho de las mujeres jóvenes a elegir una vida secular o religiosa, afirmando que es perjudicial destinarlas a los conventos, cuando todavía son “ignorantes, jóvenes” o están “bajo coacción”. Afirma, consecuentemente, que las niñas deben “educarse bien desde la infancia en el hogar de los padres” que deben formarlas acerca de la vida y las virtudes antes de que se consagren a Dios, si bien todo ello no evita su concepto de que las bases de la formación siempre serán, silencio, obediencia y castigo si una joven trasciende estos límites”.

Se puede establecer también una cierta similitud con la obra de Chaucer, La leyenda de las mujeres buenas o virtuosas, The Legend of Good Women, que tal vez leyera Christine. 

En definitiva, hay tres asuntos principales en La ciudad de las damas: “la calumnia sobre el sexo femenino; necesidad de educación de la mujer y enriquecimiento de la vida espiritual como liberación”.

Christine de Pizan quería que su obra tuviera la mayor difusión, a cuyo efecto, se la ofreció y encomendó a los personajes más relevantes, algunos de los cuales aparecen en las sucesivas iluminaciones. 

Christine de Pizan presenta su libro a Isabel de Baviera.

Christine de Pisan ofrece un libro al duque Louis Ier d'Orléans. Miniature du Maître de la Cité des dames tirée de l’Épître Othéa, British Library, Harley MS 4431, f.95, vers 1410-1414.

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Christine de Pizan presenta su libro a Margarita de Borgoña. Ilustración de La ciudad de las damas (1405).

Jean Sans Peur, Juan Sin Miedo, de R. van der Weyden. BBAA Lille, y su esposa, Margarita de Baviera. Museo Historia, Lille

Juan I, duque de Borgoña, Dijon, 1371 - Montereau, 1419, llamado Juan Sin Miedo/Jean Sans Peur, fue hijo primogénito y sucesor del duque Felipe el Atrevido. De su matrimonio con Margarita de Baviera, nació Margarita, condesa de Gien y Montargis (1393–1441, París), que casó, en 1404 con el Delfín Luis de Francia, y de nuevo, en 1422, con Arturo de Richemont, III de Bretaña, condestable de Francia, el futuro duque de Bretaña. 

A Margarita de Borgoña, Pizan le dedicó el “Libro de las Tres Vírgenes”. Su segundo marido, Arturo III de Bretaña, Conde de Richmond, se adhirió a la causa de Jeanne d’Arc.

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1 comentario:

  1. !Qué amena y erudita descripción del Romain de la Rose! Gran figura, para mí hasta hoy desconocida, de Christine de Pizan. El soporte gráfico que la acompaña es maravilloso, las miniaturas de Christine delicadísimas.

    En mi modesta percepción, veo un nexo simbólico y onírico del Romain con el críptico Poliphilo, amante de Polia, la Sabiduría Divina, y sus combates de amor en sueño que aparece impreso por vez primera en 1499 en Venecia y con Le chevalier délibéré de La Marché cuya primera traducción al castellano mandada por Carlos V, por su afición al texto, ve la luz en Amberes en 1553: personajes-atributos -Entendimiento, Plazo, Deseo, Accidente, Memoria, etc.-, acompañan a Auctor (el Emperador) en su viaje de riebtos y desafíos en el sueño de la vida que concluye con el combate final con Atropos Muerte.

    Siendo menos trascendentes y más epicúreos bueno es recordar la poesía de Ronsard: vivid, pues, no aguardéis a que llegue mañana / coged hoy cuantas rosas pueda daros la vida.

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