viernes, 9 de junio de 2023

La Revolución Francesa 1 ● LA TOMA DE LA BASTILLA ● EL COLLAR DE LA REINA


La Toma de la Bastilla. En el centro, el arresto del Gobernador, Bernard René Jourdan, Marqués de Launay (1740-1789).

Ante la dificultad de fijar con precisión el inicio y el fin de la Revolución Francesa, procederemos a acercarnos a la misma, a través de sus eventos y personajes más destacados, llevando a cabo, de cuando en cuando, una recopilación de actividades y sucesos, que, en cualquier caso, siempre pueden servir de guías temporales.

De esta forma, un primer evento a analizar –aunque no surgió de la nada-, sería precisamente, la Toma de la Bastilla, pero otro de los asuntos, que acercaría leña al fuego revolucionario, sería el famoso caso conocido como “El Collar de la Reina”, que refleja, tan claramente, la actitud de la nobleza, del clero, y de la propia reina, que, sin ser artífice del novelesco asunto, reaccionó ante el mismo, mostrando su verdadero retrato anímico.

Toma de La Bastilla. De Jean-Pierre Houël. En el centro, el arresto del Marqués de Launay, Comandante de la guarnición, el 14 de julio de 1789, momento de la toma de la Bastilla y. por tanto, su último gobernador.

Launay

Charles Thévenin - La Toma de la Bastille.

Expuesta en el Salón de 1793, esta tela de Thévenin recrea une escena épica. Sobre un ruidoso fondo de cañonazos, un grupo de patriotas detiene al gobernador M. de Launay, quien “había perdido la cabeza, antes de que se la cortaran” según Rivarol. A su figura pálida, el pintor opone la estatura hercúlea de los jóvenes revolucionarios, la armoniosa dinámica de sus actitudes y la eclosión del amarillo, el rojo, o el azul primario de sus vestimentas. “L’Ancien Régime y la Révolution acababan de verse cara a cara, y esta dejaría a la otra presa de estupor”. Michelet, Historiador.

Aunque en principio, la Bastilla era una fortaleza defensiva de carácter internacional, fue declarada prisión estatal en 1417; un objetivo que se fue expandiendo, primero debido a los ocupantes ingleses de las décadas de 1420 y 1430 y después por Luis XI en la década de 1460. Las defensas de La Bastilla fueron fortificadas en respuesta a las amenazas, inglesa e Imperial durante la década de 1550 con un bastión construido al este de la fortaleza. La Bastilla desempeñó un papel clave en la rebelión de la Fronda y la batalla del arrabal de Saint-Antoine, que se dio bajo de sus muros en 1652.

Luis XIV usó la Bastilla como una prisión para miembros de clase alta francesa que se oponían a él o que lo hacían enfadar incluyendo, después de la revocación del Edicto de Nantes, a los protestantes franceses. A partir de 1659 y en adelante, la Bastilla funcionó principalmente como una penitenciaría estatal; para 1789, 5.279 prisioneros habían pasado por sus puertas. Bajo el reinado de Luis XV y XVI, la Bastilla fue usada para la detención de prisioneros de diversos orígenes, y para apoyar las operaciones de la policía parisina, especialmente, a causa de la aplicación de la censura del gobierno a la imprenta.

El marqués Bernard-René Jordan de Launay.

París,  8 o 9 de abril de 1740 - ibíd., 14 de julio de 1789, fue el último gobernador de la Bastilla. Era, hijo de un gobernador anterior y comandante de su guarnición, justo el 14 de julio de 1789, momento de la toma. Nació la noche del 8 al 9 de abril de 1740 en la Bastilla, cuando su padre aún era gobernador. A los nueve años, fue nombrado mosquetero honorario, y entonces ingresó en el regimiento de guardias franceses.

En 1776, sucedió a Antoine-Joseph de Jumilhac en el puesto de gobernador de la Bastilla. De Launay compró el cargo a su predecesor por 300.000 libras, pues su acceso era negociable, como muchos otros durante el Antiguo Régimen, además, el hecho de comprarlo podía convertirse en un excelente negocio si se conservaba por un tiempo, ya que en un año o dos, los interesados ya podían permitirse recuperar ampliamente su inversión.

Ningún acontecimiento notable marcó sus trece años como gobernador, a excepción del “gran error” que cometió el 19 de diciembre de 1778: como no recibió las órdenes pertinentes, no hizo disparar el cañón, como mandaba la tradición, con el fin de anunciar el nacimiento de María Teresa de Francia, hija mayor del rey Luis XVI y de la reina María Antonieta.

María Teresa. De Adolf Ulrik Wertmüller (1786)

María Antonieta con sus hijos María Teresa y Luis José en el Petit Trianon, por Wertmüller (1785)

María Teresa Carlota de Francia; Madame Royale. 19.XII.1778 – 19.X.1851. Primogénita de Luis XVI de Francia y María Antonieta de Austria, y la única de los hijos de los reyes que llegó a la edad adulta. Contrajo matrimonio con su primo hermano, el Duque de Angulema, Luis Antonio, sobrino de su padre, hijo mayor de su tío, el hermano más joven de Luis XVI, que se convertiría posteriormente en rey de Francia como Carlos X.

Duquesa de Angulema, pues, por matrimonio, María Teresa se convirtió también en Delfina de Francia tras la subida al trono de su suegro en 1824, llegando a ser técnicamente reina de Francia durante 20 minutos el 2 de agosto de 1830, desde que el rey firmó el acta de abdicación y antes de que su esposo firmase, casi por fuerza, el mismo documento aproximadamente veinte minutos después.

María Teresa nació en el Palacio de Versalles, como primer vástago de Luis XVI y María Antonieta tras ocho años de matrimonio. Como hija del rey de Francia, María Teresa era considerada Fille de France -hija de Francia-, además de ostentar el tratamiento de Madame Royale, desde su nacimiento por ser la hija mayor.

María Antonieta estuvo a punto de morir asfixiada durante el alumbramiento, debido a que la habitación en la que dio a luz, estaba llena de gente y sin ventilación, como era costumbre en los nacimientos de la realeza, si bien las ventanas fueron finalmente abiertas para permitir la entrada de aire fresco en un intento por reanimar a la reina. En consecuencia, Luis XVI prohibió el acceso indiscriminado a los futuros partos, permitiendo únicamente la asistencia de los miembros más cercanos de la familia y de un reducido número de cortesanos. Cuando recobró el conocimiento, María Antonieta saludó a su hija, a la que después apodaría “Mousseline”, diciendo: 

Pobre pequeña, no eres deseada, ¡pero no serás menos querida para mí! Un hijo habría pertenecido al estado - tú me pertenecerás a mí. 

La pequeña fue bautizada el mismo día de su nacimiento, recibiendo el nombre de María Teresa por su abuela materna la emperatriz María Teresa de Austria, mientras que el nombre de Carlota le fue otorgado en honor a la hermana favorita de María Antonieta, María Carolina de Austria, reina consorte de Nápoles y Sicilia, conocida familiarmente como Carlota.

El palacio de María Teresa, erigido de inmediato, acorde con la estricta etiqueta de Versalles, estaba dirigido por su gobernanta Victoria de Rohan, princesa de Guéméné, quien posteriormente se vería forzada a renunciar a su puesto a consecuencia de la bancarrota de su esposo, siendo reemplazada por una de las favoritas de la reina, Yolande de Polastron, duquesa de Polignac, si bien el cuidado de la pequeña fue encomendado a la sous gouvernante Marie-Angélique de Mackau. Luis XVI era un padre afectuoso que consentía a su hija, mientras que María Antonieta solía hacer gala de un carácter más estricto.

Decidida a no permitir que María Teresa se convirtiese en una mujer arrogante y malcriada al igual que las tías de Luis XVI, la reina solía invitar a niños de inferior estrato social a cenar con la niña, alentando al mismo tiempo a su hija a regalar sus juguetes a los pobres. En contraste con la imagen de mujer materialista e ignorante de la situación de las clases bajas, María Antonieta intentó enseñar a su hija el sufrimiento de las personas sumidas en la pobreza. En el Año Nuevo de 1784, tras haber ordenado llevar varios juguetes valiosos al apartamento de María Teresa, la reina dijo a su hija:

Me hubiera gustado haberte dado todo esto como regalo de Año Nuevo, pero el invierno es muy duro, hay una multitud de personas infelices que no tienen pan que comer, ni ropa que llevar, ni leña para hacer fuego. Les he dado todo mi dinero; no he dejado nada para comprar tus regalos, de modo que no habrá nada este año.

María Teresa tuvo dos hermanos y una hermana: Luis José, delfín de Francia (1781-1789); Luis Carlos, duque de Normandía (1785-1795); y María Sofía Helena Beatriz, Madame Sofía (1786-1787). María Teresa estaba especialmente unida a Luis José, estrechando lazos con Luis Carlos tras la prematura muerte del delfín. 

Siendo niña, María Teresa destacó por su gran atractivo físico, sobre todo por sus ojos azules, heredando además la buena apariencia de su madre y de su abuela materna.

A medida que María Teresa crecía, el sentimiento revolucionario ganaba impulso. El descontento social y el elevado déficit presupuestario provocaron la aparición del movimiento anti absolutista. Para 1789, Francia se hallaba próxima al estallido de la Revolución, como consecuencia de la bancarrota causada por el apoyo del país a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y del alto precio de los alimentos producto de la sequía, todo ello exacerbado por la propaganda de la época, cuyo objetivo principal era desacreditar y ridiculizar a la monarquía y, en especial, a María Antonieta, a quien se acusaba de ser la causante de la crisis financiera; de traicionar a Francia en favor de los intereses de Austria, y de mantener relaciones sexuales con miembros de la corte de ambos sexos.

Según se incrementaban los ataques contra la reina, la popularidad de la monarquía se desplomaba. En la corte de Versalles, los celos y la xenofobia constituían las principales causas de resentimiento e ira hacia María Antonieta. Su impopularidad entre poderosos miembros de la corte tales como el Duque de Orleans y el Conde de Provenza, condujo a la impresión y distribución masiva de panfletos en los cuales se acusaba a la reina de cometer depravaciones sexuales y de haber provocado la ruina económica del país. A pesar de que actualmente se considera que las acciones de María Antonieta tuvieron un impacto poco relevante como para provocar tal grado de animosidad hacia su persona, el daño provocado por los libelos injuriantes supuso un catalizador para el alzamiento que tendría lugar poco después.

Esta crítica situación política tuvo, en principio, poco efecto en María Teresa debido a varias tragedias que le afectaron personalmente: la muerte de su hermana Sofía en 1787, seguida, dos años después, por la de su hermano el delfín Luis José, quien falleció a consecuencia de la tuberculosis el 4 de junio de 1789, casi un mes después de la apertura de los Estados Generales.

La agitación ciudadana alcanzó su punto álgido cuando se produjo la Toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789. La vida de María Teresa, que tenía diez años entonces, empezó a verse afectada por estos acontecimientos cuando varios miembros de la corte fueron enviados al extranjero por motivos de seguridad. Su tío el conde de Artois y su gobernanta la duquesa de Polignac, entre otros, emigraron por orden de Luis XVI. La duquesa fue reemplazada por Luisa Isabel de Croy, marquesa de Tourzel, cuya hija Pauline terminaría por convertirse en gran amiga de María Teresa.

La Marcha sobre Versalles, que tuvo lugar el 5 de octubre de 1789, estaba compuesta por mujeres de las clases bajas que caminaron de París a Versalles con la intención de conseguir alimentos y presentar sus demandas políticas. Tras el asalto al palacio en las primeras horas de la madrugada del 6 de octubre, que obligó a la familia real a buscar refugio en los apartamentos del rey, la muchedumbre consiguió que Luis XVI se trasladase con su familia al Palacio de las Tullerías en París.

Con el consiguiente deterioro político, Luis XVI y María Antonieta, tomaron conciencia de que sus vidas corrían peligro, motivo por el que aceptaron participar en un plan de fuga organizado con la ayuda del conde Hans Axel de Fersen. En el desarrollo de dicho plan, la familia real debía huir a Montmédy, un fuerte realista situado en el noreste, pero la comitiva real sería interceptada en Varennes y obligada a volver a París.

La Torre del Temple

El 10 de agosto de 1792, después de que la familia real solicitase asilo a la Asamblea Legislativa, tras el asalto al Palacio de las Tullerías, Luis XVI fue depuesto, si bien la abolición de la monarquía no se produjo hasta el 21 de septiembre del mismo año

El 13 de agosto, la familia real fue encerrada en la Torre del Temple, una fortaleza medieval ubicada en la capital en la cual había residido el conde de Artois. 

El 3 de septiembre, la princesa de Lamballe, amiga de María Antonieta, fue asesinada y decapitada, siendo su cabeza clavada en una pica y exhibida ante las ventanas del Temple. María Antonieta, quien no llegó a ver la cabeza de la princesa, se desmayó al tener conocimiento de lo ocurrido, hecho sobre el cual María Teresa diría años más tarde que aquella había sido la primera vez en que había visto cómo a su madre le abandonaban las fuerzas.

El 21 de enero de 1793, Luis XVI fue ejecutado en la guillotina, siendo el pequeño Luis Carlos reconocido por los monárquicos como Luis XVII de Francia. Casi seis meses después, la tarde del 3 de julio de 1793, varios guardias entraron en las habitaciones de la familia real y se llevaron por fuerza a Luis Carlos, que fue puesto bajo el cuidado de Antoine Simon, zapatero y comisario del Temple. En las habitaciones quedaron, María Antonieta, María Teresa y Madame Isabel, hermana del rey. Cuando María Antonieta fue conducida a la Conciergerie, casi un mes después, la noche del 1 de agosto de 1793, María Teresa quedó al cuidado de su tía Isabel, que sería trasladada a la Conciergerie, el 9 de mayo de 1794 y ejecutada al día siguiente. 

María Teresa. La huérfana del Temple, por Edward Matthew Ward. S. XIX

De todos los miembros de la familia real encarcelados, María Teresa fue la única que sobrevivió al Reinado del Terror. Su estancia en el Temple transcurrió en la más absoluta soledad. Los dos únicos libros a los que tenía acceso, el famoso libro de oraciones, Imitación de Cristo de Kempis, y Voyages, de La Harpe, los leyó hasta aprenderlos de memoria, pero su solicitud de tener acceso a más libros fue denegada por los oficiales al igual que otras peticiones, además de que se veía obligada a oír con frecuencia el llanto y los gritos de su hermano Luis Carlos, cuando era golpeado.

Maximilien Robespierre visitó a María Teresa, pero no existen registros de la conversación que pudiera mantener con ella. Por otra parte, María Teresa nunca fue informada del destino de su familia, excepto únicamente que su padre había muerto. En una de las paredes de su habitación en el Temple, María Teresa escribió:

María Teresa Carlota es la persona más infeliz del mundo. No puede obtener noticias de su madre, ni reunirse con ella pese a que lo ha pedido mil veces. Vive mi buena madre a quien quiero bien pero de quien no puedo oír noticias. Oh padre mío, vigílame desde el Cielo. Oh Dios mío, perdona a aquellos que han hecho sufrir a mis padres.

A finales de agosto de 1795, María Teresa fue finalmente informada del destino de su familia por Madame Renée de Chanterenne. Al saber de la muerte de sus seres queridos, María Teresa empezó a llorar, profiriendo gritos de angustia y dolor. Solo tras el fin del Terror se le permitió abandonar Francia. Liberada el 18 de diciembre de 1795, la joven fue intercambiada por los prisioneros Pierre Riel de Beurnonville, Jean-Baptiste Drouet, Hugues-Bernard Maret, Armand Gaston Camus, Nicolas Marie Quinette y Charles-Louis Huguet de Sémonville, siendo conducida a Viena, donde se hallaba su primo el emperador Francisco II.

Exilio

María Teresa, por Heinrich Friedrich Füger, después de 1795

María Teresa llegó a la capital austriaca la tarde del 9 de enero de 1796 tras veintidós días de viaje. Después se trasladó a Mitau, Curlandia, actual Jelgava, en Letonia, donde el Conde de Provenza, autoproclamado rey de Francia como Luis XVIII tras la muerte del hermano de María Teresa, residía en calidad de invitado del zar, Pablo I de Rusia. 

El conde, que no tenía hijos, deseaba que su sobrina contrajese matrimonio con Luis Antonio, hijo de su hermano el conde de Artois, a lo que María Teresa accedió. El conde de Artois, cuyo hijo era tímido y tartamudo, trató de persuadir a Luis XVIII de no llevar a cabo el enlace, si bien la boda tuvo lugar finalmente el 10 de junio de 1799 en el Palacio de Jelgava. No tuvieron hijos. 

La familia real se trasladó posteriormente a Gran Bretaña, estableciéndose en Hartwell House, Buckinghamshire, si bien el suegro de María Teresa pasó la mayor parte del tiempo en el Palacio de Holyrood, en Edimburgo, donde le habían sido cedidas varias estancias.

El exilio de la familia real llegó a su fin con la abdicación de Napoleón Bonaparte en 1814 y la primera Restauración Borbónica, lo que supuso la subida al trono de Luis XVIII.

Restauración Borbónica

Luis XVIII intentó mediar entre liberales y ultra monárquicos, estos últimos liderados por el Conde de Artois. Intentó también acallar a aquellos que afirmaban que era Luis XVII, que había logrado sobrevivir a la Revolución, cuando, en realidad había fallecido en el Temple en 1795. Todos estos intentos de suplantación provocaron gran angustia en María Teresa, quien se sentía emocionalmente exhausta y desconfiaba de todos aquellos que habían mostrado apoyo a la Revolución o a Napoleón. Visitó el lugar en el que había muerto su hermano así como el cementerio de la Magdalena, lugar en el que se hallaba la fosa común en la que habían sido sepultados los restos de sus padres. Estos restos, que no pudieron ser identificados debido a su mal estado, fueron exhumados el 18 de enero de 1815 y enterrados en la basílica de Saint-Denis, necrópolis de los reyes de Francia, tres días después, coincidiendo con el vigésimo segundo aniversario de la ejecución de Luis XVI.

En marzo de 1815, Napoleón volvió a Francia y empezó a ganar apoyos rápidamente, levantando un ejército en el período conocido como de los Cien Días. Luis XVIII huyó de Francia, si bien María Teresa, que se encontraba en Burdeos, intentó reunir tropas locales, las cuales accedieron a defenderla bajo la condición de no provocar una guerra civil con las de Bonaparte. María Teresa permaneció en Burdeos pese a las órdenes de Napoleón de arrestarla en cuanto sus tropas dirigidas por el general Bertrand Clauzel, llegasen a la ciudad. Creyendo que su causa estaba perdida, y con el fin de evitar la destrucción de Burdeos, María Teresa accedió a abandonar la ciudad el 2 de abril. Su valentía hizo que Napoleón declarase que ella era “el único hombre de su familia”.

Tras la derrota de Bonaparte en la batalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815, la Casa de Borbón fue reinstaurada y Luis XVIII volvió a Francia.

El 13 de febrero de 1820, el hijo menor del conde de Artois, Carlos Fernando, duque de Berry, fue asesinado por el partidario de Bonaparte y antimonárquico Louis Pierre Louvel, talabartero de profesión. Poco después, la familia real fue aclamada cuando se supo que María Carolina, (de Borbón-Dos Sicilias) la viuda del duque asesinado, estaba embarazada, dando a luz el 29 de septiembre de 1820 a Enrique, conocido como el “niño milagro”, que posteriormente, como pretendiente al trono de Francia, asumiría el título de conde de Chambord. 

Henri Charles Ferdinand Marie Dieudonné de Bourbon-Artois, duc de Bordeaux, comte de Chambord; (1820-1883), französischer Thronprätendent. Lithographie von Josef Kriehuber, 1863

El duque de Burdeos, niño, pasa revista a la Guardia Real, que horas después desertaría, el 2 de agosto de 1830, en Rambouillet, última plaza de la resistencia borbónica durante el transcurso de la Revolución de 1830. Tanto su abuelo, Carlos X, como su tío, el duque de Angulema, abdicaron de la corona ese mismo día y él se convirtió en Enrique V de Francia y de Navarra para los partidarios de los Borbones.

Delfina de Francia

María Teresa, por Alexandre-François Caminade. 1827. Versalles

Luis XVIII falleció el 16 de septiembre de 1824, y fue sucedido por su hermano el conde de Artois como Carlos X. El esposo de María Teresa se convirtió así, en heredero al trono de Francia, siendo María Teresa tratada como Madame la Delfina. No obstante, el sentimiento antimonárquico volvió a ganar impulso a consecuencia de las simpatías ultra realistas del rey, lo que motivó la alienación de las clases media y trabajadora.

El 2 de agosto de 1830, tras la revolución de julio del mismo año, Carlos X, que se había trasladado con su familia al Palacio de Rambouillet, abdicó en favor de su hijo, que a su vez abdicó en favor de su sobrino el duque de Burdeos, quien por entonces tenía nueve años. No obstante, pese a que Carlos X había pedido al duque de Orleans Luis Felipe, que actuara como regente del joven rey, -sin serlo, en realidad-, este aceptó la corona cuando la cámara de diputados lo nombró rey de los franceses. 

El 4 de agosto, acompañada por un largo séquito, María Teresa abandonó Rambouillet y partió nuevamente al exilio con su esposo, su tío, su sobrino, la duquesa de Berry y Luisa de Artois. El 16 de agosto, la familia llegó al puerto de Cherburgo, donde se embarcaron rumbo a Gran Bretaña, habiendo dispuesto el rey Luis Felipe los arreglos necesarios para el traslado de sus primos.

La familia real residió en el número 21 -actualmente número 22-, del Regent Terrace, en Edimburgo, hasta 1833, cuando el suegro de María Teresa decidió trasladarse a Praga, como huésped del emperador Francisco II, residiendo la familia en los lujosos apartamentos del Castillo de Praga. Posteriormente, la familia real abandonó Praga y se trasladó a una propiedad del conde Coronini, cerca de Gorizia, por entonces en territorio austriaco. 

María Teresa cuidó con devoción a su tío durante su enfermedad hasta 1836, cuando se produjo su fallecimiento, a consecuencia del cólera. Su esposo, que falleció en 1844, fue enterrado junto a su padre, trasladándose María Teresa a Frohsdorf, un castillo de estilo barroco ubicado a las afueras de Viena, donde pasó la mayor parte del tiempo caminando, leyendo, cosiendo y rezando, pues era muy devota de la religión católica al igual que su tío Carlos y su tía Isabel. 

Su sobrino, el conde de Chambord, y su hermana, se fueron a vivir con ella. En 1848, el reinado de Luis Felipe I llegó a su fin tras la Revolución del mismo año, convirtiéndose Francia de nuevo en una República.

María Teresa murió de neumonía el 19 de octubre de 1851, y fufe enterrada junto a su tío y su esposo en la cripta del monasterio franciscano de Castagnavizza en Gorizia -actual Kostanjevica, en la ciudad eslovena de Nova Gorica-. 

María Teresa es descrita en su tumba como reina viuda de Francia en referencia a los veinte minutos de reinado de su esposo como Luis XIX.

La invención de la “Condesa Oscura”

En octubre de 2013 se procedió a la exhumación de los restos de una mujer enterrada en Hildburghausen -Turingia, Alemania-, con el fin de obtener muestras de ADN para determinar si pertenecían a María Teresa. La mujer, identificada como Sophie Botta, vivió en un castillo ubicado en Hildburghausen desde 1807 hasta 1837, no estableciendo contacto alguno con los habitantes de la zona, ni dejándose ver en público sin un velo cubriendo su rostro. La mujer vivió junto a Leonardus Cornelius van der Valck, secretario de la embajada alemana en París desde julio de 1798 hasta abril de 1799, siendo ambos conocidos como los “Condes Oscuros”. Van der Valck, quien se refería a Botta como Su Alteza, solo se comunicaba con ella en francés, motivo por el cual varios historiadores alemanes creyeron que esta mujer era la auténtica María Teresa, quien supuestamente habría intercambiado su lugar con su hermana adoptiva y posible medio hermana, Ernestine Lambriquet, tras la Revolución, posiblemente demasiado traumatizada como para volver a vivir en sociedad, o tal vez, como resultado de un embarazo producto de una violación por parte de uno de sus custodios en el Temple, hecho mencionado en una carta escrita por un amigo de la familia en la corte española en 1795. En todo caso, la investigación reveló que la condesa oscura no era María Teresa, lo que demostró la falsedad de la conocida como “teoría del intercambio”.

LA BASTILLA • LAUNAY • EL COLLAR DE LA REINA


Arresto del gobernador de la Bastilla. Pintura de Jean-Baptiste Lallemand. Museo de la Revolución francesa. Otra versión

Como sabemos, el 14 de julio de 1789, en el momento de la toma de la Bastilla, ninguna orden llegó de Versalles, y el gobernador de Launay tuvo que actuar a juicio propio. Dos soluciones se le presentaron: usar la fuerza para defender lealmente la Bastilla frente a los sitiadores, o bien aceptar la demanda de estos últimos con el fin de evitar el conflicto. 

Copia de la lettre de cachet, firmada por Luis XVI, el 16 de agosto de 1785 y dirigida al gobernador de Launay. Versa sobre el arresto del cardenal de Rohan por el Asunto del COLLAR DE LA REINA.

El Asunto del collar fue una grandísima estafa que tuvo por víctima, en 1785, al cardenal de Rohan, obispo de Estrasburgo, y en el que se vio implicada la reina María Antonieta. La relevancia pública del asunto, que redundó en un gran escándalo político y social, contribuyó a hundir la imagen pública de la reina María Antonieta, que se ganó definitivamente la enemistad de la vieja nobleza francesa y perdió el apoyo del pueblo. Las consecuencias de esto espolearon el descontento popular contra el gobierno de Luis XVI, muy influido por la camarilla de la reina.

El torpe manejo que la monarquía francesa hizo del asunto, llevó a que esta empezara a ser abiertamente desprestigiada por la propia nobleza, socavando de manera fundamental la imagen pública de la monarquía en unos momentos de crisis económica y social; igualmente, puso de manifiesto ante el pueblo la corrupción de la corte y la precariedad de las finanzas públicas, hasta el punto en que el Asunto del Collar suele considerarse como un antecedente de la Revolución francesa. 

Por su parte, el carácter profundamente novelesco del caso, calificado como "una de las farsas más descaradas de la Historia" por Stefan Zweig, ha servido como tema de numerosas obras literarias, entre ellas, El collar de la reina, de Alejandro Dumas.

Jeanne Valois de La Motte, artífice de la estafa.

Los orígenes de la estafa se encuentran en su instigadora y cabecilla, Jeanne Valois de La Motte. Esta mujer, aunque descendiente de la Casa Real de Valois, había nacido en la más profunda pobreza, como hija de un noble empobrecido, Jacques de Saint-Rémy, quien, pese a ser también un auténtico descendiente de la Casa de Valois, no tenía más medio de subsistencia que la caza furtiva. La madre de Jeanne, por su parte, era de origen plebeyo, y tras la muerte de su marido Jacques, tuvo que dedicarse a la prostitución al tiempo que obligaba a su hija, Jeanne, a ejercer la mendicidad. A los siete años, mientras pedía limosna por un camino cercano a París, Jeanne se cruzó con el coche de la marquesa de Boulainvilliers, a quien relató su historia. La extraordinaria circunstancia de que alguien de sangre real pudiera estar ejerciendo la mendicidad hizo que la marquesa se apiadara de Jeanne y la acogiera. Le encontró plaza en un pensionado para hijas de nobles pobres donde Jeanne fue educada para ser monja. Sin embargo, la profunda ambición de Jeanne de Valois pronto chocó con el ambiente religioso del pensionado, del que se escapó a los veintidós años.

Tras vagar un tiempo por Francia, Jeanne reapareció en Bar-sur-Aube, donde estaba acantonado un destacamento del ejército francés. Tras presentarse como Jeanne de Valois, entabló relaciones con un oficial llamado Nicolás de la Motte, con el que contraería matrimonio. Sin embargo, los medios de su marido eran escasos, por lo que decide usar su ascendencia como miembro de la Casa de Valois para trepar socialmente. Para ello recurre a la persona de más alto rango que conoce, su antigua patrona, la marquesa de Boulainvilliers, que la recibe en el castillo del cardenal de Rohan, a quien es presentada.

El cardenal del Rohan, aunque de escasas dotes personales, era uno de los prelados católicos más ricos e importantes de Francia. Miembro de una de las principales familias de la nobleza francesa, los Rohan, ostentaba la diócesis de Estrasburgo, una de las más ricas de Francia, y era por ello mismo el landgrave de la Alsacia; además, era el grand aumônier / Gran Limosnero, máxima autoridad religiosa de la corte de Versalles, por lo que controlaba todos los donativos y obras de caridad del Rey de Francia: abad de la riquísima abadía de Saint-Vaast, y provisor -financiador- de la Sorbona. El carisma personal de Jeanne de Valois hace que pronto sea una asidua a la camarilla del cardenal, y Jeanne de Valois no duda en usar su nombre para congraciarse con el mismo, a quien pronto ve como a un pobre ingenuo del que obtiene un puesto de capitán de la guardia real para su marido, el título de condes de Valois de la Motte para ambos, y el pago de todas las deudas que el matrimonio había contraído hasta entonces.

Sin embargo, su ambición personal no se para ahí, y decide dar un paso más presentándose, como Condesa de Valois de la Motte, en la Corte de Versalles, donde pretende introducirse en los círculos íntimos de la reina María Antonieta. Sin embargo, pese a sus intentos, no tiene éxito: no logra ser presentada a la reina, aunque su nombre y su persona se hacen conocidos en la Corte, donde comienza a dejarse ver a menudo. Su fracaso, en vez de desanimarla, la espolea, para seguir trepando socialmente. Ante sus inmensos gastos personales, comienza a usar el hecho de ser recibida en la Corte para obtener grandes sumas de dinero de los prestamistas de París, a los que pronto sugiere que pertenece al círculo íntimo de la reina y de la íntima amiga de esta, madame de Polignac. Pese a ser totalmente falso, tal rumor comienza a circular por París, lo cual, junto con su regio apellido y su fastuoso tren de vida hace que se le abran las puertas de la más alta sociedad, que espera congraciarse con ella. Lo cerrado y exclusivo de los círculos de la reina ayuda a tal fin, pues nadie está en condiciones de refutar la pretendida amistad de la condesa con María Antonieta, y sus continuas visitas a la corte hacen creer a todos lo contrario.

El cardenal de Rohan

Jeanne no descuida a su antiguo conocido, es decir el cardenal de Rohan, quien, acaso por su torpeza personal, se encontraba en desgracia en los círculos de la reina, a los que ambicionaba pertenecer como modo de ser nombrado, a instancias de la reina, primer ministro de Francia. Su ingenuidad le lleva a creer que Jeanne de Valois realmente es íntima amiga de la reina, por lo que pronto sugiere a aquella la posibilidad de que lo ayude a congraciarse de nuevo con María Antonieta. En 1784, Jeanne de Valois comienza a insinuar que su supuesta íntima amiga estaría dispuesta a reunirse con el cardenal. Comienza a transmitirle supuestos comentarios verbales de la reina, encaminados a que el cardenal deduzca que, ayudando económicamente a Jeanne de Valois, la reina estaría dispuesta a recibirle de nuevo.

El matrimonio Valois de la Motte, ayudado por un tal Marc Rétaux de Villette, supuesto secretario del conde y, en realidad, amante de la condesa, comienza así a sangrar al cardenal, de quien obtienen grandes sumas de dinero; unas 60.000 libras inicialmente, con las que saldan deudas, contraen otras, y, en definitiva, viven por todo lo alto. En mayo de 1784, para satisfacer la insistencia del cardenal, que se va poniendo cada vez más nervioso ante la falta de progresos en el asunto de la reconciliación, Jeanne de Valois toma una decisión arriesgada al sugerir al cardenal que, en la próxima recepción real en Versalles, la reina le hará un cierto gesto, señal de los progresos en la reconciliación. Aunque el gesto de la reina no fuera más que una leve inclinación de fría cortesía hacia el principal prelado de la corte, el cardenal lo interpreta como la consabida señal, y en agradecimiento hacia Jeanne de Valois, paga algunas deudas de la misma.

Tras este paso, se hace evidente que el cardenal no se podrá contentar con meros mensajes verbales, y el matrimonio Valois y Rétaux de Villette dan un paso más en la estafa al cardenal. Este último, hábil calígrafo, redacta una carta en la que María Antonieta perdona al cardenal, al tiempo que se excusa de no poder recibirlo públicamente, sugiriendo la posibilidad de un encuentro secreto. Lleno de alegría, el cardenal se deja sangrar aún más por los Valois de la Motte; recibe unas cartas más de reconciliación y pronto comienza a pedir, de manera insistente, que Jeanne concierte un encuentro con la reina. La investigación posterior al escándalo señalará la increíble ingenuidad del cardenal, pues alguien de su rango y cercanía a la corte tendría que haber reconocido las cartas recibidas como falsas al ver que estaban firmadas con un María Antonieta de Francia, cuando los monarcas sólo firmaban con su nombre personal, en este caso como María Antonieta.

En esa época, cuando las citas galantes con mantos y capas en los bosques de Versalles hacían furor. La condesa de la Motte descubre a una prostituta, Nicole Leguay, en el Palais Royal de París, muy parecida a la reina. Contacta con ella y logra convencerla para que se haga pasar por la reina con el fin de gastar una broma a un amigo. Tras aleccionar a la prostituta sobre lo que ha de decir a dicho amigo, y después de vestirla con una réplica de un conocido vestido de María Antonieta, concierta un encuentro nocturno con el cardenal. Así, la noche del 11 de agosto de 1785, introduce a la "falsa reina" en los jardines de Versalles, y, poco antes del alba, esta se encuentra en el bosque de Venus con un aturdido cardenal, quien cree ver en ella a María Antonieta. La "falsa reina" cumple su papel, y le dice al cardenal de Rohan que "todo lo anterior está olvidado"; embelesado, el cardenal no halla respuesta, y aturdido, acepta que la falsa reina se marche rápidamente, con la excusa de que la van a echar de menos enseguida.

Finalizado con éxito el encuentro, el cardenal se veía ya como primer ministro de Francia. Sin embargo, no fue recibido públicamente por la reina. Jeanne de Valois le sugiere que quizá deba congraciarse con la misma por medio de gestos de extraordinaria generosidad. Así, la condesa hace que supuestas obras de caridad de María Antonieta empiecen a ser sufragadas por el cardenal: la reina desea pagar una deuda de 50.000 libras contraída por una antigua familia de Francia, pero carece de fondos para ello; como toda Francia sabe que la reina siempre anda metida en deudas, el cardenal no duda en hacerse cargo del asunto, y abona a Jeanne de Valois las 50.000 libras para que se las entregue a la reina. 

Tras esto, los Valois de la Motte consideran hecha su fortuna; de vez en cuando escribirán una carta de la reina para el cardenal, el cual abonará la obra de caridad por intermediación de la condesa Valois de la Motte. El tren de vida de los de Valois de la Motte se hace extraordinario gracias a ello; sin embargo, todo depende de mantener su influencia sobre el cardenal, el cual, afortunadamente, se había visto forzado a volver a la Alsacia para atender asuntos de su diócesis.

Diseño del Collar de Diamantes.

Por entonces, los joyeros de la corte Charles Boehmer y Marc Bassenge, se ven en un gran aprieto económico. Luis XV había encargado para su amante Madame du Barry un soberbio collar de diamantes a estos dos joyeros. Sin embargo, la muerte de Luis XV frustró la operación, y los joyeros tuvieron que quedarse con el costosísimo collar. Desesperados, lo habían ofrecido a la corte de España, y, ante la negativa de Carlos III a pagar los dos millones de libras que pedían por él, volvieron a Versalles, en donde el collar había despertado la admiración de María Antonieta ya en 1782, quien, por lo demás, tampoco se hallaba en condiciones de desembolsar el millón setecientas mil libras que habían pedido los joyeros. Incapaces de vender el collar pese a rebajar fabulosamente el precio, los joyeros estaban a punto de desmontarlo, cuando la existencia de este, llegó a oídos de la condesa Jeanne de Valois de la Motte.

Usando su nombre y supuesta amistad con la reina, la condesa consigue que el 29 de diciembre de 1784 los dos joyeros le mostraran el collar. Ensimismada ante tal magnificencia, la condesa decide hacerse con él por medio, naturalmente, del cardenal, a quien hace saber que la reina, antes de la pública reconciliación, necesita un último favor del cardenal: desea comprar un lujoso collar, pero carece de efectivo, por lo que propone al cardenal de Rohan que lo compre en su nombre, y que posteriormente ella le abonará el coste conforme lleguen los plazos; esto es, plantea al cardenal de Rohan que actúe como su avalista y testaferro en la compra del collar.

El cardenal, aunque contento por la muestra de confianza que cree que le hace la reina, se muestra receloso: pese a ser fabulosamente rico, pues el precio del collar, rebajado hasta un millón seiscientas mil libras, no deja de parecerle desorbitado. No obstante, acaba por acceder: con la complicidad oportuna de Cagliostro, el místico masón amigo del cardenal, la condesa logra convencer al prelado de que un oráculo confirma la conveniencia del asunto. 

El 29 de enero de 1785, el cardenal, totalmente convencido, compra el collar por un millón seiscientas mil libras pagaderas a dos años en cuatro plazos semestrales, y se lo entrega a la de la Motte el 1 de febrero de 1785 quien, a su vez, se lo da en presencia del cardenal, y en medio de un gran secreto, a un supuesto lacayo de la reina, en realidad su cómplice Rétaux de Villette. Además, por haber favorecido esta negociación el joyero le regala a la estafadora varias joyas.

El Collar, reconstrucción, Château de Breteuil, Francia

Con el collar en sus manos, los Valois de la Motte se hallan en posesión de una fabulosa fortuna, mayor de la que hubieran soñado nunca. Deshacen el collar, y Rétaux de Villette comienza a vender los diamantes por separado. Su codicia los perjudica, pues pretenden vender diamantes por más del efectivo que ningún joyero de París pueda disponer. Se ven con ello forzados a venderlos a bajo precio, lo cual despierta recelos y las quejas entre los joyeros de París, que ven caer el precio de los diamantes a consecuencia de las ventas hechas por los de la Motte. Deciden quejarse ante la policía, transmitiendo sus sospechas de que los diamantes que Rétaux está vendiendo son robados. La policía de París detiene a Rétaux y lo interroga sobre la procedencia de los diamantes; al enterarse que son de la supuestamente poderosa condesa de Valois de la Motte, lo dejan en libertad. Esta, no obstante, se da cuenta de lo arriesgado de la operación, y envía a su esposo con el resto del collar a Londres, donde los joyeros y banqueros londinenses no hacen preguntas sobre unos diamantes vendidos a bajo precio.

Con los ingresos de la venta de los diamantes, los Valois se retiran a Bar-sur-Aube, donde habían adquirido previamente una residencia, y comienzan a vivir por todo lo alto, sin que su fastuoso estilo de vida levante sospechas sobre el misterioso origen de su fortuna ni tan siquiera en el propio cardenal de Rohan, que no entiende por qué la reina no luce nunca el collar que le ha comprado. La condesa justifica esto con que la reina no desea que su esposo Luis XVI sepa que lo tiene hasta que esté completamente pagado, por si acaso el rey, so pretexto de la crítica situación económica del Estado, deseara devolver el carísimo collar. El cardenal se da por satisfecho, mientras que, en medio de una vida de exorbitante lujo, la condesa se convence a sí misma de que, en caso de que el cardenal de Rohan se dé cuenta de la estafa, preferirá mantenerse en silencio para evitar la pública humillación de reconocer que los Valois de la Motte le han estafado, en total, cerca de dos millones de libras.

Sin embargo, la condesa no conoce los detalles del contrato de compra que había firmado el cardenal de Rohan con los joyeros, en el que quedaba claro que la destinataria y última pagadora del collar iba a ser la reina. Conforme se acerca el 1 de agosto de 1785, día de vencimiento del primer pago de 400.000 libras que había de hacer la reina al cardenal, y éste a su vez a los joyeros, la condesa comienza a darse cuenta de que toda su estafa es tremendamente endeble, y aunque cuenta con que el cardenal, una vez descubra que la reina no le va a pagar el collar, y con ello la estafa, no aireará el asunto, decide por si acaso ganar tiempo pidiendo a los joyeros, en nombre de la reina, una rebaja del precio del collar de 200.000 libras, con la que espera desviar la atención.

Los joyeros, que apenas pueden sostener su penosa situación, deciden al fin acceder a la rebaja. Pero, en vez de comunicárselo a la condesa, Charles Boehmer aprovecha que el 12 de julio ha de reunirse con la reina para entregarle unas joyas para, igualmente, entregarle una carta en la que le comunican, en un lenguaje un tanto opaco y muy elogioso, que "aceptan humildemente su petición [de rebaja]". María Antonieta lee la carta, y no entiende nada; la destruye, como es habitual en ella, creyendo que se trata de un oscuro agradecimiento escrito por parte de Boehmer. Boehmer, por su parte, cree cerrado al fin el negocio.

Conforme se acerca el día del primer pago, no obstante, la condesa se va dando cuenta de que el joyero va a exigir el pago. Desesperada, decide destaparles a los joyeros el fraude: les envía una carta en la que reconoce que la garantía de pago que el cardenal posee en nombre de la reina es falsa, pero que el cardenal, siendo rico, puede pagarles él mismo el collar. Sin embargo, los joyeros desconfían del cardenal, que siempre anda endeudado, y desesperados como están, se presentan ante la reina, creyendo que es ella la que posee el collar. Boehmer se presenta en Versalles el 13 de agosto, María Antonieta lo recibe, y en menos de un minuto descubre el joyero que la reina ni tiene el collar, ni ha sabido nunca nada del asunto. Al interrogar a Boehmer, descubre que el collar fue comprado por el cardenal de Rohan en su nombre; María Antonieta, que, por influencia de su madre María Teresa, desprecia profundamente a de Rohan, se siente ultrajada por esa estratagema, en la que cree ver una venganza del propio cardenal, a quien considera su enemigo. No se muestra dispuesta a pasar por alto cómo de Rohan ha usado, supuestamente, su nombre en su propio provecho, mezclándola en una estafa.

Así, la reina María Antonieta informa de manera casi inmediata a su marido Luis XVI, y el 14 de agosto le exige que actúe inmediatamente contra el cardenal de Rohan, a quien acusa de haber usurpado su buen nombre. Al día siguiente, el 15 de agosto, cuando el cardenal –que es capellán del rey- se prepara para celebrar con gran ceremonia la fiesta de la Asunción, el rey lo llama a su despacho privado y, en presencia de María Antonieta, se ve obligado a dar explicaciones acerca del expediente presentado contra él. De Rohan se muestra confundido, pues todavía creía contar con el favor de la reina; poco a poco se va dando cuenta de la estafa de la que ha sido objeto, y confiesa al rey la novelesca implicación de la condesa de Valois de la Motte, de quien ni el rey ni la reina han oído nunca hablar. La ira de María Antonieta, que cree que el cardenal la insulta aún más con esa historia, crece hasta tal punto, que urge a su marido a que detenga inmediatamente al cardenal; Luis XVI cede, y, ante toda la corte reunida para la Asunción, el cardenal de Rohan es arrestado públicamente y encarcelado en la Bastilla.

Retrato del Conde Alessandro di Cagliostro -a quien conoceremos pronto-, que se vio mezclado en el Asunto del Collar, y tuvo que abandonar Francia a consecuencia del mismo.

Al detener al cardenal de Rohan de manera pública estalla un gran escándalo. La nobleza francesa, desde siempre enemistada con la reina, se siente atacada e insultada por tal maniobra. El cardenal de Rohan es miembro de una de las primeras familias de Francia, y el trato que ha recibido, siendo detenido de manera pública como un vulgar ladrón, indigna profundamente a la nobleza, que, considerando a Luis XVI como una persona débil y bonachona, no duda en acusar a María Antonieta de haber orquestado todo el asunto para humillar públicamente no sólo a de Rohan, sino a la nobleza francesa en su conjunto. Inmediatamente, toda la vieja nobleza se posiciona a favor de Rohan, y comienza a instigar una campaña de desprestigio contra la reina. Al tiempo, conforme se van conociendo los detalles de la estafa, una ola de indignación sacude al pueblo de Francia, al conocer que mientras ellos malviven con unos pocos “sous”; centésima parte de la libra, hay nobles que gastan millones en estrafalarios collares de diamantes.

Poco después de la detención de Rohan, la propia condesa de Valois de la Motte, claramente implicada en el asunto, es detenida; su marido, por su parte, ha huido a Londres con los últimos diamantes, y Rétaux de Villette está ya en Suiza. Igualmente, son detenidos Nicole Leguay, la prostituta que se hizo pasar por la reina, y el místico CAGLIOSTRO, sospechoso de encontrarse en términos con la condesa.

La instrucción del caso, pretendidamente discreta, se hace en realidad de manera pública, y levanta un gran interés tanto dentro como fuera de Francia. Por último, los soberanos le permiten escoger al cardenal entre la Justicia del Rey o la del Parlamento de París; una suerte de Tribunal Supremo de Francia, que había sido reinstaurado por Luis XVI tras su abolición en el reinado de Luis XV. El cardenal elige, hábilmente, esta última, forzando un proceso público dirigido por miembros de la propia nobleza, que componían el tribunal.

El 22 de mayo se abre el proceso en el Parlamento de París. Desde un primer momento, queda claro que el proceso va más allá del asunto material del collar, al enfrentarse, por un lado, la reina María Antonieta, que tan torpemente ha forzado el asunto, y por otro la nobleza francesa que tanto la odia. Cualquier sentencia condenatoria hacia el cardenal queda excluida, al estar claro que ha sido víctima de una estafa. Sin embargo, el Parlamento debe elegir entre una absolución con reprobación hacia la conducta del cardenal, que ha usado el nombre de la reina sin su consentimiento, lo cual afianzaría la posición de María Antonieta, o una absolución completa, lo cual hundiría a María Antonieta. Las presiones sobre el tribunal son inmensas, y tras una larga deliberación el Parlamento absuelve, por veintiséis votos frente a veintitrés, de manera completa al cardenal de Rohan, a Nicole Leguay, la prostituta, y a Cagliostro, humillando públicamente a la reina y a la monarquía francesa, cuyo prestigio interno se derrumba. Igualmente, condena in absentia a Rétaux de Villette al destierro, al conde de la Motte a galeras a perpetuidad, y la condesa es condenada a prisión perpetua en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière.

Furiosa, María Antonieta le pide al rey que el cardenal de Rohan presente la dimisión como capellán del rey y sea exiliado a la Maison de Dieu, una de las abadías usufructuarias del cardenal. El Rey acepta, y tras la sentencia destierra al cardenal, acto que el pueblo y la nobleza ve como un atropello a la decisión del Parlamento, lo cual socava aún más si cabe la imagen de la monarquía francesa. 

El destierro, no obstante, sólo durará tres años, ya que el 17 de marzo de 1788 el rey lo autorizará a regresar a su diócesis.

Por su parte, pocas semanas después de la condena, la condesa de Valois de la Motte huye a Inglaterra: alguien -se desconoce quién, y por qué-, le abre la puerta de su celda y la ayuda a salir de prisión. Conforme la indignación general por los detalles del proceso, que ponen de manifiesto el despilfarro de la corte, crece en Francia, la condesa, refugiada en Londres, se dedica a airear aún más el asunto. Publica unas memorias en las que muestra a María Antonieta como a una sádica lesbiana dada a todo tipo de infidelidades, orgías y derroches, y contribuye con ello a hundir la imagen pública de la reina. 

Tras estallar la Revolución francesa en 1789, la Convención, que ve en ella a una suerte de heroína trágica víctima de la maldad de María Antonieta, la invita a regresar a Francia en 1791 con todos los honores. Sin embargo, poco antes de regresar, la condesa se arroja, en 1791, por la ventana de su casa de Londres, posiblemente tratando de huir de unos acreedores aunque hay tesis que afirman que fue asesinada por agentes de la monarquía en el exilio.

Contrariamente a Sombreuil, gobernador de Los Inválidos, que aceptó el mismo día las demandas de los revolucionarios, el marqués de Launay rechazó entregar las armas y la pólvora que los sitiadores fueron a buscar. Sin embargo, prometió no disparar, a menos que lo atacaran. Simultáneamente comenzó conversaciones con dos delegados del Ayuntamiento de París, pero las conversaciones tomaron tiempo. Parte de la multitud se impacientó y terminó entrando en el patio exterior de la fortaleza después de que un pequeño grupo rompió las cadenas de seguridad del puente levadizo. 

Entonces, la guarnición abrió fuego. Los sitiadores interpretaron esto como una traición por parte de Launay Los combates que sobrevinieron duraron aproximadamente cuatro horas, causando aproximadamente cien pérdidas humanas entre la multitud y una baja entre los defensores de la Bastilla.

Presa del pánico, de Launay amenazó con volar la fortaleza entera y sus alrededores. Abandonado por sus tropas, acabó capitulando a cambio de salvar su vida y la de sus hombres, algo que los sitiadores aceptaron. Según la leyenda no se encontró una bandera blanca, y el gobernador tuvo que blandir su pañuelo personal. 

Entregó las condiciones a través de una abertura en el  muro de la Bastilla y se abrieron las puertas a la multitud, que entonces, tomó posesión de la fortaleza.

De Launay fue detenido y escoltado al Ayuntamiento por uno de los cabecillas de la multitud, el soldado y futuro general, Pierre-Augustin Hulin.

El General Houlin

En la Plaza de la Huelga, la multitud furiosa lo atacó hasta lincharlo, a pesar del acuerdo y de la tentativa de mediación iniciada por Ethis de Corny, fiscal del rey de la ciudad de París. De Launay fue apuñalado con bayonetas y recibió un balazo. Según testimonios, este linchamiento fue provocado por el mismo de Launay, que, desesperado, le daría una patada en la ingle a un cocinero desempleado llamado Desnot. Después de su muerte su cabeza fue cortada por un carnicero llamado Mathieu Jouve Jourdan, que la colocó en una pica, y marchó con ella por la capital. De Launay fue así, una de las primeras víctimas de la Revolución, junto a otros defensores de la Bastilla, que fueron igualmente linchados.

“Es así como nos vengamos de los traidores.” Grabado de 1789 con soldados y militantes llevando las cabezas de Jacques de Flesselles y de Launay en las picas.

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Joseph Balsamo. 1743-1795. Comte de Cagliostro

Conde Alessandro di Cagliostro. Palermo, Sicilia, 2 de junio de 1743 – 26 de agosto de 1795, Su verdadero nombre era Giuseppe Balsamo. Hijo de una familia pobre de Palermo, cuyo padre falleció muy joven, quedando la familia a cargo de un tío, Marco, que trabajaba en las oficinas de correo de la ciudad. Se inició en una escuela católica, pero sus dotes para el fraude y el engaño hicieron que fuera expulsado. Cometía tropelías, siendo miembro de diferentes bandas mafiosas, a las cuales supo aprovechar con sus innegables dotes de estafador. Posteriormente, después de engañar a un banquero, se escapó a Medina, con bastante dinero robado, y allí conoció a Althotas, quien lo introdujo en la mística oriental y que poseía un método de refinar el lino, hasta casi hacerlo parecer seda. Así amasó una fortuna y después reapareció en Europa.

Además de sus dotes de actor y su arte para el engaño fue: alquimista, ocultista, Rosacruz y Gran Masón siciliano, y, además recorrió las cortes europeas del siglo XVIII.

Cagliostro afirmaba haber nacido en una familia cristiana de noble cuna, pero que fue abandonado al poco de nacer, en la isla de Malta. También aseguraba que siendo niño viajó a Medina, La Meca y El Cairo, y que, al volver a Malta, fue iniciado en la Soberana Orden Militar de Malta, donde estudió alquimia, la Kábala y magia. 

Fundó el Rito Egipcio de la Francmasonería en La Haya, donde al igual que sigue ocurriendo en las logias masónicas de San Juan en la actualidad, se iniciaba igualmente a hombres y mujeres. Tuvo influencia en la fundación del Rito Masónico de Misraim.

Cagliostro fue bien conocido en Nápoles y después en Roma, donde se casó con Lorenza Feliciani. Viajaron juntos a Londres, donde fue iniciado en la francmasonería el 12 de abril de 1777. Adoptó como símbolo secreto el Ouroboros; la serpiente que se muerde la cola y poco después, fundó el Rito Egipcio de la Francmasonería en La Haya.

Viajó por Rusia, Alemania y Francia, extendiendo el campo de influencia del Rito Egipcio y presentándose como un "curandero magnético" de gran poder. Su fama creció de tal forma que fue incluso recomendado a Benjamin Franklin durante una estancia en París.

Fue también un extraordinario falsificador. En su autobiografía, Casanova. relata su encuentro con Cagliostro, que fue capaz de falsificar una carta suya, a pesar de ser incapaz de entenderla.

Fue perseguido a causa del Asunto del Collar, y encarcelado, acusado de fraude. Permaneció en La Bastilla durante nueve meses, aunque,  finalmente fue absuelto, pues no pudo demostrarse su conexión con el caso. Sin embargo, se le pidió que abandonara Francia, y entonces viajó a Inglaterra. Una vez allí, fue acusado de ser Giuseppe Balsamo, lo que refutó en su Open letter to the English People - Carta abierta al pueblo inglés, obligando a Morande, su acusador, a disculparse y a retractarse.

Cagliostro visitó Roma, donde conoció a dos personas que resultaron ser espías de la Inquisición. Algunos dicen que fue su propia esposa quien inicialmente lo había denunciado ante ellos. Fue arrestado el 27 de diciembre de 1789 y encerrado en el Castel Sant'Angelo. Pronto fue sentenciado a muerte por el cargo de masonería. El papa cambió la sentencia por la de prisión perpetua en el mismo castillo, donde, después de un intento de huida, fue vuelto a encarcelar, esta vez en el Fuerte de San Leo, donde murió al poco tiempo.


La celda de la prisión de Cagliostro, en la Fortaleza de La Rocca, en San Leo, Italia.

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