Primera Parte
"Si no viví más es porque no me dio tiempo".
Donatien-Alphonse-François, Marqués de Sade.
París, 1740 - Charenton, Francia, 1814.
Escritor y filósofo francés.
Conocido por haber dado nombre a una tendencia sexual que se caracteriza por la obtención de placer infligiendo dolor a otros -el sadismo-, es el escritor maldito por antonomasia.
De origen aristocrático, se educó con su tío, el abate de Sade, un erudito libertino seguidor de Voltaire que ejerció sobre él una gran influencia.
Alumno de la Escuela de Caballería, en 1759 obtuvo el grado de capitán del regimiento de Borgoña y participó en la Guerra de los Siete Años. Acabada la contienda, en 1766 contrajo matrimonio con la hija de un magistrado, a la que abandonó cinco años después.
En 1768 fue encarcelado por primera vez acusado de torturas por su criada, aunque fue liberado al poco tiempo por orden real.
Juzgado y condenado a muerte por delitos sexuales en 1772, consiguió huir a Génova. Volvió a París en 1777, donde fue detenido a instancias de su suegro y encarcelado en Vincennes.
En 1784 fue trasladado a la Bastilla y en 1789 al hospital psiquiátrico de Charenton, que abandonó en 1790 gracias a un indulto concedido por la Asamblea Nacional, surgida de la Revolución Francesa. Participó entonces de manera activa en política, paradójicamente en el bando más moderado. En 1801, a raíz del escándalo suscitado por la publicación de La filosofía del tocador, fue internado de nuevo en el hospital psiquiátrico de Charenton, donde murió.
El marqués de Sade escribió la mayor parte de sus obras en sus largos períodos de internamiento. En una de las primeras, el Diálogo entre un sacerdote y un moribundo (1782), manifestó su ateísmo.
Posteriores:
Los 120 días de Sodoma (1784),
Los crímenes del amor (1788),
Justine (1791) y
Juliette (1798).
Calificadas de obscenas en su día, la descripción de distintos tipos de perversión sexual constituye su tema principal, aunque no el único: en cierto sentido, Sade puede considerarse un moralista que denuncia en sus trabajos la hipocresía de su época. Su obra fue reivindicada en el siglo XX por André Breton, Paul Éluard, Louis Aragon y otras figuras del Surrealismo.
escritor, ensayista, filósofo, libertino, activista político y noble francés conocido por sus novelas libertinas y su encarcelamiento por delitos sexuales, blasfemia y pornografía. Sus obras incluyen novelas, cuentos, obras de teatro, diálogos y tratados políticos, algunos de los cuales se publicaron bajo su nombre durante su vida, pero la mayoría aparecieron de forma anónima o póstuma. Entre sus obras están Los crímenes del amor, Aline y Valcour y numerosas obras de diversos géneros. También le son atribuidas Justine o los infortunios de la virtud, Juliette o las prosperidades del vicio y La filosofía en el tocador, entre otras, que veremos.
Se le atribuye también la famosa novela Los 120 días de Sodoma o la escuela de libertinaje, que fue publicada en 1904 y que sería su obra más famosa. Fue adaptada al cine en 1975 por el autor y cineasta neorrealista italiano Pier Paolo Pasolini (1), que murió asesinado, sin que se conozcan bien las circunstancias.
(1) Al príncipe
Si vuelve el sol, si desciende la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una tarde de lluvia parece volver
de tiempos tan amados y nunca del todo poseídos,
ya no soy feliz de gozarlos o sufrirlos:
no siento ya, frente a mí, toda la vida…
Para ser poeta se necesita mucho tiempo:
horas y horas de soledad son necesarias
para formar algo que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para darle forma al caos.
Poco tiempo me queda: por culpa de la muerte
que me viene al encuentro en mi marchita juventud.
Mas por culpa también de nuestro mundo humano
que le quita el pan a los hombres, y a los poetas la paz.
P. P. PASSOLINI
En sus obras son característicos los antihéroes, protagonistas de violaciones y de disertaciones en las que justifican sus actos, según algunos pensadores, mediante sofismas. La expresión de un ateísmo radical, además de la descripción de parafilias y actos de violencia, son los temas más recurrentes de sus escritos, en los que prima la idea del triunfo del vicio sobre la virtud.
Fue encarcelado bajo el Antiguo Régimen, la Asamblea Revolucionaria, el Consulado y el Primer Imperio francés, pasando veintisiete años de su vida encerrado en diferentes fortalezas y «asilos para locos». Sade luego se referiría a este período en 1803 diciendo: «Los entreactos de mi vida han sido demasiado largos». También figuró en las listas de condenados a la guillotina.
Protagonizó varios incidentes que se convirtieron en grandes escándalos. En vida, y después de muerto, le han perseguido numerosas leyendas. Sus obras estuvieron incluidas en el Index librorum prohibitorum / Índice de libros prohibidos) de la Iglesia Católica.
A su muerte era conocido como el autor de la «infame» novela Justine, por lo que pasó los últimos años de su vida encerrado en el manicomio de Charenton. Dicha novela fue prohibida, pero circuló clandestinamente durante todo el siglo XIX y mitad del siglo XX, influyendo en algunos novelistas y poetas, como Flaubert, que en privado lo llamaba «el gran Sade», Dostoyevski, Swinburne, Rimbaud o Apollinaire, quien rescata su obra del «infierno» de la Biblioteca Nacional de Francia, y que llegó a decir que Sade fue «el espíritu más libre que jamás ha existido».
André Breton y los Surrealistas lo proclamaron «Divino Marqués» en referencia al «Divino Aretino», primer autor erótico de los tiempos modernos (siglo XVI). Aún hoy su obra despierta los mayores elogios y las mayores repulsas. Georges Bataille, entre otros, calificó su obra como «apología del crimen».
Su nombre ha pasado a la historia convertido en sustantivo. Desde 1834, la palabra «sadismo» aparece en el diccionario en varios idiomas para describir la propia excitación producida al cometer actos de crueldad sobre otra persona.
Para escribir historia es necesario que no exista ninguna pasión, ninguna preferencia, ningún resentimiento, lo que es imposible evitar cuando a uno le afecta el acontecimiento. Creemos simplemente poder asegurar que para describir bien este acontecimiento o al menos para relatarlo justamente, es preciso estar algo lejos de él, es decir, a la distancia suficiente para estar a salvo de todas las mentiras con las que pueden rodearle la esperanza o el terror.
Marqués de Sade, Historia Secreta de Isabel de Baviera, reina de Francia (Prefacio)
En la biografía de Sade podemos encontrar dos incidentes: uno, el escándalo de Arcueil, un encuentro con una prostituta, y el otro, el caso de Marsella, un día de orgía en el que las muchachas, prostitutas también, resultaron intoxicadas probablemente por la comida y difícilmente por caramelos de cantárida. Los dos acontecimientos se convirtieron en grandes escándalos que traspasaron las fronteras de Francia. Poco más sobresaliente encontramos de escandaloso en la biografía de Sade que no sea sospechoso de formar parte de su leyenda:
Cuando se ha perseguido a un escritor durante más de 150 años como si fuera un personaje cruel e inhumano, se espera, en lo que concierne a la descripción de su vida, algo así como la biografía de un monstruo. Pero la vida del marqués de Sade resulta mucho menos aberrante de lo que uno teme y lo que realmente puede calificarse de espantoso es el destino que le acechó mientras vivía.
Walter Lenning, Biografía del Marqués de Sade (primer párrafo).
Las novelas del Marqués de Sade, calificadas por Georges Bataille como «apología del crimen», aquellas por las que ya en vida se le diagnosticase «demencia libertina», aun estando prohibidas, circularon clandestinamente durante todo el siglo XIX y medio siglo XX, hasta que se normalizó su publicación. La repulsa de estas novelas provocó que en el siglo XIX se agrandara una leyenda que alcanza a nuestros días.
He aquí un nombre que todo el mundo conoce y que nadie pronuncia: tiembla la mano al escribirlo y, cuando se lo pronuncia, en los oídos resuena un sonido lúgubre [...] Los libros del marqués de Sade han asesinado más niños que los que podrían matar veinte Mariscales de Retz, los siguen asesinando aún [...] Rodeaba a este hombre un aire pestilente que lo hacía odioso a todo el mundo [...] Hoy en día, es un hombre a quien todavía se honra en las cárceles; allí es el dios, allí es el rey, allí es esperanza y orgullo. ¡Qué historia! Pero, ¿por dónde comenzar, qué aspecto enfocar de este monstruo y quién nos asegurará que en esta contemplación, aunque realizada a distancia, no nos alcanzará alguna salpicadura lívida?
Jules Janin, Revue de Paris, 1834.
A principios del siglo XX, Apollinaire rescató la obra de Sade del «infierno» de la Biblioteca Nacional de Francia y reivindicó su figura, y André Breton y los surrealistas lo ensalzaron. Desde entonces, junto a biografías que intentan acercarse a la realidad del personaje, como las de Maurice Heine y Gilbert Lely, surgen otras muchas que recrean la leyenda más o menos abiertamente. Así narraba Guy de Massillon en 1966 el escándalo de Marsella:
Algunas mujeres gritan histéricamente, otras, dominadas por un fuerte temblor, se arrojan al piso donde se revuelven sin parar. Otras mujeres han empezado a desnudarse en tanto lanzan gemidos de intenso e insatisfecho placer (todo, consecuencia de la pócima afrodisíaca suministrada por Sade). Pero no son ellas las únicas en sufrir esa extraña enfermedad colectiva. También los hombres van de aquí para allá, como perros rabiosos, gesticulando, gritando obscenidades y luego… Luego se suceden escenas del más crudo sexualismo. […] Una mujer casi completamente desnuda se asoma al balcón ofreciéndose a los hombres, otras siguen su ejemplo, una de ellas, más frenética que otras, se lanza de cabeza al vacío.
Guy de Massillon, El goce y la crueldad, 1966
En 1909, Apollinare escribió: «La biografía completa del marqués de Sade no se ha escrito todavía, pero no hay duda de que, reunidos todos los materiales, será posible en breve establecer la existencia de un hombre notable que aún permanece en el misterio y sobre el cual han corrido y corren gran número de leyendas».
Ser cortés, honrado, orgulloso sin arrogancia, solícito sin palabras insulsas; satisfacer con frecuencia las pequeñas voluntades cuando no nos perjudican, ni a nosotros ni a nadie; vivir bien, divertirse sin arruinarse ni perder la cabeza; pocos amigos, quizá porque no existe ninguno verdaderamente sincero y que no me sacrificara veinte veces si entrara en juego el más ligero interés por su parte.
Sade, Carta a su Padre, 12 de agosto de 1760, en el Campamento de Obertestein.
El 2 de junio de 1740 nace Donatien Alphonse-François, hijo único de Jean-Baptiste François Joseph de Sade y de Marie Éléonore de Maillé, de sangre borbónica. La casa dinástica de los Sade era de las más antiguas de Provenza. Entre sus antepasados se contaba Hugues III, que desposó a Laura de Noves, inmortalizada en los versos del poeta Petrarca.
Nació en el Hôtel de Condé, palacio de los Príncipes de Condé, y allí pasó su primera infancia, porque su madre era dama de compañía de la princesa. Fue bautizado el día después de su nacimiento en la Iglesia de Saint-Sulpice de París. Su nombre de pila debió ser Louis Aldonse Donatien, pero un error durante la ceremonia del bautizo lo dejó en Donatien Alphonse François. Durante sus primeros años fue educado junto al príncipe Luis José de Borbón-Condé.
Cuando Donatien cumplió 4 años, Marie Eléonore abandonó el empleo de dama de compañía de la princesa para acompañar a su esposo en los viajes a los que le obligaba su condición de diplomático al servicio del Príncipe-Elector de Colonia. Donatien fue enviado al castillo de Saumane el 14 de agosto de 1744, quedando a cargo de su abuela y de sus tías paternas. Por indicación de su padre, su tío paterno, Jacques François Paul Aldonce de Sade, entonces Abad de Saint-Léger d'Ebreuil, escritor, comentarista de la obra de Petrarca y libertino afamado, lo lleva consigo el 24 de enero de 1745 para encargarse de su educación, en el monasterio benedictino de Saint-Léger d'Ebreuil.
A Donatien se le asignó como tutor al Abad Jacques Francois Amblet, quien le acompañará durante gran parte de su vida. En su encierro en diferentes fortalezas, Donatien compartió sus obras con Amblet para que las leyera y las comentara. En ese tiempo, Amblet continuó dándole consejos literarios.
No existe constancia de la fecha, pero cuando Donatien tenía seis o siete años, su madre ingresó en un convento de París.
En 1750, con 10 años, Donatien volvió a París en compañía del abad Amblet e ingresó en el prestigioso Liceo jesuita Louis-le-Grand. Desde temprana edad se entregó a la lectura. Leía todo tipo de libros, pero prefería las obras de Filosofía e Historia y, sobre todo, los relatos de viajeros, que le proporcionaban información sobre las costumbres de pueblos lejanos. Durante su estancia en Louis-le-Grand aprendió música, danza, esgrima y escultura. Además, como era habitual en los colegios jesuitas, se interpretaban numerosas obras teatrales. Mostró mucho interés por la pintura, y pasaba horas enteras en las galerías de cuadros que desde entonces estaban abiertas al público en el Louvre. Además, aprendió italiano, provenzal y alemán.
El 24 de mayo de 1754, cuando todavía no había cumplido los 14 años, ingresó en la academia militar. El 17 de diciembre de 1755 accedió, con el grado de subteniente honorario, en el Regimiento de Caballería Ligera de la Guardia del Rey (École des Chevaux-légers), pasando a formar parte de la élite del ejército francés. Al año siguiente es nombrado segundo teniente en el Regimiento Real de Infantería.
El 19 de mayo de 1756 se declara la Guerra de los Siete Años. Donatien, que aún no había cumplido los 16 años, recibió su bautismo de fuego. y con el grado de teniente, al mando de cuatro compañías de filibusteros, participó en la toma de Mahón a los ingleses bajo las órdenes del Conde de Provenza. Una crónica de La Gaceta de París informa: «El marqués de Briqueville y el señor de Sade atacaron con energía la fortaleza y tras un acalorado y mortífero intercambio de fuego, consiguieron, mediante ataques frontales, tomar el objetivo y establecer una cabeza de puente». En ese asalto murieron más de cuatrocientos franceses. Posteriormente, lo trasladarían al frente de Prusia y allí, el 14 de enero de 1757, le nombraron portaestandarte en el Regimiento de Carabineros del Rey, y el 21 de abril le ascendieron a capitán de la caballería de Borgoña. Según Jacques-Antoine Dulaure (Liste des noms des ci-devant nobles, París, 1790), en aquella época Sade habría viajado por Europa hasta Constantinopla.
En su novela Aline y Valcour, escrita durante su confinamiento en la Bastilla, encontramos un pasaje probablemente referido a su infancia y adolescencia que se considera autobiográfico.
Matrimonio
El 10 de febrero de 1763 se firmó el Tratado de París, que puso fin a la guerra. Donatien fue licenciado y volvió a Lacoste. Durante los meses siguientes, su padre negoció su boda con la hija mayor de los Montreuil, familia perteneciente a la nueva nobleza, con una excelente posición económica e influencias en la Corte.
Donatien, enamorado de una jovencita de la nobleza de Lacoste, la señorita de Laurais, de Vacqueyras, y que ya había expresado a su padre sus deseos de casarse por amor, accedió, sin embargo, a la imposición paterna.
El 1 de mayo los reyes dieron su consentimiento en presencia de las dos familias y la llamativa ausencia de Donatien. El 15 de mayo se firma el contrato matrimonial entre Donatien de Sade y Renèe-Pélagie Cordier de Launay de Montreuil. Es en ese momento cuando Donatien y Renèe se ven por primera vez, casándose dos días después, el 17 de mayo, en la Iglesia de Saint-Roch de París. El matrimonio tendría tres hijos: Louis-Marie, nacido un año después de la boda, Donatien-Claude-Armand y Madeleine-Laure.
Escándalos
El matrimonio Sade se instaló, después de la boda, en el castillo de Échaffars, en Normandía, propiedad de la familia de Renèe, pero transcurridos cinco meses surgió el primer incidente: Sade viajó a París, y el 29 de octubre de 1763 fue arrestado y conducido a la fortaleza de Vincennes, por orden del rey. Se desconocen los motivos últimos de este arresto, que en todo caso está relacionado con una o varias jornadas de libertinaje y un misterioso manuscrito. Sade pasó 15 días encerrado hasta que la familia de su esposa se hizo cargo de él y volvió a Échaffars con la orden de no abandonar la provincia sin la autorización real.
El 3 de abril de 1764 Sade recibe un permiso del Rey que le autoriza a permanecer en París durante tres meses. El 17 de mayo se encarga de la dirección de un teatro en Évry, a 30 km de París, en el que se representarán obras de autores contemporáneos, pudiendo él haber protagonizado alguna de ellas. El 26 de mayo tomó posesión de su cargo de teniente general gobernador de Bourg-en-Bresse, Ambérieu-en-Bugey, Champagne-en-Valromey y Gex ante el parlamento de Dijon. Ese verano lo pasa en París y el 11 de septiembre fue revocada definitivamente la orden real de confinamiento.
A finales de 1764, el matrimonio Sade se encuentra instalado en París, también en el domicilio de los Montreuil. Sade toma sucesivamente varias amantes y recurre con asiduidad a los servicios de prostitutas. Si creemos en Sade, una carta suya, en aquella época, muestra que todavía añoraba una boda por amor:
Los días, que, en un matrimonio por conveniencia sólo traen consigo espinas, hubieran dejado que se abrieran rosas de primavera. Cómo hubiese recogido esos días que ahora aborrezco. De la mano de la felicidad se hubieran desvanecido demasiado deprisa. Los años más largos de mi vida no tendrían suficiente para ponderar mi amor. En veneración continua me arrodillaría a los pies de mi mujer y las cadenas de la obligación, siempre recubiertas de amor, habrían significado para mi corazón arrebatado sólo de felicidad. ¡Vana ilusión! ¡Sueño demasiado sublime!
Carta del marqués de Sade.
La vida licenciosa de Sade figura en aquella época en los diarios del inspector Marais, que dependía directamente del teniente general de policía Antoine de Sartine, y seguía las actividades licenciosas de los miembros de la Corte, incluidos los miembros de sangre real, encargándose de elaborar los diarios que Sartine entregaba a Luis XV y Madame de Pompadour para su entretenimiento. En ellos se hace referencia a sus aventuras con la actriz Mlle. Colette, que comparte como amante con otro noble de la época.
En uno de sus informes, Marais escribe: «El Sr. Marqués de Lignerac, por imposición de su familia, se ha visto absolutamente forzado a dejar a la señorita Colette, actriz en los Italianos y a abandonarla completamente al Sr. Marqués de Sade, quien por su parte se encuentra muy turbado, ya que no es lo bastante rico como para sostener por sí solo la carga de una mujer del espectáculo». Sade finalmente cortará su relación con Mlle. Colette por intervención de su suegra, aunque, una vez rota la relación, tomó como amantes a otras actrices y bailarinas.
En 1765 toma como amante a la Beauvoisin, una de las cortesanas más cotizadas de la Corte. Sade abandonó su domicilio conyugal y la llevó a Lacoste, donde pasó con ella unos meses. En Lacoste no se privó de presentarla y en algunos casos fue confundida con su esposa. Esto le hizo merecer los más duros reproches de su familia. Mme. Montreuil, desde París, se puso en contacto con su tío el abad para hacerle entrar en razón:
¿Usar la fuerza para separarles? Seguramente obtendría sin dificultad del ministro todo lo que le pidiera, pero esto causaría un escándalo y sería peligroso para él: así pues, no debemos hacerlo. […] No le perdáis nunca de vista porque el único modo de tratar con él es no abandonarle ni un solo momento. Así fue como logré el año pasado separarle de Colette y hacerle entrar en razón después de convencerle de que estaba equivocado. Dudo de que ame a ésta con más ardor que a la otra: era un frenesí. Todo ha ido bastante bien desde entonces hasta que esta Cuaresma se ha encaprichado de la de ahora.
Sade pasó junto a la Beauvoisin al menos dos años.
El 24 de enero de 1767 murió su padre, por lo que Donatien, que tenía veintisiete años, heredó varios feudos, así como el título de conde de Sade. Él siguió utilizando su título de marqués como era costumbre en la familia, que utilizaba uno y otro título alternativamente de generación en generación. Su primer hijo, Louis-Marie, nació el 27 de agosto de ese año. Después de la muerte de su padre, podría haber vuelto con la Beauvoisin.
Sade no abandona su vida licenciosa, alternando en la Corte. El 16 de abril de 1767 asciende a capitán comandante en el regimiento del maestre de campo de Caballería, y sigue con su afición al teatro haciendo estrenar varias comedias. También continúa apareciendo en los diarios de Marais.
El 3 de abril de 1768, Domingo de Pascua, se produce el famoso escándalo de Arcueil. Sade acude a la Plaza de las Victorias de París donde recurre a los servicios de una mujer llamada Rose Keller -en aquel tiempo era lugar frecuentado por prostitutas para vender sus servicios-. Rose Keller, más tarde, declara estar mendigando, acusándole de atraerla con engaños a su casa de Arcueil, donde la flageló. Sade, por orden del Rey, fue encerrado en el castillo de Saumur, desde donde fue trasladado después a Pierre-Encise, cerca de Lyon, pasando por la Conciergerie de París para declarar ante el Parlamento.
Pasó en prisión siete meses, pero su mayor perjuicio fue que el incidente se convirtió en un escándalo que traspasó las fronteras de Francia, y en el que las declaraciones de la demandante, deformadas y amplificadas, lo mostraban como un noble disoluto que malhirió a una pobre mendiga para probar una supuesta pócima reparadora.
Recobrada la libertad, el matrimonio Sade viviría los próximos años en Lacoste. Allí Sade prosiguió su afición por el teatro. Monta un teatro en el castillo, donde ofrece representaciones; más adelante forma una compañía profesional y recorre con ella las ciudades cercanas con un repertorio superior a las veinte obras. A finales de 1769 viaja a Holanda, donde logra que le publiquen un manuscrito. Los beneficios de esa publicación sufragan los gastos del viaje.
En el verano de 1772, tiene lugar el «caso de Marsella». Sade, tras un encuentro con varias prostitutas, es acusado de haberlas envenenado con la supuestamente afrodisíaca «mosca española». Tras un día de orgía, dos de las muchachas sufrieron una indisposición que remitió pasados unos días. No obstante, él fue sentenciado a muerte por sodomía y envenenamiento, y ejecutado en efigie en Aix-en-Provence el 12 de septiembre.
Sade huyó a Italia al enterarse de que iban a arrestarlo. La leyenda cuenta que huyó en compañía de su cuñada, a la que habría seducido. El 8 de diciembre, se encuentra en Chambéry (Saboya) —entonces parte del reino de Cerdeña—. A instancias de su suegra, la influyente Mme. Montreuil, es detenido por orden del rey de Cerdeña y encerrado en el castillo de Miolans. Mme. Montreuil pide que se le entreguen, con la mayor discreción, sin siquiera ser leídos, unos manuscritos que Sade llevaría consigo. Pasados cinco meses logra evadirse, probablemente con la ayuda de Renée, que viajó hasta Cerdeña disfrazada de hombre para escapar a los controles que había hecho poner su madre para que no lo visitara. Los próximos años los pasaría evadido en Italia y probablemente también en España, pasando temporadas en su castillo de Lacoste, donde se encuentra instalada su esposa. Su suegra, que se había convertido en su más encarnizada enemiga, obtuvo una lettre de cachet, que implicaba prisión incondicional, por orden directa del Rey, para lograr su arresto.
Su encarcelamiento en el castillo de Miolans a instancias de su suegra, «la presidenta», fue el preludio de su largo encierro en Vincennes. Desde entonces «la presidenta» no cejó hasta verlo encerrado.
En esta época, Renèe se instala en el Castillo de Lacoste y contrata los servicios de seis adolescentes -cinco muchachas y un muchacho-. Sade continúa su viaje a través de Italia y probablemente otros países, alternado este viaje con estancias en Lacoste. De esta época es el incidente de las adolescentes que figura en numerosas biografías de Sade.
Durante ese tiempo, Renèe no abandona la labor que ya emprendiese al iniciarse el proceso de Marsella, de defender a Sade. Realiza varios viajes a París para solicitar la casación del proceso, y en 1774 plantea una demanda ante la corte contra su madre. En ella protesta porque su madre, la influyente Mme Montreuil, que ya tiene en su poder una lettre de cachet para encerrar a Sade, lo persigue injustamente: «No persigue a un criminal, sino a un hombre al que considera rebelde a sus órdenes y voluntades».
Mucho se ha especulado sobre los motivos que llevaron a «la presidenta» a procurar el encarcelamiento de Sade. La mayoría de sus biógrafos, sin que exista ningún documento, ni testimonio que lo avale, recogen como causa la leyenda decimonónica según la cual Sade habría seducido a su cuñada, Anne-Prospére, y se la habría llevado con él a Italia. De lo que existe documentación es del temor de su suegra a lo que Sade pudiera escribir sobre la familia Montreuil.
Sade permanece durante estos años prófugo de la justicia y escapa a varios registros de su castillo en Lacoste. Enterado de que su madre estaba agonizando, regresa a París junto con Renèe y, esa misma noche del 13 de febrero de 1777, es finalmente arrestado en el hotel donde se hospedaban y encarcelado en la fortaleza de Vincennes.
De todos los medios posibles que la venganza y la crueldad podían elegir, convenid, Madame, en que habéis elegido el más horrible de todos. Fui a París para recoger los últimos suspiros de mi madre; no llevaba otro propósito que verla y besarla por última vez, si aún existía, o llorarla, si ya había dejado de existir. ¡Y ese momento fue el que usted escogió para hacer de mí, una vez más, su víctima. [...] Pero mi segundo propósito, después de los cuidados que mi madre requería, no consistía más que en aplacarla y calmarla, en entenderme con usted, para tomar con respecto a mi asunto todos los partidos que le hubiesen convenido y que usted me habría aconsejado.
Carta de Sade a madame Montreuil desde Vincennes, febrero de 1777.
Cuando en 1778 Renèe consigue que se reabra la causa de Marsella, es anulada y quedan demostradas numerosas irregularidades; Sade ya lleva encerrado en la fortaleza de Vincennes un año por los deseos de su suegra, y allí permanecerá hasta ser liberado trece años después, tras la Revolución y la consecuente caída del Antiguo Régimen.
El largo encierro en Vincennes
En el transcurso de los sesenta y cinco días que he pasado aquí, solo he respirado aire puro y fresco en cinco ocasiones, durante no más de una hora cada vez, en una especie de cementerio de unos cuatro metros cuadrados rodeado de murallas de más de quince metros de altura. [...] El hombre que me trae la comida me hace compañía unos diez o doce minutos al día. El resto del tiempo lo paso en la más absoluta de las soledades, llorando. [...] Así es mi vida.
Carta de Sade a Renèe.
Así pues, detenido, es conducido a la fortaleza de Vincennes y allí permaneció hasta que en 1784 fue llevado a la Bastilla. Una y otra fortaleza permanecían prácticamente deshabitadas, acogiendo a muy pocos presos. Las fortalezas estaban destinadas a miembros de las clases altas; en Vincennes coincidió con Mirabeau, también preso por otra lettre de cachet, solicitada por su padre, alegando desacato a su autoridad paterna.
Si las condiciones de estas fortalezas no eran las mismas que las de las cárceles destinadas a las clases bajas, en las que se hacinaban los presos en condiciones infrahumanas —Sade «disfrutaba» de una celda para él solo y tenía, por ejemplo, derecho a que se le proporcionara leña para calentarla—, a pesar de los cual, las condiciones de su encierro fueron lamentables. Permaneció incomunicado durante los primeros cuatro años y medio. Hasta entonces no permitieron que le visitase Renèe. Según su propia descripción, permanecía permanentemente encerrado en su celda, con la única visita diaria del carcelero encargado de pasarle la comida. Mirabeau describe sus celdas: «Estas habitaciones estarían sumidas en la noche eterna si no fuera por algunos trozos de cristales opacos que ocasionalmente permiten el paso de unos débiles rayos de luz». Y, sin una sentencia que delimitase el tiempo que estaría encerrado, lo pasó sin saber dónde estaría el límite.
Durante los años de encierro, su casi único contacto con el mundo fue Renèe, aunque también mantenía correspondencia con su sirviente, «Martín Quirós», con su preceptor, el padre Amblet, y con una amiga del matrimonio, mademoiselle Rousset.
Los esfuerzos de Renèe, desde el mismo momento de su encarcelamiento, estuvieron dirigidos a conseguir su libertad; incluso volvió a planear otra fuga: «En esta ocasión no deberemos escatimar gastos. Habréis de ocultarlo en un lugar seguro. [...] Bastará que me indiquéis el día que regresa a París con los guardias» (coincide que Sade se fugó de regreso de Aix con motivo de la revisión del proceso, permaneciendo huido casi mes y medio). También acude a varios ministros para que la autoricen a visitarlo. Ignorando su paradero, se desplaza día tras día a la Bastilla para intentar verlo. Hasta pasados cuatro meses no sabrá que se encuentra en Vincennes.
Renée y Sade mantendrán una continuada correspondencia durante los trece años de encierro. En la primera carta, enviada dos días después de su reclusión, Renée le escribía: «¿Cómo has pasado la noche, mi dulce amigo? Yo estoy muy triste aunque me dicen que estás bien. Sólo estaré contenta cuando te haya visto. Tranquilízate, te lo ruego». Sade le responde:
Desde el instante terrible en que me arrancaron tan ignominiosamente de tu lado, mi querida amiga, he sido víctima del sufrimiento más cruel. Me han prohibido darte detalles sobre esto, y todo lo que puedo decirte es que es imposible ser más desgraciado de lo que soy. Ya he pasado diecisiete días en este horrible lugar. Pero las órdenes que han dado ahora deben de ser muy diferentes de las de mi reclusión anterior, porque la manera de tratarme no se parece nada a la de entonces. Siento que me es totalmente imposible soportar más tiempo un estado tan cruel. La desesperación se apodera de mí. Hay momentos en que no me reconozco. Siento que estoy perdiendo la razón. La sangre me hierve demasiado para soportar una situación tan terrible. Quiero volver mi furor contra mí mismo, y si no estoy fuera dentro de cuatro días, estoy seguro de que me romperé la cabeza contra los muros.
Carta de Sade a Renèe fechada el 8 de marzo de 1777, Lever, 1994, pág. 263.
Renée será durante estos años su principal y casi único soporte. Se trasladó a París y se instaló en el convento de las carmelitas, al que se retiró la madre de Sade y, posteriormente, a otro más modesto en compañía de mademoiselle Rousset. Enfrentada a su madre, ésta le retiró todos los fondos. Las privaciones no le impidieron que atendiera todos los requerimientos de Sade; le enviaba comida, ropa, todo aquello que le solicitaba, lo que incluía libros, y se convirtió en su documentalista, amanuense y lectora de sus obras.
Sade sufrirá durante su encierro repetidos accesos de carácter paranoico en los que incluirá a Renée, acusándola en ocasiones de haberse alineado con la madre de ésta y los que querrían mantenerlo encerrado de por vida. Sin saber hasta cuándo estaría encerrado y quiénes estarían detrás, hizo cábalas intentando relacionar números y frases como claves que le dijeran cuándo acabaría su encierro.
Se dedicó principalmente a leer y escribir. Llegó a reunir una biblioteca de más de seiscientos volúmenes, estando interesado por los clásicos, Petrarca, La Fontaine, Boccaccio, Cervantes y principalmente Holbach, Voltaire y Rousseau. Cuando las autoridades penitenciarias le negaron las Confesiones de Jean-Jacques Rousseau, escribió a su esposa: Sabed que una cosa es buena o mala según el punto en que uno se halle, y no por sí misma. […] Rousseau puede ser un autor peligroso para unos santurrones de vuestra especie, pero para mí se convierte en un excelente libro. Jean-Jacques es con respecto a mí lo que para vosotros es la Imitación de Cristo. La moral y la religión de Rousseau son cosas severas para mí, y las leo cada vez que quiero mejorarme.
Carta de Sade a Renèe. 25 de junio 1783
No solo se interesa por la literatura; en su biblioteca también figuran libros de carácter científico, como la Histoire Naturelle de Buffon. Además, en prisión escribió sus Cuentos, historietas y fábulas, la primera versión de Justine, Aline y Valcuor y otros manuscritos que se perdieron cuando fue trasladado de la Bastilla a Charenton. En su vocación literaria le acompañará, al menos hasta después de su traslado a la Bastilla, el padre Amblet, quien fuera su instructor, y que posteriormente le aconsejó y le hizo críticas literarias; también se encargó de la selección de libros que debía enviarle Renèe: «Os ruego que sólo consultéis a Amblet en la elección de los libros y consultadle siempre, incluso sobre lo que pido, porque pido cosas que no conozco y algo puede ser muy malo».
Mi único consuelo aquí es Petrarca. Lo leo con deleite, con una pasión sin igual ¡Qué bien escrito está el libro! Laura me da vueltas en la cabeza. Soy como un niño. Leo todo el día sobre ella y sueño con ella toda la noche. Escucha lo que soñé anoche con ella, mientras el mundo seguía ajeno a mí. Era más o menos medianoche. Acababa de quedarme dormido con la vida de Petrarca en la mano. De repente se me apareció. ¡La vi! El horror de la tumba no había deslucido su belleza, y sus ojos despedían el mismo fuego que cuando Petrarca los alabó. Iba vestida de crespón negro, con su hermosa cabellera rubia suelta con despreocupación. «¿Por qué os quejáis en la tierra? — me preguntó. Venid conmigo. No hay males, no hay dolor, no hay problemas en la vasta extensión que yo habito. Tened el valor de seguirme allí».
Al oír estas palabras, me postré a sus pies, diciendo: «¡Oh, madre mía!». Y mi voz quedó ahogada por los sollozos. Ella me tendió la mano y yo la bañé con mis lágrimas; ella también lloró. «Cuando yo moraba en el mundo que vos odiáis —dijo—, me gustaba contemplar el futuro; conté a mis descendientes hasta llegar a vos, y no encontré a otro tan infeliz como vos».
Carta de Sade a Renèe durante su encierro en Vincennes.
El encierro en la Bastilla
A principios de 1784 fue cerrada la fortaleza de Vincennes, y Sade trasladado a la Bastilla. Se queja de haber sido trasladado por la fuerza y de improviso a «una prisión donde estoy mil veces peor y mil veces más estrecho que en el desastroso lugar que he abandonado. Estoy en una habitación cuyo tamaño no llega a la mitad de la de antes y en la que no puedo ni darme la vuelta y de la que sólo salgo unos minutos para ir a un patio cerrado donde huele a cuerpo de guardia y a cocina, y al que me conducen con bayonetas caladas en los fusiles como si hubiese intentado destronar a Luis XVI».
Unas semanas antes de la toma de la Bastilla, Sade envió a su esposa el manuscrito de Aline y Valcour. Se conserva una extensa carta de Renée a Sade en la que abunda en observaciones sobre la novela:
La primera aventura de Sophie, leyéndola me ruborice por humanidad. […] El resto es diferente, lloré. Ella narra bien sus desdichas, con honradez y sentimiento, obliga a interesarse por su suerte. […] El cura razona bien de acuerdo con su estado. […] Es un gran acierto, en una novela, el hacer hablar y razonar a sus protagonistas según el modo que les conviene, se siguen bien sus caracteres. Es molesto su modo de ser. Es necesario, me dirás, para reconocerlos, preservarse de ellos y odiarlos. Eso es verdad, pero cuando sólo se trabaja para eso, es necesario detenerse en un punto, con el fin de retirar a un espíritu depravado los medios de corromper aún más.
No fue un preso conformista, y protagonizó diversos enfrentamientos con sus carceleros y los gobernadores de las fortalezas. El 1 de julio de 1789, dos semanas antes de la toma de la Bastilla, alzándose para alcanzar la ventana, con el tubo destinado a evacuar las heces, lo asomó por la ventana y, utilizándolo a modo de altavoz, incitó a la muchedumbre a que se manifestara en los alrededores para liberar a los presos que se hallaban en la fortaleza.
A la mañana siguiente el gobernador de la Bastilla escribió al gobierno:
Como sus paseos por la torre se habían suspendido debido a las circunstancias, al mediodía se aproximó a la ventana de su celda y comenzó a gritar con todas sus fuerzas que los prisioneros estaban siendo asesinados, que se les cortaba el cuello y que había que rescatarlos de inmediato. Repitió los gritos y las acusaciones en varias ocasiones. En estos momentos resulta sumamente peligroso mantener a este prisionero aquí. [...] Creo que es mi deber, señor, advertiros que es preciso trasladarlo a Charenton o a alguna institución similar, donde no suponga una amenaza para el orden público.
Carta de De Launay, Gobernador de La Bastilla, al viceministro.
La Revolución
Sade era en esos momentos casi el único preso de la Bastilla. Cuando el 14 de julio es tomada, ya no se encontraba allí. La noche siguiente a la carta del gobernador los carceleros irrumpieron en su celda y, sin permitirle recoger sus pertenencias, lo trasladan al manicomio de Charenton. En el traslado y la posterior toma de La Bastilla pierde 15 volúmenes manuscritos «listos para pasar a manos del editor». A principios del siglo XX apareció, en un rollo, el manuscrito de Los 120 días de Sodoma, que se relaciona con alguno de estos volúmenes.
En La Bastilla trabajé sin cesar, pero destrozaron y quemaron todo cuanto había. Por la pérdida de mis manuscritos he llorado lágrimas teñidas de sangre. […] Las camas, las mesas o las cómodas pueden reemplazarse, pero las ideas… No, amigo mío, nunca seré capaz de describir la desesperación que me ha provocado esta pérdida.
Carta de Sade a su administrador.
El 1 de abril de 1790 salió Sade en libertad en virtud del decreto que la Asamblea Revolucionaria dictó el 13 de marzo de 1790 aboliendo las lettres de cachet (la presidenta aún contemplaría la posibilidad de admitir excepciones con el fin de permitir que las familias decidieran sobre el destino de los presos). Cinco días después visitaron a Sade sus hijos, a los que no había visto durante todo su encierro. Contaban 20 y 22 años, respectivamente. Una de las preocupaciones de Sade durante su encierro fue la de que «la presidenta» no decidiese sobre su futuro. En 1787, trascurridos diez años de su encierro, Sade perdió su patria potestad. Ese día le permitieron a Sade que cenase con ellos.
Cuando Sade sale de su largo encierro el 13 de marzo de 1790, noche de Viernes Santo, tiene cincuenta y un años de edad, padece una obesidad que, según él mismo, apenas le permite caminar, ha perdido gran parte de la vista, sufre una dolencia pulmonar y está envejecido y moralmente hundido: «El mundo que tenía la locura de echar tanto de menos, me parece tan aburrido, tan triste… Nunca me he sentido tan misántropo como desde que he vuelto entre los hombres».
Sade se dirige al convento donde se encuentra Renée y ésta no le recibe, pero no se conocen los motivos del distanciamiento de Renée. Son tiempos de disturbios revolucionarios y Renée huye con su hija de París, donde no tenía medios de subsistencia. Allí donde va se encuentra con una situación parecida. Algunos de sus biógrafos explican su actitud por el acercamiento a su madre buscando seguridad para ella y para sus hijos en aquellos tiempos convulsos.
Renée tramitó la separación —uno de los primeros divorcios en Francia, después de que la Revolución los instituyera— y Sade tuvo que devolver la dote con sus correspondientes intereses, cantidad que no pudo pagar, por lo que sus posesiones quedaron hipotecadas a favor de Renée, con la obligación de pasarle 4.000 libras anuales que tampoco pudo asumir, dado que sus propiedades fueron saqueadas y quedaron improductivas.
Sade deberá integrarse en una sociedad convulsionada, física y moralmente hundido, arruinado y solo. Las primeras semanas las pasa en casa de un amigo, Milly, procurador en el Chatelet, que le presta dinero. Más tarde se aloja en la casa de la «presidenta de Fleurieu» (esposa separada del presidente del tesoro de Lyon). Fleurieu era dramaturga y le introdujo en el ambiente teatral de París. Sade también podría haber mantenido los contactos en el mundo del teatro adquiridos cuando en Lacoste formó compañía.
Ese verano conoció a Constance Quesnet, actriz de cuarenta años, con un hijo, a la que había abandonado su marido. Pocos meses después se fueron a vivir juntos en una relación que parece ser de apoyo mutuo. Constance permanecerá junto a él hasta el fin de sus días y Sade contará con su apoyo en sus más duros momentos. En muchas ocasiones se referirá a ella como «sensible».
Sade escribió numerosas piezas para el teatro, la mayoría de las cuales permanecen inéditas. Entró en contacto con la Comédie Française, que le aceptó una de sus piezas, El misántropo por amor o Sofía y Desfranes. Se le entregaron entradas para cinco años, pero la pieza no llegó a representarse. Se conservan varias cartas de Sade dirigidas a la Comédie en tono de súplica para que se le acepten y se representen sus obras. También, una carta exculpatoria sobre la aparición de su supuesta firma en un manifiesto contrario a los intereses de la Comédie.
Finalmente, el 22 de octubre de 1791, el Teatro Molière estrena una de sus obras, El conde Oxtiern o Los efectos del libertinaje. Aun siendo su estreno un éxito de público y crítica, un altercado protagonizado por algunos espectadores en su segunda representación provocó su suspensión. «Un incidente interrumpió la representación. Al iniciarse el segundo acto, un espectador descontento o malévolo gritó: "Bajad el telón"». El maquinista bajó el telón y posteriormente se produjo un altercado en el que pudieron oírse algunos pocos silbidos. Ese mismo año se supone que publica clandestinamente Justine o Los Infortunios de la virtud, y manda imprimir su Memorial de un ciudadano de París al rey de los franceses.
Sade se adhirió y participó activamente en el proceso revolucionario. En 1790 se le ve en la celebración del 14 de julio, y en enero de 1791 se le invita a la asamblea de «ciudadanos activos» de la plaza de Vendôme, confirmándosele como «ciudadano activo» en junio de ese mismo año. Colabora escribiendo diversos discursos, como Idea sobre el modo de sanción de las leyes o el discurso pronunciado en el funeral de Jean-Paul Marat; se le asignan tareas para la organización de hospitales y asistencia pública, pone nuevos nombres a diferentes calles, como Calle de Régulo, Cornelio, Licurgo, Hombre nuevo, Pueblo soberano, y es nombrado Secretario de su sección.
Sus suegros, los Montreuil, residen en el mismo distrito en el que Sade es secretario. El 6 de abril de 1793 el presidente Montreuil va a verlo para solicitar su amparo, pues se estaba procediendo a la detención de los padres de «emigrados» y su domicilio había sido precintado. Sade les ofrece su ayuda y el presidente Montreuil y la Presidenta, que lo mantuviera trece años encarcelado en Vincennes y la Bastilla, no fueron molestados durante el tiempo que permaneció en la sección -sólo después de abandonar su actividad política cuando sus suegros, sin contar ya con su apoyo, serán detenidos y encarcelados.
Sade es nombrado Presidente de su sección, pero presidiendo una sesión dimite porque, según sus palabras: «Estoy rendido, exhausto, escupiendo sangre. Os dije que era presidente de mi sección; pues bien, ¡mi función ha sido tan borrascosa que no puedo más! Ayer, entre otras cosas, después de haberme visto obligado a retirarme dos veces, no tuve más remedio que dejar mi sillón al vicepresidente. Querían que sometiera a voto un horror, una inhumanidad. Me negué en redondo. ¡Gracias a Dios, ya me he librado!».
Acaba así el paso de Sade por la política.
El 8 de diciembre de 1793 es detenido en su domicilio y conducido a la cárcel de las Madelonnettes. No habiendo sitio para él, lo encierran en las letrinas, donde pasó seis semanas. Se desconocen los motivos últimos de su detención. En carta enviada a la sección de Píques solicitando su libertad, protesta: «Se me arresta sin revelarme los motivos de mi detención». La detención pudo estar motivada por ser padre de emigrados, ya que sus hijos emigraron contra su voluntad; también pudo deberse a una falsa denuncia o por ser considerado un «moderado». Pasó por tres distintas cárceles hasta llegar a la de Picpus, a las afueras de París, de la que Sade dirá que es un «paraíso» comparada con las anteriores. Allí dejarán que lo visite Constance, que desde el primer momento ha estado procurando su liberación.
En el verano de 1794 el Terror llega a su cenit y se multiplican las decapitaciones. Desde Picpus pudo observar cómo la guillotina trabajaba sin cesar; más tarde diría: «La guillotina ante mis ojos me ha hecho cien veces más daño del que me habían hecho todas las bastillas imaginables» Él mismo estará incluido en las listas de la guillotina. El 26 de julio de 1794 un alguacil se dirigió a diversas cárceles para subir a 28 acusados a la carreta que los condujese a la guillotina; entre ellos figuraba Sade, pero finalmente, Sade no subió en la carreta. Nuevamente hay que recurrir a suposiciones. Pudo ser por una imposibilidad de localizarlo o, más probablemente, por la intervención de Constance. Sade le agradece en su testamento el haberle salvado la vida, haberle librado de la «guadaña revolucionaria». Constance, al igual que Renée, se mostró especialmente activa defendiendo y ayudando a Sade. A Constance se le reconoce cierta influencia en los comités revolucionarios, y los sobornos estaban generalizados.
El 15 de octubre de 1794, finalizado el periodo del Terror, Sade quedó en libertad.
Sade intentó vivir del teatro y de sus novelas. Estrenó algunas piezas en Versalles y publicó sus novelas Aline y Valcour y Los crímenes del amor. También publicó clandestinamente Justine, pero en ningún caso le valió para no caer en la indigencia. La pareja Sade y Constance vivieron en la miseria, sin recursos para conseguir comida o leña para calentarse. Sade escribió una carta en tono suplicante a un conocido, Goupilleau de Montaigu, con influencias políticas en el gobierno: «Ciudadano representante: Debo comenzar a daros mil y mil gracias. [...] Sea como fuere, ciudadano representante, ofrezco al gobierno mi pluma y mis capacidades, pero que el infortunio y la miseria dejen de pesar sobre mi cabeza, os lo suplico».
Napoleón escribió: «Es el libro más abominable jamás engendrado por la imaginación más depravada», Memorial de Santa Elena, Pléyades, Tomo II, página 360.
Asimismo trató -sin éxito- de ceder sus posesiones a Renée a cambio de una renta anual, sin que ella, teniéndolas hipotecadas a su favor, aceptase. Constance tuvo que vender su ropa para conseguir comida. Sade se vio en la obligación de mendigar: «Un pobre posadero que por caridad tiene a bien darme un poco de sopa».
Sade empezó a recibir ataques por sus novelas. Aline y Valcour fue considerada ya escandalosa y, publicada clandestinamente. De Justine, nadie dudó de que él fuese el autor.
Finalmente, el 6 de marzo de 1801, es detenido cuando visitaba a su editor para entregarle nuevos manuscritos. Es encerrado, sin juicio, en Sainte-Pélagie, como «autor de la infame novela de Justine», siendo posteriormente trasladado a Bicétre, institución mitad manicomio mitad cárcel, conocida en aquel tiempo como «la Bastilla de los canallas», donde alienados mentales, mendigos, enfermos de sífilis, prostitutas y peligrosos criminales convivían hacinados en condiciones infrahumanas.
Nuevamente Constance visitará insistentemente diferentes instancias del poder napoleónico para reclamar su liberación. Renèe y sus hijos solicitaron y consiguieron que fuese trasladado a Charenton, manicomio en el que los enfermos vivían en unas condiciones mucho más humanas. A Sade se le diagnosticó para su ingreso «demencia libertina», y allí permanecerá recluido hasta su muerte.
Años finales
Los últimos años de su vida los vive en el Asilo de Charenton gracias a la asistencia de su familia, que se encarga de pagar su estancia y su manutención, y los pasará en compañía de Constance.
Para Sade, Charenton pudo suponer un retiro tranquilo; allí encontró la comprensión de François Simonet de Coulmier, ex sacerdote de parecida edad a la suya que dirigía el centro. Coulmier hizo la vista gorda ante la presencia de Constance, que pasa por ser la hija ilegítima de Sade. La familia pagó por una relativamente confortable celda de dos habitaciones en la que pudo disfrutar de su afición por la lectura al trasladar a ella su biblioteca. Cuando perdió la vista, otros enfermos y Constance le leyeron. También continuó su labor de escritor y Coulmier le permitió que formase una compañía de teatro en la que implicó al resto de los enfermos, que fueron los actores encargados de las representaciones.
La compañía fue un éxito y logró que profesionales del teatro se implicaran en sus representaciones. Se sabe que madame Saint-Aubin, estrella de la Opéra-comique de París, participó en alguna de ellas, y a sus representaciones asistía la alta sociedad de París. Se organizaban cenas en coincidencia con la representación de las obras. El autor de vodeviles Armand de Rochefort asistió a unas de esas cenas estando sentado junto a Sade; posteriormente escribiría:
Me habló varias veces, con tal brío y tal agudeza que me pareció de lo más agradable. Cuando me levanté de la mesa, pregunté al comensal del otro lado quién era aquel hombre tan afable. [...] Al oír ese nombre, huí de él con tanto pavor como si acabara de morderme la serpiente más venenosa. Sabía que ese desventurado viejo era el autor de una espantosa novela en la que todos los delirios criminales se presentaban bajo la apariencia del amor.
Estas representaciones motivaron denuncias, varias de ellas del médico jefe del establecimiento, Royer-Collard; ésta la dirigió al Ministro General de Policía:
Existe en Charenton un hombre al que su audaz inmoralidad ha tornado, por desgracia, demasiado célebre y cuya presencia en este hospicio acarrea los más graves inconvenientes: deseo hablar del autor de la infame novela Justine. […] El señor de Sade goza de una libertad excesiva. Puede comunicarse con otros enfermos de uno y otro sexo, a unos les predica su horrible doctrina, a otros les presta libros. […] En la casa se dice que vive en compañía de una mujer que hace pasar por su hija, pero esto no es todo. Se ha cometido la imprudencia de formar una compañía de teatro con el pretexto de hacer representar comedias por los internos, sin reflexionar sobre los funestos efectos que tal alboroto debe causar necesariamente en sus imaginaciones. Él es quien indica las piezas, distribuye los papeles y dirige los ensayos. […] Pienso que no es necesario subrayarle a Vuestra Excelencia el escándalo de tales actividades ni describirle los peligros de todo tipo que implican.
Las representaciones se suspendieron el 6 de mayo de 1813 por decreto ministerial.
Maurice Lever ha creído ver en esos años la existencia de una relación pedófila de Sade con la hija de 13 años de una de las enfermeras de Charenton, supuestamente a cambio de dinero. Esta relación se habría prolongado durante varios años. Lever incluye esta relación en su biografía sobre Sade publicada en 1994. Desde entonces, la mayoría de las biografías incluyen esta relación sin cuestionar su autenticidad. Lever basa la existencia de esa relación en unos caracteres (una «O» cruzada con una línea en diagonal) presentes en diarios de Sade que él aporta y considera que se refieren a un recuento de penetraciones anales:
En varios lugares del diario de Sade se encuentra este misterioso signo, una especie de pequeño redondel atravesado por una diagonal, más o menos como éste: Ø, se trata de un símbolo erótico relativo a la sodomía. Se encuentra asociado ya a personas, ya a fantasmas masturbatorios, y a menudo mezclado con números. Por ejemplo, con fecha del 29 de julio de 1807: «Por la noche, idea Ø a 116, 4 del año». El 15 de enero de 1808: «Prosper viene con la idea ØØ. Es su tercera visita y la segunda de su criada, que forma Ø por primera vez». El 4 de marzo de 1808: «La idea ØØ parece el v. de 9 meses». En el año 1814, el signo se aplica exclusivamente a una muchacha muy joven de quien recibe frecuentes visitas y que él designa con las iniciales Mgl. Se llama Madeleine Leclerc.
Lever, 1994.
Cuando es excarcelado tras la revolución, Sade sale de un encierro de trece años en un estado físico lamentable. Desde entonces padecerá una obesidad mórbida, una progresiva ceguera y otras varias dolencias; se sabe de su necesidad de usar un suspensorio, al menos en los últimos momentos de su vida. En 1814, se suma al personal de Charenton un estudiante de medicina, J. L. Ramón, que nos deja testimonio de Sade en ese último año de su vida:
«Le encontraba a menudo paseando solo, con pasos lentos y pesados, vestido con negligencia. Nunca le sorprendí hablando con nadie. Al pasar por su lado le saludaba y él respondía a mi saludo con esa cortesía glacial que hace desechar cualquier idea de entablar conversación. Nunca habría sospechado que era el autor de Justine y de Juliette; el único efecto que producía en mí era el de un anciano gentilhombre altanero y taciturno».
En su agonía fue atendido por el joven Ramón. Años antes, Sade había redactado y guardado en un sobre lacrado su testamento. Dejaba heredera universal de sus escasos bienes a su compañera Constance: «Deseo expresar a esta dama mi extrema gratitud por la dedicación y sincera amistad que me prodigó desde el 25 de agosto de 1790 hasta el día de mi muerte».
Prohíbo absolutamente que mi cuerpo sea abierto bajo ningún pretexto. […] …se enviará un recado urgente al sieur Le Normand, […] para rogarle que venga él mismo, seguido de una carreta, a buscar mi cuerpo para transportarlo bajo su escolta en la susodicha carreta al bosque de mi tierra de la Malmaison, comuna de Émancé, cerca de Épernon, donde quiero que se entierre sin ninguna especie de ceremonia en el primer soto que se encuentra a la derecha del susodicho bosque, entrando por el lado del antiguo castillo, por la gran avenida que lo divide. La fosa practicada en este bosque será cavada por el granjero de la Malmaison, bajo la inspección de Monsieur Le Normand, que no abandonará mi cuerpo hasta después de haberlo colocado en la susodicha fosa; si quiere, podrá hacerse acompañar en esta ceremonia por aquellos de mis parientes o amigos que, sin ninguna especie de aparato, hayan querido darme esta última muestra de afecto. Una vez recubierta la fosa, será sembrada de bellotas a fin de que el terreno y el soto vuelvan a encontrarse tupidos como eran antes y las huellas de mi tumba desaparezcan de la superficie de la tierra, como espero que se borre mi memoria de la mente de los hombres, excepto un pequeño número de los que han querido amarme hasta el último momento y de los cuales me llevo a la tumba un recuerdo muy dulce.
El 2 de diciembre de 1814 muere Sade. Claude-Armand, su hijo, lo visitó ese mismo día. Su compañera Constance no se encontraba en Charenton; se supone que el fallecimiento coincidió con uno de sus desplazamientos a París para realizar pequeñas compras. Dos días después, contrariando la voluntad de Sade, Armand lo hace sepultar en el cementerio de San Mauricio en Charenton, después de una rutinaria ceremonia religiosa. Armand también quemó todos sus manuscritos inéditos, incluida una obra en varios volúmenes, Les Journées de Florbelle. Su cráneo fue exhumado años después para realizar con él estudios frenológicos.
El inventario de las pertenencias materiales de Sade, realizado por cuenta del asilo, fue el siguiente:
40 francos y 50 céntimos, un retrato al óleo de su padre, 4 miniaturas, paquetes de documentos, un cofre con 21 manuscritos.
De su biblioteca: 269 volúmenes que incluyen Don Quijote, las obras completas de Rousseau, las Recreaciones Matemáticas, El Arte de comunicar las ideas, un Ensayo sobre las enfermedades peligrosas, la edición de 1785 de las Obras de Voltaire en 89 volúmenes, El Pornógrafo y El hombre de la máscara de hierro.
FIN
de la Primera Parte.
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