martes, 30 de julio de 2024

LA ABUELA ESPAÑOLA DE BEETHOVEN

Beethoven

Bonn, Arzobispado de Colonia; 16.XII.1770 - Viena, 26.III.1827

En su entorno vienés, llamaban a Beethoven, "el español"; por su tez, su estatura, y hasta su genio, que parecían atestiguar dicha nacionalidad, pero no se suele decir que había una razón de carácter científico de la que se ha hablado muy poco o nada. Se trata de su abuela materna, María Josefa Poll, que pudo nacer al Sur de los Pirineos o descender de una familia que tomó el camino del exilio hacia el norte en plena Guerra de Sucesión al trono español.-enfrentamiento internacional que duró desde 1701 hasta la firma del Tratado de Utrecht, en 1713. Tuvo como causa fundamental la muerte sin descendencia de Carlos II de España, -el “Hechizado”-, último representante de la Casa de Habsburgo, y dejó como principal consecuencia la instauración de la Casa de Borbón en el trono de España-.

El debate sigue abierto. Los biógrafos alemanes se resisten a darle importancia. Jan Swafford, autor de la última obra de referencia sobre la vida del músico, nombra a la abuela, pero no especifica su procedencia. Otros dos estadounidenses, el historiador David Jacobs y el profesor de Harvard Elliot Forbes, sí apuntan a sus orígenes hispanos, concretamente, levantinos, y  hoy, el musicólogo español Andrés Ruiz Tarazona lo da por hecho. "Los alemanes no han querido cruzar a su genio con ascendientes españoles; los americanos, sí, y a nosotros nos ha dado siempre un poco igual. Pero es importante y quiero reivindicarlo"; así lo escribe en su libro España en los grandes músicos (Siruela). 

El capítulo sobre Beethoven rastrea su vinculación con España en varios aspectos. "personales y musicales"; entre los primeros está, no solo su linaje familiar. "También el constante interés que mostró por las noticias que llegaban del sur".

Se alegró mucho de la derrota napoleónica en España. Ya había desposeído a Napoleón del homenaje que le dedicó en su Sinfonía número 3, Heroica, defraudado, al observar cómo olvidaba los principios de la Revolución, en opinión del compositor, en favor de sus ansias imperiales.

De su abuela apenas existen datos. En 1733 se casó en Bonn con Ludwig van Beethoven I, con el mismo nombre que su nieto y también músico. Fue un bajo más que aceptable dentro del coro de la ciudad, donde desempeñó el cargo de Maestro de Capilla. 

Como la música no llegaba a cubrir sus gastos, también regía un almacén de vinos. La proximidad al producto, el trago de la desesperación y quizás cierto desarraigo, aficionaron a María Josefa a las catas, por lo que acabó en una clínica, completamente alcoholizada, pero antes había dado vida a Johann, padre del genio, cantante también; tenor.

Todo esto explicaría, en cierto modo, la querencia de Beethoven por España, que se expresará en EGMONT, héroe de la resistencia flamenca, frente a Felipe II. para dedicarle una obra y que FIDELIO/LEONORA, su única ópera, transcurriera en Sevilla. 

Además cuando se hizo cargo de la custodia de su sobrino Karl decidió integrarlo en el colegio español que había fundado en Viena Cayetano Anastasio del Río, preceptor de varias familias aristocráticas de la Corte.

Beethoven, 13 años.

El maestro trabó una gran amistad con el músico. Igual que sus hijas, Fanny y Nanni. Gracias al diario de la primera conocemos aspectos cruciales de su vida y los tormentos por los que fue pasando, relacionados con su sobrino, sus estrecheces económicas y su salud. No tenía descendencia y se volcó apasionadamente en la protección de Karl, de forma invasiva y agobiante. 

Fanny estaba locamente –aunque de manera discreta– enamorada del músico. Llegaron a trabar una relación próxima, cercana, cómplice pero no correspondida en los afectos. Beethoven mostraba más interés por Nanni, pero de esta, sólo recibía amables desplantes. Aunque lo cierto es que la familia Del Río le ayudó a superar con su compañía sus angustias, sus malos humos y sus características de enfermo crónico, agravado todo, ya entonces, por gripes, dolencias estomacales, jaquecas continuas y melancolía. 

1801. 30 años

1803, 33 años

1804, 34. Appassionata y Fidelio

1814; 44 años

1615; 45

1823 -53 años; Novena Sinfonía

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FIDELIO-LEONORA

En 1803, Beethoven recibe un encargo para una ópera del Teatro vienés con libreto titulado Alejandro Magno, cuya acción tenía lugar en la India. Beethoven no logró terminarla, por lo que, a principios de 1804, Schiknadeder le sugiere otro libreto con un tema francés adaptado por Sonnleithner: el amor conyugal o Leonora. El texto alemán está escrito por Sonnleithner y fue el original de la versión de 1805, pero Beethoven cambió la obra después de tres representaciones en 1806. Durante mucho tiempo la ópera dejó de representarse, pero más tarde se retomó bajo una nueva versión, que siguió siendo oficial y que le dio al compositor su celebridad en este campo, como Fidelio.

El personaje principal de la ópera Fidelio, Florestan, se encuentra encerrado en una celda subterránea insondable, sin tener ninguna culpa. En una ocasión denunció las ilegalidades del gobernador y, como resultado, aquel se vengó condenándole a morir de hambre. Leonora, la esposa de Florestán, al enterarse del trágico destino de su marido, se viste de hombre, toma el nombre de Fidelio, y se pone al servicio de Rocco, el guardián de la fortaleza. Como “Fidelio”, decide ver a su esposo y salvarlo.

Don Pizzarro, el gobernador criminal, se entera de que las noticias de sus fechorías habían llegado hasta Sevilla y que el ministro don Ferdinando, amigo de Folrestan, a quien creía muerto, venía personalmente a investigar la actividad de Pizzarro. Le da la orden al guardián de la fortaleza, Rocco, de matar a Florestan, pero este se niega, por lo que decide asesinar él mismo al prisionero. Rocco y Fidelio salen juntos a cavar la tumba del prisionero. pero Leonora no reconoce a Florestan en la oscuridad, donde dormía cansado.

Solo después de que él se despertara, ella reconoce a su esposo. Al perseguirlos en la mazmorra subterránea, Pizzarro quiere matar a Florestán, pero Leonora se interpone entre ellos y dice: "¡Mata primero a la esposa!"; Pizzarro se asombra y pierde su oportunidad. El sonido de la corneta se abre paso en el calabozo anunciando la llegada del Ministro. En la plaza de la ciudad, donde se había reunido una gran multitud, el ministro reconoce a Florestan e inmediatamente se da cuenta de las malas acciones de Pizzarro. Todo el mundo está entusiasmado con el coraje de Leonora.

Se escribieron cuatro oberturas para esta ópera. La primera fue escrita en 1805, pero nunca se ejecutó porque al príncipe Lichnowsky no le gustó. De ahí que se compusiera una segunda versión en 1806: Leonora n.º 2. A pesar de que esta obertura aporta muchos elementos de novedad, fue incomprendida por el público, por lo que Beethoven se vio obligado a escribir una tercera versión; Leonora n.º 3, la que se haría famosa.

Esta obertura se ejecuta a veces como un intervalo a la mitad del segundo acto entre la escena de la mazmorra y la de la plaza pública. Debido a la expresividad musical-dramática, la pieza ganó su lugar entre los conciertos sinfónicos y es considerada como un genuino poema sinfónico.

Acto I

Como método de composición, Beethoven eligió un género mixto de ópera, que comprendía tanto escenas típicas de ópera cómica, como arias y recitales conmovedores en un estilo trágico-heroico. El Acto I tiene diez secciones musicales, siendo las primeras las típicas de la ópera cómica. 

-El drama musical comienza con el Aria de Pizzarro, quien jura destruir a Florestan. 

-El Aria de Leonora, que expresa su rebelión y cólera contra el tirano, se convierte en la cumbre dramática del primer acto.

El final de este Primer Acto, el Coro de Prisioneros, es una página de gran profundidad y cariño humano, que presenta el paseo de los prisioneros disfrutando de los rayos del sol con la emoción de los niños.

El Segundo Acto tiene dos escenas, la primera tiene lugar en el calabozo y la segunda en la plaza pública frente a la prisión. La primera está precedida por una introducción orquestal que revela el estado emocional del prisionero y es seguida por el Aria de Florestan que profundiza aún más este estado.

La música de la segunda escena es alegre porque la gente canta la dicha y la belleza del amor conyugal. En la escena en la que Leonora libera a Florestan, Beethoven introdujo en el estribillo la letra de la Oda a la Alegría de Schiller: "Si encontraste un tierno amante, únete a nosotros en nuestra alegre danza del anillo".

Oda a la Alegría, Manuscrito original

«Oda a la alegría»

¡Oh amigos, cesad esos ásperos cantos!/ Entonemos otros más agradables y llenos de alegría./¡Alegría, alegría!/¡Alegría, hermosa chispa de los dioses hija del Elíseo!/ ¡Ebrios /de ardor penetramos,/diosa celeste, en tu santuario!/Tu hechizo vuelve a unir/lo que el mundo había separado,/todos los hombres se vuelven hermanos/allí donde se posa tu ala suave./

Quien haya alcanzado la fortuna/de poseer la amistad de un amigo, quien/haya conquistado a una mujer deleitable/una su júbilo al nuestro./Sí, quien pueda llamar suya aunque/sólo sea a un alma sobre la faz de la Tierra./Y quien no pueda hacerlo,/que se aleje llorando de esta hermandad.

Todos los seres beben la alegría/en el seno de la naturaleza,/ todos, los buenos y los malos,/siguen su camino de rosas./Nos dio ósculos y pámpanos/y un fiel amigo hasta la muerte./Al gusano se le concedió placer/y al querubín estar ante Dios.

Gozosos, como los astros que recorren/los grandiosos espacios celestes,/transitad, hermanos,/por vuestro camino, alegremente,/como el héroe hacia la victoria.

¡Abrazaos, criaturas innumerables!/¡Que ese beso alcance al mundo entero!/¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada/tiene que vivir un Padre amoroso.

¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador?/Búscalo sobre la bóveda estrellada./Allí, sobre las estrellas, debe vivir.

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses/hija del Elíseo!/¡Ebrios de ardor penetramos,/diosa celeste, en tu santuario!/Tu hechizo vuelve a unir/lo que el mundo había separado,/todos los hombres se vuelven hermanos/allí donde se posa tu ala suave.

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses,/hija del Elíseo!/¡Alegría, bella chispa divina!

Friedrich Von Schiller

Fidelio tuvo una influencia muy poderosa en la ópera romántica alemana del siglo XIX, especialmente en lo que respecta a la sinfonía y el tratamiento de la voz en un estilo instrumental. Anton Rubinstein comparó el papel de la orquesta en las obras de Wagner y en Fidelio: "La orquesta en las obras de Wagner es extraordinariamente interesante, pero disminuye el papel de las partes vocales... Te dan ganas de decirles que guarden silencio para escuchar también a los cantantes en el escenario. Es difícil encontrar una orquesta más interesante que la de Fidelio de Beethoven. Para mí, Fidelio es un auténtico drama musical desde todos los puntos de vista; Independientemente de su autenticidad en la caracterización musical, sigue teniendo el sonido melódico más bello y, sin importar el interés que muestre la orquesta, no es la que expresa algo en nombre de los personajes, sino la que les da la oportunidad de expresarse. En esta ópera, cada sonido emerge de la profundidad del alma y en la profundidad del alma debe encontrar su eco en el oyente."

El estreno de la Ópera Fidelio, tuvo lugar el 20 de noviembre de 1805 en el Teatro de Viena en un momento completamente inoportuno, teniendo en cuenta que sólo siete días antes las compañías francesas marcharon triunfalmente en Viena, bajo el mando de Murat y Lannes. 

En las tres representaciones, Beethoven dirigió personalmente la orquesta y el coro desde el piano, pero la indiferencia del público le preocupó profundamente. Tal vez por eso, poco antes de morir, regaló la ópera a Schindler, y le dijo: "Este niño de mi espíritu nació en un tormento mucho más angustioso que otros, y también me trajo la mayor amargura. Por eso es más querida para mí y, más que ninguna otra, merece ser conservada y utilizada para el aprendizaje de las artes".

Programa y Escenografía para Fidelio.

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No podemos quedarnos ahora, sin conocer los avatares de Egmont, cuya historia conformó también la composición musical de Beethoven  que lleva su nombre. Egmont; apoyo físico y moral de Carlos V, fue considerado enemigo mortal de Felipe II, quien, según su costumbre, sin parecer responsable, ni dejar ver sus oscuros planes, hizo que el héroe fuera decapitado por orden del Duque de Alba.

Conde de Egmont (Goethe – Beethoven)

Lamoral, conde de Egmont. 18 de noviembre de 1522-5 de junio de 1568. General y hombre de Estado de Flandes y Caballero de la Orden del Toisón de Oro.

Abdicación de Carlos V. Su brazo izquierdo se apoya en el hombro del Conde de Egmont

El conde de Egmont era descendiente de una de las familias más ricas de los Países Bajos y primo del rey Felipe II por parte de su madre. Durante su juventud recibió educación militar en España y en 1542 heredó los Estados de su hermano Carlos en la provincia de Holanda.

En 1554 representó al rey de España, Felipe II en la primera ceremonia simbólica de su desposorio con María Tudor. Al servicio de la Corona española, derrotó al ejército francés en la Batalla de San Quintín, en 1557 y en la Batalla de Gravelinas, en 1558. Fue nombrado estatúder de Flandes y Artois en 1559.

Junto con Guillermo de Orange y el Conde de Horn, protestó por la implantación de la Inquisición en los Países Bajos por el Cardenal Granvela, Obispo de Arras. 

Egmont se dirigió en 1565 a la corte de Felipe II en Madrid para abogar por un cambio en la política religiosa en los Países Bajos, donde se le entretuvo durante meses y se le hizo creer que sus gestiones estaban dando resultado. Con la decisión del rey de no permitir la libertad religiosa de sus súbditos flamencos, Egmont se fue distanciando del monarca.

Tras el estallido de los excesos iconoclastas de 1566 en Amberes; ola de destrucción de estatuas en las iglesias católicas en Flandes, que Egmont deploró como católico, el rey envió a Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba de Tormes, a Bruselas, al frente de un ejército para perseguir a los responsables. 

A su llegada, el duque citó a Egmont y al conde de Horn el 8 de septiembre de 1567 para informarles de las instrucciones del rey, los arrestó y, de inmediato, los condenó a muerte por traición, a pesar de que siempre manifestaron su lealtad al rey. 

Fueron decapitados en la Plaza Mayor de Bruselas el 5 de junio de 1568. El conde de Egmont fue enterrado en la cripta de Egmont en Zottegem, ciudad belga donde se encuentran sus dos estatuas, su castillo y su Museo. El propio duque de Alba, que antaño era amigo de Egmont, solicitó al rey Felipe una pensión para su viuda.

Retratos de los Condes de Egmont y de Horn (1621), juzgados y ejecutados en el Tribunal de los Tumultos, de 1568.

El Tribunal de los Tumultos; o le Conseil des Troubles, conocido popularmente por neerlandeses, belgas e ingleses, como Tribunal de la Sangre o Tribunal Sangriento fue instaurado por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba de Tormes, en Bruselas, el 5 de septiembre de 1567, con aprobación de Felipe II de España, para encontrar y castigar a los enemigos de la Monarquía Hispánica, que juzgó a los culpables de la rebelión en los Países Bajos Españoles, que se produjo con la citada dstrucción de estatuas producida entre agosto y octubre de 1566.

Basándose en su vida, Goethe compuso la tragedia con su nombre a la que le puso música Beethoven.

Este Tribunal de los Tumultos condenó a un total de 8.957 personas entre 1567 y 1576 de las cuales fueron ejecutadas 1.083 y desterradas 20. Esta cifra se debió a que, antes de la llegada de Alba, se había producido un éxodo por parte de la población flamenca que, atemorizada, se anticipó a su llegada y huyó.

El mismo Tribunal de los Tumultos condenó a muerte a los Condes de Egmont y de Horn, dos de los principales nobles flamencos, que fueron decapitados en Bruselas, y cuyas cabezas estuvieron expuestas tres horas. También fue detenido Floris de Montmorency, que estaba en Madrid como negociador. Condenado a su vez por el tribunal, su sentencia fue enviada a España por el duque y ejecutada en 1570.

Floris de Montmorency, Barón de Montigny

Familia noble convocada a un Tribunal. Obra de Charles Soubre (1871). Representa el momento en el que una familia de la nobleza flamenca se presenta en un juicio acusada de rebelión por el Tribunal de los Tumultos.

Ejecución de los hermanos aristócratas Dirk y Gijabert van Bronkhorst-Batenburg en la Plaza Mayor de Bruselas el 1 de junio de 1568.

Además el Tribunal de los Tumultos confiscaba las propiedades de los condenados.

Egmont, Opus 84, es, pues, el nombre de un conjunto de diez piezas de música incidental compuestas por Ludwig van Beethoven para la representación de la tragedia del mismo nombre escrita por Johann Wolfgang von Goethe en 1788.

Consiste en una Obertura, que es la pieza más conocida de todas, y forma parte del repertorio sinfónico habitual, seguida de otras nueve para soprano, voz masculina narrador y orquesta sinfónica. Beethoven la compuso entre octubre de 1809 y junio de 1810, y fue estrenada el 15 de junio de 1810.

La obra teatral de Goethe trata de la vida del héroe nacional de los Países Bajos Españoles, Conde de Egmont (1522-1568) general, hombre de estado y Caballero de la Orden del Toisón de Oro y su enfrentamiento con Fernando Álvarez de Toledo, Tercer Duque de Alba, hasta que finalmente fue arrestado, condenado a muerte y decapitado. El texto finaliza con la muerte del protagonista que proclama su ideal de lucha por la independencia y contra la opresión que representaba para su país la monarquía española.

La música fue compuesta por Beethoven entre octubre de 1809 y junio de 1810. Se interpretó por vez primera en Viena, el 15 de junio de 1810. Se trata de música descriptiva, con la que el compositor quiere representar el sufrimiento de un pueblo ante la opresión. Culmina con el himno a la libertad que simboliza la liberación del pueblo.

La obra fue muy elogiada en su estreno por el propio Goethe que manifestó públicamente su admiración por la genialidad de Beethoven. Consta de diez números, de los cuales el más interpretado en la actualidad es la Obertura, que ha sido grabada en numerosas ocasiones por las principales orquestas del mundo.

. https://www.youtube.com/watch?v=ChcrZX2rZ1M


Su estructura dramatúrgica, está fuertemente influida por la tragedia de Shakespeare. En contraste con la obra anterior, el retrato en Egmont; la caída de un hombre que confía en la bondad de quienes lo rodean, parece marcar un alejamiento de los temas de Sturm und Drang.

La primera edición fue publicada en Leipzig, por Georg Joachim Göschen, en 1788. Se publicaron ediciones posteriores en Leipzig en 1788, 1789, 1790, 1803 y a intervalos regulares a partir de entonces. Fue traducida al francés en 1822 y al inglés por Anna Swanwick en 1850, publicada en la Biblioteca Standard de Bohn.

Goethe relata la lucha del conde de Egmont (1522-1568) en la Guerra de los Ochenta Años contra el despótico Duque de Alba. Egmont es un famoso soldado holandés y el duque de Alba representa al invasor español. Aunque bajo amenaza de arresto, Egmont se niega a huir y renunciar a su ideal de libertad. Encarcelado y abandonado por la cobardía de su pueblo, y a pesar de los esfuerzos desesperados de su amante Klärchen, (Clarita) es condenado a muerte.

Ante su fracaso y desesperación, Klärchen pone fin a su vida. La obra termina con la última llamada del héroe a luchar por la independencia. Su muerte como mártir aparece como una victoria contra la opresión.

Egmont es un manifiesto político en el que el ansia de justicia y libertad nacional de Egmont se opone a la autoridad despótica del duque de Alba. Es también un drama del destino en el que el noble flamenco, con fatalismo, acepta las nefastas consecuencias de su franqueza y honestidad.

La frase alegría celestial, tristeza mortal, de la canción de Klärchen en el Tercer Acto se ha convertido en un proverbio citado a menudo por los intelectuales europeos como característico del alma romántica:

En la alegría y en la tristeza, sé considerado;

Largo y temeroso en el dolor suspendido;

Regocijándose hasta el cielo, afligiéndose hasta la muerte;

Bendita es el alma que ama.

Cuando en 1809 el Burgtheater le pidió a Ludwig van Beethoven, un gran admirador de Goethe, que compusiera música incidental para una reposición de la obra, aceptó con entusiasmo. Recordaba temas cercanos a sus propias preocupaciones políticas, ya expresadas en su ópera Leonore, rebautizada como Fidelio en la versión definitiva de 1814, y en su Obertura Coriolano, en 1807. Además de la Obertura, escribió nueve piezas de música incidental, de gran calidad, aunque un poco inconexas, que culminaron con la hermosa Muerte de Klärchen. Aunque las otras piezas de la música incidental rara vez se tocan, la obertura de Beethoven para Egmont es un elemento básico del repertorio de cualquier concierto. 

Egmont y Klarchen Dibujo de Angelika Kauffmann para cobre, de los escritos de Goethe.

Retrato imaginario de Egmont que se muestra como un joven noble; grabado de Friedrich Pecht, 1864. Fuente: Freies Deutsches Hochstift / Casa Museo de Goethe, Fráncfort.

Retrato de Lamoral, Conde de Egmont- Óleo de Frans Pourbus el Viejo, 1579. 

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sábado, 27 de julio de 2024

Américo Vespucio, 18 de Julio de 1500: Carta anunciando el Nuevo Mundo


Cuadro titulado "Retrato de Américo Vespucio". Se trata de una copia de un retrato anterior del Museo Nacional de Nápoles que durante mucho tiempo se identificó erróneamente como el retrato del navegante italiano Américo Vespucio (1454-1512), pintado por Parmigianino. Desde entonces se ha determinado que el retrato de Nápoles es un retrato de Giovanni Battista Castaldi, no de Vespucio, y probablemente pintado originalmente por Michelangelo Anselmi (no por Parmigianino). (Véase la entrada actual en el Museo Capodimonte). La Biblioteca Nacional de Australia todavía conserva esta decimonovena copia con su título original "Retrato de Américo Vespucio" y, como resultado, este cuadro a veces se utiliza por error como ilustración de la imagen del mismo.

Magnífico Señor, mi señor:

Hace mucho tiempo que no he escrito a Vuestra Magnificencia, y no ha sido por otra cosa, ni por nada, salvo no haberme ocurrido cosa digna de memoria. Y la presente sirve para daros nueva, cómo hace un mes aproximadamente, que vine de las regiones de la India por la vía del mar Océano, a salvo con la gracia de Dios a esta ciudad de Sevilla: y porque creo que Vuestra Magnificencia tendrá gusto de conocer todo lo sucedido en el viaje, y de las cosas más maravillosas que se me han ofrecido. Y si soy algún tanto prolijo, póngase a leerla cuando esté más desocupado, o como postre, después de levantada la mesa.

V.M. sabrá, cómo por comisión de la Alteza de estos Reyes de España, partí con dos carabelas a 18 de mayo de 1499, para ir a descubrir hacia la parte del noroeste o sea por la vía del mar Océano; y tomé mi camino a lo largo de la costa de África, tanto que navegué a las Islas Afortunadas, que hoy se llaman las Islas de Canarias: y después de haberme abastecido de todas las cosas necesarias, hechas nuestras oraciones y plegarias, nos hicimos a la vela desde una isla, que se llama la Gomera, y dirigimos la proa hacia el lebeche, y navegamos 24 días con viento fresco, sin ver tierra ninguna, y al cabo de 24 días avistamos tierra, y encontramos haber navegado al pie de 1300 leguas desde la ciudad de Cádiz, por el rumbo del lebeche. 

Avistada la tierra, dimos gracias a Dios, y echamos al agua los botes, y con 16 hombres, fuimos a tierra, y la encontramos tan llena de árboles, que era cosa maravillosa no sólo su tamaño; sino su verdor, porque nunca pierden las hojas, y por el olor suave que salía de ellos, que son todos aromáticos, daban tanto deleite al olfato, que nos producía gran placer. Y andando con los botes a lo largo de la tierra para ver si encontrábamos disposición para salir a tierra, y como era tierra baja, trabajamos todo el día hasta la noche, y en ninguna ocasión encontramos camino, ni facilidad para entrar tierra adentro, porque no solamente lo impedía la tierra baja, sino la espesura de los árboles; de modo que convinimos en volver a los navíos e ir a probar la tierra en otra parte: y vimos en este mar una cosa maravillosa, y fue que 15 leguas antes de que llegásemos a tierra, encontramos el agua dulce como de río, y sacamos de ella y llenamos todos los barriles vacíos que teníamos. Cuando estuvimos en los navíos, levamos anclas, y nos hicimos a la vela, poniendo proa hacia el mediodía; por que mi intención era ver si podía dar vuelta a un cabo de tierra, que Tolomeo llama el Cabo Cattegara, que está unido con el Gran Golfo, ya que, mi opinión no estaba muy lejos de ello, según los grados de longitud y latitud, como se dará cuenta más abajo.

Navegamos hacia el mediodía y a lo largo de la costa vimos desembocar de la tierra dos grandísimos ríos, y uno venía del poniente y corría hacia levante y tenía cuatro leguas de anchura, que son dieciséis millas, y el otro corría de mediodía hacia septentrión siendo de tres leguas de ancho; y yo creo que estos dos ríos eran la causa de ser dulce el mar, debido a su grandeza. Y visto que la costa de la tierra resultaba ser aún tierra baja, acordamos entrar en uno de estos ríos con los botes y navegar por él hasta encontrar ocasión de saltar a tierra o población de gente; y preparados nuestros botes y aprovisionados para cuatro días con 20 hombres bien armados nos metimos por el río, y a fuerza de remos navegamos por él, en casi dos días, obra de dieciocho leguas, tentando la tierra en muchas partes, y continuamente la encontramos que seguía siendo tierra baja y tan espesa de árboles que apenas un pájaro podía volar por ella; y así navegando por el río, vimos señales ciertísimas de que el interior de la tierra estaba habitado: y porque las carabelas habían quedado en lugar peligroso, cuando el viento saltase de travesía, acordamos al cabo de dos días volvernos a las carabelas, y así lo hicimos.

Lo que aquí vi fue, que vimos una feísima especie de pájaros de distintas formas y colores, y tanto papagayos, y de tan diversas clases, que era maravilla; algunos colorados como grana, otros verdes y colorados, y amarillos limón, y otros totalmente verdes, y otros negros y encarnados, y el canto de los otros pájaros que estaban en los árboles, era cosa tan suave y de tanto melodía que nos ocurrió muchas veces quedarnos suspenso por su dulzura. Sus árboles son de tanta belleza y de tanta suavidad que pensamos estar en el Paraíso terrenal, y ninguno de aquellos árboles, ni sus frutas se parecían a los mismos de esta parte, y por el río vimos a mucha gente pescar y de diversos aspectos. Y una vez que hubimos llegado a los navíos, levamos anclas haciéndonos a la vela, teniendo continuamente la proa hacia el mediodía; y navegando en este rumbo, y estando lejos en el mar al pie de cuarenta leguas, encontramos una corriente marina, que corría del siroco al maestral, que era tan grande y corría con tanta furia, que nos causó gran pavor, y corrimos grandísimo peligro.

La corriente era tal, que la del Estrecho de Gibraltar y la del Faro de Mesina son un estanque en comparación de aquélla, de manera que, como nos tomaba de proa, no podíamos adelantar camino alguno, aunque tuviéramos viento fresco, de modo que, visto el poco camino que hacíamos y el peligro en que estábamos, acordamos volver la proa hacia el maestral y navegar hacia la parte del septentrión. Y porque, si bien me recuerdo, sé que Vuestra Magnificencia entiende bastante de cosmografía, pienso describiros hasta dónde fuimos en nuestra navegación en longitud y latitud: digo que navegamos tanto hacia la parte del mediodía que entramos en la zona tórrida y dentro del círculo de Cáncer: y habéis de tener por cierto que en pocos días, navegando por la zona tórrida hemos visto las cuatro sombras del Sol, por cuanto el sol se hallaba en el cenit a mediodía, digo que estando el Sol en nuestro meridiano, no teníamos sombra ninguna que todo esto sucedió muchas veces mostrarlo a toda la tripulación y tomarla por testigo a causa de la gente ignorante, que no sabe que la esfera del Sol va por su círculo del zodíaco; que una vez veía la sombra al mediodía, y otra al septentrión, y otra al occidente, y otra al oriente, y alguna vez, una hora o dos al día, no teníamos sombra alguna.

Tanto navegamos por la zona tórrida hacia la parte del austro, que nos encontramos bajo la línea equinoccial, y teniendo un polo y el otro a final de nuestro horizonte, y la pasamos por seis grados perdiendo totalmente la estrella tramontana; que apenas se nos mostraban las estrellas de la Osa Menor, o por mejor decir, las guardias que giran alrededor del Firmamento: y deseoso de ser yo el autor que señalara la estrella del Firmamento del otro polo, perdí muchas veces el sueño de noche en contemplar el movimiento de las estrellas del otro polo, para señalar cuantas de ellas tuviesen menor órbita y se hallasen más cerca del Firmamento, y no pude con tantas malas noches que pasé, y con cuantos instrumentos usé, que fueron el cuadrante y astrolabio. No advertí estrella, que tuviese menos de diez grados de movimiento sobre su órbita, de modo que no quedé satisfecho conmigo mismo de nombrar ninguna que señalase el polo sur a causa del gran círculo que hacían alrededor del Firmamento: y mientras que en esto andaba, me acordé de un dicho de nuestro poeta Dante, del cual hace mención en el primer capítulo del Purgatorio, cuando finge salir de este hemisferio, y encontrarse en el otro, y queriendo describir el polo Antártico dice:

Y a la derecha vuelto, alcé la mente al otro Polo, y vide cuatro estrellas que sólo vio la primitiva gente.

¡Qué alegre el cielo de sus chispas bellas! ¡Oh viudo Septentrión que estás privado eternamente de la vista de ellas!

Que según a mí me parece, que el poeta en estos versos quiere describir por las cuatro estrellas el polo del otro Firmamento, y no dudo hasta ahora que aquello que dice no sea verdad: porque yo observé cuatro estrellas formando como una almendra, que tenían poco movimiento, y si Dios me da vida y salud, espero volver pronto a aquel hemisferio, y no regresar sin señalar el polo. 

Digo en conclusión, que navegamos tanto hacia la parte del mediodía que nos alejamos por el rumbo de la latitud de la ciudad de Cádiz 60 grados y medio, porque sobre la ciudad de Cádiz alza el polo 35 grados y medio, nosotros nos encontramos que habíamos pasado de la línea equinoccial 6 grados: esto baste en cuanto a la latitud. Habéis de advertir que esta navegación fue en los meses de julio, agosto y septiembre, que como sabéis el Sol reina más continuamente en este nuestro hemisferio y recorre un arco mayor durante el día, y menor el de la noche: y mientras nos hallábamos en la línea equinoccial, o aproximadamente a 4 o 6 grados de ella, que fue durante los meses de julio y agosto, la diferencia del día sobre la noche no se notaba, y casi el día era igual a la noche, y era muy poca la diferencia.

En cuanto a la longitud digo, que para conocerla encontré tanta dificultad que tuve grandísimo trabajo en hallar con seguridad el camino, que había recorrido siguiendo la línea de la longitud, y tanto trabajé que al fin no encontré mejor cosa que observar y ver de noche la posición de un planeta con otro, y el movimiento de la Luna con los otros planetas porque el planeta de la Luna es más rápido en su curso que ningún otro, y lo comprobaba con el Almanaque de Giovanni da Monteregio, que fue compuesto según el meridiano de la ciudad de Ferrara, concordándolo con los cálculos de la Tablas del Rey Don Alfonso: y después de muchas noches que estuve en observación, una noche entre otras, estando a veintitrés de agosto de 1499, en que hubo conjunción de la Luna con Marte, la cual según el Almanaque debía producirse a media noche o media hora antes: hallé que al salir la Luna en nuestro horizonte, que fue una hora y media después de puesto el Sol, el planeta había pasado a la parte de oriente, digo, que la Luna se hallaba más oriental que Marte cerca de un grado y algún minuto más, y a la media noche se hallaba más al oriente 15 grados y medio, poco más o menos, de modo que hecha la proporción, si 24 horas me valen 360 grados, ¿qué me valdrán 5 horas y media?, encuentro que me valen 82 grados y medio, y tan distante me hallaba en longitud del meridiano de la ciudad de Cádiz, que asignando a cada grado 16 leguas, me encontraba 1,366 leguas y dos tercios más al occidente que la ciudad de Cádiz, que son 15,466 millas y dos tercios. La razón por la cual asigno a cada grado 16 leguas y dos tercios es porque según Tolomeo y Alfagrano, la tierra tiene una circunferencia de 24.000 [millas] que valen 6.000 leguas, que, repartiéndolas en 360 grados, corresponden a cada grado 16 leguas y dos tercios, y esta proporción la comprobé muchas veces con el punto de los pilotos, encontrándola verdadera y buena. 

Me parece, Magnífico Lorenzo, que la mayor parte de los filósofos queda reprobada con este viaje mío: pues dicen, que dentro de la zona tórrida no se puede habitar a causa del gran calor; y yo he encontrado en este viaje mío ser lo contrario, porque el aire es más fresco y templado en esa región que fuera de ella y que hay tanta gente que habita allí que por su número son mucho más que aquellos que viven fuera de ella, por el motivo que más adelante se dará; que cierto es que más vale la práctica que la teoría.

Hasta aquí he declarado cuanto navegué hacia el mediodía y hacia el occidente, ahora me resta deciros de la disposición de la tierra que encontramos, y de la naturaleza de los habitantes, y de su trato, y de los animales que vimos, y de muchas otras cosas que se me ocurren dignas de memoria. 

Digo que después que dirigimos nuestra navegación hacia el septentrión, la primera tierra que encontramos habitada fue una isla, que distaba 10 grados de la línea equinoccial, y cuando estuvimos cerca de ella, vimos mucha gente en la orilla del mar, que nos estaba mirando como cosa de maravilla, y surgimos junto a la tierra obra de una milla, y equipamos los botes, y fuimos a tierra 22 hombres bien armados; y la gente como nos vio saltar a tierra, y conoció que éramos gente diferente de su naturaleza, porque ellos no tienen barba alguna, ni visten ningún ropaje, así los hombres como las mujeres, que van como salieron del vientre de su madre, que no se cubren vergüenza ninguna, y así por la diferencia del color, porque ellos son de color como pardo o leonado y nosotros blanco, de modo que teniendo miedo de nosotros, todos se metieron en el bosque, y con gran trabajo por medio de signos les dimos seguridades y platicamos con ellos; y encontramos que eran de una raza que se dicen caníbales, y que casi la mayor parte de esta generación, o todos, viven de carne humana, y esto téngalo por cierto Vuestra Magnificencia. No se comen entre ellos, sino que navegan en ciertas embarcaciones que tienen, y que se llaman canoas, y van a traer presa de las islas o tierras comarcanas, de una generación enemiga de ellos y de otra generación que no es la suya. No comen mujer alguna salvo que las tengan como extrañas, y de esto tuvimos la certeza en muchas partes donde encontramos tal gente, porque nos sucedió muchas veces ver los huesos y cabezas de algunos que se habían comido, y ellos no lo niegan: y además lo afirmaban así sus enemigos, que están continuamente atemorizados por ellos. Son gente de gentil disposición y de buena estatura: van totalmente desnudos; sus armas son armas de saeta, y llevan éstas, y rodelas, y son gente esforzada y de mucho ánimo.

Son grandísimos flecheros: en conclusión tratamos con ellos y nos llevaron a una población suya, que se hallaba como dos leguas tierra adentro, y nos dieron de almorzar y cualquier cosa que les pedía, en seguida la daban, creo más por miedo que por buena voluntad: y después de haber estado con ellos un día entero, volvimos a los navíos quedando amigos con ellos. 

Navegamos a lo largo de la costa de esta isla y vimos otra gran población a la orilla del mar: fuimos a tierra con el batel y encontramos que nos estaban esperando, y todos cargados con alimento: y nos dieron del almorzar muy bien de acuerdo con sus vituallas: y viendo tan buena gente, y tratarnos tan bien, no abusamos nada de lo de ellos, y nos hicimos a la vela y fuimos a meternos en un golfo, que se llamó el golfo de Parias y fuimos a surgir frente a un grandísimo río, que es la causa de ser dulce el agua de este golfo; y vimos una gran población que se hallaba cerca del mar, donde había tanta gente que era maravilla, y todos estaban sin armas, y en son de paz; fuimos a tierra con los botes, y nos recibieron con gran amor, llevándonos a sus casas, donde tenían muy bien aparejadas cosas de comer. 

Aquí nos dieron de beber tres clases de vino, no de uvas, sino hecho de frutas como la cerveza, y era muy bueno; aquí comimos muchos mirabolanos frescos, que es una muy regia fruta, y nos dieron muchas otras frutas, todas diferentes de las nuestras, y de muy buen sabor, y todas de sabor y olor aromáticos. 

Nos dieron algunas perlas pequeñas y once grandes, y por signos nos dieron a entender que si queríamos esperar algunos días, irían a pescarlas y nos traerían muchas de ellas; no nos preocupamos de llevarnos muchos papagayos de varios colores, y amistosamente nos separamos de ellos. 

Vespucci

De esta gente supimos cómo los de la isla antes nombrada eran caníbales, y cómo comían carne humana. 

Salimos de este golfo, y fuimos a lo largo de la tierra, y siempre veíamos muchísima gente, y cuando teníamos la oportunidad tratábamos con ellos, y nos daban de lo que tenían y todo lo que les pedíamos. Todos van desnudos como nacieron sin tener ninguna vergüenza, que si yo hubiese de contar cuan poca vergüenza tienen sería entrar en cosas deshonestas, y es mejor callar. 

Después de haber navegado al pie de 400 leguas continuamente por la costa, llegamos a la conclusión que esta era tierra firme, como yo digo, y los confines del Asia por la parte de oriente, y el principio por la parte de occidente; porque muchas veces nos sucedió observar diversos animales, como leones, ciervos, cabras, puercos salvajes, conejos y otros animales terrestres, que no se hallan en islas sino en tierra firme.

Caminando un día tierra adentro con veinte hombres, vimos una culebra o serpiente que tendría de largo obra de ocho brazas, y era gruesa como yo en la cintura: tuvimos un gran pavor de ella y por haberla visto volvimos al mar. Me sucedió muchas veces ver animales ferocísimos, y grandes serpientes. Y navegando por la costa, cada día descubríamos infinidad de gente, y distintas lenguas, hasta que después de haber navegado unas 400 leguas por la costa, empezamos a encontrar gente que no quería nuestra amistad, sino que nos estaban esperando con armas, que son arcos y flechas, y con otras armas que tienen: y cuando íbamos a tierra con los botes nos impedían bajar a tierra, de modo que nos veíamos forzados a luchar contra ellos, ya al fin de la batalla quedaban mal librados frente a nosotros, pues como están desnudos siempre hacíamos en ellos grandísima matanza, sucediéndonos muchas veces luchar 16 de nosotros con 2,000 de ellos y al final desbaratarlos, y matar muchos de ellos; y robar sus casas y un día entre ellos vimos muchísima gente, todos puestos en armas para defenderse, e impedirnos bajar a tierra: nos armamos 26 hombres bien armados, y cubrimos los botes para evitar las flechas que nos tiraban; las que herían siempre a algunos de nosotros antes que pudiéramos saltar a tierra. Y después de defender la tierra cuanto pudieron, por fin saltamos a tierra y combatimos con ellos con grandísimo trabajo y la causa por la que tenían más ánimo y mayor esfuerzo contra nosotros era que no sabían qué arma era la espada ni cómo cortaba: y así combatiendo, fue tanta la multitud de gente que cargó contra nosotros, y tan grande el número de flechas que no podíamos resistir, y abandonando casi toda esperanza de vivir, volvimos las espaldas para saltar a los botes. 

Y así retirándonos y huyendo un marinero de los nuestros que era portugués, hombre de 55 años de edad que había quedado al cuidado del batel, viendo el peligro en que nos hallábamos saltó del batel a tierra y a grandes voces nos dijo: hijos, dad la cara a las armas enemigas, que Dios os dará la victoria; y se puso de hinojos e hizo oración; y luego hizo una gran arremetida contra los indios, y todos a una nosotros con él así heridos como estábamos; de modo que nos volvieron la espalda y comenzaron a huir, y al fin los desbaratamos, y matamos a 150 de ellos quemándoles 180 casas: y porque estábamos mal heridos y cansados, volvimos a los navíos refugiándonos en un puerto donde estuvimos veinte días únicamente para que el médico nos curase, y nos salvamos todos menos uno que se hallaba herido en la tetilla izquierda.

Y después de sanados volvimos a nuestra navegación y por esa misma costa nos sucedió muchas veces combatir con una infinidad de gente y siempre conseguimos victorias contra ellos. Y navegando así llegamos a una isla, que se halla distante de la tierra firme 15 leguas, y como al llegar no vimos gente y pareciéndonos la isla de buena disposición, acordamos ir a explorarla, y bajamos a tierra 11 hombres; y encontramos un camino y nos pusimos a andar por él dos leguas y media tierra adentro, y hallamos una población obra de 12 casas, en donde no encontramos más que siete mujeres de tan gran estatura que no había ninguna de ellas que no fue más alta que yo un palmo y medio; y como nos vieron tuvieron gran miedo de nosotros, y la principal de ellas, que por cierto era una mujer discreta, con señas nos llevó a una casa y nos hizo dar algo para refrescar; y nosotros, viendo a mujeres tan grandes, convinimos en raptar dos de ellas, que eran jóvenes de quince años, para hacer un regalo a estos Reyes, pues sin duda eran criaturas que excedían la estatura de los hombres comunes: y mientras estábamos en esto, llegaron 36 hombres y entraron en la casa donde nos encontrábamos bebiendo y eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era de rodillas más alto que yo de pie.

En conclusión eran de estatura de gigantes, según el tamaño y proporción del cuerpo, que correspondía con su altura; que cada una de las mujeres parecía un Pentesilea, y los hombres Anteos; y al entrar, algunos de ellos tuvieron tanto miedo que aún hoy no se sienten seguros. Tenían arcos y flechas, y palos grandísimos en forma de espadas, y como nos vieron de estatura pequeña, comenzaron a hablar con nosotros para saber quiénes éramos, y de dónde veníamos, y nosotros manteniéndonos tranquilos en son de paz, contestábamos por señas que éramos gente de paz, y que íbamos a conocer el mundo; en conclusión, resolvimos separarnos de ellos sin querella, y nos fuimos por el mismo camino que habíamos venido, y nos acompañaron hasta el mar, y subimos a los navíos: casi la mayor parte de los árboles de esta isla son de brasil y tan buenos como aquél de levante. 

Desde esta isla fuimos a otra isla vecina de aquella a diez leguas, y encontramos una grandísima población que tenía sus casas construidas en mar como Venecia, con mucho arte; y maravillados de tal cosa, acordamos ir a verlas, y al llegar a sus casa, quisieron impedir que entrásemos en ellas. Probaron como cortaban las espadas y se conformaron con dejarnos entrar, y encontramos que tenían colmadas las casas con finísimo algodón, y las vigas de sus casas eran también de brasil, y les quitamos mucho algodón y brasil, volviendo luego a nuestros navíos. 

Habéis de saber que en todas partes donde saltamos tierra, encontramos siempre gran cantidad de algodón, y los campos llenos de plantas de él, tanto que en esos lugares se podrían cargar cuantas carabelas y navíos hay en el mundo, con algodón y brasil. Por último navegamos otras 300 leguas por la costa, encontrando continuamente gente bravía, e infinidad de veces combatimos con ellas y apresamos como a veinte de aquellos entre las cuales se distinguían siete lenguas, que no se entendían la una con la otra; se dice que en el mundo no hay más que 77 lenguas, y yo digo que son más de 1,000, porque sólo aquéllas que yo he oído son más de 40. 

Después de haber navegado por esta tierra 700 leguas o más, sin contar infinitas islas que hemos visto, estando los navíos muy gastados y que hacían mucha agua que apenas podíamos achicarla con dos bombas, y la gente muy fatigada y trabajada, y faltándonos las provisiones como nos hallábamos según el punto de los pilotos, cerca de una isla que se llama la Española, que es aquélla que descubrió el Almirante Colón hace seis años, a 120 leguas, resolvimos ir a ella, porque está habitada por cristianos, componer nuestros navíos y descansar la gente, y abastecernos de provisiones, porque desde esta isla hasta Castilla hay 1,300 leguas de golfo sin ninguna tierra; y en siete días estuvimos en ella, donde nos quedamos obra de dos meses, y reparamos los navíos y nos abastecimos; y resolvimos dirigirnos hacia el norte donde encontramos muchísima gente, y descubrimos más de 1,000 islas, la mayor parte habitadas y siempre gente desnuda, y toda era gente muy miedosa y de poco valor, y hacíamos de ella lo que queríamos. 

Esta última parte que descubrimos fue muy peligrosa para nuestra navegación debido a los bajíos y mar bajo que encontramos en ella, que muchas veces corrimos el riesgo de naufragar. Navegamos por este mar 200 leguas, derecho al septentrión, y como ya la gente estaba cansada y fatigada, por haber estado en el mar cerca de un año, comiendo seis onzas de pan por día y bebiendo tres medidas pequeñas de agua, y hallándose los navíos en condiciones peligrosas para mantenerse en el mar, reclamó la tripulación diciendo que querían volver a Castilla a sus casas, y que no querían ya tentar el mar, y la fortuna; por lo que acordamos apresar esclavos, cargar con ellos los navíos y tornarnos de vuelta a España; y fuimos a ciertas islas, y tomamos por la fuerza 232 almas, y las cargamos, y tomamos la vuelta de Castilla, y en 67 días atravesamos el golfo, y llegamos a las islas Azores, que son del Rey del Portugal y distan de Cádiz 300 leguas, y después de abastecernos, navegamos hacia Castilla, pero por sernos contrarios los vientos, por fuerza tuvimos que ir a las Islas Canarias, y de las Canarias a la Isla de Madera y de Madera a Cádiz, empleando en este viaje trece meses corriendo inmensos peligros, y descubriendo muchísima tierra de Asia, gran número de islas, la mayor parte habitadas; que muchas veces hice cálculos con el compás, que hemos navegado al pie de 5,000 leguas. 

En conclusión, pasamos de la línea equinoccial 6 grados y medio, y luego volvimos hacia la parte del septentrión; tanto que la estrella tramontana se elevaba 35 grados y medio sobre nuestro horizonte y hacia la parte de occidente navegamos 84 grados lejos del meridiano de la ciudad y puerto de Cádiz. Descubrimos infinita tierra, vimos infinitas gentes, y varias lenguas y todos desnudos. 

En la tierra vimos muchos animales salvajes y varias clases de pájaros, y de árboles muchísima copia y todos aromáticos: trajimos perlas, y oro nativo en grano: trajimos dos piedras, una de color de esmeralda y la otra de amatista, durísimas, de una media cuarta de largo y gruesas como tres dedos. Estos Reyes las tienen en gran estima, y las han guardado entre sus joyas. Trajimos un gran trozo de cristal, que algunos joyeros afirman que es berilo, y según nos decían los indios, tenían gran copia de ello. Trajimos 14 perlas encarnadas, que contentaron mucho a la Reina, y muchas otras cosas de pedrería, que nos parecieron bellas; y de todas estas cosas no trajimos cantidades porque no parábamos en ningún lugar, sino navegando continuamente. 

Cuando llegamos a Cádiz, vendimos muchos esclavos, de los cuales teníamos 200 porque los restantes hasta 232 habían muerto en el golfo; y después de pagar los gastos de la navegación, nos quedaron obra de 500 ducados que repartimos en 55 partes siendo así poco lo que nos tocó a cada uno, con todo quedamos muy satisfechos con haber salvado la vida y dimos gracias a Dios porque durante el viaje, de 57 hombres cristianos que éramos, murieron únicamente dos que mataron los indios. 

Yo, desde que llegué, tengo dos cuartanas, pero tengo la esperanza en Dios de poder sanar pronto porque me duran poco y sin calofríos. Omito muchas cosas dignas de memorias para no ser más prolijo de lo que soy y que reservo en la pluma y la memoria. 

Aquí me arman tres navíos para que nuevamente vaya a descubrir, y creo que estarán listos a mediados de septiembre. Plazca a Nuestro Señor concederme salud y buen viaje que a la vuelta espero traer grandes nuevas y descubrir la Isla Taprobana, que se halla entre el mar Índico y el mar Gangético, y después es mi propósito repatriarme, y descansar los días de mi vejez.

Por la presente no me excederé en más razones, porque muchas cosas se dejan de escribir por no acordarse del todo y para no ser más prolijo de lo que he sido.

He resuelto, Magnífico Lorenzo, que así como os he dado cuenta por carta de lo que me ha ocurrido, enviaros dos figuras con la descripción del mundo hechas y preparadas con mis propias manos y saber. Y serán un mapa de figura plana y un Mapamundi de cuerpo esférico, que pienso enviaros por la vía del mar por medio de un tal Francisco Lotti, florentino, que se encuentra aquí. Creo que os gustarán y especialmente el cuerpo esférico, que hace poco tiempo hice otro para la alteza de los Reyes y lo estiman mucho. Era mi propósito llevarlos personalmente, pero la nueva determinación de ir otra vez a descubrir no me da lugar, ni tiempo. No falta en esa ciudad quien entienda la figura del mundo y que quizá enmiende en ella alguna cosa; sin embargo, el que quisiera hacer alguna enmienda que espere mi llegada, porque pudiera suceder que me justifique.

Creo que V. M. habrá sabido las nuevas traídas por la flota que hace dos años envió el Rey de Portugal a descubrir por la parte de Ghinta. Un viaje como ese no lo llamo yo descubrir, sino ir por lo descubierto, porque, como veréis por la figura su navegación ha sido continuamente a vista de tierra y han dado vuelta a toda la tierra de África por la parte austral, que es una ruta de la cual hablan todos los autores de cosmografía. Cierto es que dicha navegación ha sido de gran provecho, que es lo que se tiene en cuenta hoy y máxime en este reino donde existe la más desenfrenada codicia. Sé que han pasado del mar Rojo y que han llegado al Golfo Pérsico a una ciudad que se llama Calicut, que está entre el Golfo Pérsico y el río Indo, y ahora el Rey de Portugal hizo aprestar nuevamente 12 naves con grandísima riqueza enviándolas hacia aquellas partes, y seguramente harán grandes cosas, siempre que lleguen a salvo.

Estamos a 18 días del mes de julio de 1500 y no hay otra cosa que mencionar. Nuestro Señor la vida y el magnífico Estado de vuestra señorial Magnificencia guarde y aumente como desea.

De V. M. Servidor.

Américo Vespucio


jueves, 25 de julio de 2024

Amerigo Vespucci ¿Un defraudador con suerte?

 PRIMERA PARTE

Amerigo Vespucci (1454-1512 d.C.) posiblemente pintado por Cristóbal del Altísimo sobre la base de un original desconocido. Su existencia no fue atestiguada hasta 1568 d.C. Núm. 702 de la colección de Paolo Giovio en los Uffizi en Florencia.

Firma de Vespucci

Américo Vespucio/Amerigo Vespucci. 

Florencia, 9 de marzo de 1454 -Sevilla, 22 de febrero de 1512. 

Comerciante, Explorador y Cosmógrafo. Naturalizado castellano en 1505, participó al menos, en dos viajes de exploración al Nuevo Mundo; hoy, América en su honor. Desempeñó cargos importantes en la Casa de Contratación de Sevilla, de la que fue nombrado Piloto Mayor en 1508; pero su fama universal se debe a dos obras publicadas bajo su nombre entre 1503 y 1505: el Mundus Novus y la Carta a Soderini, que le atribuyen un papel protagonista en el Descubrimiento de América y su identificación como un nuevo continente. Por esta razón el cartógrafo Martín Waldseemüller en su mapa Universalis Cosmographia, de 1507 acuñó el nombre de «América» en su honor, como designación para el Nuevo Mundo. 


Detalle con el nombre «AMERICA» en el planisferio de Waldseemüller; obra de gran formato (1290 x 2320 mm), grabada en xilografía e impresa en doce hojas separadas de 430 x 590 mm cada una con objeto de formar con ellas un mapamundi mural no coloreado. Fue elaborado en el Gymnasium Vosagense de Saint-Dié, bajo la dirección de Martin Waldseemüller e impreso en 1507 con el título Universalis cosmographia secundum Phtolomaei traditionem et Americi Vespucii aliorumque lustrationes.

Martín Waldseemüller latinizado Martinus Ilacominus o Hylacomilus. Wolfenweiler, cerca de Friburgo de Brisgovia, Alemania, c.1470 - Saint-Dié-des-Vosges, c.16 de marzo de 1520. Fue Geógrafo y Cartógrafo, el primero, con Mathias Ringmann, que empleó el nombre de América, en honor de Américo Vespucio, en un mapa publicado en 1507; Universalis Cosmographia, en el que también se presentaba por primera vez América separada de Asia.

Mathias Ringmann; de Gaston Save, siglo XIX. 

Eichhoffen, 1482? -Sélestat, 1 de agosto de 1511. 

Franco-germánico, conocido también como Philesius Vogesigena. Era Humanista, Geógrafo, Poeta e Impresor, y uno de los miembros del Gymnasium Vosagense, grupo de eruditos constituido por Vautrin Lud en la villa de Saint-Dié-des-Vosges, que publicaron la obra Cosmographiae Introductio en la que se empleó por primera vez el nombre de «America», que, popularizado rápidamente por la imprenta, se convertiría en la designación preferida para este continente.

Lápida sobre la tumba del abuelo homónimo de Américo Vespucio, muerto en 1468, con el escudo de la familia Vespucci o Vespucio. Iglesia de Ognissanti, Florencia.

Amerigo fue el tercer hijo de Nastagio Vespucci, Notario florentino, especializado en intercambio de divisas, y de Lisa di Giovanni Mini. Le pusieron el nombre de su abuelo, fallecido en 1468. El mayor de los hermanos, Antonio, estudió Derecho y el segundo, Girolamo, se hizo sacerdote; hubo también un hermano pequeño, Bernardo, y otros que murieron poco después de nacer.

El ilustrado fraile dominico Giorgio Antonio Vespucci, amigo de Lorenzo de Médici, "el Magnífico"; del ocultista Giovanni Pico della Mirandola y del Geógrafo Toscanelli, era su tío paterno y se ocupó de la educación del joven sobrino.

Detalle de tres miembros de la Academia Platónica de los Medici: a la izquierda posiblemente el escultor Alberti, al centro Pico della Mirandola, a la derecha Agnolo Poliziano. Aunque la figura de la izquierda a veces se cita como Marsilio Ficino, en ese momento era un hombre maduro con cabello completamente liso y blanco como la nieve, como en Zacarías en el Templo, de Ghirlandaio.

Domenico Ghirlandaio: Zacarías en el Templo (detalle): Marsilio Ficino, Cristoforo Landino, Angelo Poliziano and Demetrios Chalkondyles. Fresco. Santa Maria Novella, Cappella Tornabuoni, Florence, Italy. 1486-1490.

Giorgio había donado a la ciudad en 1450 su importante colección de libros y por la misma época abrió una escuela para los hijos de los aristócratas florentinos en su convento de San Marcos. Allí formó a Américo y a otros jóvenes en las enseñanzas de Aristóteles, Ptolomeo y Estrabón, sobre Astronomía, Cosmografía y Geografía; lectura de los clásicos y particularmente en el dominio de la lengua docta, el latín. 

En la Biblioteca Riccardiana de Florencia existe un pequeño códice de su autoría, titulado Dettati da mettere in latino, escrito en ese idioma. 

Aristóteles, Ptolomeo y Estrabón

Américo adquirió y desarrolló predilección por Virgilio, Dante y Petrarca, y, probablemente leyese los libros de viajes de Marco Polo.

Virgilio, Dante y Petrarca
Mosaico de Marco Polo, Municipal Palace of Genoa: Palazzo Grimaldi Doria-Tursi

 (Dejó constancia escrita de su escepticismo hacia las creencias cristianas: ...Finalmente, tengo en poca estima las cosas del cielo y estoy cerca incluso de negarlas.)

A principios de la década de 1470, el clan de los Vespucci encargó al pintor florentino Domenico Ghirlandaio, por entonces aún poco conocido, un retrato de familia para decorar una capilla de la iglesia de Ognissanti. En el siglo XVI, Giorgio Vasari afirmó que uno de los retratados era Américo, pero no hay evidencia objetiva de que sea así.

Ghirlandaio. Autoritratto, Pala degli Innocenti

Entre los muchos aprendices que se formaron en su taller, destaca fundamentalmente, Miguel Ángel.

Dibujo de la ciudad de París hacia fines del siglo XV

En 1478 la reacción de los Médici a la fallida Conjura de los Pazzi, -el complot urdido en 1478 para arrebatar el gobierno de la República de Florencia a los Médici: Lorenzo y Giuliano-; precipitó el enfrentamiento de Florencia con el Papa Sixto IV y causó la Guerra con Nápoles.

Lorenzo el Magnífico decidió enviar un embajador a la corte de Luis XI en París para que el monarca francés declarase la guerra a Nápoles. Eligió para ello a Guidantonio Vespucio, otro de los miembros ilustres del clan Vespucci. Américo, que entonces tenía 24 años, acompañó a su pariente en un papel que se desconoce, quizás como criado o secretario personal. La misión fue un fracaso porque Luis XI estaba aún digiriendo la anexión del Ducado de Borgoña y se negó a entrar en guerra en Italia. Tío y sobrino fueron llamados de vuelta a Florencia en 1480 tras la firma de la paz con Nápoles y la normalización de relaciones con el Papado. 

La fortuna de los Vespucci estaba en lenta decadencia desde hacía décadas. Su padre quería que Amerigo se dedicara exclusivamente a los negocios del clan. Consiguió que desistiera de estudiar en la Universidad de Pisa y, gracias a las gestiones de Guidantonio, que se empleara en Florencia como agente comercial a las órdenes de Lorenzo di Pierfrancesco de Médici y su hermano Giovanni. Mientras estuvo en Florencia, su ocupación principal fue de comisionista en la compra-venta de piedras preciosas a cuenta de terceros. 

El padre de Américo murió en abril de 1482, época en que Florencia empezaba a convulsionarse por la denuncia moral del fraile Girolamo Savonarola. 

Girolamo Maria Francesco Matteo Savonarola. Ferrara, 21 de septiembre de 1452-Florencia, 23 de mayo de 1498. Religioso dominico, predicador, Confesor del gobernador de Florencia, Lorenzo de Médici, organizador de la célebre Hoguera de las Vanidades, donde coaccionó a los florentinos para que arrojaran al fuego sus objetos de lujo y sus cosméticos, además de libros que consideraba licenciosos, como los de Giovanni Boccaccio. Predicó contra el lujo, el lucro, la depravación de los poderosos, la corrupción de la Iglesia Católica, la búsqueda de la gloria y contra la sodomía, sospechando que se practicaba en toda la sociedad de Florencia, en sus días.

Sus ataques contra el Papa Alejandro VI, le valieron, la excomunión, la prisión y la condena a la hoguera por un tribunal de la Inquisición, en la plaza de Florencia y la inclusión de su obra en el Índice de libros prohibidos.

Alejandro VI y El Index

Sus dos hermanos, Girolamo y Bernardo, eran de carácter vagabundo y bohemio, y habían encontrado otros rumbos muy alejados de la ciudad.

En Florencia, Américo tuvo una hija con una mujer que no era su esposa. Se ignoran los nombres de ambas y el hecho solo se conoce por una carta recibida desde España en fecha incierta:

Dime cómo está tu hija y la madre, y cierta mujer llamada Francesca. A todas mil recuerdos. Quisiera saber si la Lisandra está bien. No porque la quiera, sino por saber si está viva o muerta. Ella tiene una pobre idea de mí, y yo peor de ella. Muchos recuerdos a todos en casa de Lorenzo, y especialmente al maestro Giacomo, el zapatero.

Sevilla en el siglo XVI

En 1489 Lorenzo di Pierfrancesco di Medici despidió a su agente comercial en Sevilla y le encargó a Américo que buscase un sustituto para el puesto. Américo propuso a Juanoto Berardi, empresario florentino establecido en Sevilla desde 1485, y Lorenzo lo contrató. La península ibérica era, en esta época, un próspero centro mercantil, y Sevilla el centro económico más importante de la Corona de Castilla.

Los Reyes de Castilla y Aragón, Isabel y Fernando, estaban por entonces finalizando la conquista del Reino nazarí de Granada.

Américo se fue a vivir a Sevilla a finales de 1491 o principios de 1492, en principio aún a las órdenes de Pierfrancesco pero en la práctica convirtiéndose en agente de Juanoto Berardi, que se dedicaba a la trata de esclavos y al armado y aprovisionamiento de barcos, una actividad que había crecido considerablemente a lo largo del siglo XV después de que se localizara en Guinea la llamada Mina de Oro

Berardi participó como inversor y como subcontratista en los preparativos de los primeros viajes de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo y por su intermedio Vespucci y Colón entablaron amistad. El negocio sin embargo resultó ruinoso para Berardi, que murió en diciembre de 1495 y Américo fue uno de los albaceas de su testamento, en el que reclamaba 180.000 maravedíes a Colón. 

Entre 1495 y 1497 fue reemplazado oficialmente como agente de Lorenzo de Pierfrancesco por Piero Rondinelli. En enero de 1496, Américo se encontraba en Sanlúcar de Barrameda, aprovisionando una flota de cuatro carabelas fletadas por el difunto Berardi para llevar suministros a La Española. A los pocos días de partir de Sanlúcar, una tormenta sorprendió a los navíos y los embarrancó en las costas gaditanas. Alice Gould formuló la hipótesis de que quizás Vespucci embarcase él mismo en la nao capitana de esta malograda flotilla, pero los estudios más recientes consideran más probable que se quedase en tierra para preparar otras flotas a las que se había comprometido.

A mediados de 1496 Colón volvió de su segundo viaje, y partió en 1498 en el tercero a las Indias. En 1499 fue arrestado en la Española y llevado encadenado ante los reyes, que pusieron definitivamente fin al monopolio colombino de las navegaciones a las Indias. A partir de entonces autorizaron numerosos viajes para explorar y conseguir riquezas de las nuevas tierras. Américo se embarcó en el primero de ellos, el capitaneado por Alonso de Ojeda en 1499 a la actual costa de Venezuela. Volvió enfermo, pero con 14 perlas, cuya venta le reportó más de 1000 ducados. 

Algunos textos atribuidos a Vespucci afirman que habría participado en una expedición anterior, entre 1497 y 1498-99, pero hay consenso entre los historiadores actuales, en el sentido de que tal viaje nunca existió.

Grabado de la ciudad de Lisboa en el siglo XVI

A finales de 1500 o principios de 1501 Vespucci se fue a Lisboa, donde se embarcó en una expedición portuguesa. El motivo por el cual dejó Castilla ha sido objeto de controversia entre los historiadores. La versión de Vespucci es que recibió una invitación de parte del rey portugués. Se ha especulado que pudo ser una maniobra de espionaje concertada con la corona castellana. Por otra parte, en 1499 se había desatado en Castilla una ola de xenofobia, que hizo que los reyes prohibieran a extranjeros embarcar hacia las Indias.

Esta expedición portuguesa al Nuevo Mundo está bien documentada y los investigadores no dudan de que se realizase, aunque su propósito no está totalmente claro: quizás reconocer la tierra descubierta por Cabral en 1500. El papel de Vespucci en ella parece haber sido esencialmente comercial, si bien él escribiría después que había participado por mera curiosidad, "para ver mundo". En cualquier caso los barcos volvieron a Lisboa con resultados económicos nulos.

En la Carta a Soderini se relata otro viaje de Vespucci en barcos portugueses, en 1503-1504, que tiene cierto parecido con una expedición liderada por Gonçalo Coelho. Existe división de opiniones sobre si Vespucci formó realmente parte de aquel viaje. 

Só hay constancia de la presencia de Vespucci en Sevilla en 1502 y de nuevo en febrero de 1505, momento en que una carta de Cristóbal Colón a su hijo Diego, elogia al florentino y dice que lo tenía viviendo en su casa. 

Vespucio se casó con una mujer llamada María Cerezo muy probablemente ese mismo año. Era hija, quizás extra-matrimonial, de Gonzalo Fernández de Córdoba. Se cree que la relación entre ambos se remontaba al primer período sevillano del navegante. Por otra parte, en 1504 y 1505 aparecieron publicadas en París y en Florencia dos obras, llamadas habitualmente Mundus Novus y Lettera o Carta a Soderini, que relatan supuestas navegaciones realizadas por Vespucci y que, finalmente, le darían fama universal.

Para estas fechas la reina Isabel había muerto y su esposo Fernando, rey ya únicamente de Aragón, había asumido la regencia de Castilla en nombre de su hija y heredera de ambos, Juana, mal llamada después «la Loca». Vespucci pasó a trabajar al servicio de la Corona y fue declarado natural de los «reinos de Castilla y de León» en 1505:

Doña Juana, por la gracia de Dios (...) Por hacer bien y merced a vos Amerigo Vezpuche, florentín, acatando vuestra fidelidad é algunos vuestros buenos servicios que me habéis fecho, é espero me haréis de aquí adelante, por la presente vos hago natural destos mis reinos de Castilla y de León, é para que podáis haber é hayéis cualesquier oficios públicos Reales é concejales, que vos fueren dados é encomendados, é para que podáis gozar é gocéis de todas las buenas honras é gracias é mercedes, franquezas é libertades, exenciones, preeminencias, prerrogativas e inmunidades (...). Edificio del Archivo General de Indias, donde se preservan los documentos de la Casa de Contratación de Sevilla.

El rey Fernando le encargó a Vicente Yáñez Pinzón, una expedición para encontrar el paso por occidente a las Islas de la Especiería, a bordo de una flotilla cuyas naves se construirían en Vizcaya. Vespucci se encargó de proveer los suministros para la flota y fue nombrado capitán de uno de los barcos. Sin embargo, aunque todos sus preparativos fueron llevados a término, este viaje nunca se realizó, ya que la rivalidad entre Fernando y el nuevo rey castellano, Felipe el Hermoso, introdujo una serie de demoras e incertidumbres en el proyecto, que terminó siendo cancelado.

Hacia 1506 Vespucci se había convertido en un personaje indispensable en la Casa de la Contratación de Sevilla, organizando y proveyendo expediciones destinadas a las Indias. A finales de 1507 y principios de 1508 se le ordenó transportar un cargamento de oro a la corte y fue convocado por el rey a participar en una reunión de cosmógrafos y navegantes junto con Yáñez Pinzón, Juan de la Cosa y Juan Díaz de Solís. 

Yáñez Pinzón, Juan de la Cosa y Juan Díaz Solís

En febrero de 1508 tuvo lugar esta reunión, denominada Junta de Burgos, presidida por el rey Fernando, que ya había asumido el gobierno de Castilla tras la muerte de su yerno Felipe. Allí se decidió recuperar los planes de exploración del Nuevo Mundo, en especial los concernientes al Paso del Sur, que habían perdido fuerza durante el interregno del Habsburgo. El rey comisionó a Yáñez Pinzón y a Díaz de Solís para la búsqueda de este camino a la Especiería

A Vespucci se le otorgó un nuevo papel que lo mantendría en tierra firme: el 22 de marzo el rey Fernando lo nombró "Piloto Mayor de Castilla", dependiente de la Casa de Contratación. Sus funciones serían las de enseñar las habilidades de navegación, en especial el manejo del cuadrante y del astrolabio, cosmografía y pilotaje en la nueva escuela naval de la ciudad; seguir y calificar el progreso de los aprendices; aplicar sanciones por violación de las normas; inspeccionar instrumentos de navegación e investigar sobre los problemas relacionados con la actividad. Además tenía a su cargo la responsabilidad de los registros cartográficos e hidrográficos, siendo una labor central la confección del Padrón Real, el mapa donde figurarían todos los nuevos hallazgos.

Vespucci se quejaría después de que sus alumnos eran reacios a aprender sus lecciones. 

El historiador Felipe Fernández-Armesto opina que las técnicas astronómicas propuestas por el florentino eran "esencialmente inútiles" debido a la insuficiencia técnica de los instrumentos de la época y que los pilotos andaluces tenían razón en sentirse humillados al tener que ser examinados por alguien con tan poca experiencia práctica de navegación. Vespucci nunca llegó a completar el Padrón Real y no se conserva ninguna obra cartográfica firmada por él, si bien se le han atribuido dos mapamundi anónimos: el denominado Kunstmann II y el Egerton MS. 2803. 

Por otra parte, fue amonestado en 1510 por vender mapas de estraperlo.

Americo siguió proveyendo suministros para expediciones de exploración e invirtió en 1509 en el intento de establecer una colonia en Veragua, que se saldó con un fracaso e importantes pérdidas económicas. Se atribuye a Vespucci la idea de construir en Vizcaya barcos con el casco revestido de plomo para otorgarles mayor resistencia en los traicioneros arrecifes y bancos de arena de las aguas del Caribe. 

Como Piloto Mayor tenía un sueldo de 75.000 maravedíes anuales, que le permitía vivir cómodamente pero sin grandes lujos. Vivía en una casa en la calle Del Rey, alquilada a su vecino de al lado, el obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Tenía dos criados blancos y cinco esclavos: cuatro mujeres y un varón. Una de ellas, llamada Isabel, canaria, dio a luz a un niño y una niña en esa misma casa,de los que, con base en ciertos indicios del testamento de Vespucio, Consuelo Varela Bueno no descarta que, como no era raro en la época, fueran hijos del navegante. 

Amerigo Vespucci murió el 22 de febrero de 1512. En su único testamento conocido legó sus bienes en Sevilla a su mujer, incluyendo 144.000 maravedíes que aún le adeudaban los herederos de Berardi y otra cantidad menor que le debía Juan de la Cosa; sus bienes en Florencia a su madre, si aún estaba viva, y si no a sus hermanos Antonio y Bernardo; y su ropa, libros e instrumentos, incluyendo un astrolabio de metal, a su sobrino Juan Vespucci, hijo de su hermano Antonio. Nombró albaceas de su testamento al mercader florentino Piero Rondinelli y al canónigo Manuel Castaño. 

Su esposa recibió una pensión de la Corona mediante decreto real del 28 de marzo de 1512, a cuenta de los servicios de su esposo como piloto mayor. A la muerte de María Cerezo, un decreto del 26 de diciembre de 1524 otorgó el resto de la pensión a su hermana Catalina, lo que probaría que no dejó hijos. Su testamento se conserva en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla. 

En su testamento pidió ser enterrado en la iglesia de San Miguel y, si no fuera posible, en la iglesia del Convento de San Francisco. Fue enterrado en la iglesia de San Miguel, donde tenía su panteón la familia de su esposa, María Cerezo. El convento de San Francisco fue derribado tras la Desamortización de 1835 y la Iglesia de San Miguel fue derribada por la Junta Revolucionaria de 1868. Existe la creencia de que en la actualidad su tumba se encuentra en la iglesia de Ognissanti de Florencia.

Vespucio despierta «América», grabado de 1638.

Se conservan varios textos escritos por Américo Vespucio o publicados utilizando su nombre que relatan principalmente viajes de exploración al Nuevo Mundo. Muchos historiadores los han tomado como evidencias documentales a partir de las cuales deducir en qué expediciones participó Vespucio y cuales fueron sus fechas e itinerarios, tratando de discernir lo auténtico de lo inventado y lo escrito realmente por el florentino de lo añadido por otras manos. Ello ha generado gran controversia y teorías que adscriben a Vespucio desde solo dos viajes transoceánicos hasta seis. Felipe Fernández-Armesto ha recomendado que se consideren estas obras, no tanto como fuentes históricas sino sobre todo como literatura autobiográfica y por tanto subjetiva, propagandística y probablemente mezcla de realidad y de ficción.

Han llegado, pues, a nuestros días seis textos atribuidos a Vespucio que narran sus viajes, reales o inventados; de ellos, cuatro. o tal vez cinco, están dirigidas a su antiguo patrón, Lorenzo di Pierfrancesco de Médici. Todos tienen formato de carta, incluso los que fueron impresos para difusión pública. 

En orden cronológico:

1 Carta dirigida a Pierfrancesco desde Sevilla el 18 de julio de 1500, que relata una expedición castellana realizada "con dos carabelas" en 1499-1500. Se conservan seis copias manuscritas, ninguna de la mano de Vespucio pero coincidentes entre sí.

2 Carta manuscrita dirigida a Pierfrancesco desde Cabo Verde, el 4 de junio de 1501 durante su viaje en naves portuguesas; fue encontrada y publicada en 1827. Esencialmente relata una expedición portuguesa anterior a la India, la capitaneada por Pedro Álvares Cabral.

3 Tercera carta manuscrita, enviada también a Pierfrancesco desde Lisboa al regresar de la expedición portuguesa, en el año 1502. Se la conoce como la "Carta de Lisboa" y fue descubierta y publicada en 1789.

4 Carta impresa en París en 1504 con el título de Mundus Novus, en latín. Relata los dos viajes mencionados en las cartas manuscritas precedentes y añade por primera vez uno anterior, una supuesta expedición castellana de 1497. Fue un gran éxito editorial y se tradujo a varias lenguas.

5 Fragmentos de una carta manuscrita en italiano, sin encabezamiento ni datación. Fue descubierta por Roberto Ridolfi y publicada en 1937, por lo que se le llama Fragmento Ridolfi o Carta Fragmentaria. Está escrita en forma de defensa contra quienes objetan la verosimilitud de las aseveraciones de cartas anteriores. No se conoce el destinatario.

6 Carta impresa en Florencia circa 1505 con el título de Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente trovate in quatro suoi viaggi -Carta de Américo Vespucio sobre las islas recientemente descubiertas en sus cuatro viajes-, comúnmente abreviada, Lettera. Añade a los tres viajes narrados por Mundus Novus, otro posterior realizado bajo pabellón portugués.

Subsisten además multitud de copias, ediciones y traducciones de este correo privado, generalmente plagadas de errores de transcripción y de tipografía. La principal controversia se centra en las cartas llamadas «públicas»: la cuarta -Mundus Novus- y la sexta –Lettera-.

También se conserva abundante correspondencia de la juventud de Amerigo, que fue hallada y presentada a la ciencia por Ida Masetti Bencin y Mary Howard Smith, en 1902. Se trata de 71 cartas que nunca fueron compiladas en un libro y que apenas vieron circulación impresa. 

Existe también un Libro de Ejercicios del Navegante que jamás fue publicado. Estos documentos arrojan luz sobre aspectos de la vida del personaje no relacionados con sus viajes.

Carta del 18 de julio de 1500


Reconstrucción hecha en el siglo XV del Mapamundi de Ptolomeo, con base en descripciones en su Geographia. Se observan los países de Seres y Sinae –China. en el extremo derecho, más allá de la isla de Taprobane -Sri Lanka, muy desproporcionada- y el Aurea Chersonesus -Península de Malasia-. De la carta de Vespucio de 1500 se deduce que creía estar navegando por estas aguas.

Se conservan seis copias manuscritas de una carta dirigida a Lorenzo di Pierfrancesco de Médici desde Sevilla el 18 de julio de 1500 que relata una expedición castellana realizada «con dos carabelas» en 1499-1500. Las seis copias son prácticamente idénticas si bien ninguna es de la mano de Vespucio. Fue publicada por vez primera por el Abate florentino Angelo Maria Bandini, en su Vita e lettere di Amerigo Vespucci gentiluomo fiorentino, de 1745.

Vespucio no explica qué papel tenía en la expedición pero, al no mencionar el nombre del capitán y contar los hechos siempre en primera persona, el lector podría sobreentender que era él quien estaba al mando. Según la carta, la escuadra partió el 18 de mayo de 1499 e hizo escala en las Canarias. Desde allí cruzaron «el mar Océano» y tras 24 días de navegación avistaron tierra. Vespucio describe una isla poblada por caníbales y una «tierra firme» continental muy poblada; a continuación una isla cuyos habitantes tenían gran estatura comparados con los europeos y otra con «una grandísima población que tenía sus casas construidas en mar como Venecia»

Proporciona algunos datos de latitud, longitud y distancias, pero solo menciona un topónimo: el Golfo de Paria. Por ello resulta difícil para los historiadores establecer el itinerario seguido por la expedición, suponiendo que el relato de Vespucio sea fidedigno. La carta insiste en la desnudez de los habitantes de las tierras descubiertas y narra varias batallas en las que los exploradores mataron a gran número de indígenas y saquearon e incendiaron sus viviendas muriendo solo dos europeos. Destaca la gran diversidad lingüística de estos territorios y menciona dos recursos abundantes: algodón y palo brasil. 

Durante esta exploración Vespucio estaba convencido de estar recorriendo "los confines del Asia por la parte de oriente, y el principio por la parte de occidente".

Al cabo de 700 leguas, sigue la carta, decidieron retirarse a La Española para reparar los navíos y descansar. Después emprendieron el regreso a Europa con rumbo norte, pasando por unas islas en las que apresaron a 232 indígenas para venderlos como esclavos. 

Afirma Vespucio que en el regreso pasaron por las Azores, las Canarias y Madeira y por fin llegaron a Cádiz; trece meses después de partir. En este viaje de vuelta murieron 32 de los indios esclavizados. Vespucio dice estar enfermo con fiebre cuartana y afirma estar preparando una nueva expedición para ir a descubrir la isla Taprobana.

Al final de la carta da noticias del viaje del portugués Vasco da Gama, al que no cita, que acababa de regresar a Lisboa tras circunnavegar África y llegar a Calicut. en la India. Trata de restarle méritos -«es una ruta de la cual hablan todos los autores de cosmografía»-,  pero reconoce su gran éxito comercial. Probablemente los resultados de la expedición castellana se considerasen decepcionantes comparados con los de los portugueses.

La carta incluye varias informaciones astronómicas que ya eran bien conocidas tanto por los cosmógrafos académicos como por los navegantes del siglo XV. Así, explica que en el ecuador el día y la noche duraban lo mismo y menciona que tras rebasar el trópico de Cáncer, pudieron observar el fenómeno del sol cenital.

“Navegamos tanto hacia la parte del mediodía que entramos en la zona tórrida y dentro del círculo de Cáncer: y habéis de tener por cierto que en pocos días, navegando por la zona tórrida hemos visto las cuatro sombras del Sol, por cuanto el sol se hallaba en el cenit a mediodía.” (Traducción moderna al español de la carta del 18 de julio de 1500).

Indica también que cruzaron el Ecuador terrestre y llegaron hasta una latitud de 6ºS -más adelante dice «seis grados y medio»-, perdiendo de vista la Estrella Polar. La navegación por estas latitudes no tenía nada de extraordinario en la época ya que, por ejemplo, Bartolomé Díaz había alcanzado los 34º S del Cabo de Buena Esperanza, ya en 1488. La determinación de la latitud al sur del ecuador podría teóricamente realizarse mediante la medida de la altura del Sol y la corrección con la analema; la curva que describe el Sol en el cielo, si todos los días del año se observa a la misma hora -huso horario-, y desde el mismo lugar de observación. El analema forma una curva que suele ser, aproximadamente, una forma de ocho, o lemniscata. igual que en el hemisferio norte, pero Vespucio no menciona esta técnica en su carta.

Tanto navegamos por la zona tórrida hacia la parte del austro, que nos encontramos bajo la línea equinoccial, y teniendo un polo y el otro a final de nuestro horizonte, y la pasamos por seis grados perdiendo totalmente la estrella tramontana.

Vespucio afirma haber buscado sin éxito un equivalente en el sur de la Estrella Polar del hemisferio norte. Su mejor candidata parece haber sido un grupo de cuatro estrellas que formaban «como una almendra», inspirándose de unos versos de Dante que cita:

Y a la derecha vuelto, alcé la mente al otro Polo, y vide cuatro estrellas que solo vio la primitiva gente.

¡Qué alegre el cielo de sus chispas bellas! ¡Oh viudo Septentrión que estás privado eternamente de la vista de ellas! 

Grabado de hacia 1600 que representa a Vespucio observando la Cruz del Sur.

La escena fue inmortalizada a finales del siglo XVI, por el pintor Jan van der Straet, que representó a Vespucio midiendo la posición de la Cruz del Sur. Esta constelación ya había sido divisada por otros muchos marinos europeos y también había sido conocida por los griegos antiguos, pero la precesión celeste la había terminado ocultando detrás del horizonte europeo. Sin embargo, en la carta de Vespucio no se menciona ninguna cruz celeste sino cuatro estrellas «como una almendra». Además en la fecha y latitud indicadas las estrellas de esta constelación no se habrían encontrado formando una cruz.

Vespucio también afirma en la carta haber aplicado un método astronómico para calcular la longitud, basándose en unas conjunciones de la Luna con Marte, cuya fecha y hora precisa conocía para el Meridiano de Ferrara, por sus tablas astrológicas. Observando la hora de la conjunción en su posición podría calcular la distancia en grados entre el meridiano de referencia y su propia longitud. Afirma así haber obtenido en la noche del 23 de agosto de 1499 un valor de longitud de 82,5º al oeste del meridiano de Cádiz -no del de Ferrara-.

En cuanto a la longitud digo, que para conocerla encontré tanta dificultad que tuve grandísimo trabajo en hallar con seguridad el camino, que había recorrido siguiendo la línea de la longitud, y tanto trabajé que al fin no encontré mejor cosa que observar y ver de noche la posición de un planeta con otro, y el movimiento de la Luna con los otros planetas porque el planeta de la Luna es más rápido en su curso que ningún otro, y lo comprobaba con el Almanaque de Giovanni da Monteregio, que fue compuesto según el meridiano de la ciudad de Ferrara, concordándolo con los cálculos de la Tablas del Rey Don Alfonso: y después de muchas noches que estuve en observación, una noche entre otras, estando a veintitrés de agosto de 1499, en que hubo conjunción de la Luna con Marte, la cual según el Almanaque debía producirse a media noche o media hora antes: hallé que al salir la Luna en nuestro horizonte, que fue una hora y media después de puesto el Sol, el planeta había pasado a la parte de oriente, digo, que la Luna se hallaba más oriental que Marte cerca de un grado y algún minuto más, y a la media noche se hallaba más al oriente 15 grados y medio, poco más o menos, de modo que hecha la proporción, si 24 horas me valen 360 grados, ¿qué me valdrán 5 horas y media?, encuentro que me valen 82 grados y medio, y tan distante me hallaba en longitud del meridiano de la ciudad de Cádiz, que asignando a cada grado 16 leguas, me encontraba 1,366 leguas y dos tercios más al occidente que la ciudad de Cádiz, que son 15,466 millas y dos tercios. La razón por la cual asigno a cada grado 16 leguas y dos tercios es porque según Tolomeo y Alfragano, la tierra tiene una circunferencia de 24.000 [millas] que valen 6.000 leguas, que, repartiéndolas en 360 grados, corresponden a cada grado 16 leguas y dos tercios, y esta proporción la comprobé muchas veces con el punto de los pilotos, encontrándola verdadera y buena.

Vespucio no da ninguna indicación sobre el territorio en que se encontraba ese 23 de agosto de 1499. Según el investigador Rolando Laguarda Trías, la expedición de Vespucio podría haber estado frente al Cabo de la Vela, en la actual Colombia.

Algunos historiadores, principalmente Pohl, han dado a esta observación astronómica una gran relevancia en la historia de los viajes marítimos. Sin embargo, Fernández-Armesto ha señalado que el valor dado por Vespucio (82,5º desde el meridiano de Cádiz) es una mera copia del obtenido por Cristóbal Colón en 1494 al observar un eclipse lunar desde la Española, lo cual hace pensar que Vespucio no realizó ninguna medición sino que se limitó a plagiar al Almirante.

En escritos posteriores Vespucio afirma haber enviado un reporte detallado de su método de cálculo de longitudes al rey Manuel I de Portugal pero que este lo desestimó. Hoy se piensa que esa técnica era inviable en la práctica debido a la imprecisión de los relojes e instrumentos de observación disponibles a bordo de un barco en el siglo XVI.

Carta de Cabo Verde; 4 de junio de 1501

Se trata de una carta manuscrita dirigida a Lorenzo di Pierfrancesco. Fue encontrada y publicada por Giovanni Battista Baldelli Boni, en 1827.

En la carta, Vespucio sostiene haber acudido de Sevilla a Lisboa a petición del rey de Portugal. Dice que embarcó en una escuadra que partió el 13 de mayo de 1501, pasó a la vista de las Canarias y llegó al cabo Verde, "principio de la provincia de Etiopía", donde se encontró con otros dos barcos portugueses que regresaban de la India. Existe un informe independiente de este encuentro, en la relación escrita por uno de los pilotos que volvían a Portugal. Ello da credibilidad al hecho de que Vespucio tomase parte realmente en esa expedición.

El resto de la carta consiste en un resumen de lo que le relataron los participantes en la expedición a la India, que es la que había partido en 1499 capitaneada por Pedro Álvares Cabral, cuyo nombre no se cita. Vespucio informa que los portugueses, tras hacer escala en las islas de Cabo Verde, habían cruzado el Atlántico hacia occidente y encontrado una tierra -el actual Brasil-. que «es la misma tierra que yo descubrí para el rey de Castilla, salvo que está más al este». Da después detalles sobre las tierras visitadas por los portugueses, mencionando gran cantidad de ciudades e islas del Océano Índico, entre ellas, Calicut y una isla que cree debe ser Taprobana. Menciona la existencia de «naves grandísimas» cuyas «velas son de juncos» y no están «fabricadas con hierro sino cosidas con cuerdas». Hace un inventario de la carga que traen las embarcaciones, citando canela, jengibre y otras especias; porcelana, opio y piedras preciosas.

Carta de Lisboa (1502)

Carta manuscrita enviada, como las anteriores, a Lorenzo di Pier Francesco de Medici desde Lisboa al regresar de la expedición portuguesa en el año 1502. Fue descubierta en la Colección Strozzi y publicada por Francesco Bartolozzi, en 1789. Se conserva en dos copias manuscritas prácticamente idénticas, ninguna del puño y letra de Vespucio.

En esta misiva relata un viaje portugués de exploración en el que embarcó con un papel que no menciona, continuando la narración iniciada en la Carta de Cabo Verde del 4 de junio de 1501. Existe confirmación independiente de la existencia de esta expedición pero la carta de Vespucio es casi la única fuente sobre el itinerario y las vicisitudes de la misma. Afirma que navegaron a las islas de Cabo Verde y desde allí cruzaron el océano hacia occidente. Tras 64 días tocaron tierra en un lugar que Vespucio no precisa y exploraron la costa hasta una latitud de 32ºS. Luego se adentraron en el océano hasta una latitud que la carta cifra en 50ºS sin explicar cómo fue medida. Como la latitud de Lisboa es de alrededor de 40ºN, esto le permitió a Vespucio afirmar que había recorrido «una cuarta parte del mundo» ya que cincuenta y cuarenta suman noventa grados, que es la cuarta parte de la circunferencia terrestre. Años después, esta frase sería malinterpretada al pensar que Vespucio quería decir que había recorrido un cuarto continente.

La carta describe la flora, la fauna y los habitantes de estas regiones meridionales, que van desnudos, son barbilampiños y no tienen religión ni estado, pero sí guerras. Dice que viven en casas de grandes dimensiones y describe su dieta y sus costumbres, incluyendo el canibalismo ritual.

Vespucio reconoce que la expedición no consiguió ningún beneficio económico pero se excusa en que la misión era solo de exploración. Concluye la carta anunciando una próxima obra titulada, Viajes, y diciendo que está a la espera de lo que el rey de Portugal decida hacer con él.

Mundus Novus

Ilustración de canibalismo en la edición de Mundus Novus, impresa en alemán en Augsburgo en 1505.

En 1504 apareció impresa en varias ciudades europeas una obra en latín titulada Mundus Novus que afirmaba ser un resumen traducido de una carta escrita en italiano por «Albericus Vespuccius» desde Lisboa a Lorenzo de Pierfrancesco de Medici. Se cree que la primera edición, al menos de las que se conservaron ejemplares, fue la realizada en Augsburgo y que el éxito editorial de la obra condujo a nuevas ediciones latinas en Venecia y París, ambas en el mismo 1504, y otras posteriores publicadas en Roma, Núremberg, Estrasburgo, Rostock Colonia y Amberes. Se tradujo también al alemán, al neerlandés y al checo pero no al castellano. 

En 1507 Fracanzio de Montalbodo retradujo al italiano el texto latino, aunque él dice que lo tradujo del español, y tituló su trabajo, Paesi novamente retrovati et Novo Mondo da Alberico Vesputio florentino intitulato. Esta versión italiana fue tan popular que Archangelo Madrignano la volvió a traducir al latín y la publicó en Milán en 1508.

Mundus Novus relata el viaje realizado por Vespucio en 1501 en una flotilla de tres naves portuguesas, con datos que parecen correctos pero escritos de manera confusa. Al igual que en la carta de Cabo Verde, afirma que las costas exploradas son tierra firme continental, no islas, y añade que ese continente está «más densamente poblado (...) que nuestra Europa o Asia o África» y que es lícito llamarlo Novum Mundum -Nuevo Mundo-. El autor critica la incompetencia de los pilotos portugueses y se presenta como un héroe que gracias a sus conocimientos de cosmografía, salva a la expedición. 

La obra parece estar basada en las cartas auténticas de Américo a Lorenzo escritas en 1501 y 1502 en Cabo Verde y Lisboa, respectivamente, mezcladas con ediciones/adiciones de terceros que introducen embellecimientos, noticias sensacionalistas y contradicciones significativas. Por ejemplo detalla los bellos cuerpos y activa vida sexual de las indígenas, afirma haber conocido a un hombre que se había comido a otros 300 y sostiene que el Paraíso Terrenal debía encontrarse cerca de las tierras visitadas. Existe una edición que contiene un párrafo llamado Jocundus, derivado del apellido de Giovanni del Giocondo, su traductor, donde se sostiene que la determinación de la latitud basándose en la posición de las estrellas es una «audacia sacrílega», denotando la concepción dogmático-religiosa de quien redactó esta porción del documento y su desconocimiento de las técnicas de navegación astronómica preconizadas por Vespucio. 

Hacia el final la obra menciona dos viajes que Vespucio habría realizado anteriormente a las órdenes del rey de Castilla «hacia occidente», que no detalla. También anuncia que está preparando una nueva expedición con dos naves.

El Fragmento Ridolfi

Se trata de fragmentos de una carta manuscrita en toscano, el dialecto italiano de Florencia, sin encabezamiento ni datación. Fue descubierta por Roberto Ridolfi en el Archivo Conti y publicada en 1937, por lo que se le llama Fragmento Ridolfi o también Carta Fragmentaria. Se conserva solo una copia manuscrita que no escribió el propio Vespucio. No se conoce el destinatario pero por el idioma y el contenido se puede deducir que se trataba de un humanista florentino versado en cosmografía. El tono indignado sugiere que no estaba dirigida a Lorenzo di Pierfrancesco sino a alguien de mayor confianza, quizás el erudito y geógrafo, Zenobio Acciaiuoli, o el tío de Vespucio, Giorgio Antonio.

Esta carta es una respuesta a una lista de objeciones emitidas por lectores de sus cartas anteriores, por ejemplo sobre las distancias que afirma haber recorrido o sobre sus descripciones de los nativos. En respuesta al escepticismo sobre su capacidad para medir la longitud mediante observaciones astronómicas, Vespucio responde que usó eclipses lunares así como las conjunciones de la Luna con los planetas, y que estuvo a 150 grados al este de Alejandría. Estas informaciones son diferentes de las que se encuentran en la famosa carta del 18 de julio de 1500. En este texto Vespucio afirma, por otra parte, haber participado en tres navegaciones: dos «a las partes de occidente por el mar Océano» y una tercera «hacia el sur por el Mar Atlántico».

En la actualidad, ningún historiador duda de la autenticidad de este manuscrito y de que el autor del texto realmente fuera Vespucci. Sin embargo, cuando se anunció su descubrimiento, dos grandes expertos de la época sobre Vespucci, Alberto Magnaghi y Giuseppe Caraci, lo declararon apócrifo y trataron de ocultarlo, ya que el fragmento Ridolfi echaba por tierra gran parte de los argumentos que habían sostenido hasta entonces.

La Carta a Soderini

Ilustración de la primera edición de la Lettera, que fue reciclada de una edición anterior de la Carta de Colón anunciando el Descubrimiento de las Indias.

La sexta carta, que tuvo varios títulos diferentes y habitualmente se abrevia en Lettera, Los cuatro viajes o Carta a Soderini, fue impresa por vez primera en 1505 o quizás a finales de 1504, en italiano. Una edición separada en latín, derivada de una traducción al francés, fue impresa en St. Dié, por Martin Waldseemüller, en 1507. La carta está fechada en Lisboa a 10 de septiembre (o 4 de septiembre, según las versiones) de 1504 y dirigida al jefe de Estado de Florencia, cargo que por aquella época desempeñaba Piero Soderini. También se conserva el texto en italiano de esta carta en varios manuscritos. Sobre la base de análisis filológicos, parece ser que los manuscritos podrían ser anteriores a las ediciones impresas de la Lettera.

La carta narra en primera persona cuatro viajes transatlánticos, con numerosos episodios de gran sensacionalismo, como los que siguen:

-Expedición con cuatro barcos autorizada por el rey Fernando de Castilla; partida de Cádiz el 10 de mayo de 1497 y vuelta en 1498 o 1499.

-Expedición castellana con tres barcos; partida de Cádiz el 16 de mayo de 1499 y vuelta el 8 de septiembre.

-Expedición portuguesa con tres barcos; partida de Lisboa el 10 de mayo de 1501 y vuelta, vía Sierra Leona y las Azores el 7 de septiembre de 1502.

-Expedición portuguesa con seis barcos hacia «Melacca»; partida el 10 de mayo de 1503 vía las islas de Cabo Verde y Sierra Leona y regreso el 18 de junio de 1504.

Pohl argumenta que en realidad Américo jamás hubiera podido escribir esta carta a Soderini pues la familia Vespucio estaba enemistada con el magistrado, hasta el punto de que para esa época varios de sus miembros se hallaban implicados en un complot para asesinarlo. El mismo sobrino y discípulo de Vespucio, Giovanni, estaba entre los conspiradores.

Según Pohl, la Lettera fue escrita con la infantil presunción de que, para superar la espectacularidad de los cuatro viajes de Colón, Vespucio también tendría que haber hecho cuatro exploraciones. El escrito afirmaba que el primer viaje se había iniciado en 1497, lo que le habría dado a Américo el título de primer europeo en pisar la masa continental americana, un año antes que Colón. Sin embargo, en distintos lugares de la Lettera resulta evidente un conflicto en la fecha de regreso a puerto del supuesto Vespucio: un párrafo menciona el 8 de octubre de 1498, mientras que otro lo desplaza al 18 del mismo mes y un tercero lo lleva a un año después, el 1 de octubre de 1499. 

El segundo viaje relatado en la obra, ocurrido en 1499, coincide en el tiempo con la empresa real en la que Vespucio habría participado bajo bandera de Castilla

De igual manera, el tercero no es otro que el auténtico viaje portugués en el que se enroló en 1501. Por otra parte, hay división de opiniones sobre si Vespucio participó en la expedición portuguesa de 1503 o no.

Los primeros textos de la Lettera contienen gruesos errores lingüísticos, e incluyen vocablos que no son sino corrupciones de términos que eran mezcla de castellano e italiano, lo cual es difícil de explicar en alguien que, como Vespucio, gozó de una educación de privilegio. En realidad —sigue Pohl— sus redactores agregaron y describieron en detalle gran cantidad de elementos procedentes de sus fantasías sobre sus exploraciones, con el fin de generar aún más curiosidad en los lectores y aumentar las ventas, que sin embargo resultaron decepcionantes. En contraste, las cartas de Vespucio a Lorenzo eran relativamente frías, desapasionadas y objetivas.

Henry Harrisse dio una explicación muy diferente para los errores lingüísticos. Según él, Vespucci escribió su relato original en castellano o en portugués. Northup precisó que la lengua de origen fue casi seguro el castellano. La obra fue traducida posteriormente al italiano por alguien que no dominaba la lengua de origen. Esta teoría ha sido respaldada por análisis lingüísticos posteriores.

Para Fernández-Armesto, los editores de la Lettera realizaron un copia-pega de muchas fuentes diferentes, incluyendo algunos textos auténticos de Vespucio y otros publicados por Pedro Mártir de Angleria. En particular, el editor utilizó en el relato del primer viaje pasajes tomados de la carta manuscrita de Vespucci del 18 de julio de 1500, la cual sin embargo se refiere al viaje de 1499-1500 que en la Lettera se presenta como el segundo. La intención del editor o editores no está clara. Ilaria Caraci opina que no se trató de una astuta operación de falsificación, como afirmaba Pohl, sino que la Lettera es más bien una celebración de las hazañas de un compatriota en la que la verdad histórica se deja en un segundo plano.

La Lettera nunca fue publicada en España ni en Portugal posiblemente debido a que allí su contenido estaba más relacionado con la historia real, y la edición italiana no parece haber tenido mucho éxito comercial. Por el contrario la versión en latín de Saint Dié se difundió rápidamente por Europa. En 1509 se publicó una traducción al alemán en Estrasburgo y en 1532 el texto latino de la Lettera fue incluido en la obra cosmográfica publicada por Simon Grynaeus en Basilea. Una traducción parcial al italiano fue incluida en la monumental compilación de Navigationi et Viaggi, publicada en Venecia en 1550.

Como se ha dicho, estas supuestas epístolas también sitúan a Vespucio en el papel de primer europeo en desembarcar en la parte continental del Nuevo Mundo, un año antes que Colón. Fueron publicadas en un período en el que el hijo de Colón, Fernando, se hallaba ocupado en pleitos sobre los títulos prometidos a su padre como descubridor, por lo que cualquier eventual intento de Vespucio por reclamar esos territorios lo habría indignado; sin embargo entre las cartas de Fernando no hay mención de la Lettera ni de las reclamaciones de Américo, a pesar de que poseía una edición de la misma en su biblioteca.

Relatos de terceros

Existen dos textos, llamados «venecianos», escritos por terceras personas que relatan otros dos supuestos viajes transatlánticos de Américo Vespucio. Estos documentos son casi unánimemente considerados apócrifos y los viajes que relatan, nunca realizados:

-Carta de Girolamo Vianello a la Signoria de Venecia, con fecha en Burgos el 23 de diciembre de 1506, que relata un quinto viaje, hallada por Leopoldo Ranke en el Diario de Sanuto, en la Biblioteca Marciana de Venecia y publicada por primera vez por Alexander von Humboldt en 1839.

-Carta de Francesco Corner a la Signoria de Venecia, fechada el 19 de junio de 1508, que menciona brevemente el que sería un sexto viaje, publicada por primera vez por Henry Harrisse. en 1892.

Párrafo de la Cosmographiæ Introductio, que propone el nombre de América.

Las islas y tierra firme halladas por los descubridores ibéricos al otro lado del Atlántico habían recibido varios nombres, cuya aplicación y aceptación era generalmente regional. Así, los castellanos lo llamaban «las Indias» o «las Antípodas», término muy extendido también entre los humanistas italianos; los portugueses bautizaron las costas brasileñas como «Vera Cruz» o «Tierra de Santa Cruz». 

Cristóbal Colón descubrió en agosto de 1498, durante su tercer viaje, la desembocadura del río Orinoco y, viendo su enorme caudal, dedujo que la tierra en la que se encontraba era «otro mundo (...) una tierra enorme». Según Fernández-Armesto, debió ser esta la fuente en la que se basó Vespucio para afirmar que la costa que recorrió en su viaje de 1499 era tierra firme continental. En 1504, como muy tarde, Pedro Mártir de Anglería acuñó el término «Nuevo Mundo» para las nuevas tierras, el cual aparece también en el Mundus Novus atribuido a Vespucio.

Sin embargo, estudios recientes han apuntado que el hecho de reconocer las costas descubiertas como tierra firme o continental en vez de como una isla no quiere decir que Vespucio pensase que se trataba de un nuevo continente, distinto de los tres conocidos desde la Antigüedad. Al contrario, Vespucio probablemente pensaba que las nuevas tierras eran una extensión de Asia.

En la imprenta de la Abadía de Saint-Dié-des-Vosges, en Lorena, trabajaban varios editores que quedaron impresionados por la lectura de las publicaciones que pretendían narrar las proezas vespucianas: había llegado a sus manos un ejemplar traducido al francés, de la Lettera y otro del Mundus Novus, de los tantos que circulaban por Europa.

Martin Waldseemüller, Universalis Cosmographia (1507).

Decidieron dar a conocer las nuevas noticias en la forma de un pequeño tratado llamado Cosmographiae Introductio acompañado por una traducción al latín de la Lettera bajo el título Quattuor Americi navigationes -Cuatro viajes de Américo-, y publicarlos bajo forma de panfleto. 

El 25 de abril de 1507 salieron del taller las dos primeras ediciones. En el capítulo IX del texto se sugería que el nombre del Nuevo Mundo debería ser América -femenino por analogía a Europa, Asia y África- en honor de quien la reconociera como tal: ab Americo Inventore (...) quasi Americi terram sive Americam -De Américo el descubridor (...) como si fuese la tierra de Américo o América-. No se sabe con certeza cuál de los impresores fue el inventor del nombre. El Gymnase Vosgien -Gimnasio de los Vosgos-, estaba integrado por Vautrin Lud, Nicolás Lud, Jean Basin, Mathias Ringmann y Martín Waldseemüller. Los especialistas se inclinan por Ringmann o por Jean Basin de Sandacourt, el traductor del Mundus Novus al latín.

Martin Waldseemüller, un destacado humanista alemán, Profesor de Cartografía que se desempeñaba como dibujante y corrector de pruebas del grupo, inscribió el sonoro nombre en un mapa mural de grandes dimensiones titulado Universalis Cosmographia que incluyó en el panfleto. Allí aparece aplicado a Sudamérica -la primera de las tres Américas en ser llamada así-. 

En la parte superior del mapa, a la izquierda, junto a un globo terráqueo en cuyo hemisferio se representa el Viejo Mundo, aparece un retrato de Ptolomeo; a la derecha, junto a un globo semejante con el Nuevo Mundo, el de Vespucio. Además, Waldseemüller confeccionó una versión globular, también llamada mapa en husos o gajos, con el que podría construirse un pequeño globo de unos 11 cm. de diámetro, uno de cuyos ejemplares sería regalado al Duque de Lorena.

La voz tiene tal eufonía y guarda tanta consonancia con las palabras "Asia" y "África" que inmediatamente se asentó en las lenguas noreuropeas. La Cosmographiae Introductio fue un gran éxito editorial, y rápidamente el vocablo «América» se propagó a otras obras cartográficas: el Globo Verde (ca. 1514), un libro y un globo en husos de Johann Schöner en 1515, un mapa impreso en Salamanca en 1520 y una versión reducida y modificada del mapa de Waldseemüller publicada por Petrus Apianus, también en 1520 con el título, Tipus Orbis Universalis, aunque su consolidación definitiva llegó con la inclusión en los mapas de Sebastian Münster a partir de 1540.

Sin embargo, el propio Waldseemüller rectificó en un mapa posterior (1513) incluido en una edición de la Geographia de Claudio Ptolomeo, llamando al nuevo continente «Terra incognita» y afirmando que su descubridor había sido Colón, no Vespucio

El nombre de América también tardó en ser adoptado en la península ibérica y sus colonias, en donde el nombre mayoritariamente usado siguió siendo por bastante tiempo el de «Indias occidentales». 

El planisferio de Waldseemüller, del que se hizo una tirada de mil ejemplares, se perdió pero fue hallado en 1901 por el profesor Joseph Fischer, dentro de un libro olvidado en el castillo de Wolfegg. El mapa en husos empleado para construir la esfera había sido recuperado en 1871.

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