Émile Zola
París, 2.4.1840-29.9.1902. Imagen de 1902
La vida de Emile Zola se inscribe sobre tres puntos de inflexión de carácter positivo: su entrada en la editorial Hachette, la mujer con la que tuvo sus hijos, y el asunto Dreyffus. A estos se contraponen otros tres puntos negativos: no pudo aprobar el Bachillerato, no tuvo hijos con su esposa, y no fue admitido en la Academia Francesa. Desde su entrada en la editorial Hachette hasta su rechazo por la Academia, toda una vida de observación, que quedó reflejada en la formidable obra de este inagotable escritor.
Su artículo, J'accuse, publicado en el diario L'Aurore en enero de 1898, en defensa de Alfred Dreyfus –un oficial del ejército francés acusado y condenado por un delito de alta traición que jamás pudo probarse-, constituye quizá el episodio más notorio y loable de su vida, pero le costó un proceso por difamación al que siguió una condena y el exilio.
Su padre, el veneciano François Zola, ingeniero de obras públicas, consiguió en 1843 la adjudicación de las obras para construir el sistema de agua potable en Aix-en-Provence, pero falleció de neumonía apenas iniciada su ejecución en 1847, lo que obligó a la madre, Emilie, a trasladarse a París, con el fin de asistir al proceso iniciado por los acreedores de la sociedad creada por su marido. Arruinada, se alojó en casa de su madre, en la capital, donde Zola se trasladó a su vez, cuando completó su etapa escolar en Aix.
Emile Zola a los seis años, 1846
Gran aficionado a la lectura, ya desde la escuela, se propuso dedicar su vida a escribir. Durante los primeros años de estancia en París, a partir de 1858, se familiarizó con autores como Molière, Montaigne o Shakespeare, pero no pudo superar el bachillerato de ciencias a pesar de intentarlo dos veces (1859).
Su primera novela, La confession de Claude, se inspiró en la mujer que protagonizó asimismo su primera experiencia amorosa en 1860-61; una prostituta a la que se propuso redimir sin lograrlo.
Zola se interesó mucho por la pintura de su tiempo, especialmente por la de los impresionistas, a los que siempre apoyó. Con Paul Cezanne, mantuvo una larga amistad ya desde la escuela, y una valiosa correspondencia, hasta que en 1886 el pintor creyó verse reflejado en un personaje literario cuyo fracaso describía Zola; envió una última carta al escritor y no volvieron a verse más. Zola tambien fue amigo de Edouard Manet, que lo pintó en varias ocasiones, así como de Camille Pissarro, Auguste Renoir o Alfred Sisley, entre otros.
Ante la imposibilidad de continuar sus estudios, intentó trabajar como escribiente en el servicio de Aduanas, pero apenas aguantó unas semanas, viéndose obligado a atravesar una larga temporada sin trabajo y sin fondos, hasta que conoció a Louis Hachette, que le dio empleo en su librería en 1862. Fue entonces cuando renunció a la nacionalidad italiana paterna para naturalizarse francés. Se encargó de la publicidad de la librería durante cuatro años, para convertirse después en su encargado de prensa. El empleo le familiarizó con el mundo de la edición literaria y su comercialización, y publicó sus primeros artículos y un libro: Cuentos a Ninón Les Contes à Ninon, además, durante este período se configuraron las líneas maestras de su planteamiento vital positivista y laico.
A finales de 1864 conoció a Éléonore-Alexandrine Meley, apodada Gabrielle; al parecer, el nombre de una hija que había tenido a los diecisiete años y que se vio obligada a entregar a la Asistencia Pública; un secreto que el escritor no conoció hasta después de casarse con ella y del que dejaría constancia en L'amour sous les toits, El amor bajo los tejados.
En 1866 empezó a colaborar regularmente en prensa, lo que le permitió darse a conocer y, sobre todo, le proporcionó ingresos regulares, pero el reconocimiento le llegó a través de sus publicaciones en diarios del norte de Francia, explícitamente opuestos al Segundo Imperio, como L'Événement y en L'Illustration. A partir de entonces se concentró en la crítica literaria, artística y teatral y publicó numerosos cuentos y folletones. Sus artículos, basados en unos principios estéticos y políticos ya bien definidos, empezaban a levantar polémica.
Louis Auguste Cezanne, padre del pintor, leyendo l'Evenement. 1866
Paul Cezanne
En 1865 abandonó la casa de su madre para irse a vivir con Alexandrine, aunque no hizo pública su relación por respeto a las reservas de su madre. Se instalaron en el barrio de Batignolles, donde estaban las sedes de los principales periódicos. En el 68 empezó a trabajar en La Tribune y La Cloche y publicó Thérèse Raquin.
Con un valor casi temerario, del que le dotaba su sincera resolución, criticó a algunos representantes de la Asamblea a la que calificaba de temerosa, reaccionaria, y manipulada por Thiers –dos veces primer ministro bajo Louis Philippe y partidario de la monarquía constitucional, hasta que se pasó al partido republicano a causa de la actitud de la familia real francesa-. Escribió más de 250 crónicas parlamentarias en un año, a través de las cuales cosechó innumerables amigos, y enemigos irreconciliables. Entre tanto, seguía recopilando observaciones para sus novelas.
Atento observador de la actividad política, redactaba sus crónicas con gran independencia de criterio, siempre dentro de un punto de vista de liberal moderado, pero sin adscribirse a ningún partido.
Finalmente abandonó la crónica periodística para dedicarse a escribir Les Rougon-Macquart, una saga familiar a la que dedicó los 22 años siguientes.
Retrato de Zola. E. Manet, 1868. Musée d'Orsay
Cuando se iniciaran las hostilidades entre el Segundo Imperio por un lado y Prusia con sus aliados alemanes por otro –desde julio de1870 hasta enero del año siguiente-, Zola no fue llamado a filas a causa de su miopía y porque su madre dependía excluivamente de sus ingresos. Fue entonces cuando se casó con Alexandrine, que se convertiría en un gran apoyo moral durante las épocas más difíciles de su vida; el escritor siempre sintió hacia ella un cálido agradecimiento.
Trató con bastante ironía la caida del Segundo Imperio, pero mantuvo una actitud moderada frente a La Commune, y no estuvo en París durante la Semaine Sanglante -22 a 28 de mayo de 1871-, cuando los Communards fueron ejecutados en masa, una acción que, por otra parte, valoraron positivamente autores como Flaubert, Goncourt y Daudet, amigos de Zola en diferentes etapas de su vida. Más tarde, cuando se instauró la República, Zola incluso pensó en presentarse a una subprefectura en Aix-en-Provence, pero pronto abandonó la idea ante la evidencia de que carecía de los apoyos políticos necesarios.
En 1871 se hizo muy amigo de Iván Turgueniev y, con un grupo de escritores entre los que se encontraba Guy de Maupassant, empezó a reunirse en una casa de campo que, en 1878 adquirió en Médan; de allí salieron las Soirées de Médan, Veladas de Medán, publicado en 1880.
A partir de esta época empezó a publicar un libro cada año, además de diversas Crónicas periodísticas y obras de teatro, como Les Nouveaux Contes à Ninon Nuevos cuentos a Ninón, pero fue el éxito de L'Assommoir, en 1877, el que le libró para siempre de dificultades económicas, aunque nunca llegó a reunir una fortuna propiamente; en parte, porque debía mantener su casa y la de su madre y, en parte, porque las ventas de sus libros fluctuaban, como consecuencia de los avatares políticos, a pesar de lo cual, desde aquella época, pudo disfrutar de una vida holgada gracias, sobre todo, a sus novelas por entregas, que le aportaron notables beneficios a partir de 1895.
Zola sólo prestaba su apoyo a las causas sociales, artísticas o literarias que le parecían más justas, aunque sin hacer política propiamente, porque desconfiaba de los políticos y, aunque siempre se declaró favorable a la República –el único gobierno justo y posible- y por lo tanto, contrario al Imperio, no se involucró en debates públicos hasta que estalló el Caso Dreiffus, L'Affaire Dreyfus. Entre tanto, el éxito y la vida tranquila, sólo se vieron interrumpidos por la desolación en que le sumió la pérdida de su gran amigo Flaubert, a quien siguió su madre poco después.
En 1880 se vendieron 55.000 ejemplares de su novela Nana, el primer día de su publicación y el año siguiente, ante el extraordinario éxito del conjunto de la serie de Les Rougon-Macquart, abandonó el periodismo; durante los siguientes treinta años trabajo con estricta y cotidiana regularidad desde las siete de la mañana, asumiendo una firme rutina de trabajo, que más tarde rompió sólo para dedicarse a sus hijos.
Y es que en 1888 su vida experimentó un cambio radical. Alexandrine conoció a una muchacha huérfana llamada Jeanne Rozerot, que había acudido a París en busca de trabajo. Alexandrine se sintió identificada con ella y la contrató para que cuidara de la casa del escritor en Médan.
Zola se enamoró de ella muy pronto, pero mantuvo su relación en secreto durante tres años a pesar de que tuvieron dos hijos; Denise, en 1889 y Jacques, en 1891, a los que Jeanne educó inculcándoles una profunda adoración por su padre. Zola alquiló para ella una casa cerca de Médan, donde regularmente acudía a visitarla en bicicleta.
Cuando Alexandrine conoció la relación y la existencia de los hijos, pensó en divorciarse, pero cuando Zola le aseguró que nunca la abandonaría, optó por aceptar la situación y, andando el tiempo, inlcuso se encariñó con aquellos hijos que ella no había podido tener, y se ocupó incluso de su reconocimiento legal tras el fallecimiento del escritor, con el fin de que pudieran llevar su apellido.
El extraordinario éxito de Thérèse Raquin incomodó a Daudet y a los hermanos Goncourt, lo que unido al escándalo de su doble vida, le hicieron perder a algunos viejos amigos. Empezaron a aparecer campañas de prensa contra él; Le Figaro publicó en 1887, un libelo titulado el Manifeste des Cinq, en el que cinco novelistas próximos a Daudet y Goncourt atacaron violentamente al autor y a su última novela, La Terre, antes, inlcuso de que fuera publicada. Decían que era superficial e indocumentada, que mantenía un discurso decadente y, sobre todo, que había descendido al fondo de la inmundicia. Zola no se defendió, pero toda la prensa se puso de su parte.
En 1878 se le concedió la Legión de Honor a pesar de la oposición de algunos colegas escritores igualmente condecorados. Zola la aceptó y la recibió en julio de 1888, con gran contrariedad de Goncourt, Daudet, e incluso de Octave Mirbeau, que le dedicó un artículo en Le Figaro, titulado La Fin d'un homme, El final de un hombre. Con todo, Raymond Poincaré –que más tarde sería Presidente de la República-, le otorgó en 1893 el grado de Oficial; grado y condecoración que, por otra parte, le fueron retirados cinco años después, tras su intervención en el caso Dreyfus.
En 1891 fue presentado a la Société des gens de lettres por Alphonse Daudet, quien se vio obligado a hacerlo excepcionalmente, por aclamación unánime a mano alzada. Elegido para el comité de la Sociedad, Zola la presidió desde 1891 hasta 1900.
Después de haber condenado a Alfred Dreyfus por alta traición -siendo degradado públicamente, expulsado del ejército y desterrado a la Isla del Diablo, a causa, fundamentalmente, de su condición de judío, y del hecho de proceder de la Lorena alemana-, se halló al autor de los documentos que lo incriminaban, el comandante Walsin Esterházy quien fue juzgado por un Consejo de Guerra en París, en enero de 1898, siendo reconocida su participación, a pesar de lo cual, fue exonerado a causa de la falta de voluntad para reconocer la injusticia cometida con Dreyfus.
Degradación de Alfred Dreyfus.
Un ayudante de la Guardia Republicana se me
acercó. Rápidamente, me arrancó los botones, las bandas de los
pantalones, las insignias del quepis y las mangas, y después me rompió el sable. Vi caer a mis pies todos estos retazos
de honor. Y entonces, a pesar de
la terrible conmoción de todo mi ser, con el cuerpo erguido y la cabeza alta, exclamé
de nuevo ante los soldados reunidos y la gente: ¡Soy inocente!
La cabaña de Dreyfus en la Isla del Diablo.
Años después, Esterhazy presumía ante Oscar Wilde: Puse a Dreyfus en prisión y toda Francia no pudo sacarlo. La condena del inocente y la absolución del responsable, provocaron una reacción extremadamente enérgica de Zola, que escribió el artículo titulado J'accuse...!, asumiendo incondicionalmente la defensa de Dreyfus. El 5 de diciembre de 1897 terminaba su artículo conteniendo la frase que pasó a la historia: La verdad está en marcha y nada la detendrá.
Zola llevaba varias semanas preparando un resumen del caso, cuando Le Figaro rechazó sus últimos artículos ante la reacción de algunos de sus lectores. El escritor se dirigió entonces a L’Aurore y terminó su exposición en los dos días posteriores al veredicto favorable a Esterhazy. Su título inicial, Lettre à M. Félix Faure, Président de la République - Carta a M. Félix Faure, Presidente de la República-, apareció precedido por la expresión, J’accuse…! por decisión del director del periódico aconsejado por Clemenceau.
Primera de las 32 páginas del manuscrito de Zola y su edición en prensa.
El día 13 de enero de 1898, L’Aurore multiplicó la tirada; 300.000 ejemplares se agotaron en pocas horas. El artículo era muy apasionado, y además contenía una síntesis del caso que facilitó su conocimiento y comprensión a los lectores. Alcanzó un eco multitudinario en Francia y en la mayor parte del mundo occidental, pero Zola fue sometido a una persecución judicial que terminó en un proceso por difamación.
El proceso se inició en un ambiente de gran violencia. El abogado de Zola presentó unos doscientos testigos en medio de una batalla jurídica en cuyo transcurso los derechos de la defensa fueron continuamente ignorados o burlados. Fue evidente que la Corte había recibido instrucciones para que el error judicial por el que se condenó a Dreyfus, no fuera ni siquiera mencionado; la frase del juez Delorgue: “La question ne sera pas posée” “La pregunta no ha lugar”, repetida docenas de veces, se hizo famosa. No obstante, salieron a la luz numerosas irregularidades e incoherencias.
Zola fue condenado a un año de prisión y multa de 3.000 francos, la pena máxima por “difamación”, además del pago de las costas; más de 17.000 francos, que Octave Mirbeau se encargó de pagar personalmente.
El 2 de abril se presentó un recurso de casación que fue admitido a trámite. El asunto se siguió en Versalles y el 23 de mayo de 1898, fue la primera audiencia. El caso Dreyffus volvió a la actualidad y los debates se agudizaron. Aconsejado por un amigo, Zola abandonó el país antes de que se produjera el veredicto que, evidentemente, iba a ser condenatorio y el 18 de julio, tomaba el tren de Calais, sin ningún equipaje.
Tras casi un año de estancia anónima en Londres, volvió a París llevando consigo Fécondité, su última novela.
Tras casi un año de estancia anónima en Londres, volvió a París llevando consigo Fécondité, su última novela.
Cuando el Capitán Dreyfus volvió a comparecer ante un Consejo de Guerra en Rennes, Zola le envió una carta: Capitán, si no he sido uno de los primeros en escribirle toda mi simpatía y mi afecto desde su vuelta a Francia, es porque temía que mi carta le resultara incomprensible y he querido esperar a que su admirable hermano le haya visto y hablado de nuestra larga lucha.
Entre tanto, el escritor tomó la decisión de no intervenir públicamente con el fin de no condicionar la acción del Consejo de Guerra. El proceso se inició el 7 de agosto de 1899 en el salón de actos del Liceo de Rennes. Fernand Labori, uno de los abogados de Dreyfus sufrió un intento de asesinato en aquella ciudad. Zola le hizo llegar la seguridad de su afecto, ya que Labori también le había defendido a él.
El 9 de septiembre se dio un veredicto de culpabilidad con atenuantes que hizo reaccionar de nuevo a Zola, que escribió en L’Aurore del 12 de septiembre: Estoy espantado, […] esto es el desastre de nuestra generosa y noble Francia.
El gobierno decidió finalmente retirar los cargos contra Dreyfus, debido a su estado de salud y el último combate de Zola a su favor, fue rebatir la amnistía prevista por la Cámara de Diputados con el fin de absolver a los falsos acusadores del Affaire.
Las consecuencias de la intervención de Zola fueron a la vez positivas y negativas para él. Resultaba evidente que el J’Accuse consiguió relanzar el Affaire y le dio una dimensión social y política que no tenía hasta entonces. Para una buena parte de la población, Zola adquirió un prestigio de justiciero y de defensor de los valores de tolerancia y justicia, pero también le costó caro, literalmente. En primer lugar, la justicia le requisó sus bienes y los revendió y, por otra parte, cuando el dreyfusismo se convirtió en objetivo de los nacionalistas, el escritor pasó a formar parte del mismo; fue acusado de traidor a la patria y al ejército y desde 1898, se lanzó contra él una verdadera avalancha de escritos difamatorios, pero jamás lograron que retrocediera ni renunciara a los principios que le habían empujado a asumir la defensa de Dreyffus: Mi carta abierta surgió como un grito. Todo estaba previsto de antemano, porque conocía el texto de la ley y sabía a lo que me arriesgaba.
En tales circunstancias, la segunda condena de Dreyfus, aunque mitigada, le afectó profundamente, pero no dejó de escribir en ningún momento. Emprendió la creación de un nuevo ciclo, Les Quatre Évangiles, cuyo primer volumen -Fécondité, escrita en Londres-, se publicó en 1899; Travail, en 1901; Vérité apareció después de su fallecimiento y, Justice, quedó incompleta e inédita.
Otra ocupación de Zola en el otoño de su vida, fue la fotografía; le fascinó la Exposición Universal de 1900, que fotografió desde todos los ángulos, dejando un interesante repotaje para la historia.
Emile Zola luchó una vez por la posteridad en el intento de ser admitido en la Académie Française, a pesar de que en su juventud la había calificado de jardín de invierno para mediocridades que temen las heladas. Tras el rechazo de su primera candidatura en 1890, dijo: Sigo siendo candidato y siempre lo seré. Y lo fue, hasta su último intento el 23 de agosto de 1897, rechazado de nuevo al año siguiente; obtuvo 16 votos, cuando la elección requería 17. Finalmente, convencido de que su apoyo a Dreyfus le había cerrado definitivamente las puertas, renunció a volver a intentarlo.
El 29 de septiembre de 1902, al volver de Médan, donde había pasado el verano, Zola y Alexandrine se intoxicaron durante la noche a causa de la mala combustión de la chimenea del dormitorio en su apartamento de la calle Bruxelles. Zola murió y Alexandrine sobrevivió.
Una investigación policial promovida por sospechas de asesinato, no ofreció ninguna conclusión definitiva. La repercusión de la noticia fue inmensa; la prensa describió el desconcierto de la población. Los periódicos nacionalistas y antisemitas aprovecharon para seguir lanzando ataques: Scène naturaliste: Zola meurt d’asphyxie, tituló aquel día La Libre Parole. La conmoción se extendió al extranjero y en su memoria se celebraron numerosas ceremonias; los periódicos alemanes, británicos y americanos también se hicieron eco de la noticia.
Había terminado una vida, tal vez no muy emocionante, pero sí plena, coherente y valerosa.
Con ocasión de sus exequias, Anatole France evocó la memoria del escritor y su lucha por la justicia, que definió como un momento de conciencia humana.
Sus cenizas se trasladaron al Panthéon de Paris el 4 de junio de 1908; al final de la ceremonia, el periodista Louis Grégori, disparó a Dreyfus, aunque sólo logró causarle una leve herida en un brazo.
Desde 1985 la casa de Médan se convirtió en Museo.
La Sociedad literaria de amigos de Emile Zola, Société littéraire des Amis d’Emile Zola organiza una visita a la Casa de Médan los primeros domingos de octubre.
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