sábado, 6 de abril de 2013

LOPE DE VEGA: ESTO ES AMOR


25.11.1562 – 27.08.1635

                                    Desmayarse, atreverse, estar furioso,
                                    Áspero, tierno, liberal, esquivo,
                                    Alentado, mortal, difunto, vivo,
                                    Leal, traidor, cobarde y animoso;

                                    No hallar fuera del bien centro y reposo,
                                    Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
                                    Enojado, valiente, fugitivo
                                    Satisfecho, ofendido, receloso;

                                    Huir el rostro al claro desengaño;
                                    Beber veneno por licor suave,
                                    Olvidar el provecho, amar el daño;

                                    Creer que un cielo en un infierno cabe,
                                    Dar la vida y el alma a un desengaño
                                    Esto es amor, quién lo probó lo sabe.


Era la primavera del año 1562, cuando el maestro bordador Félix de Vega Carpio abandonaba su casa y a su esposa en Valladolid, para establecerse en Madrid en pos de una aventura amorosa. Su mujer, Francisca Fernández Flórez, enamorada y decidida, se propuso salvar la situación, viajando ella misma a la corte, donde encontró a su marido y recuperó su afecto, reanudando la vida en común. Y aquel día –escribirá Lope, con esa especie de exhibicionismo literario que padecía–, fue piedra de mi primer fundamento.

Así, a finales de noviembre del mismo año y en la Torre de los Lujanespared y medio de donde puso Carlos V la soberbia de Francia entre dos paredes-, fruto de la reconciliación de la pareja, nacía el monstruo de la naturaleza –como le llamó Cervantes-, siendo bautizado e inscrito como Lope, hijo de Félix de Vega y de Francisca, su mujer.

Sus familia procedía de la Montaña cántabra, un origen que parecía llevar aparejado el marchamo de cristiano viejo, detalle que situaba la limpieza de sangre de sus nativos por encima de la del resto de los habitantes de la península. Se podría creer –si es cierto que todo se hereda-, que Lope de Vega recibió de su padre una tendencia irrefrenable hacia el amor loco, y de su origen montañés, un ávido afán de grandeza. 

                                   Por tu vida, Lopillo, que me borres
                                   las diez y nueve torres de tu escudo;
                                   pues aunque tienes mucho viento, dudo
                                   que tengas viento para tantas torres.
                                                                                               Góngora

Fue el Obispo Jerónimo Manrique de Lara quien descubrió las posibilidades intelectuales del joven Lope, cuando este estudiaba en la Compañía de Jesús y él mismo le facilitó el ingreso en la Universidad de Alcalá que Lope abandonaría libre del miedo de su padre, que ya había muerto, para ir en busca de aventuras en compañía de su amigo Hernando Muñoz. La empresa resultó breve y los aventureros fueron devueltos a su casa por un alguacil. Lope reanudó los estudios, aunque no con tanta entrega como era preciso, a causa de las muchas distracciones que siempre le encontraban dispuesto -me divirtieron luego de mis primeros estudios-. Surgió así un primer amor del poeta con María de Aragón, cuyos padres eran servidores de la emperatriz viuda, doña María y de él nacería su primera hija a principios de 1581, a la que puso el nombre de Manuela, aunque parece que no vivió más de cuatro o cinco años. Lope, que a la manía de grandeza unía la citada e inevitable necesidad de llevar al papel todos los detalles de su vida amorosa, transformó a María en la Marfisa, de la Dorotea.

No sé qué estrella tan propicia a los amantes reinaba entonces, que apenas nos vimos y hablamos, cuando quedamos rendidos el uno al otro... Estaba en esta sazón ausente el esposo de esta dama donde no se tenía esperanza de su vuelta (en Perú).

Para entonces, la Universidad ya había perdido todo interés para él, frente a la inefable existencia de los teatros, donde le esperaba la gloria y donde, efectivamente, su éxito fue arrollador desde el principio. Los autores -que es como se llamaba entonces a los empresarios teatrales-, se peleaban por sus obras, pero se impuso a todos el toledano Jerónimo Velázquez, quien se hizo con los derechos de la producción teatral del joven creador. Este Velázquez tenía una hija, Elena Osorio,  –famosa comedianta a la que el poeta convertiría en Filis–, quien a pesar de estar ya casada con Cristóbal Calderón, se enamoró de Lope, que le correspondió, convirtiendo la relación con ella en uno de sus amores locos más sonados, interrumpido momentáneamente, según se deduce del hecho de que el escritor se alistara ese mismo año en la Armada del Marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán, en cuyo servicio participó en la campaña de las Azores contra el Prior de Crato, pretendiente de la Corona portuguesa. A la vuelta reanudó sus estudios de Matemáticas, Astrología y Artes Liberales.

Conoció entonces Lope a Francisco Perrenot de Granvela, sobrino del Cardenal, con el que hizo amistad y que, contra todo pronóstico, rápidamente se convirtió en el más ferviente y rendido adorador de Elena, adoración que favoreció la madre de la actriz, puesto que Granvela era un partido mucho más deseable que el escritor, que si bien era rico en facultades creadoras, no tenía dinero.

Lope quiso vengarse escribiendo una serie de composiciones insultantes y terriblemente ofensivas, tanto para Elena como para su familia, que corrieron por Madrid manuscritas y de viva voz, y que provocaron una inmediata denuncia por injurias, presentada por los aludidos.

Todavía tuvo Lope tiempo de encontrar un nuevo amor en Isabel Urbina, antes de que la justicia procediera a su arresto, cuando se hallaba en el Corral de la Cruz. Llevado a la cárcel, permaneció encerrado 40 días que empleó en amenazar a Elena con hacer llegar a su marido las cartas que le había escrito. La Justicia mandó efectuar un registro en casa del poeta y, aunque aquellas cartas no aparecieron, sí salieron a la luz otras muchas, de otras muchas admiradoras del escritor. El asunto le costó a Lope dos años de destierro de Castilla y cuatro de la Corte, con añadidura de pena de muerte o de galeras, si incumplía la condena.

Aun así la incumplió, pasando por Madrid, para recoger a la joven Isabel de Urbina a la que prácticamente secuestró, al parecer con la voluntad de ella, después de lo cual, si aceptamos su propio testimonio, se dirigió a Lisboa para enrolarse en la Armada Invencible –algo que no ha podido ser documentado, a pesar de que él habla incluso del navío en el que sirvió; el San Juan, de la escuadra de Portugal, a bordo del cual, incluso aseguró haber escrito La hermosura de Angélica, además de dar comienzo a La Dragontea-. 

Tuvo por entonces un duelo con un hidalgo entre dos luces (que hay también crepúsculo en el origen de la nobleza, como en el nacimiento del día), sin más oficio que decir donaires a los presentes y cortar de vestir a los que no estaban delante, lo que pudo obligar a Lope a desaparecer por un tiempo, en tanto que Isabel celebraba una boda por poderes en la iglesia de San Ginés de Madrid, en mayo de 1588. A la vuelta de Lope, ambos se instalaron en Valencia, mientras pasaban los dos años del primer destierro. Después se trasladaron a Toledo hasta que Lope encontró un empleo en la corte del duque de Alba, don Antonio de Toledo, cuyo servicio llevó a la pareja a Alba de Tormes, donde Isabel fallecería tras el alumbramiento de su hija Teodora, en 1594.

                           ¡Oh qué noche tan larga se me ofrece,
                           larga, obscura y helada,
                           que un Alba puse en Alba, y no amanece!

                          …Sin lumbre quedo en Alba,
                          esperando la muerte que me alumbre.

La Arcadia.

Juan Van der Hamen y León. Félix Lope de Vega y Carpio como caballero de Malta. Hacia 1628. Colección particular. Munich

En diciembre de 1595, cumplido el destierro, el monstruo volvió a Madrid, donde halló un caluroso reconocimiento y poco después un nuevo amor con Micaela Luján, para el poeta, Camila Lucinda, con la que tuvo cinco hijos –a pesar de que también estaba casada–, entre los que se cuentan dos de los más queridos por Lope: Marcela, nacida en 1606 y Lope Félix, en 1607, es decir, cuando el padre ya sumaba 45 años.

Al año siguiente pasó por un nuevo proceso bajo la acusación de amancebamiento con Antonia de Trillo, con la que mantuvo una relación simultánea con la de Micaela hasta 1608, y se sabe también que, aun estando con ella, se casó, en 1598, con Juana Guardo, con la que tuvo tres hijas y a su queridísimo Carlos Félix

Quevedo opinaba que Lope no amaba a Juana Guardo, sino que casó con carne y pescado, elementos que constituían la base del negocio de su suegro. 

Ante este complejo devenir amoroso y paternal, resulta evidente la causa por la que Lope escribía tanto, ya que todos sus ingresos resultaban insuficientes para su mantenimiento familiar.

En 1599, formando parte del cortejo del marqués de Sarriá, el sucesor del conde de Lemos –a quien sirvió con entrega incondicional, ya sabéis cuánto os amo y reverencio, y que he dormido a vuestros pies como un perro-, acudió a Valencia para recibir a la Archiduquesa Margarita, que venía, ya como esposa, por poderes, de Felipe III. Escribió Lope al efecto Las Fiestas de Denia y el evento supuso un recuerdo y una deuda impagables, a causa de los múltiples fastos promovidos por la generosa solicitud del Duque de Lerma para agradar y entretener al joven e inexperto monarca.

Bajo la protección de Sarriá, Lope escribió La Dragontea y La Arcadia.

Cuando la Corte se trasladó a Valladolid, Lope se instaló en Sevilla con Micaela Luján, en parte por gusto y, en parte, porque en Valladolid se encontraba también el padre de su mujer, con la que, en la misma época, aparece documentado en Toledo en unas escrituras de alquiler en agosto de 1604.

En 1605 aparecía la Primera Parte del Quijote, en cuyo prólogo, Cervantes alababa las comedias de Lope, a pesar de que, por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren.

Esto lo había leído Lope de Vega, posiblemente en copias del Quijote que circularon antes de su edición y, hablando de las tertulias poéticas a las que asistía, escribió que no había ningún poeta tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote, añadiendo asimismo algo que parece dar la razón a Cervantes:  Si allá murmuran de mis comedias algunos que piensan que las escribo por opinión, desengáñeles V. md. y dígales que por dinero.

Por esa misma época Micaela daba a luz a su hija Marcela, bautizada y registrada como hija de padres desconocidos, en la Iglesia de la Magdalena, en Toledo, la misma ciudad en la que se encargó Lope de organizar unas Justas Poéticas, con motivo del nacimiento de Felipe IV.

En 1605 aparecía otro personaje que tuvo gran influencia en la vida del autor: don Luis Fernández de Córdoba y de Aragón, VI Duque de Sessa; se convirtió en su mecenas, brindándole una protección que el genio devolvería trabajando para él como secretario, aunque completó su trabajo con las tareas de confidente, compañero de aventuras y conseguidor de mujeres. Al año siguiente se registraba el bautizo de Carlos Félix, hijo de Lope y su esposa Juana Guardo.

Jerusalén conquistada
Peribáñez y el comendador de Ocaña. 

En 1607 alquiló una casa en la calle de los Fúcar, en Madrid, donde se instaló con Micaela Luján mientras su mujer permanecía en Toledo hasta septiembre de 1610, momento en que, ya teniendo unos 48 años, se instalaba definitivamente en Madrid, en la calle de los Francos, donde permanecerá hasta su muerte, con Juana Guardo. Entre unas ocupaciones y otras, mantiene una nueva  relación con Gerónima de Burgos, conocida literariamente como Gerarda.


En 1609 aparece El Arte Nuevo de hacer Comedias, en el que Lope parece dar de nuevo la razón a Cervantes:

                                …cuando he de escribir una comedia
                                   encierro los preceptos con seis llaves

                                …como la paga el vulgo, es justo
                                    hablarle en necio para darle gusto.

El Villano en su rincón
Canción a la muerte de la reina Margarita

Ya en 1612 frecuenta la Academia Selvaje, fundada por Francisco de Silva, hermano del duque de Pastrana. Allí, una noche Lope va a leer pero no lleva lentes; Cervantes le presta los suyos, seguramente muy gastados, Lope los utiliza, pero posteriormente escribirá que parecían dos huevos mal fritos.

Es posible que la sucesiva desaparición de Carlos Félix en 1612, y de Juana Guardo al año siguiente, llevaran a Lope a tomar la decisión de ordenarse sacerdote –importaba el ordenarme a la desorden mía-, mediante una ceremonia celebrada el 24 de mayo de 1614; en adelante obtendrá diversos beneficios eclesiásticos que le ayudarán a seguir viviendo a pesar de las ya numerosas ausencias y del paso de los años, que alcanzaban la torre de su quinta década. Poco después, su confesor le lanzaría un sermón condenatorio por dedicarse a escribir las cartas de amor del duque de Sessa.

A mediados de octubre de aquel año se celebró la beatificación de Teresa de Ávila, evento que constituyó una buena excusa para organizar unas justas poéticas a las que también asistió Cervantes, que para entonces escribía en el Viaje al Parnaso sobre Lope: Poeta insigne, a cuyo verso o prosa, ninguno le aventaja ni aún le llega. Es también de esas fechas la publicación de las Ocho Comedias y Ocho Entremeses Nuevos, donde Cervantes incluyó aquella célebre expresión sobre el monstruo de la naturaleza, que se alzó con la monarquía cómica, avasalló y puso debajo de su jurisdicción a todos los farsantes, llenó el mundo de comedias propias, felices y bien razonadas, y tantas, que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos; y todas (que es una de las mayores cosas que puede decirse) las he visto representar, u oído decir, por lo menos, que se han representado...»

Sin embargo, andando el tiempo, cuando apareció la Segunda Parte del Quijote, en cuyo prólogo Cervantes respondía al Avellaneda de la segunda parte apócrifa, que le había reprochado supuestos ataques a Lope: no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio, del tal, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa. En ningún momento daba el nombre del comediógrafo, pero era público y notorio que el de la virtuosa ocupación era Lope.

La dama boba.
El perro del Hortelano.

En octubre de 1615 formó parte de la comitiva del duque de Sessa que acudió a Irún a entregar a la Infanta Ana Mauricia de Austria para casarla con el heredero francés, y acompañó de vuelta a Isabel de Borbónla francesica- a quien aquella corona entregaba para su matrimonio con Felipe IV.

Es evidente que las obligaciones de su nuevo estado no alcanzaron a reprimir el nacimiento de un nuevo amor, en esta ocasión con Marta de Nevares –la poética Marcia Leonarda, también casada–; 26 años, a la sazón, cuando el comediógrafo alcanzaba ya los 54. 

Manuscrito de la BNE, procedente de la Biblioteca de Osuna.

En 1617 se instala en Madrid su principal rival y adversario, ni más, ni menos, que don Luis de Góngora y, para colmo de males, aparece La Spongia, una cruel sátira en latín, que no solo atacaba su obra, sino también a su familia y sus permanentes dificultades económicas. Lope no dudó en responder con la misma virulencia a sus autores: Pedro de Torres Rámila, Cristóbal Suárez de Figueroa y Juan Pablo Mártir Rizo, por medio de su Expostulatio Spongiae.

En 1617, el 12 de agosto Marta Nevares da a luz a otra niña, Antonia ClaraClarilis-, hija de ambos; cansada de mantener una situación tan inestable inicia un largo pleito para obtener la anulación de su matrimonio e ingresa en un convento en espera de la resolución.

En 1618 aparece una nueva edición de El Peregrino, en la que figuran 114 nuevos títulos de creaciones de Lope, que se sumarían a los 219 ya publicados en ediciones anteriores, lo que da un total de 333, pero Lope, que tenía cierta propensión a aumentar el número de sus obras escritas, al tiempo que rebajaba el de sus años –como si estuviera en su mano, diría Cervantes–, sumó en total 462 títulos, y añadió que, en realidad, era autor de 800. 

En 1619, en una dedicatoria a su hijo dice: Yo he escrito novecientas comedias, doce libros de diversos sujetos, prosa y verso, y tantos papeles sueltos de varios sujetos, que no llegaría jamás lo impreso a lo que está por imprimir. 

Ese año moría el remiso marido de Marta Nevares y Lope, como el que no quiere la cosa, escribía en La viuda valenciana: ¡Bien haya la muerte!

Hacia 1621 su hija Marcela profesaba en las Trinitarias, más o menos al mismo tiempo en que Marta perdía la vista. Hasta entonces había hecho un cierto papel de musa, animando a Lope a seguir escribiendo y a experimentar con géneros en los que hasta entonces el autor no había pensado, y de cuyo empuje proceden las cuatro novelas italianas que, dedicadas a Marta, o Marcia, aparecieron a partir de 1621, el año en que Felipe IV ascendía al trono y Olivares asumía el gobierno: Las cosas empezaban a cambiar, a peor, en el caso del dramaturgo; tras perder totalmente la vista, en 1628 Marta empezaría a sufrir ataques de locura. 

Lope sigue creando y publica El laurel de Apolo, El castigo sin venganza y La Dorotea. Un nuevo recuento del conjunto de su obras, según su propia declaración, alcanza ahora la cifra de 1.500. 

Marta fallecía en abril de 1632, a los cuarenta años, dejando a Lope sumido en la soledad y la tristeza que llegaron al extremo, cuando dos años después moría también su hijo Lope Félix.

                                 …y es la locura de mi amor tan fuerte,
                                    que pienso que lloró también la muerte.

Para colmo de males, su querida hija Antonia Clara –el alma de mis ojos era-, le abandona para fugarse con Cristóbal Tenorio, un Caballero de Santiago y Ayuda de Cámara del rey.


Parece, no obstante, que en medio de tanto dolor, el poeta puede acudir al lenitivo de la creación literaria, y es entonces cuando escribe, entre otras cosas, Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos, una obra llena de humor que obtendrá alabanzas incondicionales de Quevedo: Frey Lope de Vega Carpio, cuyo nombre ha sido universalmente proverbio de todo lo bueno, prerrogativa que no ha concedido la fama a otro nombre.

El 24 de agosto de 1635 Lope sufrió un desvanecimiento tras el cual se vio obligado a guardar cama. Al día siguiente todavía escribió un poema de 246 versos Al siglo de Oro, pero el 27 fallecía en su casa de la calle de los Francos, a los 73 años de edad. Su entierro, costeado por el duque de Sessa fue un acontecimiento en Madrid a pesar de que el Consejo de Castilla prohibió la celebración de exequias públicas por parte del Ayuntamiento a causa de su desordenada vida amorosa, agravada, evidentemente, por la circunstancia de ser sacerdote. 

A sus exequias acudió todo el pueblo sin convidar a ninguno; las calles estaban tan pobladas de gente que casi embarazaba el paso al entierro, sin haber balcón ocioso, ventana desocupada ni coche vacío.

El cortejo pasó ante el convento de la Trinidad para que su hija Sor Marcela pudiera verlo.

Lope participó en los debates contemporáneos sobre cánones literarios, a veces como crítico y, a veces, como criticado. En La Spongia, de 1617, Pedro de Torres Rámila, maestro de Gramática de la Universidad de Alcalá, descalificó casi toda su obra, tanto la pastoril, como la lírica y la épica. Lope y sus defensores respondieron con la Expostulatio Spongiae al año siguiente.

En el terreno cómico, tras sus famosas Rimas de Burguillos, compuso también la Gatomaquia en 1634; un poema épico burlesco de 2.811 versos, donde cuenta las batallas amorosas de los gatos Marramáquiz, Zapaquilda y Micifuz.

                                pues que por vos, segundo Gatilaso,
                                quedarán para siempre de ratones
                                libres las bibliotecas del Parnaso. 

En las novelas dedicadas a Marcia Leonarda, siguió el modelo de Cervantes, al que criticaba duramente, a pesar de reconocer que no le faltó gracia ni estilo

Cuando, ya bastante envejecido y posiblemente decepcionado por los avatares de la fortuna, cuidaba amorosamente a Marta Nevares, escribió La Dorotea, donde evocaba aquel ya viejo amor por Elena Osorio; un larguísimo texto, prácticamente irrepresentable, un poco como La Celestina, y en el que, fundamentalmente cumplía su necesidad de narrar aquellos amores juveniles.

En su Égloga Amarilis, publicada póstumamente en 1637, cuenta con pena la historia de su amor con Marta Nevares.

AMARILIS. Manuscrito Daza.

El Arte nuevo de hacer comedias, de 1609, contiene 376 endecasílabos dedicados a la Academia de Madrid, en los que defiende sus puntos de vista estéticos sobre el teatro.

El Laurel de Apolo, de 1630 contiene una larga serie de alabanzas a escritores y pintores, a lo largo de unos 7.000 versos.

De su correspondencia con el duque de Sessa se conservan alrededor de 800 cartas de gran valor biográfico y costumbrista.

Además de sus muchas comedias –del estilo de La Dama boba y El Perro del Hortelano–, destacan sus obras basadas en hechos históricos o legendarios, como El mejor Alcalde, el Rey; Fuente Ovejuna; Peribáñez y el Comendador de Ocaña o El Caballero de Olmedo.

Lo cierto es que, la vida de Lope parece desde fuera terriblemente agitada y llena de sucesos, y lo fue, de hecho, pero sólo en lo relativo a sus aspectos amorosos, de los que al autor parece que nunca pudo, o supo, o quiso inhibirse.

A sus dos esposas: Isabel de Urbina y Juana de Guardo, acompañan, en la biografía del ilustre comediógrafo, hasta unas trece mujeres más, que se sepa, con las que compartió su existencia, en ocasiones, alternado dos a la vez. Así, junto a los nombres más conocidos, como Elena Osorio, Antonia Trillo, Micaela Luján, Jerónima de Burgos, Lucía de Salcedo y Marta de Nevares, aparece una conocida como Portuguesa, otra, como Flora; una Valenciana, una Loca y una Desconocida. Entre todas darían al autor unos quince hijos, también, que sepamos y, todos ellos constituyeron la verdadera aventura vital del autor, de la que no pudieron alejarle ni siquiera sus sinceras emociones religiosos.

El pontífice Urbano VIII le concedió un título honorífico de doctor en Teología, así como su admisión en la Orden de San Juan de Jerusalén. De ahí los títulos que usaba en ocasiones.


A título ilustrativo, algunos detalles complementarios sobre nuestro autor, que quizás aporten alguna pincelada nueva a su imagen: desde su experiencia en la singladura de las Azores descubrió que no le gustaba el mar, también le desagradaba profundamente que sus admiradores le interpelaran en la calle. Le afectaba muy negativamente que se conociera su edad, amaba las flores y los gatos, pero no los toros, la caza o los juegos de azar y presumía de nobles orígenes a la vez que solía mostrarse voluntariamente servil con la nobleza.

Junto con su amores y sus sueños de grandeza, tenía Lope la costumbre de intentar desacreditar a otros grandes escritores, atacándolos, no por el valor o la calidad de su obra, sino aludiendo a su supuesto origen, bien porque fuera humilde, bien porque tuviera pocas trazas de cristiano viejo. Así, mantuvo contiendas literarias -a veces, extremadamente vulgares-, con Cervantes o con el citado Góngora, pero estas serán objeto de un trabajo próximo.

EL CÓDICE DAZA
“AQUÍ ESTÁN LAS ÉGLOGAS”

Existen tres borradores manuscritos de Lope de Vega –los otros dos son conocidos como Durán y Pidal-; el llamado Códice Daza –adquirido en 2009 para la Biblioteca Nacional-, es de un valor inapreciable en varios aspectos; como documento propiamente dicho y como fuente de información, no sólo sobre la forma de trabajar del autor, sino, incluso, sobre su carácter y personalidad. Corresponde a la última etapa de su vida, entre 1631 y 1634 y se trata de un cartapacio en el que se han reunido varios cuadernos no necesariamente relacionados entre sí, ni de acuerdo con ningún orden previsto; de hecho, algunas hojas, incluso están colocadas boca abajo. Las cubiertas son de pergamino y en la portada hay una anotación escrita a mano: Aquí están las Églogas.

El texto contiene muchas correcciones, tachaduras, frases superpuestas, líneas verticales, etc. a lo largo de sus 532 páginas, entre las que incluso hay notitas que estuvieron pegadas a los bordes de algunas páginas.



Todo ello pone en evidencia la rapidez con que escribía Lope y el hecho de que frecuentemente, componía varias obras a la vez. Su contenido es, sobre todo, de carácter poético, aunque también hay prosa y parte del manuscrito es inédito.

Los cuatro siglos transcurridos desde la vida de Lope han dejado señales de insectos comedores de papel, pero, al parecer, los mayores daños son los producidos por la composición química de la tinta que se usaba en la época, que era terriblemente corrosiva.

Se trata, en fin, de un conjunto de valor inestimable, ya que la observación de la letra y la forma de escribir de una persona, pueden aportar más datos sobre ella, que cualquier biografía por completa que sea; el análisis de la escritura descubre docenas de características relativas a la personalidad del que la realiza, incluso aunque intente ocultarlas, lo que no sería el caso, dada la naturalidad casi negligente con que Lope de Vega iba poniendo sus ideas sobre el papel.

Ya en vida del autor se usaba en Madrid la expresión: Es de Lope, para referirse a algo extraordinariamente bueno. Cuenta Juan Pérez de Montalbán en su obra Fama póstuma a la vida y muerte del doctor frey Lope de Vega Carpio –en la que publicó los panegíricos dedicados al escritor por 153 autores-, que al ver pasar su multitudinario entierro, un hombre exclamó. ¡Es de Lope!, a lo que él respondió: ¡Acertó dos veces!



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