sábado, 1 de junio de 2013

Beethoven * Un Amor Inmortal

Ludwig van Beethoven en 1804

Entre 1802 y 1803, Beethoven compuso la Sonata para Piano y Violín nº 9 en La Mayor, opus 47, conocida como Sonata a Kreutzer; el nombre del violinista al que el compositor se la dedicó, aunque esa no había sido su intención cuando creó la obra.


Es quizá la Sonata para piano y violín más célebre de Beethoven, la más dificultosa de ejecutar en la parte del violín y la más larga –casi como un concierto-, con unos cuarenta minutos de duración. Cronológicamente, forma parte del llamado Segundo Período en las fases creativas del compositor, el mismo de la Sinfonía n.º 3 en mi bemol mayor, Eroica.

El famoso violinista inglés George Augustus Polgreen Bridgetower, durante una estancia en Viena, en 1803, tuvo la oportunidad de conocer a Beethoven, quien, de inmediato valoró muy positivamente la inusual habilidad del artista con el violín.

Bridgetower, 1779-1860

El intérprete pidió al compositor que creara una sonata para violín y piano que pudieran interpretar los dos juntos en uno de los conciertos del Augarten Pavilion que dirigía Ignaz Schuppanzigh.

Bridgetower, un atractivo mulato -la madre era de Suabia y el padre de Barbados-, tenía gran éxito con las mujeres y su talento como violinista era reconocido como excepcional, habiendo sido invitado a actuar en el Castillo de Windsor.

Beethoven recuperó el último movimiento de una sonata anterior y escribió los dos primeros, creando una partitura impresionante, compleja, y muy difícil de ejecutar, cuyo comienzo era grandioso.

                                1. Adagio sostenuto-Presto-Adagio
                                2. Andante con Variazioni
                                3. Finale. Presto

La víspera del concierto, Beethoven entregó la partitura a Bridgetower y ambos se dispusieron a estrenar la Sonata ante el Archiduque Rodolfo y los Príncipes Lichnowsky y Lobkowitz, el día 24 de mayo de 1803.

La partitura contenía un largo fragmento para piano, muy enérgico –casi furioso-, tras el que figuraba la anotación: “bis”; apenas llegó Beethoven a la marca, cuando, antes de que volviera a tocar el teclado, Bridgetower ejecutó la repetición, al violín y de memoria. 

El compositor escuchó asombrado y cuando Bridgetower terminó, se levantó y, vivamente emocionado, le abrazó. Después, volvió al piano y reanudó el concierto.


El recital fue un éxito rotundo tras el cual Beethoven anunció que dedicaría la Sonata a Bridgetower. Más tarde, los dos virtuosos se fueron a celebrar el triunfo y, entre copa y copa, el compositor escribió en la portada de la partitura:

Sonata per uno mulaticco lunattico.

Acto seguido, se la regaló al violinista y siguieron los brindis. Hasta que Bridgetower, en el calor de la celebración y del éxito, se permitió hacer un comentario de mal gusto sobre una señora a la que Beethoven tenía gran aprecio, lo que enfureció al vehemente genio, que de inmediato exigió la devolución de su manuscrito y procedió a tachar la dedicatoria, gritando que se la consagraría al mayor virtuoso del violín de Europa, que vivía en París

No volvieron a verse nunca más. Bridgetower terminó su vida en un asilo para indigentes al sur de Londres, donde un estudioso de Beethoven lo encontró años después de aquel concierto, y escuchó el episodio en versión original. En todo caso, el nombre del violinista desapareció prácticamente de la historia de la música, pasando Rudolphe Kreutzer, el virtuoso de París, a ocupar su lugar ante el título de una de las más bellas creaciones de la historia de la música.

Rudolphe Kreutzer

Era también Kreutzer un gran violinista que había conocido a Beethoven en 1798 durante una gira de conciertos en Viena y que solía tocar un Stradivarius de 1727 que todavía se conserva. Paradójicamente, cuando recibió el manuscrito en París, declaró que la obra era imposible de ejecutar e ininteligible para el público, y aseguró, incluso, que Beethoven no entendía el violín. Jamás interpretó la gran Sonata que ha glorificado su nombre.

A pesar del éxito de la pieza, la crítica contemporánea fue poco halagadora; el Allgemeine Musikalische Zeitung publicó que Beethoven había llevado su intento de originalidad hasta lo grotesco y que había puesto en práctica una especie de subversión artística; pero tales críticas son ignoradas hoy, mientras que la Sonata a Kreutzer se ha convertido en una de las más conocidas de la historia y está presente en la mayor parte de los repertorios. 

Los especialistas consideran que el Segundo Período dentro del cual Beethoven compuso esta obra, y que se extiende entre 1802 y 1815, es el de su madurez, y en su transcurso empleó las formas tradicionales en una forma distinta, dotándolas de un ardiente y, a veces trágico dramatismo. Aun estando su creación probablemente relacionada con un sombrío estado de ánimo, o quizás por ello, las obras producidas durante este Período, están entre las mejores de su producción y, sin duda son las más inquietantes y conmovedoras. 

Así, además de la Sonata a Kreutzer, compuso también en esta época, la Sonata para piano nº. 23 en fa menor op. 57 Appasionata; los Conciertos, para Violín y Orquesta en re mayor, op. 61 y n.º 4 para Piano y Orquesta en sol mayor, op. 58; la Obertura Egmont op. 84 y la Ópera Fidelio op. 72, además de las Sinfonías, Tercera en mi bemol mayor, Eroica, op. 55 –de la que también borró la dedicatoria a Napoleón-; la grandiosa y dramática Quinta en do menor, op. 67; la sosegada Sexta en fa mayor op. 68, Pastorale; la tierna y alegre Séptima, en la mayor, op. 92 y la serena Octava en fa mayor, op. 93  –esta última, ya en 1812-.

Desde principios del siglo, la sordera que el genio intentaba disimular, empezó a progresar rápidamente, afectando a su estado de ánimo, hasta el punto de que su médico le recomendó que se tomara un tiempo de descanso en el campo, lo que Beethoven decidió poner en práctica desplazándose a Heiligenstadt, entre el Danubio y los Cárpatos, algo que pudo ser muy positivo para su estado de ánimo, si no hubiera tenido que separarse de su amada alumna Giulietta Guicciardi –la destinataria de la Sonata para piano nº. 14 en do sostenido menor: Mondschein-SonateClaro de Luna–, op. 27-, lo que unido a su imparable pérdida auditiva, le provocó una grave depresión que aumentó el desabrimiento de su carácter.

… este demonio envidioso –escribió-, mi mala salud, me ha jugado una mala pasada, pues mi oído desde hace tres años ha ido debilitándose más y más, y dicen que la primera causa de esta dolencia está en mi vientre, siempre delicado. Muchas veces he maldecido mi existencia. Durante este invierno me sentí verdaderamente miserable; volví a caer en mi anterior estado. Hace casi dos años que no voy a reunión alguna porque no me es posible confesar a la gente que estoy volviéndome sordo. Si ejerciese cualquier otra profesión, la cosa sería todavía pasable, pero en mi caso ésta es una circunstancia terrible; mis enemigos, cuyo número no es pequeño, ¿qué dirían si supieran que no puedo oír?"

Cuando Giulietta se casó con un noble –acorde con su propia clase, a la que, desde luego, no pertenecía el compositor-, Beethoven pensó en el suicidio y escribió incluso una carta dirigida a su hermanos –aunque nunca se la envió-, que se conserva y se conoce como Testamento de Heiligenstadt.


El documento, de difícil lectura, firmado el 6 de octubre de 1802, apareció tras la muerte del compositor, junto con la celebérrima carta a la Amada InmortalUnsterbliche Geliebte–, de 1812.

Beethoven, con frases arrebatadas, a veces sin terminar, a veces con llamativos errores de concordancia, habla de su enfermedad y de la ansiedad que le provoca, revelando un estado de ánimo verdaderamente angustiado.

Para mis hermanos Carl y... (1) van Beethoven:

¡Oh, hombres que me juzgáis malevolente, testarudo o misántropo! ¡Qué equivocados estáis! Desde la infancia, mi corazón y mi mente se inclinaron al tierno sentimiento de la bondad, incluso deseaba realizar acciones generosas, pero, pensad que hace ya seis años que me he visto atacado por una dolencia incurable, agravada por médicos insensatos, estafado año tras año con la esperanza de una recuperación, y finalmente, obligado a afrontar en el futuro una enfermedad crónica (cuya cura llevará años, o tal vez sea imposible). 

Nací con un temperamento ardiente y vivo, y hasta idóneo para participar en las distracciones de la sociedad, pero pronto me vi obligado a aislarme, a vivir en soledad. Cuando en algún momento traté de olvidar fue cuando más forzado me vi a reconocer la realidad de mi sordera, pero aún entonces, me resultaba imposible decir: ¡habla más fuerte!, o ¡grita!, porque estoy sordo. Ah! ¿Cómo podía yo admitir tal debilidad en un sentido que en mi debería ser más perfecto que en otros, un sentido que una vez poseí en la más alta perfección, tal como pocos en mi profesión disfrutan o han disfrutado? Oh, no; no pude hacerlo. Así, perdonadme cuando veáis que me marcho, aun cuando seguiría con vosotros con agrado. 

Esta desgracia es doblemente dolorosa porque hace que sea incomprendido. Para mí no puede existir la alegría de la compañía humana, ni la de los refinados  diálogos, o las mutuas confidencias; solo puedo mezclarme con los demás cuando una gran necesidad me obliga a hacerlo.

Debo vivir como un exiliado, porque cuando me acerco a la gente, un violento terror se apodera de mí; el temor de que puedo estar en peligro o de que mi condición sea descubierta. Así fue durante el año pasado cuando estuve en el campo, a donde fui por orden de mi inteligente médico para hacer descansar mi oído cuanto fuera posible, aunque en esto coincidía con mi disposición natural. A veces desobedecía la orden, movido por mi instinto social, pero qué humillación cuando alguien a mi lado escuchaba una flauta a lo lejos, y yo no oía nada, o decían que cantaba un pastor, y yo tampoco lo oía.

Estos incidentes me llevaron al borde de la desesperación; un poco más y hubiera puesto fin a mi vida. Sólo el arte me sostuvo, porque parecía imposible dejar el mundo hasta haber creado todo lo que yo sentía que estaba llamado a crear, y entonces decidí soportar esta existencia miserable, verdaderamente miserable; una naturaleza hipersensible a la que un cambio inesperado puede lanzar del mejor al peor estado.

Ahora debo dejar que la paciencia me guíe y espero que mi determinación permanezca firme para poder soportar hasta que a las inexorables  parcas les plazca cortar el hilo. Tal vez mejoraré, tal vez no, estoy preparado, aunque no es fácil, y menos aún para el artista que para otros. 

Ser Divino, Tú que miras dentro de lo profundo de mi alma, Tu sabes, Tu sabes que el amor al prójimo y el deseo de hacer el bien, están ahí. 

Cuando algún día leáis estas palabras, pensad que habéis sido injustos conmigo,  y dejad que se consuele el desventurado al descubrir que hubo alguien semejante a él, que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, igualmente hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser aceptado en la superior categoría de los artistas y los hombres dignos.

Vosotros, mis hermanos,  Carl y (1), cuando muera, si el Dr. Schmidt aún vive, pedidle, en mi nombre, que describa mi caso y guardad este documento con la historia de mi enfermedad de modo que en la medida de lo posible, al menos el mundo se reconcilie conmigo después de mi muerte. Al mismo tiempo os declaro a los dos herederos de mi pequeña fortuna (si puede ser llamada así), divididla justamente, aceptaos y ayudaos uno al otro: Cualquier mal que me hayáis hecho, lo sabéis,  hace tiempo que fue olvidado. A ti, hermano Carl te doy especialmente las gracias por el afecto que me has demostrado últimamente. Es mi deseo que vuestras vidas sean mejores y más libres de preocupación que la mía, recomendad la virtud a vuestros hijos, sólo ella puede dar felicidad, no el dinero, hablo por experiencia, fue la virtud la que me sostuvo en el dolor; sólo a ella y a mi arte debo el hecho de no haber acabado mi vida con el suicidio.
Adiós, quereos el uno al otro.

Quiero dar las gracias a todos mis amigos, particularmente al Príncipe Lichnowsky y al Profesor Schmidt.  Deseo que los instrumentos del Príncipe L, sean conservados por uno de vosotros, pero que no resulte una pelea de su posesión, si pueden serviros para mejores fines, vendedlos; me sentiré contento si puedo seros de alguna ayuda desde la tumba y me acercaré a la muerte con alegría; si llega antes de que tenga la oportunidad de mostrar todas mis capacidades artísticas, habrá llegado demasiado temprano, no obstante mi duro destino, probablemente desearé que llegue más tarde, pero aun así estaré satisfecho, porque me liberará de mi interminable sufrimiento. Venga cuando venga, la recibiré con valor.

Adiós y no me olvidéis completamente cuando esté muerto, merezco eso de vosotros, habiendo yo pensado en vida tantas veces acerca de cómo haceros felices, sedlo.

Ludwig van Beethoven
Heiligenstadt Octubre 6, 1802

Para mis hermanos Carl y (1) Para ser leído y ejecutado después de mi muerte.

Cuatro días después, el compositor añadió un comentario:

Heiligenstadt, 10 de Octubre de 1802. Entonces de esta forma me despido de vosotros- y tristemente en verdad- si esa amada esperanza que llevaba conmigo cuando volví después de curarme, al menos en parte… debo abandonar completamente, igual que las hojas de otoño caen y se marchitan, así se ha destruido la esperanza, me voy. El ánimo que a menudo me inspiró en los bellos días de verano, ha desaparecido. Oh, Providencia, otórgame al menos un día de pura felicidad… hace tanto tiempo que la verdadera felicidad resonó en mi corazón… Oh cuando, cuando, oh Divinidad, la encontraré otra vez, en el templo de la naturaleza y de los hombres? ¿Nunca? No; eso sería demasiado duro.

(1) El autor omitió tres veces el nombre de su hermano menor, Nikolaus Johann; quizás dudó entre uno y otro, o tal vez había discutido con él; en realidad, no se sabe por qué lo hizo.

Al final renunció al suicidio y reanudó su actividad con la ayuda de la música y de sus supuestas enamoradas, como las hermanas Brunswick, también alumnas –más destacadas que las demás y muy firmes candidatas ambas a ser la Inmortal–, a las que siguieron muchas otras como Therese Maltati, Amalie Sebald o incluso Bettina Brentano, que fue quien le presentó a Goethe, con el que, por cierto, tuvo una relación bastante fría, a causa, quizás de la gran diferencia de caracteres; Beethoven creía que Goethe era frío e insensible y el escritor consideraba a Beethoven un hombre más bien incapaz de emplear buenas formas en su trato.

Ludwig van Beethoven. Óleo de Willibrord Joseph Mähler, 1815

Beethoven escribió después dos testamentos más, uno en 1824 y otro, pocos días antes de su muerte en 1827, pero se trata ya de documentos de carácter legal, redactados por un especialista y que pretendían organizar el destino de su legado material.

Tras la desaparición de compositor, su secretario Schindler y su hermano Johann, buscaron y encontraron una caja de la que Beethoven nunca se separaba y que contenía documentos financieros; el citado Testamento de Heiligenstadt, y la célebre y enigmática carta a la Amada Inmortal.

Schindler numeró las cuartillas y tachó alguna frase de la carta, en la que  Beethoven empleaba una extraña puntuación; saltaba de una frase a otra sin transición y empleaba indiscriminadamente mayúsculas y minúsculas, dejando un texto difícil de interpretar con exactitud en algunos de sus pasajes, usando, además, una letra muy grande, lo que explica el poco texto contenido en cada cuartilla.

Se diría que, al escribir, el compositor se hallaba en un complejo estado de ánimo entre preocupado, nervioso, contradictorio, cansado, animoso, esperanzado, alegre, enfadado, satisfecho e inquieto, y bajo una tensión descontrolada que le llevaba de un extremo a otro entre la confianza y el pesimismo, como lo probaría incluso, el hecho de que escribiera con tanta urgencia una carta que jamás envió.

[pág. 1]
6 de julio, por la mañana.

Mi ángel, mi todo, mi yo mismo - Hoy sólo unas palabras y con lápiz (el tuyo) - mañana decidiré  finalmente  mi alojamiento -qué inútil pérdida de tiempo- Por qué este profundo dolor cuando se impone la necesidad - nuestro amor no puede permanecer  si no es por el sacrificio, si cada uno no lo exige todo del otro; puedes modificar el hecho de que no seas totalmente mía, y yo no sea totalmente tuyo-Oh, Dios, 

[pág. 2]
mira la hermosa naturaleza y conforta tu alma acerca de lo que debe ser -el amor lo quiere todo y con razón. Así es para mí contigo y para ti, pero tú olvidas muy fácilmente que debo vivir para mí y para ti; si estuviéramos unidos sentirías el dolor tan poco como yo -Mi viaje fue horrible; llegué aquí a las cuatro de la mañana. Como faltaban caballos, el cochero eligió otra ruta, pero qué 

[pág. 3]
horrible; en la penúltima posta me advirtieron sobe viajar de noche intentando asustarme con el bosque, pero eso me pareció un reto -y me equivoqué. el coche se atascó en el horrible camino, un camino de lodo sin fondo. Sin los postillones no habría quedado allí. Esterházy, por otro camino, tuvo la misma suerte pero con ocho caballos y yo con cuatro -De todos modos, me quedé satisfecho,

[pág. 4]
 como siempre cuando supero con éxito las cosas-  ahora, vamos rápidamente al interior desde fuera. Probablemente nos veremos pronto; hoy todavía  no puedo explicarte los pensamientos que tuve los últimos días sobre mi propia vida- si nuestros corazones estuviesen siempre unidos, no tendría nada que decirte. -Oh- hay momentos en que siento que las palabras no sirven de nada-. alégrate- sigue siendo mi único tesoro, mi todo, como yo lo soy para ti. los dioses deben darnos lo que debe ser nuestro -tu fiel Ludwig-.

[pág. 5]
Por la noche, lunes 6 de julio.
Estás sufriendo, mi amadísima criatura-sólo ahora me doy cuenta de que es necesario despachar las cartas por la mañana muy temprano . lunes  - jueves-  los únicos días que el correo va de aquí a K.-estás sufriendo- Oh, dondequiera que estoy estás conmigo. Me digo a mí y a ti intenta que yo pueda vivir a tu lado. ¡¡¡Qué vida!!! ¡¡¡Así es!!!  sin t i-perseguido por la amabilidad de todo el mundo aquí y allá -que no quiero merecer como merezco -la humildad del hombre hacia el hombre -me molesta- y cuando me veo a mi mismo

[pág. 6]
dentro del universo qué soy y qué es El –ese al que llamamos el Más Grande -y aun así -aquí está lo divino del hombre -lloro cuando pienso que probablemente no recibas noticias mías hasta el sábado -aún como me amas -te amo más -no te ocultes de mí

[pág. 7]
-buenas noches -como estoy tomando los baños debo ir a acostarme  -¡ir tan cerca! ¡tan lejos! no es nuestro amor una casa celestial, y también tan firme como el cielo?-

Buenos días, el 7 de julio.

Cuando aún estoy acostado, mis pensamientos van hacia ti, mi eternamente amada -amada inmortal-, de los momentos alegres y otras veces  tristes, esperando al destino si nos será favorable  -puedo vivir si es totalmente contigo, o no viviré

[página 8]
-Sí estoy dispuesto a vagar tanto tiempo hasta que pueda volar a tus brazos y saberme realmente contigo, y enviar mi alma en tu abrazo al mundo del espíritu -sí, infortunadamente así debe ser -tú debes dominarte más sabiendo la fidelidad que te guardo. nadie más puede poseer mi corazón nunca-nunca -Oh, Dios, por qué uno tiene que separarse de lo que tanto ama. y así, mi vida en V [Viena] tal como es ahora es muy desgraciada -Tu amor me hace el más feliz y al mismo tiempo el más infeliz a la vez -a mi edad debería llevar una vida serena y estable- ¿Puede 

[pág. 9]
haber eso en nuestra relación? Ángel, acabo de oír que el correo va todos los días y por lo tanto, debo terminar, para que recibas la C [carta] inmediatamente. sigue tranquila, sólo con la tranquila consideración de nuestra existencia podremos lograr nuestro propósito de vivir juntos - Ten paciencia - ámame -hoy - ayer - qué doloroso anhelo de ti – de ti - de ti - -tú- mi 

[pág. 10]
amor -mi todo- adiós. oh, continúa amándome-nunca juzgues mal el más fiel corazón de tu amado
L.
Siempre tuyo
siempre mía
siempre nuestros

Beethoven escribió el número y el día de la semana correspondiente, pero no el año y, desde luego, tampoco consignó ni el nombre, ni la menor pista sobre la persona en la que pensaba cuando escribía. Tampoco es fácil saber si se había propuesto enviar la carta y se arrepintió más tarde, o si escribió para dar salida a sus emociones, sin otros objetivos posteriores. 

Schindler declaró, sobre la base de sus deducciones personales,  –a pesar  de su prolongada relación con el compositor-, que la carta era de 1806; que Beethoven la escribió en un balneario húngaro y que estaba dirigida a Giulietta Guicciardi, prima de los hermanos Brunswick, a la que Beethoven había dedicado la Sonata para Piano Claro de Luna, Quasi una Fantasia. Más tarde, el secretario tuvo conocimiento de que Giulietta se había casado con el conde Gallenber tres años antes, lo que le llevó a adelantar la fecha de la carta el mismo período. Aún así, el asunto de la identidad de la Inmortal destinataria, como base para profundizar en la compleja personalidad del compositor, provocó una controversia que aún no se ha resuelto.

Otro biógrafo, Thayer, propuso el nombre de Teresa von Brunswick, basándose en algunos detalles que consideró transcendentes, como el hecho, por ejemplo, de que Teresa le enviara un retrato suyo que Beethoven conservó hasta el final de su vida; o que el músico le dedicara en 1809 la Sonata para Piano n.º 24 en fa sostenido mayor, op. 78 y, por último, un comentario de Otto Jahn, en el que aseguraba que el conde Ferenc Brunswikc adoraba a Beethoven, al igual que sus dos hermanas. Comparando estos datos y otros, Thayer concluyó asimismo, que la carta era de 1806, pero pronto se descubrió una incoherencia a partir del único dato en el que Beethoven fue preciso: en 1806, el día 6 de mayo no había sido lunes. 


Los nobles húngaros, Brunszvik, Teréz, Ferenc y Jozefina

A pesar de la aparición de 13 cartas dirigidas a Teresa entre 1804 y 1807, la última de las cuales contenía el manuscrito de la Sonata Appassionata, que Teresa debía entregar a su hermano y en la que el compositor se despedía como eternamente tuyo, la hipótesis sobre su identificación como destinataria de la carta a la amada inmortal, fue desechada completamente hacia 1909, cuando se demostró sin lugar a dudas que, si bien esta señora había tenido varias relaciones sentimentales, no aparecía en su vida ni en su diario, el menor detalle que la relacionara sentimentalmente con Beethoven; incluso ella misma, creyendo verídicos los datos del biógrafo Thayer, declaró que probablemente fuera de su hermana Josephine de quien estuvo enamorado el compositor. Finalmente, tanto Teresa como Josephine fueron descartadas por la falta absoluta de pruebas al respecto. No sabemos, pues, quién fue la Amada Inmortal del inmortal compositor.

Por otra parte, si tomamos la carta en cuestión como esa especie de testamento en que se convirtió a causa de su hallazgo después de la desaparición de Beethoven, y la afrontamos con la partitura de la Sonata a Kreutzer, llegaríamos a la conclusión de que el genial compositor dejó más de una pista espléndida e indescifrable acerca de su persona. No sabemos quién era la inmortal y no sabremos si la sonata respondía o no, a una vivencia amorosa, pero ambas, carta y sonata, incluso sumidas en ese enigmático vacío, expresan más sobre la persona del gran compositor, de lo que cabría esperar ante la falta absoluta de certezas al respecto.

En 1889 León Tolstoi publicó una novela titulada Sonata a KreutzerКрейцерова соната–.

Su título, es evidente, hace referencia a la Sonata de Beethoven del mismo nombre.

Durante un viaje en tren, el protagonista, Pozdnychev, entra en conversación con otros pasajeros que hablaban de las relaciones entre hombre y mujer y les cuenta que ha asesinado a su esposa. Explica que ya en la luna de miel se había agotado el amor y que desde entonces sus relaciones fueron estrictamente sexuales y cada vez más violentas, hasta que un día, su mujer, tras una espantosa discusión, intentó suicidarse. Fue entonces cuando Pozdnychev decidió presentarle a Troukhatchevski, un atractivo violinista, con el que ella decide celebrar una velada en la que ambos interpretarán la Sonata a Kreutzer; la esposa de Pozdnychev al piano. 

El protagonista cree ver en el ardiente diálogo violín-piano, una muestra del amor surgido entre su esposa y el violinista y, según avanza la interpretación, más se asegura de que es imposible que los músicos puedan compenetrarse de forma tan intensa, si no hay una pasión que los sustente.

La historia es un alegato contra el matrimonio, institución que, para entonces, Tolstoi consideraba como un prostitución legalizada. Su planteamiento llevó la novela ante los tribunales rusos, e incluso en Nueva York, estuvo un tiempo prohibida, hasta que un juez dictaminó que el autor no podía ser inculpado y que la obra podía volver a la prensa.


Titulares del New York Times, del 8 de agosto y del 24 de septiembre de 1890 respectivamente.

Sofía, la mujer de Tolstoi, sin embargo, vio en la historia un sospechoso reflejo de su propia experiencia. De hecho, Tolstoi murió en una estación de tren cuando abandonó la casa tras una fuerte discusión con ella; el novelista, para entonces defensor de la abstinencia sexual, había decidido que sus bienes debían ser repartidos entre los pobres, olvidando la suerte de sus trece hijos.

El hecho que nos interesa ahora, es quizás, la idea de que Tolstoi responsabilizara a la música de la culpable actitud de la esposa, en este caso concreto, a la Sonata a Kreutzer, que entendió, efectivamente, como un sensible dialogo erótico ente violín y piano –transferido a violinista y pianista-, por lo que no sorprende que lo utilizara convirtiendo el hecho de que la esposa del protagonista interpretara la sonata al piano, respondiendo al diálogo alternativo del caballero del violín, como una traición flagrante, que ocasionó su deseo de venganza .

La Sonata a Kreutzer, óleo del músico y pintor René-Xavier Prinet, 1901.

Sin embargo Beethoven, de acuerdo con lo que de él se sabe, no responde en modo alguno a ese tipo de relación apasionada e incontenible expresada en su música, que por tanto, inventaría a partir de su propia imaginación. En opinión de su biógrafo Maynard Solomon: Las vicisitudes de la vida amorosa de Beethoven -o más exactamente, la falta de vida amorosa- fue un manantial permanente de sufrimiento. No lograba establecer una relación de amor con ninguna mujer, quizás en parte porque invariablemente se sentía atraído por mujeres que estaban unidas o comprometidas con otros. 

De acuerdo con diversos biógrafos, su denominada pasión por lo inalcanzable, surgió ya ante su primer amor juvenil con Jeannette d'Honrath, estando ella comprometida con un oficial austriaco. Lo mismo ocurriría con Anna von Westerholt, de quien se enamoró desesperadamente, hasta que ella se casó con un noble; con Eleonore von Breuning, que a su vez se casó con el crítico Wegeler o con Bárbara Koch, que también se casaría con un noble.

Quienquiera que fuera la Inmortal Amada, jamás recibió la apasionada confesión de amor de Beethoven y, si llevando la imaginación más lejos, fuera la misma que le inspiró la apasionante Sonata a Kreutzer, seguramente nunca lo supo, y por lo tanto tampoco sabremos los admiradores de su obra, si fue posible que existiera en la vida del compositor un amor inmortal a la altura de su creación. 




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