sábado, 15 de agosto de 2020

FANTIN-LATOUR • RETRATOS DE GRUPO 3 • HOMENAJE A DELACROIX 004: MANET

<RETRATOS DE GRUPO 1

<RETRATOS DE GRUPO 2

RETRATOS DE GRUPO 4>

4- Édouard Manet, autorretrato. Fotografiado por Nadar, 1867/70

Édouard Manet nació en París, el 23 de enero de 1832, ciudad en la que también fallecería, el 30 de abril de 1883. Aunque él mismo nunca se consideró un impresionista, se considera su influencia sobre los artistas que sí se incluyeron en este estilo.

Procedía de una familia acomodada y su escolarización transcurrió con toda normalidad, a pesar de que pudo obtener la calificación mínima para continuar los estudios; algo que supuso una notable decepción para su padre, un conocido magistrado, sin embargo, durante aquella etapa infantil, se familiarizó con el arte. En vista de ello, a los dieciséis años se embarcó para ir a Río de Janeiro como marinero en prácticas, pensando en prepararse para ingresar en la Academia Naval Francesa, pero pronto cambió de opinión y decidió asistir al taller de pintura de Thomas Couture, donde las clases, como era habitual, se complementaban con visitas a museos. 

Pero en 1856 abandonó el taller, porque, después de seis años de aprendizaje, se convenció de que el maestro era excesivamente convencional o, quizás, incluso, anticuado. Lo cierto es que en el mundo del arte se sabía que Thomas Couture, era un artista muy sujeto al pasado. Durante aquellos años de aprendizaje, Manet copió en el Louvre obras de grandes, como de Tiziano, Rembrandt, Goya, Delacroix, Courbet y Daumier; en realidad, había aprendido de Couture, la importancia de conocer y reconocer a los maestros antiguos.

Autorretratos: Tiziano, Prado – Rembrandt, NGA, Washington – Goya, Castres. Fr.

Autorretratos de Delacroix –Louvre- y Courbet, Musée Fabre, Fr. Fotografía de Daumier.

Entre 1853 y 1856 hizo varios viajes para ampliar su horizonte artístico. Visitó Italia, Países Bajos, Alemania y Austria, ciudades en las que también copió a los grandes maestros. Visitó España, donde, en aquella oportunidad, lo que más impresionó su imaginación –más que la pintura-, fue la observación de las costumbres, el folclore y el mundo taurino.

El 26 de octubre de 1863 –a los 31 años-, se casó con la pianista neerlandesa Suzanne Leenhoff, con la que ya mantenía relaciones desde los 18 años.

Mujer vertiendo agua. Estudio de Suzanne Leenhoff. Édouard Manet.

A pesar de haber legalizado su situación, un niño llamado León, del que, casi con toda seguridad se cree que era hijo de Manet, nacido en 1852 –cuando él tenía 20 años-, siguió llevando el apellido de Suzanne, la madre, por lo que era considerado en su entorno, como si en lugar del hijo, fuera el hermano de esta.

En 1864 -32 años-, Manet posó para el Homenaje a Delacroix, de Fantin-Latour, del que nos ocupamos.

En agosto de 1865 Manet volvió a España en compañía de su amigo Zacharie Astruc. Durante esta visita, descubrió la pintura barroca española, pero, sobre todo, vio la obra de Diego Velázquez, cuya atenta observación, ejerció una notabilísima influencia en su propia obra.

En 1869 conoció, a través de un marchante de arte, Eva Gonzalès, hija de un conocido novelista, a la que recibió como discípula. Eva, de la que se dice que “tenía talento, pero carecía de iniciativa”, fue la única alumna que tuvo Manet, y la retrató en 1870.


Eva Gonzalès de Manet

Al empezar la guerra franco-prusiana, Manet y casi todos sus amigos impresionistas fueron movilizados, por lo que decidió llevar a su familia a Oloron-Ste.-Marie, en los Pirineos, e hizo llegar trece obras suyas al crítico Duret, a las que seguirían muchas más, hasta que este último también fue movilizado como teniente de la Guardia Nacional, durante el sitio de París.

Una vez firmado el armisticio, en 1871, Manet se unió a la efímera Comuna de París, con otros catorce pintores y diez escultores de la federación de artistas. A pesar de su buena amistad con muchos de los jóvenes impresionistas, especialmente, con Claude Monet; nunca quiso participar en las exposiciones independientes de aquellos, pues prefería mostrar su obra en el Salón, y si este las rechazaba, las exponía en su propio estudio.

En 1872 Paul Durand-Ruel adquirió, por 35.000 francos, veinticuatro obras suyas y organizó una primera exposición de pintores impresionistas, que, en contra de lo esperado, no tuvo éxito comercialmente. Entre tanto, aquellos artistas iban asentando una conciencia definida como grupo, y crearon la llamada Société anonyme des artistes, con objeto de organizar sus propias exposiciones colectivas.

Durante aquel período, Manet tuvo mucha relación con Monet, y empezó a adoptar técnicas impresionistas, aunque, como hemos dicho, no quiso participar en las exposiciones de aquellos, aunque sí organizó una personal en su taller de la calle St. Petersboug, en París, que resultó un éxito, llegando a contabilizarse unas 4.000 visitas.

Desgraciadamente, hacia 1880, su salud empezó a deteriorarse a causa de un problema circulatorio crónico que no mejoró a pesar de someterse a tratamientos de hidroterapia en Bellevue, sin embargo, fue por entonces cuando se reconoció y valoró su talento; de hecho, recibió una medalla de segunda clase en el Salón, justamente, cuando fue recibido como Caballero de la Legión de Honor.

El 20 de abril de 1883, a causa de aquella enfermedad, le fue amputada la pierna izquierda, pero falleció diez días después, a los 51 años.

De todos los artistas de su tiempo, Manet fue quizás el más controvertido y rebelde; con todo, siempre buscó el reconocimiento, a pesar de lo cual, y aunque hoy es conceptuado como uno de los grandes en la historia del arte, se sentía inseguro sobre su orientación artística y le afectaban profundamente las críticas adversas a su obra. 

Manet suele ser clasificado como un precursor del Impresionismo, y, de hecho, lo fue, aunque no por decisión personal, ni. mucho menos, por voluntad de alinearse con aquella corriente o estilo, que puede definirse con características muy amplias y aplicables, en cierto sentido, a otros artistas muy anteriores, como, por ejemplo, Velázquez, pero Manet jamás expuso con el grupo y tampoco abandonó los Salones oficiales, aunque le rechazaran una y otra vez. De acuerdo con sus palabras, “no tenía intención de acabar con los viejos métodos de pintura ni de crear otros nuevos”, algo que contradecía el concepto de aquellos que sí se reconocían y le reconocían como impresionista.

Es cierto también, que la fama de Manet, al principio de su carrera, se debió más a los temas de algunos de sus cuadros, considerados escandalosos, que a la calidad de su obra. Hasta mediados de la década de 1870 no empezó a utilizar técnicas impresionistas. En este sentido, Bownes –director del Museo de Arte Moderno de Lodz, en Polonia-, trató de demostrar, de forma bastante convincente, que, de joven, sin llegar a considerarse un innovador, Manet sí trataba de hacer algo nuevo: buscaba crear un tipo libre de composición que estaría, sin embargo, tan herméticamente organizada en su superficie como los cuadros de Velázquez.

En 1859 presentó por primera vez en el Salón su Bebedor de absenta, que provocó una furibunda reacción entre el público y en el jurado, inexplicable, sin duda, para un Manet que, durante toda su vida lo único que buscó fue el éxito dentro de la respetabilidad, y que no se proponía enfrentarse a nada ni a nadie.

Manet: El bebedor de absenta, 1859. Ny Carlsberg Glyptotek. Dk.

La obra fue rechazada por el jurado, obteniendo un único voto que algunos autores han atribuido a Eugène Delacroix. Al parecer, el dibujo del boceto, no gustó a los miembros del jurado, pero probablemente el verdadero motivo de su rechazo pudo ser, más bien, su tema, pues representaba una de las primeras imágenes de un bebedor en el arte. Hubo incuso quien dijo que el pintor representaba al personaje como si se tratase de un héroe.

Manet se había inspirado, en principio, en la obra Las flores del mal, de Baudelaire, y es posible que la censura de algunos poemas de este último, se extendiese también a la pintura.

Se trata de un retrato de cuerpo entero, de un trapero conocido, llamado Collardet, que frecuentaba el entorno del Louvre. Aparece pintado en tonos marrones, grises y negros, medio apoyado en una especie de poyete de piedra, sobre el que se encuentra la copa. Hay también una botella vacía a sus pies, pero, sorprendentemente, la chistera negra y la capa, dan al modelo un aspecto casi aristocrático. 

Además de la influencia de Courbet, se ha planteado que Manet pudo inspirarse en algunas pinturas de gentes comunes, realizadas por Velázquez, al que, como sabemos, consideraba el mejor, recordando, en esta ocasión, sus retratos imaginarios de Esopo y Menipo, inspirados en tipos populares.

Velázquez: Esopo y Menipo, 1638/40. MN Prado.

Lo cierto es, que según las convenciones morales de la época, el problema no es que hubiera bebedores en la calle, sino que fueran retratados, cobrando una realidad que se prefería ignorada u oculta. 

Por otra parte, la pintura presentaba ciertos “fallos”; como, por ejemplo, las piernas del personaje, que no encajan correctamente con el cuerpo, desde el punto de vista anatómico.

Con todo, Manet incluyó la misma figura en una pintura de 1862 conocida como El viejo músico, que se muestra a continuación, pero que observaremos en detalle, entre las obras posteriormente destacadas, en la Retrospectiva de 1905 en el Grand Palais.

Manet: El Viejo Músico. 1862. NGA

En la década de 1860, su pintura de tema español, tan de moda por entonces en Francia, fue muy bien acogida y, en 1861 el Salón aceptó por primera vez un cuadro suyo, el Guitarrista español.

Manet: El guitarrista -o cantante- español. MET-NY

Las dificultades volvieron, cuando el Salón de 1863 rechazó una importante obra suya, también por considerarla escandalosa, por lo que se vio obligado a presentarla en los RechazadosSe trataba del reconocido Le déjeuner sur l’herbe - Almuerzo en la hierba.

Le Déjeuner sur l'Herbe - El almuerzo en la hierba, 1863. Orsay

El cuadro se considera claramente inspirado en Giorgione.

Fiesta campestre, de Giorgione (o Tiziano) 1510. Louvre

Las escenas con el tema del ocio en el campo eran ya muy conocidas en el arte occidental, tanto en las ilustraciones populares como en el arte académico, pero Manet, volvió a desconcertar a todos, a causa de la sorprendente naturalidad con que lo presentaba.

Más escandalosa resultó la Olympia, creada en 1863 aunque no se presentó al Salón hasta 1865, para ser rechazada. La obra se mostró –y así se vio-, como una evidente parodia de la Venus de Urbino, de Tiziano, pero también se entendió como una especie de descripción de los hábitos sexuales y morales de una época, en la que se esperaba que no salieran a la luz, y menos con semejante naturalidad.

Manet: Olympia, 1863.

Un aclarado rotundo de la imagen; tono y color, permite distinguir el rostro de la doncella y la presencia de un gato a los pies de Olimpia.

Tiziano: La Venus de Urbino, 1538. Uffizi, Florencia.

Manet sustituyó a una diosa del amor y la belleza por una parisina contemporánea. De nuevo, lo que más desconcertó -y acaso, molestó-, a los críticos fue su “frialdad”, al ofrecer una Olimpia que no parecía, ni avergonzada, ni incómoda; una osadía unida al hecho de que, tampoco se tratara de una imagen exótica o clásica, sino de una mujer “normal”, acerca de la cual, el pintor muestra un sorprendente distanciamiento en el que no caben presupuestos morales.

Sin embargo, tanto el “Déjeuner” como la “Olimpia” entusiasmaron a los jóvenes artistas, por su espontaneidad, su naturalidad y su independencia técnica, cualidades que convirtieron a Manet en el paradigma del grupo que, por entonces, se reunía en el Café Guerbois; considerado cuna del Impresionismo.

En 1867, hacia la época de la Segunda Exposición Universal en París, un Manet, muy desalentado por su mala acogida en el Salón oficial, a ejemplo de Courbet, decidió alquilar, a su costa, un pabellón en el que colgó unas cincuenta obras que, en contra de lo esperado, no tuvieron éxito.

En la redacción del prólogo del catálogo de aquella muestra, es muy probable que interviniera su amigo el novelista Émile Zola; de hecho, durante toda la década de 1860, Manet contó con el apoyo del autor como crítico de arte en la revista semanal L'Evenement. Manet le hizo, en 1867-68, un retrato extraordinario, en cuyo fondo aparece un boceto de la “Olimpia” sobre el grabado de “Baco” de Velázquez.

Zola, 1868, retratado por Manet. Museo de Orsay.

Ningún pintor del grupo impresionista ha sido tan discutido como Manet. Para algunos fue el artista más puro que había existido; completamente independiente en sus elecciones artísticas, que no serían sino excusas, necesarias para ejercitar su arte. Para otros, ofrecía mensajes simbólicos, que sólo podían ser descifrados, disponiendo de ciertas claves. También fue considerado como el primer pintor genuinamente moderno que liberó al arte de su imprescindible carga de imitación de los antiguos. Para otros, finalmente, fue el último gran pintor de aquellos mismos viejos maestros, de los que conservaba tantas referencias.

Incluso se ha dicho que fue un artista de técnica deficiente, aunque también se afirma, en aparente paradoja, que, precisamente aquellos "defectos" constituían, deliberadamente, su contribución a las radicales transformaciones que, a la larga, cambiaron en la estructura pictórica, de forma que aún pervive.

En el Salón de Otoño de 1905 se presentó una exposición en homenaje y reconocimiento al, para entonces, ya indiscutido artista, Édouard Manet, a la que asistimos a continuación.


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1- L’enfant aux Cerises/El Niño de las Cerezas, 1859. Calouste Gulbenkian Museum

Este retrato precedió a una tragedia. Alexandre, el muchacho que lavaba los pinceles de Manet y que, en ocasiones, le servía de modelo, se suicidó con sólo quince años, en el estudio del artista, en la rue Lavoisier, donde el pintor lo encontró ahorcado. Impresionado por la terrible tragedia, Manet abandonó aquel estudio. 

El episodio inspiró a Charles Baudelaire “La Corde”, una escalofriante historia corta, o poema en prosa, que dedicó al pintor, y que apareció en Le Figaro del 7 de febrero de 1864 y después, en Le Spleen de Paris

En principio, Manet se inspiró en Caravaggio y en la pintura de género holandés del siglo XVII, como refleja en la tradición realista del parapeto de piedra que establece la única definición espacial de la composición. Manet asocia al del retrato, el género de la llamada naturaleza muerta, según la cual, las cerezas representarían una alegoría de los sentidos. Aparece también aquí, un concepto subyacente de modernidad a través de la representación de la vida cotidiana como asunto de la pintura.

2- Édouard Manet: Música en Las Tullerías. 1860

Se considera generalmente esta tela como el primer ejemplo de obra impresionista en la historia del arte. Fue adquirido por la National Gallery de Londres en 1917. Se trata de uno de los primeros cuadros de Manet, ejecutado durante el Segundo Imperio. Por entonces, el palacio de las Tullerías albergaba a la corte de Napoleón III y tres días a la semana se abrían los jardines al público y se ofrecía música. 

Algunas de las figuras que aparecen, son retratos auténticos, como el de su modelo favorita: Victorine Meurent, que también podemos ver en obras como La cantante de las cerezas o en Desayuno en la hierba, de la misma época. Puede identificarse también al propio autor, Manet, con sombrero de copa y barba, en el lado izquierdo de la composición. Ligeramente inclinado hacia la izquierda, aparece su hermano, Eugène Manet, charlando con una mujer.

Otros amigos del artista están cerca del tronco: el músico Offenbach, el pintor Henri Fantin-Latour y escritores como Jules Husson Champfleury o Théophile Gautier. Baudelaire es solo un esbozo en el centro de la segunda imagen, pero resulta reconocible.

Otros pequeños asistentes del concierto de las Tullerías.

3- L’enfant au chien / Muchacho con perro. 1860-61

Algunos especialistas consideran que Manet tomó como modelo para realizar esta obra un cuadro de Murillo, dada su afición hacia el Barroco español. Sin embargo, parece que el pintor sevillano no era de los favoritos de Édouard Manet, por lo que no existe una absoluta certeza en esa hipótesis. La figura del pequeño se recorta sobre un fondo de nubes, y está acompañado de un perro al que parece que va a ofrecer la comida que saca del cesto. Su gesto alegre y su mirada baja parecen enlazar con la del animal, creando una diagonal muy típica del estilo barroco. Los colores empleados por Manet son bastante oscuros, destacando la levita negra y el tono ocre del cesto de mimbre. El dibujo es seguro y crea una figura de gran volumen, mientras que la pincelada es rápida, especialmente en el perrito. 

Junto a otros trece lienzos -Música en las Tullerías y Lola de Valencia entre ellos- el maestro expuso esta obra en la Galería Martinet entre febrero y marzo de 1863, obteniendo un discreto éxito.

4- Portrait de Mr. et Mme. Manet 1860/61. Orsay

Constituyó uno de los primeros éxitos de Manet, al principio de su carrera, y ayudó a tranquilizar a sus padres, que temían que su hijo se equivocara, renunciando definitivamente a entrar en la escuela naval, o a estudiar Derecho.

Fue presentado en el Salón de 1861, al mismo tiempo que Le Chanteur Espagnol/El Guitarrista [arriba].

5- Le Vieux Musicien/El Viejo Músico, 1862. Nat. Gallery Washington

Es una de las pinturas más imponentes y complejas de los comienzos de Manet. El lienzo contiene una serie de alusiones más o menos directas; el hombre del sombrero de copa, a la derecha, es nuestro conocido “Bebedor de absenta”, pintado por Manet unos años antes y reaparece aquí sin ninguna razón en particular, al menos, explícita. 

El muchacho del sombrero de paja, está claramente inspirado en el Pierrot, de Watteau, y el músico, que recuerda en cierto modo, al también citado “Menipo”, de Velázquez, es Jean Lagrène, nacido en Repiwiller (Bas-Rhin), patriarca de una familia gitana que vivía en París.

Antoine Watteau: Pierrot, o Gilles. 1718/19, Louvre.

6- Petits Cavaliers Espagnols, 1859/62. BBAA, Lyon.

A las tres figuras vestidas a la moda del siglo XVII, Manet añade un niño con una bandeja. Algunos especialistas quieren ver en este pequeño a la figura de León Köella Leenhoff, el hijo de Manet con su profesora de piano Suzanne Leenhoff. De esta manera, el artista uniría lo tradicional con lo moderno, en una síntesis muy habitual en el siglo XIX.

Manet retoma aquí, como en la Scène d'atelier espagnol, elementos tomados de su copia de los Pequeños Caballeros de Velázquez, a quien el cuadro era atribuido por entonces, en el Museo del Louvre

Se observan varios detalles sacados del pintor sevillano, como la puerta abierta de Las Meninas y dos personajes sacados de los Pequeños Caballeros.

En el primer plano, Léon Koëlla-Leenhoff –su hijo-, de unos 7 u 8 años, vestido como un paje español, es el mismo niño que aparece en L'Enfant à l'épée, también del período hispanizante de Manet.

Sin duda, comprado directamente a la familia del pintor, por el coleccionista Cheramy, el cuadro fue adquirido después por el doctor Raymond Tripier de Lyon, que lo legó al Museo de Bellas Artes de la ciudad, en 1917.

“La afición por lo español en Francia había crecido durante el Romanticismo. El rey Luis Felipe de Orléans mostró al público en el Museo del Louvre su colección particular de pintura española, obteniendo un enorme éxito popular. Este españolismo aumentó gracias al matrimonio de Napoleón III con la española Eugenia de Montijo. Por eso, todo lo relacionado con España va ser muy interesante para Manet. En sus frecuentes visitas al Louvre, siguiendo las indicaciones de su maestro -Thomas Couture- copió numerosas obras de artistas hispanos, sobre todo Goya y Velázquez. Para este lienzo se valió de una obra titulada Pequeños caballeros, de Juan Bautista Martínez del Mazo, erróneamente atribuida en aquellos años a Velázquez."

Reunión de trece personajes, de Martínez del Mazo. Louvre

Técnicamente, Manet recurre al mismo abocetamiento empleado en el Bebedor de absenta, aunque asome la buena base de dibujo que le enseñó su primer maestro. Los tonos empleados son los tradicionales de la Escuela barroca española, animados por el rojo y la sensación de perspectiva aérea que tanto preocupaba a Velázquez parece, asimismo, estar presente en esta escena, en el difuminado de los contornos de los personajes. El empleo de la luz también es un homenaje al sevillano, considerado por Manet el pintor de los pintores. (ArteHistoria).

7- Retrato de Émile Zola, 1868. Orsay

El lienzo, aceptado en el Salón de París del mismo año de su creación –del que ya hemos hablado-, contiene, discretamente, además de los ya citados, otro elemento revela la amistad de los dos hombres; el libro que Zola había escrito en defensa de Manet, destaca en el escritorio. 

A pesar de todo, el buen entendimiento entre los dos hombres no resistió a causa de la evolución impresionista de Manet, cada vez más alejado del realismo que tanto apreciaba Zola; los amigos terminaron por distanciarse.

La elección de las reproducciones en la pared del fondo, es representativa de las influencias estéticas de Manet, y la mesa, pintada en grandes áreas planas, fuertemente contrastada, dentro de los ocres, evoca más aún la tradición pictórica de Velázquez.

8- Retrato de Eva Gonzalès. 1870

Durante décadas, la parisina Eva Gonzalès (1849-1883) –de origen español-, fue citada exclusivamente por su actividad como modelo de los pintores impresionistas franceses, como Manet. Pero, desde algún tiempo y en la actualidad su figura como pintora va siendo recuperada, a la vez que se ha dado a conocer su biografía. 

Sus obras se expusieron en algunas de las principales pinacotecas del mundo, dando a conocer su calidad artística. Paulatinamente, fue abandonando la técnica impresionista, con la que empezó a trabajar, para centrarse en los tonos claros empleados por Degas, a pesar de lo cual es considerada impresionista a causa de su aprendizaje con Manet.

Era hija del español naturalizado francés, Enmanuel Gonzalès, reconocido novelista, dramaturgo, redactor del periódico Le Siècle y fundador de La Revue de France. Su madre, Marie Céline Ragout, era también una reconocida música de origen belga y ambos proporcionaron Eva una esmerada educación, creciendo entre la más exquisita intelectualidad parisina de la época.

Comenzó a aprender pintura a los 16 años con el pintor Charles Joshua Chaplin, que había desarrollado un programa de formación artística para mujeres, si bien, paradójicamente, no estaba acostumbrado a considerar a las mujeres como artistas. Emmanuel Gonzalès, después de comprobar el éxito de Eva en el Salón de 1870, pidió consejo a Chaplin para proporcionarle un estudio, pero el maestro, le aseguró que una mujer no podía tener propiedades sin antes estar casada, demostrando una actitud contradictoria.

Consecuentemente, en 1869 pasó a ser alumna de Manet, al que también serviría de modelo. En 1869, Eva Gonzalès conoció a Édouard Manet, casualmente, en la casa del pintor belga Alfred Stevens, y, acto seguido pidió permiso a su padre para recibir clases de pintura en el taller de Manet en la Rue de San Petersburgo, petición que su padre aceptó tras su infructuosa conversación con Chaplin.

Los críticos hablaban de Eva Gonzalès como alguien que se dejaba manejar fácilmente por su instructor, Manet, de lo que advirtieron a su padre, quien se negó a escucharlos, considerando a Manet, no sólo como profesor, sino también amigo y consejero.

Manet le hizo el retrato que conocemos, en el que, a pesar de que la modelo aparece pintando, se observa más bien a una mujer de la alta burguesía -por su vestido y por la sensación de pose que aparenta con los pinceles en la mano-, hizo que Eva Gonzalès fuera considerada como una musa, pero no como la artista que realmente era.

Obra de Eva Gonzalès

Jeanne Gonzalès, hermana de la artista; pequeño perfil con trenzas. 

Y Autorretrato de Eva. Col. Part.

Fiel a la actitud de Manet, Eva Gonzalès decidió no participar en exposiciones impresionistas, prefiriendo mostrar su trabajo en el Salón oficial. En 1870, expuso en París, “El soldadito”. Una pintura al óleo evidentemente inspirada en el famoso Pífano de Manet. Tenía entonces veinte años.

 

Eva Gonzalès: Niño de la Compañía, o El Trompeta, 1870. Musée Gaston Rapin, (Gajac)Villeneuve-sur-Lot.

El Pífano, de Manet, 1866. Musée d'Orsay, Paris

Alrededor de 1871 Eva Gonzalès iniciaba una segunda etapa artística, bajo la influencia de Edgard Degas, realizando ese mismo año, la obra, “Despertar”.

Eva Gonzalès: El despertar por la mañana, 1876, Kunsthalle, Bremen, Alemania

El espíritu intimista que manifiesta Eva Gonzalès en esta obra también se encontraba en sintonía con Berthe Morisot, su compañera en el estudio de Manet. 

El 23 de febrero de 1879 se casó con un hermano del grabador Henri Guérard y continuó pintando, siendo ya reconocida por la crítica parisina, pero, desgraciadamente, todo resultó excesivamente efímero. Eva tuvo una hija, llamada Julie, pero falleció a causa de una embolia originada en el parto, exactamente cinco días después de la muerte de Manet, el 5 de mayo de 1883, con sólo 34 años. Está enterrada en el cementerio de Montmartre, en París.

A pesar de su independencia artística, suele ser clasificada entre los impresionistas, igual que sus contemporáneas Mary Cassat y Berthe Morisot. Dos años después de su fallecimiento sus compañeros le dedicaron una exposición que se inauguró el 22 de enero de 1885, en la sala "La vie Moderne", y otra le fue dedicada por el Salón de Otoño de 1924, en la que se reconocía su aportación al Impresionismo.

Su marido Henri Guérard, su padre Emmanuel Gonzalès, y una amiga de la familia Léon Leenhoff, pusieron en venta sus obras en París. En honor a la ocasión, el crítico de arte Octave Mirabeau dedicó un homenaje a su carrera artística, en la que afirmaba:

Ce qui frappe surtout, dans le talent d'Eva Gonzales, c'est ... La simplicité, la sincérité ... Aucune mièvrerie de femme, aucun désir de faire joli et sympathique, et pourtant quel charme exquis! (Lo que más impresiona en el talento de Eva Gonzales, es... La sencillez, la sinceridad... ¡Sin astucias de mujer, sin deseos de resultar hermosa y simpática, y, sin embargo, qué exquisito encanto!)

Más recientemente, en febrero de 2008, el Museo Schirm, de Francfort, organizó una exposición con obras de Eva Gonzalès, Berthe Morisot, Marie Bracquemond y Mary Cassatt, considerando que ninguna de ellas había recibido todavía el homenaje que merecía, a causa de la voluntaria ignorancia de la mayor parte de los historiadores del arte.

9- La Lesson de Musique 1870

10- Portrait de Berthe Morisot 1872

11- La Femme aux éventails/La Mujer de los abanicos. 1874

12- Portrait de Berthe Morisot 1874

13- Huîtres/Ostras (nature morte) 1877

14- Jeune Femme en robe de bal 1876/Joven en traje de baile. Retrato de Mademoiselle Isabelle Lemonnier.

15- Au café 1878

16- Jeune fille à la pèlerine 1880

17- Ejecución del Emperador Maximiliano, primera composición, inacabada. 1867

En torno a este acontecimiento, Manet creó tres pinturas de gran formato, un pequeño boceto al óleo y una litografía. Las cinco obras fueron reunidas en 1992 para una exhibición en Londres y Mannheim y en 2006 para la exposición Manet and the Execution of Maximilian que presentó el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

De las cinco versiones, la más conocida en la actualidad se conserva en el Kunsthalle Mannheim. Aunque Manet la terminó en 1869, la fecha de la firma, que aparece en la esquina inferior izquierda, muestra, sin embargo, el año en que fue ejecutado Maximiliano. 

Otros fragmentos de una obra anterior y de mayor formato forman parte de la colección de la National Gallery de Londres. Al haber permanecido mucho tiempo en el estudio de Manet, algunas partes del lienzo resultaron dañadas. Tras la muerte del pintor, las secciones maltratadas fueron cortadas y destruidas por sus herederos y las partes conservadas fueron vendidas como pinturas individuales. En la década de 1890, Edgar Degas se propuso buscarlos para volverlos a reunir. 

Otras versiones incompletas, o inconclusas se encuentran también en las colecciones del Museum of Fine Arts de Boston y en Ny Carslberg Glyptotek en Copenhague y ejemplares de las litografías se guardan en el Metropolitan Museum of Art en Nueva York y el Clark Art Institute en Williamstown, Massachusetts. De todo ello resultan ciertas cuestiones de orden cronológico, relativamente controvertidas.

18- Ejecución del Emperador Maximilien, composición définitiva, 1868-69. FFAA, Boston

Probablemente, Manet pintó estas obras con la intención de generar un sentimiento en la sociedad parisina, afectada por el fusilamiento del Archiduque de Austria, al que Napoleón III había ayudado. La noticia de la captura de Maximiliano y su proceso y condena generaron un profundo sentimiento de compasión y terror en la sociedad europea. Víctor Hugo, entre otros, pidió al presidente mexicano Benito Juárez que le perdonara la vida, pero fue en vano. Manet tampoco fue insensible ante el horror que provocó aquella ejecución, por soldados de un país lejano, de un miembro de la casa Habsburgo, una de las más poderosas en el mundo. 

Las sensibilidades políticas y las fuerte censura policial que marcaron el reinado de Napoleón III hicieron imposible a Manet exhibir La ejecución de Maximiliano o dar a conocer su versión litográfica en Francia. La versión de Mannheim fue exhibida solo en Nueva York una década después, en 1879. Sólo a principios del siglo XX, las versiones de Mannheim y Boston fueron exhibidas juntas en el Salón de Otoño de 1905. La versión de Mannheim fue adquirida por la Kunsthalle Mannheim en 1910 después de ser exhibida en la Secesión de Berlín ese mismo año.

19- Le Café-Concert (Apt. Mr. et Mme. Rouart).

20- Le Linge/La Colada, 1876

21- Les Paveurs –Adoquinadores- de la rue de Berne 1878

22- Jardin à Bellevue 1880 (Ap. Mr. et Mme. Rouart)

24- Jardin de Versailles 1881 (Durand-Ruel)

25- En las carreras (Ap. à M. Cognacq)

La Carrera de caballos en Longchamp fue totalmente revolucionario, ya que aunque existían otros muchos de temática hípica, ésta es la primera pintura de una carrera, captada en el instante de mayor ímpetu y que muestra a los corredores frontalmente, en lugar de perfil, como si el artista se encontrara en medio de la pista. Se encuentra en el Instituto de Arte de Chicago, USA.

(Pasteles)


26- Retrato de Mme. Guillemet

27- Retrato de Mme. Emile Zola

29- Mujer en una tina / Femme dans un tub. (Ap. Joseph Bernheim).

30- Un Café

31- Retrato de Moore (Dibujo)

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Después del escándalo de Olympia en el Salón de 1865, el año siguiente, el Pífano también fue rechazado, pero Manet lo presentó en 1867 en la exposición privada que organizó junto a la Exposition Universelle. Fue descartado como ingenuo y burlón y comparado con un naipe por personas que no supieron apreciar su referencia a Velázquez, cuyo trabajo, como bien sabemos, Manet había admirado recientemente en el Museo del Prado de Madrid. Solo el entonces joven periodista Émile Zola defendió la pintura que había visto detenidamente en el estudio del artista.

Manet había realizado una audaz síntesis entre pintura española y grabado japonés. Tal creación, sin precedentes, dejó un profundo impacto en Degas, Toulouse-Lautrec y Gauguin.

Fragmento de violetas en el retrato de Berthe Morissot. Museo de Orsay

Después de retratar a Berthe Morisot con un ramito de violetas, Manet le regaló este ramo, pintado al óleo, como un afectuoso homenaje.

Ramo de Violetas, 1872. Col. Priv.

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