sábado, 22 de agosto de 2020

FAUSTO ● Evolución y pervivencia del mito a través de las artes ● Literatura: Marlowe, Goethe, Mann



Carl Gustav Carus: Fausto en su estudio

Fausto es el protagonista de una antigua leyenda alemana, de la que podríamos decir que cobró valor histórico y universal simbolismo a causa de la secular pervivencia de la actitud humana que implica su historia, pues representa, fundamentalmente, el acto y las consecuencias de lo que se ha dado en llamar, vender el alma y puede depender de diversas ambiciones, normalmente inalcanzables; en el caso de Fausto, el supuesto sabio frustrado, sacrificará su propia eternidad, por burlar los límites del conocimiento, como condición para alcanzar el poder por el conocimiento.

El deseo de saber, que en principio es muy loable, se convierte en algo diferente en el mito de Fausto, ya que, en buena parte, lo que él desea, además, es aquello que se denomina conocimiento “oculto”, cuyo objeto no es solamente el saber, sino el poder de intervenir radicalmente en las vidas ajenas, incluso, hasta poder eliminarlas, algo que lo convierte en un saber negativo; Mefistófeles se lo otorgará a un precio muy alto.

El drama de Fausto alcanzó gran trascendencia, desde el terreno filosófico, hasta el literario, pasando, claro está, por el artístico y el musical, gracias a su multiplicidad de formas y, a causa de la debilidad del ser humano. Vistas las supuestas ventajas en todos los terrenos, ofrecidas al protagonista por el diablo, en ocasiones, se diría que el precio del alma no conforma tan loco exceso, cuando, aparentemente, resulta mucho más fructífero y accesible que el que hay que pagar por no venderla.

El caso de Fausto es el de un hombre sabio, e incluso, famoso, pero insatisfecho, a causa del enorme conocimiento que prevé fuera de su alcance. Pero no sólo éso; tal como suele ser presentado, Fausto no desea únicamente cobrar una sabiduría oculta que cree infinita; Fausto es un hombre solitario, que sueña con toda clase de placeres humanos y materiales al alcance de su mano, o bien, al alcance de un simple conjuro. Mefistófeles se lo concederá todo, mediante un pacto del que el sabio ya nunca podrá volverse atrás. 

Una excelente representación de la metáfora, pero Fausto lucha, en realidad, consigo mismo.

Al parecer, existió un Johann Georg Faust, nacido hacia 1480, en la ciudad de Knittlingen, hoy en Baden-Wurtemberg, que pudo residir en Colonia, Leipzig y otras ciudades, y que moriría en 1540 en Staufen, Brisgovia, pero no de muerte natural, sino a causa de una explosión que originó él mismo, experimentando con sustancias químicas. 

Philipp Melanchthon, el Reformador, aseguraba que había conocido personalmente a aquel Fausto, añadiendo que le acompañaban siempre dos perros, que no eran tales, sino demonios.

Melanchton, de Lucas Cranach The Elder. 1543, Uffizi

Nacido en 1497, Melanchton, se apellidaba, en realidad, Schwartzerdt, es decir, “Tierra negra”, pero un tío suyo le aconsejó que tradujera su nombre al griego, resultando así, aquel por el que le conocemos. Se dice que creó, o dedujo, la palabra Psicología, como “estudio del alma”. 

Asistió a la histórica Dieta de Spira, para pedir tolerancia a Carlos V y presentó la llamada Confesión de Habsburgo, que contenía 28 artículos de carácter conciliador.

Melanchton falleció en 1560.

En 1587 el librero Johann Spies, de Frankfurt, publicó la Historia von D. Johann Fausten, de un autor anónimo de Espira; que es la versión conocida como “el Fausto de Spies” o Volksbuch -Libro popular-. Aunque no ofrece gran calidad literaria, la obra constituyó un notable éxito para el público, por lo que fue inmediatamente traducida a otros idiomas.

Portada de una edición del Volksbuch de 1588.

En esta primera versión, el Doctor Johann Fausten, teólogo, pero también practicante de magia negra, invoca al Diablo para someterlo, ignorando que, contra todas las apariencias, el verdadero sometido, va a ser él, pues mediante el pacto acordado por medio de Mefistófeles -un emisario del infierno-, este pondrá al alcance de Fausto cuanto desee, aunque solo durante veinticuatro años, transcurridos los cuales, el alma del sabio pasará a ser propiedad del Diablo

Durante el período acordado, Fausto sufre altibajos, entre el placer y el temor, pero cuando piensa en cambiar de opinión, una influencia diabólica le atemoriza o le halaga, para que lo olvide y, transcurridos los años acordados, Fausto muere de forma violenta y su alma es llevada al infierno.

Una particularidad de este Fausto, es su tono moralizador, que ya aparece desde el “Prólogo al lector cristiano”, y se acompaña con numerosas citas bíblicas, con las que el autor justifica la razón de ser de una historia tan llamativa sobre la existencia del mal, como lo es el hecho de contemplar la posibilidad de entregar el alma al diablo, a cambio de diversos beneficios, aunque sean perecederos. En todo caso, la obra se convirtió en un gran éxito, aun conteniendo un aspecto tan negativo como lo sería el hecho de que el protagonista perdiera toda posibilidad de recurrir siquiera a un arrepentimiento de última hora.

Aunque la edición de Spies, de 1587 es la más conocida, existe un manuscrito, hallado en el siglo XIX, en la Herzog August Bibliothek, de Wolfenbüttel; una de las bibliotecas más importantes de Europa, que fue publicado por primera vez en 1892 por su descubridor, el bibliotecario Gustav Milchsack (1850-1919), que lo dató en torno al año 1580.

También se considera que pudo ser escrito originalmente en latín, en 1570, y traducido al alemán, hacia 1575. La principal diferencia con el anteriormente citado, Volksbuch, es que esta edición no contiene el “Prólogo al lector cristiano”.

Unos meses después de la publicación del Fausto de Spies, y, en vista del éxito obtenido, se planificó en Tubinga una edición en verso -conocida en la actualidad, como Tübinger Reim-Faust-, que se publicó el 7 de enero de 1588, pero, en contra de lo esperado, constituyó un fracaso y, además, autor y editor, fueron llevados a prisión por no haber cumplido sus obligaciones con la censura, lo que, sin embargo, parece que ocurrió, involuntariamente, a causa de las prisas. Se conserva un único ejemplar, en la Biblioteca Real de Copenhague.

En 1592, solo cuatro años después de que Spies publicara su Historia, Christopher Marlowe (1564-1593), el reconocido contemporáneo de William Shakespeare, escribió The Tragicall History of Dr. Faustus, que comparte con el texto de Spies varios aspectos morales propios de la literatura medieval, de la mayor trascendencia, todavía vigentes, incluyendo, por ejemplo, la presentación de los Siete Pecados Capitales personificados, aunque, en muchos sentidos, este Fausto es prácticamente renacentista, en especial, gracias a la brillante profundización psicológica con que Marlowe retrata al protagonista; su Fausto, representa ya una personalidad definidamente humanista y renacentista.

Gotthold Ephraim Lessing, de Anna Rosina de Gasc (1713–1783). Museo Literario Gleimhaus. Alemania

El enciclopedista y escritor alemán Gotthold Ephraim Lessing, pensó en la posibilidad de que el personaje pudiera redimirse, pero del drama que escribió al efecto, solo existe un fragmento, hallado en 1760.

Portada del Fausto de Goethe, primera ed. Leipzig, 1832.

Y aquel fue también el planteamiento de Goethe en su propio y celebérrimo drama, Fausto, cuya primera parte se conoció ya en 1808, aunque la segunda se publicó póstumamente en 1832. La obra de Goethe es probablemente la que más ha definido la tradición respecto a este personaje, al convertirse en una de las principales creaciones de la literatura alemana.

Fausto es un hombre sabio, pero insatisfecho por las limitaciones de su conocimiento, e incapaz de ser feliz. Entonces, se le aparece Mefistófeles y le ofrece conocimiento, reconocimiento y placeres, y sella con él un pacto por el que el sabio accede a entregar al Diablo su alma a cambio de permanecer joven hasta su muerte. Juntos recorren un camino en el que otros padecen, a causa de la absoluta irresponsabilidad que ha asumido el personaje principal y culmina con la muerte de Fausto a una avanzada edad, aunque en aparente plena juventud.

Algunos de sus temas fundamentales son, precisamente: juventud permanente, libertad, posibilidad de salvación a través de la mujer –personalizada, en este caso, por Margarita, ya al final de la obra; la relación entre el bien y el mal, la moral, los insalvables límites de la naturaleza humana, etc.

En 1831, Richard Wagner compuso siete canciones para la primera parte del Fausto de Goethe.

En 1829, el escritor alemán Christian Dietrich Grabbe, publicaba su Don Juan und Faust, una pieza en la que mezclaba estos dos arquetipos de la literatura universal, que, en su obra, representarían uno solo, reuniendo en sí los espíritus que denominaríamos, mediterráneo y nórdico.

Christian Dietrich Grabbe, en una litografía de W. Severin inspirada en un grabado de Wilhelm Pero

Berlioz y su libretista, Gerardo Gandonniere, crearon en 1846 un Fausto que decidía aceptar el infierno, a cambio de la salvación de Margarita, aunque no queda claro, si él mismo se redime a causa de tal sacrificio.

En 1859, Charles Gounod compuso la ópera Faust; con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, también basado en el Fausto de Goethe

En 1947, el escritor Thomas Mann publicó la novela Doktor Faustus; la historia de un músico que también vende su alma al diablo, a cambio de ser el mejor. Se trata, en realidad, de una historia íntimamente ligada al proceso de la “venta” intelectual y cultural de Alemania, a cambio de los beneficios del nacionalsocialismo.

Alexander Pushkin, 1799-1837, que también dedicó años de estudio al caso de Fausto, denominó el mito que representa, “La Ilíada de la Vida Moderna”.

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Christopher Marlowe • J. W. Goethe • Thomas Mann

Fausto, de Ch. Marlowe, 1564-1593. Ed. 1604.- Retrato supuesto, Corpus Christi College, Cambridge. 

Christopher Marlowe: La trágica historia del doctor Fausto.

Se trata de una obra de teatro, basada en la leyenda de Fausto. Se publicó en 1604, once años después de la muerte de Marlowe y doce después de su primera representación, pero no se conserva ningún manuscrito original, aunque existen dos textos; uno del mismo año de su edición, 1604 y otro de 1616.

La historia consta de un prólogo, trece escenas y epílogo, escritos en verso blanco -pentámetro yámbico, sin rima-, aunque hay breves fragmentos en prosa. Christopher Marlowe escribió su drama, probablemente, en 1592, aunque la fecha exacta es un enigma.

El antecedente inmediato de la obra de Marlowe parece haber sido el Fausto de Johann Spies, que fue traducido al inglés en 1592. Ya se habían hecho otras representaciones de la historia, pero la de Marlowe fue la primera que alcanzó reconocimiento y fama y, además, fue la que inspiró el poema romántico de Johann Wolfgang von Goethe, la novela de Thomas Mann, y las composiciones musicales de Charles Gounod y Arrigo Boito, Franz Liszt, Héctor Berlioz, etc.

En el prólogo, el coro habla del Doctor Faustus, procedente de la clase menos favorecida de la sociedad, pero doctorado en teología, gracias a su esfuerzo y méritos. Marlowe compara a su personaje con el mítico Ícaro, el que, pudiendo volar con unas alas fabricadas, quiso ascender tanto, que, se acercó demasiado al sol, cuyo calor derritió la cera que mantenía firmes las alas, muriendo a causa de la inevitable caída. Pero, según Marlowe, no es el orgullo de volar más alto, lo que lleva a Fausto a su propia destrucción, sino solo el afán de conocimiento.

Fausto se pregunta sobre lo que será mejor estudiar; y considera, primero la lógica, tal como la enseñaba Aristóteles, pero después la rechaza, entendiendo que su único fin aparente, es aprender a discutir, algo en lo que él ya es maestro, y por lo tanto, no le resultaría útil.

Considera entonces la medicina, recordando a Galeno, pero como él ya tiene una gran reputación como médico, y sabe que la medicina no podía otorgar la inmortalidad, también le parece insuficiente. Piensa después en estudiar leyes, recordando al emperador bizantino Justiniano, pero también lo descarta, pues, en su opinión, solo tratan de asuntos menores. 

Se plantea el estudio de la divinidad por medio de la teología, pero esta asegura que todos los hombres pecan, y que el castigo del pecado es la muerte, algo que Fausto también considera inaceptable. 

Finalmente, piensa en dedicarse a la magia y la adivinación por medio de los muertos, y decide que estas artes le convertirían en una especie de "dios todo poderoso".

El ángel del bien y el del mal visitan a Fausto; el primero le aconseja que abandone sus ideas sobre magia y que busque la sabiduría en la Biblia. El ángel del mal, por el contrario, le habla de los grandes poderes que le proporcionará la magia. Es el segundo el que le convence, y Fausto, imagina que se enriquecerá, que le serán revelados los conocimientos prohibidos, e incluso, que se convertirá en rey de Alemania.

En la escena tercera. aparece el diablo Mefistófeles, Fausto le dice que se vaya y vuelva vestido de franciscano, porque "esa es la forma sagrada que mejor sienta al diablo". Cuando vuelve, Fausto le pregunta sobre el infierno y el demonio, y este responde que, tanto Lucifer como sus diablos, fueron antes ángeles, pero se rebelaron contra Dios y fueron condenados al infierno para siempre. A Fausto le parece una contradicción porque Mefistófeles esté en ese momento en la tierra, pero este le explica que el infierno está en todas partes, porque consiste en verse privado de la presencia de Dios. 

Fausto ofrece vender su alma a cambio de que Mefistófeles le sirva durante 24 años. Más tarde, cuando empieza a dudar de su decisión, el ángel bueno le dice que piense en el cielo, pero él rechaza sus palabras, aduciendo que Dios ya no quiere nada con él. El ángel del mal, en cambio, insiste en que las ganancias compensarán cualquier contrariedad. 

Mefistófeles informa a Fausto de que Lucifer ha aceptado su oferta, porque busca almas para aumentar su reino y hacer sufrir a los humanos, como sufre él mismo. Fausto acepta, y firma el acuerdo con su sangre. En su brazo aparece la inscripción “Homo fuge” -hombre huye-, y mientras Fausto se pregunta su significado, Mefistófeles le presenta a un grupo de demonios que le cubren de coronas y ricas vestimentas.

Fausto empieza preguntando a su nuevo sirviente, dónde se encuentra el infierno, a lo que éste responde una vez más, que no es ningún lugar concreto, sino que está en todas partes. Fausto duda, y pregunta sobre el universo y los planetas, y sobre quién lo creó, pero Mefistófeles guarda silencio al respecto, porque, según asegura: "eso va en contra de nuestro reino".

Cuando vuelven las dudas, y parece que Fausto se va a volver atrás, entran Lucifer, Belcebú y Mefistófeles, que le dicen que deje de pensar en Dios y le hablan de los siete Pecados Capitales, cada uno de los cuales, se presenta ante Fausto, que entonces se decide a pedir que se le muestre el infierno. Lucifer promete llevarle allí esa misma noche.

En la escena VII se cuenta cómo Fausto ha recorrido los cielos en un carruaje tirado por dragones; ha aprendido los secretos de la astronomía y después ha tenido la oportunidad de medir las costas de varios reinos, y el tamaño de los mismos, hasta llegar a Roma. Le cuenta a Mefistófeles todo cuanto ha visto; Alemania, Francia e Italia añadiendo que, en Roma, ha entrado en la cámara privada del Papa, al que ambos han burlado. 

El Papa se había presentado con Bruno, un prisionero que le disputaba el pontificado, con el apoyo del emperador alemán. Fausto y Mefistófeles disfrazados de Cardenales, se presentan ante él, que les entrega al prisionero, al que llevan de nuevo a Alemania. Poco después, los dos falsos cardenales, se presentan, invisibles, en el lugar donde el papa procede a cenar y empiezan a moverse ruidosamente en torno a la mesa, gritando y moviendo los platos, lo que hace pensar a los presentes, que hay un fantasma en la habitación. Cuando el Papa empieza a santiguarse, Fausto le golpea en la oreja y todos salen corriendo. Un grupo de frailes entra en la sala para exorcizar a los espíritus, pero Fausto y el demonio los golpean y hacen estallar fuegos de artificio entre ellos, antes de marcharse.

El Coro entra en escena para contar al espectador, que Fausto ha regresado a Alemania, que su celebridad ha crecido tras explicar lo aprendido en sus viajes, y que, incluso, el emperador Carlos V, le ha invitado al palacio imperial.

Anton Kaulbach (1864–1934): Fausto y Mefisto

En la Escena IX, Fausto llega ante el emperador, que le da las gracias por haber liberado a Bruno de las manos del Papa. Fausto le asegura que está preparado para complacer sus deseos y entonces, el emperador le pide que conjure a Alejandro Magno y a su amante, a lo que Fausto responde que solo puede llamar a sus espíritus, que mostrarán un aspecto similar, aunque no idéntico al de aquellos personajes, y después los conjura. 

Después hace aparecer cuernos en la cabeza de Benvolio, que se había mostrado incrédulo ante sus poderes, y este, humillado, llama a sus amigos Martino y Frederick para que ataquen a Fausto cuando abandone la corte. Benvolio mismo le apuñala por sorpresa, y le corta la cabeza, pero cuando los tres empiezan a celebrar su muerte, Fausto se levanta, con la cabeza otra vez en su sitio. Su trato con Mefistófeles hace que nadie le pueda dar muerte. Acto seguido, Fausto convoca a otros diablos para que castiguen a Benvolio, Martino y Frederick, haciendo que les crezcan cuernos para provocar las burlas de todos.

Fausto recuerda de pronto, que los 24 años de plazo acordados, están llegando a su fin y que Lucifer, personalmente, se llevará su alma. Cuando se queda dormido, un hombre que se siente engañado por él, aparece y le ataca. Como Fausto simula que no reacciona; le tira de una pierna hasta arrancársela, lo que le hace huir aterrorizado, mientras Fausto se ríe de su propia broma. 

Escena XI. En la corte del Duque de Vanholt. La duquesa pide uvas, a pesar de que no es temporada, pero Fausto hace que Mefistófeles se las traiga. Los duques están encantados con su magia y prometen recompensarle.

Se anuncia a Fausto va a morir pronto. Este se encuentra debatiendo con unos doctores que le han pedido que conjure a Elena de Troya, a la que consideran la "mujer más admirable de la historia". Mefistófeles, en efecto, trae a Elena. Cuando los doctores se van, entra un hombre que trata de convencer a Fausto de que se arrepienta, pero Mefistófeles se lo impide; Fausto le pide que castigue al hombre, pero este dice que solo puede dañar su cuerpo, sin posibilidad de interferir en su alma. Fausto reclama de nuevo a Elena, y la besa después de dedicarle numerosos halagos por su belleza.

Escena XIII. El plazo vital del protagonista está llegando a su fin, y decide contar su pacto a los doctores, que, horrorizados, tratan de buscar un medio de salvarle, si bien, él asegura que ya nada es posible en ese sentido. Las horas corren y Fausto ruega a Dios que el castigo se reduzca a mil o a cien mil años, o a lo que quiera que sea, pero que no sea eterno y que él tenga la posibilidad de recuperar su alma. En aquel momento, también piensa que desearía haber sido un animal, para evitar la consciencia, pero el reloj marca las doce, y los demonios se lo llevan a pesar de sus gritos y maldiciones.

En el epílogo, entra el coro para alertar a los sabios sobre los peligros de vender el alma, cualquiera que sea el precio.

Firma de Christopher Marlowe

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J. W. Goethe, 1749-1832. Pintado por Joseph Karl Stieler en 1828. Neue Pinakothek, Múnich. 1ª Ed. Fausto

Johann Wolfgang von Goethe: Fausto.

Como ya dijimos, la obra de Goethe se publicó en dos partes, en 1808 y 1832, pues estaba concebida para ser leída antes que representada –como es el caso de La Celestina-. Se trata de la obra más famosa de Goethe y una de las grandes de la literatura universal.

Goethe terminó su Faust: der Tragödie erster Teil -Fausto: Primera parte de la tragedia-, en 1806 y se publicó en 1808, seguida de una edición revisada en 1828–29, que sería la última en la que intervino. Terminó de escribir la segunda parte, Faust: der Tragödie zweiter Teil -Fausto: Segunda parte de la tragedia-, en 1832; el mismo año de su muerte. 

A diferencia de la primera, el eje de la acción de esta parte, ya no se centraba en el alma de Fausto vendida al diablo, sino en otros fenómenos de carácter social como la psicología, la historia o la política. Esta segunda parte constituyó la principal ocupación de Goethe durante sus últimos años y, como sabemos, se publicó póstumamente.

La Primera parte ofrece una historia compleja, que, además, se desarrolla en múltiples escenarios, el primero de los cuales es el cielo. Mefistófeles hace un pacto con Dios: dice que es capaz de confundir a su favorito –Fausto-, que está esforzándose en aprender todo lo que puede ser aprendido, sin propósitos morales. 

La siguiente escena tiene lugar en el estudio de Fausto, donde el protagonista, desesperado por las limitaciones del conocimiento religioso, humano y científico, piensa en recurrir a la magia para alcanzar el saber infinito. Sospecha, sin embargo, que su intento va a ser inútil y, frustrado, considera el suicidio, pero lo rechaza cuando oye el eco de la celebración de la Pascua. Sale a dar un paseo con su ayudante Wagner y después es seguido a casa por un caniche callejero.

Ya de vuelta en su estudio, el caniche se transforma en un diablo y Fausto hace un trato con él, de acuerdo con el cual, el demonio hará todo lo que Fausto quiera mientras esté en la tierra. A cambio, Fausto servirá al demonio en la otra vida. El trato incluye una condición: si durante el tiempo que Mefistófeles esté al servicio de Fausto, este queda tan complacido con algo, que quiera prolongarlo eternamente, morirá en ese instante.

Al pedirle el diablo que firme el pacto con su sangre, Fausto comprende que este no confía en su palabra; discuten, pero Fausto termina por firmar el contrato con su sangre, como se le ha exigido.

A continuación, en una de sus excursiones, Fausto conoce a Margaret –Gretchen-; se siente atraído por ella y, previos regalos de joyas, y con la ayuda de su vecina Martha, el diablo pone a Gretchen en brazos de Fausto, que la seduce y, finalmente logra poseerla.

La madre de Gretchen muere a causa de la ingestión de una poción adormecedora que su hija le hace beber para poder tener más intimidad con Fausto. Entonces descubre que está embarazada. Su hermano Valentín desafía a Fausto, pero muere porque a Fausto le ayuda el diablo. Finalmente, Gretchen ahoga a su hijo y es condenada por el crimen. Para salvarla de la muerte, Fausto se propone sacarla de la prisión, con ayuda del diablo, pero no puede, pues Gretchen, presa de la locura, se niega a escapar, y muere en brazos de Fausto.

En la Segunda parte, la historia de carácter trágico-romántico que precede ha sido ya olvidada por Fausto, que despierta en un mundo de magia, e inicia una nueva serie de aventuras. Consta de cinco actos, relativamente independientes, puesto que cada una aborda un asunto distinto, a través de sus viajes en el tiempo y el espacio. 

Ayuda al emperador de Alemania a solucionar sus problemas económicos; presencia una fiesta a la que asisten criaturas fantásticas: grifos, ninfas, sirenas, etc. y queda entusiasmado por el fantasma de Helena de Troya, a la que acompaña en un viaje a la antigüedad, y con la que tiene un hijo llamado Euphorion, que muere intentando volar, como Ícaro. Helena le acompaña al reino de las tinieblas, abandonando a Fausto, que vuelve junto al Emperador y, a su lado, gana una batalla fundamental para la unificación del imperio. El emperador le regala unas tierras en la costa, en las cuales, después de haber acabado con otras vidas sin quererlo, Fausto muere, justo allí donde le hubiera gustado vivir en paz para siempre. Finalmente, Fausto irá al cielo y los ángeles declaran al final del quinto acto, junto con Margarita, por cuya salvación él ha ofrecido su propia vida:

...a quien siempre se esfuerza con trabajo

podemos rescatar y redimir. V, 11936-7.

Aunque Fausto ya en la Primera parte, se siente insatisfecho, el resultado de los pactos solo se revela en la Segunda parte. La Primera parte representa un mundo temporal, mientras que la Segunda, tiene lugar en el macrocosmos, que, además, hace cambiar los puntos de vista y las valoraciones de Fausto. En esta ocasión, olvidado ya el amor y Margarita, Fausto descubre el amor al poder, resumiendo los conceptos del romanticismo alemán: lo emocional o subjetivo, sobre lo racional u objetivo.

Mefistófeles representa aquí, para Fausto la vuelta a la juventud, y la promesa de que aún quedan misterios por resolver en el mundo, que él desconoce, y le devuelve la pasión y la curiosidad que lo movía antes de ser el sabio en el que se había convertido. Por otra parte, aunque Fausto creyó que podría dominar a Mefistófeles, termina dándose cuenta de que ocurre exactamente, al contrario.

Fausto vive su amor por Margarita, como una iniciación. La pasión que lo embarga -en parte a causa de los trucos de Mefistófeles- lo mueve a acercarse a la jovencita, que queda cautivada por él y por su convincente discurso. Finalmente, aunque Fausto intenta protegerla, Mefistófeles consigue arrastrarla a la locura. 

Ary Scheffer (1795-1858) Faust at the Sabbath, 1842

A lo largo de la obra se hace evidente que Goethe intenta resaltar las características puramente humanas -sentimientos, emociones y pasiones-, no celestiales ni demoníacas. Lo esencialmente humano va, en la obra, junto con el mal, como si estuvieran incluidos en la misma categoría y cada uno alimentando al otro. La apariencia es que las fuerzas pasionales que mueven al ser humano se encuentran siempre entre lo bueno y lo malo; son amorales, neutras. Durante la obra, es el mal el que motiva todas las acciones, aunque no lo parezca, pero al final, esas mismas acciones -representadas en el amor por Margarita-, son las que permiten que Fausto pueda renegar de lo pactado, es decir, que aquellas mismas pasiones le pueden inclinar del lado del bien.

La historia de Fausto, además de inspirar tantas obras literarias, musicales y pictóricas, provocó numerosas interpretaciones sicológicas, en ocasiones, opuestas, como las ofrecidas por Jung y Freud-, además de otras de carácter sociológico, etc.

Goethe sitúa la ciencia y el poder en el contexto de una metafísica moralmente interesada. Fausto es un científico empírico que se ve forzado a enfrentarse a cuestiones como el bien y el mal, Dios y el diablo, la sexualidad y la mortalidad.

Schopenhauer elogió el retrato que Goethe hizo de Gretchen/Margarita y de su sufrimiento, considerando su visión de la salvación a través del sufrimiento, así, citó el Fausto como ejemplo de una de las vías de la santidad.

El gran Goethe nos ha dado una descripción distinta y visible de esta negación de la voluntad, causada por una gran desgracia y por la desesperación de toda liberación, en su obra maestra inmortal Fausto, en la historia de los sufrimientos de Gretchen. No conozco otra descripción igual en poesía. Es un perfecto espécimen del segundo pathos, que lleva a la negación de la esperanza no, como el primero, a través del mero conocimiento del sufrimiento de la totalidad del mundo que uno adquiere voluntariamente, sino a través del sentimiento extremo de pena sentida en la propia persona. Es cierto que muchas tragedias llevan a sus héroes a unos extremos tales que no les queda más que la completa resignación, y entonces el deseo de vivir y su percepción terminan habitualmente al mismo tiempo. Pero ninguna descripción que yo conozca nos proporciona el punto esencial de esa conversión tan distintivamente y tan libre de todo elemento extraño que la mencionada de Fausto.

El mundo como voluntad y representación, Libro IV, §68

Die Welt als Wille und Vorstellung. Arthur Schopenhauer. 

El Fausto de Goethe, dio lugar a nuevas expresiones en la lengua alemana. Así, la frase “des Pudels Kern”, que se refiere a la verdadera naturaleza o el significado profundo de algo que no era evidente antes. La traducción literal de esta expresión, es “la esencia del caniche”, y hace referencia al perro que sigue a Fausto en la obra. 

Otro ejemplo procede de la escena en la que Gretchen pregunta a Fausto si es religioso; la palabra “Gretchenfrage” -literalmente, “la cuestión de Gretchen”- se usa para referirse a una cuestión de la mayor trascendencia.

Firma de J. W. Goethe

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Thomas Mann: Doktor Faustus.

La vida del compositor alemán Adrian Leverkühn contada por un amigo

Thomas Mann, 1875-1955. Doktor Faustus, Ed. 1947

Thomas Mann empezó a escribir Doktor Faustus. Das Leben des deutschen Tonsetzers Adrian Leverkühn, erzählt von einem Freunde - Doctor Fausto. La vida del compositor alemán Adrian Leverkühn contada por un amigo-, en 1943, ya en el exilio, en Estados Unidos, y fue publicada en 1947. 

Para componer su obra contó con la valiosa colaboración de compositores del calibre de Ígor Stravinski y Arnold Schönberg, así como con la filosófica de Theodor W. Adorno; todos ellos, también exiliados, y que, al igual que Mann. vivían en la ciudad de Los Ángeles. 

Se trata aquí de la historia del personaje ficticio Adrian Leverkühn; músico de principios del siglo XX, cuya historia coincide en buena parte con la del autor, aunque con innumerables aproximaciones al ente literario que conocemos como Fausto. Si bien la influencia de la energía infernal, sobre este personaje no es tan explícita, queda definida, ya a partir del nombre del personaje, pero, sobre todo, por su afán desmedido de seguir el impulso de la creación musical, hasta sus más extremas consecuencias, concluyendo en una muerte fatídica, aunque no imprevista, en medio de la catástrofe, propia y ajena, provocada por la irrupción del nazismo.

La novela sigue en líneas generales las biografías, del filósofo alemán Friedrich Nietzsche y del músico Hugo Wolf, situadas dentro de los novísimos planteamientos estéticos y musicales del compositor Arnold Schönberg, creador de la escala dodecafónica, representado en el sentido artístico, por el protagonista Leverkühn, cuyo devenir vital, también coincide con el de Nietzsche, sobre todo, en su etapa de estudiante, y posteriormente, también en su enfermedad y pérdida de facultades mentales.

Como Arnold Schönberg, el protagonista busca la verdad a través de la creación musical mediante las doce notas de la nueva escala cromática, algo que disgustó al compositor, que no era citado explícitamente, si bien logró que Mann se obligara a incluir tal información en las ediciones sucesivas.

La novela de Mann entrelaza armónicamente distintos elementos: el destino alemán; la venta individual del alma a cambio de un breve periodo de "gloria", y el desastre al que se encamina el país, en un proceso simbólicamente narrado por medio de la figura de Leverkühn; "la catastrófica regresión de un espíritu hiperdesarrollado. a un arcaísmo primitivo", después de que el compositor venda su alma a cambio de 24 años de genial creación musical, lo que evidencia que la irracional búsqueda de la fama y el reconocimiento, pueden ser frecuentemente, el Mefisto del ser humano.

La novela también muestra la influencia de, El estilo de madurez en Beethoven, de Theodor W. Adorno, quien asesoró al autor, ayudándole a describir algunos pasajes de las composiciones de Leverkühn.

Hay asimismo referencias explícitas a la vida y el carácter esquivo y solitario de Beethoven, al que se parece el protagonista, que solo minimiza su aislamiento con la existencia de su sobrino Nepomuk, al que Leverkühn quiere como a un hijo, cuya existencia y tragedia, también transcurre paralela a la de Karl, sobrino de Beethoven, que, a su vez, Mann asocia con su nieto, Frido, al que adoraba, si bien, exceptuando en su caso el aspecto trágico de la biografía compartida por los dos primeros.

En la correspondencia mantenida por Thomas Mann con Adorno entre 1943 y 1955, el autor se refiere en numerosas ocasiones a la extraordinaria Arietta de la Sonata para piano nº 32, Opus 111 de Beethoven, -la última que compuso-, si bien, asegurando que aquella pieza constituía, en su opinión, el comienzo de la ruptura entre la música y la belleza, o quizás más bien, con su aceptación más generalizada o más popular.

Sonata para piano nº 32, Opus 111 de Beethoven

Klaus, hijo de Thomas Mann, también escritor, afrontó a su vez el mito de Fausto, en su obra titulada, precisamente, Mephisto, en la que un actor vende sus ideales a la Alemania nazi, a cambio del general reconocimiento.

Thomas Mann solía bromear diciendo que, como a su madre, le asaltaría la muerte cuando cumpliese los setenta años. Sin embargo, al cumplirlos, no solo seguía vivo, sino ocupado en la redacción de una obra maestra: Doktor Faustus: vida del compositor alemán Adrian Leverkühn narrada por un amigo. Su revisión del mito fáustico es una novela acerca de la obsesión, la enfermedad, los delirios de grandeza, el arte y los peligros de pactar con el diablo. El “Doktor Faustus”, parábola de la Alemania nazi, es un libro fascinante sobre cuya gestación y escritura Mann dejó un recuento detallado en Los orígenes del «Doktor Faustus».

El autor de La muerte en Venecia, detalla, en esta «obra clandestina y confesión de vida», las lecturas y materiales con los que construyó su “Doktor Faustus”, dando cuenta de su fijación por Shakespeare, Goethe, Nietzsche y Schönberg, o narrando cómo la amistad y colaboración de T. W. Adorno fueron fundamentales en la configuración final de su musical "libro del demonio".

Thomas Mann, menoscabada su salud a causa de una operación que casi le convirtió en uno de los enfermos de “La montaña mágica”, nos guía a través de sus diarios, que reflejan una triple crisis vital, creativa y mundial. Mientras recorre en su "novela de una novela" los paisajes de Estados Unidos, tienen lugar el desembarco aliado en Normandía, el hundimiento del III Reich, el horror nuclear de Hiroshima y la desaparición trágica de toda una generación alemana en el exilio. Sin embargo, no todo es terrible: asistimos también a las alegrías momentáneas de su vida familiar, la satisfacción con la que recibió su ciudadanía estadounidense e incluso su fugaz pero intensa adicción a la Coca-Cola.

"A mí se me recordará igual de poco que a Proust", vaticina Mann en estas páginas, llenas de inquietud y temores. Asediado en el proceso de creación por las dudas acerca de sus capacidades, desesperado por desconocer si logrará acabar la novela y varias veces al borde del abandono, un Mann más maduro y calmo nos muestra en este recorrido por sus diarios anteriores, todas sus inseguridades pasadas, quizás para exorcizarlas. Los orígenes del "Doktor Faustus" nos franquea el acceso, de la mano de su autor, a la trastienda emocional e intelectual de un escritor fundamental en la historia de la literatura. 

Firma de Thomas Mann

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