domingo, 5 de noviembre de 2023

Charlando con Napoleón: Juicios sobre sus contemporáneos y sobre él mismo

 Charlando con Napoleón: Juicios sobre sus contemporáneos y sobre él mismo

Primera Parte: SOBERANOS

Dedicación

    Los Editores de los Juicios del gran hombre que preparó su ilustración bajo las sagradas banderas de la libertad, hacen homenaje de ellos al Sr. General D. TOMAS GUIDO, uno de los que más han contribuido poderosamente a fijarla para siempre en la América del Sud.

Advertencia.

    La acogida favorable hecha a los PENSAMIENTOS DE NAPOLEÓN, nos ha animado a ofrecer, en un cuadro tan reducido como es posible, la coleccion completa de los retratos esparcidos en los memoriales históricos, de los cuales no se puede en el día contestar la autenticidad, así como que los pasajes mas remarcables, en donde el gran hombre se ha juzgado a sí mismo, y ha preparado, por decirlo así, los principales puntos de su defensa para el tribunal de la posteridad. Algunas opiniones sobre los hombres que él había encadenado a su carro, y que olvidaron después lo que debían a su bienhechor, parecerán quizás demasiado exageradas, mas no nos corresponde alterar el texto que nosotros hemos reproducido en esta traducción. 

Abreviaturas empleadas en esta obra

    L. C. — Memoria de Santa Helena, por el Conde Las Cases.

    M.— Memoria del General Montholon.

    G. — Id. del General Gourgaud.

    R. — Id. del General Rapp.

    O. — Id. del General O'meara.

    F. — Id. del Baron. Fain.

    P. A. — Coleccion de Piezas Auténticas.

Índice completo.

Libros

I: Soberanos:

II: Damas:

III: Eclesiásticos:

IV: Sabios,

V: Personajes

VI: Príncipes,

VII: Diputados,

VIII: Militares:

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I: Soberanos:

Alejandro Paulowytz

Alejandro I, emperador de Rusia.

    Este es un hombre, infinitamente superior al Rey de Prusia y al Emperador de Austria, tiene espíritu, gracia e instrucción: fácilmente seduce; pero es preciso desconfiar de él; no tiene franqueza; es un verdadero griego del Bajo-Imperio. El flaco de Alejandro es el creerse muy inteligente en el arte de la guerra, y nada le agrada tanto como oír que lo elogian a este respecto, aunque todas las operaciones que él mismo ha dirigido, se hayan considerado falsas y funestas. En Tilsitz, él y el Rey de Prusia se ocupaban mucho en inventar uniformes para Húsares o Dragones, y en discutir si la cruz de las órdenes debía colocarse en este o aquel ojal. ¿Se creerá jamás lo que yo he disputado con él? Sostenía que el derecho de sucesión era un abuso en la Soberanía, y me fue preciso pasar mas de una hora, y valerme de toda mi elocuencia, de toda mi lógica para probarle, que en este derecho consistía el reposo y la felicidad de los Pueblos. Puede ser tal vez que él se burlase de mí, porque es sutil, falso y diestro. L. C. — M.

Este Soberano, nacido en 1777 de Pablo I y de Sofia de Wurtemberg, sucedió a su padre, en 1801, y murió en 1825. El 23 de marzo de 1801, Alejandro llegaba al trono tras el asesinato de su padre. Los conspiradores lo habían introducido en su círculo, convenciéndolo de que no iban a matar al zar Pablo I, sino a forzarlo a abdicar para que Alejandro tomara el poder. Pero tras el asesinato, Alejandro sintió un gran remordimiento y culpabilidad por haberse convertido en emperador de esa manera, mediante un crimen. Esto explicaría su inclinación progresiva hacia la Iglesia ortodoxa después de las guerras napoleónicas y sus políticas conservadoras desde entonces hasta su fallecimiento.

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Carlos IV de España

    Este era un excelente hombre. Toda su energía se limitaba a obedecer a su favorito el Príncipe de la Paz. S. II. Carlos, nacido en 1748, abdicó la corona, en 1808, en favor de su hijo Fernando; murió en Roma en 1819.

Carlos IV de España, llamado “el Cazador”, nació en Portici, el 11 de noviembre de 1748 y falleció en Nápoles, el 19 de enero de 1819. Fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta su abdicación el 19 de marzo de 1808. Accedió al trono poco antes del estallido de la Revolución francesa, y su falta de carácter solía hacer que delegase el gobierno en manos de su valido, Manuel Godoy, de quien se decía que era amante de su esposa María Luisa de Parma. 

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Carlos XIV Juan

CARLOS JUAN XIV (Bernardote) Rey de Suecia.

 

Désirée Clary (1777-1860), esposa de Bernadotte, en 1822.

    En tiempo de la revolución era este uno de los miembros más acalorados de la sociedad del picadero, cuyas opiniones políticas eran muy exaltadas y reprobadas por todos los hombres de bien.

    Un francés ha tenido en sus manos los destinos del Mundo! Si hubiera tenido la penetración y el alma correspondiente a la altura de su situación, si hubiera sido tan buen sueco como lo pretendía, podía haber restablecido el lustre y el poder de su nueva patria... él es en adelante el único intruso que ocupa un trono; el escándalo no debe quedar impune, sería un ejemplo muy peligroso. Fue dos meses Ministro de la guerra, y no cometió sino faltas; nada organizó, y el Directorio se vio obligado a retirarle los despachos.

    Su conducta fue tal en Jena que firmé el decreto para formarle un consejo de guerra, en el que hubiera sido condenado infaliblemente: por su causa hubo de perderse la batalla. Poco tiempo después de la expulsión de Gustavo y de la sucesión al trono vacante, queriendo los suecos complacerme y asegurarse la protección de la Francia, me pidieron un Rey. Se pensó colocar al Virrey; pero era preciso que mudase de Religión, lo que yo miraba como degradante a mi dignidad y a la de todos los míos. Y a mas no consideraba el resultado político de tanta trascendencia que mereciese excusar un acto tan contrario a nuestras costumbres. Con todo, daba tal vez más mérito del que realmente tenia, al ver un francés ocupar el trono de Suecia. En mi posición este fue un sentimiento pueril. El verdadero Rey de mi política, el de los verdaderos intereses de la Francia, era el Rey de Dinamarca, porque entonces hubiese gobernado la Suecia por mi simple contacto con las provincias danesas. Bernardote fue elegido, y lo debió a que su esposa era hermana de la de mi hermano José...

    Bernardote ha sido la serpiente alimentada en nuestro seno; apenas nos dejó, ya estuvo en el sistema de nuestros enemigos; ya teníamos que estar alerta con él, y temerlo. Después ha sido la causa activa de nuestras desgracias; él fue el que dio a nuestros enemigos la llave de nuestra política, la táctica de nuestros ejércitos; él fue el que les enseñó el camino del suelo sagrado! En vano dirá él por excusa, que aceptando el trono de Suecia no debía ser sino sueco; excusa común, propia de la multitud y vulgo de los ambiciosos. Cuando el hombre elige una esposa no renuncia por esto a su madre, ni queda habilitado para herirla el pecho y despedazarla las entrañas. L.C. - M. - G.

Bernardote nació en 1764 en Pau, en Bearn. Después de la muerte de Carlos XIII, sucedida en 1818, entró a reinar con el nombre de Carlos Juan XIV.

Carlos XIV Juan -Karl XIV Johan-, nacido Jean-Baptiste Bernadotte, en Pau, Francia, el 26 de enero de 1763 y fallecido en Estocolmo, Suecia, el 8 de marzo de 1844, fue un militar del Imperio francés, príncipe soberano de Pontecorvo (1806-1810) y desde el 5 de febrero de 1818, monarca de Suecia -Carlos XIV- y Noruega -Carlos III-. Hijo de Henri Bernadotte (1711-1780), procurador en Pau, y de Jeanne St. Jean (1725-1809), bautizado con el nombre de Jean Baptiste, al cual él mismo añadiría posteriormente el de Jules en honor de Julio César, en un típico gesto propio de la Revolución francesa. El nombre de la familia, originalmente Deu Pouey, había sido cambiado por el de Bernadotte al principio del siglo XVII.

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Fernando VII de España

Fernando en su furor procura en vano apretar con las manos su cetro; el día menos pensado se le ha de resbalar como una anguila. Los ingleses conocerán alguna vez que han cometido una gran falta nacional restaurándolo al trono. L. C. - O

Fernando VII de España, llamado “el Deseado” y “el Felón”. -San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784-Madrid, 29 de septiembre de 1833-, fue rey de España entre 1808 y 1833. Su reinado se vio opacado por la invasión napoleónica que colocó en el trono al hermano de Napoleón, José I Bonaparte, entre mayo de 1808 y diciembre de 1813, al mismo tiempo que la Junta Suprema Central, primero, y el Consejo de Regencia después, gobernaron en su nombre en la zona controlada por los españoles entre 1808 y 1814. Fernando VII es considerado el máximo representante del absolutismo en España.

Hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma, accedió al trono tras el Motín de Aranjuez en marzo de 1808, promovido por sus partidarios, que obligó a su padre a abdicar en él, siendo proclamado como rey con el título de Fernando VII. Dos meses después, presionado por Napoleón, renunció en Bayona a sus derechos a la Corona española, devolviéndola a su padre, y este se la cedió al emperador francés, quien designó como nuevo rey de España a su hermano José Bonaparte. Quedó confinado en el castillo de Valençay donde pasó toda la guerra de Independencia. A pesar de ello, Fernando continuó siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas de Gobierno, la Junta Suprema Central y su sucesor el Consejo de Regencia, y las Cortes de Cádiz. Estas proclamaron que ostentaban la soberanía nacional y en virtud de este principio elaboraron y aprobaron la Constitución de 1812. En este contexto se iniciaron las Guerras de Independencia Hispanoamericanas.

Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y el abandono de España por José I Bonaparte, Napoleón lo reconoció como rey de España en el tratado de Valençay de diciembre de 1813. A pesar de que el Tratado no fue ratificado por la Regencia ni por las Cortes, Napoleón le dejó marchar y Fernando VII, su hermano don Carlos y su tío don Antonio entraron en España el 22 de marzo de 1814 por Gerona. 

Tras pasar por Zaragoza, se dirigió a Valencia, donde planeó el Golpe de Estado de mayo de 1814 que fue ejecutado en Madrid el 11 de mayo por las tropas del general Francisco de Eguía. En el Manifiesto del 4 de mayo, también conocido como el Decreto de Valencia, abolió la Constitución de 1812 y toda la obra de las Cortes de Cádiz, restaurando el absolutismo y el Antiguo Régimen. Entró en Madrid el 13 de mayo, dos días después del triunfo del golpe. En ese mismo año, en un postrer acto, Carlos volvería a abdicar sus derechos al trono español en su hijo Fernando VII, el 1 de octubre de 1814, firmando el convenio en Roma, donde permaneció exiliado.

Pronto, el Deseado se reveló como un soberano absolutista y, en particular, como uno de los que menos satisficieron los deseos de sus súbditos, que lo consideraban una persona sin escrúpulos, vengativa y traicionera. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia. Tras seis años de guerra, el país y la Hacienda estaban devastados, y los sucesivos gobiernos fernandinos no lograron restablecer la situación.

En 1820 un pronunciamiento dio inicio al llamado Trienio Liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. Los liberales se dividieron en moderados y en exaltados y durante ese tiempo el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, no dejó de conspirar para restablecer el absolutismo, lo que logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823.

La última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los liberales, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberal doctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos «ultra absolutistas», que formaron partido en torno al hermano del rey, el infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, para sentar las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría tras la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, de tres años de edad, no reconocida como reina por los “Carlistas”. La Regencia la asumió la viuda del rey María Cristina de Borbón.

Carlos María Isidro de Borbón y la reina María Cristina

En palabras de un reciente biógrafo, Rafael Sánchez Mantero:

Si en algo se caracteriza la imagen que Fernando VII ha dejado a la posteridad es en el unánime juicio negativo que ha merecido a los historiadores de ayer y de hoy que han estudiado su reinado (...) Resulta lógico entender que la historiografía liberal fuese inmisericorde con aquel que intentó acabar con los principios y leyes triunfantes en las Cortes gaditanas (...) La historiografía sobre Fernando VII ha ido evolucionando de tal manera que los estudios recientes han abandonado las diatribas decimonónicas para presentar un panorama más equilibrado (...) La Historia reciente... considera a Fernando VII simplemente como un rey con muy escasa capacidad para enfrentarse a los tiempos en los que le tocó reinar. Con todo, resulta difícil encontrar algún estudio, ya sea del pasado o del presente, en el que la figura de este monarca genere la más mínima simpatía o atractivo. Sin duda, ha sido el monarca que peor trato ha recibido por parte de la historiografía en toda la Historia de España.

Según su más reciente biógrafo, Emilio La Parra López: 

Desde 1814 hasta su muerte, salvo el intervalo constitucional de 1820-1823, su política consistió en el control personal del poder, valiéndose de la represión de toda disidencia y de unos servidores cuya única pauta de comportamiento fue la fidelidad ciega a su señor. Fernando VII gobernó a su manera, como un déspota, escuchando los consejos que en cada ocasión le convenían, sin ajustarse a ningún precedente específico y como nadie lo haría después que él.

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Francisco II de Alemania

    Este es un hombre bueno y religioso, que con un buen sentido, no hará jamás nada por sí mismo, y a quien Metternich, o cualquier otro, dirige a su modo. No ha manifestado energía sino para perderse moralmente a los ojos de los pueblos. Su gobierno será malo mientras tenga ministros malos, porque se entrega enteramente a ellos, y no se ocupa sino de la botánica y de la jardinería. Su hijo ha de parecérsele. L. C. - O

Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico, nacido en Florencia, Toscana, el 12 de febrero de 1768 y fallecido en Viena, Imperio austríaco, el 2 de marzo de 1835, fue el último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, como Francisco II (1792-1806) y el primero de Austria, como Francisco I (1804-1835).

En 1804, se convirtió en emperador de Austria, título que mantuvo hasta su muerte en 1835. Durante dos años (1804-1806), Francisco aunó dos dignidades imperiales, austríaca y germánica —por lo que fue motejado Doppelkaiser o "Doble Emperador", siendo el primer y único soberano en hacerlo. En 1806, como consecuencia de su derrota en la batalla de Austerlitz, suprimió el Sacro Imperio Romano Germánico, llevando a su desaparición.

Francisco continuó oponiéndose a Francia durante las guerras napoleónicas y sufrió varias derrotas más después de Austerlitz. El matrimonio por poder de su hija María Luisa con Napoleón en 1810, fue su derrota personal más severa. Después de la abdicación de Napoleón después de la Guerra de la Sexta Coalición, Austria participó como miembro destacado de la Santa Alianza en el Congreso de Viena —más tarde dirigido por el canciller de Francisco, Klemens von Metternich— el cual culminó en un nuevo mapa de Europa y en la restauración de los antiguos dominios de Francisco (excepto el Sacro Imperio Romano).

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Federico Guillermo III de Prusia

Accedió al trono el 16 de noviembre de 1797, e inmediatamente dio muestras de sus buenas intenciones reduciendo el gasto de la corona, despidiendo a los ministros de su padre y reformando los abusos más opresivos del último reinado.

El Rey de Prusia, en su carácter privado, es un hombre leal y excelente, pero en su capacidad política es un hombre naturalmente sujeto a la necesidad; se le domina mientras siente la fuerza y el brazo está levantado... Hablando Napoleón de la decisión de los Soberanos con respecto a él en 1815, decía de Federico: le he hecho, sin duda, mucho mal, pero más podía haberle hecho, porque no hay gloria, ni verdadera complacencia en engrandecerse por meros sentimientos del corazón. L. C.

Federico Guillermo III. Friedrich Wilhelm III; nacido en Potsdam, el 3 de agosto de 1770-Berlín, 7 de junio de 1840, fue rey de Prusia de 1797 a 1840. 

 

Luisa de Mecklemburgo-Strelitz, primera esposa de Federico Guillermo III. Y Augusta von Harrach, la segunda.

Al principio, tanto él como sus consejeros intentaron mantener una política de neutralidad en las guerras napoleónicas y, de hecho, consiguieron mantenerse al margen de la Tercera Coalición en 1805. A pesar de ello, entró en guerra contra el Imperio francés en octubre de 1806. El 14 de octubre, en la batalla de Jena-Auerstädt, los franceses vencieron al ejército prusiano liderado por Federico Guillermo, y la familia real tuvo que huir a la Prusia Oriental, donde fueron acogidos por el emperador Alejandro I de Rusia, quien, según rumores de la época, se había enamorado de la hermosísima reina Luisa de Mecklemburgo-Strelitz.

Luisa Augusta Guillermina Amalia de Mecklemburgo-Strelitz

Alejandro I también sufrió la derrota a manos de los franceses, y en Tilsit, junto al río Niemen, Francia firmó la paz con Rusia y Prusia. Napoleón I, el emperador francés, trató con dureza a Prusia, a pesar de la entrevista personal de la reina embarazada con el emperador francés. Prusia perdió casi todos sus territorios polacos, así como todos los situados al oeste del río Elba, y tuvo que financiar una extensa indemnización, así como pagar al ejército francés que ocupaba los puntos clave del reino.

A pesar de que el monarca parecía resignado con el destino de Prusia, varios ministros reformistas, como el Barón von Stein, el Príncipe von Hardenberg, von Scharnhorst y el Conde de Gneisenau, se propusieron reformar la administración pública y el ejército prusianos, alentados por la reina, quien en 1810 murió con gran luto nacional.

Tras la firma de la Convención de Tauragė entre el general alemán Ludwig Yorck von Wartenburg y el ruso Hans Karl von Diebitsch, Federico Guillermo recibió la histórica carta que finalmente condujo a una nueva alianza europea contra Napoleón. En 1813, tras la derrota de Napoleón en Rusia, Federico Guillermo volvió a enfrentarse a Francia firmando una alianza con Rusia en el Tratado de Kalisz, aunque tuvo que huir de Berlín, aún bajo la ocupación francesa. Las tropas prusianas tuvieron un papel relevante en las victorias de los aliados en 1813 y 1814, y el mismo rey viajó con el ejército principal del Príncipe de Schwarzenberg, junto con Alejandro I de Rusia y el Emperador Francisco I de Austria.

En el Congreso de Viena, los ministros de Federico Guillermo consiguieron asegurar importantes incrementos territoriales para Prusia, aunque fracasaron en obtener la anexión de toda la Sajonia como hubieran deseado. Tras la guerra, Federico Guillermo inició la reacción política, abandonando las promesas hechas en 1813 de aprobar una constitución para Prusia.

El 10 de marzo de 1813 creó la Cruz de Hierro, condecoración que se concedía no solo a los oficiales y, como contrapunto, una orden femenina en homenaje a su primera esposa fallecida, la Orden de Luisa (1814). Y, después del trascendental Congreso de Viena, en París, el 26 de septiembre de 1815, Alejandro I de Rusia, Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia formaron la Santa Alianza, un ejército destinado a salvaguardar el Antiguo Régimen en Europa, en un vano intento de borrar de la Historia los valores revolucionarios de 1789. A esta alianza se añadiría posteriormente Gran Bretaña, formándose entonces la llamada Cuádruple Alianza (1815), que no debe confundirse con la de 1834.

En 1824 Federico Guillermo III se casó (morganáticamente) con la condesa Augusta von Harrach, princesa de Liegnitz y en 1826 Ludwig van Beethoven le dedicó la Novena Sinfonía.

  


De Auguste von Harrach

Federico Guillermo III murió en Berlín el 7 de junio de 1840, sucediéndole su hijo mayor Federico Guillermo IV de Prusia.

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Federico I de Wurtemberg


    El Rey de Wurtemberg es un hombre muy duro; pero también muy leal. Es el Soberano de la Europa que tiene más talento: me permaneció fiel hasta el último momento. L. C. — O.

Federico I de Wurtemberg, nacido el 6 de noviembre de 1754 y murió en Stuttgart, el 30 de octubre de 1816, fue el soberano de Wurtemberg desde el 23 de diciembre de 1797 hasta su muerte. Primero fue duque y elector con el nombre de Federico III y después el primer rey de Wurtemberg desde 1806 hasta su muerte. Tenía una estatura de 2,12 m. y pesaba más de 150 kg. Murió en 1816, de edad de 62 años.

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Federico Augusto I de Sajonia

Este es un buen hombre, y el mejor que ha tenido jamás un cetro. L. C. — O.

Federico Augusto I -previamente III de Sajonia. Nacido en Dresde,el 23 de diciembre de 1750-ibidem, 5 de mayo de 1827, era el hijo mayor del elector Federico Cristián de Sajonia y de la princesa María Antonia Walpurgis de Baviera. Sus abuelos maternos eran Carlos Alberto de Baviera, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos VII, y María Amalia, archiduquesa de Austria.

Sucedió a su padre en diciembre de 1763, como elector Federico Augusto III de Sajonia, de la Casa de Wettin. En los primeros cinco años de su reinado, su madre, María Antonia, actuó como regente.

En 1769, se casó con Amalia de Zweibrücken-Birkenfeld (1752-1828), hermana del futuro rey Maximiliano I de Baviera, con quien tuvo una hija, la princesa María Augusta de Sajonia (1782-1863).

Bajo su mando, Sajonia volvió a recuperarse; el ejército pasó de 18.000 a 30.000 soldados, y en general participó de la política prusiana. Se vio obligado a entrar en la Cuarta Coalición antifrancesa durante la revolución, pero tras la derrota en la batalla de Jena (1806) contra Napoleón, concertó la paz con Francia. Formó parte de la Confederación del Rin, creada el 12 de julio de 1806 en París, que forzó a Francisco II a renunciar al título de emperador germánico, guardando el de emperador de Austria, lo que puso fin al Sacro Imperio Romano Germánico. El 6 de agosto de 1806, Napoleón le otorgó el título real, formándose el Reino de Sajonia.

Federico Augusto I fue también gran duque de Varsovia (1807-1815) (como Fryderyk August I). Era el nieto del rey Augusto III de Polonia, y por ello Napoleón le obligó a asumir el título del nuevo estado satélite que se configuró como monarquía parlamentaria. Ambos estados formaron una unión personal, permaneciendo independientes, pero bajo un mismo soberano.

Su alianza con Napoleón Bonaparte, de quien fue uno de los más fieles aliados, acabó con derrota en la batalla de Leipzig. Los aliados le trataron en 1813 como prisionero de guerra. El país fue ocupado por Rusia, y sólo recuperó la soberanía completa tras un intercambio de tierras en el Congreso de Viena entre Rusia, Prusia y Sajonia, que tuvo como consecuencia la pérdida de dos tercios del territorio.

Murió en Dresde el 7 de Mayo de 1827, de edad de 77 años. Fue sucedido como rey de Sajonia por su hermano menor, Antonio Clemente.

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Jorge IV del Reino Unido

    Napoleón, volviendo a hablar sobre la decisión tomada por los Reyes en 1815, decía de Jorge, entonces Regente: "Con respecto a la Inglaterra, a la animosidad de sus ministros debo todo." Pero al Príncipe Regente corresponde el apercibirse de ello, e intervenir, so pena de ser considerado como un abandonado, o de proteger una maldad bien vulgar. Este soberano se compromete, se degrada, se pierde en mí. L. C.

Jorge IV del Reino Unido; George Augustus Frederick; Londres, 12 de agosto de 1762-Windsor, 26 de junio de 1830, fue rey del Reino Unido y de Hannover, desde su ascenso al trono el 29 de enero de 1820 hasta su muerte en 1830.

Anteriormente había servido como príncipe regente cuando su padre, Jorge III, sufrió una permanente recaída de locura a causa de la porfiria que padecía. La regencia de Jorge —que duró nueve años, desde 1811 hasta la muerte de su padre en 1820— estuvo marcada por la victoria en las Guerras Napoleónicas en Europa. Jorge IV fue un monarca que interfirió en numerosas ocasiones en la política (especialmente en el asunto de la Emancipación Católica, aunque no tanto como su padre. Durante la mayor parte de su regencia y reinado, lord Liverpool controló el gobierno como primer ministro. Jorge IV también es recordado como un príncipe y monarca extravagante.

Se dice que cada vez que Jorge IV conquistaba una mujer, cortaba un mechón de su cabello y lo colocaba en un sobre con el nombre de la dama, como «trofeo». En el momento de su muerte se asegura que tenía en su poder siete mil de estos sobres con cabellos. Tuvo una pésima relación con su padre y con su mujer, Carolina de Brunswick-Wolfenbüttel, a la que llegó a excluir de su coronación. Fue, sin embargo, un patrono de las artes; durante su regencia y su reinado destacaron figuras literarias como lord Byron, Walter Scott y Jane Austen. Jorge IV fue responsable de la construcción del Royal Pavilion en Brighton.

George III, Queen Charlotte and their Six Eldest Children

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Gustavo IV Adolfo

GUSTAVO IV, Ex-Rey de Suecia.


    Este Príncipe se mostró al principio como un héroe, y concluyó como un loco. En uno de sus accesos de locura, ha confesado que los suecos habían hecho un acto de justicia deponiéndole, porque no tenía ningún derecho a la corona. Dio indicios de demencia muy temprano por rasgos muy remarcables. Siendo joven, se le vió insultar a Catalina por la repulsa que la hizo de su nieta en el momento mismo en que esta gran Emperatriz, sobre su trono y en medio de su corte, a él solamente aguardaba para la ceremonia del casamiento. Mas tarde insultó también a Alejandro, rehusando, después de la catástrofe de Pablo, la entrada por sus Estados a un oficial del nuevo Emperador. A mi aparición a la soberanía se declaró mi gran antagonista. Parecía que nada menos quería que renovar los tiempos del Gran Gustavo Adolfo. Recorrió toda la Alemania para amotinarla contra mí. Cuando la catástrofe del Duque de Enghien, juró vengarlo personalmente, y después devolvió con insolencia el águila negra al Rey de Prusia, porque este había aceptado mi legión de honor &c. En fin, llegó su momento fatal; una revolución nada común, le derribó del trono, y lo arrojó fuera de sus Estados. La unanimidad contra él prueba sus faltas sin duda.

    Quiero suponer que sea inexcusable, y aún loco; no obstante es una cosa bien extraordinaria y sin ejemplo, que en esta crisis no se haya desenvainado una sola espada en su defensa, sea por afección, por gratitud, por virtud, o por necedad, si se quiere; y a la verdad que esta es una circunstancia que hace poco favor a la atmósfera de los Reyes. Este Príncipe, hecho el juguete de los ingleses, burlado por ellos, que querían hacer de él un instrumento suyo, mal mirado por sus deudos, intentó renunciar al mundo, y como si hubiese conocido su existencia ajada por el desprecio de los hombres, y por su disgusto de las cosas, adoptó voluntariamente el confundirse en la multitud. L. C. — O.

Gustavo IV, proclamado Rey después de la muerte de su padre, permaneció, sin embargo, bajo la tutela del Duque de Sudermania su tío, hasta la edad de 18 años; contratado en esponsales con una princesa de Medembourg, rompió su compromiso. A causa de la revolución que estalló en Suecia en 1809, fue depuesto, y su tío el Duque de Sudermania, nombrado Rey, lo hizo llevar al castillo de Gripsholm. Poco después rehusó comparecer y firmar su matrimonio con la gran Duquesa Alejandra, nieta de Catalina; en fin, se casó con Sofía Dorotea de Bade. Después Gustavo se fue a Inglaterra, a Amburgo, en donde quiso entrar en la congregación de los Padres Moraves; pero sus sectarios se opusieron. En seguida con el nombre de Conde de Gottorp, quiso hacer un viaje a la tierra santa, pero no encontró compañeros. Después de haber tomado los títulos de Duque de Holstein, de coronel con el nombre de Gustazzeson, fue hecho ciudadano de Bale en 1817. Ahora se ha retirado a Viena. Gustavo ha reclamado contra el juicio severo de Napoleón. Mr. de Las Casas ha convenido en que el célebre cautivo ha podido equivocarse, pero nada ha variado del punto que se ataca. 

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Jerónimo Bonaparte


    Jerónimo era un pródigo, cuyos desórdenes fueron en extremo vituperables; estos lo condujeron hasta lo más execrable del libertinaje. Entrando en la edad de la razón, Gerónimo hubiera sido propio para gobernar; descubría en él una verdadera esperanza. A la vuelta de la Isla de Elba parecía también que había ganado mucho, pues que había un buen testimonio a su favor, cual era el amor que tenía a su mujer. L. C.

Jerónimo/Jérôme I Bonaparte. Ajaccio, Córcega, Francia; 15 de noviembre de 1784 - Castillo de Vilgénis, Sena y Oise, Francia; 24 de junio de 1860 fue rey de Westfalia (1807-1813) y hermano menor del emperador Napoleón I de Francia. Su nombre de bautismo fue Girolamo Buonaparte. Nació en Ajaccio, Córcega. Sirvió en la marina francesa antes de trasladarse a los Estados Unidos donde se casó con Elizabeth Patterson (1785-1879), hija de un comerciante de Baltimore. Del matrimonio nació un hijo, Jerónimo Napoleón "Bo" Bonaparte (1805-1870). Poco después, Napoleón anuló el matrimonio de su hermano.

Fue nombrado rey de Westfalia, reino de corta duración creado por Napoleón en los estados del noroeste de Alemania (1807-1813). Jerónimo se casó en segundas nupcias con la princesa Catalina de Württemberg con la que tuvo otros dos hijos varones, Jerónimo Napoleón Carlos Bonaparte (1814-1847) y Napoleón José Carlos Bonaparte (1822-1891), conocido también como el «príncipe Napoleón». Tuvo también una hija, Matilde Bonaparte (1820-1904), que se convirtió en anfitriona de la intelectualidad durante el Segundo Imperio Francés. Después de que se disolviera el reino, obtuvo el título de I Príncipe de Montfort.

Tras el destierro de su hermano, Jerónimo se trasladó a Italia, donde contrajo matrimonio con Giustina Pecori-Suárez, viuda de un noble italiano, el marqués Luigi Bartolini-Baldelli.

Cuando su sobrino Luis Napoleón fue elegido presidente de Francia en 1848, Jerónimo fue nombrado gobernador de Los Inválidos, en París, lugar en el que está enterrado su hermano mayor Napoleón I. Más tarde fue nombrado mariscal de Francia y presidente del Senado. Fue confirmado en su título de príncipe francés.

Murió el 24 de junio de 1860 en Vilgénis. Está enterrado en Los Inválidos de París.

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Joaquín Murat


    Este era el mejor oficial de caballería de vanguardia. Tan dominante y fogoso era, que si le hubiese mandado atacar y arrollar cuatro o cinco mil hombres en una dirección dada, hubiera sido cosa de un momento.... No era valiente sino delante del enemigo, y entonces era el hombre mas bravo del mundo; en el gabinete era un poltrón, sin juicio y sin decisión. El carácter de Murat era más noble que el de Rey, porque Murat era generoso y franco; en su destino estaba que nos había de hacer mal; nos había perdido abandonándonos, y nos perdió abrazando con demasiado calor nuestra causa. Su desgraciado fin corresponde a su conducta. Tal vez él hubiera alcanzado la victoria en Waterloo. Porque ¿qué necesitamos en ciertos momentos de la batalla? Deshacer tres o cuatro cuadros ingleses. Ahora, Murat era admirable para una empresa tal, precisamente era el hombre para el caso. Es el mejor Rey que ha tenido Nápoles; pero él no supo conocer a sus vasallos. Desde el Duque de Calabria hasta el último pordiosero, todos son lazzaronis... Murat tenía muchísimo valor, y muy poco espíritu. Su ejecución es horrible. Este es un golpe a las costumbres de la Europa, una infracción del decoro público. ¡Un Rey ha hecho fusilar a otro reconocido por tal por todos los demás! ¡Que prestigio ha violado! L. C. — O. — M.

Murat, nacido en 1775, entró a servir en la guardia constitucional de Luis XVI. Cuando este fue licenciado, pasó de oficial a un Regimiento de caballería, y muy pronto mereció el grado de General. Nombrado comandante de la guardia consular, Murat, a la cabeza de 60 granaderos dispersó el Consejo de los Quinientos. Por servicios hechos a la Patria obtuvo después la dignidad de Mariscal, Gran Almirante, Príncipe, Gran Duque de Berg y de Clevea, y finalmente el Trono de Nápoles y de las dos Sicilias, en 1808, con el nombre de Joaquín Napoleón; nombre que debía a la alianza contraída con una hermana del Emperador. Después de haber abjurado en 1814 la causa de su cuñado, se separó en 1815 de la coalición, a la cual creyó poder resistir; pero fue vencido y obligado a huir, habiéndole abandonado casi todo su Ejército. Se embarco para Francia, llegó cerca de Toulon que dejó por volverse a Córcega, y de allí desembarcar en Calabria con 30 hombres solamente. Rodeado, tomado, maltratado por un pueblo ingrato, Murat fue arrastrado al castillo de Pizzo, entregado a una comisión militar, que lo hizo pasar por las armas en una de las salas de este castillo. Este bravo, digno de mejor suerte, él mismo se hizo hacer fuego, y cayó muerto teniendo en sus manos el retrato de su esposa y de sus hijos. Su cuerpo fue sepultado sin pompa en la misma Iglesia de Pizzo.

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José Bonaparte

    En nada me ha ayudado; pero es un hombre sumamente bueno. Todas sus calidades no son sino para un hombre privado. En las altas funciones que le había confiado hizo lo que pudo. Sus intenciones eran buenas; y así la principal falta no se le debe echar a él sino a mí, que lo había colocado fuera de su esfera; y en circunstancias tan difíciles la carga era desproporcionada a sus fuerzas. Es demasiado bueno para ser un grande hombre... tiene espíritu e instrucción. L. C. — O.

José, nacido en 1768, ha sido sucesivamente Rey de Nápoles y de España. Era miembro del Instituto en la clase de literatura, y asociado a la de las bellas artes. Después de los sucesos de 1814 se retiró a Filadelfia, y tomó el nombre de Conde de Survillers. Acaba de obtener del Rey de los Países Bajos Guillermo I, el poder vivir en Bruselas con su esposa.

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Louis XVI de Francia


    Hubiera sido el más ejemplar de los particulares; pero también ha sido un triste Rey. Desde el principio de la revolución parece que tuvo constantemente a su vista la vida de Carlos I. El ejemplo de este Rey, que después de haber tocado los extremos más importunos con el Parlamento, concluyó con perder la cabeza, impidió a Luis XVI, en varias ocasiones, el oponerse a los esfuerzos de los revolucionarios. Cuando se le puso en juicio, debió decir simplemente, que según las leyes no podía hacer ningún mal, y que su persona era sagrada. Lo mismo debió haber hecho la Reina. Esto no le hubiera salvado la vida, mas hubieran muerto con más dignidad. Condenamos a Luis XVI; pero prescindiendo de su debilidad, ha sido el primer príncipe atacado. Este es aquel sobre el cual se ensayaban los nuevos principios. Su educación, sus ideas innatas le hacían creer de buena fe, que le pertenecía todo aquello que quería defender públicamente, o en secreto. Aun en la falta a sus promesas, podía considerarse una especie de buena fe, si es que se puede hablar así... Añádase a esto, que Luis XVI tenía todo el mundo contra él, y se podrá formar una idea de las dificultades innumerables que la fatalidad parece que se regocijó en acumular sobre este príncipe desdichado. El destino de los Estuardos, de que se ha hablado tanto, no ha sido más infeliz. L. C. — O.

Este príncipe nació en 1754. Condenado a muerte por la convención nacional, fue ejecutada la sentencia el 21 de Enero de 1793. Luis XVI murió con un valor heroico.

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Louis XVIII de Francia

    Jamás le he encontrado comprendido en alguna conspiración contra mi vida, la cual puede decirse, que ha sido permanente en otra parte; jamás he conocido de este príncipe sino planes sistemáticos, operaciones ideales. El porvenir permanece cubierto de nubes las más siniestras. No obstante, tres grandes resultados se ofrecen a mi juicio; la división de la Francia, el reinado de los Borbones, o una nueva dinastía. Luís XVIII fácilmente hubiera podido reinar en 1814, haciéndose nacional. En el día (decía Napoleón a fines de 1815) no le queda sino la alternativa demasiado odiosa y muy incierta de una excesiva severidad; la del terror. L. C.

Cuando la emigración, siendo Conde de Provenza, se retiró a Coblentz con su hermano el Conde de Artois, ahora Carlos X. De allí pasó a Rusia, después a Inglaterra, en donde permaneció hasta los acontecimientos de 1814. En 1815, se retiró a Gand. Luis XVIII, que nació en 1755, murió el 16 de septiembre de 1824.

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Luis Bonaparte


    Tiene talento, no es un hombre malo; pero con estas cualidades cualquiera puede cometer muchas tonterías, y causar bastantes males. El carácter de Luis es naturalmente inclinado a las rarezas y a la extravagancia. Lo ha perdido la lectura de Juan Jacobo Rousseau. Corriendo tras una reputación de sensibilidad y beneficencia, incapaz por sí mismo de grandes designios, susceptible a lo mas de detalles locales. Luis no se ha mostrado sino como un Rey prefecto... No pudo estar bien con su esposa sino muy pocos meses. Sin embargo, cuando se casaron se amaban; se habían solicitado el uno al otro; finalmente este matrimonio era el resultado de las intrigas de Josefina, que tenía su interés en ello. L. C.

Nació en 1778, y fue, en tiempo del Imperio, Rey de Holanda; desde 1814 vive retirado en los estados del Papa, con el nombre de Conde de Saint Leu.

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Maximiliano I de Baviera

    Este es un hombre bueno y franco. O.

Maximiliano, consagrado Rey en 1806, había servido en Francia, antes de la revolución como coronel del regimiento de Alsacia. Nació el 27 de mayo de 1756, y murió en Munich el 13 de agosto de 1825.

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Napoleón Bonaparte


    Yo era un patriota muy acalorado y de muy buena fe; al principio de la revolución, me fui resfriando por grados a medida que iba adquiriendo ideas más exactas y más sólidas! Mi patriotismo se desplomó bajo los absurdos políticos y los monstruosos excesos civiles de nuestros legisladores. En fin, mi fe republicana desapareció, cuando fue violada la elección del pueblo por el directorio, al tiempo de la batalla de Aboukir. L. C.

    Sí, yo he llegado a la cumbre de las grandezas humanas por las vías directas, sin haber cometido una acción que desapruebe la moral. En esto mi elevación es única en la historia. Para reinar, David hizo perecer la casa de Saul, su bienhechor. Cesar encendió la guerra civil, y destruyó el gobierno de su patria. Cromwel hizo perecer a un Rey en un cadalso. Yo soy extranjero a todos los crímenes de la revolución. Cuando empezó mi carrera política, el trono estaba derrumbado. El virtuoso Luis XVI había perecido, las facciones despedazaban la Francia. Por la conquista de Italia, por la paz de Campo Formio, que aseguró la grandeza e independencia de la patria, empecé yo mi carrera; y cuando, en 1800 obtuve el poder supremo, fue destronando la anarquía. Mi trono fue elevado por el voto unánime del pueblo francés. Aunque me hallase en el lecho de la muerte, haría la misma declaración. O.

    Se han atribuido a la fortuna mis actos más grandes, y no dejarán de imputarse mis desgracias a mis faltas, pero mi razón y mis facultades no se ejercieron sino en conformidad con los principios. L. C.

    Vendemiare y aun Montenotte, no me indujeron a creerme un hombre superior; después del suceso de Lodi es cuando me vino la idea de que podía ser un actor decisivo sobre nuestra política; entonces saltó la primer chispa de la alta ambición. L. C.

    A los treinta años había hecho todas mis conquistas, gobernaba el mundo, había aplacado la tempestad, reunido los partidos, ordenado una nación, creado un gobierno, un imperio; no me faltaba sino el título de Emperador. Subí al trono virgen de todos los crímenes de mi posición. ¿Hay algunos jefes de dinastía que puedan decir otro tanto? He sido sumamente favorecido, es preciso convenir en ello; siempre he mandado; desde mi entrada a la vida, me encontró afianzado en el poder, y las circunstancias y mi fuerza han sido tales, que desde que tuve el mando, no he conocido ni Señor, ni leyes. L. C.

    No cesa de hablarse de mi amor a la guerra; pero ¿no he estado constantemente ocupado en defenderme? ¿He obtenido nunca una sola victoria sin que haya propuesto inmediatamente la paz? L. C.

    La moralidad, la bondad en mí no están en mí boca, se encuentran en mis nervios. Mi mano de fierro no pertenecía a mi brazo, estaba inmediata a mi cabeza; la naturaleza no me la ha dado; el cálculo solo es que la hacía mover. L. C.

    Me era muy difícil el abandonarme a mi mismo. Salía de la multitud, y me era absolutamente indispensable crearme un estertor, formarme una cierta gravedad, en una palabra, establecer una etiqueta. De otro modo, me hubieran tocado diariamente sobre la espalda... sobre todo, tenía que prevenirme contra aquellos que habían sobrepasado a su educación. L. C.

    Sois un testarudo, decía un día Napoleón a un miembro del consejo de Estado, que le había contradicho mas allá de lo que permite el decoro. Cometéis una falta en poner a prueba el poder; no debíais desconocer la debilidad humana me habéis reducido a estregarme la sien; este es un gran signo en mí, en adelante evitad el que llegue a este extremo. L. C.

    He tenido vastos proyectos, y en gran número, todos seguramente bien acomodados al interés de la razón y a la felicidad de la especie humana. Se me temió como al rayo; se me acusaba de tener Una mano de fierro; pero desde que ella hubiera tocado el fin, todo se hubiera suavizado, y para todos. ¡Que de millones no me hubieran bendecido entonces, y en la posteridad! Pero, es preciso convenir, ¡que fatalidades no se acumularon al fin de mi carrera! Mi desgraciado casamiento, las perfidias que han sido la consecuencia de él; ese cáncer de la España, sobre el cual no se podía volver; esa funesta guerra de Rusia que sucedió por una mala inteligencia; ese espantoso rigor de los elementos, que consumió un ejército entero... y después el universo todo contra mí! No es aun una maravilla que haya podido resistir todo esto tanto tanto tiempo, y que haya estado mas de una vez a punto de sobreponerme a todo, y salir de este caos mas poderoso que nunca... ¡O destino de los hombres!.... ¡O sabiduría! ¡O previsión humana! .L. C.

    Era preciso que hubiese vuelto victorioso de Moscow, y bien pronto se hubiera visto, no solamente a todos los nobles, no solamente a toda la Francia, sino también al mundo entero, agradarme, admirarme y bendecirme. No me faltaba mas que desaparecer por casualidad al seno de los misterios, y el vulgo hubiera renovado para mí la fabula de Rómulo; hubiera dicho que había subido al cielo, para tomar mi lugar entre los Dioses .... pero sea de esto lo que fuese, los pueblos y los Reyes, y tal vez los dos me sentirán, y mi memoria será, suficientemente vengada de la injusticia hecha a mi persona. ... Esto es indudable. L. C.

    Cuando dejé a Fontainebleau dije a todos aquellos que me pedían les señalase la línea de conducta que debían seguir; id adonde está el Rey, y servidle. Quería hacerles legítimo un proceder que muchos no hubieran dejado de hacerlo por sí mismos; y no quise arruinar a aquellos que habían sido obstinadamente fieles; finalmente, no quise, sobre todo, tener que responder a nadie a mi vuelta; porque desde Fontainebleau pensé en ella, y por el raciocinio más simple. Si los Borbones, me dije yo, quieren empezar una quinta dinastía, nada tengo que hacer aquí; mi rol concluyó; pero si ellos por casualidad se obstinan en querer reconocer la tercera, no tardaré en volver a aparecer. Se podría decir que los Borbones tuvieron entonces mi memoria y mi conducta a su disposición; si ellos hubiesen querido, yo seria en el concepto del vulgo un ambicioso, un tirano, un revoltoso, una plaga. ¡Que de sagacidad y sangre fría hubiera sido preciso para apreciarme y hacerme justicia! Pero su círculo, y una marcha falsa son los que han hecho que me deseen, y ellos mismos son los que han rehabilitado mi popularidad, y pronunciado mi vuelta; de otro modo mi misión política estaba consumada, permanecería para siempre en la isla de Elba, y nadie duda que ellos y yo hubiéramos ganado en esto, porque yo no he vuelto a conquistar un trono, sino a pagar una gran deuda. Pocos lo comprenderán, no importa, tomé a mi cuenta una carga ajena; pero lo debía al pueblo francés; sus gritos llegaron hasta mí; ¿podría permanecer insensible? Además mi existencia en la isla de Elba era aun bastante envidiada, bastante dulce; iba a crearme en poco tiempo en ella una soberanía de un género nuevo; todo lo más distinguido que había en Europa empezaba a venir a pasar revista en mi presencia. Hubiera ofrecido un espectáculo incógnito a la historia; el de un Monarca que ha descendido del trono, que veía desfilar con entusiasmo delante de él al Mundo civilizado. Se me objetará, y esto es cierto, que los aliados me habrían sacado de mi Isla, y convengo en que esta circunstancia apresuró mi vuelta. Pero si la Francia hubiera sido bien gobernada, si los Franceses hubiesen sido satisfechos, mi influencia había concluido, ya no pertenecía sino a la historia, y no se hubiera pensado en Viena en transportarme. La agitación creada, mantenida en Francia, es la que ha forzado a pensar en mi extrañamiento. L. C.

    Lo que considero como el tiempo más bello de mi vida, después de mi elevación al trono, es la marcha de Cannas a París. O.

    Volvía de la Isla de Elba enteramente otro hombre. No se ha creído. posible, y se ha hecho una injusticia. No hago las cosas de mala voluntad, ni a medias. Hubiera sido sin duda el Monarca de la constitución, y de la paz. Hasta los mismos ingleses puede ser que algún día lloren el haber vencido en Waterloo. Es fuera de duda que en estas circunstancias ya no tenía en mí el sentimiento del suceso definitivo; esta no era ya mi primera confianza; sea que la edad, que de ordinario favorece la fortuna empezó a faltarme, sea que a mis propios ojos, en mi propia imaginación, lo maravilloso de mi carrera, se encontraba desvirtuado. Ello es cierto que sentía en mí alguna cosa.... no era ya aquella fortuna que seguía mis pasos, y se complacía en llenarme de favores, era el destino severo, al cual arrancaba como a la fuerza algunos de estos; pero de los que se vengaba inmediatamente; porque es digno de notarse que entonces no adquirí alguna ventaja, que al momento no hubiese sido seguida de un revés. L C.

    Todo el mundo me ha amado y aborrecido. Cada uno me ha tomado, me ha dejado, y me ha Vuelto a tomar. Creo que puede afirmarse que no hay un Francés que no haya conmovido. Todos me han amado.... pero por intervalos, y en épocas diferentes. Yo era el Sol que corre la eclíptica atravesando el ecuador. A medida que llegaba al clima de cada uno, todas las esperanzas se abrían; se me bendecía, se me adoraba; pero desde que salía de allí, cuando ya no se me comprendía, entonces venían los sentimientos contrarios. L. C.

    Se temen mis humoradas, pero muy pocas hay que no fuesen con cálculo. Esta es mi única ocasión para tantear a un hombre, y conocer al vuelo la variedad de su carácter. Teniendo poco tiempo para emplear en informaciones, esta es una de mis pruebas. L. C.

    Mi vuelta, y mi conservación en el trono, mi adopción franca esta vez por parte de los soberanos, juzgaban definitivamente la causa de los Reyes y la de los pueblos; ambos dos la habían ganado; en el día vuelve otra vez a cuestionarse; ambos pueden perderla. Se podía haber concluido todo, puede ser que todo se vuelva a empezar; se podía haber garantido una calma larga y segura; empezar a gozar, y en lugar de todo esto, tal vez sea bastante una chispa para ocasionar una conflagración universal. ¡Pobre y triste humanidad! L. C.

    Napoleón decía a Hudson Lowe, que le había detenido unas obras, porque en el sobre escrito decía al Emperador Napoleón: ¡Hola! ¿quien os ha dado el derecho de disputarme este título? De aquí a pocos años vuestro Lord Castlereagh, vuestro Lord Bathurst, y todos los demás, vos, que me habláis, estaréis sepultados en el polvo del olvido, o si se conocen vuestros nombres, será por las perfidias que habéis ejercido contra mí, en tanto que el Emperador Napoleón será siempre, sin duda, el sujeto, el ornamento de la historia, y la estrella de los pueblos civilizados. Vuestros libelos nada pueden contra mí; en ellos habéis gastado millones, ¿qué han producido? La verdad penetra las nubes, y brilla como el Sol; como este, aquella es eterna.L. C.

    Se necesita más valor para soportar una existencia como la mía, que para abandonarla. O.

    En la prosperidad, en la adversidad, sobre el campo de batalla, en el consejo, sobre el trono, en el destierro, la Francia ha sido el objeto único y constante de mis pensamientos y de mis acciones. P.

    Estoy destinado A servir de pávulo a una multitud de escritores; pero poco temo el ser su víctima; ellos morderán la piedra de granito... Si en el día se le pusiese a alguno en la cabeza el hacer imprimir que me había cubierto de pelo, y que aquí camino en cuatro pies, habría personas que lo creerían, y dirían que Dios me había castigado, como a Nabuchodonosor ¡y bien! qué podría yo hacer? No hay remedio alguno para esto... Mi memoria toda se compone de hechos, y simples palabras no podrían destruirlos. Para combatirme con suceso, era preciso presentarse con el peso y la autoridad de hechos por sí. Si el gran Federico, o cualquier otra de su temple, se pusiese a escribir contra mí, seria otra cosa, seria tiempo tal vez de empezarme a mover; pero en cuanto a todos los demás, cualquiera que sea el espíritu con que escriban, jamás tirarán sino con pólvora... he de sobrevivir,... y cuando quieran ser buenos, me elogiarán.... y después de todo, ¿que han logrado las inmensas sumas invertidas en libelos contra mí? Muy pronto no habrá sino vestigios de ellos; mientras, que mis monumentos y mis instituciones me recomendarán a la posteridad más remota. A mas, en el día no se volverán a repetir estas injusticias contra mí; la calumnia ha agotado todo su veneno sobre mi persona; ya no me ofenderá más; no es para mí otra cosa que el veneno de Mitidates. L. C.

    Las desgracias tienen también su heroísmo y su gloria. La adversidad faltaba a mi carrera... Si hubiese muerto sobre el trono, entre las nubes de todo mi poder, hubiera sido como un problema para muchas gentes; en el día, gracias a mi mal hado, se me puede juzgar patentemente. L. C.

    Me encuentro tan fuerte, como nunca; ni estoy debilitado ni consumido, bajo cualesquier aspecto que se me considere, y me asombro del poco efecto de todos los últimos eventos de que he sido el blanco. Esto es como el plomo que ha corrido sobre mármol; el peso ha podido comprimir el resorte, no le ha roto; se ha vuelto levantar con toda su elasticidad. L. C.

    Los diversos objetos y los diversos negocios se encuentran clasificados en mi cabeza como lo podrían estar en un armario. Cuando quiero interrumpir un negocio, cierro su gaveta, y abro la de otro. No se mezclan, ni me incomodan, ni me fatigan jamás el uno por el otro. Quiero dormir, cierro todas las gavetas, y vedme durmiendo. L. C.

    Cuando he penetrado a fondo una cuestión, no me queda en la cabeza bajo dos aspectos. He ordenado batallas, que han decidido de la suerte de los imperios, el orden de ellas jamás resultaba sino de mi propia voluntad, después de haber reflexionado y resuelto sólidamente. L. C.

    El trabajo es mi elemento, he nacido y he sido formado para él. He conocido los límites de mis piernas, de mis ojos; pero no he podido conocer nunca los de mi trabajo. L. C.

    En lo físico, como en lo moral, es preciso tratarme con dulzura, sino me altero. L. C.

    ¡Ah! temo el haber cometido injusticias involuntarias. Esto sucede, cuando uno se ve obligado a proceder por las primeras palabras, y cuando no hay un solo instante para rectificarlas. también temo haber dejado algunas deudas de gratitud sin pagarlas. L. C.

    Se habla en los papeles ingleses de los tesoros que debo poseer, y que tengo sin duda ocultos; son inmensos, es verdad. Mas ellos están patentes. Vedlos. El hermoso canal de Anveres, el de Flesinga, capaz de contener las escuadras mas numerosas y preservarlas de los hielos del mar; las obras hidráulicas de Dunkerque, del Havre, de Niza; el gigantesco canal de Cherbourg; las obras marítimas de Venecia, los hermosos caminos de Anveres a Amsterdam, de Mayence a Metz, de Bordeaux a Bayona; los pasos del Simplon, del Mont-Cenis, de Mont-Genieve, de la Comiche, que abren los Alpes en las cuatro direcciones; en esto se encontrarán mas de ochocientos millones. Estos tránsitos que sobrepasan en atrevimiento, en el esfuerzo del arte y en grandeza a todos los trabajos de los romanos! Los caminos de los Pirineos a los Alpes, de Parma a Spezza, de Savona al Piamonte, el Puente de Jena, el de Austerlitz, de las Artes, de Sevres, de Tour, de Rouanne, de Lion, de Turin, de L'Isére, de la Durance, de Bordeaux, de Ruen, &c., el canal que une el Rhin con el Rhone por Doubs, uniendo el mar de Holanda con el Mediterráneo, el que une al Escaut con el Somme, comunicando a Amsterdam con París; el que une el Rance con el Vilaine; el canal de Arles, el de Pavia, del Rhin; el desagüe de las lagunas de Bourgoing, du Cotentin de Rochefort; el restablecimiento de la mayor parte de las iglesias demolidas durante la revolución; la elevación de otras nuevas; la construcción de un gran número de establecimientos de industria, para la extirpación de la mendicidad; la construcción del Louvre, de los graneros públicos, del banco, del canal de Lureq; la distribución de las aguas en la ciudad de Paris; los numerosos resumideros, las calles, los establecimientos y los monumentos de esta gran capital; los trabajos para el adorno de Roma; el restablecimiento de las manufacturas de Lion, la creación de varias centenas de manufacturas de algodón, de hilandería, de tisues, que emplean varios millones de obreros; los fondos acumulados para crear mas de cuatrocientas manufacturas de azúcar de Beteraya, para el consumo de una parte, de la Francia, que hubiera provisto de azúcar al mismo precio que la de las Indias si se hubiese continuado animándolas solamente cuatro años mas; la sustitución del Pastel al añil, que se logró obtener en Francia con la misma perfección, y a tan buen precio como el de las colonias; el número de manufacturas para toda especie de objetos de artes &c. cincuenta millones empleados en reparar y hermosear los palacios de la corona; sesenta millones en muebles empleados en los mismos palacios, en Francia, en Holanda, en Turin, en Roma; sesenta millones de diamantes de la corona, todos comprados con mi dinero; el Regente mismo, único que existía de los antiguos diamantes de la corona de Francia, habiéndole rescatado yo de las manos de los judíos de Berlín, los que habían tomado empeñado por tres millones; el Museo Napoleón avaluado en mas de cuatrocientos millones, y que no contenía sino objetos legítimamente habidos o por dinero o por condiciones de tratados de paz conocidos de todo el mundo, en virtud de lo que estos jefes de obra fueron dados en conmutación de cesación de territorios o de contribuciones; varios millones acumulados para el estímulo de la agricultura, que es el primer interés de la Francia; la institución de las carreras a caballo; la introducción, de los merinos, &c. Ved aquí lo que forma un tesoro de muchos millones que durará siglos... Ved los monumentos que confunden la calumnia!

    La historia dirá que todo esto se consiguió en medio de guerras continuas, sin ningún empréstito, y aún cuando la deuda pública disminuía diariamente y que se habían disminuido los impuestos en cerca de cincuenta millones. Sumas muy considerables había aún en mi tesoro particular; ellas me fueron conservadas por el tratado de Fontainebleau, como que resultaban de ahorros de mi lista civil, y de otras rentas privadas mías. De ellas se repartieron, y no fueron enteramente al tesoro público, ni al de Francia.

    Se dice también que no he hecho jamás la paz con Inglaterra sino para engañarla, sorprenderla y destruirla, y que si el ejército francés me era tan adicto, era porque casaba a las hijas de las familias más ricas de mi imperio con mis oficiales. Estas calumnias contra un hombre que se oprime con tal barbarie, y a quien se le apreta la garganta para que no hable, son rechazadas por todas las personas bien nacidas y capaces de sentir. Cuando yo estaba sobre el primer trono del mundo, entonces sin duda mis enemigos han tenido el derecho de decir todo lo que han querido, mi conducta era pública, y servia de suficiente respuesta; y fuese como fuese, correspondía al departamento de la opinión y de la historia; pero en el día, nuevas y bajas calumnias no pertenecen sino a lo ínfimo de la debilidad, y no conseguirán su objeto. Millones de libelos han aparecido, y aparecen todos los días; son inútiles. Sesenta millones de hombres de las comarcas mas civilizadas del universo elevan su voz para confundirlos, y cincuenta mil ingleses que viajan hoy por el continente, llevarán consigo la verdad a los pueblos de los tres reinos, que se avergonzarán de haber sido engañados tan groseramente. En lugar de temor a la historia, yo la invoco. En cuanto al bill que me ha arrojado sobre una roca, es un acto de proscripción semejante a los de Sylla, y aún peor. Los romanos persiguieron a Annibal hasta el fondo de la Bytinia. Flaminio obtuvo del Rey de Prusia la muerte de este gran hombre, y por esto Flaminio fue acusado en Roma de haber obrado así por satisfacer su odio personal. En vano alegó que Annibal aún en la flor de su edad podía ser peligroso, que su muerte era necesaria; mil voces respondieron que lo que era injusto e innoble, no podía ser jamás ventajoso para una gran nación; que tales pretextos justificarían los asesinatos, el envenenamiento, y toda especie de crimen. Las generaciones que siguieron reprocharon esta debilidad a sus antepasados; ellas hubieran pagado bien caro el que se borrase una mancha tal de su historia. Después de la renovación de las letras entre las naciones modernas, no hay generación que no haya unido sus imprecaciones a la que profirió Annibal al momento de beber la cicuta. Maldecía a esta Roma, que en una época en que sus flotas, y sus legiones cubrían la Europa, el Asia y el África, saciaba, su cólera con un hombre solo y desarmado, porque le temía, o pretendía temerle. Pero los romanos jamás violaron la hospitalidad. Sylla encontró asilo en la casa de Mario. Flaminio, antes de proscribir a Annibal, no lo recibió a bordo de su buque; no le declaró que tenia órdenes de recibirlo bien; la flota romana no lo transportó al puerto de Ostia; bien lejos de recurrir a la protección de las leyes romanas, Annibal prefirió confiar su persona a un rey de Asía. Cuando, fue proscripto, no estaba ya bajo la protección del estandarte romano; estaba bajo las banderas de un rey enemigo de Roma.

    Si alguna vez en la revolución de los siglos, un rey de Inglaterra llega a comparecer ante el tribunal temible de su nación, sus defensores insistirán sobre el augusto carácter de los reyes, el respeto debido al trono, a toda testa coronada, al ungido del Señor! Pero sus adversarios tendrán derecho a responder; uno de sus antepasados proscribió a su huésped en tiempo de paz; no osando quitarle la vida en presencia de un pueblo que tenia sus leyes positivas, sus formas religiosas y públicas, hizo exponer su víctima sobre el punto mas insalubre de una roca situada en medio del Océano, en otro hemisferio. Este huésped pereció allí, después de una larga agonía atormentado por el clima, las necesidades y las injurias de toda especie! ¡Ahora bien! este huésped era también gran Soberano, levantado sobre el broquel de treinta y seis millones de ciudadanos. Fue señor de casi todas las capitales de la Europa; vio en su corte los Reyes mas grandes; fue generoso con todos ellos; fue durante veinte años el arbitro de las naciones; su familia estaba ligada con todas las familias soberanas, aun con la misma de Inglaterra; fue dos veces el ungido del Señor, fue dos veces consagrado por la Religión! L. C.

    Lego el oprobio de mi muerte a la casa reinante de Inglaterra. L. C.

Napoleón Bonaparte, nació en Ajaccio en Córcega, el 15 de agosto de 1769, de Carlos Bonaparte y de María Leticia Ramolino. Entró a la escuela de Brienne en 1779, y a la de París en 1785. Fue oficial el primero de septiembre de 1785; capitán el 6 de febrero de 1792; jefe de batallón el 20 de octubre de 1793; general de brigada el 7 de febrero de 1794; general de división el 26 de octubre de 1795; general en jefe en las campañas de Italia de 1796 y 1797; se hizo a la vela para Egipto el 19 de mayo de 1798; vuelve a Francia el 29 de agosto de 1799; desembarca el 7 de octubre de 1799; el 8 brumario (noviembre de 1799) es nombrado primer Cónsul acompañado de los otros dos Sieyes y Ducos, que pronto fueron remplazados por Cambaceres y Lebrun. Va al Ejército de Italia el 8 de mayo de 1800, y triunfa en 1801, contra los ingleses de esa isla que lo recibió desterrado en 1814; cónsul de por vida el 4 de agosto de 18O2, y creación de la legión de honor. Emperador de los Franceses el 18 de mayo de 1804, y consagrado por el Papa, que vino personalmente a París a poner sobre la cabeza de Napoleón la corona de Carlo Magno, el 2 de diciembre del mismo año; rey de Italia el 26 de mayo de 1805; protector de la confederación del Rin en 1806; abdicó el 2 de abril de 1814; el 20 de abril del mismo año se va a la Isla de Elba que le es cedida en toda su soberanía; desembarca en Francia el primero de marzo de 1815; la gobierna aún cien días; derrotado en Waterloo el 18 de junio, se embarca voluntariamente en el navío ingles Bellerophonte; es hecho prisionero contra el derecho de gentes, y aprisionado en la Isla de Santa Helena, en donde murió sufriendo privaciones de todo género el 5 de mayo de 1821.

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Pablo I de Rusia


    Pablo que ha sido tenido por un loco, fue el primero que del fondo de su Rusia apreció la diferencia que mi advenimiento al poder causó en la política de la Europa, mientras que el ministerio inglés, reputado por tan hábil y de tanta experiencia, fue el último. "Dejo a un lado las abstracciones de vuestra revolución, me escribía Pablo, me atengo a un hecho, él me basta; a mis ojos vos sois un gobierno, y os hablo porque podemos entendernos, y puedo tratar."

    Ved lo que me dijo Alejandro un día hablando de la muerte de su padre. Pablo primero fue asesinado por B....O....P.... y otros. Un cosaco en quien Pablo se fiaba mucho, estaba apostado delante de su puerta. Los conspiradores subieron, y quisieron entrar. P....le dijo que él era, y que quería hablar inmediatamente al Emperador. El fiel cosaco rehusó esto. Los conspiradores cayeron sobre él, y después de una resistencia desesperada, fue hecho pedazos. Pablo que estaba en cama, salió lo que oyó ruido, e intentó escaparse por las viviendas de la Emperatriz. Por su desgracia, en sus sospechas, había ordenado uno o dos días antes que se cerrase la puerta de comunicación. Se fue pues a ocultar en un guarda ropa. Entretanto los conspiradores hacen pedazos la puerta, y se precipitan hacia el lecho, conocen que estaba desocupado. Somos perdidos, gritan, se ha escapado. P.... que tenía más presencia de ánimo que los otros, se avanza hacia el lecho, y metiendo la mano bajo la colcha, el nido está caliente, dijo, el pájaro no estará muy lejos. Empiezan a huronear todo, y acabaron por arrancar a Pablo de su escondrijo. Le presentaron un papel que contenía su abdicación, que quisieron hacerle firmar. Pablo se resistió en el momento; pero dijo después que la firmaría voluntariamente si le dejaban ir. Entonces lo agarraron, le hirieron en la cabeza, e hicieron esfuerzos por degollarlo. Pablo hizo una resistencia desesperada, y temiendo que viniesen a socorrerlo B.... dio fin a sus días poniéndole los tacos de las botas sobre los ojos, y también le deshizo los sesos, mientras que los otros le tenían en el suelo. Pablo luchando contra sus asesinos, tomó una vez el talón de B..... con la boca y le arrancó un pedazo de carne. L. C. - O.

En la noche del 11 al 12 de marzo de 1801 fue asesinado. Tenía 47 años, y había subido al trono cuando murió Catalina su madre.

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Pío VII


Este era un hombre bondoso, amable, y bueno.... mi influencia sobre él era tal, que le arranqué por la sola fuerza de mi conversación privada el famoso concordato de Fontainebleau, en el cual renunció a la soberanía temporal... le estimo y le amo mucho. L. C.

Pío VII nació en 1742, fue consagrado papa en 1800 y murió en 1823.

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Selím III

    Le escribía un día. Sultán, sal de tu serrallo; ponte a la cabeza de tus tropas, y empieza los bellos días de la monarquía. Selim, el Luis XVI de los turcos, que nos era muy afecto, y también muy favorable, se contentó con responder: que esto era bueno para los primeros príncipes de su dinastía; que las costumbres de este tiempo estaban bien lejos de admitirla, que actos de esta naturaleza serían en el día fuera de propósito, y seguramente sin fruto. L. C.

Selim nació en 1761, fue proclamado emperador de los turcos en 1789, reinó hasta el año de 1808, época en la cual pereció a consecuencia de una insurrección.

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