miércoles, 15 de noviembre de 2023

Sobre el autor del retrato -post mortem de VELÁZQUEZ

Cuando Diego Velázquez muere en agosto de 1660, el pintor cordobés Juan de Alfaro tiene 17 años y había conseguido entrar como aprendiz en el estudio del gran Velázquez. Pero este brumoso personaje cordobés, deslumbrado por la categoría de su maestro, llega al parecer en poco tiempo, a ser algo más que un discípulo.

Juan de Alfaro, Córdoba, 1643 – 1680, pertenece a una familia de noble apellido; los Alfaro, que son élite cultural del interesante Barroco cordobés. Su hermano es escritor, él mismo está considerado también como poeta; su padre es farmacéutico y escritor y su abuelo es médico y escribe el primer tratado de cirugía de la cabeza conocido en España. Al parecer su refinada educación y habilidad para la escritura, lo lleva a ser en cierta manera una especie de secretario particular del maestro Velázquez.

La primera prueba de esta relación especial con Velázquez la encontramos en una pequeña publicación que es un inventario de 41 obras de arte que Felipe IV traslada al Escorial. Las descripciones de estas son del mismo Velázquez, pero como se puede leer en la portada, la obra va firmada, quizás como editor o recopilador por Juan de Alfaro. Esto hoy es muy discutido por los especialistas, pero el documento está ahí de forma veraz, habrá quizás que datarlo correctamente pero es indiscutible la firma de Alfaro.

La relación entre el maestro y discípulo va más allá de la relación profesional. Juan asiste a todos los actos del funeral de Velázquez y mientras este reposa en el catafalco de la capilla ardiente, él lo acompaña haciendo un apunte de su rostro ya sin vida, que hoy está en París en la Colección Frits Lugt.


Pero Juan de Alfaro no solo hace el último retrato de Velázquez, también es el encargado de escribir el epitafio que se grabará sobre su lápida en la parroquia de San Juan en Madrid. Esta iglesia y la sepultura de Velázquez serían completamente destruidas durante la invasión francesa, por lo que hoy, igual de lo que sucede con los restos de Cervantes, sus huesos están desaparecidos, y su último lugar de descanso, destruído.

Pero entonces ¿cómo llega el epitafio hasta nosotros? Pues esta es la tercera y más interesante acción de Alfaro, que queriendo conservar la memoria del genial y admirado Velázquez, empieza a reunir datos y notas para construir una biografía de su desaparecido maestro. No será él quien la publique sino su discípulo y también pintor cordobés Antonio Palomino. Este, que además de pintor pasará a la historia por ser un excelente divulgador, está empeñado en publicar siguiendo la estela de los italianos, una recopilación de biografías de los artistas españoles habidos hasta la fecha.

Al final serán tres tomos lo que Antonio Palomino de Castro -Bujalance, 1655 - Madrid, 1726- publicará con el título de “El Museo Pictórico y Escala Óptica”. Este “parnaso español” es una de las principales fuentes para la historia de la pintura barroca española. Todas las biografías del gran Velázquez que hasta la fecha se han escrito, han tenido y tienen como base documental a esta primera obra publicada por Palomino y que nace de las notas y conversaciones que Juan de Alfaro tiene con su discípulo, al que al final encomienda este asunto.

Este grupo de pintores barrocos cordobeses, que extrañamente son competidores bien avenidos, no es completo si no incluimos la figura de un tercero: Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668) es el primer maestro que acoge en su taller a un jovencísimo Alfaro, antes de pasar al estudio de Velázquez. Una curiosa anécdota que sucede entre ambos y que narra Palomino en su Museo Pictórico, puede servir de colofón para hacernos una idea del espíritu de cooperación y limpia competencia que entre estos artistas cordobeses había.

LA ANÉCDOTA

Alfaro vuelve a Córdoba con poco más de 20 años, ya con el prestigio de su estancia en la Corte. El primer encargo que recibe es el de pintar los cuadros del Convento de San Francisco, que en ese momento estaba en discusión si debían pintarlos Saravia o Antonio del Castillo, su primer profesor de pintura. El encargo recae sobre Alfaro, y este -que debía tener un ego disparatado- firmó todas las obras con el letrero “Pinxit Alfarus”. Antonio del Castillo, para gastarle una broma, firmó el único cuadro que hiciera para ese claustro con la frase “Non fecix Alfarus” burlándose así de la presunción de su discípulo.

Alfaro debió encajar bien el golpe, pues preguntado por el propio Palomino qué le había parecido el hecho contesto: “que había sido una gran honra para él competir con varón tan barbiponiente en la persona y en la pintura".

El cuadro en cuestión es el Bautismo de San Francisco de Asís que puede contemplarse en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.

El citado Non fecix Alfarus

Nacimiento de San Francisco de Asís
¿Este sí lo pinxit Alfarus?



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Al final serán tres tomos lo que Antonio Palomino de Castro (Bujalance, 1655 - Madrid, 1726) publicará con el título de  El Museo Pictórico y Escala Óptica”. Este “Parnaso español” es una de las principales fuentes para la historia de la pintura barroca española. Todas la biografías del gran Velázquez que hasta la fecha se han escrito, han tenido y tienen como base documental a esta primera obra publicada por Palomino y que nace de las notas y conversaciones que Juan de Alfaro tiene con su discípulo, al que al final encomienda este asunto.

Este grupo de pintores barrocos cordobeses, que extrañamente son competidores bien avenidos, no es completo si no incluimos la figura de un tercero: Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668) es el primer maestro que acoge en su taller a un jovencísimo Alfaro, antes de pasar al estudio de Velázquez. Una curiosa anécdota que sucede entre ambos y que narra Palomino en su Museo Pictórico, puede servir de colofón para hacernos una idea del espíritu de cooperación y limpia competencia que entre estos artistas cordobeses había.

LA ANÉCDOTA

Alfaro vuelve a Córdoba con poco más de 20 años, ya reconocido por su estancia en la Corte. El primer encargo que recibe es el de pintar los cuadros del Convento de San Francisco, que en ese momento estaba en discusión si debían pintarlos Saravia o Antonio del Castillo (su primer profesor de pintura). El encargo recae sobre Alfaro, y este, que debía tener un Ego disparatado, firmó todas las obras con el letrero “Pinxit Alfarus”. Antonio del Castillo, gastándole una broma, firmó el único cuadro que hiciera para ese claustro con la frase “Non fecix Alfarus”  burlándose así de la presunción de su discípulo.

Alfaro debió encajar bien el golpe, pues preguntado por el propio Palomino qué le había parecido el hecho contesto: “que había sido una gran honra para él competir con varón tan barbiponiente en la persona y en la pintura".

El cuadro en cuestión es el Bautismo de San Francisco de Asís que puede contemplarse en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.

En el escalón inferior puede apreciarse la famosa frase con la que Castillo firma la obra.


Y por último el epitafio de Velázquez redactado por  Juan de Alfaro. 

D. Didacus Velazquius de Silva Hispalensis pictor eximius natus anno MDLXXXXIV Picturae nobilissimae arti sese dicavit (praeceptore accuratissimo Francisco Pocieco qui de pictura pereleganter scripsit) Jacet hie : proh dolor ! D. D. Philippi IV Hispaniarum Regis Augustissimi a cubiculo Pictor primus, a camara excelsa adjutor vigilantissimus, in Regio Palatio et extra ad hospitium cubicularius maximus, a quo studiorum ergo missus, ut Romae et aliarum Italiae urbium Picturae tabulas admirandas, vel quid aliud hujus suppelectilis, veluti statuas marmoreas, aereas conquireret, perscrutaret, ac secum adduceret, nummis largiter sibi traditis : sicque cum ipse pro tunc etiam Innocentii X Pont. Max. faciem coloribus mire expresserit, aurea catena pretii supra ordinarii eum remuneratus est, numismate, gemmis, caelato cum ipsius Pontificis effigie insculpta, ex ipsa ex annulo, appenso : tandem D. Jacobi stemmate fuit condecoratus et post redditum ex fonte rapido Galliae confini Urbe Matritum versus cum rege suo Potentissimo e nuptiis serenissimse D. Mariae Theresiae Bibianae de Austria et Borbon, e connubio scilicet cum Rege Galliarum Christianissimo D.D. Ludovico XIV labore itineris febri praehensus, obiit Mantuae Carpetanae, postridie nonas Augusti, aetatis LXVI anno MDCLX sepultusque est honorifice in D. Joannis Parrochiali Ecclesia, nocte septimo Idus mensis, sumptu maximo immodicisque expensis, sed non immodicis tanto viro. Haeroum concomitatu, in hoc Domini Gasparis Fuensalida Grafierii Regii amicissimi subterraneo sarcophago : suoque magistro praeclaroque viro saeculis omnibus venerando, Pictura collacrimante, hoc breve epicedium Joannes de Alfaro Cordubensis maestus posuit et Henricus frater Medicus.

D. Didacus Velazquius de Silva Hispalensis, excelente pintor nacido en el año 1634, se dedicó al más noble arte de la pintura (bajo el maestro más certero, Francisco Pocieco, que escribía muy elegantemente sobre pintura) Aquí yace: ¡ay! D. D. Felipe IV de España, rey de Augusto, primer pintor de cámara, ayudante de campo más vigilante de la cámara alta, chambelán mayor en la Regio Palatio y fuera del hospital, enviado por él a estudiar, para admirar las pinturas de Roma y de otras ciudades italianas, o cualquier otra cosa de este tipo de muebles, como si quisiera procurarse estatuas de mármol y de bronce, examinarlas y traerlas consigo, con el dinero generosamente entregado a él: y así cuando él mismo, para esa época, también Poncio Inocencio X. Máx. su rostro estaba maravillosamente coloreado, fue recompensado con una cadena de oro de un valor superior al ordinario, con una medalla, con gemas, grabada con la efigie del propio Papa, colgada de un anillo: por fin fue condecorado con el escudo de D. Jaime, y después de regresar de una fuente rápida en la frontera de la Galia hacia la ciudad de Madrid con su rey más poderoso del sereno matrimonio de D. María Teresa Bibiana de Austria y Borbón, es decir del matrimonio con el Rey de las Galias más cristiano D.D. Ludovico XIV, presa de fiebre por los esfuerzos del viaje, murió en Mantua Carpetana, el día después del nueve de agosto, a la edad de 66 años en el año 1660, y fue enterrado honorablemente en la iglesia parroquial de D. Juan. en la noche del séptimo día del mes, con grandes gastos y gastos desmesurados, pero no desmesurados para tal hombre. Acompañado de los héroes, en este sarcófago subterráneo del Señor Gaspar Fuensalida, el mejor amigo del Real Grafierius: y venerando a su maestro y hombre ilustre de todos los tiempos, Collacrimante Pictura, este breve poema épico fue lúgubremente colocado por Juan de Alfaro de Cordubensis. y Enrique el hermano médico.

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