domingo, 5 de mayo de 2019

Virginia Woolf -2- Bio-Librería, 1922-1932



En 1922, apareció Jacob’s Room /La Habitación de Jacob.

Primera Edición de La Habitación de Jacob. Hogarth Press.

La Habitación de Jacob/Jacob's Room, la tercera novela de Virginia Woolf, se publicó el 26 de octubre de 1922, por la firma Hogart Press.

La historia se centra en torno a la figura del protagonista Jacob Flanders, que se define, sobre todo, a través del concepto que otros personajes, la mayor parte, mujeres, tienen de él, excepto en algunas ocasiones en que aparece su perspectiva personal, de modo que, entre todos, incluido el narrador, conforman un argumento, que no es sino la definición y el análisis de la persona de Jacob Flanders; más que un protagonista, un objetivo, la imagen, o, quizá, el espacio de la ausencia.

La obra está ambientada en Inglaterra, antes de la Gran Guerra, cuando Jacob era un niño, al que vemos crecer, hasta que se convierte en adulto tras su paso por la Universidad de Cambridge. Londres, ciudad que constituye su principal decorado, si bien, al final de la obra, aparecen sendos viajes a Italia y Grecia.

No sabremos que Jacob ha muerto en la guerra de forma explícita, sino a partir del momento en que el narrador se centra en la observación de su habitación, entonces, dolorosamente vacía. 

En diciembre, de este año, 1922, Virginia conoció a Vita Sackville-West.

Marzo de 1924, Virginia y Leonard se van a vivir al número 52 de Tavistock Square y Hogart Press publica Mr. Bennett and Mrs. Brown.

Hogart Press 1ª ed. Portada de Vanessa Bell

El novelista Arnold Bennett había escrito una reseña de la Habitación de Jacob de Woolf, en Cassell's Weekly, en marzo de 1923, lo que provocó una sonora refutación por parte de Virginia, que escribió en su diario, en junio, que Bennett la acusaba de escribir sobre personajes que no podían sobrevivir. Su respuesta fue publicada en los Estados Unidos, en diciembre, en Nation and Athenaeum, bajo el título: El Sr. Bennett y la Sra. Brown. La respuesta de los lectores animó a Virginia a desarrollar en detalle sus ideas acerca del relativismo cultural.

Arnold Bennett (1867-1931) in 1922

El resultado de su trabajo fue leído el año siguiente -el 18 de mayo de 1924-, ante la llamada Sociedad de Herejes, en la Universidad de Cambridge. T.S. Eliot, que entonces era el editor de The Criterion, publicó la ponencia con el título de Personaje en la ficción. Finalmente, apareció en la propia Hogarth Press, el 30 de octubre de 1924, conformando el No. 1 de los Ensayos Hogarth (1924–1926).

Woolf explicaba lo que ella percibía como la llegada del modernismo, con la frase, tan citada posteriormente, que aseguraba que, “en, o alrededor de diciembre de 1910 cambió el carácter humano"; refiriéndose, en el terreno artístico, concretamente a la Exposición Manet, organizada por Roger Fry con los Postimpresionistas, término que este último acuñó.

Cartel de la Exposición organizada por Roger Fry, 
“Manet y los Post-Impresionistas”, 1910

Argumentaba Virginia Woolf que el cambio no sólo se había producido en el Arte, sino también en las relaciones humanas, y, por supuesto, en los planteamientos relativos a "religión, conducta, política y literatura". Deducía, pues, que, por la misma causa, el modernismo era necesariamente inestable, puesto que se hallaba inmerso en una sociedad y una cultura cambiantes. Para desarrollar su argumento, se sirvió del análisis de dos generaciones de escritores.

Pero Bennett no solo la criticó a ella, sino a todos los escritores modernos y sus descripciones de realidad. Virginia Woolf le respondió con energía y conocimiento de causa: "El Sr. Bennett dice que solo si los personajes son reales la novela tiene alguna posibilidad de sobrevivir. De lo contrario, debe morir. Pero, me pregunto, ¿qué es la realidad? ¿Y quiénes son los jueces de la realidad?"

Ella sostenía que. a medida que los tiempos cambian, los escritores y las herramientas que utilizan deben cambiar a su vez, porque "las herramientas de una generación son inútiles para la siguiente".

Finalmente se refirió a Bennett como “eduardiano” (1901-1910), y a aquellos que constituían el objetivo de sus ataques, como "georgianos" (1910-1936) refiriéndose al cambio de monarca y de tiempos, que había coincidido con la exposición de Fry con los pintores a los que él mismo denominó “Postimpresionistas”.
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La época eduardiana, que abarca el reinado de Eduardo VII y que fue así llamada en su honor, coincidió con la llegada del nuevo siglo, acompañada de notables cambios tecnológicos y sociales; así, la aparición del vuelo con motor y el surgimiento del socialismo. 

Eduardo desempeñó un papel importante en la modernización de la flota británica y en la reorganización del ejército, después de la Segunda Guerra de los Bóers y fomentó las relaciones entre Gran Bretaña y otros países europeos, especialmente Francia, por lo que fue conocido popularmente como «el Pacificador». 

Como siempre temió, su sobrino, el emperador alemán Guillermo II, llevó a Europa a la guerra cuatro años después de la muerte de Eduardo; fue la llamada “Gran Guerra” denominación que después cambió al ordinal, Primera, cuando, desgraciadamente, en 1939, estalló otra más “grande”, y hasta entonces, inimaginable.

George V: Fue el segundo hijo de Eduardo VV, todavía príncipe de Gales, y, por tanto, nieto de la longeva monarca reinante, Victoria. Cuando nació, era tercero en la línea de sucesión, detrás de su padre y de su hermano mayor, el príncipe Alberto Víctor. Sirvió en la Royal Navy desde 1877 hasta que, en enero de 1892, el inesperado fallecimiento de su hermano lo adelantó en la línea de sucesión. 

A la muerte de Victoria en 1901, su padre, Alberto Eduardo se convirtió en el rey Eduardo VII y Jorge fue nombrado príncipe de Gales hasta que sucedió a su padre en 1910.


Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, (1914-18) cayeron los imperios de sus primos, el Zar Nicolás II de Rusia y el Káiser Guillermo II de Alemania, pero el británico alcanzó entonces su máxima extensión. 

En 1917, Jorge se convirtió en el primer monarca de la casa de Windsor, nombre con el que rebautizó a la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, a causa del anti germanismo imperante. Su reinado vio el surgimiento de los primeros movimientos sociales, tanto socialistas como fascistas, que cambiaron radicalmente el panorama político; en su caso, con la ley del Parlamento de 1911 se estableció la supremacía de la Cámara de los Comunes —elegidos democráticamente— sobre la de los Lores —, que no lo eran. En 1924, designó por vez primera un primer ministro laborista, y en 1931, por el Estatuto de Westminster se reconocieron los dominios del Imperio como reinos independientes dentro de la llamada Mancomunidad Británica de Naciones. 

Jorge sufrió distintas enfermedades durante la última parte de su reinado. Le sucedió su hijo mayor, Eduardo VIII. 
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1925: Virginia publica dos ensayos bajo el título: The Common Reader, en Abril.


En Mayo, aparece Mrs. Dalloway. 

Hogarth Press, 1ª Edición

La señora Dalloway/Mrs. Dalloway -la cuarta novela de Virginia Woolf-, aparece el 14 de mayo de 1925. Se trata de un día en la vida de Clarissa Dalloway, en Inglaterra, después de la Primera Guerra Mundial, en una narrativa que compone un discurso de consciencia, y consta de dos historias breves: La señora Dalloway en Bond Street, y otra no terminada; El Primer Ministro.

Mientras Clarissa Dalloway prepara una fiesta que va a ofrecer esa noche, empleando su propia perspectiva, Virginia Woolf viaja entre el pasado y el futuro, como ocurre dentro y fuera de la mente de los distintos personajes, con todo lo cual, la autora construye un cuadro completo de la estructura social de entreguerras.

A causa de ciertas similitudes estructurales y estilísticas, se ha dicho que La Señora Dalloway viene a ser una respuesta al Ulises de James Joyce, como sabemos, admirado como una de las grandes novelas del siglo XX, con el empleo de un discurso que Virginia Woolf ya anticipaba, cuando elogió la obra de Joyce en su ensayo "Modern Fiction", a pesar de que la Hogarth Press –administrada, como sabemos, por ella y por Leonard-, no pudo publicar el Ulises en Inglaterra, a causa, además de otras cosas, de las restricciones de uso de lenguaje que regían en Inglaterra en la época.

La revista Time incluyó esta novela en su lista de las 100 mejores en lengua inglesa, entre 1923 y 2005. En definitiva, La Señora Dalloway se ha convertido, posiblemente, en la obra más conocida de Virginia Woolf, en parte, debido al éxito de la película La señora Dalloway, de la directora holandesa Marleen Gorris, adaptación de la novela de V. Woolf, protagonizada por Vanessa Redgrave, en 1997, así como a la novela -basada en el argumento de Mrs. Dalloway como eje central-, de Michael Cunningham, Las horas -Premio Pulitzer, 1999-, dirigida por Stephen Daldry, en 2002 y protagonizada por Meryl Streep, Julianne Moore y Nicole Kidman.

Miss Dalloway, 1997 – Las Horas, 2002

La novela afronta diversos temas, pero especialmente, plantea los derechos de las mujeres y la posibilidad de la locura, en torno a los personajes de Clarissa Dalloway y Septimus Warren Smith

Clarissa representa a las mujeres proverbialmente sometidas, en razón del sexo y la economía. Septimus, un héroe de guerra traumatizado, representa, con agudeza, el tratamiento de la locura y la depresión, originadas socialmente, criticando el análisis y tratamiento médico de las mismas, a través del gradual deterioro del personaje y su suicidio.

Ciertamente, existen similitudes entre la circunstancia vital de Septimus y la de Virginia Woolf; que, al parecer, alguna vez intentó lanzarse por una ventana como Septimus en su obra -aunque, afortunadamente, no lo hizo-, pero tal similitud lleva al lector a dilucidar un aspecto auto-biográfico a través de la personalidad de Septimus.

Por otra parte, la novela plantea asuntos diversos y candentes, como el colonialismo, el comercialismo, la medicina, el feminismo, la sexualidad, y la política, en general.

Adoptando el mismo recurso literario que James Joyce en Ulises, la historia de La señora Dalloway transcurre en un solo día del mes de junio.

La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores –empieza la narración-, y esta sencilla proposición, ya compone el cimiento de la historia que sigue. En primer lugar, se produce una vuelta al pasado de Clarissa; sus recuerdos, antes de convertirse en la Sra. Dalloway.

Un párrafo después, está en la calle, esperando para para cruzar el camino e ir a comprar las flores, mientras sigue pensando, alternativamente en el pasado, que, sin duda. ha condicionado el presente, convirtiéndose en parte del mismo, gracias a las asociaciones mentales que se reproducen al percibir el aire fresco de aquella mañana de Junio. 

En esta novela, todas las acciones -no los recuerdos-, transcurren en un solo día, y es la consciencia la que se moviliza hacia adelante y atrás en el tiempo, provocando la posibilidad de que, en ocasiones, incluso una misma escena se presente bajo a diversos puntos de vista, por ejemplo, cuando la autora ofrece monólogos interiores que se intercalan, como cuando varios personajes se encuentran cerca, aun sin conocerse entre sí, a veces, pensando unos en otros.

El narrador, viene a ser una voz añadida, que también participa en el clamoroso y múltiple silencio, pero sin interrumpir nunca el discurso protagonista, focalizado en Clarissa Dalloway y en Septimus.

Ya durante la fiesta, la señora Dalloway es informada del suicidio de Septimus, del que, por otra parte, nunca había oído hablar. Al principio se impresiona, pero, poco a poco, empieza a sentir algo muy parecido a la admiración, considerando que Septimus lo ha hecho, no para destruir, sino para preservar.

Tras la publicación de La Señora Dalloway y de Al faro, la crítica empezó a elogiar la originalidad literaria de Virginia Woolf, que llamó la atención con su maestría técnica y con su proyecto experimental, que la llevó a introducir, en prosa, un estilo y unas imágenes hasta entonces más bien empleados en la poesía. Con su acertada técnica, Virginia Woolf, transforma situaciones, a veces banales, a veces, trágicas, en hallazgos novelísticos geniales.
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Cuando Virginia Woolf publicó Mrs. Dalloway (1925) hacía diez años que había salido su primera novela, The Voyage Out, a la que habían seguido otras novelas y relatos breves: Night and Day (1919), Kew Gardens (1919), Monday or Tuesday, Jacob’s Room (1922), Mr. Bennett and Mrs. Brown (1924).

Mrs. Dalloway es una obra de experimentación, de escritura consciente, tras largo tiempo de reflexión. Según declaró la autora, es la adaptación de una técnica narrativa que permite la simultaneidad del presente y del pasado, basada en el concepto de durée/duración, de Bergson, que la ella tomó, posiblemente de Proust -de quien, según su diario, era tan asidua lectora, como lo era de Joyce.

Pero quizás más que en James Joyce y más que en otros escritores, hay que pensar en T. S. Eliot, especialmente a The Waste Land/ Tierra Yerma, para una mejor compresión de esta obra, pues es algo una respuesta al mismo paisaje de desolación interior, y a la quiebra de la civilización occidental que la guerra europea puso al descubierto. 

Más esperanzada, porque a una Tierra Yerma opone unos árboles vivos, una esperanza de futuro y de continuidad en la muchacha de los jacintos, que es un recuerdo del pasado y del amor perdido en el poema.

La novela se desarrolla en junio, cuando los muertos; los muertos de la guerra reciente, ya han sido enterrados, por lo que, aún las flores que Mrs. Dalloway va a comprar, las flores para una fiesta, parecen una frivolidad culpable, que hace que Clarisa, mientras va a elegirlas, piense en la guerra, en sus víctimas, y en su propia muerte. 

Vida y muerte se entremezclan en Mrs. Dalloway; vida en la muerte, después de la muerte; muerte en vida; imágenes que se superponen, innumerables; imágenes de muertes proyectadas sobre la vida, porque la vida intensa es tan peligrosa como la muerte… y los siglos como un día de verano… siendo la vida entera vivida en un solo instante.

Se trata de la misma insistencia, con ritmos cada vez más acelerados, que se produce en The Waste Land: Hurry up please, it’s time / Rápido, por favor; es la hora, repetido con el paso de las horas, hasta la campanada final de la muerte. 

Septimus y Clarissa son los dos, y un mismo protagonista de Mrs. Dalloway, según manifestó Virginia Woolf en el prefacio que escribió para la edición de esta obra de la Modern Library; como Tiresias, en quien "the two sexes meet"/los dos sexos se encuentran, es, aunque mero espectador, "the most important personage in the poem"/el más importante personaje del poema, tal como escribió también T.S. Eliot en las notas de The Waste Land; el más importante, porque lo que él ve es la síntesis del poema; -lo que su Tiresias ve, de hecho, es la sustancia del poema; del mismo modo que lo más importante de la novela de Woolf, es lo que fluye de la conciencia de Clarissa

En ambos casos, es la voz, que el dolor hace posible, y sobrevive a la muerte. Las correspondencias entre Mrs. Dalloway y The Waste Land son también claras en lo que respecta a la parte cuarta del poema, "Death by Water"/Muerte en el agua, que desarrolla el mismo asunto, con resonancias cristianas de vida a través de la muerte, y paganas, con sus mitos y símbolos relativos a los ciclos de la vegetación.

Clarissa Dalloway siente la soledad de su vida; T. S. Eliot alude a dos reinas, Cleopatra y Dido, que prefirieron la muerte a una vida sin amor.

En ambas obras, el tema de la imposibilidad de una verdadera relación humana, de la esterilidad, impuesta o voluntaria; se amplifica en otros pasajes, en la novela, referido a otros personajes: Septimus, que se niega a engendrar hijos, porque conoce, como Tiresias, la causa de la maldición caída sobre la antigua Tebas, que se repite sobre el Londres de su tiempo.

Pero es después de la muerte, en la esperanza del agua, en la esperanza de vida del final de The Waste Land donde Mrs. Dalloway tiene su desenlace paralelo; la entrega y la muerte, que compensan la vida frívola y estéril de los que no lucharon, de Clarissa… que nunca arriesgó nada, va a comprenderlo: "Fear no more..."/No más miedo...

El último deseo, la última esperanza, tanto en el poema como en la novela, sería la paz, la comprensión de la paz. La paz en la muerte; la paz en la vida, hecha posible en Mrs. Dalloway por la donación de la vida de los que murieron en la guerra, o a consecuencia de la guerra, a través de la identificación con ellos, por parte de los que sobrevivieron. Es el paso a la paz, la percepción de la paz, como cierre del poema, con ecos litúrgicos en su insistente repetición en el poema de Waste Land/Tierra Desolada.

Catalina Montes. Universidad de Salamanca. (Resumen).
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1926: Virginia Woolf escribía To the Lighthouse. 

Vita Sackville-West regaló a los Woolf un perro; Pinker, que después fue el modelo para Flush.

Pinker, el Spaniel de Virginia y Leonard, pintado por Vanessa Bell 

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En enero de 1927 Virginia Woolf terminó To the Lighthouse/Al Faro, que fue publicado en mayo.

1ª Edición. Hogarth Press

La historia de Al Faro, es la de la familia Ramsay y sus visitas a la isla de Skye, en Escocia, entre los años 1910 y 1920, contada dentro de la línea de los escritores modernistas, como Marcel Proust, o James Joyce. En ella, la introspección filosófica se impone a la necesidad de una intriga. 

La obra tiene poco diálogo y, prácticamente, ninguna acción, ya que se alimenta de pensamientos y reflexiones de los personajes principales, entre los cuales destaca Mrs. Ramsay; una madre de familia muy dependiente de los valores tradicionales. 

Lily Briscoe, por otra parte, es una artista que intenta hallar un pensamiento independiente. Gran parte de la obra se centra, asimismo, en las observaciones de la protagonista y sus relaciones con el mundo en el que vive. 
Sabemos por su diario, que Virginia Woolf reflexionaba muchísimo sobre la forma en que las emociones alcanzaban su mente, y sobre las reacciones que le provocaban. Recordó, incluso, emociones infantiles y llamó la atención sobre la fragilidad de las relaciones entre los adultos. Uno de los planteamientos del relato, es pues, la universalidad de lo efímero, pero, sobre todo, el imposible deseo de detener el tiempo.
Solo en la segunda parte, aparece un narrador, en el resto de la obra, la intriga se desarrolla al hilo del pensamiento de cada personaje, lo que implica que la autora no intenta imponer ningún punto de vista previo; lo que V. Woolf definía como “la vida, tal como es, cuando no tomas partido”.
Leslie Stephen, el padre de Virginia, fue, según se cree, el modelo para el personaje de M. Ramsay, y la localización; Talland House, fue la residencia veraniega de la familia durante diez años; de allí aparecen muchos detalles, especialmente los jardines que daban al mar, y el mar, propiamente, con el Faro de Godrevy. La diferencia entre ficción y realidad, consiste en el hecho de que, en la novela, la familia vuelve al lugar después de la guerra, lo que no ocurrió en la vida de los personajes reales.
Cuando Virginia terminó de escribir esta historia -quizás, la más autobiográfica de su creación-, la consideró como su obra mejor acabada, y Leonard, vio en ella, una obra maestra y novedosa, que calificó de “poema sicológico”.
Finalmente, fue impreso en Hogarth Press”, con una tirada de 3000 ejemplares y el resultado fue que el libro se vendió mejor que todos los anteriores, hasta el punto que -como anécdota-, se sabe que los ingresos obtenidos por el mismo, permitieron al matrimonio acceder a la compra de un coche.

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Octubre de 1928: Publicación de Orlando.



Orlando es una biografía imaginaria en la que Virginia Woolf experimentó otra nueva fórmula narrativa. Es una trama muy elaborada, que transcurre a lo largo de cuatro siglos, a pesar de lo cual, el lector percibe una clara sensación de continuidad real, gracias a la capacidad de Virginia Woolf para plantear la psicología, los sentimientos y las relaciones entre los personajes.

El argumento es la figura de Orlando y los cambios involuntarios, pero trascendentales, producidos en su vida. La obra ofrece un análisis de las relaciones y diferencias entre los sexos en la sociedad inglesa, en el que expone una intriga que va desde el siglo XVI hasta 1928, Orlando despertará de un breve, pero históricamente, largo sueño, el siglo XVIII transformado en mujer, al principio, sin ser consciente de ello.

La propia reina Isabel I se enamora de él apuesto Orlando y lo atrae a la corte, donde se ve colmado de favores, pero termina traicionando a su amante protectora.

A la muerte de la reina, Orlando permanece en la Corte y se queda, después, al servicio de Jacobo I Estuardo (1566-1625).

Durante la “Gran Helada” de 1608, Orlando se enamora de Sasha, hija del embajador de Rusia, que le abandona inesperadamente. Al volver a su ciudad natal, sufre la extraña experiencia de dormirse durante una semana, después de la cual, decide viajar a Oriente como embajador. Allí repite la experiencia, pero en esta ocasión, se despierta siendo mujer. En esta condición, pasa algún tiempo en compañía de Tziganes, con los que comparte una vida nómada, durante la cual, observa que la condición de las mujeres en aquellas tribus itinerantes, era más libre que en Inglaterra.

Aun así, vuelve a Londres, llevada por su amor a la poesía. Su existencia se divide entonces entre su ciudad natal -donde tiene la posibilidad de consagrarse a la poesía y recibir poetas en su casa-, y Londres, donde frecuenta, con la misma indiferencia, a la buena sociedad y el mundo de la más terrible miseria. Sólo entonces, desde su antigua perspectiva de varón, se percata de las múltiples puertas que la sociedad cierra a las mujeres, como, por ejemplo, el derecho a la propiedad.

Casualmente, encuentra el amor con el aventurero Lord Marmaduke Bonthrop Shelmerdine, cuyo status sexual es tan enigmático como el de Orlando.

La historia termina en 1928, exactamente, el 11 de octubre, cuando Orlando-mujer, se convierte en una escritora de éxito gracias a su poema “El Roble”, que había escrito durante gran parte de su vida, y con el que obtiene un premio literario.

Hay elementos biográficos de Vita Sackville West, amiga de Virginia e inspiradora del personaje, que a veces se vestía con ropas masculinas y a la que Virginia envió el libro antes de publicarlo.

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Virginia, en compañía de Vita, ofreció dos lecturas en los Cambridge women’s colleges, el Newnham y el Girton, con los planteamientos que, más adelante, tomarían forma en A Room of One’s Own/Una Habitación Propia.

Vita conoce a Mary Campbell y su relación con Virginia empieza a transformarse en amistad.

1929: Women and Fiction / Mujeres y Ficción, se publica en un periódico en marzo; un ensayo que, convertido en A Room of One’s Own / Una habitación propia, se publicó en octubre. 

1ª edición. Portada de Vanessa Bell

El asunto es el lugar de las escritoras en la historia de la literatura, específicamente, en el contexto británico. Woolf se centra en los factores que dificultaban el acceso de las mujeres a la educación, a la producción literaria y, naturalmente a toda posibilidad de éxito en cualquier terreno, incluido, por supuesto, el literario.

La tesis que sirvió de título a la obra, fue una sencilla deducción; las mujeres deben, al menos, disponer de algún dinero y de una habitación propia, si desea crear una obra literaria.

En un estilo que mezcla recuerdos, rabia e ironía, V. Woolf detalla las condiciones materiales que limitan el acceso de las mujeres a la creación literaria; dificultades para viajar solas, para sentarse en la terraza de un restaurante, o, sencillamente, en la hierba, en busca de una idea, incluyendo el hecho de que, para acceder a la biblioteca de las universidades, obligatoriamente, debían ser acompañadas por un miembro de la facultad.

Woolf se extiende sobre otras restricciones ligadas al matrimonio, como las tareas del hogar, que no permitían, materialmente, que una mujer se dedicara a la creación literaria.

Al viejo obispo que declaraba que era imposible que una mujer, en el pasado, en el presente, o en el porvenir, tuviera el genio de Shakespeare, le respondió que no era imposible, sino que: “Habría sido impensable que una mujer escribiera las obras de Shakespeare, en la época de Shakespeare” considerando las condiciones de vida que entonces hubiera tenido, por ejemplo, una hermana del bardo, que en todo caso, hubiera debido enfrentarse al discurso dominante que le negaba a priori la capacidad -léase, inteligencia-, para hacerlo.
La característica de la mujer, es la de ser mantenida por el hombre y estar a su servicio y, además, existen multitud de declaraciones masculinas que intentan demostrar que, intelectualmente, no se puede esperar nada de una mujer.

Virginia Woolf presentaba, pues, dos elementos indispensables -aunque, entonces, no tan evidentes-, para que una mujer pudiera escribir: -Tener una habitación propia en la que pudiera encerrarse, con el fin de poder escribir sin ser molestada por el resto de la familia y disponer de 500 libras de renta que le permitieran vivir sin preocupaciones, puesto que, en este sentido, hay que recordar que las mujeres no podían disponer del dinero que ellas mismas ganaban, a pesar de que ya tenían derecho al voto. “Entre estas dos cosas –decía Virginia Woolf-, el voto y el dinero, confieso que este último me parecía más importante”.

Incluso si las mujeres lograban salvar todas las barreras y publicar un libro, todavía tenían que enfrentarse a una crítica cargada de “valores masculinos”. “Hablando con franqueza –terminaba diciendo-, el fútbol y los deportes son cosas “importantes”, pero la moda, o la compra de ropa, ocupación exclusiva de mujeres, son cosas “futiles” y es inevitable que estos valores se trasladen de la vida a la ficción.

1931 The Waves / La Olas, es publicada en octubre.


Esta es, quizás, la novela más experimental de Virginia Woolf. Consiste en una serie de monólogos de sus seis personajes: Bernard, Susan, Rhoda, Neville, Jinny y Louis. Percival, el séptimo, también es importante, aunque los lectores nunca le oyen hablar personalmente. 

Los monólogos se interrumpen por nueve breves interludios en tercera persona, que describen escenas colaterales en diferentes momentos del día, desde que amanece hasta que se pone el sol.

Woolf explora por medios de ellos los conceptos de la individualidad, del «yo» y de la comunidad. Aunque cada personaje es distinto, todos ellos conforman una silenciosa conciencia única.

Bernard es un creador literario, que siempre está buscando la expresión precisa. Louis es un extranjero que busca el reconocimiento y el éxito -hay quien lo asocia con T.S. Eliot, a quien Woolf conocía bien-.

Neville -quizá inspirado, a su vez, en Lytton Strachey-, busca un amor trascendente, a través de distintos personajes.

Jinny es una nueva rica cuya visión del mundo está supeditada a su propia belleza física.

Susan abandona la ciudad por el campo, donde afronta sus emociones y dudas sobre la maternidad.

Rhoda está llena de dudas y angustias, y vive en el rechazo constante de los compromisos, buscando siempre la soledad.

Percival aparece como una especie de héroe semidivino, pero moralmente dudoso. Es el único personaje que muere en la novela, a causa de su sueño imperialista, en una India colonizada por los británicos. Aunque jamás habla en la novela, el lector lo reconoce con claridad a través de las descripciones y análisis de los demás personajes.

Las Olas borra las diferencias tradicionales entre prosa y poesía, creando su propia evolución en el impulso de corrientes de consciencia muy similares, del mismo modo que excluye las separaciones tradicionales entre los personajes, dentro de un conjunto. La autora escribió en su diario que no estaban destinados a ser “personajes” propiamente, sino diferentes facetas de un mismo discurso. De hecho, ella nunca definió esta obra como “novela” sino como “playpoem”; una especie de juego poético.

Se ha dicho que la presente obra tendría cierto parentesco con el Retrato del Artista Adolescente, de James Joyce.
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1932: Lytton Strachey (1880-1932) y Dora Carrington (1893-1932).


La madre de Lytton, Jane Maria Strachey, era escritora y sufragista, y Richard Strachey, su padre, un alto funcionario. Fue el 11º de trece hijos, de los que diez alcanzaron la vida adulta, entre ellos, James Strachey, cofundador del Bloomsbury Group; la escritora Dorothy Bussy; la pedagoga Pernel Strachey, Oliver Strachey, criptógrafo durante la Segunda Guerra Mundial, y Philippa Strachey, también activa sufragista.

Lytton Strachey (1880-1932) a los 3 años

Los hijos e hijas de Sir Richard y Lady Strachey:
Marjorie, Dorothea, Lytton, Joan Pernel, Oliver, Dick, Ralph, Philippa, Elinor y James.

Desde 1899 a 1905, estudió en el Trinity College, de Cambridge, después de haber pasado por la Universidad de Liverpool, donde estudió Historia. En Cambridge se unió a la sociedad secreta de los llamados Apóstoles de Cambridge, y se hizo muy amigo de algunos de sus miembros, como G. E. Moore, John Maynard Keynes y Leonard Woolf. Además, asentó una gran relación amistosa, aunque también de carácter intelectual, con Thoby Stephen, Virginia Stephen y Clive Bell, con los que formó el grupo de intelectuales, que, como sabemos, ha pasado a la historia con el nombre de Bloomsbury Group. 

Lytton Strachey (1880-1932) retratado en 1904 –a los 24-, por Simon Albert Bussy

Entre 1904 y 1914, hizo críticas literarias y escribió poesía y obras de teatro para la revista The Spectator, así como un importante estudio crítico, Landmarks in French Literature/Referentes en la Literatura Francesa, (1912).

Cuando estalló la PGM, fue objetor de conciencia y pasó mucho tiempo con personas que compartían sus convicciones, como Lady Ottoline Morrell y los conocidos como los Bloomsberries.

Su primer gran éxito, y su principal triunfo, fue Eminent Victorians/Victorianos Eminentes, en 1918; un compendio de cuatro biografías de grandes figuras de la época victoriana, como el Cardenal Manning, Florence Nightingale, el Dr. Thomas Arnold, y el general Charles George Gordon.

Con un humor frío, expone las debilidades humanas de sus personajes y lo que él veía como la hipocresía, en el centro de la moral victoriana. A esta obra siguió, dentro de la misma línea, La Reina Victoria - Queen Victoria, en 1921.

Murió de una enfermedad progresiva, que solo años después de su fallecimiento, se identificó como un cáncer de estómago, a los 51 años, en su casa de campo de Hungerford, en Wiltshire, que entonces compartía con la pintora Dora Carrington, de la que, tristemente, nos ocuparemos de inmediato.

Aunque Strachey hablaba normalmente de su homosexualidad con el Grupo de Bloomsbury, no se supo públicamente nada de ello, hasta finales de los años 60 del siglo XX, a través de una biografía de Michael Holroy.

Lytton Strachey y Virginia Woolf, fotografiados por Lady Ottolyne Morrell.

En cuanto a su relación con la artista Dora Carrington, ella aparecía enamorada y, en cierto modo, muy dependiente de Strachey, si bien este, como asegura el biógrafo, en realidad, en principio, estaba más interesado en el marido de Dora, Ralph Partridge. Tal es, precisamente, la cuestión que se plantea en la película, inglesa de 1995, titulada Carrington, de Christopher Hampton, por la que Jonathan Pryce recibió el Premio al mejor actor en el Festival de Cannes, en su papel como Lytton Strachey.


Hallándose en casa de unos amigos, el escritor Lytton Strachey –Jonathan Pryce-, conoce a la joven artista Dora Carrington –Emma Thompson-, a quien, a primera vista toma por un muchacho. En cualquier caso, en aquel momento empezaba una vida en común, entre un escritor de sexualidad diferente y una mujer anticonformista, que, con el tiempo, se ligarían por fuertes lazos, de un carácter, evidentemente, poco común.

Lytton Strachey, Dora Carrington y James Strachey

Dora Carrington, su marido, Ralph Partridge y Lytton Strachey

Dora Carrington; Stephen Tomlin; Walter John Herbert ('Sebastian') Sprott; y Lytton Strachey.

Junio de 1926

Cuando Carrington conoció a Lytton Strachey, conoció también a Gerald Brenan, escritor próximo a Bloomsbury, quien, al parecer, se enamoró inmediata y profundamente de ella, aunque no fue apenas correspondido.

Gerald Brenan, 1894-1897

Gerald Brenan y Dora Carrington

Dora Carrington no fue miembro del Grupo de Bloomsbury, pero estuvo muy unida a sus componentes, en especial, como hemos visto, a Lytton Strachey. También estuvo relacionada sentimentalmente con el pintor Mark Gertler, y con el citado escritor Gerald Brenan

Se casó, no obstante, con Ralph Partridge, aunque, en definitiva, compartió más tiempo con Strachey.

Cuando este murió, en enero de 1932, Carrington no se sintió capaz de superar su desaparición, e intentó suicidarse en su coche, sin lograrlo, gracias a la intervención de su marido, pero, finalmente, lo consiguió disparándose con una escopeta de caza, después del cual sufrió varios días de agonía, antes de morir.

Dora Carrington había sido una extraordinaria y original retratista y paisajista, además de practicar otras artes, aplicadas y decorativas, empleando diversos tipos de materiales y objetos, ya fueran carteles, barro o madera, además de decorar vajillas.

Finalmente, diseñó la biblioteca de la casa de Ham, en Wiltshire donde vivía con Strachey y Partridge

A partir de 1970 creció el interés por sus obras, evidenciado en numerosas críticas, siendo valorada muy positivamente. 


Nacida en marzo de 1893, en Hereford, era la cuarta hija de los cinco de Samuel Carrington y Charlotte Hougthon. Dora descubrió pronto su capacidad, y acaso sintió una cierta obsesión por el dibujo y la pintura, una afición que sus padres apoyaron, enviándola a estudiar en la Bedford High School, para continuar posteriormente en la Slade School of Art de Londres, donde empezó a mostrar su personalidad, haciéndose llamar por su apellido, como sus compañeros, y llevando el pelo muy corto y muy diferente a la moda impuesta para las mujeres en aquel momento; especialmente largo, pero y recogido en moños, capaces de soportar las horquillas de los historiados sombreros.

Strachey y Carrington

Hacia 1914 entró en contacto con el Grupo de Bloomsbury, y conoció a Lytton Strachey, cuya amistad se convirtió en un poderoso vínculo entre ambos, que los decidió a vivir juntos, a pesar de lo cual, en 1921, ella se casó con un amigo de su hermano Noel, Ralph Partridge, quien, por su parte, aceptó la convivencia con Strachey.

Pasados unos años, el matrimonio se distanció y Carrington empezó la relación con Gerald Brenan, pero quizás, la más firme, fue con Bernard Penrose, de quien estuvo a punto de tener un hijo que perdió.

Incapaz de asumir la desaparición de Strachey, el 11 de marzo de 1932, como sabemos, Dora Carrington se quitó la vida.

Carrington disfrutaba ejercitando la pintura sobre lienzo y otras aplicaciones artísticas con distintos materiales, pero jamás se preocupó de dar a conocer su obra. Pasaron años antes de que la galería Barbican de Londres organizara, en la década de los ochenta, una retrospectiva sobre su obra, considerada casi inclasificable, pero que terminó siendo muy positivamente reconocida.

Farm at Watendlath 1921 by Dora Carrington 1893-1932

Dolly Henry en Hampstead Heath, de Dora Carrington
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Por lo que respecta a Gerald Brenan, todo lo que escribió en sus diarios personales, en Londres y Yegen –Granada-, sobre su amor con Carrington ha sido publicado recientemente, en una edición promovida por el albacea de su legado literario, Carlos Pranger, con el título de Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos (1925-1932) y relatan el intenso romance que vivieron Gerald Brenan y la pintora, a través de la relación empezada en 1919. En opinión de su albacea, Brenan se enamoró al instante; ella se sintió atraída, pero con reservas.

Fue en Yegen, en 1921, cuando, empezó la historia de amor, más bien, unilateral, de carácter casi imposible, ya que Dora estaba casada con el mejor amigo de Brenan, Ralph Partridge, que acompañaba a su esposa en el extraño amor, entre platónico y apasionado, que ella concibió por Lytton Strachey. 

El sorprendente triángulo, pues, se convertía en un cuadrado. Los diarios de Brenan reflejan los últimos y complejos años de aquella peculiar relación, con la obsesión de Carrington por Strachey y la de Brenan, por Carrington. No conocemos el estado de ánimo de Partridge.

De acuerdo con Pranger: La pintora poseía una extraña virtud, consistente en que todo aquel que leía sus cartas -y ellos intercambiaron cientos-, acababa enamorado perdidamente de ella; son muchos los pasajes de estos diarios en los que el enamorado Brenan pierde los nervios, se derrumba, y se convierte en un tipo patético por amor.

Tras el suicidio, después de una frustrante obsesión de quince años por parte de Gerald Brenan, Dora se convirtió en un fantasma que le acompañó y determinó su vida sentimental hasta el fin de sus días.

Gerald Brenan (1886-1987), escribió, sobre todo, obras relacionadas con España, como El laberinto español; La faz de España, y Al sur de Granada. Es considerado uno de los hispanistas más importantes del siglo XX.


Do you know, I am never so happy as when I can paint.
Sabes que nunca soy tan feliz como cuando puedo pintar.

Dora Carrington a Lytton Strachey, en 1932
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