Firmas de Leonardo da Vinci; quizás una muestra de su versatilidad.
Este retrato a sanguina, ha sido generalmente aceptado como autorretrato original, aunque, desde 1980 hay dudas sobre su autografía, considerando que la imagen, al menos, en apariencia, representa una edad que Leonardo no alcanzó.
Leonardo da Vinci, o Leonardo di ser Piero da Vinci, nació el 15 de abril de 1452 en Vinci, Toscana, y murió el 2 de mayo de 1519, en Amboise, Turena, en el reino de Francia. Fue un hombre de espíritu universal tanto en el aspecto científico, como en el artístico -en sus diversas facetas-, y hasta en el terreno literario. Así, además de ingeniero, inventor, anatomista, urbanista, arquitecto, botanista, etc., fue pintor y escultor, pero, también, músico y filósofo, y, además, escribió prosa y poesía.
Su historia artística conocida empieza con los primeros trabajos importantes, realizados al servicio de Ludovico Sforza en Milán. Pronto pasó a Roma, Bolonia y Venecia, para terminar asentándose en Francia, donde vivió como invitado especial de Francisco I.
Es, en todo caso, es reconocido como arquetipo del Renacimiento, no solo como artista, sino como filósofo humanista, atento observador de la naturaleza y osado experimentador.
“Observador y experimentador, se dio cuenta de que la matemática era necesaria para coordinar los resultados y deducir las leyes naturales. La matemática es pues, una herramienta para Leonardo, que era, ante todo, geómetra e ingeniero, con un peculiar don para la intuición del espacio”.
A. Delorme: «Léonard de Vinci et l’expérience scientifique au XVIe siècle»,
Revue d’histoire des sciences et de leurs applications).
Leonardo es fundamentalmente conocido -y reconocido-, por dos de sus obras: La Gioconda y La Cena, dos pinturas mundialmente célebres. Su dibujo, El Hombre de Vitruvio, que no lo es menos, representa, más bien, un área del saber, aunque también sea una obra de arte única.
Las tres obras maestras de Leonardo, conservadas respectivamente, en París, Venecia y Milán.
A pesar del reducido número de obras conservadas, realizadas por él -debido en buena parte a él mismo, a causa de algunos experimentos desastrosos o de habituales abandonos-, sus cuadernos de notas, con dibujos, diagramas, pensamientos, deducciones, etc. han constituido un gran legado para el arte, los artistas y estudiosos que ya entonces lo consideran insuperable, exceptuando, quizás, a Miguel Ángel -en cuanto a la altura de su genialidad; no en relación con la obra de ambos, que, evidentemente, no debe ser comparada, sino por sus dispares personalidades.
Aunque, después de recordar su compleja biografía, vamos a referirnos especialmente a una obra, en concreto, La Cena, debemos destacar, no obstante, en el terreno de la ingeniería -léase capacidad para crear ingenios-, la que da Vinci tuvo, siempre partiendo de sus deducciones y, sólo en parte, de los conocimientos científicos de la época, en ambos casos, muy incompletos todavía, para inventar precedentes del avión, el helicóptero, el submarino, el paracaídas, e incluso, el coche automóvil. Sus numerosos experimentos e investigaciones colaboraron en gran manera al progreso de la Anatomía, la Óptica o la Hidrodinámica.
Podemos, pues, admirar su obra y sorprendernos ante algunos de sus inventos, pero, la verdad es, que hasta la fecha no hemos podido discernir lo que había en su mente; lo que buscaba en realidad; lo que esperaba encontrar, y, por tanto, aunque esto no afecte ni al arte ni a la ciencia, tampoco podemos deducir si fue feliz.
Aun sabiendo que este último aspecto es excesivamente amplio y vago a la vez, después de echar un vistazo a las que consideramos las principales figuras de la historia, en cualquiera de las artes -incluida la literatura-, resulta que prácticamente, no sabemos nada de ellos, aunque dispongamos de muchos datos.
Resulta, pues, de todo ello -y no sería nada original, de todas formas-, que este artículo debería titularse: “El enigma Leonardo”. ¿Podremos algún día resolverlo?
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La casa en la que nació Leonardo, en Vinci
Pues bien, Leonardo nació el sábado, 15 de abril de 1452 -“a la tercera hora de la noche”, lo que se entiende como, tres horas después del “Ave María”, es decir, a las 22.30-, de la relación de Messer Piero Fruosino di Antonio da Vinci, notario, canciller y embajador de la República de Florencia y descendiente de una rica familia de notables, con una mujer llamada Caterina, en el pueblecito de Anchiano, muy cerca de Vinci, en territorio florentino.
Después de muchas elucubraciones, y de una larga búsqueda entre documentos parroquiales y registros fiscales, resultan dos posibilidades, no muy diferentes, con respecto a la madre, que podría haber sido, o bien, Caterina di Meo Lippi, huérfana y pobre, o Caterina di Antonio di Cambio, de una familia de pequeños campesinos.
Lionardo, como figura en el registro de bautismo, que, además, anota cinco padrinos y cinco madrinas, todos de Vinci, pasaría los cinco primeros años de su vida con su madre, en Anchiano.
De acuerdo con la costumbre de la época, todavía sin una reglamentación para el empleo de los apellidos, Leonardo, era llamado “di ser Piero Da Vinci” poniendo la “d” en mayúscula, para convertirla en patronímico, aunque él mismo no lo usó apenas, pues solía firmar “Leonardo”, o “Io, Leonardo”.
Tenía pues, cinco años, cuando su madre se casó con Antonio di Piero del Vacca, también de Vinci, y también, campesino, con el que tuvo cinco hijos. Lionardo fue llevado a la casa de su padre natural, quien, entre tanto, se había casado con una joven florentina, de dieciséis años, de familia adinerada; Albiera degli Amadori, que no tuvo hijos, y parece que mostró gran afecto al niño.
Pero Albiera murió, todavía muy joven, en 1464, cuando Leonardo tenía 12 años. El niño permaneció en la casa del padre, quien a pesar de que lo reconocía como hijo suyo, nunca llegó a legitimarlo. En definitiva, Messer Piero se casó cuatro veces y tuvo diez hijos y dos hijas, todos ellos menores que Lionardo. Afortunadamente, el medio hermano, llegó a disfrutar del cariño, al menos, de la cuarta esposa, llamada Lucrezia Guglielmo Cortigiani, que aparece en una de sus anotaciones como, “querida y dulce madre”.
Recibió alguna formación por parte de su tío Francesco, así como de su abuelo, Antonio da Vinci, que le enseñó a observar la naturaleza, y que, al parecer, solía repetirle: “Po l’occhio”.
Sin recibir demasiada atención familiar en ese sentido, aprendió, entre los doce y los quince años, algo de lectura y escritura, pero, sobre todo, Aritmética, en una de las llamadas “scuola d’abaco”, a la que asistían los hijos de comerciantes y artesanos. Nunca se planteó por parte de la familia, la posibilidad de que cursara estudios universitarios, por lo tanto, nunca sería “letrado”; es decir, que no estudió, ni griego, ni latín, aunque los aprendió, de manera autodidacta y muy compleja hacia los cuarenta años, para terror de los investigadores, porque además empleaba una ortografía que se considera caótica. Es también posible que su abuela paterna, Lucia di ser Piero di Zoso, ceramista, y muy cercana a Leonardo, le iniciara en las artes.
El primer paisaje conocido de Leonardo: Paisaje del valle del Arno, 1473.
Uffizi, Florencia.
Así, al menos en principio, sí estuvo muy cerca de la naturaleza, que, como hemos visto, aprendió a observar con atención y gran curiosidad por sus detalles.
Pronto empezó a hacer caricaturas, pero el hecho más ingenioso y también complejo, fue la ocurrencia de practicar la escritura que se conoce como especular -solo se lee con cierta facilidad, usando un espejo-, y empleó para ello el dialecto toscano.
Escribe Vasari, que, un día, su padre cogió algunos de sus dibujos y se los llevó a su amigo, el maestro Andrea Verrocchio, quien, sorprendido por aquellas muestras, aconsejó a ser Piero que permitiera al niño iniciarse en el camino del arte. Naturalmente, la idea gustó a Leonardo, que pronto se convirtió en alumno-aprendiz.
El taller -bottega-, de Verrocchio era uno de los más prestigiosos en aquel momento, en el que los alumnos aprendían diversas disciplinas. De hecho, al mismo asistieron artistas de la talla de Botticelli, Perugino o Ghirlandaio.
Andrea di Michele di Francesco de Cioni, Florencia, h. 1435-Venecia, 14880.
Conocido como Verrocchio.
Verrocchio era un artista multifacético de gran renombre; orfebre, forjador, pintor, escultor y fundidor, al servicio del rico mecenas Lorenzo de Médicis. Además de sus alumnos más celebrados, se considera incluso su posible influencia sobre Miguel Ángel. Un ejemplo de su trabajo, es la gran estatua ecuestre del condottiero Bartolomeo Colleoni.
Colleoni, de Verrocchio, en Venecia
Transcurrida su etapa de limpieza de pinceles, triturado de pigmentos, etc., Leonardo fue introducido por Verrocchio en otras técnicas practicadas en los talleres, como podía ser el enmarcado, los dorados y las técnicas relacionadas con el empleo del bronce. También recibió sus primeros conocimientos de química, metalurgia, tratamiento del cuero, empleo del yeso, mecánica, carpintería, y por supuesto, las principales técnicas relacionadas con el dibujo, la pintura o la escultura, tanto en mármol, como en bronce, sin olvidar el grabado y la pintura al fresco.
De hecho, el maestro estaba encantado con la excepcional capacidad y habilidad, quasi innata de su alumno, así que, muy pronto, le encomendó -como un privilegio-, el acabado de algunos de sus propios cuadros.
Pero su formación no se limitó a las materias especificadas, sino que, además, parece que aprendió cálculo algorítmico: de hecho, hablará con familiaridad de los abacistas más famosos, como Paolo dal Pozzo Toscanelli -insigne matemático, astrónomo y cosmógrafo-, del mismo modo que cita frecuentemente, la Nobel opera de arithmética, de Piero Borgi, impreso en Venecia, en 1484, en la que se expone el conjunto más científico del conocimiento de las escuelas abacistas del momento.
Primera página de la Nobel opera de Borgi
No hay obra de Leonardo conocida de esta época, pero según Vasari, habría colaborado, en El Bautismo de Cristo (1472-75), de Verrocchio, provocando emociones encontradas en el maestro.
El Bautismo de Cristo, de Verrocchio. 1470-80. Óleo sobre madera. Uffici
De acuerdo con Vasari, Leonardo pintó el ángel que, a la izquierda, sostiene las ropas.
Al parecer -siempre siguiendo a Vasari-, a causa de la calidad del ángel pintado por da Vinci en este cuadro, Verrocchio se sintió superado por su joven ayudante y decidió no volver a pintar.
Se dice, por otra parte, que fue Leonardo quien posó para la estatua en bronce del David, de Verrocchio y que el Arcángel Rafael, de la obra Tobías y el Ángel, del mismo maestro, es también un retrato de Leonardo.
“Esto lo vieron los hombres -dice Vasari-, en Leonardo, que, además, de la belleza del cuerpo, no alabado nunca bastante, tenía una gracia más que infinita en cualquiera de sus acciones; y mucha virtud.”
En 1472, a los 20 años, fue inscrito en el “Libro Rojo” del célebre Gremio de San Lucas, de artistas pintores y doctores en medicina, de Florencia, también conocido como la Compagnia de Pittori.
Una muestra de su trabajo durante este período de su vida, sería un dibujo a tinta y pluma, -citado más arriba-, titulado Paisaje de Santa María della neve, de 1473.
En adelante, su carrera de pintor empezó, casi repentinamente, a ofrecer obras tan notables, como lo fue La Anunciación (1472-1475).
Leonardo: La Anunciación. 1472. Uffizi
Leonardo, mejoró la técnica del sfumato –impresión de bruma-, hasta un punto de suavidad y ligereza jamás alcanzado hasta entonces.
Todavía es mencionado en 1476 como ayudante de Verrocchio, pues incluso después de que su padre le preparara su propio taller, su buen entendimiento con el maestro, le permitió seguir colaborando con él. Durante este período ya recibía encargos personales, como lo fue la Madonna del Clavel.
Madonna del Clavel. 1476. Alte Pinakothek, Munich.
A los 26 años abandonó finalmente a su maestro, después de haberlo superado brillantemente en todas las disciplinas. Leonardo da Vinci se convertía en maestro pintor independiente.
La Adoración de los Magos, hacia 1481-82. Uffizi, Florencia.
Esta pintura quedó interrumpida por la marcha de Leonardo a Milán.
En 1481, el monasterio de San Donato le encargó esta “Adoración”, pero Leonardo nunca la terminó, probablemente decepcionado u ofendido por no haber sido elegido por el papa Sixto IV para la decoración de la Capilla Sixtina del Vaticano. Es posible, asimismo, que el artista deseara vivir en una ciudad más académica y pragmática, como lo era Milán; probablemente más acorde con su mentalidad empírica, que el neoplatonismo reinante en Roma.
Realizó La Virgen de las Rocas (1483-1486) para la Confraternidad de la Inmculada Concepción en la capilla de San Francisco el Grande de Milán, y la obra se convirtió en un motivo de conflicto entre al autor y sus contratadores durante varios años.
Leonardo quiso conservar el derecho a copiar su obra, pero le fue negado, por lo que abandonó el trabajo, provocando un retraso y el problema no se resolvió sino por decisión judicial y gracias a la intervención de algunos amigos.
En Florencia, su arte ya era conocido. Lorenzo de Médicis supo que Leonardo había creado una lira plateada en forma de cabeza de caballo. Impresionado por su trabajo, le envió a Milán como emisario y para que se pusiera al servicio del mecenas Ludovico Sforza, duque de Milán, con el objetivo de mantenerse en buenas relaciones con tan importante rival.
Leonardo vivía entonces, muy probablemente,en compañía del músico Atalante Miglioriti.
El músico (retrato de un joven), c. 1486/7.Óleo sobre Nogal, 43x31 cm, Pinacoteca Ambrosiana, Milán.
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Un retrato sin terminar, como se puede ver, por ejemplo, en las solapas. La identidad del modelo ha sido durante mucho tiempo debatida, sugiriéndose, en principio, algún miembro de la familia de la corte de Milán, tal como fue catalogada en principio, con el título de “Un duque de Milán”.
La partitura apareció bajo un exceso de pintura, en 1905, lo que hizo que los investigadores pensaran en varios músicos de la época, como Franchino Gaffurio, Josquin des Prez y Atalante Migliorotti. Hoy se sabe que Gaffurio era mucho mayor en el momento en que se pintó el retrato, al igual que des Prez. por lo que Migliorotti es quizás el candidato más aproximado, aunque el debate aún continúa, si bien, conviene tener en cuenta que, cuando Leonardo entró entonces al servicio del duque de Milán, fue como profesor de música.
Por otra parte, también ha surgido la duda sobre el artista que realmente pintó este retrato. La calidad de inacabada de la obra, hace pensar en la participación de algunos de los artistas del taller de Leonardo, como podrían ser, Ambrogio de Predis y Giovanni Antonio Boltraffio, que, a su vez, son los principales candidatos como artistas.
En todo caso, la pintura se atribuye, como mínimo, al taller de Leonardo, o quizás a un alumno en colaboración con él mismo, si bien, hoy, los expertos tienden a pensar que el trabajo es de Da Vinci y de ser así, Leonardo rompía con el estilo tradicional de los retratos de la época, innovando, con un impacto inmediato y duradero en las preferencias de los aficionados milaneses.
La mirada es el efecto más vivo y perfeccionado del retrato, que, por esa causa, fundamental y casi exclusivamente, queda dotado de expresión. En cuanto a la existencia de la partitura, no deja dudas acerca del hecho de que se trata de un músico.
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Leonardo escribió a Sforza una carta, que figura en el Codex Atlanticus, en la que describe las muchas cosas maravillosas que podría hacer en el terreno de la ingeniería, e informaba a su señor, de que también podía pintar, siendo este uno más de los datos que hacen pensar que, para él, la pintura, al menos en aquel momento, no era su ocupación principal.
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El Codex Atlanticus es un compendio de diseños y notas de Leonardo, conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Los dibujos fueron pegados y reunidos en doce volúmenes, con 1.119 hojas, y encuadernados en cuero después de su muerte, por el escultor Pompeo Leoni. Fue así denominado a causa de su gran formato -64,5 x 43,5-, que recuerda un Atlas. Contiene un largo período de la vida del pintor; desde 1478 hasta 1518 y, entre sus proyectos, está el de la construcción de un palacio real en Romorantin, que finalmente, llevo a cabo, como veremos más adelante.
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Sforza lo empleó en tareas diversas dándole el título, casi mitológico de Apeles Florentino, reservado a los más grandes maestros. En su desempeño, el artista se convirtió en “organizador de fiestas, espectáculos y decorados suntuosos” del palacio, e inventó una maquinaria teatral que asombró al público.
Algunos retratos de la corte milanesa, le ganaron igualmente el reconocimiento como “Ingeniarius Ducalis”, pero a través de sus conversaciones con diversos personajes de los círculos intelectuales de Milán, se le hicieron evidentes las carencias de su formación; Leonardo estaba suficientemente preparado para saber lo que no sabía.
Se ocupó también de los estudios para el Duomo de Milán, y de hacer una versión en arcilla para el molde del “Gran Caballo”; una imponente estatua ecuestre que se propuso crear en honor de Francesco Sforza, padre y predecesor de Ludovico; sesenta y dos toneladas de bronce, constituirían una verdadera hazaña técnica para la época. De hecho, permaneció inacabada durante varios años y el mismo Miguel Ángel se declaró incapaz de fundirla.
Cuando Leonardo terminó la versión en arcilla para el molde y completó los planes del proceso de fundido, el bronce previsto para el caballo, tuvo que ser empleado para fabricar cañones ante la amenaza de invasión de Charles VIII de Francia.
En 1490 participó en una especie de congreso de arquitectos e ingenieros, reunidos para terminar el Duomo de Milán, y así conoció a otro ingeniero de renombre: Francesco di Giorgio Martini, quien le llevó a Parma con Giovanni Antonio Amadeo y Luca Fancelli, quienes deseaban consultarle acerca de la construcción de la Catedral.
Fue también por entonces cuando Leonardo empezó a pensar en proyectos técnicos, especialmente, de carácter bélico, aunque también aportó mejoras para la fabricación de relojes, telares, grúas y muchas otras máquinas y herramientas.
Estudio urbanismo, planificó ciudades ideales y profundizó en sus conocimientos de mecánica hidráulica; de hecho, en un documento de 1498, aparece como “ingeniero encargado de trabajos en ríos y canales”.
Todavía viviendo en Milán, entre 1493 y 1495, destacan entre sus anotaciones algunos apuntes relativos a una mujer llamada Caterina, entre los cuales aparecen los relativos al pago efectuado por sus funerales, en 1495, lo que hace pensar que pudiera tratarse de su madre.
Hacia 1490 creó una academia a su nombre, en la que enseñó durante varios años, de los cuales sabemos muchos detalles, porque anotaba todos sus proyectos en pequeños tratados.
Y fue allí, y entonces, cuando pintó el fresco de La Cena (1494-1498) para el convento dominico de Santa Maria delle Grazie.
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