lunes, 10 de junio de 2024

El último verso de Antonio Machado


La poesía es un arte sublime, algo sumamente profundo y que solo unos pocos pueden cultivar. Hay que estar dotado de sensibilidad para hacer poesía.

Antonio Machado, nace en Sevilla, en 1875 y en vida se convirtió en un destacado poeta y escritor, ocupando un importante lugar en la Generación del 98.

El gran Machado es conocido por su poesía lírica y por su profunda exploración del amor, la naturaleza, la identidad y la fugacidad de la vida. Temas que definieron su estilo poético sencillo y profundo.

Entre las obras más conocidas de este autor están "Soledades, galerías y otros poemas" (1907). "Nuevas canciones" (1924) y "Campos de Castilla" (1912); esta última, una de sus obras más emblemáticas en la que explora la belleza de la tierra y la cultura de Castilla.

También, más allá de su trabajo poético, Antonio Machado. fue profesor y desempeñó un papel importante en la enseñanza en España, especialmente en Soria y Segovia.

Siempre han llamado la atención ciertos momentos cruciales en la vida de los autores, como sus primeras obras, primeras palabras, cartas emblemáticas, últimas palabras, últimos días, primeras veces. Por eso, emociona hallar su último verso.

De hecho, apareció en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, donde Francisco López Estrada cuenta cómo, al estar en París fue a visitar la tumba de Machado y se encontró con una historia genial como esta del último verso del poeta español.

López Estrada dice que es el último verso, el más misterioso. Quien encontró este verso fue su hermano José, metido en el bolsillo de un viejo gabán, comparable con el poema "Esta luz de Sevilla...es el patio", que escribió Machado recordando su residencia en tierras sevillanas.

El verso encontrado de Machado dice así:

"Estos días azules y este sol de la infancia"

Estamos hablando de su último esfuerzo poético y aunque se trata de un solo verso no deja de ser poesía. Para López Estrada, Machado había intuido una clara impresión del pasado volviendo desde el fin al origen en la última rebeldía del tiempo.

Antonio Machado y su musa, (1875 - 1939),  óleo modernista de Leandro Oroz Lacalle (1883 - 1933).

"El cementerio queda en medio del pueblo, recogido entre el cerco urbano, con las casas en torno. Apenas hay transición entre la vida del lugar y el recinto del camposanto. Cuando estábamos ante la tumba del poeta, nos llegaban las voces de los niños y el pausado martilleo de un taller cercano; veces sueltas -francés, catalán rosellonés y español- saltaban por encima de las tapias. El cementerio estaba muy cuidado, limpias las piedras y les caminos; sobre la tumba del poeta, flores, siempre flores -nunca faltan en todo tiempo, nos dijeron. Flores, palabras sueltas, voces de niños..., la tumba del poeta estaba rodeada de un entorno de paz, como si la muerte hubiese concertado con la vida un acuerdo, dice López Estrada.




Así es Colliure, el sitio donde murió Machado en 1939. Tiene un puerto encantado.ay un viejo faro convertido en torre de una iglesia y al lado, un castillo de origen medieval, remozado. Este es el escenario que tal vez presenció el poeta; una orilla con pescadores, y barcas de vivo colorido.

López se pregunta si llegó el poeta a gozar en Colliure de uno de estos días de luz altísima, después de tantas sombras como llevaba en el alma, entre tanto dolor compartido. Refiere también que su hermano José habla de un paseo hasta las barcas un día que al cabo se tornó hosco, con viento; ya no estaba el poeta para adentrarse por otra primavera.

Si continuamos con la comparación del poema de Machado a su natal Sevilla en 1903 podemos entender la referencia a la primavera 

"es una tarde clara casi de primavera." 

Nos preguntamos si pudo encontrar ese clima primaveral en la ciudad que lo vio partir.

"Entonces el papel arrugado con él verso único no sería sólo la memoria del pasado infantil, sino también la intuición de un presente que duró por desgracia poco -muy poco-, unos días, puede que sólo unas horas,; hubiese bastado un instante iluminado como para escribir un solo verso en la inmediatez de la primavera mortal de 1939.", Dice López.

Como fuere, Antonio Machado ha quedado impregnado en el colectivo lector por sus grandes obras y por su visión de la naturaleza y la belleza. 

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Machado, por Sorolla

Retrato de Antonio Machado Álvarez y Ana Ruiz, padres de Antonio

Leonor, el día de su boda con Antonio Machado

Claustro de profesores del Instituto de Baeza en el patio de columnas. 1918. Fotografía de Francisco Baras.

Retrato por Oroz

Antonio Machado Ruiz. Sevilla, 26 de julio de 1875-Colliure, 22 de febrero de 1939.

Poeta; el más joven representante de la Generación del 98. Su obra inicial, de corte modernista, como la de su hermano Manuel, evolucionó hacia un intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de compromiso humano, de una parte, y de contemplación de la existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la sabiduría popular más ancestral. Dicho en palabras de Gerardo Diego, «hablaba en verso y vivía en poesía». Fue uno de los alumnos distinguidos de la Institución Libre de Enseñanza, con cuyos idearios estuvo siempre comprometido. Murió en el exilio durante la guerra civil española.

Antonio Cipriano José María Machado Ruiz nació a las cuatro y media de la madrugada del 26 de julio de 1875, festividad de Santa Ana y por tanto onomástica de su madre, en una de las viviendas de alquiler del llamado Palacio de las Dueñas, en Sevilla. Fue el segundo varón que dio a luz su madre, Ana Ruiz Hernández, de una descendencia de ocho en total. Once meses antes había nacido Manuel, el primogénito, compañero de muchos pasajes de la vida de Antonio, y con el tiempo también poeta y dramaturgo.

La familia materna de Machado tenía una confitería en el barrio de Triana, y el padre, Antonio Machado Álvarez, era abogado, periodista e investigador del folclore, trabajo por el que llegaría a ser reconocido internacionalmente con el seudónimo de «Demófilo». 

En otra vivienda del mismo palacio son vecinos sus abuelos paternos, el médico y naturalista Antonio Machado Núñez, catedrático y rector de la Universidad de Sevilla y convencido institucionista, y su esposa, Cipriana Álvarez Durán, de cuya afición a la pintura quedó como ejemplo un retrato de Antonio Machado a la edad de cuatro años. La infancia sevillana de Antonio Machado fue evocada en muchos de sus poemas casi fotográficamente:

Retrato al óleo de Antonio Machado con 4 años, pintado por su abuela Cipriana Álvarez Durán.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

y un huerto claro donde madura el limonero...

«Retrato», Campos de Castilla (CXVII).

Y de nuevo, en un soneto, evocando a su padre escribe:


Esta luz de Sevilla... Es el palacio

donde nací, con su rumor de fuente.

Mi padre, en su despacho.—La alta frente,

la breve mosca, y el bigote lacio—.

Sonetos (IV).

En 1883, el abuelo Antonio, con sesenta y ocho años y el apoyo de Giner de los Ríos y otros colegas krausistas, gana una oposición a la cátedra de Zoografía de Articulaciones Vivientes y Fósiles en la Universidad Central de Madrid. La familia acuerda trasladarse a la capital española donde los niños Machado tendrán acceso a los métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. José Luis Cano, en su biografía de Machado, cuenta que una mañana de primavera, antes de salir para Madrid, «Demófilo» llevó a sus hijos a Huelva a conocer el mar.

En un estudio más reciente, Gibson anota que el propio Machado le escribía en 1912 a Juan Ramón Jiménez, evocando «...sensaciones de mi infancia, cuando yo vivía en esos puertos atlánticos».

Sea como fuere, quedarían grabadas en la retina del poeta aquellas «estelas en la mar».

El 8 de septiembre de 1883, el tren en el que viajaba la familia Machado hizo su entrada en la estación de Atocha. 

Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico.

Antonio Machado, Autobiografía.

Diez días después, Manuel, de nueve años, Antonio, de ocho y José, de cuatro, ingresan en el local provisional de la Institución Libre de Enseñanza  (ILE). A lo largo de los próximos años, sus profesores serán el propio Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, José de Caso, Aniceto Sela, Joaquín Sama, Ricardo Rubio, y otros maestros menos conocidos como José Ontañón, Rafael Torres Campos o Germán Flórez. Entre sus compañeros estaban: Julián Besteiro, Juan Uña, José Manuel Pedregal, Pedro Jiménez-Landi, Antonio Vinent o los hermanos Eduardo y Tomás García del Real. 

La Institución, en coherente armonía con el ambiente familiar de los Machado marcaría su ideario intelectual. Con la ILE, descubrió Machado el Guadarrama. En su elegía al maestro Giner, de 1915, Machado concluye:

Allí el maestro un día

soñaba un nuevo florecer de España.

«A Don Francisco Giner de Los Ríos».

Antonio y su hermano, Manuel. Emilio Beauchy Cano

El 16 de mayo de 1889, Machado. al que apenas faltan tres meses para cumplir catorce años, asiste al Instituto San Isidro, donde la Institución Libre estaba entonces colegiada, para superar la reválida de ingreso en el bachiller estatal. En junio aprueba Geografía, pero suspende Latín y Castellano, y su expediente es adjudicado al Instituto Cardenal Cisneros para el curso 1889-1890. 

Entretanto, la economía en casa de los Machado, que llevaba años siendo muy apretada, alcanzó un nivel crítico. Ana Ruiz acababa de tener su noveno y último parto, una niña nacida el 3 de octubre de 1890 que moriría años después. Su marido, un «Demófilo» agotado, desilusionado, cuarentón y con siete hijos, decidió aceptar el puesto de abogado que le ofrecían unos amigos en San Juan de Puerto Rico.

Conseguido el permiso del Ministerio de Ultramar, Antonio Machado Álvarez, el padre de Antonio, se embarcó rumbo al Nuevo Continente. en agosto de 1892. No consiguió fortuna sino el infortunio de una tuberculosis fulminante que acabó con su vida, sin llegar a cumplir los cuarenta y siete años. Murió en Sevilla, el 4 de febrero de 1893. 

En 1895, Antonio Machado aún no había acabado el bachillerato. Al año siguiente, dos días antes de su vigesimoprimer cumpleaños, murió su abuelo, el luchador krausista, íntimo amigo de Giner y eminente zoólogo Antonio Machado Núñez. A la pérdida familiar se unió el descalabro económico de una familia de la que Juan Ramón Jiménez dejaría este cruel retrato en su libro El modernismo. Notas de un curso: «[...] Abuela queda viuda y regala casa. Madre inútil. Todos viven pequeña renta abuela. Casa desmantelada. Familia empeña muebles. No trabajan ya hombres. Casa de la picaresca. Venta de libros viejos».

Ociosos, los jóvenes hermanos Machado, entonces inseparables, se entregaron a la atractiva vida bohemia del Madrid de finales del siglo XIX. Cafés de artistas, tablaos, tertulias literarias, el frontón y los toros, todo les interesa. Les deslumbra la rebeldía esperpéntica de un Valle-Inclán y un Sawa, o la personalidad de actores como Antonio Vico y Ricardo Calvo Agostí. En lo literario hacen amistad con un Zayas o un Villaespesa y, en general, se dejan estimular por la vida pública de la mayoría de los intelectuales de la época.

En octubre de 1896 Antonio Machado, apasionado por el teatro, entró a formar parte como meritorio en la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. El propio poeta recordará con humor su carrera como actor: «[...] yo era uno de los que sujetaban a Manelic, en el final del segundo acto». La bohemia oscura y luminosa del Madrid del final del siglo XIX se alternaba con la colaboración de ambos hermanos en la redacción de un Diccionario de ideas afines, dirigido por el exministro republicano Eduardo Benot. Era inevitable que los jóvenes Machado sintiesen la atracción de París.

En junio de 1899, Antonio Machado viajó a París, donde ya le esperaba su hermano Manuel. En la capital francesa trabajaron para la Editorial Garnier, se relacionaron con Enrique Gómez Carrillo y Pío Baroja, descubrieron a Paul Verlaine y tuvieron oportunidad de conocer a Oscar Wilde y Jean Moreas. Antonio volvió a Madrid en octubre de ese mismo año, incrementando su trato con el «estado mayor» del modernismo, un activo Francisco Villaespesa, un itinerante Rubén Darío y el joven de Moguer, Juan Ramón Jiménez.

En abril de 1902, Antonio y Manuel hacen su segundo viaje a París. Allí se reencuentran con otro hermano, Joaquín, El viajero, que vuelve de su experiencia americana «enfermo, solitario y pobre», y Antonio se vuelve con él a España el 1 de agosto. A finales de ese año, de vuelta en Madrid, el poeta entregó a la imprenta de A. Álvarez Soledades (1899-1902), su primer libro.

Entre 1903 y 1908, el poeta colaboró en diversas revistas literarias: Helios, que publicaba Juan Ramón Jiménez, Blanco y Negro, Alma Española, Renacimiento Latino o La República de las Letras. 

Firmó el manifiesto de protesta a raíz de la concesión del Premio Nobel de Literatura a José Echegaray. En 1906, por consejo de Giner, preparó oposiciones a profesor de francés en Institutos de Segunda Enseñanza, que obtuvo al año siguiente.

En 1907 publicó en Madrid, con el librero y editor Gregorio Pueyo, su segundo libro de poemas, Soledades. Galerías. Otros poemas: una versión ampliada de Soledades. 

El poeta tomó posesión de su plaza en el instituto de la capital soriana el 1 de mayo y se incorporó a ella en septiembre. Diferentes versiones han especulado sobre las razones que Machado pudo tener para escoger Soria, entonces, la capital de provincia más pequeña de España, con poco más de siete mil habitantes. Quizá le pareció la plaza más cercana a Madrid a la que su escaso currículo le permitió acceder, de las tres vacantes, Soria, Baeza y Mahón, que quedaban libres de la lista total de siete. Ángel Lázaro dejó escrito lo que el propio poeta contestaba, cuando los amigos le preguntaban sobre su decisión:

Yo tenía un recuerdo muy bello de Andalucía, donde pasé feliz mis años de infancia. Los hermanos Quintero estrenaron entonces en Madrid El genio alegre, y alguien me dijo: ″Vaya usted a verla. En esa comedia está toda Andalucía″. Y fui a verla, y pensé: ″Si es esto de verdad Andalucía, prefiero Soria.″ Y a Soria me fui.

El Machado del París simbolista y el Madrid bohemio reflejado en sus Soledades y galerías, dio paso en la descarnada realidad soriana a un hombre diferente: «... cinco años en Soria» —escribiría en 1917— «orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano...» —y añadía— «Ya era, además, muy otra mi ideología».En lo literario, así quedó reflejado en su siguiente libro, Campos de Castilla; en lo profesional, inició su vida de maestro de pueblo; en lo sentimental, descubrió a Leonor, el gran amor de su vida.

En diciembre de 1907, al cerrarse la pensión en la que vivía Machado, los huéspedes se trasladaron a un nuevo establecimiento sito en la entonces llamada plaza de Teatinos. En la nueva pensión, regida por Isabel Cuevas y su marido Ceferino Izquierdo, sargento de la Guardia Civil jubilado, quiso el destino que el poeta conociera a Leonor Izquierdo, la hija mayor, y aún apenas una niña de trece años. El embeleso de Machado fue tan intenso que por primera vez quizá en su vida se mostró impaciente, y cuando tuvo la certeza de que su amor era correspondido acordó el compromiso con la madre de Leonor. Había pasado poco más de un año, y los novios aún tuvieron que esperar otro hasta que ella alcanzase la edad legal para casarse. Y así, el 30 de julio de 1909 se celebró la ceremonia en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria. 

Hace un mes que Leonor ha cumplido los quince y el poeta ya tiene treinta y cuatro. Y contra todo pronóstico, el matrimonio fue modelo de entendimiento y felicidad, hasta tal punto que la novia se apasionó por el trabajo del poeta con toda la ilusión de su juventud. Así lo han referido todos los testigos de este episodio de la vida de Antonio Machado.

En Soria, el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, siempre vivo en el poeta, le llevó a emprender una serie de excursiones por la sierra de Urbión y sus pinares, hasta las fuentes del río Duero y la laguna Negra, escenario trágico de La tierra de Alvargonzález, el más largo poema de Machado. De Soria también fue su amistad con José María Palacio, redactor de Tierra soriana, el periódico local, y uno de los pocos con los que compartió inquietudes e ideologías en el rudo páramo castellano.

En diciembre de 1910, Leonor y Antonio viajaron a París, con una beca concedida al poeta por la Junta para la Ampliación de Estudios para perfeccionar sus conocimientos de francés durante un año. Durante los seis primeros meses, la pareja viajó, visitó los museos e intimaron con Rubén Darío y Francisca Sánchez, su compañera. Machado aprovechó para asistir al curso que Henri Bergson impartía en el Colegio de Francia.

El 14 de julio de 1911, cuando el matrimonio iba a partir hacia la Bretaña francesa de vacaciones, Leonor sufrió una hemoptisis y tuvo que ser ingresada. Los médicos, impotentes en aquella época contra la tuberculosis, recomendaron el regreso al aire sano de Soria. Una engañosa mejoría dio paso a un fulminante final, falleciendo el 1 de agosto de 1912. Su última alegría fue tener en sus manos, publicado al fin, el libro que ella había visto crecer ilusionada día a día: la primera edición de Campos de Castilla.

Machado, desesperado, solicitó su traslado a Madrid, pero el único destino vacante era Baeza, donde durante los siete años siguientes, penó más que vivió, dedicado a la enseñanza como profesor de Gramática Francesa en el instituto de Bachillerato instalado en la antigua Universidad baezana.

Esta Baeza, que llaman la Salamanca andaluza, tiene un Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes, varios colegios de Segunda Enseñanza, y apenas sabe leer un treinta por ciento de la población. No hay más que una librería donde se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén, y la ciudad está poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta.

Antonio Machado (de una carta a Unamuno en 1913)

El poeta no está dispuesto a contemporizar y su mirada se radicaliza; solo le sacan de su indignación y su aburrimiento las excursiones que hace a pie y en solitario, por los cerros que le separan de Úbeda, o con los escasos amigos que le visitan, por las sierras de Cazorla y de Segura, en las fuentes del Guadalquivir. 

También tuvo oportunidad de acercarse con más atención a las voces y ritmos del tesoro popular; no en vano llevaba en su herencia la pasión de su padre por el folclore, que a su vez lo había heredado de la abuela de Machado, Cipriana Álvarez Durán. Fruto en gran parte de esa mirada será su siguiente libro, Nuevas canciones. 

Escapar del «poblachón manchego» no fue fácil; para conseguirlo, Machado se vio obligado a estudiar por libre, entre 1915 y 1918, la carrera de Filosofía y Letras. Con ese nuevo título en su menguado currículo, solicitó el traslado al Instituto de Segovia, que en esta ocasión sí se le concedió. Machado abandonó Baeza en el otoño de 1919.

La vivienda de Antonio Machado en Segovia

A partir de 1912 y durante los siete años de su estancia en Baeza, Antonio Machado viajó con frecuencia a Madrid, donde residía su familia, contaba con amigos del mundo de las letras y colaboraba con importantes publicaciones periódicas, entre otras actividades como su participación en la nombrada Liga de Educación Política Española o su presencia en sonadas conferencias de Miguel de Unamuno, además de por tener que examinarse en la Universidad de Madrid como alumno libre de estudios de la licenciatura en Filosofía y Letras y, posteriormente, del doctorado, lo que ocurre entre 1915 y 1919, meses antes de producirse su traslado al Instituto de Segovia.

Poco antes, el 8 de junio de 1916, Machado había conocido a un joven poeta, con el que desde entonces mantuvo amistad, que se llamaba Federico García Lorca.

García Lorca en el Huerto de San Vicente. 1932

Machado llegó a Segovia el 26 de noviembre de 1919 y acabó instalándose por el modesto precio de 3,50 pesetas al día en una aún más modesta pensión. Era el mes de noviembre de 1919 y el poeta llegó a tiempo para participar en la fundación de la Universidad Popular Segoviana junto con otros personajes como el Marqués de Lozoya, Blas Zambrano, Ignacio Carral, Mariano Quintanilla, Alfredo Marqueríe o el arquitecto Javier Dodero, que se encargó de restaurar y adaptar el viejo templo románico de San Quirce, uno de los espacios en los que la innovadora institución se había propuesto como objetivo la instrucción gratuita del pueblo segoviano.

Ocupó la Cátedra de Francés del Instituto General y Técnico de la ciudad. En este centro impartirá clases hasta 1932, ejerciendo como vicedirector durante varios años.

Machado, que ahora contaba con la ventaja de la cercanía de Madrid, visitaba cada fin de semana la capital participando de nuevo en la vida cultural del país con tanta dedicación que a menudo «perdió el tren de regreso a Segovia muchos lunes, y bastantes martes». Este nuevo estatus de perfil bohemio le permitiría recuperar la actividad teatral junto a su hermano Manuel.

En Segovia, por otra parte, fue asiduo de la Tertulia de San Gregorio que —entre 1921 y 1927— se reunía cada tarde en el alfar del ceramista Fernando Arranz, instalado en las ruinas de una iglesia románica, en la que participaban también amigos como Blas Zambrano, Catedrático de la Escuela Normal y padre de María Zambrano, Manuel Cardenal Iracheta, el escultor Emiliano Barral y algunos otros tipos pintorescos. como Carranza, cadete de la academia de Artillería, o el padre Villalba, que puso música a un texto de Machado. También colaboró en la recién nacida revista literaria Manantial y frecuentó el ambiente del Café Castilla, en la plaza mayor de Segovia. 

En 1927, Antonio Machado fue elegido miembro de la Real Academia Española, si bien nunca llegó a tomar posesión de su sillón. En una carta a Unamuno, el poeta le comenta la noticia con sana ironía: «Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da pañuelo a quien no tiene narices...».

En junio de 1928 aparece en su vida Pilar de Valderrama, dama de la alta burguesía madrileña, casada y madre de tres hijos, autora de varios libros de poesía y obras de teatro y cofundadora del Lyceum Club Femenino. Había viajado sola a Segovia buscando serenidad tras una grave crisis conyugal. Tiene en Segovia amistades de visitas anteriores y esta vez llevaba además una carta de presentación de la hermana del actor Ricardo Calvo para su amigo Antonio Machado a quien ella admiraba. Se hospedó en el incómodo Hotel Comercio, aunque era el mejor de la ciudad, y en su sala de recibo la visitó Machado iniciándose así su amistad, que en el poeta enseguida se convierte en un enamoramiento tan intenso que, cuando ella le indica que al estar casada sólo le puede ofrecer una inocente amistad, él acepta esa limitación: "Con tal de verte, lo que sea", aunque en sus cartas se lamenta una y otra vez de esa castidad impuesta.

Durante casi nueve años hizo las funciones de musa y «oscuro objeto del deseo»; "la sed que nunca se apaga / del agua que no se bebe", de un rejuvenecido Machado que inmortalizó aquel espejismo poético con el nombre de Guiomar. Desde la publicación en 1950 del libro De Antonio Machado a su grande y secreto amor, escrito por Concha Espina y haciendo pública una colección de cartas entre Machado y una misteriosa pero real Guiomar, varios y variopintos han sido los estudios dedicados al fenómeno Guiomar 

Todo parece indicar que Pilar de Valderrama nunca estuvo enamorada de Machado, aunque como buena cortesana fue diestra en el arte de «marear la perdiz», como parece deducirse de lo escrito en su libro de memorias, Sí, soy Guiomar, libro escrito en su vejez y publicado de manera póstuma, para insistir en el carácter platónico de su relación con el poeta, pero sin explicar por qué de ser así se mantuvo en secreto con tanto celo. Tampoco explicó la inspiradora de Guiomar por qué quemó la mayoría de las cartas que recibió de Machado, cuando —quizá advertida por sus contactos entre la clase acomodada— abandonó Madrid, rumbo a Estoril, en junio de 1936, un mes antes del golpe de Estado. 

14 de abril en Segovia

El último gran acontecimiento de los años segovianos de Machado ocurrió el 14 de abril de 1931, fecha de la proclamación de la Segunda República española. El poeta, que vive la noticia en Segovia, fue requerido para ser uno de los encargados de izar la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento. Un momento emotivo que Machado recordaría con estas palabras:

¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia! (...) Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra república de la mano.

Antonio Machado

En octubre de 1931 la República le concedió a Machado, por fin, una cátedra de francés en Madrid, donde a partir de 1932 pudo vivir de nuevo en compañía de su familia: su madre, su hermano José, mujer e hijas. En la capital, el poeta continuó viéndose en secreto con la inspiradora Guiomar y estrenando las comedias escritas con Manuel.

En una Orden gubernamental de 19 de marzo de 1932, a petición del secretario del Patronato de las Misiones Pedagógicas, se autoriza a Machado a residir en Madrid «para la organización del Teatro popular».

Durante los siguientes años, Machado escribió menos poesía pero aumentó su producción en prosa, publicando con frecuencia en el Diario de Madrid y El Sol y perfilando definitivamente a sus dos apócrifos, los pensadores, y cómo Machado, poetas y maestros, Juan de Mairena y Abel Martín. 

En 1935, Machado se trasladó del Instituto Calderón de la Barca al Cervantes. Días antes, el 1 de septiembre había muerto su maestro, Cossío, poco después de haberse reunido con él en su retiro de la sierra de Guadarrama y en compañía de otros institucionistas, Ángel Llorca y Luis Álvarez Santullano. Las pérdidas se acumulan: el 5 de enero muere Valle-Inclán y el 9 de abril un olvidado Francisco Villaespesa... el desfile de la muerte se había adelantado.

Casi desde los primeros días de la guerra, Madrid, ya convulsionada desde los últimos estertores del segundo bienio, se convirtió en un campo abonado para las privaciones y la muerte. La Alianza de Intelectuales decidió, entre otras muchas medidas de emergencia, evacuar a zonas más seguras a una serie de escritores y artistas, Machado entre ellos, por su edad avanzada y por su significación. La oferta, un día de noviembre de 1936, la presentan en el domicilio del poeta, otros dos ilustres colegas: Rafael Alberti y León Felipe. Machado, «concentrado y triste» –según evocaría luego Alberti– se resistía a marchar. Fue necesaria una segunda visita con mayor insistencia y a condición de que sus hermanos Joaquín y José, con sus familias, le acompañasen junto con su madre.

Machado y su familia, tras ser acogidos provisionalmente en la Casa de la Cultura de Valencia, se instalaron en Villa Amparo, un chalet en la localidad de Rocafort, desde finales de noviembre de 1936 hasta abril de 1938, fecha en que fueron evacuados a Barcelona. Durante su estancia valenciana, el poeta, a pesar del progresivo deterioro de su salud, escribió sin descanso comentarios, artículos, análisis, poemas y discursos, como el que pronunció para las Juventudes Socialistas Unificadas, en una plaza pública de Valencia ante una audiencia multitudinaria, y asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas y celebrado en la capital valenciana, donde leyó su reflexión titulada «El poeta y el pueblo». Durante los últimos días del Congreso, se realizó la segunda conferencia nacional de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética durante la cual se renovaron sus cargos y se eligió a Antonio Machado como miembro de su comité nacional.

En 1937 publicó La guerra, con ilustraciones de su hermano menor José Machado Ruiz. De entre sus últimos escritos, obra de compromiso histórico y testimonial, destacan textos de hondura estremecedora, como la elegía dedicada a Federico García Lorca: El crimen fue en Granada.

1. El crimen

Se le vio, caminando entre fusiles,

por una calle larga,

salir al campo frío,

aún con estrellas de la madrugada.

Mataron a Federico

cuando la luz asomaba.


El pelotón de verdugos

no osó mirarle la cara.

Todos cerraron los ojos;

rezaron: ¡ni Dios te salva!

Muerto cayó Federico

—sangre en la frente y plomo en las entrañas—

… Que fue en Granada el crimen

sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.


2. El poeta y la muerte

Se le vio caminar solo con Ella,

sin miedo a su guadaña.

—Ya el sol en torre y torre, los martillos

en yunque— yunque y yunque de las fraguas.

Hablaba Federico,

requebrando a la muerte. Ella escuchaba.

«Porque ayer en mi verso, compañera,

sonaba el golpe de tus secas palmas,

y diste el hielo a mi cantar, y el filo

a mi tragedia de tu hoz de plata,

te cantaré la carne que no tienes,

los ojos que te faltan,

tus cabellos que el viento sacudía,

los rojos labios donde te besaban…

Hoy como ayer, gitana, muerte mía,

qué bien contigo a solas,

por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

3.

Se le vio caminar…

Labrad, amigos,

de piedra y sueño en el Alhambra,

un túmulo al poeta,

sobre una fuente donde llore el agua,

y eternamente diga:

el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

Ante el peligro de que Valencia quedara aislada, los Machado se trasladaron a Barcelona, donde tras un hospedaje provisional en el Hotel Majestic, ocuparon la finca de Torre Castañer. El lujo del edificio contrasta con las miserias de la guerra: no hay carbón para las estufas, ni su imprescindible tabaco, ni apenas alimentos. Allí permanecieron desde finales de mayo de 1938 hasta los primeros días del siguiente año.

El 22 de enero de 1939, y ante la inminente ocupación de la ciudad por las fuerzas del bando sublevado, el poeta y su familia salieron de Barcelona en un vehículo de la Dirección de Sanidad conseguido por el doctor José Puche Álvarez. Les acompañan, entre otros amigos, el filósofo Joaquín Xirau, el filólogo Tomás Navarro Tomás, el humanista catalán Carlos Riba, el novelista Corpus Barga y una interminable caravana de cientos de miles de españoles anónimos huyendo de su patria.

Tras una última noche en suelo español, en Viladasens, las cuarenta personas que componían el grupo cubrió el último tramo hacia el exilio. Apenas a medio kilómetro de la frontera con Francia, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el colapso de la huida. Allí quedaron también sus maletas, al pie de la larga cuesta que hubo que recorrer bajo la lluvia y el frío del atardecer hasta la aduana francesa, que solo gracias a las gestiones de Corpus Barga, que disponía de un permiso de residencia en Francia. pudieron superar. Unos coches les llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las influencias de Xirau se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta.

A la mañana siguiente, con la ayuda de Navarro Tomás y Corpus Barga, se trasladaron en tren hasta Colliure, ya en Francia, donde el grupo encontró albergue en la tarde del día 28 de enero, en el Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la espera de una ayuda que no llegaría a tiempo.

Antonio Machado murió a las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939.

José Machado relataría luego que su madre, saliendo por unos instantes del estado de semiinconsciencia en el que la habían sumido las penalidades del viaje, y al ver vacía la cama de su hijo junto a la suya, preguntó por él con ansiedad. No creyó las piadosas mentiras que le dijeron y comenzó a llorar. Murió el 25 de febrero, justo el día en que cumplía ochenta y cinco años, Haciendo efectiva la promesa que formuló en voz alta en Rocafort: «Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio». 

Ana Ruiz fue enterrada junto a su hijo en el nicho cedido por una vecina de Colliure, en el pequeño cementerio de la localidad francesa donde reposan sus restos desde entonces.

Late, corazón... No todo  se lo ha tragado la tierra.

Antonio Machado en GIBSON  (2006).

Como todos los profesores de Segunda Enseñanza, fue sometido por las autoridades franquistas a un expediente de depuración. La Comisión de Depuración C de Madrid pidió un informe al Instituto Cervantes de Madrid donde tenía su plaza de catedrático y la dirección del centro le comunicó a la Comisión que había fallecido «según referencias de los periódicos». Así que, sin solicitar más informes, se procedió a su separación definitiva del cuerpo de catedráticos de Instituto decretada el 7 de julio de 1941, dos años después de haber muerto en el exilio. Mucho tiempo antes, al ptincipio de la guerra civil, los compañeros de Machado del Instituto de Segovia donde también había estado le habían declarado indeseable junto con otros profesores defensores de la legalidad republicana y remitieron una nota al diario local, El Adelantado de Segovia que la publicó el 27 de noviembre de 1936.En ella se decía:

Publicadas recientemente y por distintos medios de difusión diferentes actuaciones, imputadas a los ex catedráticos de este instituto Antonio Machado Ruiz, Rubén Landa Vaz y Jaén Morente, indiscutiblemente censurables, por antipatrióticas y contrarias al Movimiento Nacional, el claustro de este centro no podía mostrarse ajeno... en sesión celebrada el 11 de noviembre, declaró indeseables a tales señores y estimando a la vez como depresiva la presencia de sus nombres en el mismo escalafón al que nos honramos pertenecer.

Hubo que esperar hasta 1981 para que fuera rehabilitado, con la misma fórmula, como profesor del Instituto Cervantes de Madrid, por orden ministerial de un gobierno democrático. 

Varios autores han estudiado si Machado era masón, no existen pruebas de su vinculación con ninguna logia, aunque señalan sus contactos con miembros de la masonería.

En una breve autobiografía casi improvisada por Machado en 1913, dejó escritas algunas claves personales que dibujan mejor que ningún estudio crítico su perfil humano:

Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible. Antonio Machado, Autobiografía.

Creo que la mujer española alcanza una virtud insuperable y que la decadencia de España depende del predominio de la mujer y de su enorme superioridad sobre el varón. Me repugna la política donde veo el encanallamiento del campo por el influjo de la ciudad. Detesto al clero mundano que me parece otra degradación campesina. En general me agrada más lo popular que lo aristocrático social y más el campo que la ciudad. El problema nacional me parece irresoluble por falta de virilidad espiritual; pero creo que se debe luchar por el porvenir y crear una fe que no tenemos. Creo más útil la verdad que condena el presente, que la prudencia que salva lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y el dogma de la utilidad me parecen peligrosos y absurdos. Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo de hierro. Para ello no hay más obstáculos que la hipocresía y la timidez. Ésta no es una cuestión de cultura —se puede ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan.

Antonio Machado, Autobiografía.

Juan de Mairena y Abel Martín, heterónimos de Machado -él mismo dijo que Mairena era su «yo filosófico»-, desplazaron al poeta modernista y simbolista, sustituyéndolo por un pensador original, hondo y precursor de un género mixto que luego sería imitado por muchos otros autores. Originalmente concebidos como poetas, Martín y Mairena se presentan como filósofos populares, herederos de la «lengua hecha», que el poeta citaba siempre a propósito de Cervantes y el Quijote. y en defensa de la «lengua hablada», dicho con palabras de Machado: «Rehabilitemos la palabra en su valor integral. Con la palabra se hace música, pintura y mil cosas más; pero sobre todo, se habla» 

Gran parte del Juan de Mairena, publicado por Espasa-Calpe en 1936, reúne la colección de ensayos que Machado había publicado en la prensa madrileña desde 1934. A través de sus páginas, un imaginario profesor y sus alumnos analizan la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la política, la filosofía, planteados con una caprichosa variedad de tonos, desde la aparente frivolidad hasta la gravedad máxima, pasando por la sentencia, la paradoja, el adagio, la erudición, la introspección, la retórica como arte, la cuchufleta, o el más fino y sutil humor celtibérico.

Durante la década de 1920 y los primeros años de la década del treinta, Machado escribió teatro en colaboración con su hermano Manuel. Se estrenaron en Madrid las siguientes obras: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Mañara (1927), Las adelfas (1928), La Lola se va a los puertos (1929), La prima Fernanda (1931) y La duquesa de Benamejí (1932).

Ayer soñé que veía

a Dios y que a Dios hablaba

y soñé que Dios me oía...

Después soñé que soñaba.

Campos de Castilla, CXXXVI.”Proverbios y Cantares", 1912

De los suprarrealistas hubiera dicho Juan de Mairena: Todavía no han comprendido esas mulas de noria que no hay noria sin agua. Juan de Mairena XLIX, 1936

OBRA

Poesía

• 1903 -Soledades: poesías

• 1907 -Soledades. Galerías. Otros poemas

• 1912 -Campos de Castilla

• 1917 -Páginas escogidas

• 1917 -Poesías completas

• 1917 -Poemas

• 1918 -Soledades y otras poesías

• 1919 -Soledades, galerías y otros poemas

• 1924 -Nuevas canciones

• 1928 -Poesías completas (1899-1925)

• 1933 -Poesías completas (1899-1930)

• 1933 -La tierra de Alvargonzález

• 1936 -Poesías completas

• 1937 -La guerra (1936-1937)


Prosa

• 1936 - Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo.

• 1957 - Los complementarios, recopilación póstuma a cargo de Guillermo de Torre, publicada en Buenos Aires por Editorial Losada).

• 1994 - Cartas a Pilar, edición de G. C. Depretis, en Madrid con Anaya-Mario Muchnik.

• 2004 - El fondo machadiano de Burgos. Los papeles de AM, edición de A. B. Ibáñez Pérez, en Burgos por la Institución Fernán González.

Teatro

(con Manuel Machado)

1926 -Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel

• 1927 -Juan de Mañara

• 1928 -Las adelfas

• 1930 -La Lola se va a los puertos

• 1930 -La prima Fernanda

• 1932 -La duquesa de Benamejí

• 1932 -Teatro completo, I, Madrid, Renacimiento.

• 1947 -El hombre que murió en la guerra (homenaje en Buenos Aires)

(adaptaciones de clásicos, en colaboración)

• 1924 - El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina. con José López Hernández), estrenada el 2 de enero de 1924, en el Teatro Español de Madrid, con Ricardo Calvo como protagonista.

• 1924 - Hernani, de Victor Hugo con Francisco Villaespesa, estrenada el 1 de enero de 1925, en el Teatro Español de Madrid, por la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. 

• 1926 - La niña de plata, de Lope de Vega, con José López Hernández.

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