lunes, 1 de enero de 2024

La Chanson de Roland ● Primera Parte

                                                      



Escena de La canción de Roldán, Roldán en la batalla de Roncesvalles, pintura de Wolf von Bibra (1862-1922) basada en un grabado de A Closs [Adolf (Georg) Closs (1840-1894) o posiblemente su hijo Gustav Adolf Carl Closs (1864) - 1938)] que a su vez se basó en una pintura de Louis-Félix Guesnet (1843-1907) Soplando su Olifant (cuerno) pide ayuda mientras sostiene su espada Durendal, aún montado en su caballo Veillantif. Al fondo, vemos la “Brecha de Roland”.

La Brecha de Roldán. Vista desde Francia

La Brecha de Roldán. Vista desde la Península

La Brecha de Roldán en el arte.

Diversos momentos de la Chanson de Roland en una sola imagen








La Chanson de Roland, es -en definitiva-, un poema épico; Cantar de Gesta, del siglo XI, basado en el líder militar franco, Roldán, en la Batalla del Paso de Roncesvalles en el año 778, durante el reinado de Carlomagno. Es la obra sobreviviente más antigua de la literatura francesa. Existe en varias versiones manuscritas, que atestiguan su enorme y duradera popularidad entre los siglos XII y XIV.

El poema épico es el primer ejemplo y uno de los más sobresalientes de los Cantares de Gesta; una forma literaria que floreció entre los siglos XI y XIV y que celebraba legendarias hazañas. Fue escrito en francés antiguo, y atribuido a un monje normando, Turoldo, cuyo nombre aparece en el último y enigmático verso: «Ci falt la geste que Turoldus declinet». Sin embargo, no queda claro el significado del verbo «declinar» en este verso: puede querer decir ‘entonar’, ‘componer’ o quizás ‘transcribir’, ‘copiar’. Se calcula que fue escrito en el periodo entre los años 1040 y 1115 d.C. Una versión temprana tuvo inicio alrededor del 1040, a la que se hicieron añadiduras y alteraciones hasta alrededor del 1115. El texto final, llamado Manuscrito de Oxford, porque se conserva en la biblioteca Bodleiana de Oxford. Escrito en anglo-normando de alrededor de 1170, consta de 4002 versos decasílabos, distribuidos en 291 estrofas de desigual longitud llamadas laisses.

A pesar de que el texto del Manuscrito de Oxford, tiene fecha de finales del siglo XII, es probable que el texto pueda datarse entre 1060 y 1065, ya que Guillermo de Malmesbury dice que los normandos cantaban la Canción de Roldán durante la Batalla de Hastings. Esta fecha puede ser corroborada por las investigaciones de Dámaso Alonso, que descubrió una nota en alfabeto visigodo en un manuscrito en San Millán de la Cogolla, que según él no puede ser posterior al tercer cuarto del siglo XI dC.

Este Cantar de Gesta narra, deformando legendariamente, los hechos de la batalla de Roncesvalles, que históricamente, no pasó de ser una escaramuza, y que pudo enfrentar a tribus de vascones contra la retaguardia de las fuerzas carolingias al mando del conde Roldán, prefecto de la Marca de Bretaña. No está claro que, por la envergadura del encuentro, llegara a ser considerada una batalla, en los llanos de Roncesvalles y Burguete, o en el Puerto de Ibañeta.

Lo más probable es que se tratara de una emboscada sufrida por la columna carolingia el 15 de agosto de 778 en el desfiladero de Valcarlos, en la vertiente norpirenaica, según datos extraídos de anales y crónicas del siglo IX. Por ejemplo, la Vita Caroli de Eginhard, una crónica en latín del reinado de Carlomagno, narra cómo el joven rey Carlos -cuando aún no se había convertido en el emperador Carlomagno-, aliado con ciertos caudillos musulmanes en sus luchas contra otros, atraviesa los Pirineos en la primavera de 778, toma la ciudad de Pamplona y sitia Zaragoza. Reclamado en su propio reino debido a un ataque de los sajones y a un amotinamiento en la región de Aquitania, levanta el asedio, saquea Pamplona y emprende el regreso. Es entonces, en venganza por el saqueo de la ciudad de Pamplona, cuando su retaguardia es atacada por montañeses vascones.

El Cantar de Roldán se escribe unos tres siglos después de los hechos. Tiempo suficiente para que los estos se transformaran y el personaje de Roldán, que solo era el Margrave de la Marca de Bretaña, se convirtiera en el sobrino del viejo emperador Carlomagno, que ahora tiene una «barba florida». Los hechos se adornan y se los dota de una dimensión épica y heroica. El protagonista Roldán se acompaña de un amigo imaginario, Oliveros. La emboscada de los vascones pasa a ser un ataque de 400.000 sarracenos, los únicos que pueden derrotar a Roldán y a los Doce Pares de Francia; nobles francos amigos del arzobispo, además, debido a la traición del "pérfido" Ganelón.

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La obra trata de estos hechos históricos, aunque transformados: los agresores vascones son entonces sarracenos musulmanes, lo que permite hacer de la expedición una especie de Cruzada, y los acontecimientos se desencadenan partiendo de la traición de Ganelón. Roldán es sobrino del emperador Carlomagno y tiene un amigo inseparable, Oliveros -personaje no histórico-.

El asunto es el siguiente: tras siete años de Cruzada, el Emperador Carlomagno ha conquistado el norte de la península ibérica a los moros. Solo resiste Zaragoza, ciudad del rey Marsilio.

Los francos reciben unas sospechosas propuestas de paz. Roldán propone como embajador a su padrastro Ganelón. Este cree que Roldán pretende enviarlo a la muerte y decide vengarse. Como embajador prepara la traición: azuza a los moros contra Roldán, al que hace responsable del hostigamiento al que están sometidos. Sugiere Ganelón a Marsilio que prometa a Carlomagno lo que sea, que se vayan las tropas y así poder atacar la retaguardia francesa, en la que estarán Roldán y los Doce Pares de Francia. Carlomagno vuelve a Francia y, a propuesta de Ganelón, confía la retaguardia a Roldán.

Carlomagno cruza los Pirineos, y sobre la retaguardia que dirige Roldán cae el numerosísimo ejército de Marsilio. A pesar de los consejos del sabio Oliveros, Roldán, valiente y temerario, no quiere usar su cuerno -el olifante, para llamar en su auxilio al grueso del ejército, que ha pasado ya el desfiladero. Roldán, asistido por la flor de la caballería francesa, pelea con valentía y rechaza dos oleadas de paganos, pero a un alto precio. Uno a uno, van cayendo los caballeros ante el número incalculable de moros que los acosan. Roldán se decide, por fin, a tocar el olifante para avisar a su tío, el Emperador Carlomagno. Lo hace con tal fuerza que le estallan las sienes. Pero es demasiado tarde, se queda solo en la pelea y sucumbe, como los demás, frente al enemigo. Antes de morir desea romper su espada, Durandarte, para que no caiga en manos del enemigo, pero la piedra contra la que golpea su espada se parte por la fuerza del golpe de Roldán.

Cuando Carlomagno oye el cuerno que demanda socorro, sospecha la traición de Ganelón; lo arresta, y vuelve a Roncesvalles al frente de sus tropas. Persigue a los moros que se baten en retirada y los extermina a las orillas del Ebro. Pero una vez derrotadas las tropas de Marsilio, Carlomagno debe enfrentarse a Baligante, almirante de Babilonia. En esa batalla, Baligante muere a manos de Carlomagno, quien finalmente consigue tomar Zaragoza, donde Marsilio muere furioso. Tras enterrar en la iglesia de Saint-Romain en Blaye Roldán, a Oliveros y al arzobispo Turpín, regresa abatido a Aquisgrán. La hermana de Oliveros, Alda, muere de pena al conocer el fallecimiento de su amado Roldán.

Ganelón es procesado. Niega la traición y alega haberse vengado de quien le había enviado a la muerte. Se apela al juicio de Dios. El campeón que defiende a Ganelón, Pinabel, es derrotado por Thierry d'Anjou, que pugna por Roldán. Ganelón muere descuartizado por cuatro caballos. Carlomagno ve cómo el arcángel San Gabriel le anuncia en sus sueños su victoria y desquite.

Roldán, sobrino de Carlomagno, es el prototipo de héroe, de cabellera larga y rubia, barba candado, valiente y fuerte, aunque tiene el defecto de ser demasiado orgulloso y de cometer actos de indisciplina militar. Precisamente su carácter temerario es lo que determina el triste final del ejército francés, ya que el orgullo de Roldán le impide tocar el cuerno (olifante) para pedir ayuda a su tío.

Oliveros, compañero del héroe, es el complemento perfecto para Roldán. También es valiente y poderoso, pero además reúne las virtudes de la prudencia y la disciplina militar.

Turpín el arzobispo, que muere bendiciendo a sus compañeros de armas después de haber peleado como ellos.

Ganelón, es el noble francés que traiciona a Carlomagno. Pese a lo que pudiera creerse, no es presentado como un ser repugnante lleno de defectos, sino como un caballero gallardo y valeroso que tiene el corazón tierno. Lo que pierde a Ganelón, es su deseo de venganza al sentirse ofendido por la fanfarronería de su hijastro Roldán.

Este poema tuvo amplia repercusión en todas las literaturas de Europa y fue fuente de inspiración de otros cantares de gesta del momento.

Se habla de la existencia de una supuesta versión en provenzal, en la que Roldán sería hijo incestuoso de Carlomagno y su hermana.

Batalla de Roncesvalles (778). Muerte de Roldán, en las Grandes Crónicas de Francia, ilustradas por Jean Fouquet, Tours, hacia 1455-1460, BNF.

La Batalla de Roncesvalles se libró el 15 de agosto de 778 -según otros autores, en alguna fecha desconocida, de 808-, posiblemente en Valcarlos, en las proximidades del desfiladero de Roncesvalles, del Pirineo navarro, cuando un gran ejército de vascones emboscó a una parte del ejército de Carlomagno, tras su invasión de la Península ibérica. La batalla ocurrió en el contexto de los intentos de realizar en la zona una Marca Hispánica carolingia, que en el territorio pamplonés se logró únicamente durante 10 años, de 806 a 816.

El ataque de los vascones fue una represalia por la destrucción, por orden de Carlomagno, de los muros de su capital, Pamplona. Mientras los francos se retiraban cruzando los Pirineos de vuelta a Francia, como tesis más probable, la retaguardia del ejército de Carlomagno se vio cortada, hizo una última defensa y fue completamente aniquilada. Entre los que murieron en la batalla, como sabemos, se encontraba Roldán, un comandante franco, que cayó en combate a manos del palentino Bernardo del Carpio. Su muerte lo elevó a él y a los paladines, los principales guerreros de la corte de Carlomagno, a la leyenda, convirtiéndose en el modelo por excelencia de los caballeros y también influyendo en gran medida en el código de caballería de la Edad Media.

Existen numerosas obras escritas sobre la batalla, algunas de las cuales modifican y exageran los acontecimientos. La batalla es relatada en el Cantar de Roldán, del siglo XI, la obra importante más antigua de la literatura francesa que se conserva, y en Orlando furioso, una de las obras más célebres de la literatura italiana. Adaptaciones modernas de la batalla incluyen libros, obras de teatro, obras de ficción y monumentos en los Pirineos.

La ubicación exacta del lugar de la batalla se desconoce, ya que los cronistas carolingios no mencionan con un topónimo el puerto por donde pasaron las tropas ni el desfiladero donde aconteció la emboscada. La historiografía del siglo IX y tradicionalmente la población la situó en Luçayde -actual Valcarlos, Luzaide en euskera, la última procedente de Vallis-Karoli, en relación con la mención explícita del valle de Carlos-. Es a raíz de la Canción de Roldán, en el siglo XII (hacia 1150), cuando se localiza más al sur, en Rozaballes o Renzeval (Roncesvalles). En estudios recientes se dan distintas posibilidades. Así Rita Lejeune lo situó en el paso del Perthus, en los Pirineos orientales gerundenses actuales. El historiador Antonio Ubieto concluyó que fue en el puerto del Palo en el Valle de Ansó del actual Pirineo oscense, cuando utilizaban la calzada romana de Zaragoza al Bearne. José María Jimeno Jurío en sus conclusiones, posteriores, se decanta por la hondonada de Valcarlos-Luzaide. Iñaki Sagredo, por su parte, lleva estudiando dicho suceso desde el año 2000. Sus primeras impresiones fueron publicadas en la reedición del libro de José María Jimeno en el año 2004. En su publicación posterior, año 2013, abre diversas posibilidades, si bien sigue anotando como principal lugar de la emboscada algún punto de la calzada romana entre Roncesvalles y San Juan Pie de Puerto.

El interés de Carlomagno en los asuntos hispánicos le movió a apoyar una rebelión, iniciada un año antes en el valiato de la Marca Superior de al-Ándalus, de Sulaymán al-Arabí, valí de Barcelona, que pretendía alzarse a emir de Córdoba con el apoyo de los francos, a cambio de entregar al emperador franco la plaza de Saraqusta (Zaragoza).

Entre mayo y junio de 778 Carlomagno llegó a Pamplona, que capituló. Sin embargo, Sulaymán se negó a su llegada a entregar Zaragoza y Carlomagno puso asedio a la ciudad, capturando a Sulaymán, que marchaba junto a sus tropas a unirse a las fuerzas rebeldes al emir. Dado que llegó la noticia de la sublevación de los sajones, los francos levantaron el cerco e iniciaron la retirada llevándolo consigo como rehén. Al llegar de nuevo a Pamplona, Carlomagno arrasa las murallas, como se describe en los Anales regios y en los Annales de Gestis Caroli Magni del Poeta Saxo, y además destruye totalmente la ciudad para abandonarla y retornar al Pirineo por el mismo camino que en la venida.

Al paso por el desfiladero de Valcarlos, transformación etimológica de Vallis-Karoli, la retaguardia del ejército franco, unos 20.000 soldados acaudillados por Roldán, sobrino de Carlomagno, y por el resto de los Doce Pares de Francia, fue desbaratada el 15 de agosto de 778 por unas huestes formadas probablemente por contingentes de tribus vasconas. Sulaymán fue liberado en esta batalla.

Los primeros textos relatan que el ataque se efectuó sobre la cola de la retaguardia, como punto más débil, y que utilizaron la estrechez del camino (angustiae viae), lo angosto de los parajes (angustus locus) y los tupidos bosques (opacitas silvarum). Se lanzaron dardos y piedras y cayeron rodando pesadas rocas por las laderas, que sorprendieron al ejército creando pánico, que les hizo precipitarse por el barranco sin tiempo para reaccionar -Anales Regios, que llega hasta el año 829-. Murieron un gran número de caballeros francos, entre los que destacaban Oliveros y Roldán, aunque en los textos iniciales no se dice nada de la agonía y muerte de Roldán, ya que no se encontró su cadáver.

La Marca Hispánica a principios del siglo IX, solo lograda y mantenida en el Pirineo occidental durante 10 años.

No se conoce con exactitud quiénes fueron los asaltantes. Los historiadores manejan tres hipótesis. La primera dice que fue una coalición de vascones y musulmanes; la segunda, una combinación de vascones de ambas laderas del Pirineo; y la tercera que fueron vascones ultrapirenaicos descontentos con el fortalecimiento del régimen franco en Aquitania. En una redacción casi coetánea de la época, en los Anales regios, hacen protagonistas de la emboscada únicamente a los vascones. Es en la Canción de Roldán y otros del siglo XII es donde se sustituye a los atacantes por sarracenos, ya que describe un enorme ejército de cuatrocientos mil sarracenos distribuido en escuadrones a las órdenes de los doce Pares musulmanes -equivalente a la organización franca-.

Ramón Menéndez Pidal concluye que en la celada tomaron parte vascones y musulmanes juntos, en el contexto entre alianzas y relaciones familiares entre los primeros caudillos pamploneses y la familia Banu Qasi del valle del Ebro, que arrancan en el 734.

Tampoco existen relatos sobre estos hechos de los vascones del siglo VIII, cuyos caudillos establecieron en los años siguientes el reino de Pamplona, que evolucionó al reino de Navarra.

Los principales textos carolingios recogidos en los Anales regios (hasta 829), Annales Mettenses priores, Vita Karoli Magni imperatoris, de Eginhardo, Annales de Gestis Caroli Magni del Poeta Sajón y Vita Hludowici imperatoris del Astrónomo Lemosín, recogen estos hechos en los años siguientes a la batalla.

Los Anales Mettenses Priores -hasta el 805- son anónimos y fueron escritos en Metz veinticinco años después de la masacre, son los más cercanos en el tiempo y aunque «silencian el desastre, son valiosísimos, por cuanto anotan expresamente la ruta seguida por Carlomagno entre Aquitania y Pamplona».

Los Anales Regios, también anónimos, fueron escritos cincuenta años después de los hechos:

Habiendo decidido volverse (a Francia), entró en los bosques del Pirineo (Pyrenei saltum ingressus est), desde cuyas cimas los vascones habían tendido una emboscada. Al atacar a la retaguardia (extremun agmen) se extiende el tumulto por todo el ejército (totum exercitum magno tumultu perturbant), y aunque los francos eran superiores a los vascones, tanto en armamento como en valor, lo escarpado del terreno y la diferencia en el modo de combatir los hizo inferiores. En la lucha fueron muertos la mayoría de los paladines que el rey había puesto al frente de las fuerzas. La impedimenta fue saqueada. El enemigo desapareció rápidamente gracias al conocimiento del terreno.

Eghinardo, que era el biógrafo de Carlomagno en el relato Vita Karoli Magni, realizado cincuenta años después, describe:

Marchó a Hispania con todas las fuerzas disponibles, y salvados los montes Pirineos, logró la sumisión de todas las fortalezas y castillos que encontró. Al regreso, en la misma cima de los Pirineos, tuvo que experimentar la perfidia de los vascones cuando el ejército desfilaba en larga columna, como lo exigían las angosturas del lugar. Los vascones emboscados en el vértice de la montaña, descolgándose de lo alto, empujaron al barranco a la columna que escoltaba la impedimenta que cerraba la marcha, provocando que los hombres se precipitasen al valle situado más abajo, y trabando la lucha los mataron hasta el último. Después de lo cual, apoderándose del botín, protegidos por la noche que caía, se dispersaron con gran rapidez. Ayudó a los vascones no solo la ligereza de su armamento, sino también la configuración del lugar en que la suerte se decidía. A los francos, tanto la pesadez de su armamento como el estar en un lugar más bajo, les hizo inferiores en todo momento. Entre otros muchos perecieron el senescal Egiardo, el conde de palacio Anselmo y Roldán, prefecto de la Marca de Bretaña. Este fracaso no pudo ser vengado inmediatamente, porque los enemigos se dispersaron de tal manera que ni siquiera quedó rastro del lugar donde podían hallarse.

Eghinardo, Vita Karoli Magni

El astrónomo Lemosín, biógrafo de Ludovico Pío:

Decidió atravesar los escarpados Pirineos, y con la ayuda de Cristo socorrer a la Iglesia del cruel yugo sarraceno. Había una montaña muy alta que casi toca el cielo; una montaña de escarpadas peñas, sombría por los tupidos bosques, tenebrosos y oscuros, y con estrechos senderos que entorpecen el paso tanto de un gran ejército como de un pequeño grupo. Carlomagno consiguió franquearla con la ayuda del cielo.

[...] La gloria de la feliz hazaña fue gravemente mancillada por la fortuna pérfida. Terminados los asuntos que le habían llevado a España, después de la feliz marcha de retorno, surgió un contratiempo. Los hombres de la retaguardia fueron degollados en la montaña.

Lemosín

El Poeta Sajón, un siglo después de la batalla, cuenta que el rey iba por delante y que ya había pasado los puertos cuando se produjo el ataque:

Habiendo penetrado (el rey) a su regreso en la profunda hondonada del Pirineo, cuando el ejército cansado atravesaba por los estrechos senderos, los vascones osaron poner asechanzas bajo el sumo vértice del monte. Una abominable muchedumbre de ladrones victoriosos que arrebatan el inmenso botín, matando a varios ministros palatinos encargados de custodiar las riquezas. Enriquecidos por los óptimos despojos, los ladrones huyen por senderos inabordables en medio de los bosques del profundo valle que solo ellos conocían. Se ponen a salvo gracias a la huida y a la noche que se echaba encima. No dejaron rastro y no hubo posibilidad de represalias.

Este suceso histórico también dio lugar a relatos y poemas épicos con versiones en el siglo X que llevarían a la leyenda recogida en la versión más antigua del Cantar de Roldán, conocido como el Manuscrito de Oxford del siglo XII, compuesto por 4002 versos agrupados en estrofas, relatando una batalla abierta localizada en Roncesvalles, en vez de una emboscada como en realidad fue y que cuenta que Roldán hizo sonar su olifante de marfil en el vértice de Ibañeta para advertir al grueso del ejército, que descansaba en Valcarlos.

En la versión legendaria de la Chanson de Roland, Carlomagno creyó oír el olifante de Roldán pidiendo ayuda, pero Ganelón le convence de que no tiene importancia. Cuando caen heridos los doce paladines imperiales y Roldán, este arrojó al agua su gloriosa espada, «Durandarte», a fin de que no cayera en manos del enemigo.

Antes de esta versión existe una variante recogida por la Nota Emilianense, fechada por su descubridor Dámaso Alonso. entre 1065 y 1075, donde aparecen los duodecim neptis (los futuros doce pares de Francia) con los nombres de Rodlane, Bertlane, Oggero Spatacurta, Ghigelmo Alcorbitunas, Olibero y del obispo Turpín. Esta Nota Emilianense emplaza la muerte de Roldán en Rozaballes.

En 1066, durante la Batalla de Hastings, el juglar Incisor Ferri o Taillefer animó a los franceses cantando las hazañas de los héroes muertos en Roncesvalles:

Taillefer, qui mult bien chantout

sor un cheval que tost alout

devant le duc alout chantant

de Karlemaigne et de Rolant

et d´Oliver et des vassals

qui moururent en Rencevals.

En el Libro IV del Codex Calixtinus, también denominado Historia Turpini y Pseudo Turpín, en tiempos de las cruzadas en Tierra Santa y la reconquista de al-Ándalus, se cuenta que Carlomagno en siete años conquistó toda la Hispania mora, excepto Zaragoza. La gesta de Roldán en Roncesvalles se relata en el capítulo XXI. La ubicación que realiza copia a la Canción de Roldán en la zona donde se fundará el hospital de Santa María en el 1132, pero como novedad utiliza el Vallis Karol, por donde camina la vanguardia francesa, que denota el uso ya popular de esta denominación. Hay un reconocimiento explícito de la utilización del camino de Luzaide/Valcarlos.

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Los Doce Pares de Francia, a veces llamados Paladines, eran una presunta y legendaria sección del ejército de Carlomagno compuesta por 12 jóvenes familiares de los experimentados caballeros carolingios, hombres de su confianza, entre los que se encontraba Roldán, sobrino del Emperador. En algunos cantares de gesta franceses se afirma incluso que todos eran sobrinos del Emperador.

Llegaron a orillas del Ebro como parte del ejército franco -20.000 según el Cantar de Roldán-, para reforzar la columna principal. Su cometido era defender la Marca Hispánica. -Lograron entrar en Pamplona y vencer a emires y príncipes moros.

Tras esto, Carlomagno decidió volver a Francia, pero como sus paladines aún estaban sedientos de aventura, solicitaron el mando de la retaguardia para proteger al grueso de los contingentes. Traicionados por Ganelón, envidioso de Roldán y amigo del rey Marsil de Zaragoza, fueron emboscados en el desfiladero de Roncesvalles en los Pirineos por los vascones y los musulmanes en agosto del 778, lo que provocó la muerte de los 12 pares: Roland, Olivier Gérin, Gérier, Béranger, Otón, Sansón, Ivón, Ivoire, Girart, Ansels y el arzobispo Turpín.

Otra lista, extraída por Martín de Riquer del Poema de Fernán González, difiere ligeramente: Roldán, Oliveros, el arzobispo Turpín, Ogier el Danés o de Dinamarca, Valdovinos, Reinaldos de Montalbán, Terrín, Guadalbuey, Arnald, Angelero, Estolt y Salomón:

Carlos, Valdovino, Roldán e don Ogero, / Terry e Guadalbuey, e Bernaldo e Olivero, / Torpyn e don Rynaldo, et el gascón Angelero, / Estol e Salomón, e el otro compannero. / Estos e otros muchos que vos he nombrados, / por lo que ellos ficieron serán siempre ementados; / si tan buenos non fueran, hoy seríen olvidados; / serán los buenos fechos hasta la fin contados... (Poema de Fernán González, estrofas 350-351)

La leyenda se recoge también en un libro de caballerías francés, el Roman de Fierabras le Géant, de Jean Bagnion (Ginebra, 1478), que fue pronto traducido con gran éxito al castellano con el título de La historia del emperador Carlomagno y de los doce pares de Francia (Sevilla: Jacobo Cromberger, 1521, muy reimpreso), con mucha huella en el Don Quijote de Miguel de Cervantes y en el Romancero. En el siglo XIX, esta leyenda inspiró no pocas obras literarias, tanto cultas, como populares pliegos de cordel, en España, Portugal y Brasil.

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