lunes, 27 de mayo de 2024

INQUISICIÓN. Tomás de Torquemada y otros Inquisidores


Tomás de Torquemada. Biblioteca Nacional, Madrid. Retrato ficticio en una litografía anónima alemana del siglo  XIX, y Compilación de las instrucciones del oficio de la Santa Inquisición hechas por el muy Reverendo señor fray Thomas de Torquemada…, 1537.

Torquemada, 1420-Ávila, 16 de septiembre de 1498. Presbítero dominico, confesor de la reina Isabel la Católica y Primer Inquisidor General de Castilla y Aragón. en el siglo XV. Fue fraile Dominico y primer Inquisidor General de la Inquisición en España.

Principalmente a causa de la persecución, los musulmanes y los judíos de la España de la época encontraron social, política y económicamente conveniente convertirse al catolicismo; -conversos, moriscos y marranos-. La existencia de conversos superficiales, es decir, criptojudíos, fue percibida por los monarcas españoles de la época –Fernando e Isabel- como una amenaza para la vida religiosa y social de España. Esto llevó a Torquemada, que tenía antepasados conversos, a ser uno de los principales partidarios del Decreto de Granada que expulsó a los judíos de España en 1492.

Debido al uso continuado de la tortura para obtener confesiones y a la defensa de la quema en la hoguera de los considerados culpables, el nombre de Torquemada se convirtió en sinónimo de crueldad, intolerancia religiosa y fanatismo. 

En realidad, se desconoce la localidad natal de fray Tomás de Torquemada, aunque los historiadores han propuesto dos: el pueblo de Torquemada, en Palencia, y Valladolid. Con seguridad, creció en la ciudad de Valladolid y, al igual que su tío Juan de Torquemada, célebre teólogo y cardenal, se hizo fraile dominico en el Convento de San Pablo de Valladolid. Es generalmente aceptado que tenía ascendientes judíos. El cronista Hernando del Pulgar, contemporáneo de Torquemada y él mismo converso, al escribir sobre Juan de Torquemada en su libro Claros varones de Castilla de 1486, registra que: Sus aguelos fueron de linaje de los Judios convertidos á nuestra Santa Fé Católica.

No obstante, la afirmación de que Torquemada desciende de conversos ha sido y sigue siendo discutida.

Parece ser que realizó algún tipo de estudios superiores en la Universidad de Salamanca, donde coincidió con Lope de Barrientos. Era aún joven cuando en 1452 fue destinado como Prior, al Convento de Santa Cruz la Real de Segovia, donde empezó a destacar por su celo organizativo. Coronada reina Isabel I de Castilla en 1474, Torquemada fue nombrado uno de los tres confesores personales que atendían las necesidades espirituales de los Reyes Católicos, en premio por sus destacados servicios como monje y erudito.

Torquemada como Gran Inquisidor junto al Papa Sixto IV. De Jean-Paul Laurens. Beaux Arts, Burdeos

Durante la estancia de la reina Isabel I de Castilla en Sevilla entre 1477 y 1478, el dominico sevillano Alonso de Ojeda, Prior del Convento de San Pablo, la convenció de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a instancias de los soberanos por el  Cardenal Mendoza, Arzobispo de Sevilla, y por Tomás de Torquemada, vino a corroborar las sospechas. Para descubrir y acabar con todos los falsos conversos, en 1478, los reyes solicitaron bula papal para la creación del Tribunal de la Inquisición del Santo Oficio, como dependencia directa de la Corona y el día 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV promulgó la bula Exigit sincerae devotionis affectus, por la cual quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla.

En un principio, la actividad inquisitorial se limitó a las diócesis de Sevilla y Córdoba, donde se sospechaba que habría detectado el foco de conversos judaizantes. El primer Auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. El sermón lo pronunció el propio Alonso de Ojeda, bajo cuyos atentos desvelos había resurgido la Inquisición. Tras diversos problemas en la organización y aplicación de los nuevos poderes inquisitoriales, el Papa Sixto IV nombró a Tomás de Torquemada para el cargo de Inquisidor General en 1483 a instancias de la reina Isabel.

Virgen de los Reyes Católicos. Aparecen los reyes Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, con los Inquisidores Generales, Tomás de Torquemada y Pedro de Arbués. Anónimo, Museo del Prado.

El 17 de octubre de 1483, Torquemada fue nombrado por el papa Inocencio VIII «Inquisidor General del Principado de Cataluña, de la ciudad y del obispado de Barcelona». En 1484 Torquemada redactó el reglamento común que debía guiar las acciones de los inquisidores. La posterior extensión de su poder efectivo sobre la Corona de Aragón fue facilitada por el asesinato del Inquisidor Pedro de Arbués, en 1485 en Zaragoza, atribuido por las autoridades a una comunidad de herejes y judíos. Tras la gran repercusión social de este asesinato, la población comenzó a colaborar con el papado.

Pocos años después, el supuesto asesinato ritual del llamado Santo Niño de La Guardia en 1491, igualmente atribuido sin pruebas a un colectivo de judíos, pudo influir en la proclamación del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los judíos de España para el 2 de agosto de 1492, y del que se le considera más que probable autor.

En 1493 se retiró al Convento de Santo Tomás de Ávila, donde en 1498, falleció a la edad de 77 o 78 años.

Existe muy poca información sobre la vida personal de Torquemada, razón por la cual ha sido objeto de diversas opiniones. Se han destacado sus dotes de eficiente administrador, así como su integridad, su capacidad de trabajo y su insobornabilidad. Por una parte, se dice que era piadoso y austero: no quiso ser arzobispo de Sevilla, no comía carne, vestía con sencillez, no usaba lino como ropa de cama y ayudó a su hermana a ingresar en un convento de beatas dominicas en lugar de concederle dote para el matrimonio. Por otra parte, vivía en lujosos palacios atendido por numerosos criados, viajaba protegido por un séquito de cincuenta caballeros y doscientos cincuenta infantes, y acumuló una gran fortuna, procedente en parte de bienes confiscados a los herejes perseguidos, que gastó en ampliar el monasterio de Santa Cruz de Segovia y en erigir en Ávila el magnífico monasterio de Santo Tomás de Aquino.

Fachada gótica del  Convento de Santa Cruz la Real de Segovia.

Al mismo tiempo, el nombre de Torquemada, como parte de la Inquisición española, se ha convertido en un apodo para describir la crueldad y el fanatismo al servicio del catolicismo fundada en hechos históricos y en rumores. El cronista coetáneo Sebastián de Olmedo lo describió como: el martillo de los herejes, el relámpago de España, el protector de su país, el honor de su orden.

Para evitar la propagación de las herejías, Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.

Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de diez mil personas y otras cien mil sufrieron penas infamantes. Henry Kamen ofrece otras cifras y considera que, hasta 1530, el número de personas ejecutadas por la Inquisición fue alrededor a dos mil. 

Al parecer, está retratado detrás del rey Fernando en la tabla de la Virgen de los Reyes Católicos.

Kamen, 2011, pp. 58-59. «Un examen de la lista de las víctimas muestra la constante aparición de los ilustres apellidos de Santa Fe, Santángel, Caballería y Sánchez. Francisco de Santa Fe, hijo del famoso converso Jerónimo y consejero del gobernador de Aragón, se suicidó tirándose desde una torre y sus restos fueron quemados en el auto celebrado el 15 de diciembre de 1486. 

Sancho de Paternoy fue torturado y encarcelado. Un miembro de los Santángel, Luis, que había sido investido como caballero por el propio Juan II de Aragón por sus proezas militares, fue decapitado y quemado en la plaza del mercado de Zaragoza el 8 de agosto de 1487; su primo Luis, más conocido, cuyos préstamos harían posibles los viajes de Colón, tuvo que hacer penitencia en julio de 1491. En total, más de quince miembros del linaje de los Santángel fueron castigados por la Inquisición antes de 1499; y entre 1486 y 1503, catorce miembros de la familia Sánchez sufrieron igual suerte» 

Martirio de San Pedro Arbués, grabado al aguafuerte, Archivo de La Seo, Zaragoza, España

Pedro de Arbués nació en Épila en 1441, hijo de Antonio de Arbués y de Sancia Ruiz. Estudió filosofía, probablemente en Huesca y, en 1469, ingresó en el Colegio Mayor de San Clemente de Bolonia. Fue catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Bolonia durante el período de 1471-1474, adquiriendo el grado de Doctor en 1473. En 1474 fue ordenado Sacerdote y poco después Canónigo en la Seo de Zaragoza.

Martirio de San Pedro Arbués (1667). Del pintor novohispano Baltasar de Echave Rioja, conservado en el Museo Nacional de Arte de México.

El 4 de mayo de 1484, el Inquisidor General Tomás de Torquemada nombró a Pedro Arbués, junto con fray Pedro Gaspar Juglar, inquisidor de Aragón. 

Sin embargo, en Teruel las autoridades les negaron la entrada en la ciudad y aquellos respondieron con la excomunión de los magistrados y de todos los habitantes de la villa. El clero de Teruel recurrió entonces al papa que revocó la excomunión y, por su parte, el municipio escribió al rey para protestar. La Diputación General de Aragón les dio su apoyo dirigiéndose también al rey afirmando que no había herejes allí y que los que hubiera debían ser tratados con monestaciones e persuasiones, no con violencia. La respuesta del rey Fernando fue contundente. En febrero de 1485 ordenó que tropas castellanas se situaran en la frontera con el reino de Aragón para obligar a las autoridades a que apoyaran y ayudaran a los inquisidores, terminando así la resistencia de Teruel a la implantación de la Inquisición.

Los nuevos Inquisidores comenzaron de inmediato su labor, realizándose poco después varios Autos de fe, que consiguieron mediante torturas. Según informa el Cronista de Aragón Jerónimo de Zurita, la actividad de la Inquisición en Aragón soliviantó los ánimos de los conversos, que solicitaron en varias ocasiones el fin de las condenas a muerte, así como los de la nobleza del reino de Aragón, que veía en la Inquisición una amenaza para el mantenimiento de los Fueros del Reino.

Como consecuencia, dado que la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del reino de Aragón decidieron pasar a la acción y tramaron una conspiración para acabar con su vida. Gaspar Juglar murió en enero de 1485, corriendo el rumor de que había sido envenenado por los judeoconversos. 

Arbués sufrió dos atentados de los que logró salir indemne, pero en el tercero, que tuvo lugar en la noche del 14 al 15 de septiembre de 1485, mientras rezaba arrodillado ante el altar mayor de la Seo de Zaragoza, fue acuchillado por ocho asesinos, que lograron escapar. La cota de malla que llevaba debajo del hábito no le salvó porque los homicidas, que lo sabían, le apuñalaron en el cuello. 

"Los asesinos escaparon mientras los canónigos de la catedral acudían presurosos y encontraban al Inquisidor agonizando". Falleció dos días después, el 17 de septiembre, como consecuencia de las heridas infligidas.

Retablo representando a San Valero, San Vicente Mártir, San Pedro Arbués y San Dominguito de Val, por José Luzán Martínez (1757), Museo de Zaragoza.

El crimen de Arbués suscitó el horror y la indignación en todo el reino y acrecentó el odio hacia los conversos —y hacia los judíos—, desatándose una feroz e inmisericorde represión, sobre todo cuando se detuvo a los asesinos y se comprobó que habían sido pagados por conversos —los autores del crimen, sus cómplices e instigadores fueron juzgados y ejecutados entre el 30 de junio y el 15 de diciembre de 1486 tras la celebración de sucesivos Autos de fe—. Según Zurita, hubo nueve ejecutados en persona, aparte de dos suicidios, trece quemados en estatua y cuatro castigados por complicidad. 

A uno de los asesinos "le cortaron las manos y las clavaron en la puerta de la Diputación, tras lo cual fue arrastrado hasta la plaza del mercado, donde fue decapitado y descuartizado, y los trozos de su cuerpo colgados en las calles de la ciudad [Zaragoza]. 

Otro se suicidó en su celda un día antes del tormento, rompiendo una lámpara de cristal y tragándose los fragmentos; “sufrió el mismo castigo, que fue infligido a su cadáver". Las represalias se prolongaron hasta 1492 y los miembros de las principales familias conversas aragonesas, acusados de estar implicados en la conspiración, fueron detenidos y condenados a muerte por la Inquisición, destruyendo "de modo efectivo la influencia de los cristianos nuevos en la administración aragonesa".

Asesinato del inquisidor Pedro de Arbués -San Pedro Arbués-.

Pedro Arbués, Épila, Aragón, 1441 – Zaragoza, 17 de septiembre de 1485. Fue un Presbítero Agustino e Inquisidor del Reino de Aragón, asesinado por un grupo de judeoconversos, en la Seo de Zaragoza.

Hijo de Antonio de Arbués y de Sancia Ruiz. Estudió filosofía, probablemente en Huesca y, en 1469, ingresó en el Colegio Mayor de San Clemente de Bolonia. Fue catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Bolonia durante el período de 1471-1474, adquiriendo el grado de doctor en 1473. En 1474 fue ordenado sacerdote y poco después, Canónigo en la Seo de Zaragoza.

Martirio de San Pedro Arbués (1667) del pintor novohispano Baltasar de Echave Rioja, conservado en el Museo Nacional de Arte de México.

El 4 de mayo de 1484, el Inquisidor General Tomás de Torquemada nombró a Pedro Arbués, junto con fray Pedro Gaspar Juglar, Inquisidor de Aragón. Sin embargo, en Teruel las autoridades les negaron la entrada en la ciudad y aquellos respondieron con la excomunión de los magistrados y de todos los habitantes de la villa. El clero de Teruel recurrió entonces al papa que revocó la excomunión y, por su parte, el municipio escribió al rey para protestar. La Diputación General de Aragón les dio su apoyo dirigiéndose también al rey afirmando que no había herejes allí y que los que hubiera debían ser tratados con monestaciones e persuasiones, no con violencia. La respuesta del rey Fernando fue contundente. En febrero de 1485 ordenó que tropas castellanas se situaran en la frontera con el reino de Aragón para obligar a las autoridades a que apoyaran y ayudaran a los inquisidores, terminando así la resistencia de Teruel a la implantación de la Inquisición.

Los nuevos inquisidores comenzaron de inmediato su labor, realizándose poco después varios Autos de fe que consiguieron mediante torturas. Según informa el Cronista de Aragón Jerónimo de Zurita, la actividad de la Inquisición en Aragón soliviantó los ánimos de los conversos, que solicitaron en varias ocasiones el fin de las condenas a muerte, así como los de la nobleza del reino de Aragón, que veía en la Inquisición una amenaza para el mantenimiento de los fueros del reino.

Como consecuencia, dado que la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del reino de Aragón decidieron pasar a la acción y tramaron una conspiración para acabar con su vida. Gaspar Juglar murió en enero de 1485, corriendo el rumor de que había sido envenenado por los judeoconversos. 

Arbués sufrió dos atentados de los que logró salir indemne, pero en el tercero, que tuvo lugar en la noche del 14 al 15 de septiembre de 1485, mientras rezaba arrodillado ante el altar mayor de la Seo de Zaragoza, fue acuchillado por ocho asesinos, que lograron escapar. La cota de malla que llevaba debajo del hábito no le salvó porque los homicidas, que lo sabían, le apuñalaron en el cuello. "Los asesinos escaparon mientras los canónigos de la catedral acudían presurosos y encontraban al inquisidor agonizando". Falleció dos días después, el 17 de septiembre, como consecuencia de las heridas infligidas.

Retablo representando a San Valero, San Vicente Mártir, San Pedro Arbués y San Dominguito de Val, por José Luzán Martínez (1757), Museo de Zaragoza.

Asesinato del Inquisidor Pedro de Arbués

1- Modelo elaborado por Pedro de Villafranca, encargado por el Consejo de la Suprema Inquisición, 1664.- 2- El Martirio de San Pedro de Arbués, de Murillo, originalmente en la Capilla de la Inquisición de Sevilla, actualmente en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.- 3- Martirio del inquisidor Pedro de Arbués, elaborado por artistas del círculo de Antonio del Castillo, conservado en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.

La muerte de Arbués suscitó el horror y la indignación en todo el reino y acrecentó el odio hacia los conversos —y hacia los judíos—, desatándose una feroz e inmisericorde represión, sobre todo cuando se detuvo a los asesinos y se comprobó que habían sido pagados por conversos —los autores del crimen, sus cómplices e instigadores fueron juzgados y ejecutados entre el 30 de junio y el 15 de diciembre de 1486 tras la celebración de sucesivos Autos de Fe—. 

Según Zurita, hubo nueve ejecutados en persona, aparte de dos suicidios, trece quemados en estatua y cuatro castigados por complicidad. A uno de los asesinos "le cortaron las manos y las clavaron en la puerta de la Diputación, tras lo cual fue arrastrado hasta la plaza del mercado, donde fue decapitado y descuartizado, y los trozos de su cuerpo colgados en las calles de la ciudad [de Zaragoza]. Otro se suicidó en su celda un día antes del tormento, rompiendo una lámpara de cristal y tragándose los fragmentos; sufrió el mismo castigo, que fue infligido a su cadáver". Las represalias se prolongaron hasta 1492 y los miembros de las principales familias conversas aragonesas, acusados de estar implicados en la conspiración, fueron detenidos y condenados a muerte por la Inquisición, destruyendo "de modo efectivo la influencia de los cristianos nuevos en la administración aragonesa". 

Una importante fuente del proceso a los acusados es el Libro Verde de Aragón, donde se nombran los inquiridos y su destino.

La repulsa por el crimen fue hábilmente utilizada por el Rey Fernando para vencer cualquier resistencia que quedara a la implantación de la Inquisición. 

"Organiza unos funerales solemnes para la víctima, como si se tratara de un mártir de la fe. En diciembre de 1487, la ciudad de Zaragoza manda construir un espléndido mausoleo para los restos de Arbués, con un bajorrelieve que representa la escena del asesinato. En 1490, el municipio financia dos lámparas de plata maciza que coloca ante la tumba, en la catedral; una de esas lámparas arde día y noche. Estos hechos pronto se convirtieron en leyenda".

La Iglesia Católica lo considera mártir y santo. Fue beatificado por el Papa Alejandro VII el 17 de abril de 1662, y canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867. Su sepulcro, realizado por Gil Morlanes, se encuentra en la capilla de San Pedro Arbués de la Seo de Zaragoza. 

Con motivo de la beatificación, el Consejo de la Suprema Inquisición encargó en 1664 una pintura que representara el asesinato, siguiendo un modelo elaborado por el grabador Pedro de Villafranca. Dicho grabado serviría a varios artistas que elaboraron sus versiones del mismo, siendo la más notable la elaborada por Murillo, que se utilizó para presidir la Capilla de la Inquisición de Sevilla. Esta obra, al igual que muchas otras, fue robada durante la Invasión Francesa de España (1808-1814) por el mariscal Soult y llevada a Francia. Posteriormente sus herederos la revendieron y actualmente se encuentra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, Rusia.

Leonardo Sciascia en Morte dell'inquisitore (1964) escribe que Arbués, y Juan López de Cisneros (m. 1657), son "los únicos dos casos de inquisidores que murieron asesinados".

«La noche del crimen, la campana de Velilla, pequeña localidad situada a unos treinta kilómetros de Zaragoza, se puso a tocar por sí sola, como cada vez que ocurría un hecho extraordinario, y el vergajo que sostenía el badajo se rompió, la sangre de la víctima, esparcida por la catedral, se licuó dos semanas después del crimen y la gente acudía a empapar en ella pañuelos y escapularios. Pedro Arbués fue canonizado por Pío IX, el 29 de junio de 1867». Pérez, 2012, p. 37

John Foxe (1516 – 1587) en un grabado de George Glover.

Autor de uno de los más famosos libros y el que más influencia tendría fue el Book of Martyrs -El libro de los mártires, 1554- de John Foxe (1516 – 1587). Foxe dedica un capítulo entero a la Inquisición española, el The execrable Inquisition of Spayne.

Ppe. de Orange. Thyssen-Bornemisza, 1579

 Uno de los documentos más famosos y que más influencia tuvieron fue la Apología del príncipe d'Orange de 1581, la respuesta de Guillermo de Orange a la expulsión que Felipe II había ordenado en su contra, aunque parece que el texto no lo redactó él mismo, sino su capellán Pierre L’Oyseleur, Señor de Villiers. El texto se tradujo inmediatamente a otras lenguas y circuló por los países fronterizos con Holanda; en español solo existe una traducción de la época, de 1581. 

El documento se puede considerar como el comienzo de la supuesta Leyenda Negra de Felipe II, aunque también trata de la Inquisición y la libertad religiosa. La Apología es un resumen de toda la propaganda anti inquisitorial que había circulado en los 40 años anteriores, reunida para justificar la independencia de los Países Bajos. Afirma que la quema de herejes es un pasatiempo natural de los sanguinarios españoles, que divertía especialmente al Duque de Alba. Además, añade que la mayoría de los españoles, y en especial la nobleza, tienen sangre judía o mora.


En Inglaterra, los monarcas católicos habían creado tribunales religiosos para luchar contra la herejía, los últimos creados por María Tudor
Los reyes anglicanos, sobre todo Isabel I de Inglaterra, prefirieron crear tribunales civiles para reprimir a los disidentes religiosos, ante todo a los católicos, distanciándose de las prácticas anteriores. Se identificó a los herejes católicos con traidores, empleando un sistema que no se distinguía mucho del de la Inquisición. Se llegó a secuestrar en los Países Bajos a un jurista católico inglés, John Story, y llevado a Inglaterra para ser torturado, acusado de traición y conspiración y ser ejecutado. El sistema por el que el gobierno insistía en juzgar a rebeldes, no a herejes, se mantuvo hasta el reinado de Jacobo I y permitía mantener a la Inquisición como una institución claramente católica, identificada con España y Roma.

Así, los fanáticos religiosos obtuvieron el apoyo de otros más moderados y sobre todo del gobierno, que financiaba panfletos y publicaba edictos. Durante la época se publicaron y tradujeron numerosísimos panfletos, de entre los que destaca A Fig for the Spaniard. También contribuyó Antonio Pérez, que, residente en Inglaterra en la época, publicó en 1598, A treatise Paraenetical. En el texto Pérez repite la imagen de Felipe II y de la Inquisición que ya había dado a conocer Guillermo de Orange, confiriendo un cariz trágico al personaje de Don Carlos y de fanatismo religioso a Felipe II y a la Inquisición, que perdurará hasta la época moderna.

Voltaire (1694 – 1778) pintado por Nicolas de Largillière. Carnavalet

Ningún autor del siglo XVIII contribuyó tanto a atacar la persecución religiosa como Voltaire. Voltaire unió los argumentos religiosos y filosóficos de Bayle y los económicos y políticos de Montesquieu para crear definitivamente el cuadro de La Inquisición, metonimia de todas las peores formas de persecución religiosa. Voltaire no tuvo un conocimiento profundo de la Inquisición hasta ya entrado en años, pero la usó a menudo para afilar su sátira y ridiculizar a sus oponentes, como lo muestra su Don Jerónimo Bueno Caracúcarador, inquisidor que aparece en Histoire de Jenni (1775). Incluso en Candide (1759), una de sus obras más conocidas, no demuestra un conocimiento del funcionamiento de la Inquisición más allá de la que proporcionan libros de viajes y de historia general. Candide incluye su famosa descripción de un auto de fe en Lisboa, una joya de la sátira, con la que introduce la Inquisición en la comedia. 

Los ataques de Voltaire a la Inquisición se hicieron más serios y agudos a partir de 1761. Demuestra una mejor comprensión y conocimiento de los mecanismos internos del tribunal, probablemente gracias al trabajo del abate Morellet, que empleó extensamente, y al conocimiento directo de algunos casos, como el de Gabriel Malagrida, cuya muerte en Lisboa levantó una ola de indignación en Europa.

Imagen de Gabriel Malagrida (1689-1761), misionero jesuita italiano en la colonia portuguesa de Brasil y figura influyente en la vida política de la Corte Real de Lisboa.

Gabriel Malagrida, nacido en Menaggio, Italia n. 5 de diciembre de 1689 y muerto el 21 de septiembre de 1761 en Lisboa, Portugal. Fue un Jesuita misionero en Brasil y después predicador en Lisboa. Involucrado en el Proceso de los Távora, fue condenado como “falso profeta y hereje”. Murió ahorcado y su cadáver fue quemado en un Auto de Fe realizado en la plaza pública de Rossio, la noche del 20 de septiembre de 1761.

En septiembre de 1758 el rey José I volvía al Palacio de Belém, procedente del Palacio de los Marqueses de Távora y acompañado de su cochero Pedro Teixeira. En la oscuridad de la noche tres jinetes enmascarados detuvieron el carruaje, detonaron un disparo de mosquete y el rey fue herido en el brazo y el hombro. Los espías de Carvalho rápidamente identificaron a dos de los jinetes, quienes fueron detenidos y torturados. Las confesiones implicaron al Marqués y a la Marquesa de Távora. Carvalho mantuvo en secreto el episodio pero puso bajo vigilancia a la familia Távora e interceptó todos sus mensajes. Para diciembre había descubierto lo que creyó ser un complot para asesinar al rey y reemplazarlo por el Duque de Aveiro. Malagrida, que había regresado del exilio, fue arrestado y juzgado, junto con otros Jesuitas, por su presunta participación en el complot; fue declarado culpable de alta traición, pero no fue ejecutado. Fue encarcelado en el calabozo debajo de la Torre de Belém con sus compañeros Jesuitas que también habían sido implicados. Carvalho no podía recurrir a los tribunales civiles para ejecutarlos, así que los dejó en las mazmorras hasta que murieran o se volvieran locos. 

En 1759 los Jesuitas fueron expulsados del reino de Portugal y todas sus colonias.

Malagrida yacía tendido en su celda la mayor parte del tiempo y cuando se incorporaba lo hacía para transcribir las “voces angelicales que le hablaban dentro de su cabeza”. Entonces los agentes de Carvalho le incitaron a publicar un par de libros con base en dichas transcripciones celestiales. El primero se tituló El Anti-Cristo. El segundo fue titulado, La heroica y maravillosa vida de la gloriosa santa Ana, madre de la Virgen María, dictada por esa santa, asistida por y con la aprobación y ayuda de ese Augustísimo Soberano, su Santísimo Hijo. 

El libro contenía las declaraciones de un hombre que había caído en la locura: el autor mostraba una fijación delirante por el útero de Santa Ana. Carvalho llevó a Malagrida, ahora de 72 años, ante la Inquisición -en la que Carvalho había nombrado a su hermano, Paulo de Carvalho e Mendonça, como Inquisidor General-. Declararon a Malagrida culpable de obscenidad y blasfemia y lo condenaron a muerte. El 21 de septiembre de 1761 Gabriel Malagrida fue llevado a la horca en la Plaza de Rossio. A continuación su cadáver fue quemado en la hoguera y sus cenizas lanzadas al río Tajo.

Hacía falta que el genio español aún tuviera algo más implacable que las demás naciones... se ve sobre todo por el exceso de atrocidades que usaron en el ejercicio de una institución en la que los italianos, sus inventores, pusieron mucha dulzura. Los papas habían erigido estos tribunales por política, y los inquisidores españoles añadieron la barbarie más atroz. Louis de Jaucourt, L'Encyclopédie

...encontraron instrumentos de tortura de todo tipo... la tercera [máquina encontrada] era infernal, colocada horizontalmente, en la que la víctima era atada: la máquina colocada entre dos conjuntos de cuchillos colocados de manera que girando la máquina con un manubrio la carne de las víctimas era arrancada toda de sus extremidades en pequeños trozos. La cuarta [máquina] sobrepasa a todas las demás en ingenio malvado. Su exterior era una gran muñeca, ricamente vestida y con la apariencia de una hermosa mujer con sus brazos extendidos preparados para abrazar a su víctima. Un semicírculo estaba dibujado en el suelo a su alrededor y la persona que traspasara esta marca fatal tocaba un muelle que provocaba la apertura de la máquina demoníaca, sus brazos inmediatamente lo abrazan y miles de cuchillos lo despedazan en otras tantas piezas.

España siempre ha sido excesivamente religiosa y excesivamente cruel... tenían miedo de que si daban la menor concesión a los moros, Dios los destruiría. La idea era que el único camino para asegurar la ayuda divina era la fe absoluta, y esa fe era probada por el odio a todas las ideas inconsistentes con las propias... España ha sido y es víctima de la superstición... Nada quedaba más que los españoles; es decir, indolencia, orgullo, crueldad y superstición infinita. Así España destruyó toda la libertad de pensamiento a través de la Inquisición, y durante muchos años el cielo estuvo lívido con las llamas del Auto de fe; España estaba ocupada llevando leña a los pies de la filosofía, ocupada quemando a gente por pensar, por investigar, por expresar opiniones honestas. El resultado fue que una gran oscuridad cubrió España, atravesada por ninguna estrella e iluminada por ningún sol naciente. De Robert Green Ingersoll (1833–1899),

¿Por qué no había industria en España? Por la Inquisición. ¿Por qué somos holgazanes los españoles? Por la Inquisición. ¿Por qué duermen los españoles la siesta? Por la Inquisición. ¿Por qué hay corridas de toros en España? Por la Inquisición. Menéndez Pelayo. La ciencia española, Madrid, 1953, p. 102.

Una escena de la Inquisición, de Víctor Manzano y Mejorada, óleo sobre lienzo, 54 x 44 cm, Madrid, Museo del Prado.

Por descubrir el mobimiento (sic) de la tierra. Goya (1746 - 1828). Galileo en manos de la Inquisición

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